Disclaimer: Nada de esto me pertenece, la saga crepúsculo es propiedad de Stephenie Meyer y la trama es del libro "Ruined Secrets" de la Saga "Perfectly Imperfect" de Neva Altaj, yo solo busco entretener y que más personas conozcan esta historia.


Capítulo 18

Garrett

Mi teléfono en la mesita de noche vibra. Me pongo los lentes y echo un vistazo al mensaje de Donato, diciendo que la entrega de armas se ha vuelto a fastidiar. Tengo que preguntarle a Harry si sabe lo que pasó la primera vez, pero eso puede esperar hasta que llegue al despacho. Un dolor punzante atraviesa mi cráneo entre las sienes, y aspiro una bocanada de aire. Desaparece con la misma rapidez. Tal vez debería ir a ver al Dr. Jacobs para que me revise. No es la primera vez que me ocurre.

Kate se retuerce en mis brazos, luego coloca su mano sobre la mía entre sus piernas y presiona. Ciertamente se ha vuelto adicta a tener mi dedo en su coño. Ayer llevamos a Rosa y a algunas de sus amigas al cine. Las niñas se sentaron en la primera fila, pero Kate y yo nos quedamos atrás. Cuando nos quedamos solos, me cogió la mano, la deslizó bajo su falda y me susurró que su coño lo necesitaba. El pequeño suspiro de alivio que salió de sus labios cuando introduje mi dedo en su interior me puso tan duro que apenas pude evitar arrastrarla como un cavernícola. Ella gimió cuando tuve que sacar el dedo al final de la película.

Deslizo mi mano libre por la espalda de Kate, aprieto ligeramente el culito y luego le paso los dedos por la piel del costado —. Puedo contar tus costillas, Kate. ¿Has perdido peso?

—Estoy tratando de adelgazar un poco mi trasero. Estoy a dieta —murmura.

—¿Qué? —Coloco un nudillo bajo su barbilla y levanto su cabeza para que me mire—. ¿Has pedido permiso para matarte de hambre?

—No. —Parpadea mirándome, con cara de confusión—. Pensé que a los hombres les gustaban las mujeres delgadas.

—Has pensado mal.

—Mi trasero es enorme, Garrett. Quiero tener una talla menos antes de la fiesta.

Apretando su barbilla, me inclino hacia delante hasta estar en su cara. No quiero que su culo disminuya. Lo quiero más grande—. ¿Cuánto peso has perdido?

—Unos cuatro kilos.

—Tienes dos semanas para recuperar ese peso, Kate —le digo, frunciendo el ceño.

—Todo irá a mi culo. Se hará aún más grande.

Una imagen de Kate, con su hermoso trasero una o dos tallas más grande, llena mi mente y mi polla se hincha.

—Bien.

—Bien. —Pone los ojos en blanco—. Supongo que los pantalones nuevos que compré ayer se desperdiciarán. Apenas pude entrar en ellos.

—Que se jodan los pantalones. —Muevo mi mano hacia su trasero y aprieto de nuevo su nalga. Su trasero parece más pequeño —. Quiero esto como estaba.

—¿Es una orden? —Sonríe.

—Sí.

La sonrisa en su rostro se amplía. —Me gusta que me des órdenes.

Enrosco el dedo para ampliar la presión contra sus paredes y aprieto el pulgar contra su clítoris, amando la forma en que aprieta sus muslos para mantener mi mano en su sitio.

—Me excita mucho cuando llevas estos lentes, Garrett.

Gruño y, manteniéndola pegada a mi cuerpo, nos doy la vuelta en la cama hasta que está tumbada por debajo de mí, y me inclino para susurrarle al oído—. ¿Y qué más te excita, tesoro?

—La frustración que siento durante esos pocos segundos en los que tu dedo se desliza fuera de mí durante la noche, justo antes que tu polla lo sustituya. —Exhala y maúlla cuando hago eso, pero sigo con mis dedos en su clítoris, provocándola.

—Esto es tiranía —dice deslizando sus manos por mi cabello.

—Lo sé. —Agacho la cabeza para morder su cuello, pellizcando su clítoris al mismo tiempo.

—¡Maldita sea, Garrett! —Me da un apretón de pelo.

Me divierte mucho que se frustre cuando no entierro mi polla de inmediato. Me sitúo en su entrada y empiezo a deslizarme por su codicioso coñito. Dios, los sonidos que hace. A veces creo que podría correrme sólo con oír sus gemidos.

—¿Está mejor ahora? —Me retiro y luego empujo dentro de ella.

