Disclaimer: Nada de esto me pertenece, la saga crepúsculo es propiedad de Stephenie Meyer y la trama es del libro "Ruined Secrets" de la Saga "Perfectly Imperfect" de Neva Altaj, yo solo busco entretener y que más personas conozcan esta historia.
Segunda parte
Después
Capítulo 12
Kate
Presente
Me acerco lentamente a la cama del hospital en la que yace mi marido, con numerosos cables conectados a su cuerpo y a una máquina a su derecha. Mi mano se agarra a la barandilla de la cama para evitar que mis piernas cedan bajo mis pies, y casi me desplomo en la silla cercana. La mayor parte de su cabeza está envuelta en vendas, deben haberle afeitado la cabeza. Me llevo la mano a la boca para evitar que se me escape algún sollozo.
No sé por qué ese detalle me afecta tanto. He conseguido mantener la compostura mientras lo operaban y durante las horas que pasó en la sala de recuperación. Me he puesto una máscara estoica y he fingido que no me derrumbaba mientras su vida pendía de un hilo. De alguna manera, me las arreglé para superarlo sin derramar una lágrima.
Alcanzo su mano y entrelazo nuestros dedos, y dejando caer mi frente sobre el colchón, lloro. Pasan los minutos. Quizá horas, no estoy segura. Diferentes escenarios ruedan por mi mente, cada uno peor que el anterior, y lloro más fuerte hasta que todo mi cuerpo tiembla.
Casi no veo el pequeño movimiento de los dedos en los míos. Levanto la cabeza y me encuentro con dos ojos marrones oscuros que me observan.
—Oh, Garrett... —exhalo, me inclino sobre él y le doy un ligero y rápido beso en los labios.
No dice nada, solo se queda mirándome. Cuando finalmente habla, las palabras que salen de su boca me dejan helada.
—¿Quién eres?
Lo miro fijamente.
Garrett ladea la cabeza y me mira con su intensa y calculadora mirada.
—Soy Katherine —susurro—. Tu... esposa.
Parpadea, luego mira hacia la ventana del otro lado de la habitación y respira profundamente.
—Así que, Katherine —dice y se vuelve hacia mí—. ¿Te importa decirme quién soy?
Respiro hondo y despacio, tratando de reprimir el pánico que surge en la boca de mi estómago. Es difícil saber cuánto tiempo estuvo inconsciente en el coche, y luego fueron horas de operación. Es perfectamente normal que esté ligeramente confundido.
Coloco mi mano sobre la suya, notando cómo me tiemblan los dedos.
—Voy a buscar al médico. Me dijo que lo llamara tan pronto despertaras. ¿De acuerdo?
Después que asiente, me doy la vuelta y me dirijo a la puerta, haciendo todo lo posible por parecer tranquila. En realidad, reprimo las ganas de correr en busca del médico y gritarle que venga de inmediato. Cuando encuentro al Dr. Jacobs, se apresura a ir a la habitación de Garrett y me pide que me quede fuera. Me siento en la silla y espero. Y espero. No sé cuánto tiempo lleva el doctor dentro cuando Harry viene y se reúne conmigo.
Cuando el médico sale por fin de la habitación, los dos saltamos de nuestras sillas y nos quedamos mirando.
—Físicamente, el Sr. Rossi está bien —dice el Dr. Jacobs—. Teniendo en cuenta la gravedad de su estado cuando llegó, diría que está excepcionalmente bien. Le hice un examen básico y todas sus funciones motoras parecen funcionar bastante bien. Haremos un examen más exhaustivo, por supuesto, y otra tomografía para asegurarnos que la hinchazón sigue remitiendo, pero aparte de algunos moratones y quemaduras, parece estar bien. Excepto por su pérdida de memoria.
Me pongo rígida junto a Harry.
—¿Es eso... permanente?
—No lo sé. Podría despertarse mañana y ser el mismo de siempre. O puede suceder en seis meses. O su memoria podría volver a retazos.
—¿Se acuerda de algo? —pregunta Harry.
—Sabe dónde está, así como qué mes y año es. Puede enumerar las principales ciudades, resolver problemas matemáticos y sabe leer y escribir. Cuando le pregunté por algunos lugares emblemáticos de Chicago o de otros lugares, me describió cómo llegar a ellos con gran detalle. Pero no recuerda nada personal. No sabe su nombre ni recuerda a ningún miembro de su familia. No puede decirme el nombre de ningún amigo de la infancia y no sabe dónde vive ni a qué se dedica.
