Disclaimer: Nada de esto me pertenece, la saga crepúsculo es propiedad de Stephenie Meyer y la trama es del libro "Ruined Secrets" de la Saga "Perfectly Imperfect" de Neva Altaj, yo solo busco entretener y que más personas conozcan esta historia.


Capítulo 13

Kate

Estoy junto a Harry en el pasillo del hospital, mirando la puerta mientras esperamos que Garrett salga de su habitación.

Querido Dios, ¿qué demonios me poseyó ayer para decirle que estaba enamorado de mí? Me pasé toda la noche en vela, intentando pensar en una forma de corregir esa cagada. ¿Qué clase de persona soy, mintiendo a un hombre que ha perdido la memoria sobre algo tan importante? No quería decirlo. Simplemente se me escapó. Llevaba toda la semana tan jodidamente asustada, preocupada por si el estado de Garrett cambiaba a peor, o por si alguien de la Familia hacía acto de presencia y se enteraba de su pérdida de memoria, que no estaba pensando bien y se me escapó esa tontería. Entonces, ¿ahora qué? ¿Debo confesar ahora mismo? ¿O esperar hasta que lleguemos a casa?

La puerta se abre, sacándome de mi confusión interna, y sale Garrett, vestido con una camisa gris oscura y unos pantalones negros. Creo que ha perdido un par de kilos durante su estancia, pero apenas se nota. Sigue teniendo el mismo aspecto, más grande que la vida. Después de unas palabras con el Dr. Jacobs, Garrett asiente a Harry y luego sus ojos se posan en mí. Le ofrezco una pequeña sonrisa y me giro hacia la salida cuando siento su brazo alrededor de mi cintura.

—¿Sucede algo? —pregunta.

—No. Solo estoy nerviosa.

—No lo estés. —Se inclina y susurra en mi oído—. Me has enseñado bien.

Me besa en la parte superior de la cabeza y cierro los ojos, tragándome las lágrimas que amenazan con derramarse. Esta mentira probablemente me hará arder en el infierno, y Garrett seguramente me odiará cuando finalmente recuerde todo. Pero caminar por el pasillo con su brazo alrededor de mi espalda se siente tan bien, y el corazón en mi pecho literalmente da un salto. Ese beso. La forma en que me mira con afecto en lugar de con reticencia. Su calidez junto a mí. He deseado esto durante tanto tiempo. No quiero volver al trato frío. No ahora, cuando casi lo he pierdo. Mientras salimos del hospital y caminamos hacia el coche, tomo mi decisión.

No le voy a decir la verdad.


Cuando llegamos a casa y Harry aparca el coche, señalo con la cabeza al hombre que está en la puerta principal.

—Emilio. —digo a Garrett—. El de la puerta era Tony. —Emilio. Tony. —Repite.

—Rosa nos está esperando dentro.

Garrett aprieta los dientes y asiente.

—¿Cómo... cómo la llamo? ¿Tengo un nombre cariñoso para ella?

Algo se aprieta en mi pecho al oír su pregunta.

—La llamas 'piccola', —me ahogo y tomo su mano entre las mías.

—¿Y a ti?

Parpadeo, confundida.

—¿Yo?

—Sí —dice y pasa su mano libre por mi cabello—. ¿También tengo un nombre cariñoso para ti?

Me muerdo el labio, lo miro fijamente a los ojos y susurro.

—A veces me llamabas 'tesoro'.

Garrett asiente y se inclina hacia delante.

—Gracias, tesoro.

—De nada. —Me ahogo, apenas capaz de mantener mis emociones a raya.

Cuando entramos en la casa, encaro a Harry y fuerzo una sonrisa.

—Bienvenido a casa. —Coloco mi mano en su pecho, me pongo de puntillas y le doy un rápido beso en la barbilla—. Viola junto a las escaleras. Martha a la izquierda —susurro—. Pregúntale a Viola cómo está su hijo, Fabio.

Nos dirigimos hacia las escaleras, las criadas nos miran acercarse. Agachan ligeramente la cabeza, en señal de bienvenida a Garrett.

—Sr. Rossi, es bueno tenerlo de vuelta.

—Gracias, Viola. ¿Cómo está Fabio? —pregunta.

—Mejor, Sr. Rossi. Su pierna se está curando bien. Gracias por preguntar.

Garrett asiente y pone una mano en la barandilla de la escalera cuando nos llega el sonido de pies corriendo.

