Capítulo 25. La antecámara del cuarto de Narcisa.
El verano había pasado demasiado rápido, o al menos eso pensaban Draco y Astoria, que sentían que apenas habían podido disfrutar lo suficiente con su retoño, que había vuelto a Hogwarts apenas quince días para comenzar su sexto curso en Hogwarts. A pesar de la pena por tener que verlo marchar otra vez, se sentían muy orgullosos de él. Había sacado unos TIMOS excelentes en todas las materias, incluso en Herbología. Llevaba uno de los mejores promedios de la escuela y era un excelente duelista, con un especial talento en Defensa contra las Artes Oscuras, algo que sorprendía a muchos por su carácter aparentemente tranquilo.
Antes de marcharse a Hogwarts y cumpliendo la exigencia de su padre, Scorpius tuvo que decirle a su madre y a su abuela que estaba saliendo en secreto con Rose Weasley, noticia que sacudió hasta los cimientos de la vieja mansión familiar. Astoria se vio impactada por la noticia y, al igual que Draco, no le hacía gracia emparentar con los Weasley, pero no se interpondría en la vida de su hijo como sus padres intentaron hacer con ella.
Su abuela, sin embargo, no se lo tomó precisamente bien, aunque prefirió no hacer ningún comentario frente a Scorpius y Astoria. No es que la despreciase por su estatus de sangre (aunque eso también le rechinaba entre los dientes en menor medida), sino que consideraba a los Weasley de indignos para emparentar con el último descendiente de las familias Malfoy y Black. Sus modales pueblerinos, su nula elegancia, su desprecio por las tradiciones mágicas y su escasa fortuna hacían que Narcisa los considerase inapropiados. Se había resignado a admitir la amistad de su nieto con ellos, pero no iba a quedarse de brazos cruzados esta vez. Abiertamente declaró sus objeciones a su hijo, recordándole sus deberes como cabeza de familia, entre los que estaba asegurar un matrimonio para su hijo digno de su posición.
Draco discutió con su madre aquella tarde en su despacho, a solas. Una charla bastante dura que duró más de una hora, en la que ambos dejaron muy claras sus posturas contrapuestas. Narcisa salió del despacho enfadada y decepcionada con las decisiones de su hijo y su nuera una vez más, pero todo quedó ahí, o al menos, eso pensaban Draco y Astoria.
Después de dejar a su hijo en la estación de King's Cross aquella mañana del primero de septiembre, algunas familias sangre puras empezaron a acercarse a la familia Malfoy de una manera que a Draco le pareció "sospechosa". La misma mañana del embarque de los jóvenes magos, Corbus Shafiq y su esposa se tropezaron con ellos y entablaron una agradable conversación acerca de sus hijos. Los Shafiq tenían una hija, Ehrengard, un año mayor que Scorpius, perteneciente a la casa Slytherin. August Sayre también se acercó a Draco, interesado por sus negocios y se manifestó animado de entablar relaciones comerciales. Edward Limsey, un alto funcionario del ministerio, también se acercó a saludar a Draco y Astoria. Otros matrimonios algo más cercanos a ellos como los Flint, los MacDougal o los Blishwick también fueron especialmente amistosos con ellos, incluso estos últimos se atrevieron a invitarles a tomar el té una tarde en su casa londinense.
Aquella repentina popularidad entre la alta sociedad hizo sospechar a Draco sobre las intenciones de aquella gente y, cuando lo comentó con su mujer, llegaron a la conclusión de que sería por sus ricos y emergentes negocios, que estaban en auge cada día, llenando aún más las bóvedas que la familia tenía en el banco de Gringotts. Ambos pensaron que aquellos buitres querían arrimarse a ellos para llenar sus bolsillos de galeones haciendo negocios con ellos. No le dieron más importancia al asunto y siguieron con su día sin más.
Durante la siguiente semana, las lechuzas no pararon de llegar a la mansión de Wilshire con invitaciones a fiestas, bailes y tertulias de todo tipo, incluso recibieron una invitación del Ministerio para asistir a una recepción diplomática, algo que no sucedía desde antes de la guerra. Parecía que de pronto todos querían relacionarse con los Malfoy, incluso aquellos que tiempo atrás los despreciaban.
