Disclaimer: Los personajes de Inuyasha pertenecen a Rumiko Takahashi.
1.
.
.
.
Rin miró su reflejo en el espejo del baño y suspiró al estar contenta con su aspecto, su falda negra le llegaba a medio muslo dejando al descubierto sus delgadas y pálidas piernas. En contraste con la blusa negra de manga larga y cuello de tortuga que cubría por completo su torso y brazos. Sus pies estaban cubiertos por unas calcetas negras de lana. Estaba completamente segura de que si la temperatura caía drásticamente en las próximas horas se congelaría pero era su cumpleaños y estaba decidida a pasarla lo mejor que pudiera sin importar el clima.
Ayame salió de su habitación y entró en la de Rin soltando un silbido al verla.
-¡Guau! -exclamó Ayame mirando a Rin-. ¿No se supone que solo vamos a cenar?
-Solo vamos a cenar, Ayame -respondió Rin con una sonrisa tímida. Ayame soltó una risita.
-Sí, sí, claro. ¿Estás lista?
-Sí -respondió la pelinegra tomando su bolso.
Ayame vestía un entalladisimo vestido púrpura que resaltaba su brillante cabello rojo además de su bien tonificado cuerpo. A veces Rin envidiaba la disciplina que su amiga y roomate tenía respecto a sus visitas diarias al gym, ella era más bien floja, y prefería otro tipo de actividad física. Sin embargo, era su cumpleaños y hoy no se permitiría compadecerse de sí misma. Se dirigieron al genkan donde ella se puso sus botas y Ayame sus tacones infernales, para después salir del departamento que compartían y dirigirse al elevador.
Salieron del edificio y se dirigieron al metro, el restaurante de comida se encontraba a varias estaciones en un barrio acomodado de Tokio, el restaurante que Rin había escogido era un poco caro pero como era su cumpleaños había ahorrado para poder darse ese gusto. Ayame, por otra parte, estaba acostumbrada a ese tipo de lugares al haber nacido en una familia acomodada.
Ron sonrió al ver a su amiga. ¿Quién hubiera pensado que una huérfana como ella y una niña rica como Ayame terminarían siendo amigas? Probablemente nadie. Sin embargo, allí estaban, viviendo juntas desde hacía aproximadamente cinco años, compartiendo cada cumpleaños, navidad, logro y decepción. Cuando Ayame firmó su primer gran contrato como modelo, Rin estuvo allí con ella. Cuando Bankotsu le rompió el corazón, Ayame estuvo a su lado consolándola y maldiciendo a cada uno de los ancestros del hombre.
Bajaron del metro y se dirigieron al restaurante. Entraron alegremente al lugar y siguieron al mesero hasta la mesa que el mesero les indicó. La mirada de Rin notó, sin que lo pudiera evitar, una cabeza plateada al fondo del lugar, por unos segundos miró embelesada al propietario, un hombre en sus treintas demasiado atractivo que bebía desinteresadamente una cerveza mientras charlaba con un hombre de cabello negro. Como si la mirada de Rin quemara, el hombre volteó a verla con una fría mirada lo que provocó que ella se sonrojara avergonzada por saberse descubierta. Ayame la miró preocupada cuando se sentó frente a ella.
-¿Todo bien? Te pusiste pálida -Rin asintió.
-Estoy bien.
-¿Segura? Parece que viste a un muerto -exclamó su amiga. Rin asintió con una leve sonrisa. Lo menos que deseaba era preocupar a su de por sí cotilla amiga.
Rin se perdió detrás del menú que el mesero le ofreció y agradeció ser lo suficientemente pequeña como para quedar cubierta por el pedazo de papel, así podría escapar de la mirada se su amiga. Se sentía rara, ¿por qué había reaccionado de esa forma al ver al hombre de cabello plateado? Se había sentido como una niña a la cual habían pillado realizando una travesura. Rin sintió una mirada a su espalda pero la ignoró, si dejaba de pensar en el pequeño incidente pronto lo olvidaría.
Cuando el mesero regresó a su mesa ella estaba más tranquila, ordenó un tonkatsu y una cerveza, Ayame una sopa miso y un té. El par de amigas comenzó una charla banal y el asunto del hombre de cabello plateado casi se había borrado de su mente cuando el mesero regresó y puso frente a ellas sus bebidas, además de dos copas de vino tinto. Rin lo miró confundida.
-Disculpa, nosotras no ordenamos esto -dijo con el ceño fruncido. El mesero la miró y asintió.
-Son una cortesía del caballero del fondo -respondió el mesero señalando la única mesa al fondo. Ayame dirigió sus ojos hacia donde el mesero señalaba y sonrió con picardía. Rin no necesitaba voltear para saber a qué mesa se refería. Cuando entraron al lugar solo había una mesa ocupada.
-Lo siento pero no podemos… -estaba comenzando a decir Rin cuando fue interrumpida por su amiga.
-Por favor, dele un agradecimiento de nuestra parte -zanjó la pelirroja haciendo que el mesero se retirara. Rin estaba a punto de decir algo cuando su amiga tomó la copa frente a ella y hacía un gesto de agradecimiento hacia donde estaba el hombre de cabellos plateados para luego beber un sorbo.
-¿Qué haces Ayame? -preguntó en un susurro bastante molesto, como temiendo que el susodicho pudiera escucharlas. Ayame sin quitar la sonrisa pícara y dirigiendo furtivas miradas hacia la mesa del fondo- ¿Puedes por favor controlarte?
-¿Qué? -respondió la aludida encogiéndose de hombros-. Solo estoy siendo agradecida con el bombón que nos invitó una copa.