—¡Papá! ¡Papá! —grita Rosa, corriendo hacia nosotros por el vestíbulo.

Garrett se gira justo a tiempo para atraparla cuando se lanza a sus brazos, y yo observo la cara de Garrett, conteniendo la respiración. Mi esperanza en que la imagen de Rosa activara algo en su cerebro y le ayudara a recordar se desvanece rápidamente cuando Garrett se vuelve hacia mí con una mirada atormentada. Me mantengo totalmente inmóvil, estudiando cuidadosamente mis rasgos. Sigue sin recordar a su hija.

—¡No me dejaron visitarte en el hospital! —Rosa llora, aferrándose a su cuello—. Tenía mucho miedo.

—Los hospitales no son lugares para niños, piccola —susurra Garrett, sujetando suavemente la parte posterior de su cabeza con su mano vendada.

—¿Realmente te abrieron la cabeza? El tío Harry dijo que lo hicieron y que tuvieron que remendarla con clavos de hierro porque tu cabeza era demasiado gorda para coserla.

—Bueno, sabes que tu tío es un idiota. No lo escuches.

—Lo sabía. —Se ríe—. ¿Puedo ver?

Garrett gira la cabeza para mostrárselo y Rosa pone cara de asco.

—Puaj, papá. Eso es asqueroso. ¿Y qué pasa con el corte de pelo de hípster? Eres demasiado mayor para eso. Kate, ¿has visto esto?

—Sí —digo y noto que Garrett me mira—. Me encanta.

—Tengo que irme. Clara llegará en quince minutos y Grace nos está preparando un pastel. —Rosa besa la mejilla de Garrett—. Te quiero, papá.

—Yo también te quiero, Rosa.

Se va corriendo a la cocina. Garrett la sigue con una mirada un tanto contrariada y se me encoge el corazón. ¿Cómo te enfrentas al hecho de no recordar a tu propia hija?


Abro la puerta entre nuestras habitaciones y me asomo al interior.

—¿Garrett?

Por un segundo, el pánico sube a mi estómago. ¿Y si le ha pasado algo? El médico dice que le han hecho una evaluación exhaustiva y que, a excepción de la pérdida de memoria, todas las demás pruebas han dado resultados positivos. Aun así, estoy constantemente en vilo. Me llega el sonido del agua corriente en el baño y exhalo aliviada.

—¿Garrett? —Cruzo la habitación hasta el cuarto de baño—. ¿Está todo...? ¿Qué coño estás haciendo?

Tiene la cabeza bajo el grifo y busca el bote de champú en la encimera.

—Lavándome el pelo —dice lo que es obvio.

Agarro el champú.

—¿Estás loco de remate? Tienes quemaduras de segundo grado en el brazo. El Dr. Jacobs dijo que no puedes dejar que las vendas se mojen.

—Maldices bastante cuando estás enfadada.

Vuelvo a maldecir, me echo un poco de champú en la mano y empiezo a enjabonarle el cabello, asegurándome que el agua no le llegue a la nuca. El aclarado lleva bastante tiempo porque tiene mucho cabello, incluso con una buena parte rapada.

—No te muevas. —Abro el armario para coger una toalla limpia y procedo a secarle el cabello. Garrett no dice nada durante todo el proceso, solo me mira con una mirada extraña. Cuando termino, le peino el cabello y me doy la vuelta para buscar un lazo, pero no hay ninguno a la vista. Me quito el mío y recojo el cabello de Garrett, asegurándolo en la parte superior de su cabeza—. Todo listo.

Se endereza, aprisionándome con sus brazos contra el mostrador, y se inclina lentamente hasta que quedamos a la misma altura de los ojos.

—¿Duermes aquí? ¿En esta habitación? —me pregunta, y me tenso.

—Sí.

Garrett sonríe y ladea la cabeza.

—Entonces dime, Kate, ¿por qué no hay ropa tuya en el armario?

Mierda. Debería haber pensado en eso. La forma en que me observa, con sus ojos clavados en los míos como si pudiera descubrir todos mis secretos con una sola mirada, es altamente desconcertante.

—Porque tengo muchas cosas. —Le suelto—. Estoy usando el armario de la habitación de al lado.

—Hmm. —Levanta su mano y la coloca bajo mi barbilla—. Mañana por la mañana, haré que Martha y Viola trasladen tu ropa aquí.

