[Julio.2023] Hola otra vez! Me acabo de dar cuenta que el cambio más grande que hice al re editar fue cambiarle el equipo a Ginny desde hace un par de capítulos. A partir de este capítulo comienzan a haber más cosas nuevas / diferentes.

Y nada, espero que les esté gustando. A quienes leyeron este con anterioridad y a quienes vienen por primera vez, muchas gracias!


Le prometeré la luna

By Aurum Black

Capítulo 4: Las avispas de Wimbourne

Harry se encontraba bastante tenso. Estiró el cuello y luego lo movió en círculos para removerse el estrés un poco. Aspiró profundamente y el aroma navideño inundó sus fosas nasales. Le hubiera gustado poder relajarse y comenzar a abrazar el espíritu decembrino que comenzaba a reinar en el ministerio y prácticamente por todo Londres, a pesar de que apenas había comenzado el mes. Sin embargo, estaba a mitad de un caso político muy estresante que no sabía cómo resolver, tenía a funcionarios del Ministerio presionándolo por ese asunto y a ciertos reporteros del Profeta metiendo la nariz donde no les incumbía. Además claro, del habitual acoso del que era víctima por parte de Romilda Vane y sus columnas en los medios acerca de su vida. Detestaba a esa mujer como detestaba a pocas personas en el mundo, pero eso era porque verdaderamente se lo merecía. Ese día en particular la detestaba más que de costumbre ya que se había enterado por terceros de la nueva columna dedicada a él que había estrenado en la revista que acababa de lanzar al mercado como editora jefa: "Bruja Moderna", la cual era una copia bastante barata de "Corazón de Bruja".

Harry resopló indignado mientras revisaba unos archivos en su oficina del Cuartel de Aurores. Si de por sí la revista madre ya dejaba mucho que desear, no quería ni imaginarse lo que sería de la nueva creación a manos de su ex compañera de casa del colegio. Por la mañana, un par de secretarias del Ministerio le habían comentado de la columna "Las cinco de Potter", escrita por la mismísima Romilda y que estaría resumiendo las cinco noticias y/ o chismes más relevantes concernientes a él de forma semanal. Harry frunció los labios con molestia al pensar en esa maldita mujer, cuando de pronto el teléfono móvil en su bolsillo comenzó a sonar. Reconoció el tono de timbre de forma inmediata y sin perder más tiempo se apresuró a contestar.

Hola Señorito Potter –dijo la cantarina voz de Ginny a través de la bocina. El rostro de Harry se relajó con tan sólo escucharla – ¿Cómo va el trabajo?

– Te extraño –confesó sin rodeos –El Ministerio es horrible sin ti

Aww lo sé, yo también te extraño horrores. Pero estoy ocupada ganándome mi lugar en las avispas.

– ¿Y cómo va eso?

Pues parece que bien –contestó cautelosa, lo que lo hizo fruncir el ceño un poco. Ginny había entrado oficialmente al equipo de las avispas en la temporada de otoño que comenzaba en Septiembre, pero naturalmente había pasado los primeros juegos en la banca, entrando como cambio cuando no había mucho en juego. Sin embargo Ginny no dejaba de estar entusiasmada y aprovechaba cada minuto que le daban en cada partido para mostrar sus habilidades. Ella lo estaba haciendo muy bien para ser novata y él estaba seguro de que Ginny pasaría del equipo B al equipo A en un abrir y cerrar de ojos, después de aquella primera temporada. A él le hubiera gustado poder estar más involucrado, ir a más partidos... pero se tenía que conformar con escucharlos por la radio ya que tenía demasiado trabajo como para ir a sentarse tres horas a un estadio cuando Ginny jugaba apenas una media hora o ni siquiera jugaba. Se sentía como el peor mejor amigo de la historia, pero Ginny le aseguraba que le entendía pues su agenda ocupada estaba fuera de su control.

– El entrenamiento de hoy acabó antes ¿estás libre como para ir a almorzar?

Harry curvó las comisuras de sus labios hacia abajo con angustia.

– Estoy muy ocupado –dijo con un suspiro cansado –Pero si quieres me escapo unos minutos para verte…

No, no te preocupes. Tu sigue con tu caso, mientras más rápido lo saques mejor.

– Pero quiero verte… – dijo él con un puchero que hizo reír a Ginny

Nos veremos en la cena ¿sí? Además creo que aprovecharé para salir con mis compañeras. Ya van varias invitaciones de almuerzo que les rechazo y creo que tengo que integrarme más.

Bien. Entonces nos vemos en la noche en tu casa…

La casa de mis padres –corrigió ella casi con orgullo –Recuerda que ya no vivo ahí.