-Esto no está bien, ¿y si las copas tienen algo? No sabes la cantidad de pervertidos que hay afuera por más atractivos que sean.
-Creo que miras muchas noticias, Rin. ¿Puedes relajarte por un momento?
-No me gustaría terminar violada y tirada sobre un callejón en mi cumpleaños, Ayame.
-Cielos, te preocupas tanto, Rin -espetó su amiga con un mohín. Rin estaba a punto de decir algo cuando el mesero regresó con sus alimentos.
No era que Rin fuera una miedosa, simplemente era precavida. En el orfanato había tenido suerte, ningún profesor o chico mayor había abusado de ella, lamentablemente no podía decir lo mismo de otras chicas que conoció. Pero no por eso dejaría de ser precavida. Rin miraba la copa como si su contenido tuviera veneno hasta que su amiga la miró con hastío.
-Es tu cumpleaños, no pasará nada malo, además, creo conocer a uno de los hombres de esa mesa -dijo finalmente la pelirroja. Rin levantó una ceja.
-¿Enserio?
-Sí, el hombre de cabello negro se llama Koga Okami, lo he visto suficientes veces en la empresa de mi padre como para no reconocerlo -respondió restandole importancia. Rin relajó los hombros. Probablemente el hombre había mandado las copas en señal de cortesía al haber reconocido a su amiga-. Si terminamos tiradas en un callejón sucio sabremos a quién reclamarle -añadió juguetonamente. Rin rodó los ojos pero finalmente tomó la copa y le dio un sorbo. El vino sabía de maravillas, y estaba completamente segura que cada copa habría costado más que su cuenta juntas.
El incidente quedó rápidamente en el olvido después de una animada charla. Ayame le contaba con pelos y señas de la última cita que había tenido con un chico americano de nombre Simón que había resultado en un completo fiasco. Rin no había vuelto a salir con un hombre desde su ruptura con Bankotsu, con quien había tenido una tormentosa relación de tres años, relación que había culminado hacía dos años pero que aún la hacía sentirse insegura respecto a los hombres. Ayame por otro lado, jamás había tenido una relación seria.
Justo cuando Rin estaba por decirle a su amiga que debería de dejar de brincar de una relación a otra, el mesero se acercó y puso un pequeño pero bonito pastel de cumpleaños frente a ella. Rin, anonadada, miró a su amiga con la sorpresa dibujada en su rostro. Ayame sonrió de oreja a oreja, satisfecha por haber sorprendido a su amiga.
-¡Feliz cumpleaños, Rin! -exclamó con un poco de fuerza, lo que les ganó las miradas molestas de las mesas contiguas. Rin se disculpó apenada.
-No grites -susurró Rin, su amiga hizo una mueca.
-Bah, los japoneses son unos aguafiestas -dijo restándole importancia al asunto. Rin no pudo evitar reír en voz bajita-. Vamos, pide un deseo.
¿Un deseo? Rin no era de las que pedían deseos. Ella era una mujer que prefería actuar en lugar de esperar que las cosas pasaran. Crecer en un orfanato la había hecho entender a una temprana edad que una persona que no actuaba no obtenía lo que quería. Y esa noche, lo único que ella quería era divertirse y olvidarse por un momento de la realidad.
-Señorita Kakazu, qué agradable sorpresa -escucharon una voz masculina decir y ambas chicas voltearon a ver al hombre, alto de cabello negro y apariencia atletica vestido con un serio traje negro que se detenia a un lado de su mesa. Ayame se levantó e hizo una reverencia.
-Señor Okami, que gusto verlo. Permítame presentarle a mi amiga, Rin Noto -la aludida imitó a su amiga poniéndose de pie y haciendo una leve reverencia.
-Señorita Noto, un placer -el hombre notó el pastel de cumpleaños y la miró-. Feliz cumpleaños.
-Gracias, señor Okami. También gracias por el vino, estaba delicioso.
-¿Vino? -preguntó el pelinegro mirándolas con confusión. Ayame sonrió. Rin lo miró confundida.
-¿Gusta tomar una copa con nosotras? -ofreció Ayame quitándole importancia al asunto. Rin, que había notado la confusión en los ojos del hombre miró a su amiga con los ojos abiertos como platos preguntando qué rayos hacía. Su amiga la ignoró.
-No me gustaría importunar su celebración, además de que no vengo solo.
Como si estuviera esperando una gran entrada, el hombre de cabellos plateados apareció. De cerca Rin podía observar que el hombre era altísimo, de facciones delicadas pero masculinas y extremadamente atractivo, sus ojos eran de un color ámbar casi dorado y su cabello estaba pulcramente recogido en un medio moño. Rin se puso nerviosa ante su mera presencia.
-No sería ninguna intromisión, sería un honor para nosotras -respondió Ayame sacando a Rin de sus pensamientos-. Por favor -dijo la chica señalando los asientos vacíos. Okami sonrió y asintió.
-Esta bien, solo una copa, no queremos arruinar su celebración -dijo el pelinegro. Después miró al hombre de cabellos plateados que no dejaba de mirar a Rin-. Por cierto, les presento a Sesshomaru Taisho.
-Señor Taisho, un placer -respondió Ayame con una sonrisa haciendo una leve reverencia, Rin la imitó-. Yo soy Ayame Kakazu, mi amiga es Rin Noto.
