Disclaimer: Nada de esto me pertenece, la saga crepúsculo es propiedad de Stephenie Meyer y la trama es del libro "Ruined Secrets" de la Saga "Perfectly Imperfect" de Neva Altaj, yo solo busco entretener y que más personas conozcan esta historia.
Capítulo 9
Garrett
La lluvia comienza cuando salimos del cementerio. Más de doscientas personas asisten al funeral y, cuando la llovizna se convierte en un chaparrón, corren hacia sus coches para ponerse a cubierto. Katherine no cambia el ritmo y se queda caminando a mi lado, con la cabeza agachada. Me quito la chaqueta del traje y se la pongo sobre los hombros. Sus pasos vacilan por un momento y se detiene, mirándome. No puedo verle los ojos porque lleva unas gafas de sol enormes, pero estoy seguro que sus mejillas no están mojadas por la lluvia. Al parecer, finalmente se ha permitido llorar, pero solo cuando no hay nadie más cerca.
Abro la puerta del coche y observo cómo Katherine se sube al asiento trasero en silencio. Cuando está dentro, se mueve hasta el otro extremo y apoya la cabeza en la ventanilla. No ha pronunciado una palabra desde esta mañana. Subo al coche, me inclino rodeo su cintura con mi brazo, y luego la subo a mi regazo. Un gritito de sorpresa sale de sus labios, pero no protesta, solo coloca su mejilla en mi pecho y se acurruca en mi cuerpo. Se le ha aflojado la coleta, así que suelto el lazo e introduzco mis dedos en su suave cabello, masajeando su cuero cabelludo.
Cuando el coche se detiene frente a la casa, me bajo y sostengo a Katherine en brazos mientras la llevo dentro y subo las escaleras hasta su habitación. La dejo junto a la cama, esperando que se cambie, pero se limita a quitarse la chaqueta y las gafas de sol y se mete bajo las sábanas. Odio esta sensación de impotencia, la incapacidad de facilitarle la situación, aunque sea un poco. Así que, hago lo único que puedo, le quito los tacones con cuidado, acomodo las mantas alrededor de sus hombros y me acuesto en la cama detrás de ella. La rodeo con el brazo y la atraigo hacia mí hasta que oigo que su respiración se estabiliza y se queda dormida.
Mientras miro por la ventana y contemplo la puesta de sol, una conclusión se forma en mi cabeza. ¿Me estoy enamorando de mi mujer?
¡Tiene veinte años! grita mi cerebro.
Rápidamente desenredo mi brazo de la cintura de Katherine, me levanto y salgo de la habitación, instándome a olvidar esa ridícula idea.
Kate
No recuerdo mucho de los dos últimos días. Lo que sí recuerdo es a Garrett llevándome al coche cuando salimos del hospital y a mí intentando sin éxito que me dejara. Esa primera noche durmió en el sofá que está bajo la ventana de mi habitación. El día del funeral es un completo borrón en mi mente. Recuerdo la lluvia y algunos momentos aleatorios como que Garrett me abrazó dentro del coche y se subió en mi cama completamente vestido, pero no mucho más. Estoy bastante segura que anoche también durmió en el sofá, pero al parecer se fue mientras yo aún dormía.
El sonido de un cortacésped invade mis pensamientos a través de la ventana abierta, y parece que su zumbido taladra mi cerebro. Debería levantarme y cerrar la ventana, pero no me atrevo a moverme. En lugar de eso, me quedo tumbada en la cama, mirando al techo. Mi Nonno se ha ido. No puedo asimilarlo. Esta mañana, cuando me he despertado, he agarrado el teléfono y he querido llamarlo para preguntarle cómo se encontraba. Como todas las mañanas. Solo que esta vez mi mano se detuvo a medio camino del teléfono cuando recordé.
No hay nadie alrededor, así que me permito derrumbarme y pasar la siguiente hora llorando a mares.
Nonno se enfadaría mucho si me viera ahora con la cara hinchada y los ojos enrojecidos. Siempre insistió en que había que enfrentarse a todo lo que la vida te depara con la cabeza alta y la espalda de acero. Miro el gran reloj de la pared. Son las siete de la tarde y aún no le he contado a Garrett la advertencia de mi abuelo sobre Fernando.