Pero algo hizo sospechar a Draco y a su mujer de que no se trataba solo de negocios cuando Scorpius les contó en una de sus cartas que un buen número de brujas de Hogwarts se habían acercado a él de la noche a la mañana, muchas de ellas con actitudes sugerentes y que ni a él ni a Rose les gustaba la situación, aunque lo aguantaban porque aún no habían hecho pública su relación. Pero fue Astoria quien entendió primero lo que le estaba pasando a su hijo con aquellas jóvenes brujas. A ella y a su hermana, como a muchas de sus amigas les pasó lo mismo cuando cumplieron los dieciséis años. Aquellas jóvenes sangre puras estaban buscando esposo, un buen partido con quien . Aun recordaba como las familias de sus amigas, (y la suya misma) presionaban a sus hijas o acordaban matrimonios de conveniencia para mayor gloria de sus familias. Scorpius era el heredero de la familia más rica y de las más antiguas del Reino Unido, era apuesto, vigoroso y gentil, lo que cualquiera de ellas podría desear en un marido. Astoria compadecía a todas aquellas jóvenes, cuyos intentos de engatusar a su hijo iban a dar en saco roto, ya que su hijo solo tenía ojos para una sola chica.
Aquella tarde de mediados de septiembre, Draco y Astoria acababan de regresar a la mansión después de una comida con Theo y Daphne en un pintoresco restaurante italiano, "La Fiorentina", recién abierto en el Callejón Diagón por unos magos florentinos a los que Draco les había hecho un préstamo para montar su restaurante. Y aunque la comida era espectacular, Draco creía que el servicio era mejorable. Los dos se acodaron en el salón azul, donde los elfos ya habían preparado la merienda, aunque ninguno de los dos tenía verdadero apetito. Draco se quitó su larga chaqueta negra y se la dio a uno de los elfos, quien recogió también el chal de Astoria, para guardarlos en sus armarios. Otro elfo hizo su aparición en el salón con una bandeja con el té y la puso en la mesilla.
- Gracias, Pitt – agradeció Astoria.
- Me apetece algo distinto – le dijo Draco al elfo – tráeme un whisky de fuego, ya sabes, como me gustan a mí.
- Enseguida, amo Draco – dijo el elfo antes de desaparecer.
- ¿Qué celebramos? – preguntó Astoria a Draco
- Otra buena inversión de tu brillante y apuesto marido – dijo Draco juguetón haciendo reír a Astoria.
El elfo se apareció y entregó el vaso con la bebida de Draco y se volvió a marchar dejando a la pareja a solas.
- Estás más contento de lo normal, amor – comentó Astoria.
- No sé, quizás – dijo Draco mientras le pegaba un sorbo a su bebida y se sentaba a su lado – serán los efectos de nuestra reciente popularidad.
- Si, puede ser – dijo Astoria sonriendo – aunque hay algo en el fondo que hace que no me fie del todo.
- Tal vez haya una razón oculta y que debamos actuar con cautela – dijo Draco – pero creo que también debemos de aprovechar el momento y disfrutarlo, ¿no crees?
- Como no hacerlo – dijo Astoria – nos han invitado a tantos compromisos que tenemos la agenda llena.
- Iremos a los que queramos – dijo Draco sorprendiendo a Astoria – empezando por el baile de los Sayre.
- Es la primera vez que te oigo decir que tienes ganas de ir a un baile – dijo Astoria con sorpresa.
- Tengo ganas de ir a este – dijo Draco con suficiencia dándole un sorbo a su bebida.
- Tú tienes ganas de pavonearte entre la alta sociedad – dijo Astoria mientras le pegaba un sorbo a su taza de té.
