10. Celos

Carol y Daryl se separan rápidamente al oír la voz de Lilly. Ni siquiera tienen tiempo de analizar lo que acaba de pasar.
—Lilly... —se adelanta a hablar Carol —. Esto... esto no es lo que parece.

La niña arquea una ceja.
—Os estabais besando —dice con seguridad, a ella no la engañan —. ¿Ahora vas a tener un bebé? —pregunta aplaudiendo y dando saltitos emocionada.

Carol y Daryl se miran sin comprender y vuelven la atención a Lilly.
—¿Por qué dices eso, Lilly? —pregunta Daryl.

—Mi Hada dijo que para tener bebés la tenía que besar un hombre, así que... —se congela al recordar algo —. ¡Oh, mierda! Se me olvidó robarte las pastillas.

Carol mira a la niña intentando comprender, y Daryl se pellizca el puente de la nariz en un desesperado intento de aclarar su mente para hablar con su sobrina.
—A ver, cariño... no puedes decirle a nadie lo que acabas de ver ¿Vale?

—¿Por qué no? —pregunta algo molesta, estaba deseando contárselo a su padre.

—Pues porque... porque es un secreto y los secretos deben guardarse, o sino Santa Claus no te traerá nada por Navidad.

Lilly se encoge de hombros.
—Me importa una mierda ese gordo moralista.

Carol y Daryl vuelven a mirarse sorprendidos por el vocabulario que tiene. Es una vieja encerrada en el cuerpo de una niña de seis años. En otro momento se reirían, pero ahora tienen demasiado miedo de que ese secreto haya sido descubierto.

Lilly nota la desesperación en ellos y decide apiadarse.
—Vaaaale, no diré nada ¡Con una condición! —los mira malévola —. Besaos otra vez —exige cruzándose de brazos.

—No... no vamos a hacer eso —se niega Carol.

—Pues vale —echa a correr a casa —¡MAM...

—¡ESTÁ BIEN! ¡ESTÁ BIEN! —grita Daryl para traerla de vuelta. Menos mal que el lago está a cierta distancia de la casa.

Lilly corre hacia ellos saltando feliz y los mira expectante.
—Pero un beso de verdad, hasta que yo cuente diez.

—Pero cuentas a un ritmo normal —pide Daryl, que conoce sus trampas.
No sabe si Carol está de acuerdo con eso, pero no ha visto otra salida.

Vuelven a mirarse, han perdido la cuenta de las miradas que han compartido ya en esos dos minutos que llevan hablando con Lilly. Miradas confusas, sorprendidas, y ahora... ahora no saben cómo calificar esa mirada que están lanzándose.
Están un frente al otro, en silencio, con la respiración acelerada, los labios aún rojos tras el beso anterior, atrapados a merced de ese diablillo que no levanta un palmo del suelo.

—¡VENGA! —se impacienta Lilly. Sus padres no se lo piensan tanto cuando les pide que se besen.

Daryl resopla, y un mechón de su cabello que caía sobre sus ojos se eleva suavemente.
—Lo siento, es por nuestro bien —le dice a Carol antes de tomar su rostro y acercarlo al suyo.

—Por nuestro bien —repite ella cerrando los ojos segundos antes de que sus labios vuelvan a hacer contacto.

Y se besan de nuevo, esta vez es suave, no tan desesperado, por lo que tienen tiempo de centrarse en las sensaciones que el otro les provoca.

Lilly sonríe y se marcha silenciosamente de allí antes de que se den cuenta.

Un escalofrío recorre la nuca de Carol cuando la mano de Daryl se desliza hasta allí y sus dedos se enredan con los mechones de su cabello. Daryl respira pesadamente ante el movimiento de la mano de Carol, que va del pecho hasta sus hombros rozando su cuello.
El corazón se les va a salir, y sienten un pellizco en el bajo vientre que hasta duele.
Carol nota la lengua de Daryl pedir permiso para entrar y ella gustosamente se lo concede para profundizar así en ese beso tan...
Entonces recuerda la presencia de Lilly, se separa abruptamente de Daryl. Mira hacia atrás, pero la niña ya se ha ido.

Daryl la busca entre la oscuridad, y logra ver la luz de su linterna entrando en la casa.
—Bichejo astuto —sonríe a Carol, pero su mirada no le gusta.

Carol lo mira aterrada respirando aceleradamente.
—Esto... esto no puede repetirse —dice nerviosa, alejándose de allí todo lo rápido que sus piernas le permiten.

Daryl se queda ahí sentado, viéndola marchar, muriéndose por volver a sentir sus labios. Él sí quiere que se repita.

Carol cierra la puerta de la habitación tras ella y apoya la espalda contra esta. Respira agitada, con el pulso aún acelerado, y sabe que no es cansancio por la velocidad con la que ha corrido para llegar del lago a la casa.
Se lleva una mano temblorosa hacia su rostro y acaricia sus labios con sus dedos. Aún puede sentir la aspereza de su barba contra su barbilla, la fiereza de sus labios contra los suyos, su lengua...
Junta las piernas cuando siente una punzada de placer, y casi sin pensarlo mete su mano en el interior de sus pantalones buscando su propia liberación. Ahí de pie, a oscuras, contra la puerta y con Tobin roncando a escasos metros, pero no le importa, lo necesita desesperadamente.
Está excitada, húmeda como hace años que no estaba. Su respiración se acelera con cada movimiento de sus dedos sobre su clítoris.
Sujeta entre sus dientes sus fotos íntimas que Daryl le entregó para ahogar sus gemidos.
Fotos íntimas que él ha visto y ha utilizado para masturbarse. Lo vio, vio como brotaba su semen, su gesto de placer...
Introduce dos dedos en su interior.
Habría amado estar ahí, cabalgarlo, sentirlo entrar y salir hasta hacerlo venir dentro de su ser.
Muerde con fuerza cuando su clímax llega. Gime en silencio y balancea su cuerpo hasta la última réplica de su orgasmo.
Y entonces... llega la culpa. La culpa por ese beso, por el deseo de ser su amante, por lo que acaba de hacer... pero también llega el miedo. El miedo de que ni en el mejor encuentro sexual con Tobin ha sentido las emociones que ha tenido con ese beso. Ni con Tobin ni con nadie, eso ha sido algo único que, por su bien, no volverá a repetirse.
Se deja caer al suelo inmersa en sus pensamientos que ahora mismo son un lío sin sentido.

Daryl entra en su habitación, cierra la puerta despacio y apoya la frente contra esta.
Se lame los labios. La ha besado, LA HA BESADO, y esta vez despertará al día siguiente sabiendo lo que se siente, aunque no sabe si alegrarse por ello.
Su corazón está acelerado, y cientos de mariposas revolotean en su estómago.
Aún puede sentir el sabor de sus labios, tan suaves y dulces, el tacto de su piel, sus manos sobre su cuello... No ha sentido algo así en su vida.
Gime mientras se acaricia su miembro sobre el pantalón, ni siquiera necesita sacarlo, lleva duro desde el segundo uno del primer beso. Ansía estar dentro de ella, darle placer, lento, rápido, suave, duro, como ella desee, con gusto cumplirá. Necesita sentirla venir y derramarse en su interior de la misma manera que está haciendo ahora dentro de sus pantalones.
Se muerde el labio para ahogar sus gemidos y respira una vez que su clímax se marcha, llevándose con él la urgencia de hacerla suya, pero no el deseo de ello.
Debería sentirse culpable por lo que acaba de pasar, pero... no, no hay culpa, no hay arrepentimiento, sólo una punzada de dolor porque parece que Carol no sintió lo mismo que él.
Se pellizca el puente de la nariz frustrado sin saber qué va a hacer ahora.