Salgo de la cama y me dirijo al baño para echarme un poco de agua en la cara. Espero que me haga sentir un poco mejor. Cinco minutos después, salgo de mi habitación y me dirijo a la segunda planta, con la esperanza de encontrar a Harry en su despacho.
—¿Kate? —Harry levanta la vista de su portátil—. ¿Estás bien?
—Estoy bien, gracias. ¿Cuándo vuelve Garrett? Necesito hablar con él.
—Ni idea. Tiene una reunión con los Capos el viernes, así que está tratando de atar los cabos sueltos.
—¿Le juran fidelidad en cuatro días? Eso es rápido.
—Fernando estaba empezando a crear problemas —dice—. Teníamos que darnos prisa.
—De eso quería hablar con Garrett. El abuelo me dijo que le avisara. ¿Quién más?
—¿Qué quieres decir?
Me acerco al escritorio de Harry y tomo asiento frente a él.
—¿Quién más está en contra de tener a Garrett como Don? ¿Y quién está indeciso?
Harry me observa con interés, coge un bolígrafo de la mesa y empieza a hacerlo rodar entre sus dedos.
—No te lo tomes a mal, pero ¿por qué lo preguntas?
Sonrío.
—Compláceme.
—Orlando Lombardi está en contra. Se puso del lado de Fernando e insistió en que la Familia dejara los negocios de armas y apuestas, y transfiriera todos los recursos a las drogas. Garrett dijo que no.
—La Bratva tiene la mayor parte del negocio de la droga —digo yo—. No sería prudente entrometerse, sobre todo después que Charles Swan casi matara al marido de Angie. —Los ojos de Harry se abren de par en par con sorpresa. Sí, no sería el primero en subestimarme—. Tienes que llamar a Orlando Lombardi. Dile que sería muy lamentable que Fernando se enterara de lo que ha estado haciendo cada dos sábados por la mañana.
—¿Y qué sería eso?
—Follarse a la mujer de Fernando mientras ella está, supuestamente, en su cita habitual de manicura —digo yo—. ¿Quién más?
Harry cruza los brazos sobre el pecho y se echa hacia atrás, sonriendo.
—Santino D'Angelo está indeciso.
—Bueno, Santino no se folla a nadie más que a su criada, y su mujer lo sabe. Qué vergüenza —digo yo—. Pero su hijo mayor, Dario, está endeudado hasta el cuello. Con los albaneses.
—¿Apuestas?
—Sí. La última información que tengo es que está cerca de los trescientos mil, aunque eso fue el mes pasado. Probablemente sea más ahora. Dario tiene una gran influencia sobre su padre.
—Si compramos su deuda, ¿quizás pueda guiar a Santino en la dirección correcta?
—Muy probablemente. —Asiento—. ¿Algún otro problema?
—Ninguno por ahora. —Se inclina hacia delante, apoyando los codos en su escritorio—. ¿De dónde has sacado esta información?
—Definitivamente, no en los balnearios ni en las revistas de moda. —Sonrío—. El cargo de Don no solo consiste en hacer bien el trabajo. Requiere vigilar de cerca a quienes quieren apuñalarlo por la espalda, e implica una buena dosis de chantaje para dirigir a la gente en la dirección deseada. Mi abuelo tenía en nómina al chófer de Orlando Lombardi, así como a dos de las criadas que trabajaban para Santino D'Angelo. Tenía al menos una persona en la casa de cada Capo, y les pagaba el triple de su salario para que le pusieran al día de cualquier cosa que pudiera ser útil.
El cuerpo de Harry se pone rígido ante mis palabras.
—¿También tenía a alguien aquí?
—Su anterior jardinero.
—¿Domenico? ¿El tipo antiguo que pasó la mitad de su tiempo tratando de meterse bajo la falda de Grace?
—Bueno, no sé bajo qué falda estaba tratando de meterse mientras estaba aquí, pero estaba proporcionando alguna información bastante agradable. Ahora trabaja para Franco Conti.
—Que me condenen. —Sacude la cabeza—. Giuseppe tenía su propio nido de espías.
—Sí. Mi madre y yo nos hemos ocupado de ellos durante los dos últimos años, desde que mi abuelo enfermó. Podemos seguir haciéndolo, pero Garrett tendrá que hacerse cargo de la financiación.