¿Qué? ¿Por qué?

—Claro. ¿Algo más?

—Sí. —Me inclina la cabeza un poco más—. Prefiero tu cabello así.

—¿Suelto? —pregunto y él asiente—. Gracias. Tomo nota de tu preferencia

Entorna los ojos ante mi comentario. ¿Se me ha escapado algún significado? No estoy seguro de cómo actuar con este nuevo Garrett porque no se comporta como antes.

—Me voy a duchar —dice—. ¿Vienes?

Se me corta la respiración. Que Dios me ayude, pero esta nueva versión de él me gusta mucho más.

—Sí.


Garrett

Mi esposa está ocultando algo. Lo qué es, exactamente, es un misterio, pero tiene algo que ver con nuestra relación. Revisé cada parte del dormitorio y cada mueble cuando entré aquí, y no encontré ni una sola cosa de ella.

Kate se quita el vestido, luego el sujetador y las bragas, y mi respiración se detiene. Es una cosita increíblemente hermosa. Dejo que mi mirada recorra sus pequeños y firmes pechos y su estrecha caja torácica, y luego su pequeña cintura hasta sus generosas caderas y sus torneadas piernas. Tiene el cuerpo de una maldita diosa.

—Date la vuelta —digo con rudeza y apenas consigo mantener las manos quietas cuando ella lo hace. Aunque no recuerdo una mierda, estoy seguro que mis ojos nunca se han posado en un culo más perfecto.

—Ahora tú. —Se gira hacia mí y empieza a desabrocharme la camisa. Cuando termina, me quito la camisa y la tiro al suelo junto a su vestido. El resto de mi ropa le sigue poco después.

—Has perdido algo de peso —dice poniendo su mano en mi pecho.

—¿Cuánto?

—Unos cuantos kilos. —Su mano se desliza por mi estómago y luego se mueve hacia mi cadera—. Cinco, tal vez seis.

He comprobado el historial del hospital. He perdido dos kilos desde que me ingresaron. Ella conoce bien mi cuerpo, y, aun así, algo no encaja. Basándome en lo cómoda que se siente al estar desnuda a mi alrededor, estoy bastante seguro que hemos tenido sexo antes, así que no puede ser eso. ¿Qué me estás ocultando, Kate?

Su contacto me abandona cuando entra en la cabina. Durante unos instantes, tantea la alcachofa de la ducha, ajustando su posición, luego abre el agua y mira hacia arriba.

—Mantén el brazo fuera del caudal.

Me uno a ella en el interior. Kate me observa, pero mantiene sus ojos centrados en mi cara en lugar de en mi dura polla, fingiendo que no lo nota. Los dos sabemos adónde nos lleva esto. Ha sido inevitable desde el momento en que empezó a quitarse la ropa, pero seguimos dándole vueltas. Se enjabona las manos y las presiona contra mi pecho, masajeando, y me cuesta mucho autocontrol evitar estirar la mano y agarrarla. De alguna manera, me las arreglo y cierro los ojos, disfrutando de la dulce tortura que supone que sus manos recorran mi pecho y luego bajen, pero cuando siento que sus dedos rozan mi polla... bueno, mi paciencia llega al límite.

—Suficiente. —Cierro el grifo, extiendo la mano y presiono mi mano sobre su coño. Despacio, deslizo un dedo en su interior. Kate jadea, pero no se aparta, con sus enormes ojos clavados en los míos. Sonriendo, arqueo ligeramente el dedo dentro de ella.

—Manos en mi muñeca, Kate —digo—, y no te atrevas a dejar que mi dedo se deslice.

Espero a que sus manos rodeen mi muñeca. Con mi mano en su coño y el dedo aún enterrado dentro de ella, doy un paso atrás y la arrastro conmigo. Tardamos un par de minutos en salir del baño y llegar a la cama, paso a paso, y para cuando lo hacemos, Kate está jadeando, pero no me suelta la mano.

Me coloco detrás de ella, aprieto mi pecho contra su espalda e inclino la cabeza para susurrarle al oído.

—Sobre la cama —digo y deslizo otro dedo dentro de ella—. Despacio.

Kate suelta mi muñeca y empieza a arrastrarse hacia el centro de la cama. La sigo, inclinado sobre ella, manteniendo mis dedos enterrados en ella.