– Unos meses fuera de TU casa y ya te sientes doña independiente –se burló él haciéndola resoplar.

No me molestes– se quejó, provocando su risa –Eres insoportable, Potter.

Lo sé…

Nos vemos en la noche entonces. Apúrate a terminar –concluyó ella haciéndolo regresar a la realidad y luego cortó la comunicación.

Harry suspiró con tristeza. Se sentía muy contento de que Ginny se encontrara siguiendo su anhelo de jugar quidditch profesionalmente, pero era horrible no verla todos los días llegar a su oficina a la hora del almuerzo y en sus horas libres. Extrañaba su incesante revoloteo alrededor de su escritorio y sus tonterías diarias. En ese momento en específico la extrañaba más que nunca. Necesitaba de su buen humor para distraerlo de tanto estrés. Al menos le llenaba de alegría saber que las cosas para Ginny estaban acomodándose. Harry recordó aquella tarde en que la había convencido de hablar con sus padres para contarles la noticia de haber sido aceptada en las avispas y su plan de vivir sola. Tanto Molly como Arthur se habían mostrado en desacuerdo en ambas cosas, pero fue Harry quien intervino para convencerlos.

– Ginny va a estar bien –había dicho meses atrás a los que fueran sus casi padres adoptivos durante tantos años –El departamento está en una zona muy tranquila al norte y tiene todo tipo de protecciones mágicas, además que está a un precio muy razonable y el dueño es…

Molly había protestado argumentando que cualquier psicópata podría encontrarse a la vuelta de la esquina, deseoso de descuartizar a su indefensa hija, hasta que Harry tuvo que usar su última carta. Tuvo que aceptar finalmente que él mismo era el dueño del departamento y de todo el edificio, y que había vivido allí durante los meses que estuvo lejos de ellos en su periodo de recuperación tras derrotar a Voldemort. Después de tantos años había olvidado que existía ese lugar y que estaba deshabitado, por lo que también le convenía que Ginny lo ocupara para que no siguiera estando descuidado. Era un trato en el que todos ganaban. Finalmente los padres de Ginny comenzaron a ceder en el tema del departamento, agradeciéndole a Harry por prácticamente hacerse cargo de Ginny, cosa que a ella no le hizo mucha gracia pero acepto de buena gana.

Después de aquello, los señores Weasley no pudieron objetar mucho el que Ginny fuera a jugar quidditch profesionalmente. Al final de cuentas tenían que aceptar que Ginny ya no era su pequeña niña y que era momento de dejarla hacer su propio camino.


Ginny se apresuró a salir de los vestidores buscando a sus compañeras de equipo, pensando que tal vez ya la habían dejado por haberse tardado tanto. Si así fuera, se iría directo al Ministerio de Magia para ver a Harry. Honestamente prefería pasar esa tarde con él que con las chicas. En esos últimos días había visto a su mejor amigo muy agobiado a causa del trabajo, así que ella se había hecho cargo de relajarlo y desestresarlo cada que le fuera posible. Le compraría una hamburguesa gigante y muchos de sus snacks favoritos, tal vez hasta le compraría una de esas revistas de mujeres desnudas que tanto les gustan a los aurores en su cuartel. Sin embargo, antes de terminar de decidirse, sus compañeras la encontraron a ella al final del pasillo.

– ¡Vamos Ginny!

– ¡Se hace tarde!

– ¡Morimos de hambre!

Y entonces una de ellas la tomó de la mano y la jaló hacia la salida, desvaneciendo sus planes de pasar la tarde con Harry.

Llegaron a un restaurant de comida italiana y mientras esperaba su orden se dedicaron a platicar acerca de sus familias. Eran tres chicas aparte de Ginny –Amy, Trisha y Marie– de las cuales ella conocía muy poco. Durante esos meses iniciales había preferido optar por dedicarse de lleno a sus entrenamientos y dejar lo social un poco a un lado pues como le había dicho a Harry un par de veces: ella estaba en el equipo para ganarse un puesto por encima de todo. Harry por el contrario, la había alentado a integrarse con sus compañeros ya que seguramente su desempeño mejoraría aparte de que sus entrenadores no sólo tomarían en cuenta el deporte, sino también la personalidad y la forma en que se relacionaban con los demás en el equipo. Después de una hora de comida, de pláticas interminables, de risas y de un par de copas de vino, Ginny comenzó a sentirse en confianza con ellas. Sólo una de ellas, Marie, habían entrado junto con Ginny esa temporada. En total las avispas sólo habían reclutado a cuatro integrantes nuevos: Ginny Weasley, Marie Deschamps, Valerie Van der Vaart y Derek Wilson. Las otras dos chicas, Amy Brown y Trisha Johns, llevaban un par de años en el equipo y se habían tomado de forma personal el hacerlas sentir bienvenidas.

