Disclaimer: Los personajes de Rurouni Kenshin les pertenecen a sus respectivos autores, editoriales y productoras. Es una historia destinada sólo al entretenimiento y sin fines de lucro.
Traducción del fic "Son of Battousai" de DonSani.
Capítulo 1: La llegada de Kenji
Agarro mi sakabatou violentamente mientras otro grito desgarrador resuena en el aire. Las gotas de sudor corren furiosamente por mi quijada mientras respiro hondo para calmarme.
Después de veinte años de perfeccionar mis habilidades como espadachín, y de diez años de jurar proteger a los demás, por una vez esas habilidades se vuelven inútiles. Tal vez el Hiten Mitsurugi no es tan eficiente después de todo, y no puedo siquiera mover un dedo para proteger a quien más amo. No puedo proteger a Kaoru, mi Kaoru.
No es costumbre que los hombres estén dentro de la habitación hasta después del parto, excepto por el doctor. Sin embargo, no podía alejarme de su lado, no estando ella en ese estado. Las súplicas del Dr. Genzai, de Megumi-dono y de sus asistentes no significaban nada para mí. No me importaba lo que pensaran, sólo me importaba mi esposa, y por ello debía quedarme. Pero luego ella me habló, mi Kaoru. Me insistió con que los escuchara, porque son los profesionales. Por lo que le hice prometer que se mantendría fuerte por mí, y por último besé su frente antes de, a regañadientes, dejarla al cuidado de ellos.
Es difícil alejarse de ella, tan difícil como cuando hace dos años tuve que irme para enfrentarme a Makoto Shishio. Y como no puedo alejarme más de unos pasos de la habitación, me conformo con sentarme en los escalones del porche, justo afuera del shoji.
Pero sus gritos no pueden ser contenidos, y requiero de toda mi fuerza para mantenerme en mi lugar cada vez que la escucho llorar.
A lo que más miedo le tengo es a los partos. Durante mis años como vagabundo, fui testigo de mujeres que morían durante el nacimiento de sus hijos, dejando tras de sí regueros de sangre y bebés llorando.
Me estremezco ante el pensamiento. Si Kaoru muere, si la pierdo, sería mi culpa. Fui yo quien llevó a esa mujer inocente a la cama para hacerla mía, y ahora soy el responsable por ser el padre de su hijo. Aunque vagaría por otros cien años antes de permitir que otro hombre reclamara a Kaoru, no puedo evitar sentirme culpable por hacerle esto.
He traído mucho dolor, y no hay nada que pueda hacer para aliviarlo, nada. Sus gritos son una agonía para mí.
No quería exactamente un hijo, estaba muy contento con mi Kaoru, ella es más de lo que un asesino merece tener, incluso cuando ya no comete asesinatos. Mi vida había sido una llena de sangre y dolor desde el principio, pero ella me trajo toda la felicidad que podría pedir.
Nacer como un niño esclavo en medio de una revolución sangrienta me había mostrado la crueldad de la vida a muy tierna edad. Después de perder a mis padres por una enfermedad, y a mis tutores por asesinato, me volví retraído y solemne. La felicidad e inocencia que debía haber experimentado durante esos años, fueron empañados por la violencia, y lo había aceptado como la única forma de vivir. Pero ahora llegué a conocer la paz en su forma más pura, una paz que en este momento estaba siendo amenazada.
El embarazo de Kaoru fue duro, más de lo que habíamos anticipado, y me provoca una culpa que me cuesta superar. Sólo tiene 19 años, y recientemente se había casado conmigo. Darle un hijo era la última de las cosas que quería hacer con ella.
Cuando se sintió enferma hace nueve meses, me dije a mí mismo que era una enfermedad común y que pronto pasaría. Pero, de alguna manera, no pude evitar preocuparme de que fuera por embarazo. He revivido esa noche casi todos los días desde entonces, atosigándome.
Esa fatídica noche.