- Pues sí, me apetece – dijo Draco – por muchas razones…
En ese momento, Gibe entró en el salón apresuradamente, con signos de haber corrido por toda la mansión e interrumpió a su amo que lo miró con mala cara, ya que odiaba que lo interrumpiesen. Draco iba a regañar al elfo, pero Astoria se le adelantó para evitarle al elfo una bronca y a ellos las eternas disculpas y torturas que el propio Gibe se autoinfligiría.
- ¿Qué ocurre, Gibe? – preguntó Astoria.
- Siento molestarles en su momento de paz, nobles amos, pero tienen visita – explicó el elfo mientras se tiraba de las orejas – Gibe se planchará las orejas por molestar al amo Draco mientras hablaba con la ama Astoria
- No te fustigues y dime quien es– ordenó Draco al elfo.
- Es la señora Florent, amo – dijo Gibe.
- ¿Pansy? – preguntó Astoria sorprendida a la vez que puso una mueca de desagrado – ¿Pansy Parkinson?
- Una sorpresa inesperada – dijo Draco arrastrando las palabras, no muy contento de recibir aquella visita.
- ¿Qué querrá esa arpía de nosotros? – dijo Astoria – conociéndola nada bueno.
- Veremos – dijo Draco - ¿dónde está?
- En el vestíbulo, amo – dijo Gibe temblando – no sabía si debía traerle aquí o a cualquier otro salón.
- Hazle pasar al salón verde – ordenó Draco al elfo que se marchó corriendo y se dirigió a Astoria – ¿vienes querida?
- Por desgracia – dijo con desgana.
Draco negó con la cabeza con una mueca divertida en sus labios mientras Astoria se levantaba del sofá y ambos se dirigieron al salón verde. Draco sabía que Astoria no soportaba a Pansy desde que estaban en la escuela. Aunque Daphne y Pansy eran inseparables, esta no se llevaba para nada con Astoria. De hecho, no la trataba del todo bien en público, siempre haciéndola de menos, tratándola como una niña pequeña y humillándola cada vez que se le antojaba. Claro, que Astoria no se callaba y le contestaba de mil maneras mucho más inteligentes que hacían desquiciar a la pelinegra. Astoria no soportaba la prepotencia que gastaba Pansy en aquellos días de escuela y odiaba cuando se dedicaba a humillar al resto de chicas de las otras casas. No se explicaba como Draco pudo ser en algún tiempo su novio.
Después de la guerra, una de las primeras cosas que hizo Draco después de recuperar su libertad fue romper su compromiso con Pansy Parkinson. La familia no se lo tomó bien y rompió relaciones con los Malfoy. Al igual que otros sangrepuras, los Parkinson se exiliaron en el América, donde Pansy conoció a Edward Florent, heredero de una de las mayores fortunas de los Estados Unidos. Un matrimonio de conveniencia no exento de escándalos en las revistas del corazón. Draco sabía por Blaise que Pansy había vuelto a Inglaterra a principios de verano con sus hijos, y que se quedarían un tiempo por allí. Draco no tenía mucho interés en reunirse con ella, ya que le recordaban tiempos pasados que prefería olvidar. Sin embargo, esos tiempos habían tocado a su puerta.
Cuando llegaron al salón, Pansy ya estaba allí esperándoles. Llevaba un vestido plateado ceñido que marcaba sus curvas de forma sugerente y el pelo recogido en un extravagante peinado. Su rostro seguía teniendo esa mirada de frialdad y prepotencia que Astoria recordaba de la escuela, aunque con alguna arruga extra a causa de la edad. Llevaba un bolso a juego con su atuendo, bastante grande.
- Es una agradable sorpresa, Pansy – saludó Draco mientras entraban en el salón.
- ¡Draco! – exclamó con voz chillona mientras se acercaba a él a darle un abrazo - ¡Cuánto tiempo ha pasado, demasiado para mi gusto!
- Bienvenida Pansy – dijo Astoria con voz neutra.
- ¡Astoria, querida! – saludó a la castaña con un frío abrazo – que bien te veo, los años te han mejorado.
- ¿Por qué no nos sentamos? – indicó Draco señalando el juego de sillones y sofás que había en la sala.
