[Julio.2023] Hola de nuevo! Este es el último de los capítulos que había publicado antes. De aquí en adelante me voy a ir un poco más lento con los capítulos nuevos. No dejen de decirme qué les parece la historia. Si es su primera vez aquí o están releyendola. Espero que estén disfrutando esto.


Le prometeré la luna

By Aurum Black

Capítulo 6: Todos son iguales

Ginny despertó con un horrible y punzante dolor de cabeza, como si una aplanadora le hubiera pasado encima. Poco a poco fue recordando los sucesos de la noche anterior y no pudo evitar que la felicidad inundara su pecho. Era oficial: habían pasado a los cuartos de final de la temporada de otoño. No sólo eso, había debutado como cazadora principal y prácticamente había sido una de las piezas principales para hacer ganar a su equipo. Se levantó con la idea revoloteando su mente y para su desgracia con náuseas y acidez revoloteando su tracto digestivo. Recordó los diez mil shots que tomó la noche pasada y se odió a sí misma por haberlos ingerido.

Pensó en Harry y en que seguramente ya se había ido a su propia casa, pero aun así se asomó a la sala. La encontró vacía. Miró el reloj y se dio cuenta que ya iba a ser medio día. Había estado tan cansada y tan ebria que había dormido profundamente, por lo que tal vez Harry había intentado despertarla y ella ni siquiera lo había notado. Pensó en darse un baño o por lo menos arreglarse un poco, pero como su estómago le pedía comida de forma desesperada, sin esperarse a considerarlo más, se apareció en la cocina de Grimmauld Place.

Como si la hubiera estado esperando, Harry se encontraba allí parado, recargado en la mesa con una taza – de lo que imaginaba era café– entre las manos. Harry había desarrollado una extraña adicción al café con los años, colocando en su rutina por lo menos unas tres tazas al día. En cuanto él la vio, le dedicó una sonrisa divertida, casi de burla, pero no le dijo nada. Sólo le señaló la mesa con un gesto, en la que se encontraba el desayuno preparado y entonces ella se sentó a devorar todo a su paso.

– Gracias – le dijo con la boca llena de pan

– No me agradezcas a mí, sino a Hermione – Ginny alzó una ceja, interrogante –Vino aquí hace un rato, está un poco molesta contigo porque no la invitaste a tu fiesta…

– ¿Cómo se enteró?

– Yo le dije –contestó él con voz cantarina haciéndola fruncir el ceño con molestia, pero no dijo nada y sólo se limitó a seguir comiendo. Sin embargo no podía pasar por alto que Harry no dejaba de verla con esa estúpida sonrisa en los labios. Una sonrisa pícara, como si supiera algo que ella no. Seguramente estaba recordando la tremenda borrachera que se había puesto la noche anterior y todo lo que esta había desencadenado. Ginny se dedicó a ignorarlo, hasta que se removió y sintió un dolor en el costado derecho, justo en el hueso de su cadera.

– Auch – se quejó al llevarse una mano a ese punto

– ¿Qué pasa?

– Ayer me caí en la cocina y me pegué aquí – dijo con la cabeza baja, avergonzada – Creo que me saldrá un moretón...

Antes de que Harry pudiera contestarle algo, Hermione entró por la puerta de la cocina, pero no le dedicó ni siquiera una mirada, ya que lo primero que hizo fue servirse café en una taza. Ginny se temió que estuviera de verdad molesta.

– Felicidades por el partido –le dijo su cuñada aun dándole la espalda – Entiendo que tienes resaca

– Sí, bueno… todo fue muy inesperado, estábamos muy emocionados por los resultados del partido y...

Hermione se giró y se colocó a un costado de Harry. Cuando Hermione volteó a verla no pudo evitar una sonrisa que parecía querer reprimir con todas sus fuerzas.

– Eres un grosero… – murmuró por lo bajo pero no dejó de sonreír

– ¿Qué dices? –preguntó Ginny confundida

– Que estoy muy contenta por ti, felicidades.

Ella siguió sin comprender, y estaba a punto de preguntar algo más cuando de pronto tanto Hermione como Harry explotaron en risas. Él había escupido su café y se había manchado la playera pero parecía no importarle ya que estaba muy ocupado riendo.

– ¿Qué demonios…? –musitó ella contrariada

Pero antes de que pudiera preguntarles algo más, Ron entró a la cocina y tras robarle un trocito de tocino del plato, se fue a abrazarla con emoción.