El hombre las miró y simplemente hizo un leve movimiento de cabeza a modo de respuesta. Los ojos del hombre miraron a su amiga, luego al hombre para finalmente posarse en ella. La miró por un milisegundo con esos fríos ojos amarinos antes de tomar asiento a su derecha, Okami se sentó a su izquierda y Ayame regresó a su asiento frente a ella, por lo que a Rin no le quedó más remedio que sentarse de nuevo en su lugar. Rin se sintió fuera de lugar bordeada por ambos hombres en sus serios trajes negros, Ayame por otro lado, se comportaba con la naturalidad que su fina crianza le habia enseñado.
El hombre, Sesshomaru, miró hacia la barra donde se encontraba el mesero e hizo un simple movimiento de cabeza. El mesero simplemente asintió y se volteó hacia el bartender quién comenzó a preparar unas bebidas. Rin de repente se sintió demasiado infantil con su pastel de cumpleaños frente a ella, miró a Ayame queriéndola matar con la mirada pero esta ni se inmutó, platicaba alegremente con el señor Okami.
Taisho, quien no dejaba de observarla, miró su pastel de cumpleaños y después a su amiga.
-Dígame señorita Kakazu, ¿tiene alguna relación con Hiroshi Kakazu? -preguntó seriamente Taisho con una profunda y parsimoniosa voz. Su amiga asintio.
-Es mi padre -respondió la pelirroja con una sonrisa.
-Justamente me comentaba Taisho que si podía arreglarle una reunión con tu padre, señorita Kakazu.
-Ayame, por favor diganme Ayame, señorita Kakazu suena muy, no sé, formal.
-Ayame -dijo el pelinegro con una sonrisa. Su amiga sonrió de oreja a oreja como solo lo hacía cuando posaba sus ojos sobre un chico que le gustaba. Rin rodó los ojos al ver a su amiga. No tenía remedio, aunque en esta ocasión estaba jugando sobre terreno peligroso.
-Si es sobre negocios, estoy segura que mi padre estará encantado. No hay nada que le agrade más que hacer nuevas alianzas comerciales.
-Estoy seguro que sí -respondió Okami con una sonrisa seductora dirigida a su amiga antes de girar su atención a ella-. ¿Cuántos años cumples, Noto?
-Es de mala educación preguntarle su edad a una mujer, Koga -dijo Taisho sorprendiendo a Rin. El hombre estaba a punto de responder pero fue interrumpido por el mesero quien puso un vaso con líquido ambarino frente a Taisho, una cerveza frente a Okami y dos copas de gurin para ella y Ayame.
-Gracias -le respondió al mesero quién se retiró después de hacer una reverencia. Rin jamás había probado el gurin por lo que imitó a su amiga y tomó su copa. Taisho observó a Rin por un microsegundo y luego bebió un trago de su whisky.
Ayame y Okami continuaron con su alegre charla, olvidándose de sus acompañantes. Rin no podía decir que estaba sorprendida, así era su amiga cuando un nuevo chico que le gustaba se cruzaba en su camino, pero tampoco podía decir que no le molestaba. Era su cumpleaños y esa noche se suponía era de ellas. Tomó la cuchara que se encontraba a un lado del pequeño pastel y tomó un pequeño bocado. Taisho la miró con una ceja levantada y cuando Rin estaba a punto de sentirse avergonzada el hombre habló.
-Me disculpo por interrumpir su reunión -le dijo. Rin se encogió de hombros.
-No se preocupe -respondió ella no queriendo ser descortés le ofreció pastel-. ¿Gusta un poco? Le puedo pedir al mesero un plato para compartir.
-Estoy bien, no soy fan de los alimentos dulces.
-Ya veo -respondió Rin dándole un gran trago a su gurin-. Está rico -dijo como quien no quiere la cosa, el hombre asintió.
-Muy dulce para mi gusto, prefiero el whisky.
-Gracias por el vino -le dijo Rin mirándolo fijamente. El hombre se encogió de hombros.
-Un placer.
La copa que prometió Okami se multiplicó por tres. Al parecer la fantástica vida de modelo de Ayame era demasiado interesante porque no dejaba de conversar con ella. Rin no volvió a cruzar palabra con Taisho, quien solo la miraba devorarse su pastel en silencio, cosa que al principio hizo sentir incómoda a Rin, pero poco después decidió ignorar. Estaba decidida a disfrutar de su cumpleaños aunque su amiga ya había perdido el rumbo de la noche al encontrarse con un hombre atractivo.
Después de finalizar su tercer gurin, Ayame pareció recordar la existencia de Rin y la miró con los ojos vidriosos. Los efectos del alcohol parecían comenzar a hacer efecto en la pelirroja así como en ella. De pronto, la pelirroja sonrió de una forma que Rin conocía demasiado bien, estaba tramando algo.
-¡Llévanos a bailar, Koga! -dijo sonriente, desde rato atrás se había dejado las formalidades y llamaba al pelinegro por su nombre de pila-. Es cumpleaños de Rin y le prometí que iríamos a bailar -el hombre sonrió.
-Por supuesto, a donde ustedes quieran -respondió ganándose una risita pícara de la pelirroja. Rin miró con los ojos como platos a su amiga ante su descarado comportamiento. El hombre se puso de pie y le tendió una mano a Ayame-. Vamos.
-Espera, no hemos pedido la cuenta -dijo Rin buscando de repente su bolso. Okami hizo un gesto restándole importancia.
-No se preocupen por eso, la casa invita.
-Pero… -estaba a punto de replicar Rin cuando Taisho se puso de pie, e imitando a su amigo, le tendió una mano.
-Este lugar le pertenece a Koga -le informó mientras su amiga y el pelinegro ya estaban camino a la entrada donde el mismo chico que les había recibido, se despedía con una reverencia.
Rin tomó la mano de Taisho y la soltó instantáneamente al sentir una corriente eléctrica. Taisho la miró y sin decir nada le indicó que caminara. La noche estaba a punto de ponerse interesante, pensó el hombre.