Querido Dios.
—Tenemos buenos psicólogos aquí. —El Dr. Jacobs continúa—. Una vez que lo saquemos de la UCI, podrán ayudarlo a lidiar con este problema, y también le darán pautas sobre cómo apoyarlo.
—¿Así que podría ayudarlo a recordar? —pregunto.
—No. Le ayudará a manejar la situación. Solo el tiempo dirá si recupera sus recuerdos.
—Bien —digo, y luego me vuelvo hacia Harry y agarro su antebrazo.
—Lleva al médico a un lado —digo en italiano—. Explícale que bajo ningún concepto debe compartir la información sobre la memoria de Garrett con nadie. Tiene que dejarlo fuera de los informes. Tendrás que amenazarlo. Asegúrate que entienda que, si comparte esta información con alguien, no vivirá lo suficiente como para arrepentirse.
—¿Y si se niega? —pregunta Harry, también en italiano.
—Si declina, habrá que ocuparse de él de inmediato.
Harry me mira como si me viera por primera vez.
—Nunca he matado a nadie, Kate. Yo me encargo de las finanzas. Garrett se encarga de... el resto.
Doy un paso adelante y lo miro a los ojos.
—¿Tienes idea de lo que pasará si esto sale a la luz? Si alguien sospecha que Garrett no es apto para su. . . cargo, es como si estuviera muerto. Nadie, aparte de ti y de mí, puede saberlo.
Harry se queda boquiabierto. Sabe muy bien cómo funcionan las cosas en la Cosa Nostra. Si el Don no es capaz de cumplir con su deber, tiene que renunciar. Si no lo hace, alguien lo matará en cuestión de días.
—Tenemos que decírselo a Rosa —dice.
Respiro profundamente, odiándome a mí misma por tomar esta decisión, y luego sacudo la cabeza.
—No. Se le podría escapar delante de sus amiguitas. Esto es demasiado grande. No podemos arriesgarnos.
—¿Cómo demonios piensas mantener esto oculto, Kate? Garrett no recuerda quién es. ¿Cómo va a liderar la Familia? Hay reuniones de negocios. Hace que Fernando venga a informarle cada semana. Hay...
—Lo resolveremos —digo y aprieto su antebrazo—. La memoria de Garrett volverá en un par de días. Ve a hablar con el médico.
Harry lleva al médico a un lado, hablándole en voz baja. El médico le observa con rostro sombrío. Espero por Dios que Harry pueda convencerlo que mantenga la boca cerrada. La alternativa, el buen doctor tendrá que morir. Haré lo que sea necesario para proteger a mi marido, lo que significa que, si Harry no puede matarlo, tendré que hacerlo yo. La idea de matar a otro ser humano nunca se me ha pasado por la cabeza, y me mareo con solo ver sangre. Pero si salvar la vida de Garrett significa que tengo que quitar la de otro, lo haré.
Garrett
Observo a la mujer sentada en el borde de mi cama de hospital, sosteniendo una tablet en su regazo. La pantalla muestra una foto de algún evento que no recuerdo. La gira hacia mí, señalando a las personas, diciéndome sus nombres, roles y a veces incluso los nombres de sus mascotas.
Kate. Mi increíblemente bella y muy astuta joven esposa, que ha estado pasando horas metiendo información en mi cabeza para asegurarse que nadie se dé cuenta que no recuerdo una mierda.
Todas las mañanas viene a verme, intentando llenar los espacios en blanco de mi cerebro con trozos de mi vida. Mi hermano, Harry, siempre llega hacia el mediodía y toma el relevo, vomitando información sobre negocios, describiendo cómo actúo en determinadas situaciones y explicando quién hace qué en nuestros tratos legítimos y en los de la Cosa Nostra. Se va hacia las tres, probablemente para ocuparse de las tareas que yo debería hacer, y Kate vuelve a enseñarme lo que ya debería saber.
Ella es toda una profesional cuando se trata de mi reeducación. Al principio, pensé que lo hacía en su propio beneficio, porque quizá teme perder su condición de esposa del Don si alguien descubre y decide apartarme del cargo. Pero cuando acierto uno de los pequeños detalles, sonríe de una manera que hace que le brillen los ojos, y ya no estoy tan seguro.
—Bien, repasemos de nuevo al personal de la casa —dice y trata de ocultar un bostezo.