– ¡Felicidades hermana! Esto lo tenemos que celebrar. ¡Qué orgullo, puro talento Weasley!

– Gracias –musitó ella avergonzada mientras él le revolvía el cabello y tanto Harry como Hermione recobraban la compostura lentamente.

– No olvides que el próximo viernes es la fiesta de navidad del cuartel de aurores –dijo Ron captando su atención de nuevo –Celebraremos en grande

– Claro –afirmó ella sin mucho ánimo, ya que la resaca de esa mañana la dejaba con ganas de no asistir nunca más a una fiesta y nunca más tomar alcohol.

– Me voy – dijo Ron – Prometí ayudarle a Atkinson con su misión.

Todos asintieron en silencio, dedicándole sonrisas de ánimo. Después de la guerra, Ron había tenido el panorama muy diferente al de Harry. Si bien haber participado directamente en la lucha contra Voldemort había sido motivo de admiración, al final ni Hermione ni él contaron con todas las facilidades y privilegios que se le fueron brindados a Harry, como ese rápido ascenso en el cuartel de aurores. Hermione, sin embargo, había sabido desempeñar sus habilidades para labrar su camino en las leyes mágicas con paso firme. Pero Ron, al ser un poco vago la había tenido más difícil y aunque también logró convertirse en auror, a pesar de no haber terminado el colegio, desde entonces se quedó de cierta forma estancado. Aunque eso a él no parecía molestarle mucho. O como a veces pensaba Ginny, tal vez intentaba convencerse de que no le importaba. Así que mientras Harry lideraba misiones y participaba en casos importantes, Ron se limitaba a ser un auror más dentro del cuartel, lo que significaba que no tenía muchos privilegios a diferencia de su amigo, como por ejemplo los fines de semana libres.

– Te veo en la casa – le dijo a Hermione después de darle un beso corto en los labios. Y antes de desaparecer, se dirigió hacia Ginny y simplemente le dijo: – Bonito bigote – y entonces se fue.

Ella arrugó la frente contrariada, para luego darle paso a la comprensión seguida del enojo. Tomó su cuchara y la acercó a su cara. En la superficie plateada pudo ver el reflejo distorsionado de su cara, la cual tenía dibujado un bigote, partiendo desde la superficie superior de su labio hasta llegar en forma curvilínea por ambas mejillas. Como bigotes que las caricaturas de chefs italianos llevan. El suyo estaba pulcramente pintado con plumón negro atravesando la mitad de su rostro.

– ¡POTTER!

Las risas de Harry y Hermione resonaron nuevamente por toda la cocina mientras ella le hacía gestos obscenos a su mejor amigo, para luego terminar riendo también al lado de ellos.


Los entrenamientos de las avispas de Wimbourne continuaron el siguiente lunes con gran motivación, aunque también tenían que mantener la cabeza en el juego porque el siguiente partido en dos semanas era crucial. Era todo o nada. Pasar a la semifinal o perder la oportunidad de ganar el torneo. Después de las expulsiones y bajas por lesiones, tanto Valerie como ella se habían integrado al equipo principal como cazadoras para el siguiente partido. Por el momento sólo volverían a ser ellas dos en esa posición y debían practicar intensamente. Aunque no le encantaba la idea de trabajar con Valerie, debía aceptar que se habían entendido muy bien en el campo y que aquella oportunidad para seguir demostrando su habilidad y talento era única. Tal vez cuando los cazadores principales dejaran de estar lesionados y castigados, volverían a los puestos estelares y ellas regresarían a ser suplentes. A pesar de las fricciones entre ellas, ambas entendían que tenían que limar asperezas para el siguiente partido, concentrarse y sobre todo, ser muy profesionales.

El ritmo de preparación para la fase final del torneo era infinitamente diferente del que habían llevado durante el resto de la temporada. Los entrenamientos eran más largos y más duros, y en general todas las exigencias eran mayores. Harry observó a Ginny aquellos días dando el cien por ciento o más. Se iba desde muy temprano y llegaba por la tarde completamente exhausta y adolorida, pero no la escuchó quejarse ni una sola vez, al contrario siempre regresaba con una sonrisa que a él le parecía más amplia con el paso de los días.

