[Febrero.2024]
Tuve que partir este capitulo jeje. Creo que este es uno de mis capítulos nuevos favoritos. Tristemente, me quedan pocos capítulos escritos después de este y me voy a tardar un poco más en publicar porque las cosas de la vida se entrometen y no tendré mucho tiempo de escribir este mes. Pero, tengan por seguro que no estoy abandonando el barco!
Muchas muchas gracias a Mickky y ReneLuna por los reviews; de verdad me hacen el día! Es interesante la escasez de fics Hinny en español. Yo también he intentado buscar nuevos fics incluso en otras plataformas y nada. He estado pensando en tal vez traducir mis fics al inglés para llegar a más lectores, pero me intimida un poco y además quiero enfocarme en terminar de escribir este fic primero. Entre otras cosas, me pone feliz que Derek siga levantando empatía entre lectores. Muero por leer lo que piensan de este capítulo :) jeje
Y bueno, espero que lo disfruten. Feliz día de San Valentín un poquito atrasado.
Le prometeré la luna
By Aurum Black
Capítulo 15: El regalo de cumpleaños
La familia Weasley le organizó una modesta comida en la madriguera el día de su cumpleaños, sólo con gente cercana, sabiendo bien que Harry odiaba los eventos grandes. Él siempre agradecía mucho aquel gesto. A pesar de los años, después de una infancia de estar solo, apreciaba mucho el sentirse querido por su ahora familia. Sin embargo, ese año simplemente no quería celebrar. Estaba deprimido. Hacía un calor de los mil demonios. Quería encerrarse y dormir todo el día... Pero obviamente no tenía el corazón para cancelar los planes en la madriguera. Harry estaba recostado en su cama, en la que se había convertido su habitación en aquella casa. Originalmente era una habitación para visitas, pero una vez que Ron y Hermione comenzaron a dormir juntos en la habitación de Ron, Harry empezó a usar ese cuarto extra que se convirtió en oficialmente suyo. Estaba en el segundo piso al final del pasillo donde estaban las habitaciones de los demás, incluida la de Ginny. Ahí en silencio, escuchaba a lo lejos el ruido en la cocina de comida siendo preparada y cocinada y escuchaba al señor Weasley con algunos de sus hijos poner la mesa y una pequeña carpa en el jardín, mientras un grupo de niños jugaba alrededor corriendo por los terrenos junto a la casa.
Sabía que debía bajar a ayudarles, pero realmente no tenía ánimos de hablar con nadie, ni pretender que estaba feliz por cumplir años. Alguien tocó la puerta. Harry suspiró. No hizo amago de moverse.
–Ya casi voy, bajo en unos minutos –dijo intentando sonar alegre.
–¿Puedo entrar? –preguntó la voz de Ginny. Harry no pudo contestar –Si estás con el culo de fuera, vuelvo después...
–Pasa– dijo por fin él con voz ronca. Esa cabeza pelirroja que podría reconocer en cualquier lado se asomó por la puerta y luego entró con timidez.
Se acercó, tiró sus sandalias al suelo y luego se acostó junto a él, haciendo un poco de lado la tela de su falda que casi le llegaba a los tobillos. Harry llevaba unos shorts de verano y como ni así podía sentirse fresco, había creado con magia un ventilador invisible que soplaba aire sobre su cama.
–Oh esto se siente muy bien –dijo Ginny cerrando los ojos, disfrutando de la brisa artificial. Luego lo volteó a ver y le dio un apretón en la mano con cariño. –Feliz cumpleaños, Harry. –él intentó devolverle la sonrisa, pero no pudo.
–Gracias, Gin –le susurró sin poder verla a los ojos.
Ginny se giró para quedar recostada de lado hacia él.
–George dice que te está dando una crisis de edad
Harry rió por la ocurrencia.
–Tal vez.
–Oh Harry, sabes que 23 años es aún bastante joven ¿no?
–23 pero me siento como de 50 años –dijo Harry suspirando –Me siento muy cansado.
