Disclaimer: Nada de esto me pertenece, la saga crepúsculo es propiedad de Stephenie Meyer y la trama es del libro "Ruined Secrets" de la Saga "Perfectly Imperfect" de Neva Altaj, yo solo busco entretener y que más personas conozcan esta historia.
Capítulo 16
Garrett
—Camilla, la mujer de Orlando —susurra Kate mientras cruzamos la sala en la celebración del decimoctavo cumpleaños de Massimo Lombardi.
—¿Es ella la que es adicta a los somníferos?
—No. Esa es la esposa de Fernando, Ludovica —dice, y luego continúa con el resto de la familia de Orlando—. Junto a Camila están sus hijas Constansa, la más alta, y Amalia. No menciones a Harry delante de ellas.
Por la forma en que Kate se mantiene pegada a mi lado, con su brazo fuertemente rodeado por el mío, susurrando en mi oído con una sonrisa en la cara, la gente probablemente supondrá que estamos teniendo una conversación muy privada. Los tacones que lleva le deben estar matando los pies. Los compró ayer, específicamente para esta ocasión. Los malditos tacones miden más de diez centímetros, pero dijo que era necesario debido a nuestra diferencia de altura. Incluso con los centímetros añadidos, tengo que agachar la cabeza para oír lo que murmura.
Tras una breve charla con Orlando, tomamos las bebidas de un camarero que pasa y nos dirigimos hacia un rincón de la sala. Varias personas se nos acercan por el camino y, gracias a las horas que he pasado con Kate repasando fotos y vídeos, reconozco a la mayoría. En el caso de algunos, me cuesta relacionar las caras con los nombres, así que aprieto discretamente la cintura de Kate y ella se lanza a la conversación, dándome pistas. Es asombroso cómo se las arregla para que parezca tan natural. Sin forzar.
Fernando está de pie al otro lado de la habitación con una mujer pelirroja y unos cuantos hombres que no reconozco. No estaban en las fotos que me mostró Kate. La mujer me resulta familiar, pero tardo unos instantes en recordarla. La mujer de Fernando. Se ha cambiado el cabello. En las fotos era rubia. Fernando levanta la vista y nuestras miradas se cruzan. Tendré que hablar con él más tarde, o podría parecer sospechoso. Fernando ha sido el mayor reto hasta ahora, ya que ni Kate ni Harry han podido ponerme al corriente de todos los tratos que he tenido con él.
Un hombre de unos cincuenta años empieza a dirigirse hacia nosotros desde el otro lado de la sala, con una mujer de unos treinta años del brazo.
—Franco Conti. Segunda esposa, Ava —dice Kate en su copa.
Uno de los Capos encargado de blanquear el dinero de las apuestas, según recuerdo.
—Harry dijo que aún no conocías a su mujer. No estuvo en nuestra boda —añade Kate antes que lleguen a nosotros.
—Franco. —Asiento—. Veo que finalmente has decidido dejarnos conocer a tu esposa.
Después de las presentaciones, Kate empieza a charlar con Ava mientras Franco se queda a mi lado, observando a la multitud.
—Estoy preocupado por Jacob—dice—. No estoy seguro que sea apto para el papel que le has asignado.
—¿Por qué?
—Los números no son su fuerte.
Miro a mi alrededor, fingiendo que estoy pensando en lo que ha dicho mientras intento filtrar la plétora de información en mi cerebro. ¿Quién coño es Jacob? Aprieto ligeramente la cintura de Kate.
—¿Jake Swan está aquí? —exclama a mi lado—. Quería preguntarle por Angie y por cómo le va lo de estar casada con la Bratva.
Ah, sí. El Capo más joven cuya hermana se casó con el ejecutor de la Bratva hace unos meses. He olvidado su nombre.
—Tendrá que aprender —digo, sin tener idea de qué papel le asigné. Probablemente tenga algo que ver con el blanqueo de dinero.
—¿Has hablado con Fernando? —pregunta Franco.
—¿Acerca de?
—Estaba extremadamente... infeliz cuando vetaste su idea de negocio de drogas.
Por lo que me dijo Harry, nunca hemos traficado con drogas. Harry mencionó que el padre de Jacob Swan intentó algo a espaldas del viejo, y no terminó bien. No puedo recordar todos los detalles—. La felicidad de Fernando no es de mi incumbencia —digo.
