[Julio.2023] Hola de nuevo! Ahi vamos. Este capítulo tampoco tuvo muchos cambios. Espero que les guste!


Le prometeré la luna

By Aurum Black

Capítulo 3: Sólo somos amigos

Ginny no podía estar más contenta. Se agradecía a sí misma por haber aceptado la generosidad de Harry y agradecía al universo por haberle dado a su mejor amigo ese complejo de héroe y esas ganas de querer salvar el día, todos los días. El recital de las Brujas de Macbeth apenas había terminado y ellos se encontraban entre la multitud de gente, caminando hacia la salida. Ginny iba delante de Harry, sintiendo las manos de él sobre sus hombros de forma protectora, guiándola entre el mar de personas apretujándose y queriendo salir del lugar. Ella volteó hacia atrás y alzó la cabeza para verlo. Se había acostumbrado ya a tener que voltear siempre hacia arriba cuando de él se trataba, pues era un tanto más grande que ella. Después de la guerra, Harry dio el último estirón creciendo varios centímetros más y aunado a todos esos años como auror que le exigían una dura preparación física, él se había convertido en un joven alto y atlético. Poco quedaba ya de aquel chico flaco, desgarbado y pequeño que había conocido años atrás. Pensaba que sólo su rostro se mantenía igual, pues a pesar de que sus facciones se habían definido, su sonrisa era la misma de siempre, sus ojos verdes seguían escondidos detrás de sus características gafas redondas y su cabello negro azabache seguía siendo igual de incontrolable. Detuvo su mirada en la cicatriz en forma de rayo que él tenía en la frente, aquella que había marcado su vida para siempre. Antes le preocupaba que la gente lo reconociera cuando iba a algún lugar público y a veces solía ocultarla bajo mechones de cabello o de alguna gorra, pero con el tiempo dejó de importarle y fue aprendiendo a lidiar con la fama, a aprovecharla cuando era necesario y a ignorarla cuando no. Después de todo era imposible deshacerse de ella.

Harry se percató de la mirada de Ginny sobre él y la volteó a ver dedicándole una sonrisa pero no le dijo nada. Simplemente la apremió a seguir caminando, dándole un apretón amistoso en los hombros.

– Estuvo increíble –dijo ella cuando estuvieron fuera y caminaban por la acera –Qué bueno que me convenciste de venir – Guardó silencio un momento y luego añadió: – Gracias por acompañarme.

Harry metió las manos a las bolsas de su pantalón y se encogió de hombros.

– Yo también quería venir.

Ginny lo miró con cariño.

– Sé que sólo viniste porque yo tenía ganas de venir…

– Pero la pasé muy bien. – Ella sacudió la cabeza sin creerle – ¡De verdad! Y además… –Se levantó la manga de su chaqueta, mostrándole la piel de su brazo. Tenía números escritos con tinta –Conseguí dos citas –añadió dedicándole una amplia sonrisa. Ginny lo miró con curiosidad.

– ¿A qué hora hiciste eso?

– Mientras tú gritabas y brincabas como desquiciada. Me tuve que alejar un poco porque me diste pena... Todos decíamos: "Pobre del tipo que haya venido con ella" – Ginny lo miró de mala manera y le hizo una seña obscena con la mano. El soltó una carcajada, pero cambió de tema antes de que ella pudiera contestarle algo o golpearlo –Una chica me dijo que me parecía mucho a Harry Potter

– Qué observadora…– replicó ella rodando los ojos – ¿Y no le dijiste que eras tú?

– Sí pero no me creyó…

– ¿Por eso vas a salir con ella?

– Supongo –dijo él pensativo, arrugando la frente – De cualquier forma no creo pasar de la primera cita con ella.

Harry tenía ciertas reglas concernientes a las mujeres y sus citas que resultaban muy importantes para él. La primera y más importante era que nunca bajo ningún motivo buscaba algo serio con alguien. Y de esa regla se derivaban todas las demás: que debía ser totalmente honesto con las mujeres desde el principio, nada de mentiras ni de ambigüedades. Si ellas no aceptaban sus condiciones, entonces simplemente no salía con ellas sin importar qué tanto le gustaran. Él les advertía desde el principio que sólo buscaba algo casual. Por lo general, Harry no salía más de tres veces con la misma mujer. Sin embargo parecía que cada vez se ponía más exigente, pues había pasado muchísimo tiempo desde la última vez que llegó a esa tercera cita con alguien, y a decir verdad habían sido muy pocas quienes lo habían logrado.

Ginny se quedó pensativa mientras caminaban en silencio, intentando recordar cuándo era que Harry había establecido esas reglas, aunque en realidad no había sido algo de un día para otro sino que fue desarrollándose con el paso del tiempo y fue altamente influenciado por la relación de Ron y Hermione, la cual se había disuelto y vuelto a formar muchísimas veces a través de los años, de forma tan esporádica y frecuente que Ginny los comparaba con un yoyo, de arriba para abajo todo el tiempo. Harry decía que no tenía necesidad de complicarse la vida y que prefería disfrutarla mientras tuviera juventud y vitalidad. Cuando le llegaban a preguntar si pensaba sentar cabeza algún día, él respondía que tal vez pero que para eso faltaba muchísimo tiempo.

– ¿Y la otra? –preguntó Ginny de repente

– ¿La otra qué?

– La otra cita. Dijiste que habías conseguido dos.

– Ah sí… pues sólo una amable chica del staff.

– ¿Del staff? ¿A qué hora hablaste con alguien del staff? –preguntó sorprendida

– Antes de que empezara el concierto. Estaba esperando a que salieras del baño y entonces la chica se acercó y me pidió un autógrafo para su sobrino.

– Cielos, ¿tanto me tardé?

– Un poco –dijo asintiendo con la cabeza, pero ella no contestó y se mordió el labio pensativa – ¿Qué? –preguntó él mirándola con suspicacia

– ¿Crees que podrías conseguirme un póster autografiado de las Brujas?

Harry rodó los ojos pero no pudo evitar sonreírle.

