Disclaimer: Nada de esto me pertenece, la saga crepúsculo es propiedad de Stephenie Meyer y la trama es del libro "Ruined Secrets" de la Saga "Perfectly Imperfect" de Neva Altaj, yo solo busco entretener y que más personas conozcan esta historia.


Capítulo 17

Kate

Se oye un crujido de la puerta del armario, seguido de un susurro. Abro los ojos un poco y entorno los ojos ante la luz del sol procedente de la ventana. Garrett está de pie junto a la cama, poniéndose los pantalones.

—¿Qué hora es? —pregunto.

—Siete y media. Voy a llevar a Rosa a comprar algunas cosas para la escuela. No quiero esperar hasta más tarde. Será una locura cuanto más se acerque el final del verano. Después la llevaré a casa de Clara. Acamparán en el patio trasero.

—Que se lleve una chaqueta. Puede que llueva hoy. —Me doy la vuelta para estar boca abajo, doblo la almohada y apoyo la barbilla en ella para poder seguir mirando a Garrett—. Voy a ver a mi hermana más tarde. ¿Vas a volver para comer?

—Probablemente no. Tengo una reunión con Franco Conti al mediodía, y después de eso, otra sentada con el agente inmobiliario.

—Voy a comer con Irina, entonces.

—Hoy llevarás el vestido azul. El que se ata al cuello —dice y me clava la mirada. Hay un desafío en sus ojos oscuros.

Inclino la cabeza hacia un lado, observándolo. Qué forma tan extraña de decirlo. No algo como '¿Te pondrás el vestido azul por mí?' o algo parecido, y él sabe que me he dado cuenta.

—De acuerdo —digo y observo cómo sus ojos se encienden—. ¿Puedo llevar los tacones nude con él?

Una mirada de satisfacción cruza su rostro, pero dura solo un segundo antes de ocultarla. Interesante.

—Sí. —Asiente y empieza a abotonarse la camisa.

Lo miro, y una idea se forma lentamente en mi cabeza. Si estoy en lo cierto, y estoy bastante segura que lo estoy, mi marido ha estado ocultando algunas cosas bastante interesantes sobre sus preferencias. Decido poner a prueba mi teoría.

—Me gustaría ponerme el cabello en un moño hoy —digo, eligiendo mis palabras con mucho cuidado, y lo miro de cerca para ver su reacción—. ¿Me lo permites?

Sus dedos siguen en el botón. Lentamente, se gira hacia mí y nuestros ojos se encuentran.

—No. Lo dejarás suelto —dice, sus ojos desafiantes.

—Bien. ¿Lo permitirás mañana? ¿Por favor?

—Me lo pensaré. —Retira la chaqueta de la silla, coge las llaves y la cartera y se dirige a la puerta, pero se detiene en el umbral. Veo que su mano se cierra en un puño como si estuviera luchando consigo mismo por algo, y luego se gira para mirarme. Durante unos segundos, se limita a observarme, con los nudillos de su mano en blanco.

—A partir de hoy —dice—, aprobaré todos tus trajes. Cuando no esté aquí y tengas que ir a algún sitio, si piensas cambiarte, me llamarás para aprobarlo primero —dice por fin y mantiene su mirada en la mía, esperando mi reacción.

—Por supuesto, Garrett. —Asiento.

Despliega el puño y en su rostro se dibuja una pequeña sonrisa de satisfacción. No lo habría notado si no estuviera frente a mí, pero sus pantalones se tensan en la entrepierna al oír mi respuesta. Esto lo está excitando. Apenas se va, sonrío y ruedo sobre mi espalda. Sabía que Garrett se estaba conteniendo conmigo, pero hasta este momento, no comprendía cuánto. Pero ahora sí, y estoy lista para jugar.


—He oído que Garrett y tú causaron una gran impresión en casa de Lombardi —dice Irina por encima del borde de su taza.

—¿Cómo podrías saberlo si no estabas allí?

—Bella llamó y me dio un informe completo. Con todos los detalles candentes.

—Solo fue un beso. —Me encojo de hombros—. No hubo nada especialmente descarado.

—¿Garrett Rossi fue sorprendido besándose en público? ¿El hombre al que nadie ha visto siquiera tocar a su anterior esposa? Me sorprende que no haya salido en las noticias de la mañana.

—La gente tiende a exagerar las cosas —digo—. ¿Por qué no estabas allí? Dijiste que ibas a venir con mamá y papá.