- La mansión luce espectacular, Draco, como en sus tiempos más gloriosos con tu padre, un gusto exquisito – indicó Pansy, comentario que Draco tuvo que entender como un cumplido, aunque le desagradaba aquella comparación – aún recuerdo la gran fiesta que tus padres organizaron cuando teníamos catorce años, un alarde buen gusto y sofisticación, y veo que sigue a la orden del día.
- Gracias – dijo Draco – todo es obra de mi madre y mi esposa, ambas tienen un gusto excepcional.
- ¿Qué tal te va todo, Pansy? – preguntó Astoria por cortesía - ¿Quieres un poco de té? – dijo Astoria llamando al elfo con una campañilla que había sobre la mesa, que se apareció en el salón.
- Gracias, querida – dijo Pansy – con dos terrones de azúcar.
- Enseguida señora Florent – dijo el elfo – Ama Astoria, ¿lo de siempre?
- Lo de siempre Pitt, gracias – dijo Astoria.
- Estoy muy bien, querida, mi vida es sensacional – respondió haciendo hincapié en la palabra – Ed y yo hemos decidido mudarnos a Inglaterra por un tiempo, tiempo para restablecer amistades y posición social, ya sabéis.
- ¿Dónde está el señor Florent? – preguntó Draco – no hemos tenido nunca el privilegio de conocerlo.
- Pronto lo conoceréis – dijo con una sonrisa – tenemos pensado dar una gran fiesta de inauguración en nuestra nueva mansión inglesa, a la que, por supuesto, estáis invitados.
- Muchas gracias, Pansy – dijo Astoria – ya nos mandarás la invitación formal.
- Si querida, descuida – dijo Pansy orgullosa.
Dos elfos trajeron las bandejas con el té recién hecho y unas pastas y bizcochos que pusieron sobre la mesita. Astoria sirvió el té a su invitada tal y como le había pedido y le pasó su taza. Después sirvió otra para Draco y otra para ella.
- He de decir, aunque supongo que lo habréis adivinado, que no he venido solo para invitaros personalmente a mi fiesta y tomar el té con mi antiguo amigo y su esposa – Draco y Astoria se sorprendieron y cruzaron sus miradas por un instante.
- ¿Y de qué se trata? – preguntó Astoria.
- Permitidme que os presente a mi hija, Sylvia – presentó Pansy un retrato de una joven de la misma edad que Scorpius, de pelo negro que le caía sobre los hombros. Portaba un elegante vestido azul con estrellas incrustadas. Aparentaba una dulzura que Astoria se sorprendió que pudiera proceder de Pansy – Sylvia Athelean Florent-Parkinson, dieciséis años, sangre pura, acaba de entrar en Hogwarts en la casa Slytherin, antes asistía al Instituto de las Brujas de Salem, sabe montar en escoba, a caballo, bordar, y habla francés con fluidez.
- Un encanto, si – dijo Draco previendo a donde iba todo esto.
- Parece encantadora – dijo Astoria
- Ha sido educada para ser una señorita de la alta sociedad y todo lo que se espera de ella: casarse con un sangre pura y cumplir con sus funciones de darle hijos para proseguir su descendencia – dijo orgullosa la madre de la chica.
- ¿Y qué opina tu hija de eso? – preguntó Astoria.
- Mi hija sabe perfectamente cuál es su papel – dijo tajantemente Pansy – conoce cuáles son sus responsabilidades para con su familia.
- ¿Y no aspira a nada más? – siguió preguntando Astoria – ¿no tiene otros intereses u otras metas?
- Si las tiene, son irrelevantes para su destino – dijo Pansy con desdén – esas son cosas de plebeyos y sangresucias, los de nuestra posición estamos por encima de todo eso – pronunció con asco la pelinegra, haciendo que Astoria pusiera mala cara por ese comentario, aunque prefirió no decir nada.
- No te ofendas Pansy, pero ¿a cuento de qué nos presentas así a tu hija? – preguntó Draco con algo de impertinencia.