– Está bien. Se lo pediré cuando la vea…

Ella dio un brinquito de felicidad y le sonrió de oreja a oreja

– ¡Gracias calabazo! –dijo ella entrelazando su brazo con el de él y recargando la cabeza en su costado, conmovida de pronto –Por todo… Gracias por traerme y por conseguir que me dejaran salir de mi casa.

Él se encogió de hombros.

– La verdad no fue tan difícil. Sólo tengo que decir que estaré contigo y el permiso es automático.

– Tal vez deba decir que estaré todo el tiempo contigo de ahora en adelante.

– ¡Oye! tampoco seas aprovechada y te cuelgues de mi fama –dijo haciéndose el ofendido

– Sí Romilda Vane, gracias por recordármelo –musitó separándose de él y fingiendo molestarse, haciendo alusión a su estúpida ex compañera de casa que ahora se dedicaba al periodismo escribiendo en el diario El Profeta y quien parecía dedicarse a hablar de Harry a tiempo completo, dando nota de cada cosa que hacía o decía, así como múltiples especulaciones acerca de su vida, de las cuales muchas resultaban ciertas y muchas otras no. Una de ellas era esa afirmación que muy de vez en cuando hacía llamando a la familia Weasley oportunista, que solamente lo usaban para darse importancia y que se colgaban de su fama y dinero. La primera vez que Harry leyó esas palabras en su columna, fue él mismo en persona a las oficinas de El Profeta para exigirle al editor que Romilda retirara las acusaciones, sin embargo los medios de comunicación mágicos eran muy poderosos y no pudo hacer nada contra ellos. Hermione le había sugerido que podían demandar a Romilda por difamación pero al final ninguna de sus quejas procedió y tras consejos de todos los Weasley así como de amigos cercanos, decidió dejar el asunto por la paz. Después de todo, quienes lo conocían sabían que la familia Weasley lo había amparado y aceptado como parte de ellos desde sus primeros días en el mundo mágico y que lo habían hecho sin esperar algo a cambio. Con el tiempo aprendió a dejar que todo lo que se decía de él en los medios no le afectara.

– Lo siento –dijo él apenado aunque en realidad Ginny lo había dicho de broma y él lo sabía – ¿Me perdonas si vamos a cenar algo rico?

– Lo voy a considerar.

Se dirigieron entonces a un callejón cercano y se escondieron entre las sombras.

– ¿A dónde quieres ir? –le preguntó Harry sacando su varita y tomando la mano de Ginny con su extremidad libre.

– Sorpréndeme –dijo ella y entonces los dos desaparecieron. Enseguida se encontraron fuera de Olliverius, uno de sus restaurants favoritos. El lugar era un establecimiento al que entraban muggles y magos por igual, pero el personal era enteramente de magos. Los conocían y se llevaban muy bien con ellos por frecuentarlo tanto –Oh, qué buena idea Harry. Tengo muchas ganas de un postre de Oliver.

Oliver era el dueño y chef. Tanto Harry como Ginny amaban su comida. Ella solía decir que se comería hasta lo que se le quemara. Era su fan número uno, según el propio Oliver. Entraron al restaurant y ambos se sorprendieron al encontrar en la recepción a una chica que no conocían.

– Buenas noches ¿mesa para dos?

– Sí, por favor –contestó Harry al mismo tiempo en que retiraba unos trocitos de confeti del cabello de Ginny y le acomodaba unos mechones rebeldes de cabello de forma cariñosa.

– ¿A nombre de quién?

– Harry Potter –contestó él con descuido sin dejar de atender a Ginny, pero ella clavó la mirada en la nueva recepcionista.

La chica apuntó el nombre en su libro sin hacer ni siquiera una mínima reacción de sorpresa, como lo hacía la mayoría de la gente cuando se daba cuenta quién era. Entonces dio un vistazo rápido hacia las mesas y enseguida tomó un par de menús del estante.

– Síganme señores Potter

Harry y Ginny tardaron unos segundos en comprender y entonces empezaron a hablar a trompicones negando con la cabeza.

– ¿Qué? No…

– Ella y yo no—

– Nosotros no somos—

– Harry y Ginny son amigos, Martha –dijo un hombre llegando por detrás de ella. Era el recepcionista habitual llamado Tom. – Y clientes frecuentes nuestros.

La chica los miró a ambos por un instante y comprendió entonces su error, sonrojándose de inmediato.

– Lo siento mucho– balbuceó mirándolos con preocupación– yo pensé que… ustedes parecen… yo creí…

– No te preocupes –le dijo Ginny con amabilidad –Nos pasa todo el tiempo

– Desgraciadamente, eso es verdad –añadió Harry. Ella le dio un codazo.

– Yo los llevo a su mesa –dijo Tom quitándole los menús y entonces caminó mientras ellos lo seguían y dejaban a la chica aún muy apenada en la entrada –Discúlpenla, es su primer día.

– No reconoció a Harry –señaló Ginny – ¿Ella es…?

– Muggle –asintió Tom mostrándoles la mesa– Es sobrina de Oliver. Sabe lo que somos y un poco de lo que hacemos, pero no tiene idea de nada más.

Ellos se sentaron uno frente al otro y Tom los dejó para que decidieran qué ordenar. Mientras observaban los platillos del menú de cenas, Ginny se quedó pensando en el incidente que acababa de ocurrir con la chica nueva. Ella le había dicho que tal confusión les ocurría todo el tiempo y era cierto. Más de lo que le gustaría que sucediera. Era muy común que la gente creyera que Harry y ella eran pareja porque pasaban mucho tiempo juntos y porque se llevaban demasiado bien. La mayoría de las veces, como esa noche, no le molestaba aclarar que eran sólo amigos, pero había ocasiones en que las personas insistían demasiado, haciendo comentarios incómodos del tipo "¿Cómo que no son novios?" "Pero hacen muy bonita pareja" "Pero si ustedes dos son como almas gemelas" "Son el uno para el otro" "Qué lástima que no estén juntos".