Andrea despierta temprano, es un día muy caluroso y ya no aguantaba más en la cama.
Merle es una estufa, que en invierno viene bien, pero ahora no lo soporta. Prepara lentamente el ca...
—No, no. Café no —se regaña —. Descafeinado, no voy a cometer el mismo error que con tu hermana —murmura acariciando su vientre.
Aún no termina de creer que de nuevo esté embarazada, y por momentos se olvida de ello.
Camina con su taza humeante al exterior y se sienta en el porche contemplando a lo lejos el lago en el que tanto jugó de niña y en el que tantas fiestas montó de adolescente.
Sonríe, es curioso que en todos sus recuerdos esté Carol. Siempre fue su compañera de aventuras, juergas y excesos. La conoce como a una hermana, siempre han estado la una para la otra, y la verdad, es que la ha extrañado muchísimo esos últimos años que han estado separadas.
Cierra los ojos para relajarse escuchando el suave silbido del viendo entre las ramas de los árboles y moviendo el móvil de cañas de bambú colgado del techo.

—¡SE LO VOY A DECIR A MAMÁ! —grita Lilly.

Andrea abre los ojos y resopla. Adiós tranquilidad, hola maternidad.

—¡MAMÁ! Matthew y Sam dicen que les he roto los AirPods y yo no he sido!

—¡Mentira! —se defiende Sam —. Me he despertado y estaba jugando con ellos.

—¡Los estaba recogiendo del suelo!

—¿Y cómo acabaron en el suelo si estaban en el cajón de mi mesita? —interroga Matthew.

—Porque se cayeron cuando la abrí para coger tu Iphone para jugar a los juegos.

—¿Ves como has sido tú?

—¿Y quién te dio permiso para coger mi Iphone?

Andrea se levanta.
—Vale, se acabó. Lilly, no puedes coger las cosas de tus hermanos sin su permiso. Ahora pídeles perdón.

Lilly mira desafiante a su madre que la observa mientras sorbe tranquilamente su café.
Sabe que es una discusión perdida y no quiere ser castigada sin bañarse en el lago.
—Perdón —se disculpa con la boca pequeña.

Andrea entra en casa dando el asunto por zanjado.

—Pero mamá, pidiendo perdón no se arreglan mis airpods —refunfuña Sam caminando tras ella.

—¡UN CAFÉ! ¡Sólo pido tomarme un café tranquila! —se altera. Acaba de empezar el día y ya está agotada.

—Yo te compraré otros nuevos, hombretón —dice Daryl que está sentado a la mesa de la cocina removiendo su café.

—Buenos días —saluda Andrea aún alterada.

Él responde con una inclinación de cabeza viéndola marchar por el pasillo seguida por sus hijos varones que le reclaman que hago algo con Lilly.
No quiere hablar con su cuñada, vaya que note algo diferente en él y acabe enterándose de lo que pasó anoche.
Espera unos segundos más mirando hacia la puerta deseando ver a Carol aparecer. Necesita verla, necesita saber si su reacción de ayer fue fruto del miedo a sus sentimientos por él, y no porque no sintió lo mismo.
Espera...
Espera...
Se escucha un ruido.
Espera...
No es ella.
Espera...
resopla defraudado y se gira para intentar centrarse en su café.
—¡Dios, Lilly! —se sobresalta al verla sentada frente a él con esa sonrisa tan suya.

—¿Os besasteis mucho? —susurra interesada con tono pícaro.

—Recuerda el trato —dice con seriedad.

Lilly finge poner una cremallera en sus labios y tirar la llave.

—¿Ya se rompió el hechizo entonces? —pregunta, pero su tío parece no comprender —. En la sirenita el hechizo se rompe si el príncipe besa a Ariel.

Daryl no sabe qué responder, pero recuerda que su Úrsula/Vanessa aún no lo ha llamado. Van 24 horas y como sospechaba parece que si él no se acuerda de llamar ella no lo hará.
¿Se ha roto el hechizo? No, porque nunca lo hubo. Sólo fue un hombre desesperado que se casó por temor a quedarse solo, y ahora no se atreve a decirle lo que está sintiendo por Carol por miedo a hacerle daño. Él la eligió a ella, sabiendo cómo era y su negativa a tener hijos. Nunca le mintió, y ahora deberá aguantar en ese matrimonio, en el que él mismo con gusto se metió, fingiendo amor eterno.

Carol mira a Tobin con culpabilidad ¿Cómo ha podido hacerle eso? Se siente mal, quiere confesárselo y a la vez no porque ese sería el fin de su relación.
¿Cómo ha podido ser tan tonta? Esta vez no puede echarle la culpa al alcohol, estaba en pleno uso de sus facultades. Se siente estúpida por las emociones que sintió ¿Acaso esperaba algo después del beso? Ella no es más que un capricho pasajero, lo sabe. Podría salir con él, serían felices unos meses o quizás años y luego él encontraría a alguien mejor. Sabe que Daryl puede aspirar a más, a alguien joven que le de los hijos que tanto desea.
El ronquidos de Tobin la saca de sus pensamientos.
Frota sus ojos, se levanta y se queda frente a la puerta con un miedo atroz a chocarse con él nada más salir, como tienen la costumbre de hacer. No se atreve a mirarlo a los ojos, aunque al menos esta vez está correctamente vestida.
La abre despacio, mira cautelosa hacia los lados y sale rápido al ver el pasillo vacío, corre hasta llegar a la puerta de la cocina y...

—Cuidado —la agarra Daryl tras haber chocado con fuerza contra él.

Carol quiere morirse. Ella entraba, él salía, han chocado, casi se cae, él la agarró con sus fuertes brazos... ¿Puede haber algo más cliché? su vida parece una telenovela, sólo que Dios es un pésimo guionista.
—Yo emm... es que...esto... te... tengo que irme —balbucea torpemente, y tal como entró a la cocina sale por la pueta principal alejándose de allí.

Daryl se queda ahí plantado viéndola marchar. Ni un hola han compartido y eso duele. ¿Esa iba a ser su relación ahora?
—Vale...

Carol fija su mirada en el trasnochado reloj que cuelga de la pared del viejo bar. han pasado más de veinte años y ahí sigue funcionando, para algunas cosas los años parecen no pasar. Qué pena no poder decir lo mismo del camarero, con lo atractivo que era en su día y los buenos polvos que echaron tras la barra... Por suerte ella también ha cambiado lo suficiente como para que no la reconozca.
Sonríe negando con la cabeza. Normal que no la reconozca, para la mayoría de los tíos siempre fue un simple polvo, un par de tetas con agujeros donde meter la polla. Sólo Ezekiel la vio como algo más, tanto que hasta le pidió matrimonio, pero ella se limitó a salir corriendo huyendo del compromiso, no se sentía preparada, y menos enamorada de él, sencillamente le gustaba porque la trataba bien.
Suspira antes de dar un sorbo a su café.
Agradece el billete de 20$ olvidado en el bolsillo del pantalón que le ha permitido desayunar fuera y no tener que volver a entrar a la cocina para chocarse de nuevo con Daryl.
—Daryl... —murmura acariciando el tatuaje que se hizo con él.
Se lame los labios, aún puede sentir el sabor de los suyos, y desea volver a probarlos, tener más de él, pero como siga cruzando esa línea acabará sufriendo. Tendría que estar loca para arriesgar una relación estable de años por alguien que posiblemente la dejará tras un par de polvos.
No... tiene que alejarse de él, o mejor dicho alejarlo a él ¿Pero cómo? no quiere ser antipática, no se merece eso.
Frota su sien intentando pensar.
Quizás mostrándose más apegada a Tobin haga que se aleje de ella y el deseo se esfume. El deseo de ambos. Espera.
Tamborilea con los dedos sobre la mesa. Intenta pensar con claridad, pero ese beso vuelve a ella por más que intente alejarlo. Se está empezando a obsesionar.