Cuando Ginny se encontraba contando una historia divertidísima acerca de una travesura de los gemelos, hizo su aparición otra de sus compañeras: Valerie Van der Vaart. Una jugadora profesional holandesa, que estaba haciendo su lucha por triunfar en el quidditch inglés. Ginny no sabía por qué, pero desde el momento en que la conoció, sintió una vibra rara; no sabía muy bien por qué, pero no le caía muy bien. Era cierto que tenía un carácter especial y hasta cierto punto engreído, pero llevaba un trato cordial con todas las demás chicas y especialmente era amiga de varios años de Marie, que era francesa y quien le agradaba bastante a Ginny por su andar despreocupado y atrevido. Así que no tenía modo ni derecho de protestar por su presencia, a pesar de que se sentía muy incómoda con ella sin entender bien la razón. Tal vez era su perfecto cabello rizado, de idéntico tono rojizo– naranja al suyo. Tal vez se sentía rara en presencia de alguna pelirroja con la que no estuviera emparentada. Tal vez no le gustaba pensar en el hecho de que el apodo "Calabaza" que Harry le había puesto ya no sonaría único al lado de Valerie.

– Perdón por interrumpir. Aunque creo que no interrumpo nada importante ¿verdad?

O tal vez era ese tono despectivo con el cuál se dirigía a medio mundo y esa mirada molesta que acababa de dedicarle.

– Para nada, toma asiento – dijo Ginny con una sonrisa avivada por el vino, dispuesta a no dejarse intimidar. Las demás chicas parecieron darse cuenta de la pequeña tensión entre ellas, por lo que se apresuraron a cambiar de tema y a sentar a Valerie lo más lejos posible de Ginny, aunque la holandesa no hacía más que hacerse odiar más. Mientras que Ginny había devorado un corte de carne de tamaño enorme, Valerie había ordenado un pequeño plato de ensalada que a ella la habría dejado hambrienta.

– Yo creo que como deportistas debemos restringir lo que comemos – había recalcado la otra pelirroja al rechazar ordenar un postre mientras todas las demás pedían helados y pasteles de diversos sabores.

– Ay cállate, Valerie – dijo Marie haciendo un gesto con la mano, para luego acomodarse su sedosa cabellera negra – No sabes de lo que te pierdes, estos postres son una delicia...

Para fortuna de todas las demás, Valerie parecía mostrar cierto respeto hacia Marie, así que dejó de hablar y se dedicó a tomar traguitos de su copa de vino mientras seguían platicando de varios temas. Cuando Amy y Trisha les preguntaron cómo se habían conocido, Ginny paró la oreja, pues no comprendía cómo era que Marie pudiera ser amiga de Valerie. Ellas explicaron que habían estudiado juntas en la Academia Mágica Beauxbatons en Francia y después habían comenzado su carrera en el quidditch juntas en aquel país y en otros lugares de Europa hasta que decidieron moverse a Gran Bretaña y seguían teniendo la suerte de entrar al mismo equipo juntas pues hacían una muy buena dupla como golpeadoras. Ginny las había visto entrenar y eran increíbles. A pesar de no tener la fuerza de un hombre, se compensaban con agilidad y técnica. Eran rápidas, eficaces, con golpes precisos. Ginny sentía una especie de envidia, miedo y motivación al verlas, ya que le aterrorizaba ser la única novata que no destacara en la temporada, pero a la vez eso le infundía un espíritu de competencia que la hacía querer salir y darlo todo en el campo.

Sin darse cuenta, la conversación había cambiado.

– ¿Y tú Ginny? – le preguntó Amy – ¿Tienes novio?

– ¿Perdón?

– ¿Que si tienes novio?

– No – dijo sacudiendo la cabeza

– ¿Algún chico especial que te haya dado ese brazalete?

– ¿Qué? ¿Por qué lo dices? – preguntó completamente extrañada

– No lo sé – contestó Amy encogiéndose de hombros – No has dejado de juguetear con él en toda la comida, y la tocas como si fuera algo muy especial...

– Lo es – dijo sonriendo levemente – Fue un regalo de mi mejor amigo...

– Uhhh – dijeron a coro todas las demás chicas

– ¿No es Harry Potter tu mejor amigo? – inquirió Trisha – Las demás en la mesa dieron grititos provocados por el alcohol – El otro día fue por ti al final del entrenamiento ¿no?

Ginny asintió sin poder evitar que sus mejillas se sonrojaran.

– ¿Amigos? ¿O algo más que amigos? – apuntó Marie curiosa

– Sólo amigos – dijo ella con seguridad – Nos conocemos desde niños, crecimos juntos y es como mi hermano...