Aunque los peores comentarios provenían de aquellas personas que los conocieron en Hogwarts y habían presenciado su relación en aquel tiempo, y que sin dudarlo daban por hecho que eran novios en la actualidad: "Tantos años y ustedes siguen juntos" "Siempre supe que su relación era enserio" "Desde entonces se les notaba el amor" "Yo estuve presente el día que se besaron en la sala común" "Ese beso fue épico"…

Era fácil para Harry y Ginny entender su amistad y el porqué de ella, pero a veces resultaba demasiado pesado y tedioso intentar siquiera explicárselo a los demás. Había sido difícil durante los primeros meses. Su propia familia no lo había comprendido y creyeron que era cuestión de unos cuantos días para que volvieran a ser novios, alegando que se trataba sólo de un berrinche adolescente por parte de ambos. Pero con el tiempo todos se dieron cuenta que su resolución era definitiva y poco a poco lo fueron aceptando. Incluso llegaron a reconocer que estaban mejor así. Y es que lo habían estado durante esos últimos cuatro años. Era algo de lo que Ginny no se arrepentía, pues se sentía muy contenta con cómo habían resultado las cosas. No tenía de que quejarse y no le gustaba hacerlo, pero odiaba tener que repetir las mismas malditas frases más de lo que le habría gustado: ¿Harry y yo? Para nada... No somos novios... Sólo somos amigos... No estamos saliendo... Somos como hermanos... Nos conocemos desde niños... Es que nos llevamos muy bien... Es mi mejor amigo… Ginny resopló sin darse cuenta, al notar que ahora debía añadir al repertorio de frases un "No somos esposos" o "No estamos casados".

– ¿En qué piensas, calabaza? –le preguntó Harry mirándola por encima del menú. Ginny relajó el rostro y sonrió. Harry siempre sabía cuando había algo perturbando sus pensamientos.

– En si ya nos vemos tan viejos…

– ¿Por qué lo dices?

– Porque ahora nos han tomado por casados.

Harry arrugó el ceño confundido.

– Pero la gente joven también se casa.

– Cuando no les queda de otra porque van a tener un hijo…

– También se casan por amor –dijo él encogiéndose de hombros. Ella enarcó una ceja como respuesta – O eso dicen –añadió de inmediato. –El punto es que también hay quienes se casan sin estar esperando hijos. Ve a Ron y Hermione…

– Pero ellos son mayores…

Harry soltó una risa y la miró muy extrañado

– ¿Y qué edad crees que tengo yo? ¿Y tú? Te recuerdo que sólo te llevamos un año.

Ginny se quedó viéndolo con cara de confusión mientras él se burlaba de ella. Claro que sabía que tenían la misma edad, pero no comprendía por qué los veía como si fueran mayores o más maduros. A veces sentía que el tiempo había pasado y que todos habían cambiado pero al final ella seguía siendo una niña.

– Ya deja de reírte –se quejó –Yo me refería a que la relación los ha hecho madurar más rápido…

– Los ha hecho envejecer, que es diferente –señaló él pasándose la mano por el cabello alborotado –El problema con las relaciones es que te consumen y se llevan tus mejores años.

– Hablas de relaciones como si fueras un experto.

– Lo soy.

– No puedes ser experto si nunca has estado en una.

– No lo necesito. Sólo necesito observar a los demás… Todos mis compañeros en el cuartel son más felices siendo solteros. Y los que tienen pareja sólo están bien al principio de la relación porque después llegan los problemas y la mierda, pero ya están demasiado involucrados como para salirse de ahí y terminan atrapados en una dependencia emocional y destructiva, mientras el tiempo sigue corriendo y sus vidas se acaban.

Ginny lo observó durante varios segundos y luego sacudió la cabeza en forma desaprobatoria

– Siempre me quitas las ganas de tener un noviazgo serio –dijo arrugando la nariz

– De nada –contestó sonriendo como si le hubiera hecho un favor, aunque una parte en el interior de Ginny creía que así era.

– Hola chicos –dijo Peter, su mesero, llegando junto a su mesa – ¿Listos para ordenar?

Por haber estado inmersa en sus cavilaciones, Ginny no había decidido qué iba a pedir. En realidad ni siquiera había prestado mucha atención al menú, pero como ya lo conocía de memoria pidió uno de sus platillos favoritos sin pensarlo más. Mientras esperaban la comida compartieron sus impresiones del recital de las Brujas de Macbeth con mucha emoción, más por parte de ella que de él obviamente, pero aun así le pareció que Harry en verdad había disfrutado del evento a pesar de que no era fan del grupo. Cuando Peter les llevó lo que habían ordenado, se dirigió hacia Harry y le susurró algo en voz baja de modo que Ginny tuvo que inclinarse sobre la mesa para escuchar.

– Hay un par de chicas en la mesa junto a la cocina que me preguntaron si eras Harry Potter. ¿Qué les digo?

– ¿Quiénes son? –le preguntó Harry a Ginny ya que dicha mesa se encontraba a su espalda.

Ella estiró la cabeza con disimulo para ver por encima del hombro de Harry y se encontró con dos chicas que no reconoció.

– No las conozco –admitió ella –Son más o menos de mi tamaño, una tiene las puntas del cabello de color azul…

Harry hizo una mueca de desagrado.

– ¿Azul? ¿Estás segura?

– Que sí, no estoy ciega. Si quieres voltea rápido, ellas no están mirando hacia acá.

Harry giró la cabeza para dar un vistazo fugaz y enseguida volvió su mirada hacia enfrente, encogiendo su cuerpo en su asiento.

– Por favor Peter, dile que no soy Harry Potter, que soy muggle o lo que se te ocurra.

Peter sacudió la cabeza soltando una risa por lo bajo.

– Claro Harry. ¿Necesitan algo más?

– No Peter, gracias.