Ginny se acercó a él. Colocó la cabeza sobre el hombro de Harry y lo abrazó por el torso. Harry cerró los ojos perdiéndose en aquel gesto, en aquella cercanía. Sentía los pies desnudos de Ginny tocar la piel expuesta de sus piernas. El ventilador en el techo que había creado le traía el aroma del cabello de Ginny, el cual le llenaba los sentidos. Respiró profundamente inundándose de ese olor a flores. Ninguno de los dos habló. Harry no tenía ganas de pensar en nada, simplemente quería estar ahí en ese momento, con el cuerpo de Ginny acurrucado a su lado. Quería detener el mundo y quedarse ahí para siempre. Sin darse cuenta comenzó a dormitar, y por primera vez en quién sabe cuánto tiempo, se sintió relajado y en paz.
Lo despertó un golpeteo brusco en su puerta y el escuchar su nombre repetidamente.
–¡Harry! ¿Sabes dónde está... –La puerta se abrió en par. Se irguió como acto reflejo, casi a la defensiva. Se dio cuenta que Ginny seguía a su lado, y que más bien, ambos se habían quedado dormidos. Ron los veía con desconcierto desde el quicio de la puerta. –... Ginny? –Harry volteó a ver a la pelirroja sentada a su lado sobre la cama; de algún modo traía el cabello un poco alborotado.
—Nos quedamos dormidos —dijo Harry de forma automática. Sabía que aquello no se veía bien. Ron clavó la mirada en Harry y luego en Ginny; él conocía bien qué significaba ese gesto. El cerebro de su amigo estaba haciendo conjeturas y ya se imaginaba cómo iba a regañarlo después por "estar de aprovechado" con Ginny, aunque él no hubiera hecho nada.
–Derek llegó... te está buscando. –le dijo Ron a Ginny muy serio. Harry pudo ver cómo las mejillas de su amiga se sonrojaban; se puso nerviosa. De un movimiento se alejó de Harry y se levantó de la cama. Se puso sus sandalias de prisa.
–Nos vemos abajo –les dijo Ginny, para luego salir, pasando de lado de Ron sin voltear a verlo.
Harry volvió a recostarse esperando que Ron se fuera, pero en su lugar, se metió a la habitación cerrando la puerta tras de sí. Acto seguido, imitó a Ginny y se recostó a un lado de él.
–Oh esto se siente muy bien –dijo Ron al sentir la brisa sobre la cama.
Harry rió.
–Fue exactamente lo que dijo Ginny.
Ron soltó un jadeo ofendido, sentándose de golpe, mirándolo con los ojos desorbitados.
–¡Cabrón! ¡Sabía que le estabas metiendo la mano!
–¡Me refiero al ventilador, idiota! Dijo que el ventilador se sentía bien
–Oh...
Las orejas de Ron se pusieron muy rojas. Se recostó una vez más y se quedó en silencio. Harry no quiso decirle nada. Se sentía con el estómago y pecho vacíos. Aquella paz y tranquilidad que había sentido con Ginny a su lado se habían esfumado.
–¿Harry?
–¿Qué? –gruñó él casi sin querer.
–¿Qué está pasando entre tu y Ginny?
Harry suspiró con frustración.
–Nada. Absolutamente nada.
–Claro–fue lo único que contestó, aunque no sonaba convencido. Después de un momento de silencio, siguió hablando: –¿Sabes? Por un momento tuve un déja vu. ¿Recuerdas cuando los interrumpí de estar besándose en tu cumpleaños, antes de que nos fuéramos a buscar horrocruxes? –Harry no contestó. Ron de algún modo interpretó aquel silencio como una señal de seguir hablando –Ginny te llevó a su habitación para darte tu regalo y-
–Claro que recuerdo–dijo con brusquedad, interrumpiéndolo. Pensaba en aquel episodio más de lo que debería. Sobre todo en esas fechas, cerca de su cumpleaños. Cada año pensaba que no había regalo que igualara aquel beso. Lo inesperado que había sido. La intensidad que ambos desbordaban. La pasión con la que Ginny lo había besado. Su mirada decidida. Su valentía. Su atrevimiento. Cuando Harry se sentía tan intimidado por ella.