Daryl está sentado en el porche fingiendo mirar a sus sobrinos jugar en el lago, pero realmente sólo espera ver a Carol regresar. No sabe a dónde ha ido, está preocupado, pero nadie más parece estarlo por lo que intenta tranquilizarse.
Acaricia con sus dedos el tatuaje en común que se hizo con ella ¿Por qué no se puede conformar sólo con una amistad? Sería hermoso tener a una amiga con la que compartir gustos y aficiones, pero sabe que es imposible, no puede mentirle a su corazón, le gusta demasiado como para verla como a una amiga.

—Hay que estar loco para bañarse en esas aguas tan de mañana —dice Merle que se sienta junto a su hermano y le extiende una cerveza.

—¿Y para beber no? —rechaza.

—¿Siempre es buena hora para una cerveza ¿Dónde está la pelirroja? ella seguro que no dice que no.

Daryl se encoge de hombros como si su paradero no le importase.
—Se fue temprano sin desayunar.

Merle asiente.
—Estará en el bar de la esquina seguramente.

—La conoces bien —dice un poco celoso.

—Como a una hermana —mira a Daryl y entrecierra los ojos —¿Qué le has hecho?

Daryl se atraganta con su propia saliva.
—¿Cómo que qué le he hecho? ¡Nada!—intenta parecer sincero.

—La pelirroja sólo va allí por dos cosas: Porque intenta evitarnos o para tirarse al camarero. Y... será una cabra loca pero de infiel no tiene un pelo.

Daryl observa de soslayo a su hermano.
¿Carol lo está evitando? ¿Tan mal se siente por lo de anoche? Según Merle la infidelidad no va con ella, así que probablemente ahora mismo esté martirizándose por lo que pasó.

Merle entrecierra los ojos. A la pelirroja la conocerá como a una hermana, pero a ese cabezón lo conoce como a él mismo. Algo oculta, lo sabe, pero no le insiste, tarde o temprano se delatará.

Carol entra a la casa por la puerta trasera justo para ver a Tobin sentado en el sillón.
Sonríe con ternura. Él no merece que lo haga sufrir. Es un buen hombre, la trata bien, la cuida, se preocupa por ella... ¿Qué más quiere? No necesita más para ser feliz.
—Hola, hombretón —lo saluda sentándose sobre sus piernas —. He pensado que podríamos hacer algo juntos hoy. No sé, maratón de pelis durante el día, ducharnos juntos y salir a cenar ¿Qué te parece? —propone fingiendo estar animada por ese aburrimiento de plan.

Tobin la mira con notoria extrañeza. Esa mujer no puede estar más de dos horas sentada.
—¿A qué viene eso?

Carol se encoge de hombros.
—Me apetece estar contigo, últimamente no hacemos nada junto.

La mira a los ojos intentando ver la burla en ellos, pero no detecta nada.
—Está bien —acepta no muy convencido —pero ni se te ocurra quejarte de que te aburres.

Carol asiente y se acomoda sobre a él para mirar la televisión con la ilusión de un niño leyendo un libro de álgebra.

Andrea camina por la casa recogiendo los trastos que Lilly deja a su paso.
—Esta niña... cualquier día me abro la cabeza con uno de sus juguetes —gruñe entre dientes.
Pasa por delante de la puerta del salón y ve a Tobin ahí sentado como de costumbre, pero algo la hace retroceder y volver a asomarse.
—¿Carol? —pregunta extrañada al verla tan quieta —. ¿Por qué no estás fuera? Merle ha colocado ya la cuerda para que os lancéis al lago.

Carol hace el ademán de levantarse al escuchar cuerda y lago, pero recuerda porqué está ahí.
—No, no me apetece, estoy aquí viendo esta serie.

—Documental —corrige Tobin.

—Documental de —mira de reojo, no estaba atenta —Salmones.

—Truchas —vuelve a corregirla.

Andrea arquea una ceja y la observa unos segundos.
—¿Tienes fiebre o qué?, ¿Quién eres tú y que has hecho con mi amiga? ¡Deja de decir tonterías, vamos!
Frunce el ceño al ver cómo le hace un gesto con la mano para que la deje en paz.
¿Qué narices le pasa? Es obvio que no quiere estar ahí sentada, la conoce.
Se marcha de allí con la mosca detrás de la oreja, sabe que hay algo raro en todo eso.

—Pero lánzame lejos tío Daryl —pide Lilly.

—Agárrate fuerte.
Toma la cuerda a la que su sobrina está sujeta y la empuja con fuerza hasta el lago donde Lilly se suelta para caer al agua.
Sonríe al verla feliz, ama pasar tiempo con sus sobrinos. Le ayuda a despejar su mente.

—¡Mamá tírate! —grita Lilly.

—¡Claro, ahora mismo! —afirma sarcástica.

—¿La pelirroja aún no ha vuelto? —pregunta Merle extrañado. La necesita de conejillo de indias para ver si la cuerda aguanta más peso que el de Lilly.

—Sí, está dentro viendo la tele —responde.

Merle carraspea una risa.
—Ya, claro. No, en serio, ¿Dónde anda? —intenta sonsacar, pero la expresión de su mujer le dice que es verdad.
Ambos dirigen la mirada hacia Daryl el cual finge estar concentrado en lanzar a su sobrina y no haber oído nada.

—Sospechan de ti —dice Lilly justo antes de que su tío la lance con más fuerza de la prevista en un patético intento de que ella no se vaya de la lengua.

Es oficial: Carol lo está evitando.
Entra a casa con la excusa de ponerse la ropa de baño y la ve allí sentada sobre Tobin, con su cabeza en su pecho, acariciando su torso, y él con sus dedos enredados en su cabello.
Siente una punzada de dolor en el bajo vientre. Quiere huir de ahí, quiere chasquear los dedos y que Tobin desaparezca, quiere invitarla a ir al lago, quiere arrastrarla a su habitación y hacerle el amor hasta el día siguiente. Quiere hacer tantas cosas... Y lo único que hace es pasar rápido para que ella no note su presencia.

Carol se remueve inquieta sobre su pareja, parece estar sentada sobre chinchetas, no consigue encontrar la postura. Mentira. Lo que ocurre es que necesita caminar, correr, saltar ¡Moverse!
¿Cómo puede pasarse las horas así? Ese hombre... Con el día que hace para bañarse en el lago y no salir del agua.
—Voy al baño —anuncia levantándose de un salto.

—¿Estás bien? —pregunta Tobin al ver la urgencia con la que se va.

—¡Sí, no tardo! ¡Tú dale al pause!

—Es en la TV, no puedo pararlo —le recuerda.