– Espera –dijo Ginny antes de que se fuera –No olvides el postre cuando terminemos de comer…

– ¿El postre sorpresa? –preguntó Peter con una sonrisa amable

– Por favor –dijo ella emocionada ante la perspectiva del delicioso postre que había preparado Oliver aquella noche, que aunque no sabía qué era estaba segura de que le encantaría. Mientras ambos comían con avidez, Ginny le preguntó a Harry por las chicas. – ¿Qué les hiciste?

Él frunció el ceño con molestia

– ¿Por qué debo tener yo la culpa siempre?

– Eso me pareció –dijo ella encogiéndose de hombros.

– No quise salir con ella –Admitió después de un corto silencio. Y entonces dio un bufido por lo bajo – ¿Sabes? Que sea un mujeriego no implica que esté obligado a salir con toda la que se me pone enfrente.

Ginny volvió a estirar el cuello para ver de forma más detenida a la chica que Harry había rechazado.

– Es bonita… – señaló Ginny pensando en los posibles defectos que debía tener – ¿Escupe al hablar?

– No

– ¿Se pica la nariz con el dedo?

– Nop

Ginny se quedó en silencio varios segundos, mirándolo fijamente.

– Vas a pensar que es una tontería… – dijo después de un rato

– Hablas conmigo, Harry –lo interrumpió ella –Soy experta en rechazar chicos a causa de tonterías… ¿Recuerdas al que no volví a ver porque no usaba calcetines? ¿O al que olía siempre a especias?

– Bueno, es que tú tienes un don especial para salir con tipos raros. No sé dónde diablos los consigues –dijo entre risas

Ella hubiera replicado algo de no ser porque era verdad y a las simples pruebas se remitían.

– Soy un imán de tipos raros… – aceptó ella con desánimo mirando un punto fijo en la mesa. Después parpadeó un par de veces para despejar su mente y enseguida regresó al tema principal – ¿Entonces qué hay de malo con puntas azules?

– Pues es bonita… pero tiene un timbre de voz muy—

– ¡Haaarry! –chilló alguien a lo lejos de forma muy aguda, haciendo que Ginny se encogiera en su lugar.

– Eso explica todo –murmuró Ginny observando como la del cabello azul agitaba una mano hacia su mesa, pero Harry no hizo amago de voltear, quedándose rígido en su lugar, volteando al frente.

– ¿Ya se fue? –le preguntó estático, como si con dejar de moverse, la chica fuera a dejar de verlo.

– No… de hecho viene para acá…

– ¿Qué? ¡No! –Musitó él en voz baja – ¡Haz algo! ¡Detenla!

– ¿Qué hago? –preguntó ella confundida viendo cómo se acercaba sin poder evitarlo.

– Lo que sea –susurró desesperado

– ¿La aturdo? ¿La golpeo en la cara?

Pero Harry no tuvo tiempo de contestarle y ella no tuvo tiempo de hacerlo. Ella se encontraba junto a su mesa, sacudiendo su cabellera bicolor mientras soltaba una risa que Ginny estaba segura le había perforado los oídos a toda la gente en el restaurant.

– Holaa guapoo –dijo acercándose exageradamente a Harry e ignorándola a ella por completo – ¡Qué casualidad encontrarte aquí! –Y volvió a reír mientras Ginny consideraba si taparse los oídos sería de mala educación – ¿Cómo te va?

Harry seguía con los hombros tensos y con una expresión de querer que la tierra se lo tragara.

– Muy bien, cenando… – Dijo en la respuesta más estúpida e impersonal que alguien podía dar. Pero entonces algo se le ocurrió, Ginny lo pudo ver en su mirada –Con… con mi novia –dijo señalando a Ginny con la mano.

– ¿Qué? –murmuró ella por lo bajo mirándolo, pero de inmediato Harry le soltó una leve patada por debajo de la mesa que le dio justo en la espinilla – ¡Ay! –soltó sin poder contenerse y entonces él le suplicó en silencio que le siguiera el juego –Ay ay ay… ¡qué alegría ser la novia de Harry Potter!

Harry se tapó medio rostro con una mano, abatido por lo estúpido de su comentario. Sin embargo parecía haber sido suficiente para la chica, quien borró su sonrisa en un dos por tres y entonces barrió a Ginny con la mirada, lentamente, dedicándole todo el odio que era posible. Pero eso en lugar de molestarle, le causó gracia y entonces le sonrió con suficiencia.

– ¿Novia? –dijo con ese chillido agudo que Ginny estaba comenzando a odiar –No sabía que tenías novia.

– Así es –dijo Harry asintiendo efusivamente – ¿Quién lo diría verdad? Tanto tiempo buscando entre muchas y por fin encontré a la definitiva –Y entonces levantó los pulgares de ambas manos de forma muy graciosa, mientras la chica ponía cara de estar repentinamente enferma y Ginny se tapaba la boca para no reír –Disculpa, ¿querías algo?

– Sólo saludar – dijo ella en un susurro que por fin no resultó molesto a los tímpanos –Adiós Harry –volvió a chillar en un tremendo acto de dramatismo y tras ignorar nuevamente a Ginny, dio un giro y salió del restaurant con paso apurado y molesto, empujando a Tom en el camino, mientras Ginny se desternillaba de risa y Harry relajaba el cuerpo.

– Creo que ya no me volverá a molestar… ¿por qué no se me ocurrió esto antes? –dijo Harry con un alivio rebosante. Y entonces Ginny dejó de reír, recordando lo que acababa de suceder y sin pensarlo más tomó una cáscara de naranja de su plato casi vacío y se la arrojó a Harry, atinándole a su frente.

– ¡Oye! –se quejó él limpiándose con la mano

– Ya te he dicho que no me gusta que me uses de novia ficticia

– Lo sé –dijo suspirando –Pero sabes que sólo lo hago en casos extremos y este era uno – Ella hizo una mohín a modo de respuesta y luego le enseñó la lengua mientras fruncía el ceño– Ya calabaza, perdón… Te regalo mi postre ¿sí?

– No soy Ron para que me sobornes con comida…

– ¡Ya sé! Si quieres yo también puedo ser tu novio ficticio cuando lo necesites… – Ella lo miró no muy convencida – Si un día encontramos a Menzotti le armamos el teatro completo.