Quizás había bebido demasiado sake, pero no pensé en ello. Era un simple espadachín de la pacífica era Meiji, tenía una esposa, un hogar, ¿qué podría ir mal si me dejaba ir un poco? No estaba borracho, lo recuerdo claramente, tampoco ella lo estaba, pero mi juicio no estaba claro con suele estarlo, lo mismo ella.
Recuerdo haberla empujado contra la pared del pasillo, cubriendo sus labios con los míos. Nos tomamos la libertad ya que Yahiko no estaba; lo que significaba que no teníamos que irnos a nuestra habitación. Incapaz de contenerme, la tomé allí mismo. Pero no recuerdo haber terminado dentro de ella; nunca lo había hecho, no en sus días inseguros, los cuales conocía como la palma de mi mano.
Entonces me contuve, recuerdo haberme derramado en el suelo, pero tal vez un segundo tarde, el sake había nublado mi precisión sin duda alguna. También recuerdo las mañanas que siguieron; se convirtió en una rutina para ella vaciar todo el contenido de su estómago antes de hacer cualquier otra cosa. En ese momento supe lo que había pasado, pero no se lo dije, no quería creerlo ni yo mismo.
No estaba preparado para un hijo, y ella, de tan sólo 19 años, tampoco podía estar preparada, o eso había pensado. Después de visitar a Megumi una tarde, volvió a casa a anunciarme que estaba esperando un hijo mío, algo que ya sabía desde hacía semanas. Ella estaba feliz, y yo lo estaba por ella, su felicidad es mi felicidad. Pero en realidad, no quería que esto sucediera.
Había sido perfecto sólo con nosotros dos. Disfruto de su presencia, su amor, su cuerpo, y sólo intento hacerla feliz. Un hijo sólo sería una carga para ella, y ella era demasiado inocente para verlo de esa manera. Además, fue en un momento de error de cálculo que he creado a este niño, no estaba planeado, y ahora me enfrento a la paternidad, algo que me es completamente ajeno. Algo de lo cual no tenía la menor idea.
Sin embargo, daré lo mejor de mí, por mi Kaoru y por mi hijo.
De nuevo, me sobresalto al escuchar otro grito ensordecedor, sacándome de mis pensamientos. Me lleno de preocupación al imaginar sus delgados dedos apretando las sábanas y sus cremosas piernas abiertas como lo habían estado tantas noches. Excepto que ahora, en vez de brindarle placer, mis acciones le han provocado un gran dolor.
Kaoru puede que sea una espadachín fuerte, pero es pequeña, pequeña y frágil; delicada. ¿Realmente podría sacar un bebé de su interior? ¿Lo logrará?
Respiro profundamente, mientras intento recomponerme, no debo preocuparme así. Kaoru es fuerte. Estará bien, lo logrará.
Cierro mis ojos, mientras disminuyo la presión de mi mano sobre la sakabatou y trato de tranquilizarme, pero vuelvo a fallar.
—Kenshin —llamó una voz.
Me levanto de un salto, volviendo a empuñar mi espada en el proceso. Entonces, mi cerebro registra la voz y dejo escapar un suspiro de alivio.
—Sanosuke... —digo.
Por alguna razón, mi compañero había dejado su puesto afuera del portón, donde él y Yahiko pensaron que estarían a una distancia segura de los gritos de Kaoru.
—Cálmate, Kenshin —me dice, como si me estuviera dando la hora del día—. Cálmate, antes de que te de un ataque al corazón.
El joven luchador no quiere hacer daño, pero sus palabras me irritan un poco. Él no entiende. Nadie entiende el miedo y la culpa que siento. Nadie. Sin embargo, le respondo con calma.
—Lo siento, Sano, yo...
—ARRRRRRRRRRRRRR RRRRRRRRRRRRRRR RRRRRRRRGH. ¡NO NO NO NO!
Me interrumpe otro de los gritos feroces de Kaoru. Hago una mueca cuando su agonía vuelve a manifestarse resonando en el aire, y el dolor en mi mano me dice que estoy apretando demasiado la espada.
—No es bueno para ti quedarte aquí —responde Sano con rapidez, mientras el grito se convierte en un gemido.
—La nena puede ser bastante ruidosa —se ríe con incomodidad.