—¿Estás seguro que eso es prudente?
Me vuelvo hacia él, asegurándome que mi cara muestra lo que pienso de su improvisada pregunta.
—Me disculpo, Jefe. —Franco baja rápidamente la mirada.
—Si escuchas a Fernando mencionar su idea de nuevo, a alguien, me lo harás saber.
—Por supuesto. —Asiente y toma el brazo de su esposa—. Me alegra ver que estás bien. La familia estaba preocupada.
—No tienen motivos para estarlo.
Cuando Franco y su mujer se marchan, miro a Kate y la encuentro con el teléfono en la mano, mandando un mensaje a alguien. Me pongo detrás de ella, rodeo su cintura con mis brazos y apoyo la barbilla en su hombro—. ¿A quién le escribes?
Me mira de reojo, con las cejas levantadas. —¿Por qué?
—¿Es un hombre alguien?
—Sí.
—No enviarás mensajes a ningún hombre a no ser que esté emparentado contigo por sangre. —Aprieto ligeramente mis brazos alrededor de ella y gruño en su oído—. O los mataré, Kate.
—¿Celoso? —Sus labios se curvan en una sonrisa apenas visible.
—No tienes idea de cuánto.
—Estoy enviando un mensaje a Harry. Hay algunas personas aquí que no esperábamos, y necesito que me haga saber si hay alguna información importante que debas conocer.
—Mi pequeña maestra de ceremonias. —Dejo caer un beso sobre su piel expuesta.
Kate se queda quieta.
—No deberías hacer eso, Garrett.
—¿Besarte? —dejo que mi boca suba hasta su cuello y la beso de nuevo—. ¿Por qué?
—No eres precisamente conocido por mostrar afecto alrededor de otras personas. Especialmente no en las reuniones familiares.
—Qué lástima. Disfruto mostrando a todo el mundo que eres mía.
—Todo el mundo ya lo sabe, Garrett. La mayoría de ellos estuvieron en nuestra boda.
—Puede que lo sepan —le doy la vuelta para que esté de cara a mí—, pero quiero que ellos también lo vean.
La sujeto por la cintura, la levanto del suelo y aprieto mi boca contra la suya, mientras un pequeño grito de sorpresa sale de sus labios. No me devuelve el beso de inmediato. Probablemente la he sorprendido. El caso es que yo también me encuentro bastante sorprendido por mi actuación. Nunca tuve la intención de montar una escena, que es exactamente lo que estoy haciendo a tenor de las miradas de asombro de los que nos rodean, pero no pude resistir este inexplicable impulso de reclamarla delante de todos. Tal vez porque he visto a otros hombres mirándola, sus ojos recorriendo cada parte de ella que se exhibe en ese vestido burdeos tan ajustado.
Muerdo ligeramente su labio inferior, y Kate finalmente empieza a devolverme el beso, lentamente al principio, pero luego sus manos rodean mis hombros y mi nuca, y su beso se vuelve codicioso. Eso está mucho mejor. Siento algo húmedo en mi cara y abro los ojos para encontrar que los ojos de Kate siguen cerrados, pero las lágrimas ruedan por sus mejillas.
La vuelvo a bajar suavemente y tomo su barbilla entre el dedo y el pulgar.
—¿Tesoro? ¿Qué pasa?
Aprieta los labios con fuerza y sacude la cabeza, con los ojos aún cerrados. De ellos caen más lágrimas.
—Demasiada presión. Estrés —dice—. No me hagas caso.
Parece sincera. No me creo ni una palabra.
—Te voy a llevar a casa.
—Sí. Vamos por el jardín. —Abre los ojos, pero evita mirarme. En su lugar, señala con la cabeza la puerta del balcón—. No quiero que nadie presencie mi crisis.
—De acuerdo —digo y tomo su mano entre las mías, condiciéndola hacia el exterior.
Algo va mal. Puede que haya perdido mis recuerdos, pero no he perdido la cabeza. Ya me dirá ella qué coño he hecho para hacerla llorar delante de cincuenta personas. Porque, aunque no puedo decir que la conozca desde hace mucho tiempo, de lo que estoy completamente seguro es del hecho que Isabella nunca dejaría que los miembros de la Familia la vieran llorar.