La expresión de Ginny cambió en un instante.

– ¿De verdad? –dijo con cierto tipo de emoción

– De verdad

– Vamos a buscarlo mañana mismo

– Yo me refería a un encuentro casual –dijo Harry riendo

– Haremos que luzca casual –insistió ella, ávida de venganza, pero Harry sólo siguió riéndose de ella, haciéndola fruncir el ceño nuevamente. Sin advertirlo, ahora fue él quien le lanzó algo pero no le pegó, sino que cayó en su regazo. Ella lo tomó entre los dedos y vio que era un trozo de papa frita en perfecto estado –No avientes la comida –lo reprendió dejando la papa en una orilla de su plato.

– ¿Ves como si te pareces a Ron? "No desperdicies la comida. La comida es sagrada" –dijo él imitando la voz de su hermano a la perfección y haciéndola reír.

– La diferencia es que él se habría comida la papa aunque hubiera caído al piso.

– Me pregunto qué es lo que ama más en el mundo, si la comida o a Hermione.

– Oh, imagínate su mayor fantasía –dijo Ginny abriendo los ojos muy divertida –Debe ser Hermione con ropa interior hecha de tocino –Y entonces ambos explotaron en risas mientras los de la mesa de al lado los veían con molestia. Guardaron compostura hasta que Peter les llevó el postre y se dedicaron a devorarlo.


Al día siguiente Harry despertó en su cama de Grimmauld Place con un dolor muscular punzante en las piernas y en los brazos. No era grave ni fuerte, pero estaba presente. Seguramente había sido producto del concierto de las Brujas de Macbeth, por los apretujones entre tanta gente y por haber estado parado durante varias horas, sin embargo creía que había valido la pena. Pensó automáticamente en Ginny y en que seguramente debía sentirse más adolorida que él pues no sólo había estado parada, sino que había estado brincando sin descanso, además de estar estirando el cuello todo el tiempo mientras se ponía de puntitas para ver bien. Sonrió al tener su imagen en la mente… Su amiga tenía una estatura un poco menor a la estatura promedio y sin embargo eso no le había impedido disfrutar del recital por completo. Él había considerado ofrecerle cargarla en sus hombros pero no lo hizo pues sabía que no aceptaría. Además si lo hubiera querido, ella misma se lo habría pedido.

Se levantó con mucho esfuerzo y tras darse un baño largo se fue directo a la madriguera. Eran incontables los días que había pasado en aquella casa, que ya consideraba como su segunda casa. Aunque si era honesto, había sido el primer hogar en el que se había sentido realmente feliz. Llegó por la chimenea pero no había nadie en la sala, se asomó a la cocina y también la encontró vacía cosa que le pareció extraña. Antes de seguir buscando se detuvo unos largos minutos a comerse un par de tostadas y tiras de tocino que habían en un platón a rebosar. Después subió las escaleras pero no se escuchaba que hubiera presencia alguna. Llegó a la puerta de Ginny y tocó pero no hubo respuesta, por lo que abrió para asomar la cabeza pero aquella habitación también estaba vacía. ¿Qué demonios? se preguntó extrañado, pero cuando volvió a cerrar la puerta se encontró de pronto con la figura de George junto a él, mirándolo con una sonrisa pícara.

– ¿Escabulléndote de la recámara de mi hermanita, campeón? –dijo alzando las cejas con diversión. Harry rodó los ojos, acostumbrado a ese tipo de comentarios provenientes de él.

– ¿Dónde diablos están todos?

– Mis padres fueron a visitar a un amigo del ministerio que está enfermo.

– ¿Y Ginny? – George volvió a sonreírle de forma sugerente, haciéndolo perder la paciencia y soltar un resoplido fuerte mientras el pelirrojo se burlaba de él.

– Andrómeda necesitaba que alguien cuidara de Teddy –dijo finalmente –Y Ginny está con él en el estanque…

– Gracias – dijo dando media vuelta pero George lo llamó.

– Yo ya me voy para Sortilegios Weasley así que tienen la casa sola eh… – y entonces volvió a reír de forma traviesa mientras Harry sacudía la cabeza y bajaba por las escaleras.

Unos minutos después se encontraba caminando hacia el estanque, divisando a lo lejos las figuras de Ginny y Teddy jugando con unos barquitos de juguete que ella le había regalado a su ahijado. Antes de llegar junto a ellos, Ginny se dio cuenta de su presencia y le sonrió para después hablarle al niño.

– Mira quien vino a verte, Teddy

El pequeño niño alzó la vista y giró para encontrarse con él.

– ¡Harry! – Su expresión de alegría fue inmediata y soltó el barco que tenía en la mano. Corrió acortando la distancia hacia él, brincando hacia los brazos que le había extendido y se abrazaron con fuerza mientras lo cargaba avanzando hacia donde estaba Ginny.

– ¿Cómo te estás portando eh? –dijo mientras volvía a depositarlo en el césped y le revolvía el cabello que tenía unos mechones azulados

– Bien –dijo con una risita adorable – ¡Mira los barcos!... Haz que giren Ginny –dijo sacudiéndola de la pierna con sus pequeñas manos. Entonces ella hizo un movimiento de varita y los tres barcos de distintos tamaños se pusieron en marcha a través de la superficie del estanque mientras Teddy aplaudía emocionado.

– ¿Qué tan adolorida estás? –le preguntó Harry de pronto

– Me duele hasta el cabello –dijo dedicándole una mueca de dolor pero sin evitar esbozar una sonrisa amplia de satisfacción. – ¿Y tú?

– Creo que un poco menos.

Entonces ella lo miró atentamente.

–Por cierto… ¿Viste El profeta?

– No. ¿Pasó algo?

– Nada importante, sólo Romilda Vane…

Él resopló exasperado.

– ¿Ahora qué dice?

– Tonterías –contestó encogiéndose de hombros de forma despreocupada –Hay fotos de nosotros en el concierto. Dice que por medio de tu fama hiciste que las Brujas de Macbeth tuvieran un recital aquí porque yo soy "pseudo fan" del grupo.