Harry sentía una calidez en el pecho indescriptible al verla cumplir uno de sus grandes sueños. Y eso que solamente iba comenzando. Ginny llegaría muy lejos, eso lo sentía completamente seguro. A él le hubiera gustado ir a alguno de sus entrenamientos, pero el equipo no tenía permitidas las visitas durante esa fase del torneo. Obviamente, al ser Harry Potter habría podido conseguir un permiso especial, pero ni siquiera lo había considerado como algo factible pues no quería incomodar a Ginny. Sobre todo después de que ella le había contado que después de la fiesta en su departamento, todas sus compañeras, a pesar de algunas tener pareja, habían mostrado cierto interés por él.

"¿De verdad es así de mujeriego?" "¿Es cierto que tiene un hijo secreto?" – había imitado Ginny a sus compañeras mientras él reía

– ¿Y están guapas? – Ella resopló con molestia mientras él dejaba de reír – Sí y no – dijo de pronto con voz seria

– ¿Qué?

– Uno: Puede que sea un poco mujeriego, y dos: ¿De dónde diablos sacan que tengo un hijo?

– De Romilda Vane, seguramente...

– ¿Tu crees?

– ¿Quién más puede inventar tanta mierda acerca de ti? Esa mujer está obsesionada contigo.

A Harry le dio un escalofrío tan sólo de recordar esa conversación. Se apuró a salir de su oficina y se fue directamente a su casa, aunque no tenía muchas ganas de estar ahí. Afortunadamente volvía a ser viernes y era la fiesta de navidad del cuartel de aurores. En un par de horas más estarían festejando como era debido. El cuartel había rentado un club nocturno en Soho. Ron en particular se encontraba muy emocionado por aquella fiesta, puesto que era la última que él tendría siendo aún soltero. Harry suspiró; sus amigos de la infancia por fin darían el gran paso y se casarían en poco menos de un año. Él sabía que aquello cambiaría muchas cosas en su vida, ya que sus dos amigos tomarían un camino diferente al de él, pero por el momento prefería no pensar mucho en ello y se dijo a sí mismo que debía celebrar a lo grande al lado de Ron aquella noche. Además, pensó, que aunque Hermione y Ron se alejaran un poco para hacer sus vidas como casados, él seguiría teniendo a Ginny.

Pensó en ella de forma egoísta y agradeció a Merlín que ella no estuviera saliendo con nadie, así podía dedicarle a él todo el tiempo que tenía libre. Y esperaba que así fuera durante unas cuantos años más, unos diez por lo menos. Afortunadamente Ginny era una mujer muy independiente, que no creía necesitar de una pareja para sentirse bien. Incluso, días después de casi haberlo hecho con el tal Derek en el baño de su departamento, Ginny tuvo el valor de rechazar su invitación a salir con él, diciéndole que no quería complicar las cosas con alguien de su equipo y era mejor ser profesionales y dejar todo por la paz. Sin embargo durante las últimas semanas se había percatado que la influencia de sus amigas del equipo la hacía dudar de sus resoluciones.

– ¿En qué piensas? – le había preguntado él la noche anterior, durante la cena en la madriguera, tras verla muy distraída.

– En tonterías...

– ¿Qué tipo de tonterías?– Ella no había querido responder y simplemente hizo un mohín con su nariz mientras miraba su plato y jugaba con su comida– Calabaza...

– Es una estupidez, me siento tan tonta de tan solo pensarlo.

– Dime – le insistió él inclinando su rostro de lado para poder encontrar su mirada. Ella volteó a verlo pero fue sólo un segundo. De inmediato regresó la vista a su plato.

– Es tan sólo que... tengo envidia de mis compañeras, de las que tienen novio. – Harry vio sus mejillas sonrojarse – No quiero todo el paquete ¿sabes? la relación, los planes, la seriedad y el asentamiento...No, yo sólo... ¿Es demasiado pedir algo bonito? ¿algo sencillo? Alguien que vaya por mí al terminar el entrenamiento, que me lleve flores, que vaya a ver mis partidos. Algo tranquilo, nada del otro mundo... – Ella suspiró mientras él simplemente la observaba – En fin... es sólo un anhelo momentáneo y tonto. Al final recuerdo que no quiero un novio y que además no tendría tiempo para tenerlo.

– Yo podría ir por ti al terminar tus entrenamientos... – sugirió él con voz suave y entonces ella soltó una risa.

– Tu lo que quieres es ir a ver a las demás chicas.