—Hablaré con él.
—También tiene que llamar a todos los peces gordos de la Familia, después que asuma oficialmente el cargo de Don. Un mes o dos a partir de ahora estaría bien.
—Mi hermano no es fanático de las fiestas.
—Tendrá que organizar una de todos modos. Es lo que se espera.
—Puedes darle a Garrett un montón de armas de cualquier tipo, y encontrará un comprador en menos de una hora. Pero no tiene idea de cómo organizar una fiesta.
—Menos mal que me tiene a mí, entonces. —Sonrío y me levanto para irme—. Necesitaré cincuenta mil dólares.
—¿Cincuenta mil dólares para una fiesta?
—Puede que acabe siendo más cerca de setenta y cinco, pero empecemos con cincuenta por ahora.
Garrett
Disparo otra ronda en el blanco del otro lado del campo, probando el peso, así como la precisión de la mira, y luego pongo el rifle en la mesa improvisada frente a mí.
—Está bien —digo y me vuelvo hacia Bogdan—. Aceptamos cuatrocientos como se acordó previamente.
—Puedes transferir el depósito a la cuenta habitual.
—Sin depósito para los próximos tres envíos.
—¿Qué? No acepto pedidos sin un 20 por ciento de anticipo.
—Ahora sí. —Saco mi teléfono y empiezo a caminar hacia mi coche—. Hasta que esté convencido que no habrá ninguna confusión de los contenedores en el futuro. Así es como trabajo.
—Entonces puedes olvidarte de las malditas armas —grita tras de mí—. No voy a cargar nada sin ver mi dinero.
—Ha sido un placer hacer negocios contigo, Bogdan —digo mientras subo a mi coche y marco a Harry—. ¿Cómo está Katherine?
—Mejor. Hoy he tenido una conversación muy interesante con ella.
—¿Por qué? —Pongo el contacto, ignorando a Bogdan que golpea mi ventanilla.
—Parece que tu mujercita puede resultar un activo útil.
—¿De qué manera?
—Se encargará de organizar tu gran fiesta. Va a ser todo un acontecimiento, ya que piensa gastar setenta y cinco mil dólares en ella.
—No estoy organizando una fiesta, Harry.
—Dice Kate que lo harás. —Se ríe—. Y también me hizo gastar trescientos veinte mil dólares.
—¿Estás jodidamente loco? ¿En qué? Espera un segundo. —Bajo la ventanilla que Bogdan ha estado golpeando durante más de un minuto y lo miro fijamente—. ¿Sí?
—Solo los próximos tres envíos, Garrett. —Me señala con el dedo—. Después de eso, vamos a volver a un pago inicial del veinte por ciento.
—Está bien. No olvides mis granadas. —Subo la ventanilla, pongo a Harry en el altavoz y doy marcha atrás al coche—. ¿Qué hiciste con el dinero, Harry?
—Pagó la deuda de juego de Dario D'Angelo con los albaneses.
No tenía idea que los problemas de juego del hijo de Santino fueran tan graves. ¿Por qué demonios íbamos a pagar...? Oh. Que me parta un rayo.
—¿Significa esto que tendremos el apoyo de Santino?
—Sí. Y Lombardi ya no será un problema, tampoco.
—¿También compraste su deuda?
—No. Llamé a Orlando para hacerle saber que esperamos su 'sí', o de lo contrario podría querer cambiar cierta 'cita de manicura' en el futuro.
—Orlando no se hace la manicura. Sus manos parecen las de un carnicero.
—No. Pero la mujer de Fernando sí. Según Kate, cada dos sábados. Orlando se ha estado follando a la mujer de Fernando en sus narices durante quién sabe cuánto tiempo. —Se ríe—. Tu mujer y su madre dirigen una maldita red de espionaje dentro de la Familia. Tienen a alguien en cada casa de cada Capo. Domenico estaba en la nuestra.
—¿Ese viejo cabrón que se pasaba el día en la cocina?
—Sí. Tu mujer es peligrosa, Garrett.
Sí, es cierto. Y en más sentidos de los que pensaba.