– No sé por qué te gusta leer la mier— Ginny le dedicó una mirada severa señalando con la cabeza a Teddy –la basura que escribe esa mujer.

– Hermione fue la que me avisó – Él asintió. Hermione siempre le decía que era mejor enterarse uno mismo de lo que se decía y no esperar a escucharlo por casualidad o accidente en otro lado. Observó a Ginny esperando por un segundo alguna reacción de molestia pero no la encontró. Después de todos esos años de íntima amistad, ella había sido víctima de muchos chismes y sin embargo nunca había dado señales de queja. Al contrario, siempre sacaba a relucir los puntos cómicos y lo tomaba todo con gracia – ¿Tendrías poder para algo así?

– ¿De qué?

– De traer a las Brujas de Macbeth por medio de contactos…

– No lo sé… –dijo pensativo rascándose la nariz

– Entonces ya sabes lo que quiero para mi fiesta de cumpleaños –dijo ella bromeando – ¿Para qué un recital con apretujones y cuello estirado cuando pueden venir a mi casa?

– ¿Algo más? –preguntó mirándola divertido

– Aprovechando que eres super influyente, quiero que me consigas un dragón.

Harry no pudo evitar soltar una carcajada. Entonces Teddy volvió a acercarse a él dejando de ver los barcos en el agua.

– ¿Yo también puedo tener un dragón, Harry?

Él se puso en cuclillas para quedar a su altura

– ¿Qué te parece si en lugar de dragón te doy una escoba?

Los pequeños ojos de Teddy brillaron con la luz de la emoción.

– ¿Sí?

– Sí

– ¡una escoba, Ginny! –le dijo extasiado, como si ella no lo hubiera escuchado. Y entonces echó a correr hacia la casa para contarle a todo el mundo, a pesar de que el lugar estaba vacío, pero Harry no quiso romperle la ilusión, así que lo dejó correr.

Ginny sacó los barcos de juguete del agua y los dejó en la orilla del estanque, para después caminar junto a Harry hacia la casa.

– Estuve buscando unos departamentos y encontré uno barato.

– ¿Ah sí? –preguntó sorprendido – ¿Dónde?

– En Camden

– ¿Cómo crees? De ninguna manera, es un barrio peligroso y lleno de turistas apestosos…

– Y completamente muggles, no va a pasarme nada –dijo ella resoplando –Es una buena oferta.

– ¿Qué pasó con eso de vivir conmigo?

– No quiero ser una arrimada…

– No seas tonta, no eres una arrimada para nada.

– Pero no quiero causarte molestias –insistió ella alzando una mano para que no la interrumpiera – Además ¿Qué voy a hacer cuando lleves a tus mujeres? No sé si esté bien viviendo en la casa de la lujuria… Mejor de una vez busco un lugar para asentarme definitivamente.

– Mi casa no es la casa de la lujuria –musitó ofendido –Nunca he llevado "mujeres", en plural. Han ido de una en una…

– Lo dices con tristeza –observó ella con burla pero él la ignoró

– Y ya sabes que no andan rondando por mi casa...

– De verdad, prefiero encontrar un lugar desde ahora. Los barrios muggles son muy baratos y… ¿qué? –se interrumpió ante la cara de alegría de Harry

– Se me acaba de ocurrir algo. Ve a comprar tus uniformes y las quaffles y luego vas a mi casa como a las… – se miró el reloj que llevaba en la muñeca, que reposaba junto a un brazalete de plata con incrustaciones de plata en forma de snitch –En unas cuatro horas ¿Te parece?

– ¿Por qué? ¿Qué pasa?

– Es una sorpresa –le dijo sonriente – ¡Teddy! Vamos a pasear…

– No te lo lleves, quiero que me acompañe a comprar mis cosas al callejón Diagon.

– Y yo quiero que me acompañe por mi sorpresa

– Pero lo encargaron conmigo

– Pero yo soy su padrino

– Presumido –dijo ella resoplando con fuerza mientras Teddy llegaba corriendo y se paraba frente a ellos –Osito Teddy, ¿con quién quieres ir? ¿Con Harry o conmigo?

– ¡Con los dos!

– Pero ¿con quién quieres ir ahorita? ¿Con Ginny o conmigo?

– ¡Con los dos!

Ambos sonrieron y entonces Ginny estiró una mano hacia él, indicándole que debía sacar una moneda. Harry rebuscó en sus bolsillos y sacó un knut.

– Elige

– Cara

– ¿Segura?

– Que sí, apúrate.

Entonces Harry lanzó la moneda al aire mientras ambos la observaban con atención, pero antes de que cayera a su mano, alguien llegó junto a ellos.

– ¿Qué están haciendo? –preguntó la señora Weasley con autoridad. Harry se distrajo y la moneda resbaló de su palma, cayendo al piso – ¿Otra vez peleándose a Teddy con una moneda? – Tanto Harry como Ginny encogieron sus cuerpos, apenados –Pobre pequeñito con tremendos inmaduros de cuidadores –y entonces se acercó para darle un beso a Teddy en la cabeza. El niño la abrazó automáticamente

– Quiero ir con ellos, tía Molly.

– Lo sé, cielo –Y tras dedicarles una mirada reprobatoria se fue escaleras arriba

Harry buscó la moneda en el piso y tras unos segundos dio con ella.

– Cruz –dijo triunfante

– ¡Maldición! –musitó ella con coraje – ¿Dos de tres?

– ¡Maldición! –repitió Teddy emocionado mientras Ginny y él abrían la boca con sorpresa.

– No. Y nos vamos antes de que sigas maleducándolo – Ella bajó la cabeza abatida y no dijo nada más. Harry se acercó a ella y le dio un beso fugaz en la frente –En cuatro horas nos vemos en mi casa, sé puntual.