Siento que estoy frunciendo el ceño y estoy casi seguro de que mis ojos muestran un destello dorado mientras mi molestia se transforma en ira. ¿Cómo se atreve?
Obviamente, él siente que ha ido demasiado lejos, por lo que continúa.
—Lo que quiero decir es que este tipo de cosas son naturales para las mujeres, Kenshin, ella está perfectamente bien, te preocupas por estar sentado aquí. Sé que no lo parece, pero todo estará bien. Después de todo, la nena es fuerte, especialmente para alguien de su tamaño.
Con esas palabras, mi expresión se suaviza. No quiso hacer daño con lo que dijo, pero no significa que lo necesite aquí ahora.
Quiero afrontar esto por mi cuenta. Necesito hacerlo. No merezco consuelo después de lo que he hecho.
—Supongo que tienes razón, Sanosuke —le digo—, pero soy yo quien hizo que Kaoru estuviera en esta condición, no tendría que pasar por tanto dolor si no fuera por mí, no puedo dejarla, realmente no puedo.
Mis palabras son simples pero verdaderas, y logran lo que quiero. Él asiente amablemente antes de dejarme en paz, y se lo agradezco antes de volver a mi posición inicial.
Y vuelve a suceder, otro grito desgarrador se escapa de sus suaves labios para atormentarme, y el olor a sangre llega a mis fosas nasales.
—Ella está coronando, doctor —dice una de las voces, entre otras que decían 'puja'.
Suspiro. Sé fuerte, mi amor, terminará pronto.
Cierro los ojos mientras recurro a la meditación profunda para aislarme de los gritos que me mantienen constantemente nervioso. Es lo único que evitará que me atraviese el pecho con la sakabatou por lo que le hice a mi amada.
Me focalizo en sentir el ki de Kaoru y me concentro en ello mientras me siento en el porche con las piernas cruzadas. Noté anteriormente que su ki se sintió impaciente, agitado y dolorosamente frustrado.
Pero ahora se siente más relajado, como si experimentara algún tipo de avance. Y entonces sucede, aparece un nuevo ki, y el llanto estridente y agudo que lo acompaña destroza mi meditación por completo mientras asimilo lo que sucedió. ¡El bebé!
Me muevo de mi posición mientras miro en dirección a los pequeños sollozos. Mi corazón late como si tuviera mil tambores en mi pecho mientras me acerco al shoji, y pasan segundos antes de que comience a golpearlo con fuerza.
—¿Quién está allí? —cuestiona una voz femenina; Megumi-dono sin duda alguna.
—Megumi-dono, ¿está todo bien? —pregunté.
Pasaron unos pocos segundos antes de que el shoji se abriera, y lo primero que veo es el rostro sonriente y cansado del Dr. Genzai.
—Oh, eres tú, Himura-san, entra —me dice.
Me adentro para ver media docena de enfermeras trabajar rápidamente por toda la habitación, llevando agua, toallas y todo tipo de artículos médicos.
Mis ojos viajan hasta el futón de la esquina, y luego hasta la figura que yace apoyada contra la pared. Kaoru. Me mira y me sonríe débilmente, sosteniendo un pequeño bulto contra su pecho.
—Kenshin —suspira. Mi corazón da un vuelco, como siempre ocurre cuando ella me llama así, y, por un momento, me congelo, incapaz de apartar mis ojos de ella.
Se ve más pequeña de lo que ha estado en meses y también muy cansada, pero hay una sensación de paz en ella, como la calma después de la tormenta. Observo cómo una enfermera saca una manta manchada de debajo de ella.
Sangre. Hay demasiada sangre, y por mi culpa, otra vez. La sangre de los hombres que he matado mancha mis manos hasta el día de hoy, y ahora de ella... ¿podría alguna vez escapar de la culpa de este color rojo que me atormenta?
—Vamos, démosles un tiempo a solas —dice el doctor, devolviéndome a la realidad—. Kaoru, volveremos a ver cómo estás en diez minutos, y en cuanto a ti, Himura-san, ya puedes conocer a tu pequeño —me dice.
Hago una reverencia cortésmente.