–¿Sabes? En el fondo siempre esperé que ustedes dos recapacitaran y acabaran juntos. –Harry sintió ganas de aparecer una cinta para sellarle los labios a su amigo. O de meter su cabeza bajo tierra. –No sé... Derek es muy bueno con ella y todo, pero... –se quedó en silencio. Esta vez Harry esperó que prosiguiera, pero él no lo hizo. Sintió ganas de estrangularlo pero ahora por quedarse en silencio. Así era su amigo. Hablaba cuando debería callarse y se callaba cuando debería seguir hablando.
–¿Pero qué?
Ron suspiró como frustrado.
–¿Si te das cuenta que Derek es sólo una distracción para mi hermana, no?
Harry sacudió la cabeza en automático.
–Su relación va en serio
–Y eso la está angustiando, cuando debería estar contenta ahora con sus planes... –Harry volteó a ver a su amigo
–¿Qué planes?
Pero Ron lo ignoró y siguió hablando.
–Y luego el otro día nos preguntó a Hermione y a mí que qué significaba si alguien le decía que quería ponerse sus zapatos de aretes –Harry desvió la mirada de vuelta al techo. El recuerdo le llegó de lleno al cerebro. Los dos borrachos en aquel club. Harry coqueteando con Ginny, y ella coqueteándole de regreso. O viceversa. Las escenas en su mente eran borrosas, pero recordaba con claridad que le había dicho aquella frase. Cerró los ojos de nuevo, maldiciéndose... –Hermione le explicó el significado pero no quiso decirnos quién le había dicho esa guarrada. No sé, Harry. Derek me da un poco de mala espina...
Harry resopló.
–Como si Derek supiera lo que esa frase significa—Ron le soltó un puñetazo en el brazo. —¡Ouch!— gritó quejándose del dolor.
–¡Cabrón! ¡Sabía que habías sido tu quien le dijo lo de los zapatos! –le reclamó Ron.
–¿De qué hablas? –dijo sobándose el brazo
–Hazte el idiota... ¿Como por qué Ginny nos preguntaría a nosotros cuando tu eres su confidente y maestro de guarradas?
–No sé, tal vez le dio pena o qué se yo...
–¿Desde cuándo Ginny siente pena contigo?
–No sé, Ron. ¿Por qué no le preguntas a ella? Hay que cosas que ya no me cuenta desde que está con Derek...
Ron lo miró con tristeza, como queriendo decir algo más, pero se quedó callado esta vez. Harry lo agradeció internamente. Se quedaron en silencio un buen rato, hasta que Hermione gritó sus nombres, pidiéndoles que bajaran para la comida, que estaba lista. Se levantaron muy a fuerzas de aquel cómodo escondite. Antes de salir, Ron lo tomó del hombro y lo miró con seriedad.
–Aún estoy apostando por ti, Harry. No creo que haya nadie más perfecto para mi hermanita que tu. —Harry lo miró atónito, sin poder creer lo que sus labios decían — Aunque seas un guarro y seas un idiota que tiene metida la cabeza en el culo y no te quieras dar cuenta de lo que sientes por ella... pero yo creo que aún estás a tiempo de luchar por ella. No la dejes cometer una estupidez.
Ron salió de la habitación, dejando a Harry por detrás, quien se quedó un poco petrificado por aquella confesión. Las palabras de Ron, sin embargo, fueron siendo procesadas por su cerebro con lentitud. De algún modo, se sintió reconfortado. Al seguir el camino por donde Ron había bajado, Harry sintió un cariño inmenso por su mejor amigo de toda la vida.