Kate
Me dejo caer en el asiento del copiloto y exhalo. Mierda. Garrett rodea la parte delantera, se sienta al volante y arranca el coche.
—¿Te sientes mejor?
—Sí. —Asiento, abro mi bolso y recupero un pequeño espejo y pañuelos de papel para limpiar las marcas de rímel de mis ojos. A prueba de agua, una mierda.
—¿Quieres decirme qué acaba de pasar ahí, Kate?
—Ya te lo dije. Sobrecarga de estrés. —Sigo limpiando mi mejilla con el pañuelo de papel, pero las manchas negras no salen, maldita sea—. Olvídalo.
La carretera delante de nosotros está libre de otros vehículos, pero Garrett reduce la velocidad y luego gira hacia el aparcamiento de una gasolinera. Por el espejo retrovisor, veo que el coche con nuestro equipo de seguridad hace el mismo giro y aparca a unos cuantos metros.
—¿Por qué has parado? —pregunto.
Garrett no dice nada, solo sale del coche y se dirige al edificio. Uno de los miembros de seguridad sale del otro coche, pero Garrett le indica con la mano que vuelva a entrar. Un par de minutos después, regresa y deja caer un paquete de toallitas húmedas sobre mi regazo.
Miro el paquete y luego a mi marido, que está sentado con los codos sobre el volante, mirando a través del parabrisas. Lentamente, tomo una toallita y procedo a limpiarme la cara.
—¿Estamos esperando algo?
—Sí. A que empieces a hablar, Kate.
—Jesucristo. —Tiro la toallita usada en mi bolso y cierro la pequeña bolsa. ¿Por qué no lo deja en paz?
En lo que a mí respecta, podemos quedarnos aquí toda la noche porque no hay manera que le diga que estaba tan jodidamente afectada y feliz que me besara delante de todos. Como si yo importara. Como he soñado que lo hiciera durante tanto tiempo. Como si... estuviera enamorado de mí. Solo para darme cuenta que probablemente hizo eso solo porque cree que somos una pareja felizmente enamorada. Antes, ni siquiera le pareció apropiado besarme el día de nuestra boda.
—No tengo nada más que decir. ¿Podemos irnos a casa, por favor?
—Está bien. —Arranca el coche.
Los treinta minutos de viaje transcurren en completo silencio. Cuando llegamos, Garrett aparca en la entrada y se acerca a abrirme la puerta. Sigue sin decir nada. Quizá sea mejor así. Esta noche ha sido agotadora, y no estoy de humor para pelearme con él. Y encima, los pies me están matando desde hace horas. Así que, antes de salir del coche, me quito los tacones y los sujeto con la mano mientras me dirijo a la casa. Doy unos tres pasos antes que Garrett me coja en brazos y me lleve hacia la puerta principal.
No me baja cuando entramos, como esperaba, sino que procede a subir los dos tramos de escaleras. Dentro de nuestro dormitorio, me deposita en la cama, se da la vuelta y desaparece en el baño. Unos segundos después, oigo cómo se abre la ducha.
En lugar de esperar a que termine, me apresuro a entrar en mi antigua habitación y me doy una ducha rápida allí. Cuando salgo del baño, miro mi antigua cama y luego la puerta que separa las habitaciones. No quiero dormir sola, pero quizá sea mejor evitar más preguntas, así que cierro la puerta contigua. Bajando las mantas, me meto en mi antigua cama y me acurruco bajo la manta.
Acabo de cerrar los ojos cuando un fuerte golpe me hace levantarme. Busco el origen, y mis ojos se posan en Garrett, de pie en la puerta entre las habitaciones. Está completamente desnudo, lleva el cabello suelto y, por la expresión de su rostro, está muy enfadado. La puerta que está a su lado cuelga torcida solo por una de sus bisagras.
—¡No estaba cerrada, maldita sea! —le digo.
Se acerca a la cama, me agarra por debajo de la caja torácica y me levanta. Luego, me echa por encima de su hombro.
—Muy maduro —murmuro mientras me lleva a nuestro dormitorio. Cuando llegamos a la cama, me deposita en ella y se tumba sobre mi cuerpo, apoyándose en los codos. Me enjaula.