.
.
.
Rin miraba como su amiga bailaba de manera sensual a lado de Koga, quien no dejaba de acortar el espacio entre sus cuerpos. Rin no tenía que ser adivina para saber que esa noche le tocaría regresar sola al apartamento. Ella, por otra parte, se encontraba sentada a lado de Taisho en un taburete de cuero bebiendo de su daikiri lejos de la pista de baile. Se encontraban en la zona VIP de una de las discotecas más caras y exclusivas de Tokio.
Después de salir del restaurante los cuatro habían abordado la lujosa camioneta de Taisho y él los había llevado hasta ese lugar. Cuando Rin había visto los glamurosos atuendos de las chicas que hacían fila para entrar se sintió desentonada y estaba segura de que no la dejarían entrar, sin embargo se había equivocado. El guardia de la entrada al ver a Koga los dejó entrar sin reparos, por lo que Rin supuso que probablemente también era el dueño de aquel lugar.
Aún no lograba entender cómo encajaba Taisho en la situación. Koga era desinhibido, fiestero y alegre. Taisho tenía la misma expresión fría y desinteresada todo el tiempo. ¿Eran amigos? ¿Socios? ¿Compañeros de juerga? Descartó lo último inmediatamente, Taisho no parecía ser el tipo de sujeto que le gustara la diversión en general. No pudo evitar preguntarse qué era lo que le gustaba a Taisho.
En ese instante, una despampanante mujer de esbelta figura y cabello negro enfundada en un sensual vestido negro se paró frente a Taisho y le sonrió con sensualidad. El hombre la miró con una ceja levantada un poco aburrido. La mujer no reparó en Rin, quien observaba en silencio.
-Qué sorpresa encontrarte aquí, Sesshomaru -dijo la mujer con una sensual voz que a Rin le dio un escalofrío. El aludido no se inmutó.
-Hola Kagura.
-Me encantaría ponerme al corriente contigo, pero me esperan -dijo mirando al otro lado de la estancia donde un hombre alto, de cabello negro y ojos rojos los miraba atento-. Con tu permiso.
Taisho no respondió, simplemente la miró partir y bebió un trago de su whisky. Rin estaba a punto de preguntarle al hombre sobre la misteriosa y sensual mujer Kagura cuando se fijó en Ayame. La chica se estaba besando apasionadamente con Koga en medio de la pista de baile. Frunció el ceño, definitivamente esa noche regresaría sola a casa.
Rin no notó que Taisho observaba cada uno de sus movimientos atento. Desde como miró alejarse a Kagura, hasta la realización de que su amiga se encontraba enfrascada en un apasionado beso con el pelinegro. Sesshomaru miró con hastio a Koga. Era demasiado predecible.
-Necesito ir al baño, ¿sabes dónde está? -le preguntó la chica sentada a su lado sacándolo de sus cavilaciones. Asintió.
-Bajando las escaleras, al fondo -respondió. La chica se levantó e intentó dar un paso pero perdió el equilibrio y cayó sobre su regazo.
-Lo siento -se disculpó intentando levantarse pero volvió a caer sobre él, esta vez sobre su entrepierna. Sesshomaru gruñó-. Lo siento -volvió a repetir la chica, roja como un tomate. E intentando ponerse de pie por tercera vez.
-Te acompaño -le dijo ayudándola a levantarse y guiándola hacia la salida del área VIP.
Rin no podía creer lo que acababa de pasar. Había minimizado su estado de embriaguez a tal grado que no solo perdió el equilibrio, si no que cayó dos veces sobre el regazo de Taisho. Y la segunda vez cayo completamente sobre su entrepierna. Completamente avergonzada, y sin confiar en su equilibrio, se dejó llevar por el hombre.
Cuando llegaron a la salida del área VIP, Rin estaba insegura de poder bajar las escaleras sin quedar aún más en ridículo, pero cuando llegaron a las escaleras, Taisho la guió por una puerta que, de no saber que se encontraba allí, pasaba completamente desapercibida. Rin estaba a punto de respingar cuando, siguiendo a Taisho por un largo pasillo oscuro, abrió otra puerta y entraron.
Era una oficina elegante exquisitamente decorada en tonos negros y rojos. Seria y muy masculina. Tenía un enorme escritorio de madera frente a una pared de cristal, probablemente insonorizado, que daba hacia el lugar desde donde se podía ver todo, desde el área común de baile, hasta el área VIP donde Rin no alcanzaba a distinguir la melena pelirroja de su amiga.
Rin sintió que Taisho la jalaba del brazo y la llevaba hacia una puerta que se encontraba a un lado del enorme librero que estaba a la derecha del escritorio. Encendió la luz dejando ver un enorme cuarto de baño completamente negro. Desde las paredes cubiertas de azulejos, hasta lo que parecía ser un jacuzzi, un retrete y un lavamanos. Rin levantó una ceja.
-¿Puedes hacerlo sola? -preguntó de repente Taisho sacándola de sus pensamientos.
-Sí, no estoy tan mal. ¿Pero no habías dicho que los baños se encontraban abajo?
-Los de los clientes. Este es personal.
-¿Personal del señor Koga? -preguntó caminando un poco más recta hacia el retrete. Taisho negó.
-Este lugar es mío -dijo secamente antes de salir del baño dejándola completamente sola.