—Sí... Sí... Sí... —Ella jadea al ritmo de mis embestidas mientras su cuerpo se agita debajo de mí, subiendo el listón. Vuelvo a pellizcar su clítoris y lo masajeo. Chilla un poco cuando vuelvo a pellizcarle el clítoris y aprieta las piernas a mi alrededor.

—Me encantan los sonidos que haces, tesoro. —Me entierro dentro de ella con un gemido—. Tanto, maldita sea.

Gime y se agarra a mis hombros mientras se corre. Vuelvo a empujar dentro de ella y estallo, maravillado por la sensación de mi semen llenándola. La mejor sensación de la historia.

—Ven aquí. —Rodeo su cintura con el brazo y la presiono contra mi pecho. Sigue temblando cuando le cubro el coño con mi mano y vuelvo a deslizar el dedo dentro de ella.

—Me gustaría tener tu dedo, o tu polla, dentro de mí todo el día —suspira Kate.

—¿No te gusta la sensación de tener el coño vacío?

—No. —Ladea la cabeza y me mira—. Me has convertido en una adicta.

—Perfecto.

—Puede que tenga que empezar a pasar por tu despacho durante el día. Para conseguir mi dosis.

—Me gusta ese plan. —Sonrío y le acaricio el cuello—. Y mientras tanto, te organizaré otra cosa.

—¿Qué tienes en mente?

—Tendrás que esperar y ver, tesoro.


Kate

—¿Puedo teñirme de rojo? —pregunta Rosa desde el lado opuesto de la mesa del comedor.

—No. —Tanto yo como Harry respondemos al unísono.

Rosa se echa hacia atrás en su silla y cruza los brazos sobre el pecho, con la barbilla recogida.

—Cuando crezcas, puedes teñirte el pelo, cariño —digo—, eres demasiado joven para eso ahora.

—Pero quiero —murmura.

—¿Por qué? ¿Algunas de tus amigas se han teñido el pelo?

—No. Todavía quiero hacerlo.

Suspiro y sacudo la cabeza. Es exactamente como si estuviera escuchando a mi hermana.

—¿Qué tal un nuevo corte de pelo? Puedo llevarte la semana que viene. También podríamos hacernos las uñas.

La mirada de Rosa se dirige a mí, con los ojos muy abiertos.

—¿De verdad?

—Claro. —Afirmo—. Llamaré a mi estilista y le diré que reserve otro hueco. ¿Tienes algún peinado específico en mente?

Rosa se mueve en su silla y se encoge de hombros.

—Lo quiero corto —dice, y luego me mira—. ¿Crees que papá me dejará?

—Si le explicas que realmente te gustaría tenerlo corto, por supuesto que lo haría.

Se oyen unos pasos que se acercan y Garrett dobla la esquina y entra en el comedor.

—¡Papá! —Rosa salta en su silla—. ¿Puedo cortarme el pelo corto? Kate dijo que me llevaría con ella. ¿Puedo? ¿Por favor?

Garrett se detiene detrás de Rosa y le da un beso en la cabeza—. Claro, piccola. Ahora, ve a la cocina y ayuda a Viola con la comida. Necesito hablar con Kate y Harry.

—¡Yo también quiero escuchar!

—Son cosas de negocios, Rosa. Ve. Por favor.

Rosa frunce la nariz, se levanta de la silla y se va de mala gana.

Tan pronto se va, Garrett se dirige a Harry.

—Edward Cullen ha solicitado una reunión —dice—. ¿Quién demonios es Edward Cullen?

Miro fijamente a Garrett mientras el pánico empieza a acumularse en el fondo de mi estómago—. ¿Cuándo es la reunión?

—Mañana —dice—. ¿Quién es él?

—El Don de la familia de Nueva York —dice Harry—. ¿Tienes algo sobre él, Kate?

—Un montón de chismes. Nada útil. Y no conozco a nadie que lo sepa.

—No creo que mucha gente sepa siquiera cómo es el Don de la familia del crimen de Nueva York. Si necesitas contactar con la Cosa Nostra de Nueva York, llamas a Alec Denali, el subjefe. Nunca al Don. Vuelvo a mirar a Garrett—. ¿Te ha llamado personalmente?

—Sí. Solo ha dicho que quiere hablar de negocios, sin más detalles.

—Sé que se dedican principalmente a las drogas. Escuché a mi abuelo mencionarlo una vez, pero eso es todo. Puede que mi padre sepa más. —Miro a Harry—. ¿Se reunió Garrett con Cullen antes?

—No que yo sepa. Y habría mencionado algo así.

—Entonces es seguro preguntar a Francesco —dice Garrett—. Lo llamaré para avisarle que iremos a tomar un café. —Se inclina y me muerde ligeramente la oreja, luego susurra—. Ve, cámbiate. Ese vestido rosa me gusta. Te llevaré conmigo y podemos ir a comer a algún sitio a la vuelta.