—Detente. —Rodeo su cintura con mi brazo izquierdo, ignorando el dolor que la tensión inflige a mi piel quemada—. Voy a retirar mis dedos ahora —digo junto a su oído.

—Por favor, no lo hagas. —Aprieta las piernas y gime.

—No te preocupes. —Le doy un beso en el hombro—. Solo será un segundo, y luego lo haré mejor.

—¿Prometido?

—Lo prometo. —A continuación, beso su cuello. —¿De frente? ¿O por detrás?

—De frente.

Kate gime cuando saco los dedos lentamente, luego se pone de espaldas y engancha sus piernas alrededor de mis caderas. La observo durante unos instantes. Tiene el cabello enmarañado, la boca ligeramente abierta y el pecho se le levanta mientras jadea.

—Por favor, Garrett.

Quiero tomarla de una fuerte embestida, pero noto lo apretada que está. Así que, en lugar de eso, coloco la punta de mi polla en su entrada y me deslizo un poco.

Kate gruñe disgustada y me clava las uñas en la espalda, acercándome. Mi mujercita, siempre tan serena y tranquila, acaba de gruñirme. Nuestras miradas se cruzan y estrello mi boca contra sus labios, introduciéndola hasta el fondo. Jadea, pero no cierra los ojos, mirándome.

—Te gusta la sensación de mi polla llenándote, ¿verdad, Kate?

—Sí —exhala, luego aprieta sus piernas en torno a mi cintura.

Me retiro y vuelvo a penetrar en ella con fuerza.

—¿Cuánto?

Kate no contesta, solo sube las manos por mi espalda y tira de la goma del pelo de la parte superior de mi cabeza. Mi cabello cae, enmarcando mi rostro, y ella pasa sus dedos por él mientras su cuerpo se arquea. Saco mi polla, presiono mis dedos sobre su coño y empiezo a acariciar su clítoris. Sus manos en mi cabello aferran a mis mechones, tirando, y hace falta mucho control para no volver a enterrarme dentro de ella.

—Pregunté cuánto, Kate.

—Tanto, tanto. —Ella traga aire con un siseo—. Desearía que pudieras estar dentro de mí todo el tiempo.

Un gruñido de respuesta retumba en mi garganta cuando vuelvo a deslizarme dentro de ella. Cuando me entierro hasta la empuñadura, un suspiro de alivio sale de sus labios. Dios mío, definitivamente puedo aceptar la idea de tener mi polla enterrada en esta mujer. De forma permanente. La cama chirría bajo nosotros mientras la embisto, absorbiendo cada uno de sus gruñidos y suspiros.

La necesidad de tomarla por detrás se hace demasiado fuerte para ignorarla.

—Date la vuelta —digo y me deslizo hacia fuera.

Kate se da la vuelta y se coloca sobre sus manos y rodillas, levantando el culito. Santa Madre de Dios, casi me corro de solo ver esa perfección. La agarro por la cintura y muerdo su nalga derecha. Luego le doy dos palmadas seguidas en ese dulce culo. Se le escapa un gritito, y luego otro cuando le clavo los dientes en la otra nalga.

Moviendo mis manos alrededor de sus caderas hacia la parte delantera, encuentro su clítoris y lo acaricio mientras introduzco mi polla en su interior. Siento que sus paredes se aferran a mi longitud. Gimiendo, baja la cabeza hacia la almohada, levantando aún más el trasero, y me pierdo por completo. Empiezo a penetrar más rápido en su dulce coño, y luego vuelvo a golpear la mejilla de su culo y veo cómo aparece la huella de mi mano, marcándola. Agarrando sus caderas, continúo con mi ritmo castigador. Un grito ahogado sale de ella cuando la penetro de golpe y sus paredes internas se aferran a mi polla, la sensación hace que mi orgasmo me llegue antes de estar listo para terminar con ella. Sin embargo, no puedo evitar disfrutar de la sensación de mi semilla derramándose en su interior, marcándola.

El cuerpo de Kate sigue temblando cuando me retiro y me acuesto a su lado. Con mi mano alrededor de su cintura, la traigo hacia mí, presionando su espalda contra mi pecho, y luego deslizo mi mano por su frente hasta que acaricio su coño.

—Ni se te ocurra moverte. —Susurro en su oído y mantengo mi mano cubriendo su coño—. Quiero mi semen dentro de ti toda la noche.

Despacio, deslizo un dedo en el interior y Kate jadea.