¿Suyo? ¿Sesshomaru Taisho era dueño de una de las discotecas más caras y exclusivas de Tokio? Rin no se lo podía creer. El hombre tenía cara de que consideraba esos lugares insignificantes y mundanos, ¿cómo era que era propietario de uno? Vaya que la vida daba sorpresas. Rin se miró en el espejo de cuerpo completo que estaba empotrado en la pared frente al jacuzzi. Estaba ebria, su fino delineado se había corrido un poco, y sus labios habían regresado a su color natural, el rubor que cubría sus mejillas y nariz se debía a su estado de embriaguez. Se arregló lo mejor que pudo y luego procedió a hacer del baño.
Volvió a mirar el jacuzzi y de repente se cuestionó. ¿Qué rayos hacia un jacuzzi en el cuarto de baño de una oficina? Era un lugar peculiar para poner un jacuzzi. De repente no pudo evitar imaginar a Taisho, imponente como era, desnudo en el jacuzzi, probablemente a lado de una despampanante mujer como la que lo había saludado un rato atrás. ¿Cómo la había llamado? ¿Kagura? Se ruborizó aún más gracias a sus pensamientos lascivos. Se acomodó las braguitas y la blusa después de lavarse las manos y cuando estuvo lo suficientemente recompuesta, salió del baño.
Encontró a Taisho casi tumbado en un enorme sillón de cuero que Rin no había notado al entrar a la oficina. Tenía los ojos cerrados y su cabeza descansaba contra la pared, en su mano tenía un vaso con whisky y su saco y corbata habían desaparecido, dejándolo solo con una camisa negra con los primeros tres botones desabrochados y su pulcro pantalon de vestir negro. Rin no sabía que hacer por lo que se sentó a un lado de él poniendo una buena distancia entre ellos. Creyó que estaba dormido hasta que lo vio llevarse el vaso con whisky a los labios y dar un buen trago. ¿Cómo podía beber tanto whisky sin embriagarse como ella?
-Creo que es hora de irme -dijo finalmente Rin en un susurro. Taisho abrió los ojos.
-Ayame y Koga se fueron hace un rato -le informó lo evidente. Rin suspiró.
-Se suponía que celebramos solo nosotras dos, ¿sabes? -soltó sin más. Taisho se enderezó un poco.
-Lamento que nuestra presencia les arruinara la noche -se disculpó. Rin sonrió desganada.
-Dudo mucho que la noche de Ayame esté siendo arruinada -soltó sin más, Taisho levantó una ceja.
-¿Y la tuya? -preguntó el hombre. Rin, sintiéndose extrañamente valiente, le quitó el vaso de la mano al hombre y le dio un trago a su whisky. Le quemó la garganta al pasarlo pero lo disimuló. Taisho la miró un poco sorprendido por su atrevimiento pero no dijo nada.
-Aún no se acaba la noche -respondió sin más mirando a la gente bailar por el enorme ventanal al final de la oficina.
-Probablemente si sales ahora, aun tengas tiempo de encontrar a un chico que quiera ir contigo a un hotel del amor -le dijo sin más. Rin le dio otro trago al whisky y se lo terminó.
-Jamás he ido a un hotel del amor -confesó sorprendiendose a sí misma-. Perdón, me terminé tu whisky.
-En el escritorio hay más -respondió Taisho restándole importancia. Rin asintió y se levantó.
Rin logró llegar al escritorio, llenar el vaso, darle un trago y caminar de regreso al sillón donde se encontraba Sesshomaru en una línea recta, sin embargo, cuando estaba por sentarse no dimensionó muy bien el espacio y cayó violentamente sobre su trasero al mismo tiempo que derramaba el líquido ambarino sobre ella y el pantalón del hombre. Sesshomaru no logró reaccionar a tiempo y evitar la caída de la chica.
-¿Estás bien? -preguntó el hombre a una muy avergonzada Rin. La chica asintió.
-Sí, lo siento. Tiré tu whisky.
Taisho se levantó del sillón y la miró. Rin tenía las rodillas casi contra su rostro lo que dejaba completamente al descubierto su generoso trasero. Sesshomaru se preguntó si la chica se había siquiera puesto bragas. Estaba a punto de decir algo cuando la chica le extendió una mano.
-¿Me puedes ayudar? -le dijo ruborizada. Taisho asintió y la ayudó a levantarse pero en el momento que se puso de pie la chica volvió a perder el equilibrio y chocó de bruces contra su pecho-. Lo siento -volvió a disculparse mientras se alejaba de él-. Necesito aire fresco, ¿puedes llevarme a un lugar con aire fresco?
Sesshomaru pensó por un momento su respuesta. Su pent-house estaba a unas calles y tenía una enorme terraza donde el aire era más que fresco. Consideró por un momento enviar a la chica en taxi a su casa pero descartó la idea tan rápido como llegó a su mente. En su estado era peligroso viajar sola en la madrugada en un taxi, aunque realmente no era su problema puesto que su amiga la había abandonado en el lugar para irse con Koga. El alcohol estaba haciendo estragos en su sistema porque lo que dijo fue completamente contrario a lo que su cabeza le decía.
-Mi pent-house está a unas calles de aquí, ¿quieres ir?
-¿Tiene aire fresco?
-Sí.
-Entonces vamos.
.
.
.
El enorme pent-house de Taisho se encontraba en una de las zonas más exclusivas de Tokio. Y también muy cerca de la discoteca. Rin estaba ebria, pero consciente cuando entró en el espacioso lugar seguida de Taisho y dejó sus pesadas botas en la entrada. El lugar estaba finamente decorado con estilo minimalista en colores fríos y serios, como su propietario. También tenía una enorme terraza que daba hacia la ciudad regalándole una espectacular vista de la nocturna Tokio. Rin aspiró el aire fresco y se dejó caer en uno de los cómodos sillones que había en el lugar.