—Estaba castigada. —Ella frunce la nariz—. Papá me pilló saliendo a escondidas la noche anterior.

—¿Qué? —dejo la taza de golpe—. ¿Sola?

—No habría estado sola. Iba a salir con Pansy.

—¿Dónde?

—A un club.

—Por favor, dime que ibas a llevar a Gino.

—Claro que no. Dios, odio a ese tipo. Actúa como si fuera mi padre. ¡Y papá lo deja! ¿Por qué no podría mantener a Leandro como mi guardaespaldas?

—Porque es demasiado mayor para correr detrás de ti cuando te escurres —digo—. Eres demasiado imprudente. Salir a escondidas en medio de la noche. Huyendo de los guardaespaldas. Necesitas a alguien que te controle, y me alegro que Gino se las arregle.

—¡Me ha prohibido ir a la fiesta de cumpleaños de Perla la semana que viene! —ladra—. ¿Cómo puede prohibirme algo? ¡Es un maldito guardaespaldas! Cuando se lo conté a papá, me dijo que estaba de acuerdo con todo lo que decidiera Gino.

—¿Dónde es la fiesta?

—En Baykal.

—¿Pensabas ir a uno de los clubes de la Bratva? ¿Después de lo que pasó en el Ural la última vez? ¿Estás loca?

—Ese lío fue culpa tuya. —Sonríe.

—¡No puedes ir al club de la Bratva! ¡Por el amor de Dios, Irina!

—Ron habría estado allí. —Se encoge de hombros—. Pansy ha estado saliendo con él. Más o menos.

—¡Dios mío! ¿Sabe su padre que está saliendo con uno de los hombres de la Bratva?

—No. ¡Y no se lo vas a decir! No es nada serio, solo están... hablando.

—Por lo que he oído, la mitad de la población femenina de la ciudad ha pasado por la cama de Ron Weasley. No es el tipo de hombre que solo habla con una mujer.

—Eso no es cierto.

—Se acostó con Amalia Lombardi el mes pasado. Y con su cocinera. No estoy absolutamente segura, pero creo que se acostó con la madre de Amalia, también. Es peor que Harry.

—Me asustas a veces, ¿sabes? Cuánta mierda recuerdas de la gente.

—Nunca puedes prever cuándo puede ser útil conocer los trapos sucios de alguien. —Miro mi teléfono—. Tengo que llamar a Garrett. Esta tarde voy de compras con Bella y tengo que cambiarme. Quiere aprobar lo que llevo puesto.

—¿Qué? —Irina abre los ojos hacia mí.

—He descubierto últimamente cosas muy interesantes sobre mi marido. —Sonrío—. Una de ellas es que elegir lo que me pongo le excita mucho.

—¿Te está controlando?

—No. Estoy dejando que me controle. Y disfrutando cada segundo de ello.

—Kate, eso es... perverso.

—Sí, supongo que sí. —Sonrío y llamo a Garrett.

Responde al primer timbre.

—¿Dónde estás?

—Tomando café con Irina en casa de mis padres.

—¿Has llevado guardaespaldas?

—Marco y Sandro me están esperando en el coche. No te preocupes.

Unos instantes de silencio, y luego:

—¿Llevas el vestido azul como te indiqué?

—Sí —digo—. Voy a casa a cambiarme. Tengo que hacer unos recados. Te enviaré una foto de lo que me he puesto antes de salir.

—Bien. Llámame tan pronto llegues a casa.

—Lo haré.


Garrett

El hombre del otro lado del escritorio sigue hablando, mostrándonos a Harry y a mí imágenes de casas y condominios en su tablet, y enumerando los beneficios y desventajas de cada uno. Con un montón de dinero procedente de los negocios de armas a la espera de ser blanqueado, tenemos que aumentar el número y el tamaño de las propiedades que pasan por nuestra empresa. Rápido.

—Necesitamos propiedades más grandes, Adam. Y más. —Arrojo el papel con los precios sobre el escritorio.

Mi teléfono suena, mostrando el nombre de Fernando. Miro a Adam y hago un gesto con la cabeza hacia la puerta—. Vete. Te llamaré más tarde.

Cuando la puerta se cierra tras él, cojo la llamada y la pongo en altavoz para que Harry pueda oírla también—. Fernando.

—Una de las contables de Octavio ha estado cogiendo dinero a escondidas —dice—. Hay que ocuparse de eso, Jefe.

—Muy bien.

—¿Quieres que me encargue de eso? —pregunta Fernando.

Miro a Harry, que niega con la cabeza, y le respondo.