Ambos rieron al mismo tiempo.

– Me conoces demasiado bien.

– Lo sé... Es por eso que tienes prohibido aparecerte en mis entrenamientos.

Harry frunció el ceño al recordar esa plática de la noche anterior. Era cierto que tenía curiosidad acerca de sus compañeras de equipo, pero también tenía muchas ganas de estar con Ginny. Miró su reloj de pulsera, al momento en que una gran idea se le ocurría. Y entonces desapareció de Grimmauld Place.


Ginny salió del vestidor, cargando una pequeña maleta que contenía todas sus cosas. Estaba hecha polvo. Sentía sus piernas muy adoloridas y tenía mucha hambre. Lo único que quería hacer era llegar a su departamento y acostarse. Necesitaba descansar un poco pues en unas horas sería la fiesta del cuartel de aurores. Caminó en fila, detrás de sus compañeros y compañeras y al salir del estadio se llevó una gran sorpresa. Frunció el ceño con asombro, mezclado con cierta molestia. Allí se encontraba Harry, a lo lejos, cargando al pequeño Teddy que sostenía un ramo de flores. Ella sonrió sin poder evitarlo.

Sin embargo, no se encontraban solos, sino junto a dos compañeras suyas del equipo. Harry parecía platicarles algo, mientras ellas lo miraban atentamente y ambas le hacían cariños a Teddy. Ginny se quedó parada bajo el arco de la entrada, hasta que escuchó una voz a su lado.

– Potter tiene buenos trucos – Ginny volteó para encontrarse con Valerie. Se quedó en silencio, muy sorprendida puesto que durante la semana no se habían dirigido la palabra y prácticamente se habían ignorado por completo, sólo reconociendo la existencia de la otra dentro del campo – Un hombre con un niño así de tierno es como un imán de mujeres – Ginny suavizó su expresión de desconcierto al escucharla decir eso. Valerie inclinó la cabeza a modo de despedida y siguió su camino dejándola algo contrariada.

Sacudió la cabeza caminando detrás de ella hacia el carro de Harry. De inmediato, las otras chicas se alejaron de él. Así como Harry era un imán de mujeres, Valerie era un repelente de ellas. Era una de esas chicas que intimidan a las demás con su sola presencia.

– Bonitas flores – le dijo a Teddy al pasar junto a ellos, ignorando a Harry por completo.

– Son de Ginny – le respondió él, haciendo que todos sonrieran. Pero Valerie no respondió, sólo siguió su camino hacia su auto a unos metros de distancia del de Harry. Subió y entonces se fue.

Ginny había llegado junto a Harry y le había quitado a Teddy de los brazos.

– Qué bonitas flores me trajiste osito Teddy.

– Son para ti – ella río y lo abrazó aún más

– ¿Qué fue eso? ¿no eran enemigas a muerte?– preguntó Harry contrariado mientras subía al auto.

– Qué sé yo – respondió confundida encogiéndose de hombros mientras sentaba a Teddy en el asiento para niños en la parte de atrás y le ponía el cinturón – Hemos pasado la semana entera entrenando y es la primera vez que me dirige la palabra.

– Es como tu cabello en la mañana – respondió Teddy, Ginny sintió una pequeña punzada que se parecía a los celos.

– Qué observador – le dijo tocándole la nariz con un dedo

– Me gusta

Ginny resopló sin saber si debía sentirse halagada o más celosa.

– Bueno, si tu la apruebas, tal vez no sea tan mala... – dijo recordando que Valerie lo había llamado "tierno". Ginny cerró la puerta trasera y subió con apuro al asiento del copiloto.

– ¿También está aprobada para mí? – dijo Harry arrancando el motor

– No, acepta que ya te rechazó – soltó fastidiada de nuevo – Bueno ¿y ustedes qué hacen aquí, eh? Tú tenías prohibido venir – le dijo a Harry mientras manejaba hacia la carretera.

– Yo sí, pero Teddy no – dijo con una sonrisa traviesa

– Tramposo – y entonces le enseño la lengua, para después subir el volumen de la radio, sin dejar de aspirar el aroma de su ramo de flores.


Horas más tarde, después de cenar y dejar a Teddy con Andrómeda, Harry y Ginny llegaron al club para la fiesta del cuartel de aurores. Hermione y Ron ya se encontraban allí, quien los recibió con mucho entusiasmo.