– Vaya, qué decepcionante. Creí que había una historia más interesante con esa pulsera.

– Lo siento – dijo ella riendo – pero sólo es eso.

– ¿Puedes presentármelo? A Harry Potter

– ¡Marie! –gritaron las demás, escandalizadas. Aunque a Ginny sólo le dio risa y asintió

– Aunque debo decirte que es un mujeriego de lo peor

– Mi tipo de hombre – le dijo guiñándole el ojo y tomando otro sorbo de su copa

– Y entonces no hay algún chico importante – insistió Amy regresando a la conversación, mirando a Ginny – ¿algún pretendiente? ¿algún ex novio?

– No. La última relación que tuve me dejó con ganas de quedarme soltera por un buen rato – contestó pensando en André Manzotti.

– ¿Por qué?

– No quisiera decirlo... es bastante humillante

– Vamos Ginny, dinos.

– Dejémoslo en que todos los hombres mienten –dijo jugando con su copa de vino –Sólo les interesa abrirnos las piernas...

Todas la chicas se quedaron en absoluto silencio, sopesando sus palabras, sin atreverse a insistirle más y evitando mirarla. Todas menos una. Por primera vez desde que la conocía, Valerie Van der Vaart la miró a los ojos, desprovista de su habitual desdén. Pero fue sólo durante un segundo, porque enseguida Marie rompió el silencio.

– Pues yo no tengo inconveniente en que me quieran abrir las piernas

– ¡Marie! – chillaron todas sorprendidas, soltando risitas

– ¿Qué tiene? Yo creo que hay que aprovechar mientras seamos bellas y jóvenes, y no esperar a que tengamos hijos y estemos casadas para querer empezar a divertirnos.

Entonces se enfrascaron en una plática que parecía más una competencia por establecer quien era la que tenía las historias más locas y desenfrenadas, aunque obviamente era Marie quien se llevaba el premio. Las únicas que no participaron en la conversación y se dedicaron a escuchar, fueron Ginny y Valerie. La holandesa tal vez porque creía que el tema era muy estúpido y Ginny porque... no tenía mucho que decir. Hubiera querido cambiar la conversación, pero las demás chicas se encontraban muy entusiasmadas y atentas, así que lo único que pudo hacer fue seguir tomando para no sentirse muy patética.

– ¿Y qué hay de ti, Ginny? – dijo Marie con la voz un poco pastosa a causa del vino – ¿Has tenido un poco de sexo salvaje en el parque?

– No...

– ¿En algún otro lugar inusual?

– No quisiera hablar de eso – dijo ella intentando sonar despreocupada

– ¿Por qué no?

– No me gusta hablar de mis intimidades...

– ¡Anda! Cuéntanos los detalles morbosos, las cosas sucias... – Ginny negó incomoda con la cabeza – ¿O me vas a decir qué aún no te han estrenado?

Las mejillas de Ginny ardieron de forma espontánea, sintiéndose muy avergonzada. Sin embargo antes de que Marie pudiera seguir hablando, fue Valerie quien intervino, para sorpresa de todas.

– No seas absurda Marie. El hecho de que no todas queramos demostrar lo promiscuas que somos, no nos hace inexpertas. Además, estas mujeres apenas te conocen, hacen bien en no contarte sus secretos... – Y dicho esto, dejó unos billetes sobre la mesa, se levantó y se fue, dejándolas atónitas. A todas menos a Marie que tomó con mucha indiferencia la salida de Valerie.

– Perdón si te hice sentir incómoda, Ginny. Es culpa de este delicioso vino.

– No te preocupes – contestó ella sintiendo como sus mejillas recuperaban su pálido color habitual.

– ¿Eso significa que tengo razón? – preguntó riendo la chica, haciéndola reír a ella – ¿No lo has hecho... con nadie? – Ginny no respondió y sólo bajó la vista – Vamos, no hay de qué apenarse, estamos entre mujeres y todas nosotras hemos estado donde tu estás, es lo más natural del mundo.

Las demás apoyaron ese argumento y comenzaron a platicar de la poca habilidad que tuvieron en sus primeros encuentros.

– Si no es mucha indiscreción, ¿se puede saber por qué no lo has hecho? – preguntó Trisha con cautela

– Pues... no ha llegado el indicado.

– ¡Mentiras! – vociferó Marie – Eso del indicado es un mito. Recordar tu primera vez no debería ser indispensable. Mi primera vez fue terrible y yo lo que quisiera es no recordarla.

– La mía tampoco fue muy agradable – dijo Amy

– ¿Lo ves? Yo opino que dejes de perder el tiempo y te apresures a hacerlo. Mientras más pronto comiences, más rápido aprenderás a hacerlo mejor.