—No.

—La mantendremos en la habitación trasera del casino de Octavio.

—Estaré allí en cuarenta minutos. —Corto la llamada y miro a Harry—. ¿Cómo nos ocupamos de los ladrones?

—Los matamos —dice—. Puedes asignar a otro para que apriete el gatillo, pero Giuseppe se encargaba de los ladrones personalmente. Era una declaración.

Me recuesto en la silla y lo pienso. Aunque no recuerdo haber matado a nadie, la idea de quitarle la vida a alguien no parece preocuparme—. Lo haré. ¿Quieres venir?

Harry se encoge de hombros.

—Prefiero no hacerlo. Pero te dibujaré un plano. Tendrás que entrar en Magna por la entrada trasera, ya que tienen detectores de metales en la puerta principal.

—Lo sé.

Su cabeza se levanta de golpe.

—¿Te has acordado de algo?

—No. No tengo ningún recuerdo de haber ido allí o de haber conocido a gente, pero sí sé cómo es el interior.

—Eso es extraño —dice y empieza a masticar el bolígrafo que lleva en la mano—. ¿Qué vamos a hacer si tu memoria no vuelve?

—Seguiremos como hasta ahora. No creo que nadie sospeche nada.

—¿No encuentras esa posibilidad desconcertante?

—Me frustra, sí, y odio no recordar a mi hija ni a mi mujer. Pero el médico dijo que no puedo hacer nada al respecto. Y no puedo malgastar mi energía dándole vueltas a cosas que no puedo cambiar. —Me pongo de pie y me dirijo hacia la puerta—. Ordena a Adam que busque más inmuebles. Me iré a casa después de deshacerme de ese contable.

Llegar a Magna no supone ningún problema. Pasé dos días conduciendo por Chicago con Harry, que me indicó todos los negocios, así como otros lugares a los que podría tener que ir en algún momento. Recordaba todo sobre la ciudad, pero no podía relacionar los nombres de los casinos con ningún lugar en particular hasta que lo vi.

Mi teléfono suena mientras aparco el coche en el callejón trasero. Es un selfie de Kate, en el que aparece de pie frente al gran espejo de nuestro dormitorio. Lleva un vestido marrón vaporoso con flores blancas y tiene una sonrisa traviesa en su cara. Sonriendo, escribo una respuesta rápida.

Aprobado, tesoro.

Envío el mensaje, guardo mi pistola en la funda bajo la chaqueta y salgo del coche. Emilio aparca su coche detrás del mío, pero yo levanto la mano, indicándole que me espere aquí, y me dirijo a la puerta metálica de la derecha. Un hombre con un traje oscuro está de pie junto a la entrada con las manos unidas a la espalda.

—Jefe. —Asiente con la cabeza y me abre la puerta.

Recorro el largo pasillo y giro a la izquierda, dirigiéndome a la sala trasera. Es extraño que todo lo que me rodea me resulte familiar, pero no recuerdo haber estado aquí. Me pasó lo mismo con mi casa el primer día que volví del hospital. Recordaba la distribución, pero no quién tenía cada habitación. Era como si alguien hubiera borrado partes aleatorias de mi memoria y hubiera dejado solo migajas para que las siguiera.

Dos hombres flanquean la puerta doble al final del pasillo. La abren cuando me acerco y me dejan entrar en una habitación de tamaño medio que huele a alcohol rancio y a sudor. Fernando está sentado detrás del escritorio en la esquina más alejada, pero se levanta rápidamente cuando entro. Un hombre que no reconozco está apoyado en la pared más alejada, probablemente uno de los soldados rasos de la Familia. Tendré que decirles a Kate y a Harry que me busquen algunas fotos de los soldados. Hasta ahora, no he tenido tiempo de repasar a los hombres de menor rango en la jerarquía de la Familia.

En el centro de la sala, un hombre de unos cincuenta años está sentado en una silla de madera. Su camisa está arrugada y tiene manchas de sangre. Por los moratones que tiene en la cara y el labio hinchado, le han dado una buena paliza mientras me esperaba. El ladrón, supongo. Apenas me ve, empieza a moverse en su silla tanto como le permiten las ataduras de sus manos y piernas.

—Jefe. —El hombre al que no reconozco asiente, se aleja de la pared y se sitúa junto al contable.

—¿Qué pruebas tienes de su culpabilidad? —pregunto, volviéndome hacia Fernando.

—Hemos encontrado libros dobles en su escritorio. Según ellos, robó cerca de veinte mil dólares el mes pasado.