La comida fue muy amena. Harry estaba un poco de mejor humor después de la plática con Ron, así que soportó la plática con todo el mundo de buena gana. La familia Weasley y sus respectivas parejas lo llenaron de regalos que él apreció mucho, sin importar lo que fueran. Aquella gente lo había prácticamente adoptado. Después de pasar su infancia siendo huérfano, el sentirse querido por ellos aún le llenaba el corazón como nada más en el mundo. La comida, las risas, el pastel... absolutamente todo, lo hacía sentirse afortunado. O casi todo. El hecho de que fuera Derek quien estaba sentado junto a Ginny y no él, era como una espina clavada en la piel. Aunque ella no dejara de platicar con Harry y de prestarle toda su atención a él, la simple presencia de Derek, era como una mancha sobre un lienzo en blanco.
Después de un rato, los pequeños corriendo por el jardín fueron por él. Teddy, Victorie y Dominique lo jalaron con entusiasmo y lo llevaron a la mesa de niños. Harry aceptó de buena gana escapar un poco de los adultos. Además Harry los adoraba por completo. Entre los tres le pusieron un gorro de cumpleaños en la cabeza y le colgaron una capa en la espalda. Harry jugó con ellos un buen rato hasta que comenzó a anochecer y ellos fueron cayendo dormidos, exhaustos después de correr toda la tarde. Teddy fue el último en colapsar. Harry lo cargó, con su pequeña cabecita sobre su hombro, y lo llevó hacia la sala. Iba a recostarlo en un sofá, cuando Andrómeda entró y prefirió llevárselo de una vez. Se lo entregó a su abuela y luego volteó para encontrarse con la intensa mirada de Ginny.
–Tengo un regalo más para ti –le dijo ella sonriendo
Afuera, los demás seguían platicando.
–Sabes que no es necesario –dijo él pensando en la serie de regalos que Ginny le había dado: un par de libros muggles de misterio, un par de entradas para un parque de diversiones muggle, y más ropa nueva.
–Sígueme.
Ginny lo dirigió por las escaleras con emoción. Harry se sintió desconcertado, con esa sensación de déja vu. Curioso que Ron hubiera mencionado aquel beso en su cumpleaños diecisiete. Se preguntaba si Ginny pensaba en ese momento tanto como él.
Pero esta vez no entraron a la habitación de Ginny, sino que se dirigieron al final del pasillo, de vuelta a la habitación de Harry. Al entrar, pudo ver que la ventana estaba abierta y un telescopio apuntaba hacia afuera. Entre decepcionado y confundido, Harry se acercó a aquel objeto.
–Gracias Gin –dijo intentando sonar entusiasmado.
Ella rió.
–Ese no es el regalo. Esto es –Le dio un sobre amarillo del tamaño de una hoja de papel. Lo abrió y sacó el contenido, leyéndolo de inmediato.
"Certificado de Estrella. La estrella con las coordenadas siguientes ha sido registrada con el nombre HyG..."
Harry releyó aquel papel que tenía una serie de números y sellos oficiales de organizaciones muggles.
–¿Me compraste una estrella? –preguntó creyendo entender.
–Es de los dos –le dijo con una sonrisa. Harry no podía dejar de ver aquel texto "HyG" y sentir un aleteo en su pecho. –Técnicamente sólo la nombré.
Harry cerró la distancia entre los dos y la abrazó. Ella recargó el rostro en su pecho y Harry la envolvió con cariño.
–Gracias, Ginny. Es un regalo muy tierno.
–Siempre había querido darte algo equivalente a nuestras pulseras. –Le dijo aún contra su pecho– Algo que sin importar lo que pase nos recuerde que estaremos siempre el uno para el otro. –Harry la soltó y se separó un poco de ella para verle el rostro –Ahora cada que mires al cielo, sabrás que ahí está nuestra estrella.
Ginny le sonrió, pero Harry pudo ver su mirada triste. Sabía que estaba atormentada por aquello que guardaba. Harry no aguantaba verla así, y entonces no pudo contenerse.
–Sé que te irás a vivir con Derek –El rostro de Ginny pasó por miles de emociones en un segundo.
–Harry...
–Está bien, Gin. No tienes de que preocuparte. Todo está bien entre nosotros. —le sonrió a Ginny, intentando no lucir triste. Ella suspiró como aliviada —Sabía que algún día te irías con algún orangután.