- Está claro, ¿no? – dijo Pansy – Tu hijo, mi hija, hacen la pareja perfecta.
- ¿Perdón? – preguntó Astoria atónita - ¿Cómo has dicho?
- Es una oportunidad para la unión de nuestras grandes familias, Draco – dijo la pelinegra ignorando a Astoria y mirando al que fue anteriormente su prometido – es una oportunidad de llevar a término aquello que no pudo hacerse con nosotros en el pasado.
- Pansy, creo que te estás confundiendo – dijo Draco – nosotros…
- Tengo los documentos que prueban la pureza de sangre de mi hija – dijo la pelinegra interrumpiendo al rubio y sacando una carpeta negra de su bolso y presentándoles los papeles que llevaba – los árboles genealógicos de mi esposo, para que no haya dudas sobre su estatus de sangre, así como los documentos de su dote, ¡Pocas chicas de su edad pueden disponer una dote de nueve cifras!
- ¡Alto ahí, Pansy! – dijo Astoria molesta por la deriva de la conversación– me da igual las cualidades, la pureza o la dote de tu hija, ¡No vamos a acordar ningún matrimonio para mi hijo! ¡Y menos con tu hija!
- No lo entiendo, Astoria – dijo Pansy contrariada y ofendida - ¿Qué tiene de malo mi hija?
- ¡Nada Pansy!, pero no vamos a acordar ningún matrimonio – sentenció Draco conteniéndose.
- Draco y yo decidimos educar a Scorpius de otra forma – dijo Astoria orgullosa – una educación sin prejuicios por el estatus de sangre – dijo haciendo hincapié en lo último.
- Lo que incluye que mi hijo tiene total libertad en lo concerniente a su vida sentimental – dijo Draco – no nos meteremos en ello y aceptaremos de buen grado a la mujer que él mismo elija.
- ¡Oh vaya! Si que has cambiado, Draco, tú, que eras de joven un defensor a muerte de la pureza de la sangre, tú que defendías a muerte las tradiciones mágicas – comentó Pansy – cuando Blaise me dijo que habías cambiado no me podía imaginar cuánto.
- Cada uno elige como quiere vivir su vida – dijo Draco – después de lo que yo viví, no podía seguir por ese camino.
- Si esta es vuestra decisión, no entiendo entonces los rumores de que estabais buscando pretendienta para vuestro hijo, he de entender que son falsos– dijo Pansy contrariada - ¿Y qué hay de la carta que mi marido y yo recibimos hace una semana?
- ¿Rumores? ¿carta? – preguntó Draco - ¿De qué coño estás hablando? – dijo Draco soltando un taco.
- Eso, ¿qué carta? – insistió Astoria – nosotros no hemos enviado ninguna carta – mirando a Draco indignada.
- La carta que me envió tu madre en vuestro nombre con la intención de conocer a mi hija, para preparar un futuro enlace entre nuestras grandes familias – explicó Pansy – Por eso he venido, para presentar a mi hija antes de que los chicos inicien relaciones en Hogwarts y acordar las condiciones
- ¡Por las pelotas de Merlín! – exclamó Draco perdiendo la compostura – ¡Ahora lo entiendo todo!
- ¡Draco! – exclamó Astoria regañando a su marido – lo siento Pansy, pero me temo que mi suegra se ha inmiscuido en un asunto en el que no le concernía y se ha extralimitado– explicó enfadada.
Por un momento se hizo un silencio incómodo en la habitación. Draco permanecía hierático en su sitio, con la espalda apoyada en el respaldo de su sillón, sus brazos apoyados en los apoyabrazos estaban en tensión, con los puños. Astoria cogió su abanico y empezó a darse abaniqueos para liberar la tensión que tenía ahora mismo en cuerpo y Pansy guardaba sus documentos torpemente en su bolso. Astoria se decidió a romper el silencio.
- Siento mucho todo esto, Pansy – se disculpó Astoria y le explicó algo más calmada– pero cuando Scorpius nació, tanto Draco como yo decidimos que no lo educaríamos como lo hicieron con nosotros, y no lo forzaremos a un matrimonio solo por conveniencias familiares.