– ¡Vamos a brindar!– les dijo llevándoles un trago a cada uno

– ¿Qué es esto?– preguntó Ginny mirando con desconfianza el líquido azul

– No importa, tú tómatelo

Ella arrugó la nariz no muy convencida.

– Pero sólo un poco eh, aún no se me olvida la última vez que tomé.

– Querrás decir la semana pasada – musitó Harry en voz baja, pero ella lo escuchó y le dio un codazo.

Brindaron con Ron y luego este fue a buscar a Hermione, después de dejarlos sentados en una barra del bar para que pudieran pedir lo que quisieran. Mientras Harry pedía un whiskey en las rocas, Ginny pidió una piña colada sin alcohol.

– La verdad no tengo ganas de tomar alcohol.

– Perfecto. Entonces te toca cuidarme a mí hoy – dio un largo trago que dejó su vaso casi vacío.

– ¿Hago explotar el lugar si alguien intenta robar tu virginidad?– le preguntó con esa sonrisa pícara especial que tenía.

– Debería darte vergüenza– dijo él negando con la cabeza y dando otro trago, mientras ella reía.

La noche transcurrió entre bailes, bebidas, música y mucha gente. Ginny se la pasó con Hermione, Harry y sus hermanos, Ron y George que eran los que habían asistido de su familia. George acompañaba a Harry y otros aurores, quienes iban y venían hacia la mesa en la que estaban, para luego ir tras una mujer diferente cada ciertos minutos. Ginny bailó un rato con sus hermanos y Hermione pero luego regresó a la barra a sentarse de forma casi definitiva porque se encontraba muy cansada y sus zapatos de tacón alto ya no le permitirían moverse mucho más.

– Estos zapatos están matándome– le dijo a Harry cuando él se acercó a pedir otro trago

– ¿Por qué te los pusiste si te lastiman?

– Porque combinan con mi blusa.

Harry rodó los ojos y tomando su vaso, se perdió entre la pista llena de gente, en acecho de alguna otra víctima, seguramente. Ella se quedó allí, tomando otra piña colada sin alcohol, observando el gentío ir y venir, cuando de pronto un tipo muy apuesto se acercó a ella, haciéndole la plática de forma coqueta. Y Ginny lo permitió, no tenía nada mejor que hacer, así que se estaba dejando cortejar por aquel sujeto que resultó ser un auror. Estaban en esa fase donde él la llenaba de cumplidos en los que resaltaba su belleza, cuando aparecieron como salidos de la nada, Harry, Ron y George. Los tres pidieron tragos, mientras ella los miraba con fastidio. Sabía lo que significaba esa incursión de sus hermanos y su hermano postizo. Había tenido que lidiar con ellos durante toda su vida, y aunque la mayoría del tiempo Harry no se comportaba como los demás, en ocasiones como esa se unía a ellos para arruinarle el momento.

– Hola John– saludó Ron al sujeto – veo que ya conoces a nuestra hermana.

– ¿Hermana? – dijo él con nerviosismo. Obviamente Ginny había omitido el pequeño detalle que era una Weasley.

– Sí, estamos platicando – intervino Ginny perdiendo la paciencia de inmediato– Ahora largo de aquí.

– Oh tranquila, sólo venimos por bebidas – dijo Harry

– Pues ya se las sirvieron, ahora vayan a ver si aún queda alguna mujer a la que no le hayan metido mano

– Uf, qué carácter – dijo George de pronto mirando a John – Yo que tu, lo pienso dos veces y me decido por cualquier otra de las que hay por aquí.

El pobre de John se sonrojó de inmediato, pero no dijo nada.

– Sí, ya sabes lo que dicen de las pelirrojas – añadió Harry poniendo voz seria – No tienen alma y son sukubos devora hombres.

– ¡VÁYANSE AL DEMONIO! – gritó ella enfurecida, pero eso sólo logró que John se disculpara y se fuera, huyendo atemorizado de ahí.

Minutos después una Ginny furiosa, bebía un vaso tras otro de vodka y limonada, mientras Harry intentaba tranquilizarla.

– Lo hicimos simplemente porque John es un imbécil.

– Que pienses eso de él no significa que lo sea

– Lo es Gin. Se la pasa coquetéandole a toda la que se encuentra en el ministerio. Y ¿sabes qué es lo peor?

– ¿Qué?