Se sentó en la orilla de su cama, dejando los papeles y el sobre en la mesita de al lado. Se sintió sorprendido de sí mismo por la calma y resignación con la que estaba reaccionando.
–Oh Harry, siento no habértelo dicho antes. ¿Cómo sabes? Fue Ron, ¿verdad? –Harry rió sin aceptar nada, sabiendo que lo culparía de todas formas
–Me dijo que estabas muy angustiada, cuando deberías estar emocionada. – Ginny se mordió el labio, desviando la mirada –¿No estás convencida?
Ella suspiró. Se acercó a él y se sentó a su lado.
–La verdad es que no lo sé.
–¿Por qué?
–No lo sé.
–Pero igual te vas a ir a vivir con él –dijo Harry. No era una pregunta sino afirmación. La conocía muy bien. Ya había tomado la decisión.
Ella asintió.
–Supongo que es normal dudar —dijo ella más como para sí misma.
Harry se encogió de hombros.
–Yo no dudé ni por un segundo mudarme contigo
–Pero tú y yo somos diferentes.
Harry giró su cuerpo un poco hacia ella, y ella hizo lo mismo. Lo tomó de la mano.
–Te voy a extrañar –le dijo él en un susurro, mirándola directamente a los ojos. Sintió que sus rostros se estaban acercando. Sus frentes se tocaron. Sus anteojos chocaron contra la cara de Ginny pero ella no se inmutó. Harry se detuvo. Cerró los ojos, sintiendo su respiración agitada.
–¿Harry?
–¿Mmm?
–Tengo un regalo más para ti.
Y entonces, Ginny cerró la mínima distancia que quedaba entre ellos y lo besó. Harry estaba con la guardia baja. Quedó petrificado. Los suaves labios de Ginny se apretaron contra los de él que muy apenas se movieron. Unos segundos después, Ginny se alejó de él, levantándose apresurada.
–Ginny...
–Feliz cumpleaños, Harry –le dijo con la voz entrecortada, a punto de escapar.
Harry se levantó y la siguió con una rapidez sorprendente. Antes de que pudiera llegar a la puerta, Harry la tomó por el brazo, girándola hacia él.
Y entonces, tomó el rostro de Ginny entre sus manos y la besó. Primero sus labios se encontraron con cautela y dulzura; luego, al sentir que Ginny le respondía y lo rodeaba con los brazos por el torso, la besó con ganas. Era tan suave y deliciosa. ¡Cuánto la quería! Sus pensamientos y emociones estaban de cabeza. Pero entonces, con la misma rapidez con que habían juntado sus labios, Ginny rompió el beso y deshizo aquel abrazo con suavidad. Ella evitó su mirada mientras intentaban recuperar el aliento. Se alejó de él. Harry presintió que se sentía contrariada. Incluso él mismo se sentía muy desconcertado, sin poder creer lo que acababa de pasar. Harry se acercó a ella con cautela, pensando en cómo reconfortarla, pero no supo qué decirle. La tomó de la mano, y sin pensarlo volvió a envolverla en sus brazos, recargando su frente en la de Ginny.
–Creo que debo irme... –susurró ella, atrapada contra el cuerpo y el rostro de Harry, mirándolo nerviosa.
–¿No hay más regalos bajo la manga?
–Idiota –le dijo empujándolo con una sonrisa apenada, intentando soltarse de su abrazo, pero Harry la aferró con fuerza. Sin pensarlo, comenzó a besarle el rostro, trazando una línea invisible. La quijada, la mejilla, el pómulo, la sien. Ella cerró los ojos. La sintió relajarse entre sus brazos y él también se relajó, soltándola. Le besó la frente y Ginny suspiró rendida. –Oh Harry...
–¿Mmm? –murmuró con los labios aún sobre la piel de Ginny, con los ojos cerrados, aspirando el aroma de su cabello.
Ella se separó de él con brusquedad.
–¿Sabes que eso es lo más promiscuo que un hombre puede hacer, no?
Harry estaba confundido. Ginny caminó hacia la puerta.
–¿Eh?