Ginny apuró otra copa de vino y tras una risa nerviosa supo que debía ser la última que tomara aquella tarde.

– No lo sé...

– ¿Por qué no? Podrías conseguirte a cualquiera de los chicos del equipo...

– Yo he visto a Derek mirándote el trasero un par de veces – intervino Trisha

– ¿Derek? – preguntó Ginny frunciendo el ceño

– Wilson. Entró con ustedes esta temporada...

– Ya lo sé, pero... se ve un poco bruto ¿no?

– Pues aunque sea medio tonto no puedes negarme que está guapísimo.

Ginny volvió a reír de forma divertida al pensar en el tal Derek, que para ser sincera no estaba nada mal. Sin embargo, había estado tan inmersa y decidida en la tarea de dar su mejor desempeño en el equipo y los entrenamientos, que no había prestado mucha atención a sus compañeros.

– Pues estás de suerte, Ginny – dijo Marie– Estoy planeando organizar una fiesta de año nuevo. Es tu oportunidad perfecta para atrapar a Derek.

Ginny sólo volvió a reír como respuesta ante el entusiasmo de aquellas chicas. Entonces sólo se dedicó a asentir tontamente y a seguir riendo de sus ocurrencias y de los consejos que le daban para coquetear con su compañero de equipo. Al final, salió del restaurant muy complacida por haber ido con ellas y se sintió contenta ante la perspectiva de poder tener unas cuantas amigas más, ya que por lo general sólo se la pasaba con Harry o con sus hermanos y cuñadas. No es que eso le molestara, pero se sentía bien ampliar su círculo de amistades y sobre todo integrarse más en su equipo.

Por la noche, Ginny se apareció en la madriguera lista para la habitual cena familiar, a pesar de que no tenía hambre ya que había quedado muy satisfecha por la comida con sus compañeras. Cuando entró a su casa se encontró a Harry sentado en un sillón, con la cabeza echada hacia atrás y con los ojos cerrados, víctima del cansancio. Ella no se pudo resistir, y tras acercarse pasó sus dedos entre el cabello azabache de su mejor amigo, desordenándolo aún más. Él sólo hizo un sonido, como una especie de ronroneo y luego abrió los ojos lentamente, al mismo tiempo que daba un gran bostezo.

– ¿No prefieres irte a tu casa ya, Harry?

– ¿Qué? No, para nada. Tenía ganas de venir.

Ginny se sentó a su lado y lo observó minuciosamente, deteniéndose en las enormes bolsas que se veían debajo de sus ojos, pero no insistió más.

– ¿Qué tal el trabajo?

– La prensa cada vez se entromete más donde no debe... – se frotó las sienes – Pero no quiero hablar de eso, mejor cuéntame qué tal tu comida.

– Muy buena – dijo con una sonrisa – Las chicas son divertidísimas. ¿Recuerdas que te había hablado de Marie? ¡Es muy divertida! muy amable aunque a veces demasiado ocurrente y las demás son– Harry bostezó sonoramente, interrumpiéndola.

– Lo siento – se disculpó apenado, haciéndole seña de que continuara hablando.

– Sí... pues en general todas son muy agradables. Hasta Valerie Van der Vaart.

– ¿La holandesa que te caía mal?

– Creo que en el fondo es buena persona.

Harry estaba a punto de agregar algo pero no pudo porque volvió a bostezar.

– Deberías subir y dormir un rato.

– Estoy... – otro bostezo – bien

Ginny rió levemente y luego se levantó, jalándolo para que se parara él también.

– Vamos, te llevaré a Grimmauld Place.

Y sin más resistencia por parte de él, lo tomó con fuerza del brazo y desaparecieron juntos.


Ginny llegó tarde al entrenamiento por primera vez. La noche anterior había llegado a su nuevo departamento muy tarde, después de dejar a Harry en su casa y batallar con él para que se pusiera una pijama y no se quedara dormido con la ropa que llevaba. Después de dejarlo durmiendo, regresó a la Madriguera y se quedó un par de horas con su hermano George quien le mostró todos los productos próximos a estar disponibles en Sortilegios Weasley.

Cuando llegó al campo de quidditch, sus compañeros y el entrenador ya se encontraban allí. Habían formado pequeños grupos para realizar ejercicios y por llegar al último, no tuvo más opción que integrarse al grupo que le faltaba una persona. Después de un rato y para su tremendo desconcierto, de forma repentina el entrenador se acercó a su grupo y le dijo:

– Weasley, no puedes jugar ni entrenar con accesorios – Ante su cara de de desconcierto agregó:– Quítate ese brazalete y no lo quiero volver a ver en la cancha.