– Que es casado.

– Lo estás inventando.

– Claro que no, mira – entonces lo buscó con la mirada y al encontrarlo se lo señaló a Ginny – Es tan descarado que ni siquiera se preocupa por quitarse el anillo.

Ella dirigió su mirada hacia él y en efecto vio en su mano el anillo que indicaba que John era casado, pero lo peor era que aquel tipo ahora se encontraba platicando muy de cerca con una joven y atractiva chica, que se encontraba sonrojada por lo que él parecía decirle. Seguramente los mismos cumplidos que le había dicho a ella. Ginny resopló, haciendo una expresión de fastidio mientras seguía enfurecida bebiendo sin control.

– Dijiste que no ibas a tomar – le recordó Harry junto a ella

– ¿Por qué sigues aquí? – le espetó – Ve a engañar a alguna mujer con tus mentiras y déjame en paz.

– Hey tranquila... Yo no tengo la culpa de que–

– Claro que sí, tu eres el culpable de que no encuentre a alguien decente. Tu eres el que me hace ver que todos los hombres son la misma mierda.

– No todos–

– Ni se te ocurra decir que no todos son mierda. ¡Todos son iguales! Son unos malditos mentirosos cerdos hipócritas – El chico de la barra la miró con cierto tipo de miedo y entonces Harry comenzó a reír – Cierra el pico Potter. Y tú – le dijo al chico – Sírveme otro trago.

Harry se recargó de lado sobre la barra para darse cuenta que Ginny comenzaba a entrar a su estado de ebriedad. Suspiró cansado, sabiendo que no podría ir contra su testaruda amiga y sabiendo que tendría que volver a cuidarla, esperando que no se pusiera tan mal esta vez.

– Odio a los hombres – dijo hipando repentinamente – Me volveré lesbiana...

– ¿Puedo ver? – preguntó él con voz divertida

– Ugh, Potter. En verdad eres despreciable. Deja ya de ver porno. – Volvió a dirigirse al chico de la barra y le dijo – Quiero un hechizo de refill automático en este vaso. Si en algún momento se llega a quedar vacío, vendré a colgarte de las pelotas ¿entendido?

Y entonces tomó su vaso y se levantó con dirección a la pista de baile, sin siquiera voltear a ver a Harry. Él le hizo un gesto de lástima al chico de la barra y se recargó en ella, observando a Ginny que había comenzado a bailar entre la gente. Primero lento, como entrando en ambiente, luego poco a poco soltándose ante la música, sin dejar de beber tragos de vodka con limonada. De pronto un tipo se acercó y comenzó a bailar junto a ella, al principio manteniendo cierta distancia y luego pegando su cuerpo al de ella de forma muy inapropiada. Harry se enderezó en modo de alerta, pero esperó unos momentos. En ellos, Ginny se deshizo del tipo, primero alejándose casualmente, luego tras la insistencia del sujeto, lo pisó con uno de sus afilados tacones, para luego con un rápido movimiento sacar su varita y apuntarle en el estómago con fiereza. No podía escuchar lo que ella le decía, pero seguramente era una amenaza bastante desagradable, por lo que el tipo dio un paso atrás y luego se alejó de allí. Ginny guardó su varita y volvió a su labor de bailar, pero esta vez cada que veía a alguien acercarse comenzaba a realizar pasos de baile ridículos y exagerados, logrando que la gente a su alrededor volteara a verla, algunos contrariados y otros burlándose.

Fue entonces cuando Harry decidió intervenir. Se acercó hasta donde ella estaba y la tomó del brazo.

– ¿Vienes a bailar conmigo?– le preguntó ella con voz pastosa

– Ya sabes que yo no bailo.

– Qué aguafiestas – resopló ella – "Mírenme, soy Harry Potter y no bailo" – Y entonces comenzó a hacer unos movimientos muy rígidos con los brazos.

– Eso parece un robot.

– Pues es tu paso. "Mírenme, soy Harry Potter el robot" – dijo haciendo el característico baile que imitaba a un robot

Harry rió inesperadamente, pensando que Ginny era imposible.

– Ya fue suficiente baile por hoy, vámonos – y entonces intentó quitarle el vaso, pero ella lo esquivó haciendo que se derramara un buen chorro– De verdad, calabaza. Estás haciendo el ridículo.