–El beso en la frente. –Tomó la perilla de la puerta
A pesar de todo, Harry rió desconcertado pero divertido.
–Tengo movimientos aún más promiscuos –dijo sin pensarlo. Maldiciéndose, porque seguramente eso terminaría de ahuyentarla.
Pero entonces, contra todo pronóstico, ella giró el seguro de la puerta, encerrándolos dentro de la habitación.
–Estoy contando un poco con ello –le dijo Ginny en un susurro, viéndolo a los ojos.
Harry le sonrió como nunca antes, lleno de emoción. Se encontraron a medio camino cortando la distancia entre ambos. Ginny le acarició el rostro y le quitó los anteojos con cuidado, poniéndolos sobre un mueble al lado de ellos. Harry volvió a besarla en los labios con intensidad. La aferró con ganas, pasando las manos por su suave cabello. La besó casi con desesperación y Ginny le respondió el beso con la misma efusividad. Podía sentir sus pequeñas manos sobre su torso y luego moverse hacia su espalda, metiéndose debajo de su playera, buscando su piel. Harry suspiró en sus labios al sentir las manos de Ginny acariciarlo. Con una mano la aferró del cuello, enterrando los dedos en su nuca con suavidad. Bajó la otra mano por la espalda de Ginny, deteniéndose en su espalda baja, empujándo el cuerpo de Ginny contra él. Los labios de ambos se movían uno contra el otro, haciéndolos perder la respiración. Harry empujó su lengua dentro de los labios de Ginny y ella gimió, haciendo que su entrepierna se pusiera dura.
Estaba pasando. De verdad aquello estaba pasando. No era una más de sus fantasías o sueños. En realidad tenía a Ginny entre sus brazos y la estaba besando como nunca antes. Y Ginny se encontraba igual de perdida que él entre besos y caricias. Ninguna fantasía se comparaba a la sensaciones que estaba experimentando en ese momento. Su aroma, su piel, sus labios, su cuerpo...
–Harry... –susurró ella una vez que él abandonó sus labios para besar su cuello. –Harry, espera... – Harry no quería esperar. Quería pisar el acelerador. –Harry, para...–él se detuvo, sintiendo una punzada de decepción. Dejó su rostro enterrado en el cuello de Ginny, calmando su respiración contra su suave piel. Pero ella lo seguía tocando. Metió las manos en los bolsillos traseros de sus shorts. –Tu varita... dámela
Desconcertado, pero obedeciendo, Harry se separó de ella y sacó su varita de su bolsillo delantero. Ginny se la arrebató casi con desesperación.
–¿Qué...?
Ginny hizo unos movimientos circulares con la varita, apuntando alrededor de la habitación
–Muffliato
Le devolvió la varita, mirándolo fijamente con ojos que brillaban de emoción. Harry tiró la varita hacia un lado. Escuchó cómo rebotaba en el piso.
–¿Muffliato? –le preguntó tomándola de la cintura y acercándola a él.
–Soy muy ruidosa –le susurró ella en el oído, traviesa.