- Me da igual si mi hijo se casa con una sangre muggle, squib, mestizo – dijo Draco tajantemente – no me importan las viejas costumbres, solo quiero lo mejor para mi familia.
- Cuando me lo contaron no me lo podía creer, había escuchado rumores, sobre todo después de saber que vuestro hijo había acabado en Gryffindor, que se relacionaba con los Potter y los Weasley, pero pensaba que eran actos de rebeldía juvenil – dijo Pansy con desprecio – no me podía imaginar que la familia Malfoy, antigua defensora de la pureza y las antiguas costumbres mágicas se hubiera convertido ahora en traidores a la sangre.
- ¡Esa ideología casi lleva a los Malfoy a su extinción! – exclamó Draco cabreado – ¡No, no pienso perder ni un minuto en unas con unas costumbres que casi nos destruyen!
- Creo que debo marcharme ya – dijo Pansy levantándose bruscamente.
- Sí, será lo mejor – dijo Astoria – ¡Gibe!
- Mi señora - dijo el elfo apareciéndose.
- Acompañe a la señora Florent a la salida – ordenó Astoria.
- Enseguida clemente ama – dijo el elfo y se dirigió a la pelinegra – por favor, si es usted tan amable de acompañarme.
- Ya nos veremos – dijo Pansy friamente mientras caminaba detrás del elfo – adiós.
Pansy desapareció por los pasillos con su característico y soberbio caminar con la barbilla bien alta. Draco y Astoria continuaron sentados en silencio en el salón verde un buen rato. Draco sabía que su esposa estaba muy enfadada, él también, y que iban a hablar del tema de forma inminente estaba seguro de ello. Su madre se había pasado de la raya de forma flagrante actuando a sus espaldas, y eso no lo iba a permitir. Astoria se levantó de forma sosegada pero decidida y cerró las puertas del salón bajo la atenta mirada de su esposo.
- Ahora entiendo nuestra reciente popularidad – empezó Astoria – porqué todos querían acercarse a nosotros.
- Esperaban conseguir ventaja para cuando eligiéramos prometida – razonó Draco – como si fueran objetos de mercado, repugnante.
- Draco, he aguantado muchas cosas de tu madre desde que me casé – dijo desde la puerta y empezó a acercarse – he aguantado sus criticas de todo tipo de tu madre, he tragado saliva cada vez que criticaba la forma de educar a Scorpius.
- Lo sé querida – dijo Draco serio – y siempre te he apoyado y defendido por ello, ambos elegimos este camino.
- ¡Lo que no voy a seguir tolerando es que tu madre quiera marcar la vida de mi hijo, Draco! – exclamó elevando la voz - ¡Estoy más que harta de que se meta en nuestras vidas cada vez que se le mete entre ceja y ceja!
- Sabes que a mi madre le siguen pareciendo bien ciertas cosas de las antiguas costumbres – dijo Draco – ¡lo que no me podía imaginar es que pudiera llegar a esto!
- ¡Pues si le gustan tanto, debería recordad un pequeño e importante detalle! – dijo Astoria – ¡LA SEÑORA MALFOY, SOY YO! – gritó llena de furia.
- Voy a hablar con ella de inmediato – dijo Draco levantándose de su sillón y caminando hacia la puerta.
- ¡Espero que esta vez lo entienda mejor que la anterior! – exclamó en voz alta - ¡Porque si no, la próxima ve iré yo misma a explicárselo, y te juro Draco que lo va a entender!
Draco abrió la puerta con fuerza y salió del salón dándose de bruces con Pitt y con Gibe, que alertados por los gritos había acudido allí.
- Amo Draco, ¿Está todo bien? – preguntó Pitt.
- ¡Perfectamente! – dijo Draco con enfado sin pararse y preguntó mientras cogía el camino hacia las estancias de su madre - ¿Está mi madre en sus aposentos, Pitt?
- Si, mi señor amo – contestó el elfo.