– Genial, porque yo amo hacer el ridículo. – Y entonces siguió bailando efusivamente, estirando los brazos mientras se dejaba llevar por la música. Harry suspiró cansado – Baila conmigo

– Ya sabes que yo no bailo

– Por favor – le dijo con ojos suplicantes – Sólo una canción y hago lo que me pidas.

– ¿Te irás a dormir?

– Una canción y me voy a dormir.

Harry resopló. Odiaba cuando Ginny lo retaba de esa forma, pero prefería bailar una canción y no tener que seguir soportando sus impertinencias.

– Qué demonios, está bien... – murmuró con pensar empezando a mover sus pies de un lado a otro.

– Por Dios, Harry... parece que estás matando cucarachas. No pises el suelo tan fuerte.

– ¿Cucarachas...? – preguntó contrariado

– Y mueve más el cuerpo – lo tomó por los brazos, para indicarle cómo – Así... relaja los músculos, no estés tan rígido. Ahora alza los brazos...

– No quiero

– ¡Que los alces! – Él obedeció pero seguía estando muy rígido. Parecía que sostenía algo sobre su cabeza mientras se balanceaba. – Suéltalos, como si hicieras figuras en el aire con ellos.

– ¿Para qué quiero hacer figuras en el aire?

Ella se detuvo, rindiéndose. Él bajó los brazos con fastidio.

– Eres un idiota, el único baile que sabes hacer es este.

Y entonces comenzó a hacer un movimiento pélvico que intentaba sugerir algo sexual, muy enérgico pero erróneo, lo que hizo que Harry bajara la guardia y se riera de ella, creyéndola increíblemente adorable.

– Te equivocas – le dijo interrumpiéndola – Es así – Y entonces comenzó a hacer el movimiento pélvico de adelante hacia atrás, apoyándose del movimiento de sus brazos mientras Ginny reía a carcajadas.

Sin darse cuenta la canción había terminado, pero ellos habían comenzado a realizar una serie de pasos cada vez más extraños y ridículos. Después de un larguísimo rato en que ambos se divirtieron como si estuvieran solos, salieron de la pista de baile y fueron a despedirse de los demás. Caminaron hacia la salida y cuando iban bajando los escalones que daban hacia la calle, Ginny se detuvo, recargándose en un muro.

– Mis pies están matándome...

– No debiste ponerte esos zapatos.

– Ya lo sé, genio.

Él le hizo un gesto para que se apurara, pero ella parecía querer sentarse.

– ¿Qué haces?

– No puedo caminar ni un paso más.

– No me jodas, Gin. Es hora de irnos...

– Cárgame...

– No – dijo él frunciendo el ceño. Entonces ella molesta, puso las manos en jarra y justo al dar el primer paso hacia él, apoyó mal el pie y se tambaleó, apenas logrando sostenerse del muro pero muy forzadamente – Vamos, Calabaza. Hay que descansar, mañana peleamos ¿si?

– Ok, pero déjame quitármelos – dijo tranquilizándose, pero al intentar sostenerse en un pie para quitarse el zapato del pie levantado, fue cuando se dio cuenta de que en verdad estaba muy ebria, ya que volvió a tambalearse pero esta vez no tuvo de donde sostenerse por lo que se fue de lado y cayó contra el piso, quedándose tirada en el camino de piedra hacia la calle.

– Por Merlín, Ginny. Voy a tener que internarte en Alcohólicos Anónimos – se acercó hasta ella y la levantó. Y aunque la idea inicial era que cada quien se fuera a su respectivo hogar, él la tomó con fuerza de la cintura y se fue directo al departamento de Ginny. Se quedó ahí un rato más, mientras ella se tomaba un café muy cargado y se le iba pasando el estado de ebriedad, platicando de todo y de nada al mismo tiempo, cuando de pronto entró por la ventana una conejo de luz, el patronus de uno de sus compañeros aurores, avisando con voz preocupada:

"Harry ¿dónde estás? Hubo un ataque a tu casa en Grimmauld Place, todo está deshecho. Ven cuanto antes."

Y entonces el patronus desapareció. Ginny y Harry se miraron contrariados, completamente llenos de consternación. Ginny se sintió muy lúcida de pronto, mientras Harry tomaba su chaqueta y se la colocaba.

– Voy contigo – le dijo ella casi sin pensarlo

– No, quédate aquí.

Y sin decir nada más, simplemente desapareció.


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