Harry la envolvió con los brazos por la cintura y la cargó, llevándola hacia su cama. Ella rió sorprendida. Harry se dejó caer sobre el colchón, con Ginny bajo él. Se colocó sobre ella, quitando el peso de su pequeño cuerpo lo más que pudo. Su rostro estaba sobre el de ella. Sus miradas fijamente conectadas, con deseo desbordándose de ellas. Quería decirle que significaba absolutamente todo para él. Que era su mundo entero. Pero no supo cómo articularlo, así que sólo la besó. Las manos de ambos llegaron a lugares que nunca antes habían explorado, al menos no de esa forma. Ginny recorrió sus brazos y su torso, para luego bajar y acariciar sin disimulo el bulto en su entrepierna y después meter las manos debajo de su ropa interior y tocarlo, haciendolo maldecir entre susurros. Harry por su parte, acarició sus pechos, primero por sobre su blusa blanca, y luego metiendo la mano debajo de ella. Luego bajó a su abdomen para besarlo, mientras acariciaba con sus manos las piernas de Ginny, haciendo a un lado su falda como podía. Puso la mano en la entrepierna de Ginny, estaba mojada, la podía sentir por encima de la delgada tela de su ropa interior. La acarició haciéndola suspirar y moverse extasiada. Se arrodilló entre sus piernas y se irguió, separándose de ella. Se veía hermosa ahí acostada, con su pelirroja melena alborotada sobre la cama, con la respiración agitada, con el pecho subiendo y bajando con desesperación. Tomó la pierna izquierda de Ginny con suavidad y la alzó hacia su rostro, besando la parte interna, comenzando por su tobillo para luego ir bajando hacia su muslo. Ginny suspiraba y gemía como si estuviera a medio orgasmo. Harry estaba extasiado y muy, muy caliente de sólo escucharla. Harry siguió su camino hasta encontrar sus pantaletas de color negro. Harry exhaló con fuerza entre las piernas de Ginny y ella soltó un suspiro ahogado. Harry puso sus labios sobre la tela y los movió estimulándola, haciéndola gemir con más fuerza. Por Merlín, se iba a venir de puro escuchar esos sonidos. Sin poder contenerse más, jaló la tela a través de sus piernas y se deshizo de sus pantaletas.
–Siempre me pregunté si eras pelirroja aquí también –le dijo acariciando con suavidad su vello púbico y luego aquel botón que estaba hinchado de placer.
–¿Siempre? —le preguntó entre suspiros
–Siempre —susurró él.
Ginny se retorció de placer mientras él tocaba su centro. Después, volvió a acomodarse sobre ella y a besarla con pasión. Ginny comenzó a desvestirlo como pudo. Jaló su playera, luego desabrochó la parte delantera de sus shorts y bajó sus boxers, haciendo que él se deshiciera de cada prenda. Luego, en un abrir y cerrar de ojos entre los dos le habían quitado a ella la falda, la blusa y el sostén. Y allí estaban uno frente al otro. Desnudos y llenos de deseo. Harry casi se muere de ver a Ginny. Sus pequeños pechos eran muy redonditos y sus pezones estaban duros. Harry los atacó besándolos, lamiéndolos y mordiéndolos, volviendo loca a Ginny.
–Harry... hazlo ya...
–¿Mmm?
–Te quiero dentro -susurró tomando la parte íntima de Harry, que se encontraba muy dura.
Harry se alejó y buscó con rapidez entre sus cajones por un condón. Se lo puso en un par de instantes y luego se colocó de vuelta sobre Ginny y entre sus piernas. Tal vez debió haberle preguntado si estaba segura, pero no se le ocurrió más que dejarse ir dentro de ella. La miró fijamente mientras la penetraba, con el rostro a unos centímetros del de ella. Ginny cerró los ojos y abrió la boca, como si se le hubiera ido el aire del pecho. Harry le besó la barbilla y le acarició el rostro.
—¿Estás bien?
Ella asintió sonriendo. Harry comenzó a moverse sobre ella, primero con lentitud y luego agarrando buen ritmo. La miró mientras la embestía.
—Oh.. oh... Harry... sí... así... dios
—Te sientes tan bien, Gin...
Le besó los labios con fuerza. Era el maldito paraíso. Sus cuerpos se fusionaban como si se conocieran de siempre. Ninguno de los dos sentía pudor de besar, morder, tocar y agarrar cada parte del otro. Era como si tuvieran derecho de antigüedad.
De pronto a Harry le dio miedo venirse pronto. Tuvo que disminuir la intensidad para controlarse.
—No pares... —le susurró ella besando su hombro
—Me voy a correr —le confesó sin pena.
—No importa
—No quiero que acabe esto...
La besó acariciando con su lengua los labios y lengua de Ginny, haciéndola soltar un suspiro ahogado una vez más.
Tuvo que hacer uso de todo su autocontrol para continuar. Le dio besos suaves en el rostro que ahora estaba cubierto de sudor.