- Bien – dijo Draco serio y ordenó desde la distancia ya - ¡Seguid con vuestras tareas!
Draco recorrió los pasillos hechos una furia hasta llegar a los aposentos de su madre, los que un día pertenecieron a su padre cuando era el señor de la mansión y que Draco había renunciado a ellos para no echar a su madre de la alcoba que había ocupado durante tantos años.
Los aposentos principales estaban situados en lo que tradicionalmente se conocía como la Torre y son muy parecidos al cuarto de huéspedes, con una antecámara que actuaba como salón privado o estudio y, tras una puerta, se encuentra el dormitorio principal. La puerta de estos estaba enmarcada entre dos columnas blancas adosadas de orden toscano, que sujetaban un pequeño frontón triangular rebajado en cuyo interior están talladas las armas de los Malfoy.
Cruzando la puerta principal de doble hoja, se accede a la antecámara, una amplia estancia cuyas paredes están pintadas de un verde parecido al de Slytherin, llenas de valiosas obras de arte y candelabros de bronce plateado que ayudaban a iluminar la estancia. El techo estaba decorado con un complejo estucado de formas geométricas de múltiples colores, cayendo del centro de la estancia una considerable lámpara de araña de cristal. El suelo está cubierto con grandes alfombras orientales de colores. En las paredes se reparten cómodas y aparadores de estilo victoriano de madera oscura con tiradores y detalles de bronce dorado. en un rincón se encuentra un pequeño escritorio de estilo imperio con pequeñas esfinges doradas talladas en las patas En acompañada de una silla del mismo estilo. Presidiendo la sala, en el centro de todo había un juego de sillones con una mesita a juego de estilo art decó de madera oscura y tapizados en verde. Tras una puerta de madera oscura de doble hoja, se encuentra el dormitorio.
Draco irrumpió decidido en el cuarto de su madre abruptamente, sin llamar a la puerta como hubiera sido lo correcto, asustando a su madre por el ruido de las dos puertas abriéndose violentamente, chocando con las paredes lo que provocó que se le cayera el libro que estaba leyendo tranquilamente sentada en uno de los sillones. Draco se dirigió enflechado enfrente suya con la camisa y el chaleco algo descolocado y su rostro con un tono rojizo por el enfado.
- ¡Has ido demasiado lejos esta vez, madre! – increpó Draco en voz mas alta de lo normal mientras le apuntaba con el dedo.
- ¡Qué susto me has dado, Draco! – exclamó Narcisa algo conmocionada todavía - ¿Es que no te hemos enseñado acaso a llamar a la puerta?
- ¡Ahora mismo me importa una mierda! – respondió tajante el mago - ¡Cómo te has atrevido!
- No se a qué te refieres – mintió Narcisa de forma bastante creíble.
- Permíteme que te lo recuerde – dijo con voz cínica su hijo – esparcir rumores de que Astoria y yo estamos buscándole esposa a nuestro hijo, ¿acaso no te suena?
- Ya lo recuerdo, fue en una reunión en casa de los Avery – empezó a relatar para salir del paso – seguro que se malinterpretaron mis palabras, yo únicamente dije que Scorpius estaba "en la edad" de contraer matrimonio.
- ¡Claro, debió de ser eso! – exclamó Draco con cinismo - ¡Así como también las malinterpretó Pansy las palabras de la carta que le enviaste!
- Draco, yo lo hice por el bien de nuestra familia – empezó a excusarse.
- Cómo coño se te pasa por la cabeza escribirle en mi nombre para negociar el matrimonio de mi hijo con la hija de esa arpía de Pansy Parkinson – dijo Draco en voz tosca y firme – sabes bien cual es la opinión mía y de Astoria con este tema, te lo dejé claro la última vez.
- ¡Es una decisión equivocada que nos traerá graves consecuencias! – exclamó Narcisa reconociendo sus faltas, sin arrepentirse de ellas – lo que he hecho ha sido por ti, para que no cometas un error inducido por tu esposa.
- ¡No te atrevas a culpar a Astoria! – gritó Draco furibundo, harto de que su madre culpara a su esposa por las decisiones que tomaba.