—No sé cómo hemos dormido antes —digo—, pero así es como dormiremos a partir de ahora. ¿Está claro?

Asiente y desliza su mano por mi antebrazo y baja hasta que cubre mi mano y la presiona, empujando mi dedo más profundamente.

—Si tu mano está en otro sitio cuando me despierte —dice—, me disgustaré mucho, Garrett.


Kate

Cuando abro los ojos a la mañana siguiente, Garrett está sentado al borde de la cama, quitándose el vendaje de su brazo izquierdo.

—El médico ha dicho que debes ir al hospital para que te cambien las vendas —digo yo.

—No hay tiempo. Voy a la oficina con Harry. Tenemos que estar allí en una hora.

—Has sido dado de alta hace menos de veinticuatro horas. Quizá deberías tomarte unos días de descanso.

—No recuerdo una mierda, Kate. Necesito ponerme al día con mi propia vida. No hay tiempo que perder.

—Dices eso como si no creyeras que tu memoria volverá.

—El Dr. Jacobs dijo que podría ocurrir en meses. O años. O nunca. No pienso sentarme en casa y esperar un milagro que quizá nunca ocurra —dice.

—Esa es una forma muy... pragmática de ver las cosas.

Inclina la cabeza y me mira de reojo.

—¿Tengo alguna opción?

—No. No creo que lo hagas. —Me arrastro por la cama hasta sentarme a su espalda y coloco mi barbilla en su hombro—. ¿Es malo? —señalo el brazo con la cabeza.

—No tanto —dice y me mira de reojo—. No te desmayes.

—Nunca me desmayo —digo mientras retira la última venda y retira el apósito.

—Dios mío, Garrett. —Respiro y rápidamente entierro mi cara en su cuello. La piel de su brazo, desde justo debajo del hombro hasta la muñeca, está moteada de rojo y parece que la hayan restregado en carne viva—. ¿Necesitas ayuda? —murmuro en su cuello.

—No, me las arreglaré.

Empieza a ponerse una especie de bálsamo sobre las quemaduras del brazo, pero sus movimientos parecen demasiado bruscos y está frotando demasiado la piel sensible.

Me deslizo hasta el borde de la cama junto a él y cojo el frasco. —Deja que lo haga yo.

No se me da bien la sangre ni las heridas de ningún tipo, pero la forma tan brusca en que lo hace solo lo empeorará. Respirando hondo, tomo una buena cantidad de bálsamo con los dedos y empiezo a aplicarlo con cuidado en sus heridas, centrándome primero en las partes menos dañadas. Luego, subo por su brazo, dejando la peor de las quemaduras para ser tratada en último lugar. No es una decisión muy acertada. Cuando llego a su bíceps, mi mano tiembla tanto que tengo que apartarme un momento para calmarme. No quiero arriesgarme a hacerle más daño. La mano de Garrett envuelve la mía y la lleva de nuevo a su piel herida.

—Lo estás haciendo muy bien —dice.

Asiento y continúo aplicando el bálsamo, tratando de ser lo más suave posible. Cuando termino, coloco un fino trozo de gasa estéril sobre su piel dañada y vendo su brazo. Solo entonces me dejo caer.

—Lo siento —digo y cierro los ojos—. No llevo bien este tipo de cosas.

Su mano acaricia mi rostro y un beso se posa en mis labios.

—Creo que te enfrentas bastante bien a cualquier cosa que te echan encima, Kate—dice contra mi boca—. Inesperadamente bien, debo añadir.

—No realmente. —Le devuelvo el beso—. Solo soy buena fingiendo.

—¿Estás fingiendo ahora?

—No.

—Bien. No quiero que finjas conmigo. —Sus labios se mueven por mi mejilla, hacia mi oído—. Pero sé que me ocultas algo, Kate —susurra.

Mis ojos se abren de golpe.

—No estoy ocultando nada.

—Sí, lo haces. —Me muerde ligeramente la oreja y se levanta. Mientras camina hacia el armario, disfruto de la visión de su poderoso cuerpo moviéndose con gracia. Ver a Garrett moverse siempre ha sido una de mis cosas favoritas, pero normalmente tenía que hacerlo en secreto. Poder hacerlo libremente me resulta extraño.

Todavía no puedo creer que por fin sea mío. Bueno, al menos hasta que recuerde que no le gusto. Entonces, probablemente me odiará por mentirle. Pero no me importa. Valdrá la pena.