Me levanto de la mesa y me dirijo hacia la puerta, pero luego me detengo y miro a Garrett por encima del hombro.

—Creo que me voy a poner el azul marino.

—Kate.

Sonrío para mis adentros al escuchar su tono. Le molesta mucho que me niegue a seguir sus órdenes.

—¿Sí?

—El vestido rosa.

—Si insistes. —Sonrío y reanudo la marcha.

Estoy a medio camino de la puerta del comedor cuando oigo a Harry susurrar.

—Tienes que aflojar las riendas, Garrett, o se volverá loca.

Sonrío. Si Harry supiera lo mucho que me excitan las órdenes de su hermano...


Cuando entro en el coche con Garrett veinte minutos después, con el vestido rosa, por supuesto, está inusualmente callado, aparentemente concentrado en sus pensamientos. Lo dejo pasar, pero cuando no pronuncia una palabra hasta casi la mitad del camino a la mansión Agostini, decido que ya ha meditado lo suficiente.

—¿Qué es? —pregunto. —Nada.

—Garrett—suspiro—, suéltalo.

Aprieta los dientes y estruja el volante.

—¿Soy demasiado extremista? ¿Necesitas que 'afloje las riendas', como dijo Harry?

—¿Esto es por lo de la ropa?

—Todo —dice y me mira—. ¿Necesitas que afloje las riendas, Kate?

—No. Pero quizá podrías corresponder de alguna manera. — Sonrío y me inclino para susurrarle al oído—. He estado pensando que si tú puedes mantener tu dedo en mi coño mientras duermo, yo puedo hacer esto mientras conduces.

Sonriendo, acerco mi mano izquierda y la pongo en su entrepierna, ejerciendo un poco de presión en el punto justo. El coche gira ligeramente mientras su polla se endurece bajo mi mano. Garrett gira la cabeza para mirarme y sus fosas nasales se agitan. Presiono un poco más y él inhala bruscamente.

—A partir de ahora —dice—, cuando conduzcas conmigo, ahí estará tu mano. Todo el tiempo. ¿Soy claro Kate?

—Por supuesto, Garrett.

Me mira de reojo y veo que una comisura de sus labios se curva ligeramente.

—Cuando volvamos a casa, te voy a follar tan fuerte que no podrás caminar.

—Estoy deseando hacerlo. —aprieto su polla.


Garrett

—¿Edward Cullen? —La mano de Francesco se queda a mitad camino de la taza de café, con sus ojos muy abiertos—. Las familias del crimen rara vez se involucran en negocios juntos. Hay demasiadas posibilidades de conflicto de intereses. Y nunca he oído que la Familia de Nueva York se acerque a alguien para colaborar. Por lo que he oído, rara vez sale de Nueva York. Y a los miembros de otras familias se les desaconseja encarecidamente —se aclara la garganta—, visitar su región a no ser que se les invite expresamente.

—¿Y si alguien se aventura allí sin invitación? —lanza Kate.

Durante el trayecto, acordamos que ella hará las preguntas, para no levantar sospechas en caso que yo cometa un desliz y mencione a Cullen delante de Francesco en algún momento.

—Termina siendo enviado de vuelta a casa. En una bolsa para cadáveres. A veces en más de una bolsa —dice Francesco, y luego se vuelve hacia mí—. Ten cuidado, Garrett. A ese hombre no hay que tomarlo a la ligera.

—¿Lo has conocido? —pregunta Kate.

—No. Pero tu abuelo sí. No le gustaba. Dijo, y cito, 'Hay gente despiadada, y luego está Edward Cullen'. No dio más detalles, excepto que mencionó, no haber conocido nunca a un hombre que pareciera tan muerto por dentro.

—Suena prometedor. —Sonrío—. ¿Qué edad tiene?

—No tengo ni idea. Fue Capo hasta que se hizo cargo de la Familia hace dos años, así que supongo que tiene unos cuarenta o cincuenta años. Que yo sepa no hay fotos suyas. Nunca he oído hablar de él en ningún acto público. La forma en que asumió el cargo de Don creó un gran revuelo. Irrumpió en la reunión de la Familia y mató al antiguo Don y a los otros seis Capos.

—Un maníaco. —resoplo.

Perfecto.

Francesco se inclina sobre la mesa.

—Si aceptas colaborar en algo con él, podría hacernos ganar millones. Nadie puede confirmarlo, pero se rumorea que es dueño de la mitad de Nueva York.

—Ya veremos. —Me encojo de hombros y doy un sorbo a mi café.