Y entonces señaló la muñeca donde reposaba el brazalete que Harry le había regalado y que nunca de los nuncas bajo ninguna circunstancia se quitaba. Ginny frunció el ceño sorprendida de la petición del entrenador y luego se sintió muy molesta ante su insistencia acerca de cumplir el reglamento. Y aunque ella pidió que hiciera una excepción, al final no pudo evitar contradecirlo, así que furiosa se dirigió al vestidor para dejarlo en su casillero.

No entendía de dónde venía aquella repentina solicitud. Pero no pudo hacer más que obedecer las órdenes que se le habían dado. Cuando regresó al campo, se sintió desnuda sin su brazalete. Nunca en todos esos años se lo había quitado durante tanto tiempo.

Cuando se encontraba terminando de hacer una vuelta al campo y pasaba junto al entrenador, este se acercó a ella y le dijo en voz baja.

– Lo siento Weasley, por lo de hace un rato. Alguien se quejó y tengo que aplicar las reglas a todos sin excepción. Espero que lo entiendas.

Ginny se quedó casi en shock. ¿Alguien se había quejado de su brazalete? ¿A quién podría importarle? Sería demasiada casualidad que justamente había hablado de ello en el almuerzo del día anterior, así que era casi por completo seguro que había sido alguna de las chicas. No tuvo que pensarlo mucho pues enseguida estuvo convencida de que había sido la idiota de Valerie.

No sabía si exageraba pero lo único que le importó aquel día fue que el entrenamiento acabara lo más pronto posible para poder volver a ponérse su brazalete. Sin embargo cuando todos se encontraron en los vestidores, Ginny puso el grito en el cielo. Antes que cualquier otra cosa, se dirigió a su casillero y al buscarlo, no lo encontró. Lo buscó y lo rebuscó, pero no había señales de él.

– No...– Susurró con angustia mientras tiraba al piso todo el contenido de su casillero – Accio brazalete – No hubo respuesta. Sin poder contenerse, las lágrimas comenzaron a salir de sus ojos.

– Hey, Weasley – dijo Valerie con una sonrisa, parándose junto a ella, sosteniendo entre los finos dedos su brazalete.

Ginny la observó por unos segundos antes de comprender todo. Fue entonces que se llenó de rabia y avanzó hacia ella, para luego empujarla por los hombros con rudeza, tomándola por sorpresa y haciendo que casi perdiera el equilibrio y cayera. La sonrisa de Valerie se esfumó de inmediato, mostrándose molesta.

– ¿Qué te pasa?

– ¿Qué diablos te pasa a ti? – rugió Ginny furiosa mientras más lágrimas caían por su rostro e intentaba arrebatarle la pulsera a Valerie, pero ella que era más alta y de brazos más largos no se lo permitió.

– ¡Espera!

– ¡No voy a esperar una mierda! ¡Devuélveme mi brazalete, maldita ladrona! – Y volvió a arremeter contra ella, logrando que chocara contra los casilleros, mientras las demás chicas comenzaban a congregarse alrededor de ellas.

Valerie lanzó el brazalete al piso y entonces empujó a Ginny quien sacó su varita dispuesta a darle su merecido, pero fue cuando las demás intervinieron, separándolas, antes de que algo más grave sucediera.

Entonces Marie levantó el objeto del piso y se lo dio a Ginny, quien lo apretó entre sus dedos con fuerza, como si fuera lo más valioso que tenía en la vida, y tal vez así era.

– Explícale todo, Marie. Antes de que la mate – dijo Valerie, logrando que Ginny le lanzara una mirada de odio. Se hubiera abalanzado sobre ella pero las demás chicas las tenían bien sujetas.

– Ginny... Lo sentimos mucho – dijo Trisha con pesar – no creímos que esto se saldría de control. Queríamos hacerte una broma... Una novatada como iniciación en nuestro grupo...

– Y a Valerie se le ocurrió lo del brazalete. – intervino Marie – Le dije que no, pero...

– Vete al demonio, Marie – soltó Valerie interrumpiéndola, zafándose de los brazos que la sujetaban – Todas ustedes pueden irse al jodido demonio– y dicho esto salió del vestidor hecha una furia.

– Perdón Ginny – dijeron todas las demás a coro

– No creímos que el brazalete fuera tan importante.

Ella no contestó y sólo volvió a ponérsela con un rápido movimiento, para luego limpiarse las lágrimas.

– Perdón– volvió a decir Marie – No debimos dejar que Valerie... En fin ¿Estás bien.?– Ginny asintió– Ven con nosotras, la comida de hoy corre por nuestra cuenta ¿si?