—¿Estás seguro que no fueron plantados?

—Escritos de su puño y letra —dice Fernando y se cruza de brazos. Una pequeña sonrisa se forma en sus labios—. Si quiere, puedo encargarme del ladrón, Jefe.

Sí, estoy seguro que le encantaría. No necesito que Kate y Harry me digan que Fernando no está contento con que me convierta en la cabeza de la Familia. Yo mismo lo veo muy bien. Él cree que lo oculta bien, pero yo he estado prestando mucha atención a todos los que me rodean, buscando sutiles indicios o dobles sentidos. Un hombre en mi posición no puede permitirse pasar nada por alto, porque un solo desliz será suficiente para iniciar mi caída.

—Sí —digo y doy dos pasos hasta situarme detrás del hombre atado—. Hazlo tú.

La sonrisa de Fernando se amplía mientras busca su pistola en el interior de su chaqueta. Le agrada la idea que yo sea reacio a matar a un hombre y dejar que él haga el trabajo en su lugar. Especialmente delante de un soldado de a pie. Me doy la vuelta, rodeo con mi brazo derecho la barbilla del contable y coloco mi mano izquierda en su nuca. Un fuerte giro. El cuello del hombre se rompe.

Desenvuelvo los brazos del cuello del contable y me giro para mirar a Fernando, quien me mira fijamente, obviamente sorprendido. Habría sido más fácil disparar al tipo, pero Harry dijo que esto debía ser una declaración.

—Asegúrate que el cuerpo no sea encontrado —digo y salgo de la habitación, sintiendo dos pares de ojos clavados en mi espalda.

Cuando entro en mi coche, marco a Kate, pongo el altavoz y arranco el motor.


Kate

Acabo de desmaquillarme cuando suena mi teléfono. El nombre de Garrett parpadea en la pantalla y pulso el botón para aceptar la llamada, poniéndola en altavoz.

—¿Dónde estás? —llega una pregunta recortada desde el otro lado.

—Estás de buen humor —digo mientras tiro las toallitas sucias a la basura—. ¿Ha pasado algo?

—Parece que Fernando está jugando.

—Se esperaba. ¿Qué hizo?

—No quiero hablar de mi subjefe ahora. ¿Dónde estás?

—En nuestro dormitorio.

—Quítate la ropa.

Dejo los cosméticos y el aceite para la cara en el tocador, me quito el vestido y luego la ropa interior.

—Hecho.

—Cama. Acuéstese sobre tu espalda.

Sonrío, me dirijo a la cama con el teléfono en la mano y me tumbo como me ha indicado.

—Bien. ¿Y ahora qué?

—Coloca tus manos entre las piernas. Te vas a quedar así y te vas a masturbar hasta que yo llegue.

—¿Y cuándo será eso?

—En veinte minutos. Y Kate...

—¿Si?

—No te atrevas a correrte antes que llegue. ¿Qué?

—No estoy segura de poder lograrlo, Garrett.

—Bueno, si descubro que has corrido antes de lo permitido, empezaremos de nuevo, y esta vez, será una hora en lugar de eso. ¿Entiendes?

—Sí.

—Bien. Enciende el altavoz y deja el teléfono a tu lado.

—Está encendido. ¿Estarás escuchando?

—Por supuesto. Puedes empezar.

Dejo que mis manos se deslicen por mi cuerpo hasta mi coño y empiezo a acariciar mi clítoris en círculos lentos.

—¿Sabes cuántas veces me he dado placer imaginando que eras tú quien estaba a mi lado? —pregunto.

—Dímelo. —Me responde ásperamente.

Presiono mi clítoris y luego añado otro dedo.

—¿Estás seguro?

—Kate.

Me encanta cuando pronuncia mi nombre con ese tono de mando. Es una petición y una orden al mismo tiempo. Garrett desprende mucha más emoción con su tono que con palabras reales.

—La primera vez que lo hice, tenía diecisiete años. —Gimoteo y sigo provocando mi coño—. Lo he hecho todas las noches y a veces durante el día. Así que diría que al menos mil veces.

—¿Y qué hacía yo en esas fantasías tuyas?

—Entrabas en mi habitación. —Sonrío y deslizo un dedo dentro de mí, disfrutando del cosquilleo y la tensión creciente en mi núcleo —. Llevabas traje. Esa combinación totalmente negra que te hace parecer comestible y peligroso al mismo tiempo. Te acercabas a mí lentamente, me arrancabas el vestido y me arrojabas sobre la cama. —Coloco mi otra mano en mi clítoris, masajeándolo mientras introduzco mi dedo aún más profundamente, imaginando que es su polla—. Luego, enterrabas tu cara entre mis piernas y me devorabas hasta que gritara.