—Gracias a todos.
—Fue un privilegio, Ken-san —dice Megumi antes de salir con los demás.
Escucho que el shoji se cierra y, como si fuera una señal, voy junto a mi amada.
Me arrodillo a su lado y le aparto el flequillo de los ojos, mientras beso su frente.
—Perdóname, Kaoru —le suplico.
Su sonrisa se desvanece.
—¿Por qué me dices eso, Kenshin?
—Te he causado mucho dolor, mucha sangre… yo... nunca seré digno de tu amor.
—Kenshin, no digas esas cosas, me has traído mucha felicidad, más de la que podría pedir —me dice con gentileza.
Nunca voy a entender su lógica, la manera en que me ve, la facilidad con la que me acepta, el por qué me ama, siempre estará más allá de mi.
—Mira, Kenshin —me dice.
Obediente, sigo su mirada hasta el bulto en sus brazos; me había olvidado del bebé, habiendo estado tan consumido por la culpa.
Mis ojos contemplan al niño y mi corazón inmediatamente se derrite. Toda culpa queda en el olvido al contemplar la belleza de lo que hemos creado, una parte de nosotros, que vino de nosotros; un producto de nuestro amor. Hermoso.
El pequeño se había quedado dormido en sus brazos. Y me pregunto cómo una persona puede ser tan pequeña, tan hermosa, tan delicada y tan vulnerable. Fue entonces que me di cuenta de mi verdadero deber. Debo protegerlo a toda costa, tanto como a Kaoru; ambos eran igualmente importantes para mí.
Lenta y suavemente, la personita abre los ojos. Son azules; los ojos de Kaoru, no puedo quitarle la mirada de encima.
—¿Quieres cargarlo? —pregunta Kaoru, despertándome de mi ensueño.
'Él' mi corazón da un vuelco. Había quedado tan absorto por la pura belleza del bebé que me había olvidado de preguntar por su sexo, el sexo de mi propio hijo.
—Él —lo expreso de forma audible.
Kaoru capta mi sorpresa y placer.
—Sí, Kenshin —se ríe—. He dado a luz a un hijo. Tu hijo.
—Sí, mi hijo —logro decir apenas; ¿tiene esta mujer alguna idea de cuánta alegría me ha traído?
Con cuidado, lo coloca en mis brazos, y mi corazón se hincha de orgullo. Pensar que esta personita perfecta me llamará padre me llena de puro asombro.
Él es hermoso, absolutamente hermoso. Nunca había imaginado que un niño pudiera brindarle tanta felicidad a alguien, y yo, por mi parte, no recordaba haberle brindado tanta felicidad a alguien cuando era niño.
Me había preocupado en vano de que su llegada al mundo podría quitarme la paz, y en cambio, él ha aumentado esa paz. Ahora tengo otra persona a quien amar, otra persona a quien llamar mía, nuestra.
Lo contemplo más de cerca. Los rizos rojos en su cabeza son claramente herencia mía, pero sus ojos, son definitivamente los de Kaoru.
—Sus ojos —le digo—, son como los tuyos.
—Sí, pero definitivamente tiene tu cabello, Kenshin.
—Sí —exhalo profundamente—. Es hermoso, Kaoru.
—Ciertamente lo es —me responde con cariño.
—Gracias —le digo.
—¿Gracias? ¿Por qué, Kenshin? —me pregunta confusa, con sus hermosos ojos buscando el significado de mis palabras.
—Gracias por traerlo sano y salvo para mí, gracias, Kaoru, por darme un hijo.
—Oh, Kenshin —es todo lo que puede decir, mientras sus ojos azules se llenan de lágrimas. Ella llora tan fácilmente.
Si alguna vez pudiera elegir un momento en el que el tiempo permaneciera paralizado, juro por mi vida que sería este, este preciso momento, este momento de verdadera paz.
Glosario:
Futón: tipo de cama tradicional japonesa que consiste en colchones que se doblan y se guardan a la mañana
Sakabatou: la espada de filo invertido de Kenshin
Shoji: puerta corrediza japonesa de papel