– De verdad lo sentimos – agregó Amy

Tras ayudarle a acomodar todas sus cosas de vuelta al casillero, Marie dijo:

– Lo único bueno de todo esto es que ya podemos decir que eres parte del grupo.

Ginny no pudo evitar sonreír levemente y tras recibir calurosos abrazos de disculpa por parte de todas, se fue hacia Grimmauld Place.


Era viernes por la tarde y Harry tenía ganas de llorar de la felicidad. Estaba a tan sólo unas horas de finiquitar el terrible caso político que había tenido a cargo y ya podía vislumbrar sus días sin la presión y estrés al que había estado sometido. Era lo más difícil a lo que se había tenido que enfrentar en su carrera, y no porque fuera malo como auror, sino que no se le daba mucho eso de la burocracia y los casos administrativos. Era esa la razón por la que dudaba mucho que algún día llegaría a ser Jefe de Aurores del Cuartel, ya que dicho puesto trataba más de convenios, papeleo y demás cosas que él odiaba, y en cambio tendría que dejar a un lado las misiones de campo que eran lo que más disfrutaba de su trabajo. Realmente el caso político que había estado llevando esas semanas no había sido su elección, ni la de su jefe, Jon Aberdeen, sino había sido encomendada por Kingsley, el mismísimo Ministro de Magia, ya que Harry era uno de sus hombres de confianza. Después de aquello, él le debería una muy grande. Se dijo que cuando por fin llegara a su casa aquella noche, dormiría por lo menos dos días seguidos, feliz por estar completamente libre de preocupaciones... Aunque bueno, siempre estaba Ginny y algo para preocuparse por ella.

Como cuando se apareció en su casa unos días atrás, casi llorando de coraje y tras contarle que se había peleado con su compañera holandesa, él la reprendió fuertemente.

– ¿Cómo pudiste hacer eso?

– ¡No me dejó otra opción! – había gritado ella desconcertada por la falta de apoyo de su amigo – ¡Me quitó mi brazalete! ¿Qué habrías hecho tu si alguien te quitara el tuyo?

Buen punto– había pensado Harry en ese momento, pero no quiso aceptarlo frente a ella.

– Mantener la calma. Debes aprender que a veces no es bueno llevarnos por los impulsos. Te expusiste a que te sancionaran o te expulsaran del equipo.

– No fue para tanto...

– ¡Claro que sí! ¡Lo que hiciste fue una agresión física dentro de las instalaciones del equipo! Tienes suerte de que el entrenador no te haya visto... Y reza para que la tal Valerie no vaya de llorona a acusarte, porque de esa forma hoy pudo haber sido tu último día. Bravo, Ginny.

Ella se había quedado helada ante sus palabras y no dijo nada más. Sólo se sentó y bajó la cabeza con tristeza, sin saber qué más decir. Harry pudo haberla seguido reprendiendo, pero se sintió mal de verla así, por lo que se detuvo y prefirió sentarse junto a ella y pasarle el brazo por los hombros.

– Tranquila – dijo suavizando su tono – No creo que te acuse. Si lo hace tu puedes acusarla a ella de robo – Ginny no contestó nada – Lo importante aquí es que debes entender que en la profesión hay que guardarse las ganas de estrangular a la gente que nos cae mal... – Ella sonrió

– Yo le hubiera sacado los ojos con mis propias manos...

– ¡Ginny!

– Es broma... – dijo ella riendo, pero no convenciéndolo del todo. Su mejor amiga era de armas tomar.

– Bueno, el caso es que mañana te presentarás como si nada y la ignorarás. No le des el gusto de verte mal.

– Maldita perra – susurró Ginny con desdén haciéndolo reír – Me las pagará...

– Ginny...

– Seré la mejor en el equipo. Esa será la mejor venganza.

Él sonrió.

– Esa es la actitud.

– Llorará sangre. Aprenderá que nadie se mete con una Weasley.

– Ok, oficialmente me das miedo.

– Oh, cállate – dijo riendo

Harry no pudo evitar sonreír al recordar aquella plática y lo maravillosamente loca que era Ginny. A pesar de que tenía razón por haberla reprendido, había sentido una gran calidez en su pecho al oír la razón por la que se había peleado con Valerie. Para cualquier otra persona aquellos brazaletes eran tan sólo un objeto más, pero para ellos dos significaban demasiado. Eran la representación simbólica de su unión. Eran ellos mismos llevándose consigo siempre. Casi de forma inconsciente, acarició su brazalete y miró la hora. Estaba a punto de llamar por teléfono a Ginny tan sólo para poder escucharla y desearle buena suerte pues las avispas jugarían contra los tornados en un partido muy decisivo esa tarde. Si ganaban por suficientes puntos, cualquiera de los equipos pasaría a los cuartos de final de la temporada, y el otro equipo quedaría fuera del torneo. Aunque lo más seguro era que Ginny no jugara, quería decirle que correría a escuchar el partido en cuanto estuviera libre. Pero entonces Kinglsey Shacklebolt entró a su oficina.