Carol no lo escucha, tampoco es que le importe mucho la pesca de la trucha. Camina por el pasillo con cero interés en ir al baño, sólo necesitaba una excusa para estirar las piernas.
Salta, corre de un lado a otro... Se siente ridícula, pero su cuerpo le pide que se mueva.
La puerta de su antigua habitación se abre y emerge Daryl vestido solo con su bañador dejando a la vista su torso tatuado y perfecto.
¡¿POR QUÉ MIERDA SE PASAN LA VIDA TROPEZÁNDOSE?!
Y encima la ha pillado haciendo una flexión en el suelo. 'Días sin hacer el ridículo: Cero'

Daryl la observa frente a él vestida con esa camisa gigante de Bobin, está ridícula, la suya de los Looney Tunes le queda mejor. Ojalá pudiese arrancársela de un tirón, junto con el resto de su ropa.
Se miran unos eternos segundos para no romper con esa costumbre.
—Yo... vo... voy a bañarme a... al lago con Lilly —se tropieza con las palabras como siempre ante esa mirada en la que se pierde.

Carol no sabe qué le ha preguntado, en su mente él la ha tomado del brazo, la ha empujado sobre la cama y la está embistiendo salvajemente.
—Es... estoy viendo truchas —escapa de ahí torpemente hasta el baño.

La observa cerrar la puerta.
—¿Te quieres venir? —murmura demasiado tarde como para que lo escuche, y marcha cabizbajo.

Andrea vigila a Lilly porque su padre ahora mismo es otro niño más.
—Vais a romper la cuerda —avisa viendo cómo se cuelgan a la vez los tres hombres de su vida para comprobar si el nudo es resistente.

—Que no mujer, que esto está controlado.

—Eso dijiste hace un mes y ahora estoy embarazada.

—¡Mamá! —regaña asqueado Sam.

—Tienes 15 años, hijo, tus padres tienen relaciones, asúmelo.

—Pero no saben lo que es el condón —susurra Matthew para que sólo su hermano lo oiga.

La cuerda se desata y caen los tres al agua salpicando con fuerza.
Andrea se lleva la mano al pecho por el sobresalto, pero al ver que todos están bien sólo le queda echarse a reír.
—Te quiero mi amor, pero controlar no es lo tuyo.

Carol está de pie sobre el WC observando desde la pequeña ventana del baño el ambiente que hay en el lago.
Se ríe de sí misma, parece un preso ansiando la libertad.
Quiere estar ahí, riendo con los niños, lanzándose al agua con la cuerda, besando a Daryl otra vez...
—Para ya, Carol —se regaña.
No quiere pasarse el día mirando la tele. Podría pedirle a Tobin salir a pasear, pero a esas horas y con el sol que hace la tachará de loca, y más si le propone bañarse en el lago, él sólo se baña si hay agua caliente.
Mira a Daryl llegar a donde están todos. Se muerde el labio viendo la facilidad con la que se cuelga de la rama del árbol y se sube a esta para arreglar la chapuza que hizo Merle. Anuda la cuerda tensándola al igual que se tensan los músculos de sus brazos al hacer fuerza para apretar bien el nudo. Seguro que podría arrancarle la ropa con sus propias manos.
Daryl se desliza por la cuerda, balanceándose unos segundos para comprobar que aguanta bien el peso, y se deja caer al agua para al momento salir caminando a cámara lenta, o eso le parece a ella. Su cuerpo mojado brilla dándole el aspecto de un Dios.
—Qué ganas de dejarte seco —piensa en voz alta, y automáticamente se regaña.
Se aleja de ahí antes de que acabe dándose una ducha fría. Tiene que volver al sofá, por lo que recorre el pasillo como un condenado a muerte rumbo a su fin.

—¿Dónde está mi hada? —pregunta Lilly extrañada esperando que Daryl la lance por enésima vez —. Quiero que venga

Daryl ve una oportunidad ahí.
—Está dentro con Bo... Tobin.

—¿Aún? Voy a por ella —Lilly se baja de la cuerda y echa correr al interior con la velocidad que sus pequeñas piernas le permiten.

Daryl sonríe satisfecho. Si hay alguien que puede levantar su precioso culo de ese sillón que tiene por marido esa es Lilly. Seguro que conseguirá hacerla salir, se bañará en el lago con un bikini de lo más sexy, hablarán, todos se irán, se volverán a quedar solos y con suerte repetirán ese beso.
Su sonrisa se borra cuando se cruza con la mirada interrogante de Andrea y Merle, que supone que se preguntan por qué pone esa cara de estúpido.
—Va a por Carol —murmura como un niño que se siente culpable.

Carol mira ese maldito documental de pesca. Normal que Tobin se quede dormido. Por dios, podría poner Netflix por lo menos, pero ese hombre no sabe ni lo que significa esa palabra.
Ha aprendido cual es el mejor cebo, la mejor hora, y la mejor zona para pescar truchas. Ya sólo le falta ganas de ir a hacerlo. No sabe por qué Tobin ve eso ¡Si no le gusta la pesca!
Escucha un golpe seco en la entrada de la cocina seguido de un llanto infantil.
—¡Lilly! —grita levantándose de un salto, golpeando accidentalmente los testículos de su pareja que se queja de dolor.
Corre hasta allí y se encuentra a la niña empapada y sentada en el suelo.
—¡Por Dios, Lilly! ¿Estás bien, cariño? —pregunta levantándola y mirando la zona del glúteo que se toca —No puedes correr descalza y empapada, el suelo resbala, mi niña.

Lilly hace un puchero.
—¿Por qué no te bañas conmigo, hada? —pregunta en un sollozo —¿Es por mí? No voy a contarle a nadie el secreto, de verdad.

Carol limpia la lágrima que resbala por su mejilla. Sabe que está llorando por el golpe, no porque no esté bañándose con ella, pero por alguna razón lo siente así, y eso le rompe el corazón.
—No es eso Lilly, es... —piensa en qué decirle, pero todo le resulta tan absurdo. 'Estoy pasando la tarde más aburrida de mi vida para que tu tío vea lo enamorada que estoy de mi pareja y se aleje de mí, ya que soy incapaz de hablar con él y decirle que deberíamos dejar de hacer tonterías y ser sólo amigos'. Suena ridículo. Ella es ridícula ¿Por qué narices no puede dejarle las cosas claras y ya está? Pues porque ni siquiera ella las tiene claras.
Suspira y mira esos inocentes ojos mirándola.
—Está bien, me voy a cambiar y voy para allá —dice para alegría de Lilly que salta teniendo que ser sujetada por Carol para no volver a caerse.

Daryl sonríe ampliamente al ver a su sobrina aparecer agarrando a Carol de la mano.
Luce un bikini deportivo negro nada sexy, pero que no es impedimento para que su miembro se levante. Es un puto pervertido.
Suelta la cuerda y se apresura a meterse en el agua.

—El tío Daryl huye de ti —comenta inocente Lilly que ríe al ver la forma tan patética que tiene de correr.

Carol entrecierra los ojos.
—Ya veo —murmura.
¿Qué hace ese idiota? Aunque ella tampoco es la más adecuada para hablar, lleva huyendo de él toda la mañana.

—¡Hombre! ¡Mi pelirroja! Venga, te toca —dice Merle entregándole la cuerda.