En el momento en que llego a casa, subo corriendo las escaleras y voy directamente a la habitación de Katherine, con la intención de echarle un sermón. Sin embargo, cuando entro, ella no está allí. Me doy la vuelta, a punto de ir a buscarla a la habitación de Rosa, cuando escucho abrirse la ducha.
—Katherine. —Golpeo la puerta del baño—. Tenemos que hablar.
—Me voy a duchar. Eso puede esperar.
—Puedes ducharte más tarde. —Vuelvo a golpear la puerta—. He hablado con Harry. Vas a dejar tu afición de espía a partir de ahora.
—De nada, Garrett—grita por encima del sonido del agua corriente —. Me ha encantado ayudar.
—¡Esto no es un puto juego! ¡Si alguien sospecha lo que tú y tu madre están haciendo, no acabará bien!
—Dijiste que no permitías gritar en esta casa.
—Nuevas reglas. —Golpeo mi palma abierta contra la puerta—. Abre la puerta, o la romperé.
El agua se cierra y, unos segundos después, la cerradura gira. Cruzo los brazos sobre el pecho y espero a que se abra la puerta para continuar. Cuando lo hace, lo único que puedo hacer es mirar fijamente.
Kate
—Te escucho —digo y apoyo mi hombro en el marco de la puerta, disfrutando de cómo los ojos de Garrett me devoran mientras recorren mi cuerpo desnudo.
—Cúbrete. —Un músculo de su mandíbula se tensa mientras muerde sus palabras.
—Estaba en mitad de una ducha, y pienso continuar después que hayas terminado con tu diatriba.
—¿Diatriba? —Da un paso adelante y me mira—. No es una diatriba, Katherine. Es una orden. Una que será mejor que cumplas.
Se esfuerza por enfocar mi cara, pero sus ojos se desvían hacia abajo cada dos segundos.
—¿O de otra manera? —pregunto.
Coloca sus manos en el marco de la puerta, a ambos lados de mi cuerpo, e inclina la cabeza para susurrarme al oído.
—No me provoques, Kate.
¿Kate? Debe de estar muy furioso si se le ha escapado eso. Inclino la cabeza hacia arriba para que mis labios casi rocen el lóbulo de su oreja.
—Pero disfruto haciéndolo —le susurro, y luego lamo el contorno de su oreja con la punta de mi lengua—. Mucho.
Respira profundamente. Se oye un extraño crujido a mi izquierda, pero no me muevo, disfrutando de la sensación de tenerlo tan cerca. La necesidad de inclinarme hacia él, de apretar mi mejilla contra la suya y enterrar mis dedos en su cabello me come viva, pero lucho contra ella. Necesito que se acerque a mí por voluntad propia, porque lo desea y no porque yo lo haya llevado al límite de la lujuria. Ya me estoy excediendo.
Ponerse delante de él desnuda era una apuesta. Medio esperaba que sucumbiera, pero aún se resiste. Testarudo, hombre obstinado. ¿Qué tengo que hacer para que me veas, Garrett? No a la chica con la que te obligaron a casarte, sino a la mujer que ha estado enamorada de ti durante tanto, tanto tiempo. No me quedan más municiones. Si no me quiere después de todo lo que he hecho para seducirlo, ¿tiene sentido seguir intentándolo?
Su cabeza se inclina ligeramente hacia un lado y siento la punta de su nariz tocar el lado de mi cuello. Mi cuerpo se queda inmóvil mientras mi corazón empieza a retumbar en mi pecho al escuchar su respiración. Tener su cuerpo cerniéndose sobre el mío, y no atreverme a tocarlo, me hace querer gritar de frustración. ¡Haz algo, maldita sea!
—Vuelve a tu ducha, Katherine—dice, y luego desaparece por la puerta hacia su habitación sin pronunciar otra palabra.
Miro fijamente la puerta que une nuestras habitaciones, ahora cerrada, y me pregunto cómo es posible odiar un accesorio con tanta pasión. Cuánto detesto esa puerta y todo lo que representa. Suspirando, apoyo la espalda en el marco de la puerta y solo entonces me fijo en ella. La moldura del otro lado está torcida, su parte superior separada de la pared. Me acerco para inspeccionar los daños y trazo con las yemas de los dedos la superficie de la tabla donde había estado su mano, y luego vuelvo a la ducha, con una amplia sonrisa dibujada en mi rostro.