Taisho la siguió y le entregó un vaso con agua. Rin lo tomó y bebió ansiosa, no se había dado cuenta que tan sedienta estaba hasta que se lo terminó. Sesshomaru la miró con una ceja levantada pero no dijo nada, solo se sentó a su lado y bebió de su whisky. Rin, completamente desinhibida por el alcohol en su sistema, se llevó las rodillas al pecho y tomó el vaso de whisky de la mano de Sesshomaru para darle un trago. El hombre enarcó una ceja.
-¿No crees que ya bebiste suficiente alcohol?
-Tal vez, pero es mi cumpleaños y creo que me lo merezco -respondió la chica restándole importancia. Taisho tomó el vaso de la mano de la chica y bebió un trago también-. ¿Puedo hacerte una pregunta? -dijo sin más. Taisho asintió-. ¿Por qué tienes un jacuzzi en el baño de tu oficina?
-¿No es obvio? -preguntó él en respuesta. Rin negó con la cabeza-. Para poder relajarme -respondió finalmente.
-Es un extraño lugar para relajarse solo.
-¿Quién dijo que lo hago solo? -preguntó él levantando una ceja. Rin lo miró un momento confundida hasta que entendió y se ruborizó. ¿Cómo había sido tan ingenua?
Recordó lo que le dijo sobre salir y encontrar a un chico que la llevara a un hotel del amor. Él no tenía necesidad de hacer eso teniendo un enorme jacuzzi en su oficina. De repente se preguntó, ¿a cuántas chicas se había llevado a su jacuzzi privado? Sin entender muy bien por qué, el mero hecho de imaginarlo desnudo en el jacuzzi la excitaba, pero no se lo podía imaginar con alguna chica, ni siquiera con Kagura, la única chica que se le venía a la mente que lo acompañaba al imaginarlo desnudo y completamente mojado era ella misma.
Se llevó las manos a su entrepierna y las apretó contra su centro olvidándose por un momento que se encontraba acompañada. Taisho la observó en todo momento y no pudo evitar sentir una punzada en la entrepierna. Estaba haciendo total uso de su autocontrol desde que habían llegado a Tokijin y la miró con su endemoniado atuendo y ahora, al verla de nuevo en esa posición que dejaba al descubierto su trasero, estaba perdiendo la batalla.
Él no era de dejarse llevar por sus instintos, sin embargo, su juicio estaba siendo parcialmente nublado por el alcohol. De repente la chica pareció recordar que no se encontraba sola y abrió los ojos clavandolos en él.
-Oh, al demonio -fue todo lo que dijo Rin antes de sentarse a horcajadas sobre Taisho y besándolo profundamente tomando al hombre por sorpresa.
Taisho le correspondió el beso colocando una mano sobre su nuca para atraerla aún más a él y la otra sobre el trasero de la chica apretando la nalga izquierda de Rin. La chica sintió su centro arder y comenzó a mover las caderas sobre el pantalón del hombre. Taisho, sin dejar de besarla, se puso de pie levantando su menudo cuerpo y llevándola escaleras arriba hacia su habitación.
La depositó con gentileza en la cama y continuó el hambriento beso. Rin, sin perder tiempo, desabrochó los botones de su camisa y tiró de ella con urgencia. Taisho se deshizo de su camisa así como de la blusa de Rin quedando completamente en topless ya que esa noche había decidido no usar sostén. Taisho la miró extasiado y de nuevo se abalanzó hacia ella besándola con urgencia. Lentamente bajó por su cuello hacia sus pechos, que no eran ni muy pequeños pero tampoco enormes, y aprisionó un pezón con sus labios. Succionó uno, luego el otro, y después continuó bajando hasta llegar al borde de su falda. Sin quitarle la prenda, el hombre se deshizo de sus bragas y se alejó un poco de ella, dejándola completamente expuesta.
-Quiero que te toques para mi -dijo con voz grave. Su mirada era de oro líquido lo que excitó aún más a Rin. La chica abrió desvergonzada sus piernas y se lamió una mano en un gesto completamente obsceno y la llevó hacia su centro.
-¿Así es como quiere que me toque, señor Taisho? -preguntó Rin con una falsa inocencia que lo único que hizo fue excitar aún más al hombre. La chica abrió sus pliegues y comenzó a masajear lentamente su clítoris ante la atenta mirada del hombre.
Sesshomaru se relamió los labios al ver la poderosa imagen de la chica que tenía frente a sus ojos. Rin había introducido un dedo en su interior mientras que con la otra mano se estrujaba uno de sus maravillosos pechos. La chica continuó con su árdua tarea ante la ardiente mirada del hombre, que no dejaba de observarla, haciéndola sentir poderosa. Rin estaba a punto de llegar al clímax cuando la mano del hombre detuvo la suya.
-Aún no -le dijo-. Quiero ver primero ese hermoso trasero tuyo -le indicó girándola de repente y levantando su trasero-. Continúa -le ordenó y Rin, con una traviesa sonrisa, se acomodó de forma que el hombre pudiera verla completamente.
No podía negar que en esa posición se sentía completamente expuesta, pero, ¿qué más daba? Estaba tan excitada que no le importó el show que le estaba dando al hombre y prosiguió. El día de mañana se podría arrepentir. Rin volvió a separar sus pliegues y comenzó a tocar su ya abultado y súper sensible clítoris, estaba tan excitada que no tardaría en llegar al éxtasis. Sesshomaru la miró, completamente expuesta y excitada ante él y no pudo aguantarse más, se deshizo de la poca ropa que le quedaba y se paró frente a ella sin dejar de frotar su miembro completamente erecto. Nunca había estado tan excitado como en esos momentos.