—¡Que no me llames así, imbécil! —le regaña por enésima vez —Trae —le arrebata la cuerda de las manos.
Se muerde el labio y mira a su alrededor buscando la roca alta de donde solía tirarse, pero su búsqueda se ve interrumpida al cruzar su mirada con la de Daryl que la saluda con la mano sonriente ¿A qué viene eso? Primero huye y ahora la saluda. No entiende a ese hombre, pero qué guapo está metido hasta la cintura en el agua, dándole la falsa ilusión de que está desnudo.
Sacude la cabeza y vuelve a intentar centrarse en lo que iba a hacer.

Daryl la observa desde el agua, hay algo sensual en la forma que tiene de balancearse en esa cuerda y dejarse caer. Casi como una bailarina de stripper deslizándose por la barra. Sólo que, con más ropa, por desgracia.
Procura mantenerse un poco alejado, fingir que está buscando algo entre las rocas y mirar sólo cuando ella está de espaldas a él, no quiere incomodarla, y más cuando su erección la señala insistentemente.

Carol se pregunta qué le pasa a Daryl, cada vez que mira hacia donde está él lo ve entretenido mirando a cualquier lado menos a ella, cuando antes siempre tenía su mirada encima ¿No quiere saber nada de ella? ¿Se arrepiente del beso? Espera que no, o mejor, espera que sí, es lo mejor. Sí, mejor que se arrepienta ¿Y por qué se arrepiente? ¿Acaso besa mal? ¿No sintió nada?
—Qué más da —se regaña.
No entiende, se supone que quiere que ese beso no haya sido nada para él, pero a la vez se muere porque ansíe más.
Lleva toda la mañana con Tobin para que él se aleje, pero ahora que parece que lo hace se enfada por ello.
Se está volviendo loca.

—¡Tío Daryl, te toca! —grita Lilly —¡TÍO DARYLl! —alza más la voz para que la escuche, pero es imposible —¡TÍO DARYL!

Andrea arquea una ceja.
—¿Qué le pasa a tu hermano? Es imposible que no esté escuchando a la niña.

—Que está empalmado —comenta Merle con normalidad.

—¿Alguna vez te tomarás las cosas en serio, Merle?

—Sí, ahora, te digo yo que mi hermano está empalmado —insiste.

Andrea no entiende nada.
—¿Y por qué iba a estarlo?

Merle mira incrédulo a su mujer y señala con ambas manos a Carol.
—Por qué no, por quien. Esos dos han hecho algo, seguro.

Andrea observa a su amiga intentando hundir a sus hijos en el agua. Arruga la nariz.
—Si ha sacado el bikini más feo que tenía en el cajón ¿Qué le ve de atrayente? —se extraña. Aunque es cierto que Carol lleva toda la mañana comportándose rara, por lo que también sospecha que han hecho algo.

—Que es ella. Yo siempre te veo sexy, da igual lo que te pongas —intenta ser romántico.

Andrea le sonríe con cariño.
—Yo desde hace unos años lo único que me veo es gorda.

—Gorda me la pones —piropea tan romántico como de costumbre.

—¿La qué? —se entromete Lilly —¿Qué te pone gorda, papá? —pregunta curiosa.
El tío Daryl no la escucha, y ahora mismo no hay nadie que la ayude a tirarse con la cuerda, así que acudió a sus padres.

Andrea aprieta los labios para aguantar la risa y lo mira esperando ver cómo sale de esa, pero como era de esperar, sencillamente agarra a la niña y la lanza al lago, donde cae a pocos centímetros de Carol.

—¡Casi me matas, idiota! Lilly, dame esa cuerda, que voy a ahorcar a tu padre con ella.

Merle mira a su esposa.
—Problema resuelto —dice sacudiéndose las manos —. Pero te insiste que esos dos han hecho algo seguro. No han follado, pero algo ha habido.

Andrea pone los ojos en blanco haciéndole creer que exagera. Sí, algo han hecho seguro.

Llega la tarde, y la familia al completo se encuentran en el porche disfrutando de una merienda refrescante.
Todo marcha normal, excepto por lo acaramelada que está Carol con Tobin. Sentada junto a él, abrazándolo y dándole de probar su propio helado. Se ríe, se acurruca en su hombro, besa su mejilla...
Daryl no puede mirar, odia eso. Se está poniendo malo, y sólo desea ser él quien esté ahí.
Su teléfono suena. En un principio piensa que es Janet, pero no, es un mensaje de WhatsApp de Aaron que le envía una foto de la pequeña Gracie tras la primera toma de contacto que han tenido. Se alegra muchísimo por sus amigos.
Decide escribirle para felicitarle.

Carol mira a Daryl sonriendo mientras escribe ¿Qué le estará diciendo a Janet que lo pone tan feliz? Seguro que ella le ha mandado una foto y ahora le está diciendo lo sexy que está y las ganas que tiene de arrancarle las bragas con los dientes. ¿Qué más le da? Mejor así. Ella con Tobin, Él con Janet y todos contentos ¿Pero por qué mierda sonríe como un idiota?

—¿Quieres ver la tele conmigo? —le pregunta Tobin —. Antes me dejaste plantado.
Carol lo mira y sonríe.
—Claro, mi amor, deja que me quite este bikini húmedo. —dice apretando la parte que cubre uno de sus pechos para escurrirla.

Daryl levanta la vista del teléfono En el momento justo. Ojalá estuviese él estrujándolos así, ¿Pero en serio va a irse otra vez a ver la tele con él? Odia que pase tanto tiempo con ese tío. Sabe que es su pareja, pero no le gusta, quiere estar a solas con ella, necesita hablar tranquilamente con Carol, y parece que eso no va a pasar.
Recoge en envoltorio de su helado y marcha a la cocina para tirarlo a la basura.
Desde la ventana puede ver el porche a todos ahí sentados. Sam y Matthew juegan con sus móviles, Lilly comparte su helado con Sauron disimuladamente al tiempo que ve la película de La Bella y la Bestia en su Tablet, Merle y Andrea están hablando animadamente, y Carol... Carol está dándole un beso al Bobin de los cojones en los labios. Lo odia.
Se apresura al salón, seguro que el asiento está ardiendo de las horas que lleva ese tío ahí sentado. Se acerca al televisor y se asoma tras este para localizar el cable que lo conecta a la corriente. Levanta la vista asegurándose de que nadie lo ve y lo arranca sin cuidado.
Corre a su habitación para esconderlo y entonces reacciona. Se avergüenza de él mismo, se está comportando de forma patética, y lo sabe, pero... ahora que lo piensa... mientras estén viendo la tele no estarán teniendo relaciones.
—Eres idiota, Daryl —se regaña.
Agarra el cable y vuelve a conectarlo al televisor, rezando para que eso sea lo más íntimo que haga con su pareja ese día.
Se dispone a salir de nuevo, pero entonces escuchar a Carol hablar.

—Tengo un plan mejor: ¿Y si nos damos una larga ducha juntos, nos arreglamos para dar un paseo y luego vamos a cenar?

Daryl arquea una ceja ¿Ducharse juntos? Ah no, ni de coña. Corre hacia el único baño que tiene ducha y se encierra ahí para ocuparlo el tiempo que haga falta.

Tobin niega.
—No, quiero ver el documental que hay ahora. Ve duchándote tú, luego yo, salimos a pasear, a cenar, y a la vuelta pues... ya se verá.

Carol sonríe desilusionada.
—¿En serio? ¿Una mujer desnuda en la ducha y no vas a tener la tentación de ir a enjabonarla? —seduce.