—Duermes en esta cama —dice apretando los dientes—. En ningún otro sitio. ¿Está claro?
—¿Incluso cuando nos peleamos?
—Incluso cuando nos peleamos, Kate.
—Bien —digo, pasando mis dedos por su cabello. Es ridículo lo suave que es, podría pasarme toda la noche simplemente pasando la mano por él.
—¿Qué he hecho para que llores? —pregunta y agacha la cabeza —. Fue el beso, ¿no?
—Garrett...
—¿Te sentiste incómoda porque la gente nos vio besándonos?
Me quedo boquiabierta.
—¿Por qué iba a hacerlo?
—Porque soy mucho mayor que tú, y te resulta incómodo besarme en público. ¿Por qué no me lo dijiste?
—¡¿Qué?! —Lo miro con los ojos muy abiertos, preguntándome cómo demonios ha llegado a esa conclusión—. ¡Claro que no!
—No me mientas, Kate. Quiero la verdad.
¿Quiere la verdad? Bien. Tomo su rostro entre mis manos y lo miro directamente a los ojos.
—He estado enamorada de ti durante años. Años, Garrett —digo—. Vivía para esos breves momentos en los que venías a una reunión con mi abuelo. Básicamente te acechaba por la casa, escondiéndome detrás de muebles o de arbustos del jardín, solo para poder mirarte.
Le aprieto la cara y continúo.
—Antes de casarnos, cada noche, durante dos años, me dormía solo después de darme placer e imaginar que estabas a mi lado. Nunca he estado con ningún otro hombre excepto contigo porque, incluso cuando estabas fuera de los límites, no quería acostarme con nadie más —digo y lo beso—. Te amo desde que tengo uso de razón, Garrett. Y que me besaras delante de toda la Familia era mi sueño hecho realidad. Lloré de felicidad.
—¿Así que no crees que soy demasiado viejo para ti?
—Garrett, cariño, me importa un bledo la edad que tengas. Nunca he amado a ningún otro hombre en toda mi vida.
La mano de Garrett sujeta mi mandíbula y me observa con sus ojos entrecerrados durante unos instantes. Luego, desliza su mano hacia abajo y por debajo de mi camisón para acariciar mi coño.
—¿Nadie ha tenido esto excepto yo?
—Ya te lo dije, fuiste mi primero. —Inclino la cabeza y lo beso de nuevo—. De hecho, eres el único hombre que lo ha tocado.
Su cuerpo se queda quieto sobre el mío y, durante unos segundos, parece que ni siquiera respira mientras sus ojos se clavan en los míos. Y entonces se quiebra. Agarrando el dobladillo de mi camisón, tira de la tela sedosa hasta que se produce un sonido de desgarro. Mis bragas corren la misma suerte. Si esto sigue así, tendré que comprar ropa interior nueva cada semana. O dejar de comprarla.
Presiona su mano derecha sobre mi coño y me acaricia el clítoris mientras su mano izquierda recorre mi cuerpo, pasando por mi cuello, mi pecho y mi estómago, hasta llegar también a mis piernas. Sus ojos no se apartan de los míos mientras desliza su dedo dentro de mí, mientras sigue masajeando mi clítoris con la otra mano.
—Solo mío —susurra y añade otro dedo, haciéndome jadear.
Una sonrisa de satisfacción se dibuja en sus labios. Se desliza hacia abajo y entierra su cara entre mis piernas, sustituyendo el dedo en mi clítoris por su lengua. Mi respiración se entrecorta a medida que aumenta la presión en mi interior, pero justo cuando estoy al borde, retira su mano. Gimo por la pérdida de sus dedos, y luego gimo cuando me chupa el clítoris y casi me deshago. Cuando estoy a punto de llegar al límite, su boca también desaparece. Lo miro frustrada mientras se cierne sobre mí, con los ojos entrecerrados.
—Si vuelvo a encontrarte en esa otra cama, no te gustarán las consecuencias —dice—. ¿Lo entiendes, tesoro?
Inclino la barbilla hacia arriba y sonrío.
—¿Y qué vas a hacer?