-Oh mierda, ya viene, señor Taisho -gimió la chica a punto de dejarse llevar por el inminente orgasmo cuando se sintió completamente invadida por el miembro de Taisho.
El orgasmo que explotó en ella al sentirse llena fue de tal magnitud que por un momento se sintió desfallecer. Sin embargo, el placer que estaba sintiendo con cada estocada era tal que estaba segura que estaba a punto de tener otro orgasmo. Rin mordió las sábanas debajo de ella, ahogando sus gemidos de placer. Taisho le estrujó uno de sus pechos con una mano mientras que con la otra la agarraba del cuello sin cesar la velocidad de sus movimientos.
-Quiero que me digas cuanto te gusta -le ordenó en un gruñido. Rin sorprendida por su actitud desvergonzada, se impulsó con las manos para alejarse de la cama haciendo que el miembro del hombre se encajara en lo más profundo de su ser.
-Oh, me encanta, señor Taisho -gimió-. Quiero más.
Sesshomaru salió de ella al escuchar sus palabras y la giró, la chica lo miró con los ojos negros por la excitación y sonrió traviesamente.
-Vaya, eres muy traviesa, Noto, ¿quién lo hubiera dicho? -fue todo lo que dijo antes de apoderarse de sus labios y recostarla sobre su espalda.
Volvió a entrar en ella y continuó con sus embestidas profundas sin dejar de besarla como un animal hambriento, quería más de ella, lo había deseado desde que la había visto entrar al restaurante unas horas antes con su estúpido atuendo de colegiala. Cuando el siguiente orgasmo se apoderó de ella, gimió sonoramente haciendo que la erección de Sesshomaru se tornara aún más dura. Estaba por llegar al orgasmo él también, pero aún podía aguantar un poco más.
-¿Puedo estar encima, señor Taisho? -preguntó Rin con falsa inocencia cuando lo sintió salir de ella. Sesshomaru se recostó en la cama a modo de respuesta y ella rápidamente se montó encima de él. Esa posición la hacía sentirse poderosa y hermosa.
La mirada dorada de Sesshomaru parecía oro líquido mientras veía como la chica lo montaba sin darle tregua. Sus pechos rebotaban al compás de sus movimientos, la poderosa imagen de la chica poco a poco comenzó a grabarse en mi memoria, su cabello revuelto, sus mejillas sonrojadas y sus hinchados pechos brincando al compás de sus movimientos. Parecía una diosa, y él, un simple mortal.
Rin soltó un sonoro gemido cuando comenzó a sentir el cosquilleo del inminente orgasmo a punto de estallar en su ser. Sesshomaru pareció leer sus movimientos a la perfección por lo que aumentó la velocidad de sus embestidas haciendo de esta forma que Rin perdiera completamente la cabeza cuando el orgasmo estalló en su interior.
Sesshomaru salió de ella poco después, siendo víctima de su propio orgasmo y derramándose por completo en el trasero de la chica. Rin cayó exhausta a lado de Sesshomaru segundos después, completamente satisfecha y somnolienta. Estaba segura de que toda la valentía que había logrado esa noche se esfumaría en el mismo momento que el efecto del alcohol saliera de su sistema. Probablemente se escandalizaria por su comportamiento desvergonzado, pero eso no importaba ahora, no por el momento. Se acurrucó a lado del masculino pecho que respiraba agitadamente como ella y se dejó ganar por el sueño.
Si, definitivamente se preocuparía al día siguiente de las consecuencias de sus acciones.
.
.
.
Rin despertó lentamente y conforme sus ojos se abrían le costaba acostumbrarse a la oscuridad que la envolvía. ¿Cuánto tiempo había dormido? Ella sentía que una eternidad, pero la habitación estaba sumida en una completa oscuridad, ¿durmió unos minutos?
Cuando se levantó de la mullida y enorme cama, sintió el dolor en sus muslos y su cabeza, los recuerdos de la noche anterior se apoderaron de su mente y fue entonces que permitió escandalizarse por su comportamiento desvergonzado.
Ella había comenzado, ella se le había echado encima a Taisho como si de una sensual succubo se tratara. Y Taisho no se había negado. Eres muy traviesa, Noto, recordó cómo se lo dijo con la voz ronca llena de deseo y sus muslos se estremecieron. Busco su ropa, o lo que faltaba de ella ya que la condenada falda seguía siendo la única prenda que continuaba en su lugar. La encontró pulcramente doblada sobre una silla cerca del cuarto de baño, se vistió con pena al observar su cuerpo y las suaves pero visibles marcas que el agarre masculino había dejado sobre sus pechos y trasero, ¿de verdad fue tan brusco? Tal vez por la inhibición del alcohol no lo había sentido.
Al ver el enorme cuarto de baño estuvo tentada a llenar la bañera y darse un largo baño pero se contuvo, no estaba en su casa y temía con todo su ser encontrarse con el propietario de ese lujoso penthouse, ¿qué le diría? Hola, disculpa por la impresión que te llevaste anoche de mi pero no suelo ser así. Sonaba estupido. Aún seguía preguntándose qué rayos le había pasado como para comportarse así.
Cuando salió de la habitación noto que era cerca del medio día y que la habitación se mantenía en una completa oscuridad por unas enormes y pesadas cortinas blackout. Miró por todos lados buscando a Taisho pero no lo encontró. Un atisbo de desilusión se apoderó de ella. Lo disipo rápidamente, ¿qué esperaba? ¿Que la esperara con el desayuno hecho y palabras de amor? Si ella había sido una chica más en la larga lista de conquistas que el hombre de seguro tenía.