Tobin se encoge de hombros.
—Nunca he sentido esa tentación contigo —dice con normalidad, y se levanta rumbo al televisor.

Carol se queda con la boca abierta y el ceño fruncido mientras lo ve marchar ¿Es consciente ese hombre de cómo destruye su autoestima con sus palabras?

—Hada, ¿Has visto qué guapa la bestia cuando se transforma en príncipe? —gira la Tablet para que lo vea.

Carol mira a ese personaje.
—Puf, créeme, cielo, el día de mañana preferirás a una bestia, al menos en la cama —dice con rabia por lo enfadada que está ahora mismo con Tobin.

—¡CAROL! —le regañan Merle y Andrea a la vez. Que no saben si enfadarse con ella o echarse a reír.

Entonces reacciona.
—Para dormir, para dormir, porque la bestia está muy calentita y suavecita con tanto pelo —intenta arreglar.

—Ya, para dormir —se ríen Matthew y Sam, y Carol los manda a callar con un gesto.

Lilly ríe sin entender muy bien qué ocurre a su alrededor y vuelve a la película que está por terminar.

Merle mira a Carol, está visiblemente enfadada con Tobin, y con razón ¿Cómo vas a decirle eso a la mujer que supuestamente ama? Ella sufriendo por ese idiota y su hermano escondido en algún rincón de la casa porque no soporta verla en modo cariñoso con su pareja.
—A ver si follan de una vez y se les quita la tontería —le susurra con cuidado a Andrea.

—Díselo a ese imbécil, que prefiere ver la tele.

—Tobin no, me refiero al otro imbécil —la corrige.

Andrea suspira largamente y niega con la cabeza.
Mira a su amiga ahí sentada perdida en sus pensamientos. Su marido tiene razón, aunque eso nunca lo admitirá en voz alta.

Carol se levanta refunfuñando una maldición y marcha al interior de la casa. Como ya sabía Tobin está viendo un documental sobre la pesca de algún otro pez. ¿Cómo puede preferir eso antes que a ella?
—Voy a quitarme el bikini, estaré en el cuarto desnuda, tú verás lo que haces —farfulla al pasar por detrás de él.
Cierra la puerta de la habitación violentamente a ver si así reacciona.

—Vale —se limita a decir.

Daryl camina por el pasillo con la toalla atada a la cintura después de haberse duchado. Tras meditarlo mucho decidió que no podía estar más tiempo ahí encerrado. No puede pasarse la vida intentando impedir que ella haga algo con su pareja ¿Cómo se sentiría él si Carol le jodiese sus encuentros con Janet? Puf, amaría verla celosa, la verdad, así al menos tendría claro que ella también lo desea.
Entra en su habitación, cierra la puerta, tira la toalla al suelo y se gira para...

—Al fin te animas a venir —dice Carol de espaldas a él a sólo un paso de donde él se encuentra.

Daryl traga saliva. Quiere habla,r pero la voz no le sale. Quiere moverse, pero está congelado.
Carol tiene el torso desnudo, y está, en la misma medida, temiendo y deseando que se dé la vuelta.
Su espalda es perfecta, pálida, salpicada por pecas, y esos hoyuelos de venus al final...
Su miembro está erecto en todo su esplendor ahora mismo, y si se inclinase solo un poco hacia adelante su glande rozaría ese precioso culo que por desgracia aún está cubierto por el bikini.

Carol sonríe feliz de que Tobin haya reaccionado. Ha tardado menos de lo que pensaba.
—¿Quieres hacer algo antes de ducharnos? ¿Algo sucio? —dice de forma sensual.
Lleva sus manos al elástico de las bragas del bikini haciendo el ademán de bajárselas. Se gira y mira seductora a...
—¡DARYL! —grita, y su cuerpo se sobresalta cuando siente algo caliente golpear sobre su vientre.
Se mira sin creerse lo que ve, mira al frente donde las últimas gotas de semen salen del miembro de Daryl, deslizándose por ese piercing que tiene en su glande.

Daryl quiere que la tierra se lo trague ahora mismo ¿Desde cuando es un eyaculador precoz?
No ha podido controlarlo, ha sido ver sus pechos, con sus pezones perforados más un tatuaje rodeando parcialmente el pezón derecho, y empezar a pulsar como un adolescente en un sueño húmedo.
Ambos se miran con los ojos abiertos como platos sin decir nada y sin cubrir su desnudez.
Él mira disimuladamente su vientre terso, donde varias tiras de semen resbalan lentamente. Se ha corrido sobre ella, y lo ve extrañamente excitante.
De nuevo su miembro parece moverse, y es entonces cuando reacciona y lleva una mano a su entrepierna para intentar cubrirse.
—Te... te equivocaste de habitación —tartamudea nervioso.

Carol vuelve a tomar el control de su cuerpo.
—Yo...yo... Lo... lo siento, no...—no termina la frase, sencillamente tapa sus pechos y huye de allí.

Daryl se queda ahí parado mirando su miembro erecto de nuevo.
—Me avergüenzas —le regaña.
Ya es la segunda vez que eso le ocurre ¿Cómo narices va a tener relaciones con ella así? No, no van a follar nunca. Menudas tonterías se le ocurre.
—Menudas tetas tiene —piensa en voz alta asombrándose de sus propias palabras.
Mira su pene. Deberá poner remedio a eso o no se bajará nunca. Su torso desnudo acaba de convertirse en su mayor obsesión.

Carol se encierra en la habitación correcta y se mira al espejo con una mano apoyada sobre el cristal. Debería estar avergonzada, pero ahora mismo lo único que siente es excitación.
Mira su vientre salpicado de semen aún caliente y una punzada de placer llega a su centro.
Se ha corrido, ha eyaculado sobre ella nada más verla semidesnuda, y ha sido lo más sexy que ha visto en años. Prácticamente le ha devuelto la autoestima que Tobin le robó.
Observa sus pezones, están duros como guijarros por la excitación que aún siente.
Los acaricia suavemente, jugando con los piercings. Imagina sus manos grandes amasando sus pechos, su boca rodeando el pezón, succionándolo, rodeándolo con su lengua, primero uno y luego el otro.
Se acaricia el abdomen lentamente y se muerde el labio al tocar ese fluido blanquecino y pegajoso.
Lo toma entre sus dedos, recogiendo toda la cantidad posible y los guía lentamente entre sus piernas, por debajo de donde el bikini cubre, hasta introducirlo lo más profundamente que puede en el interior de su ser, dejando esa corrida en el lugar correcto, y tras ello procede a masturbarse con necesidad, frotando su clítoris con urgencia, porque su excitación es tal que sólo necesita unos segundos para que su orgasmo recorra todo su cuerpo.
Se queda ahí parada, con la frente apoyada en el espejo y respirando acelerada.
Lleva los dedos a sus labios y los lame suavemente, cerrando los ojos como quien prueba el más dulce de los postres ¿Así que así sabría la unión de ellos?
Abre los ojos asustada cuando la excitación disminuye y vuelve a pensar con claridad ¿Qué acaba de hacer?
—No, Carol, no —se regaña frustrada.
Se deja caer en la cama y mira al techo pensativa.
Si no fuera tan despistada, si no hubiera vuelto a equivocarse de habitación... pero no, tuvo que colarse ahí, y el colmo de los colmos ¿Qué probabilidades había de que Daryl entrase desnudo?
—Menuda polla tiene —piensa en voz alta sorprendiéndose de sus propias palabras.
Necesita una ducha fría con urgencia.
—Venga tonta, vamos a ducharnos y salimos a cenar —escucha a Tobin decirle desde el otro lado de la puerta.
Carol frota su rostro ¿Cómo puede ser así? Tobin no merece eso.