- Es ella la que te ha metido todas estas ideas progresistas en la cabeza – dijo su madre - ¡Tienes el deber de preservar la estirpe de los Malfoy y de los Black, Draco!
- ¡Al diablo con ellas! – dijo Draco abiertamente – ¡Si no fuera por la mujer a la que tantas culpas le echas, el linaje de los Malfoy se extinguiría conmigo, gracias a ella sigo en este mundo viviendo un poco más!
Narcisa se quedó muda. No podía rebatir a eso, pues sabía que Draco lo había pasado muy mal después de la guerra, vagando como un alma en pena, emborrachándose casi todos los días, sin un propósito real en la vida.
- Astoria y yo, cuando nos casamos acordamos seguir los dictados de nuestra conciencia, madre – dijo clara y seriamente Draco – no consentiríamos que nuestro hijo recibiera la educación clasista y racista que ambos tuvimos, te lo hemos explicado muchas veces, pero parece que no lo quieres entender.
- Comprendo que la guerra te afectó, pero eso no es motivo para que tiréis a la basura siglos de historia y tradición – explicó su madre.
- Hablando de tradición – comentó Draco a consecuencia del cometario de su madre – hay algo de la tradición que parece que tu tampoco estás dispuesta a respetar.
- ¿El qué? – preguntó ella desafiante.
- ¡Que el Señor los Malfoy soy yo! – exclamó Draco - ¡Yo soy el patriarca de esta familia!
- Eso está claro, hijo – dijo Narcisa.
- ¡Y, en consecuencia, madre, Astoria es la Señora Malfoy, no tú! – sentenció Draco dejando a su madre boca abierta mientras movía de forma nerviosa la mano izquierda – es algo que parece que te has negado a aceptar desde hace mucho tiempo, pero ya es hora de que lo aceptes y cedas totalmente el testigo a mi esposa.
- Ella no entiende lo que significa ser la Señora Malfoy – dijo Narcisa en voz baja – y parece que tu tampoco sabes cual es el significado.
- ¡Al contrario, madre, si que sé lo que significa, mucho más de lo que crees – dijo Draco - ¡Proteger a mi familia de aquellos que quieran atacarla, protegerlos de los que quieren aprovecharse de ella, protegerlos de los que quieran destruirla!
- Es una visión muy emotiva Draco, pero implica mucho más
- Lo que estoy seguro de que no implica es echarse en manos de un sádico bastardo que nos humilló y casi nos mata en esta casa como hicisteis padre y tu – escupió Draco – todo por la limpieza sangre, la supremacía de la sangre mágica, el ideal más absurdo de los que han existido.
Narcisa enmudeció con el ataque de su hijo.
- Esta es la última advertencia madre – dijo Draco solemnemente – si no estás dispuesta a aceptar nuestra voluntad, Malfoy Hall o Blackrock House están disponibles para tu uso exclusivo – sentenció el rubio con voz potente mientras se giraba hacia la puerta para marcharse.
- ¿Estás dispuesto a expulsar a tu madre de su casa? – preguntó Narcisa atónita haciendo que Draco se detuviera en el dintel.
- Tu casa no madre, esta es MI casa, así es la sucesión hereditaria de los Malfoy ¿recuerdas? – dijo tajantemente – la tradición que tanto te gusta.
- Pero… - intentó rebatir Narcisa, pero no pudo.
- ¡Quedas advertida madre! – exclamó Draco y dando por finalizada la conversación, se marchó dejando a su madre nerviosa con la respiración algo forzada.
Draco caminó rumbo a encerrarse a solas en su despacho, algo tenso y sintiéndose culpable por la dureza con la que había tratado a su madre, pero no se sentía culpable. Necesitaba con urgencia la soledad de su despacho, en donde sentarse frente a la chimenea a beberse un buen vaso de Whiskey y dejar la mente en blanco. Sabía que este día iba a llegar, el día en que debía imponerse como cabeza de la familia, y más, en un asunto tan concerniente a su hijo.