Encontro su bolso en la encimera de la cocina, junto a un vaso con agua y un par de pastillas que tenían toda la pinta de analgésicos sobre un platito. Se los llevó a la boca y se bebió toda el agua bruscamente. No sabía porque el gesto le había molestado. Tomó su bolso y notó como un pequeño pero fino papel caía, lo levanto y se le detuvo el corazón por un momento. Que se repita. Era todo lo que decía el papel junto con un número telefónico. Rin lo estrujó y metió en su bolso nerviosa.
¿Cómo iba a repetir lo de anoche si por la cantidad de alcohol en su sistema había actuado como una persona completamente diferente a la que ella era?
Salió del penthouse y se dirigió a los elevadores, se sentía como una adolescente saliendo de un love hotel a punto de ser descubierta. Cuando llegó a la recepción del edificio una mujer en sus treintas la miró con ojo crítico pero no dijo nada. Sabía de dónde venía desde el momento en que el elevador exclusivo del penthouse se había puesto en marcha extrañandola por completo, ya que ella misma había visto salir al propietario a primera hora de la mañana y este rara vez tenía visitas.
Rin sintió la mirada acusadora de la mujer y se sonrojó. Saliendo a toda prisa del lugar.
Estaban a finales de noviembre y hacía días que una capa de nubes cubría todo Tokio interrumpiendo el paso del sol, esto incluía un bajón de temperatura y ocasionales lluvias, como la que se alcanzaba a ver, no tardaría en caer. Tomó un taxi sin importarle el precio que le fuera a cobrar. La noche anterior no había gastado ni un yen y tampoco se sentía con la fuerza de regresar en tren a su estado, sentía que tenía un pergamino pegado en la frente que describía con clara desfachatez todo lo que había hecho la noche anterior. Su centro pálpito al recordar cada uno de los lugares donde Taisho la tocó.
Si bien Rin no era una mojigata que se escandalizaba por cualquier tema relacionado al sexo, tampoco era el demonio sexual que anoche se había apoderado de ella. Con Bankotsu su vida sexual siempre había sido monótona; había disfrutado, sí, mayormente gracias a su propia mano, pero no podía negar que jamás había disfrutado como lo había hecho la noche anterior. Se sintió poderosa al saberse observada por esos ojos dorados llenos de deseo. Nunca creyó que alguien podía verla de esa forma.
Bankotsu siempre la miraba de la misma forma, incluso a veces la hacía sentir que se acostaba con ella por obligación y eso mermaba su autoestima. Se había sentido poco atractiva y el descubrir la despampanante mujer con la que su novio la engañaba no había ayudado tampoco.
Los primeros meses post-ruptura, Rin se había sumido en una depresión tan grande que había bajado diez kilos de golpe preocupando a Ayame y sus padres.
Ayame. ¿Estaría en casa? Conociéndola, probablemente no. Pago en silencio el precio que el taxista le indico y entró en el edificio en silencio. No vivían en una zona peligrosa, era más bien una zona de clase media-alta que solamente podrían habitar porque el dueño del complejo de departamentos era el padre de Ayame y les había cedido un departamento. El hombre era duro y estricto con todos, menos con Ayame, que era su debilidad.
Cuando abrio el departamento y se quitó las botas, Rin sintió un par de ojos verdes mirándola con completa preocupación. Intento que el evidente sonrojo no fuera ser percibido por su amiga cuando la volteo a ver y le sonrió.
-¿Dónde diablos estabas, Rin? ¡Estaba muy preocupada!
-Yo…
-Koga me trajo al departamento cuando se rompió mi tacón y no te pudimos encontrar en Tokijin, me aseguro que Taisho te mandaría con un chófer detrás de nosotros pero jamás llegaste, ¡estaba muy preocupada! -le recriminó con un mohín. Rin estaba a punto de responder cuando una parte del discurso de su amiga llamo su atención.
-Espera, ¿te acostaste con Koga aquí? -preguntó sorprendida, su amiga no era de llevar a sus conquistas a casa.
-¿Qué? Claro que no. No me acosté con él -confeso con un puchero. Rin la miró sorprendida-. No me digas que tú y Taisho -comenzó a preguntar pero la sonrojada cara de Rin fue suficiente respuesta. Ayame se llevó una mano a la boca sorprendida-. Vaya Rin, jamás pensé que Taisho fuera tu tipo.
-¿Que quieres decir con eso? -preguntó ella un poco molesta sentándose frente a su amiga. Ayame sonrió.
-No lo digo por ti, lo digo por él. Parece tan estirado, serio, sin ninguna emoción, como si fuera un robot.
-Pues anoche no creo que fuera un robot -solto Rin en medio de una risita y sonrojandose hasta la médula
-¡Rin!
-¿Qué? Siempre te la pasas diciéndome que deje de guardarle luto a Bankotsu.
-O sea sí, pero, ¿con Taisho?
-Dudo mucho que se repita lo de anoche, como bien lo dijiste, no somos compatibles. Yo no soy el tipo de chica con el que un hombre como él sale.
-Tampoco seas tan dura contigo…
-Es la realidad. Lo que paso anoche fue producto del alcohol nada más. No se volverá a repetir -dijo más para convencerse a sí misma que a Ayame.
-Al menos ya me perdonaste por incluir a Koga y Taisho en nuestros planes.
-No del todo.
-¿Qué? Al menos tuvimos una cena gratis -respondio la pelirroja con una sonrisa con falsa inocencia. Solo hasta ese momento Rin cayó en cuenta que tal vez, solo tal vez, Ayame había escogido ese lugar con un propósito en mente.
¿Podría ser?