Quería decirle que iban muy rápido. Que quería saborearla más. Que quería besar cada parte de su cuerpo primero. Se dio cuenta que no quería que aquello fuera sólo un encuentro casual. Quería extender cada beso y cada caricia, cada roce y cada movimiento. Quería pasar con ella toda la noche. La quería encima de él. La quería en cuatro. En todas las posiciones posibles. Pero estaba muy caliente. Y los dos estaban ebrios de placer. Sus cuerpos se movieron uno contra el otro con desesperación. Ginny susurraba y gemía su nombre en su oído. Harry no pudo aguantarse más y se dejó ir, perdiéndose en el orgasmo. Cerró los ojos mientras los espasmos lo recorrían de pies a cabeza. Dejó caerse sobre ella un poco, intentando distribuir su peso entre sus propios brazos y piernas. Enterró su rostro en el cuello de Ginny, aspirando la mezcla de sudor y flores, aún sin salirse de ella.
Ninguno de los dos dijo nada por un buen rato. Sólo escucharon sus propias respiraciones regularse. No supo cuánto tiempo se quedaron allí. Harry estaba pensando que lo más sensato en esos momentos sería declararle sus sentimientos. Pedirle que volvieran a hacerlo. Que se dedicaran a hacerlo todo el día sin parar.
Unos fuertes golpes en la puerta los sobresaltaron a ambos.
—¿Ginny? —dijo Derek afuera
Ginny jadeó en shock; lo empujó fuera de ella y a un lado.
—Mierda, mierda, mierda —susurró llena de pánico.
Harry estaba petrificado. Ginny se estaba colocando sus prendas con una rapidez sorprendente.
—Gin...
—Sé que estás ahí... —dijo Derek con voz firme volviendo a tocar la puerta
—Por favor, Harry, vístete —su voz se había quebrado y un par de lágrimas brotaban de su rostro. Harry quería abrazarla, pero en lugar de eso le obedeció. Se quitó el condón y lo tiró en el cesto de basura. Luego se vistió con rapidez. Ginny se acomodó el cabello, se limpió el rostro, y se dirigió a la puerta. Le hizo señas para que se fuera al otro lado de la habitación. Harry se acercó al telescopio, pretendiendo que lo estaba usando, dándole la espalda a la puerta. Escuchó a Ginny abrirla —Hey... lo siento, estábamos distraídos con el telescopio... ¿nos vamos?
—¿Por qué estaban encerrados?
—Ehh...
—¿Muffliato, Ginny? ¿Crees que no me di cuenta?
Harry se volteó al escuchar el tono de voz de Derek. Ginny había comenzado a balbucear sin poder formar palabras coherentes.
—Estábamos peleando —intervino él con rapidez. —No queríamos que nos escucharan
Derek lo miró fijamente, luego a Ginny y finalmente escaneó la habitación con sospecha. Harry sabía que todo los incriminaba. La cama era un desastre, ellos estaban agitados, sudorosos y despeinados, y seguramente la habitación olía a sexo. Los ojos de Ginny estaban vidriosos y su cara estaba llena de culpa. Harry, sin embargo no podía dejar de pensar en Ginny gimiendo bajo él.
Derek soltó el aire que estaba conteniendo. Su expresión denotó shock. Lo miró directamente a los ojos. Harry recordó aquellas amenazas que Derek le había hecho en San Mungo. Le había prometido romperle la cara si se sobrepasaba con ella. Harry apretó el puño casi sin pensarlo, listo para literalmente pelear por Ginny.
—Siempre lo supe... –susurró apenas viendo a Ginny —soy un maldito idiota.
Se volteó para irse, pero Ginny lo tomó del brazo con rapidez
—Derek...no es lo que crees
Harry se sintió extraño. Porque era absolutamente lo que Derek creía.
Derek se soltó de Ginny con brusquedad.
—Traes la blusa al revés —le dijo él con voz seca. Ginny abrió los ojos sorprendida y se miró la blusa. Harry podía ver la etiqueta en su espalda—Se acabó...
Salió con prisa y Ginny lo persiguió de inmediato, llamando su nombre.
Harry se fue detrás sin pensarlo, llamándola a ella, sin respuesta.