Ella sólo asintió con la cabeza mientras él cargaba a Teddy entre sus brazos y apretándolo bien, desapareció. Harry tenía ya bastante experiencia en la aparición conjunta y apenas tenía un año que se atrevía a llevar consigo a Teddy, ya que sólo alguien que dominara a la perfección la técnica, podría arriesgarse a transportar a un niño. Pero no por nada él era uno de los mejores aurores de la actualidad a pesar de su corta edad.

Aparecieron en Grimmauld Place y mientras Teddy iba a la habitación que le pertenecía en aquella casa, Harry se dirigió al estudio, donde tras rebuscar en varios de sus papeles y realizar unas cuantas llamadas, tuvo todo listo en menos de una hora. Enseguida subió a la recámara de Teddy y se dedicó a jugar con él mientras esperaba. Sin embargo el paquete que había ordenado llego mucho antes de lo que le habían dicho, lo cual le sorprendió. Debía recordarse comprar más seguido en esa tienda y mandar una carta hablando bien del chico que lo atendió por teléfono.

– ¿Qué es? –preguntó Teddy con curiosidad viendo el paquete que cuatro lechuzas le habían llevado

– Un regalo para Ginny, ¿quieres verlo? –El niño asintió emocionado y entonces quitaron el envoltorio y los papeles de protección.

– Wooooow

– ¿Te gusta? –Teddy asintió con mucha efusividad – ¿Me ayudas a envolverla para que sea sorpresa?

– ¡Sí!

Entre los dos envolvieron la escoba de vuelo que Harry había comprado para Ginny con un papel muy colorido que tenía impresas figuritas de pelotas de quidditch. Cuando finalizaron Harry frunció el ceño con un poco de preocupación al ver lo mal que lo habían hecho. Tenía partes con mucho papel arrugado y amontonado, además de largos trozos de cinta adhesiva por todas partes. Al menos Ginny sabría que lo habían hecho ellos dos personalmente y esperaba que contara su buena intención.

– Oye campeón, ahora vamos a un lugar.

– ¿A dónde?

– Al nuevo departamento de Ginny


Ginny se demoró lo más que pudo comprando lo que necesitaba. Fue a la tienda de Artículos de Calidad para Quidditch a comprar las quaffles y los tres uniformes completos de las avispas de Wimbourne. El empleado le preguntó interesado si era jugadora pero cuando ella contestó que apenas la habían seleccionado el tipo pareció perder el interés. Aun faltándole una hora para ver a Harry se sentó en la terraza de la heladería Florean Fortescue a comerse un helado mientras el tiempo seguía corriendo. No quería ir a su casa con sus compras y exponerse a que sus papás o alguien más las vieran. Sabía que tenía que decirles acerca de su nueva resolución de jugar quidditch, pero tenía miedo de cómo iban a reaccionar todos. Menos mal que tenía a Harry de su lado, porque sólo le quedaba una semana antes de tener que presentarse en el estadio de las avispas para cumplir una rutina de entrenamiento y competencia a tiempo completo. Había considerado mentirle a su familia, pero sabía que era imposible ocultar algo así. Respiró dándose valor y levantó el rostro con decisión. Se dedicó el resto del tiempo a examinar las prendas de su nuevo uniforme con emoción. Por supuesto el uniforme hacia referencia a las avispas, con rayas negras y amarillas horizontales.

Al alzar la vista encontró los ojos de un desconocido mirándola fijamente a unas cuantas mesas de donde ella estaba. El hombre tenía el cabello castaño claro muy corto, y un rostro enmarcado por un atisbo de barba casi al ras. Las facciones eran fuertes, maduras. No sabía decir si era la luz o que tenía vetas aún más claras en el cabello o que el hombre tenía unas cuantas canas, pero era innegable lo sexy que lo hacían ver. Ginny bajó la vista, azorada, al pensar que seguramente el hombre era mucho mayor y que era ridículo que le hubiera parecido atractivo. Cuando volvió a levantar la mirada, él seguía viéndola, pero esta vez ella no la retiró. Le dedicó una sonrisa y siguió en su labor de comer el helado aunque no dejaba de lanzarle miradas furtivas. Definitivamente no era tan mayor, a lo mucho debería estar en sus treintas.

Cuando se dio cuenta, la hora que faltaba para ver a Harry se había convertido en un par de minutos y entonces se levantó apresurada, guardando las prendas en las bolsas de compras. Una última mirada le hizo darse cuenta que aquel hombre se había levantado también y entonces el estómago de Ginny dio un pequeño vuelco de emoción. Le habría encantado jugar a aquel juego con ese apuesto desconocido pero odiaba llegar tarde y Harry le había pedido que fuera puntual. Sin embargo, el hombre había sido rápido y antes de que ella estuviera lista, él se encontraba junto a su mesa.

– No pude evitar notar el uniforme de las avispas – le dijo sin rodeos, sacando una tarjeta de su bolsillo – soy reclutador de quidditch – Ginny se sintió un poco tonta, habiendo creído que el interés era en ella – acabas de entrar al equipo, me imagino...

Ginny asintió tomando la tarjeta que le ofrecía leyendo el nombre "Mark Bagman".

– Bagman, ¿como Ludo Bagman? –soltó Ginny sin pensarlo. El hombre asintió con un poco de pesar.

– Mi primo –dijo haciendo referencia al ex-bateador de las avispas de Wimbourne que había sido organizador del torneo de los tres magos hacía tantos años atrás – Aunque hace tanto que no le veo, sólo sé que está escondiéndose de deudas – se encogió de hombros como queriendo cambiar el tema y distanciarse de su pariente.

– Creo que estafó a mis hermanos cuando se estaba quedando en Hogwarts... – recordó Ginny de pronto teniendo atisbos de un recuerdo muy lejano

Mark rió.

– No me sorprende... en fin, mucha suerte para la nueva temporada – Le dedicó una sonrisa amable, y le extendió la mano

– ¡Gracias! – le estrechó la mano con un poco de nervios pero sonriendo – Ginny Weasley, cazadora

– Te estaré viendo, Ginny Weasley – le dedicó una sonrisa galante y entonces dió media vuelta, alejándose de ella.