Daryl disfruta pasando el tiempo con sus sobrinos, excepto con Lilly que ya se quedó dormida.
Han encontrado una caja de lata con fotos de Merle y él de pequeños y están descojonándose de sus pintas.
No sabe cómo llegaron esas fotos familiares ahí, supone que su hermano las llevaría para mostrárselas a Andrea y ahí se quedaron.
No quiere pensar mucho en lo que pasó un par de horas atrás, ya ha tenido que masturbarse tres veces, y como traiga esa imagen de nuevo a su mente...

Merle toma una fotografía en su mano.
—Joder, qué se parece Matthew a mi hermano. Mira, Andrea, los caprichos de la genética.

Andrea mira hacia arriba desde el otro lado del salón.
—Sí, la genética —arrastra las palabras ocultando su boca tras el vaso de refresco que está bebiendo.

Merle le lanza un cojín a la cara haciendo que se derrame su refresco y ambos se miran fingiendo estar enfadados, pero les cuesta la vida contener la risa.
—Que te tires a mi hermano sería como tirarte a la pelirroja ¿No lo has pensado? Que... —se rasca el mentón —Oye, tiene su punto imaginaros juntas, ahí las dos desnudas haciendo la tije...

Andrea no le deja terminar la frase. Le devuelve el cojín que le lanzó estampándoselo en la cara.
Está a punto de decirle algo cuando ve entrar a Carol al salón.
—¿A dónde vas tan guapa, pendón? —la alaba, aunque no lo parezca.

Carol se mira el vestido. Es de color negro, ceñido, de largo hasta por encima de las rodillas, con tirantes anchos y cuello de barco.
—¿Te gusta? Lo encontré en el armario, me lo probé y aún me entra ¿De verdad lo ves bien? Hace más de diez años que no me lo pongo.

—Qué hija de puta, y a mí de un verano a otro sólo me queda bien la toalla. Estás guapísima, cariño.

—Gracias. Voy sin bragas porque no me gusta que se me marquen —comenta con la naturalidad más absoluta haciendo enrojecer a los hombres presentes.

A todos menos a Merle, que ya está acostumbrado a sus cosas.
Mira a su hermano. No le ha quitado el ojo de encima a la pelirroja desde que entró por la puerta. La mira ensimismado, con la boca entreabierta y los ojos como platos. Jamás lo había visto mirar así a nadie, ni siquiera a Janet el día que se casaron.
Observa como su expresión cambia y baja cabeza. No comprende, hasta que se percata de que Tobin está ahí y toma a Carol de la cintura para acercarla más a él.
De repente saca su teléfono, nadie le ha llamado, pero Merle es testigo de cómo mira la pantalla y finge responder una llamada.

—Janet, buenas noches, mi amor, ¿Qué tal estás? Te echo de menos —dice huyendo de allí hasta el patio trasero.

Merle mira a Carol. Su rostro, y prácticamente todo su cuerpo se vuelve tenso cuando ve a Daryl hablar con Janet.
Se tiene que morder la mejilla para no reírse de lo patético que es su hermano. Eso sí, sí pretendía ponerla celosa lo ha conseguido. Y verla celosa es algo nuevo para él. Es obvio que están locos el uno por el otro.

—Pasadlo bien —se despide Andrea de su amiga.
Sigue con su mirada el recorrido que hace hasta la puerta y espera a que se alejen antes de hablar.
—Esta noche folla seguro —le susurra a su marido.

Merle asiente.
—Sí, la pregunta es con quién.
Se levanta y se aleja al porche trasero donde Daryl aún finge hablar con Janet a un volumen más alto de lo necesario. Supone que no se ha dado cuenta de que Carol ya se ha ido.
Sonríe divertido mientras busca entre sus contactos a Darlyna y lo llama.

Daryl se sobresalta cuando su teléfono comienza a sonar y mira hacia atrás alarmado.

Merle tiene que apoyar la espalda en la pared para no caerse de la risa.
—¿Cómo puede ser tan patético? —se ríe.

Daryl se siente enrojecer.
—Que te den, Merle.
Guarda su teléfono en el bolsillo y se apoya en la barandilla del porche escondiendo el rostro entre sus brazos. Sí, sí que es patético.

—¿En serio pensabas darle celos así? —se ríe abrazándose el vientre que ya empieza a doler del rato que lleva descojonándose.

Daryl niega con la cabeza.
—No, esa no era mi intención —afirma, mirándose los dedos como si nunca los hubiese visto.

—¿Entonces? —pregunta curioso. Los ojos tristes de su hermano hacen que su risa se esfume —. ¿Qué ocurre?

Daryl se encoge de hombros.
—Sólo necesitaba una excusa para salir de ahí —explica.
Habría quedado extraño que huyese sin más, o a lo mejor ella no se habría dado cuenta.
En un principio pensó que acabaría echando a correr para poder desfogarse, porque verla con ese sencillo, pero hermoso vestido hizo que sus instintos más primitivos se activasen y sólo desease arrancárselo y hacerle el amor sobre esa mesa, pero luego llegó Tobin, se colocó a su lado agarrando su cintura y él sólo deseó huir para no ver esa escena, no lo soportaba, dolía y se siente estúpido por sentir eso. Es su pareja, es normal que la trate así. Se ha pasado el día viendo muestras de cariño entre ellos cada dos por tres, y eso ya fue la gota que colmó el vaso.
Van a salir a cenar, pasear y a la vuelta le hará el amor como él nunca tendrá oportunidad de hacérselo.

Merle se apoya junto a él en la barandilla y suspira.
—Sé que hay algo entre la pelirroja y tú —dice con seguridad —. No sé qué es, ni qué habréis hecho o hasta dónde habéis llegado, pero os conozco demasiado bien a los dos y sé que algo ocultáis.

—Yo no...

—No me lo niegues, Darlyna, no voy a darte ninguna reprimenda, ambos sois mayorcitos, pero lo que me jode es que os intenté presentar mil veces, pero sois un par de cabezotas, hasta eso tenéis en común.
Merle le da un par de palmadas en el hombro antes de marchar.
—¿Quieres un consejo? —dice desde el umbral de la puerta —. Follad de una vez, por el amor de dios —y se marcha dejándole a solas con sus pensamientos.

Daryl está en su habitación mirando al techo agudizando el oído. Unas voces lo han despertado, voces que supone que son las de Carol y Tobin que acaban de llegar.
Mira la hora en su móvil, 02:47. Sí que han estado tiempo juntos.
Se frota los ojos.
Tenía la intención de emborracharse para olvidar las penas por una noche, pero el número de cervezas en la nevera era inferior a las necesarias para conseguir su objetivo, por lo que ahora mismo sólo se encuentra menos cohibido, y sabe que como Carol entre por esa puerta erróneamente de nuevo no tendrá reparos en lanzarse de una vez y hacer lo que su hermano le ha aconsejado. Eso sí, sólo si ella se lo permite.
La escucha reír y mandar a su pareja a callar, escucha los muelles rechinar cuando el peso de ellos cae sobre este. Más risas, sonidos de besos, un gemido.
Se acabó.
Sale apresuradamente de la habitación rumbo al exterior, no puede estar un minuto más ahí dentro. Escuchar los muelles de su cama es una cosa, pero escucharla gemir es toda una tortura, y lo único que desea es entrar ahí, quitar a Tobin de encima y ponerse él, pero por muy valiente que se sienta ahora mismo sabe que eso no estaría bien.
La escucha gemir de nuevo.
Ese tendría que ser él, no Tobin. Ojalá pudiese volver al pasado para abofetearse y decirse 'Conoce a la chica que intenta presentarte tu hermano' así las cosas serían muy diferentes.
Abre la puerta, se dirige a las escaleras del porche y...