Garrett se inclina hacia delante, y las comisuras de sus labios se curvan hacia arriba en una sonrisa perversa. Vuelve a deslizar su dedo dentro de mí, con una lentitud dolorosa. Me aferro a su mano, tirando de ella con todas mis fuerzas, intentando que su dedo se mueva más rápido sin resultado. Él solo sonríe más, y retira la mano.
—¡Garrett! —Le agarro de la muñeca y tiro de su mano entre mis piernas.
—¿Sí? —Presiona las puntas de sus dedos contra mi coño, me pellizca el clítoris y luego vuelve a retirar la mano. Siento que me voy a romper de la frustración.
—Por favor —gimoteo.
—Si vuelves a atreverte a escabullirte de mi cama —dice y me muerde el lóbulo de la oreja—, te voy a torturar durante horas. ¿Entendido?
—Sí.
—Buena chica —susurra en mi oído, y luego se entierra hasta la empuñadura dentro de mí.
Se me entrecorta la respiración y jadeo cuando mueve sus caderas, llenándome más con cada empujón. Me agarro a sus brazos, apretándolos, disfrutando de la sensación de sus músculos flexionados bajo mis palmas. La presión en mi interior aumenta y, cuando me penetra con un rugido, me hago añicos.
Todavía estoy temblando cuando Garrett saca su polla y me agarra por la cintura, dándome la vuelta.
—¿Te he dicho alguna vez lo obsesionado que estoy con tu culito? —aprieta mis nalgas y raspa con sus dientes la piel, luego muerde.
—Tal vez una o dos veces —exhalo, y luego gimo cuando él lame el lugar donde han estado sus dientes.
—Cada vez que entras en una habitación y mis ojos se posan en tu dulce culito, tengo el impulso de arrancarte la ropa y hacer esto — dice y su polla vuelve a entrar en mí.
Me agarro a la sábana, abro un poco más las piernas y jadeo cuando empieza a penetrarme. Su mano se desliza por mi costado y por el bajo vientre. Mueve sus caderas mientras su dedo encuentra y acaricia mi clítoris. No puedo respirar lo suficiente mientras sigue machacándome por detrás. Mis paredes empiezan a dar espasmos en torno a su longitud, mientras mis brazos y piernas se agitan sin control. Cuando se entierra por completo y su semilla me llena, gimo y me corro de nuevo.
—Estás temblando como una hoja —dice Garrett mientras se tumba a mi lado y me atrae hacia su cuerpo—. ¿Tienes frío, tesoro?
—No sé —murmuro y acurruco mi cara en su pecho. Me tiembla todo el cuerpo, pero creo que son las secuelas de haber tenido dos de los orgasmos más increíbles, uno tras otro.
—Aquí. —Nos cubre con una manta—. ¿Mejor?
Inclino la cabeza hacia arriba y le doy un ligero pellizco en la barbilla.
—Sí. Pero te has olvidado de algo.
—¿Oh? ¿Lo hice? —Desliza su mano hacia abajo hasta llegar a mi coño y roza con la punta de sus dedos mis pliegues—. ¿Qué puede ser eso?
Vuelvo a morderle la barbilla y me doy la vuelta para que mi espalda quede pegada a su pecho.
—No me hagas esperar —le digo.
Su mano me cubre el coño y respiro profundamente en espera. No pasa nada.
—¡Garrett!
—¿Sí? —Siento su aliento en mi nuca—. ¿Necesitas algo, tesoro?
—Sabes que sí.
—Dime.
Oh, cómo disfruta torturándome. Coloco mi mano sobre la suya entre mis piernas y la aprieto—. No puedo dormirme sin tu dedo dentro de mí, ¿vale?
Es un poco embarazoso confesarlo, pero es la verdad. Anoche estuvo repasando algunos asuntos de Familia con Harry, y se quedaron en su despacho hasta bien pasada la medianoche. Pasé todo el día con la empresa de catering y estaba cansada como un perro, pero cuando me fui a la cama, no pude dormir. Di vueltas en la cama hasta que Garrett se unió a mí hacia las dos de la madrugada, y solo cuando su dedo se deslizó dentro de mí conseguí quedarme dormida.
—Lo sé —susurra en mi cabello y empuja su dedo dentro de mí. Respiro. Mi coño aún está sensible, pero cuando su dedo está completamente asentado dentro, la sensación de confort me invade. Suspiro, cierro los ojos y me quedo dormida.