Alargo la mano para apartar un mechón de cabello que ha caído sobre su rostro, enganchándolo detrás de su oreja, y ella se queda quieta. Lentamente, eleva la cabeza y me mira, con sorpresa en sus ojos. Una cosa que he notado, y que me ha desconcertado desde el principio, es el hecho que durante los seis días que ha pasado aquí, no ha intentado tocarme ni una sola vez. ¿Será porque no tenemos ese tipo de relación? Me dijo que el nuestro era un matrimonio concertado. ¿O es algo más? Sea cual sea la razón, no me gusta.
—Es suficiente por hoy —digo—. Vete a casa y descansa.
—Te darán el alta por la mañana. Tenemos que repasar el personal una vez más.
—Seguridad, primer turno. Marco, Sandro, Gio, Antonio, Emilio, Luigi, Renato. Sergio y Tony en la puerta. Personal de la casa; Grace y Anna en la cocina. Criadas; Martha, Viola... —Sigo enumerando los nombres hasta cubrir los dos turnos, las treinta y dos personas—. Estamos bien, Kate.
Se levanta, con una sonrisa que no llega a sus ojos.
—De acuerdo, entonces me voy.
Cuando se da la vuelta para marcharse, envuelvo su muñeca con mi mano y espero a que me mire.
—¿Va todo bien?
Mira mi mano sosteniendo su muñeca, luego sube hasta que nuestras miradas se encuentran y asiente. Sus ojos se dirigen a un lado de mi cabeza. El médico me ha retirado las vendas esta mañana y ha dejado al descubierto una larga incisión parcialmente curada que empieza detrás de la oreja y baja hacia el cuello. Kate se da cuenta que la miro y rápidamente aparta la mirada.
—¿Es tan horrible? —pregunto. A mí no me pareció tan malo cuando lo inspeccioné en el espejo después que el médico se hubiera ido. Solo seis puntos de sutura.
—¿Qué?
—¿La cicatriz?
—No, es solo que... —Levanta sus ojos hacia los míos, levanta la mano y roza ligeramente con sus dedos el cabello atado en la parte superior de mi cabeza—. Me preocupaba que lo hubieran rapado todo —dice con voz estrangulada.
—Solo la parte inferior. —Se deshicieron de todo lo que había por debajo de la coronilla, dejando el resto.
—Me gusta. Muy estiloso. —Juega con uno de los mechones que se ha escapado del moño.
Me sorprendió bastante cuando me di cuenta que tenía el cabello largo. Por alguna razón no me lo esperaba y consideré cortarlo. Pero después de ver que la hace feliz, decido que me lo quedo.
Kate se inclina hacia delante para mirar mi nuca, y una tenue fragancia a vainilla me envuelve. Giro la cabeza, enterrando mi nariz en el pliegue de su cuello, e inhalo. Ella se tensa, pero no se aparta, solo se estabiliza un poco más y suspira.
—¿Tu familia te obligó a casarte conmigo, Kate? —pregunto y acaricio su mejilla con la mano—. Eres demasiado joven.
—No.
—Entonces, ¿por qué te casaste conmigo?
No responde de inmediato, solo acaricia mi cuello con la nariz durante unos instantes.
—Porque estoy enamorada de ti, Garrett—susurra, y luego se queda rígida, como si no hubiera querido decir esas palabras.
—¿Y yo? ¿Estoy enamorado de ti?
Kate se aleja y sonríe.
—Por supuesto que lo estás —dice y roza mi mejilla con el dorso de su mano—. Tengo que irme. No te olvides de llamar a Rosa.
—No lo haré —digo.
He estado llamando a Rosa dos veces al día, por la mañana y por la tarde. Normalmente era ella la que hablaba mientras yo escuchaba principalmente. Sobre su amiga Clara, que tiene un gato. Sobre los obreros de la construcción que vinieron a arreglar la fachada y uno de ellos acabó en el rosal. Sobre las películas que veía. Ha sido lo más difícil hasta ahora, hablar con mi hija sin tener ningún recuerdo de ella. Casi tan duro como negar con la cabeza cuando Kate me enseñó una foto de una niña morena con el cabello hasta los hombros, preguntándome si la reconocía.
No recuerdo a mi hija.
—Harry y yo estaremos aquí a primera hora de la mañana — dice Kate y sale de la habitación sin mirar atrás.