—¿Sin quitarme el traje? —pregunta.

—Sí. —Me muerdo el labio y saco el dedo, temiendo correrme.

—¿Y qué haría yo, entonces? —Hay cierta tensión en su voz. Lo oigo alto y claro.

—¿Estás excitado, Garrett? —pregunto y presiono mi mano sobre mi coño, esperando que eso ayude a dominar la necesidad de volver a introducir el dedo dentro de mí.

—¡Respóndeme, Kate! —ladra—. ¿Qué haría yo ahora?

—Colocarías tu cuerpo sobre mí, tu peso presionándome contra el colchón.

Entonces, me besarías, y yo me saborearía en tus labios.

—¿Todavía seguiría vestido?

—Sí. Primero te quitaría la chaqueta y la camisa. Tu respiración se aceleraría mientras clavo mis uñas en tus hombros y te beso en el centro de tu pecho. Luego, te ayudaría a quitarte los pantalones.

No puedo aguantar más, así que deslizo dos dedos dentro de mí y jadeo.

—¿Qué acabas de hacer? —pregunta.

—Nada. —Exhalo y deslizo mis dedos aún más profundamente, gimiendo.

—¿Te has corrido, Kate? —suelta.

—Aún no —susurro—. ¿Estás cerca?

—Estoy pasando por la puerta —dice—. ¿Qué pasa después?

Sonrío y sigo jugando con mi coño, disfrutando de los sonidos de su respiración agitada procedentes del otro lado de la línea.

—Agarras mis muñecas con la mano y levantas mis brazos por encima de mi cabeza. Como sueles hacer. —gimo mientras la presión entre mis piernas aumenta—. Y te enterrarías dentro de mí de una sola embestida. Fuerte. Hasta la empuñadura.

La puerta del otro lado de la habitación se abre de golpe. Sin sacar la mano de mi coño, levanto la cabeza de la almohada y miro entre mis piernas dobladas. Garrett está de pie en el umbral, agarrando el marco a ambos lados, con la mandíbula marcada en líneas duras mientras me mira fijamente.

Muerdo mi labio inferior entre mis dientes y empiezo a rodear mi clítoris con la mano libre. Mis dedos siguen dentro de mí, así que los deslizo hacia fuera y los traslado a mi boca, lamiendo cada uno de ellos lentamente.

—Dime, Garrett—Sonrío—, ¿Cómo de duro te pone esto?

Un gruñido profundo sale de él. Da un paso hacia el interior, cerrando la puerta de una patada tras de sí, y camina lentamente hacia la cama, quitándose la ropa por el camino. La chaqueta. Luego, la camisa de color carbón. Los pantalones. Mirándome todo el tiempo. Cuando llega a la cama, está completamente desnudo, su polla totalmente erecta. Me humedezco los labios y separo un poco más las piernas.

—Eres la cosa más jodidamente sexy que ha pisado esta tierra. — Su voz es un estruendo bajo y primitivo cuando me agarra por detrás de las rodillas y me atrae hacia él. Me envuelve con su brazo, haciéndome girar para que me coloque a gatas sobre la cama. Al instante, siento cómo me penetra por detrás.

—Tan húmeda. —Desliza su mano por mi espalda—. ¿Has tenido un orgasmo antes que yo llegara, Kate?

—No. —jadeo mientras se entierra hasta el fondo.

—Bien. No puedes correrte a no ser que esté aquí contigo. —Se desliza hacia fuera, y luego vuelve a entrar de golpe.

—¿Se me permite jugar al menos?

—Solo cuando yo lo diga. —Otro golpe, su polla me llena por completo. La presión que ha ido creciendo en mi interior se intensifica—. No te toques el coño a no ser que yo te dé permiso. ¿Lo has entendido?

Aprieto los labios y bajo la cabeza, con la respiración agitada por la nariz.

—¿Lo. Has. Entendido? —Sigue golpeando dentro de mí, puntuando cada palabra con un duro embiste que me hace jadear.

—¡Sí! —grito.

Las rápidas embestidas de Garrett no cesan. Me mira y me ordena. —Córrete.

Vuelvo a gritar cuando el orgasmo me golpea de repente. Garrett gime y explota dentro de mí.