– ¿Listo para la reunión final?

– Más que listo

– Vámonos a la sala de juntas, ya están todos esperando.

Y entonces se dirigieron juntos al lugar donde Harry le diría adiós al papeleo y al estrés.

Cuando salieron de la sala, cuatro horas después, Harry casi se pone a bailar de la felicidad. Ya que no sólo había hecho las cosas, sino que las había hecho muy bien. Todos lo felicitaron por su gran liderazgo y manejo del caso, y él lo único que pidió a cambio fue que nunca más lo volvieran a poner al frente de algo así. Se apresuró a llegar a su oficina, ya que había dejado el teléfono allí y tenía muchas ganas de informarle a Ginny cómo le había ido en su reunión, y sobre todo, saber cómo había terminado el partido, sin embargó cuando vio aquella pequeña pantalla encontró algo que lo preocupó por completo.

Su teléfono móvil tenía como veinte llamadas perdidas provenientes todas de Ginny, de horas atrás, más varios mensajes que sólo decían :"Por favor, márcame." "Es urgente". Entonces encontró también un par de mensajes de voz por parte de ella. No quiso esperar a escucharlos y simplemente marcó su número, pero ella no contestó. Marcó un par de veces más con el mismo resultado. Así que entonces se dispuso a escuchar los mensajes de voz, con el corazón latiendo a mil por hora ¿Qué habría pasado?.

"Hola Calabazo, sé que debes estar ocupado pero acaba de suceder algo... El partido se puso MUY intenso muy rápido, hubo una trifulca y hay varios heridos, Morris, Trevor y otros están expulsados...la cosa es que nos quedamos sin los tres cazadores del equipo principal y bueno... el partido está por reanudarse y voy a entrar a jugar. No sé si tendré que hacer esto sola o moverán a alguien más como cazador para que me ayude... Sé que tienes tu junta importante hoy, pero si puedes me gustaría hablar un segundo contigo, sólo para...– Harry escuchó la risa nerviosa de Ginny– no lo sé, para escucharte o algo... Bueno, te quiero mucho. ¡Deséame suerte!"

Maldita sea. Tomó su abrigo y sin pensarlo más corrió a la salida, para desaparecer e irse de inmediato al estadio de las avispas en Wimbourne. Pero cuando llegó ya no había nadie allí. El estadio estaba cerrado. Harry se quedó con el corazón hecho un nudo. Se pasó la mano por el cabello, desesperado. Volvió a marcarle a Ginny y esta vez sí contestó.

– Ginny ¿Qué pasó? ¿Cómo te fue? ¿Dónde estás? ¿Cómo te sientes? Te quiero.

– ¿Harry? ¿Hola?

– Sí, ¿dónde estás?

– ¿Hola?

Parecía que Ginny no lo podía oír. Se escuchaba mucho ruido a su alrededor. La llamada se cortó y entonces Harry lanzó una maldición. Maldita tecnología muggle, debería confiar sólo en los medios mágicos. Una lechuza encontraría a Ginny en el lugar que fuera, aunque claro, no tenía una lechuza a la mano en esos momentos. Sin saber a qué otro lugar ir, se apareció fuera del departamento de Ginny. Al instante supo que era donde ella estaba, ya que el ruido que había escuchado por teléfono era idéntico al ruido que provenía de allí. Desconcertado, abrió la puerta y lo recibió un tumulto de gente. Por un segundo tuvo un déja vù y recordó aquella tarde en que llegó a la sala común de Gryffindor después del castigo con Snape, cuando su casa había ganado la copa de quidditch y al entrar al lugar lleno de gente festejando, Ginny corrió hacia él y entonces él la besó por primera vez, cuando apenas eran unos adolescentes. Sintió un remolino en el estómago al sentir el recuerdo tan vívido, pero enseguida sacudió sus pensamientos, casi horrorizado. Sin embargo, esta vez ella no había estado esperando su llegada y era más que imposible que algo así entre ambos volviera a ocurrir. La buscó con la mirada entre los grupos de gente hasta que la encontró, parada sobre la mesita de centro de su sala, rodeada por un grupo de personas que le aplaudían y la animaban a seguir bebiendo de una botella de tamaño mediano, lo que parecía Whiskey de Fuego.

– ¿Qué demonios...? – murmuró Harry sin saber si aquella fiesta era para celebrar o para lidiar con la decepción.