Ginny miró con detenimiento la tarjeta entre sus dedos y esta vez leyó el texto bajo el nombre: "Reclutador de Quidditch (Tornados de Tutshill, Flechas de Appleby, Arpías de Holyhead)". Sus ojos se detuvieron con ilusión en el último equipo de aquella pequeña lista. Las arpías eran el equipo únicamente femenino en la liga, el sueño de toda niña que crece amando el quidditch. Ginny alzó la vista, pero Mark ya había desaparecido. Ginny se dio cuenta entonces que su sueño de toda la vida estaba por comenzar.

Recordando que iba tarde salió hacia el callejón Diagon y luego al Caldero Chorreante, donde utilizó la chimenea para llegar a Grimmauld Place por medio de la red flu.

En cuanto ella se apareció en la estancia de la casa de Harry, se encontró a su mejor amigo y al pequeño Teddy esperándola con un paquete deforme envuelto con mucho descuido en un papel de varios colores.

– ¡Sorpresa! –gritaron ambos al unísono

Ginny se quedó infinitamente conmovida al darse cuenta que habían sido ellos mismo quienes lo habían envuelto para ella. Sintió su corazón hincharse de cariño, de pronto agradeciendo mentalmente por que aquel hombre en la heladería sólo fuera un reclutador y no un desconocido queriendo coquetearle que seguramente estaba lleno de defectos. Aquellos dos seres que tenía enfrente eran los hombres de su vida, los que llenaban sus días y la hacían sentirse inmensamente querida. No necesitaba a nadie más. Ella se acercó y se sentó junto a ellos en uno de los sillones.

– ¿Tu lo envolviste osito? –le preguntó a Teddy, abrazándolo

– Harry y yo –contestó el niño con orgullo – ¡Abrelo!

Ella sonrió dedicándole una mirada agradecida a Harry al darse cuenta a simple vista que el regalo era una escoba. Alcanzó la mano que él tenía sobre su rodilla y le dio un apretón cariñoso, para después dedicarse a quitar el envoltorio con sumo cuidado, lo que fue bastante tardado ya que no quería romperlo.

– No importa Ginny, es sólo papel

– Pero quiero conservarlo – Cuando terminó de desenvolverla por completo casi se cae del sillón. No sólo era una escoba, sino que era una Saeta de Fuego –No puedo aceptarla

– ¿Por qué no? –preguntaron sorprendidos

– Es demasiado…

– No seas tonta, tienes que aceptarla. A la liga profesional de quidditch debes ir con lo mejor si quieres ser la mejor –ella se mordió un poco el labio sabiendo que lo que decía Harry era verdad, pero aun así no podía dejar de pensar que era exagerado –Habías dicho que ibas a dejar que te ayudara –le reprochó de pronto

– Sí pero esto es muchísimo… Te la pagaré en cuanto pueda…

– No

– Vamos Harry, déjame devolverte el dinero. Te compraré algo...

– No quiero que lo uses en mí…

– ¡Para mí! –concluyó Teddy que estaba atento a su conversación, encontrando la solución perfecta a su disyuntiva, haciendo reír a ambos.

– Está bien, te compraré una pequeña escoba –accedió Ginny

– Pero yo ya voy a comprarle una –intervino Harry

– ¿dos escobas? –preguntó Teddy antes de que alguno de los dos pudiera cambiar de opinión. Se levantó con la emoción desbordando por todos lados, mientras Ginny y Harry lo veían con ternura.

– Lo consientes mucho – le dijo él

– No más que tu…

– ¿Vas a aceptar la saeta?

Ella asintió y le arrojó los brazos al cuello.

– Gracias Harry –le susurró al oído mientras él la abrazaba con suavidad –No sé qué más podrías hacer por mí que no hayas hecho ya.

– Aún hay algo… – Entonces ella se separó de él y lo miró con preocupación.

– Ya no puedo aceptar más—

– Cállate –dijo enérgicamente apuntándola con un dedo –Dijiste que confiabas en mí y que ibas a dejar que te ayudara, así que cierra el pico y déjame hacer lo que tengo que hacer.

– Pero—

– No quiero oír ni una sola palabra más.

Ella le sonrió y se cerró los labios con un cierre imaginario mientras él se levantaba y cargaba a Teddy.

– Este pequeño caballero y yo hemos encontrado tu nuevo departamento.

– ¿De verdad?

Ambos asintieron

– Huele feo y está sucio

– ¡Teddy! –musitó Harry

– Y hay ratones

Ginny rió pero no pudo evitar fruncir el ceño extrañada, haciendo que Harry suspirara.

– Es el lugar perfecto. Lo prometo. Está en un buen barrio muggle y es barato. Pero estuvo deshabitado por mucho tiempo, sólo necesita una buena limpieza y de tus hábiles gustos para decorar para que lo dejes habitable nuevamente.

– ¿De verdad? – dijo emocionada – ¿Crees que podríamos ir a verlo?

– Claro. Aunque creo que primero debemos regresar a Teddy a tu casa.

– Cierto, Andrómeda no debe tardar en buscarlo.

– Creo también que es momento de decirle a tus padres de tus planes.

Ginny sacudió la cabeza con nerviosismo

– No puedo, Harry.

– Tienes que hacerlo.

– Sí, pero para eso tengo toda una semana.

– No lo creo. Este pequeñito sabe demasiado y no es muy bueno guardando secretos.

– ¡Sí sé! –replicó Teddy ofendido –Ginny rompió la taza de Molly y no dije

Ginny frunció el ceño mientras Harry reía.

– ¿Lo ves? –Ella apretó los labios con angustia

– ¿Y si no están de acuerdo con que juegue Quidditch?

– Ya eres mayor. No les estás pidiendo permiso…

Ginny respiró profundamente y sacudió los hombros.

– Está bien. Vamos.

Los tres se fueron hacia la madriguera usando la red flu.


Notas:

1.– A Mark Bagman lo imaginé como Mark Sloan de Grey's Anatomy. *– *

Espero sus reviews! No muerdo :)