—¿No te dejan dormir?

—¡Carol! —se sobresalta perdiendo pie y cayendo patéticamente por los cuatro escalones del porche

Carol se asusta al ver como se golpea su cabeza.
—Mierda, Daryl ¿Estás bien? —se apresura a ayudarlo, pero Daryl se levanta antes de que llegue y la espera de pie apoyado en la barandilla como si no hubiese pasado nada.

—Sí, estoy bien —dice buscando su dignidad.
La mira, aún lleva puesto ese hermoso vestido negro, sólo le faltan los zapatos.
—Pensé que tú y Tobin... —señala al interior de la casa donde, si prestan atención, aún se llegan a escuchar los gemidos.

—Puf, ojalá, llego a ser yo y Andrea ya me habría regañado porque hay niños en casa. Supongo que como son sus padres ellos sí tienen derecho a traumatizarlos.

Daryl no la escucha, por su mente ahora mismo está pasando una orquesta que a ritmo de bombo y platillos entona una alegre melodía mientras porta un cartel que dice 'No han follado'.

—¿Seguro que estás bien? Te golpeaste en la cabeza —pregunta preocupada. La mira con una expresión de bobalicón que no es normal.
Le aparta un mechón que cae por su rostro y se fija en la brecha de su frente.
—Estás sangrando, Daryl —se alarma.
Agarra su brazo y lo arrastra escalones arriba. Él no ofrece resistencia, se deja llevar como un muñeco de trapo.
—Deja que te vea bien —pide sentándolo en el banco del porche.

Daryl cierra los ojos cuando siente sus dedos sobre su frente, pero al momento los abre cuando nota el peso de ella sobre su pierna ¿Acaba de sentarse sobre él? ¿Es ella consciente de ello? ¿Y de lo que se está abriendo paso entre sus pantalones?
En otro momento se tensaría, sus orejas estarían ardiendo de vergüenza, pero no es así. Sólo reza para que no se dé cuenta de donde está sentada y permanezca ahí todo el tiempo.

—Te has abierto la ceja. Puedes que necesites puntos.
Busca un paquete de pañuelos en su bolso, toma uno y presiona la herida.
Lo mira, sus ojos se encuentran con los de él. Están tan cerca uno del otro... Demasiado cerca. Entonces se fija en donde está sentada y el notable bulto de su entrepierna. Recoge un suspiro que no sabe de dónde ha salido, pero no se mueve de ahí. No puede, o no quiere.
Está paralizada, con una mano presionando un pañuelo sobre su frente ensangrentada y la otra sobre su hombro desnudo.
Baja la mano suavemente para retirarla, rozando en su camino su pecho, su abdomen y ese bulto duro presionando contra el pantalón. No lleva calzoncillos, eso seguro.
Traga saliva para disimular la punzada de placer que ha sentido y finge estar concentrada en limpiar la herida.

Daryl gime casi imperceptiblemente ante su suave tacto sobre su glande. Ha sido breve, y eso le hace desear más.
Coloca su mano sobre su rodilla, acariciándola suavemente sin ir más allá.
Ella parece no darse cuenta de ello.
—¿Está mal? —pregunta casi en un susurro.

Carol niega.
—El corte es pequeño, aunque algo profundo —responde en una exhalación.
No puede concentrarse, ese hombre tiene su mano sobre su rodilla, moviendo ligeramente los dedos sobre esta, y ella lo único que desea es que vaya a más.

—No me refiero al corte —aclara. Desplaza su mano un poco más arriba, introduciéndose ligeramente por debajo de la falda del vestido para hacerla comprender.
—¿Está mal? —repite.

Carol no sabe qué contestar. La mira con unos ojos negros de deseo que hace que su pulso se acelere ¿Dónde está su timidez?
Él intenta alejarse ante su silencio, pero ella lo agarra sin pensar de la muñeca y vuelve a colocar su mano donde la tenía.
—No, no está mal —le asegura.
Necesita eso.

Daryl sonríe seductor y avanza un poco más entre sus piernas, acariciando el interior de su muslo izquierdo.
Su piel es tan suave, y está tan cerca de llegar al centro de todos sus placeres...
Su miembro está al límite de su excitación, y sabe que en cualquier momento explotará como hizo unas horas atrás.
Entonces recuerda sus pechos. Necesita verlos de nuevo.

Carol frunce el ceño cuando él aleja su mano de sus piernas. Estaba tan cerca ya de sentir sus dedos sobre su centro...
Jadea cuando él utiliza esa misma mano para bajar los tirantes del vestido.
La mira esperando alguna negativa, pero ella sólo lo observa respirando pesadamente. Su cuerpo parece no reaccionar ante lo que está por venir.
Daryl tira de su escote queriendo dejar sus senos al descubierto, y ella gime cuando siente una suave brisa sobre sus pezones una vez que sus pechos quedan expuestos ante él.
De repente escucha vibrar el teléfono de él apoyado a un lado del banco.
Lo mira, en la pantalla aparece el nombre de Janet, adornado con corazones y con una foto de ella donde sale guapísima. Es una mujer joven y preciosa.

Carol reacciona.
—No, no puedo —se levanta a toda prisa y recoloca su vestido.

Daryl la mira sin comprender.
—¿He hecho algo mal?

—Estás casado con una mujer joven y preciosa, y yo... —mira hacia los lados nerviosa —. Yo llevo toda la vida siendo la mujer a la que sólo quieren para un polvo de una noche, estoy cansada de ello. Me merezco ser feliz, con un hombre que de verdad me ame —levanta la mano mostrándole el anillo de pedida que luce sobre su dedo —Lo siento, Daryl —marcha de allí cuando las lágrimas empiezan a picar en sus ojos.

A Daryl se le encoge el corazón ¿Le ha pedido matrimonió? ¿Cuándo?
La sigue con la mirada perdiéndola de vista cuando entra en casa.
Su móvil sigue sonando, y él lo coloca boca abajo golpeando con rabia la pantalla. No le apetece hablar con Janet.
Arquea una ceja cuando se percata del cenicero con un cigarrillo aún encendido.
¿Eso es lo que estaba haciendo ahí? ¿Fumar? Pero si ella le dijo que sólo fumaba cuando estaba triste ¿Por qué fuma cuando el amor de su vida acaba de pedirle matrimonio? No lo sabe, pero necesita terminarse ese cigarro manchado por el carmín de sus labios, porque ahora es a él a quien la tristeza le invade.


Hola, mil gracias por leer :)

Ellos siguen con el lío de sus sentimientos. Daryl cada vez lo tiene más claro, pero Carol teme perder lo que ya tiene seguro (Tobin) por algo que quizás no llegue a má que os haya gustado el capítulo ^^