Disclaimer: Nada de esto me pertenece, la saga crepúsculo es propiedad de Stephenie Meyer y la trama es del libro "Ruined Secrets" de la Saga "Perfectly Imperfect" de Neva Altaj, yo solo busco entretener y que más personas conozcan esta historia.
Capítulo 23
Garrett
Sucede de repente mientras me abrocho la camisa la mañana del banquete.
Kate está en el baño, dándose una ducha. La desperté temprano deslizando mi polla dentro de ella mientras aún dormía. Con toda la gente que llega para hacer los preparativos para esta noche, estará ocupada todo el día, y no habrá tiempo para nosotros hasta bien entrada la noche. No hay manera que pueda dejarla pasar todo el día sin tener mi polla dentro de ella.
Comienza con otra fuerte punzada, pero esta vez el dolor no se disipa enseguida. Por el contrario, sigue azotando mis sienes en oleadas tan fuertes que tengo que sentarme en la cama. Aprieto los ojos, esperando que se me pase, pero el dolor sigue aumentando hasta que siento que la cabeza me va a explotar. Entonces, tan repentinamente como empezó, el dolor desaparece. Debería sentir alivio, pero no puedo moverme de mi sitio en la cama mientras intento ordenar el caos que reina en mi cerebro.
Cuando me permití considerar la posibilidad de recuperar la memoria, siempre supuse que sería un proceso gradual, recordar a una persona cada vez, o ciertos acontecimientos, al azar. Nunca esperé que me golpeara como un mazo, pero así es como se siente. En un momento todo lo que sé son los dos últimos meses de mi vida, y al siguiente, los últimos treinta y cinco años se materializan de la nada.
La puerta del cuarto de baño se abre y Kate sale corriendo, aferrando su teléfono a la oreja mientras se ajusta el vestido—. Que pasen, ya bajo —dice al teléfono, y luego me mira—. La empresa de decoración llega temprano, tengo que ir.
—Está bien. —Asiento, mirándola fijamente. —¿Vas al despacho?
—Sí.
—No llegues tarde a tu propia fiesta. —Señala el teléfono en mi dirección—. Si termino pronto, puede que me pase por tu despacho hacia el mediodía.
Me levanto y atravieso la habitación. Cuando estoy frente a ella, tomo su rostro entre mis manos y me quedo mirándola.
—¿Garrett? ¿Sucede algo?
—No —digo, sin romper nuestras miradas fijas—. ¿Por qué?
—Tienes una mirada muy extraña en tus ojos.
El teléfono que tiene en la mano vuelve a sonar. Kate suspira y levanta la cabeza para acercar sus labios a los míos.
—Tengo que irme —dice en mi boca.
La sigo con la mirada mientras se apresura a salir de la habitación, mi extraordinariamente brillante esposa, a la que tan erróneamente acusé de ser demasiado joven para ocuparse de mí y de mi línea de trabajo. Dos meses. Durante dos malditos meses me condujo mientras no tenía ni la más remota idea de quiénes eran todas las personas que me rodeaban. Se las arregló para engañar a toda la maldita Familia para que creyera que no había nada malo con su marido. O, al parecer, a todos menos a una persona.
Cojo la chaqueta de la silla, tomo las llaves del coche y la cartera y me dirijo a la puerta. El banquete de esta noche va a ser mucho más interesante de lo que imaginaba porque, junto con mi vida, también recuerdo la cara del hombre que intentó matarme, y probablemente estará aquí.
Sí, será una noche muy emocionante.
Llaman a la puerta del despacho y la cabeza de Kate se asoma al interior.
—¿Interrumpo?
—Te llamo luego, Franco —le digo al teléfono y le hago un gesto para que entre.
Se acerca a mi escritorio, se quita las gafas de sol y las coloca junto con su bolso sobre la superficie de madera. La estudio y me fijo en cómo su vestido gris se hunde en su escote, sin dejar nada a la imaginación.
—No recuerdo haber aprobado ese conjunto para hoy.
—Porque no lo has hecho. —Se coloca delante de mí, se agacha y empieza a desabrocharme los pantalones—. Así que he venido a enmendar mi error.
Mi polla se pone dura al instante.
—Muy bien. Lo permitiré esta vez. Pero no lo volverás a hacer. ¿Está claro?
—Sí, Garrett.
Mi polla se hincha aún más. Es increíble lo mucho que me excita que sea obediente, porque sé que no hay ningún hueso sumiso en su cuerpo. Kate no es una mujer que permita que un hombre la controle de ninguna manera, y, sin embargo, cumple con mis órdenes. Lo que es aún más excitante es saber que le gusta.
—Puedes continuar. —Me recuesto en mi silla.
Kate se arrodilla entre mis piernas, saca mi polla y acerca sus labios a la punta. La lame, luego se la lleva a la boca y empieza a chupar. Me agarro a los costados de la silla, intentando contenerme para no correrme en su boca de inmediato.
—¿Tienes puesto el tapón, Kate?
Me da una lenta lamida a la polla, luego mira hacia arriba y sonríe.
—No.
—¿Por qué?
—He venido aquí con la intención de conseguir algo mejor dentro de mí. —Desliza su mano por mi longitud y la aprieta ligeramente—. También me he dejado las bragas en casa.
Gruño y me inclino para agarrarla por la cintura y subirla a mi regazo, justo sobre mi polla dura como una roca. Gime cuando me deslizo dentro de ella, contoneando sus caderas y recibiendo todo de mí.
Le acaricio el culito, la levanto y la deslizo lentamente hacia abajo mientras ella gime y se agarra a mis hombros. La sensación de Kate en mi regazo, con mi polla alojada dentro de ella, no tiene precio. Desgraciadamente, la posición no permite mucho espacio para maniobrar. Deslizo la mano derecha sobre mi escritorio, empujando las carpetas y otras cosas de la parte superior.
—¡Garrett! —grita Kate, mirando los papeles esparcidos por el suelo.
Sujetándola por debajo de sus muslos, me levanto de la silla y deposito su dulce trasero sobre mi escritorio. El portátil está abierto justo detrás de su espalda. Puede hacerse daño si se echa hacia atrás, así que lo agarro y lo mando al suelo también.
—¿Has perdido la puta cabeza? —Me mira fijamente.
—Al contrario, tesoro. —Apoyo sus nalgas en mis manos y tiro de ella hacia el borde del escritorio—. Encierra las piernas detrás de mí y agárrate.
En el momento en que obedece, vuelvo a introducirme dentro de ella. Se siente tan jodidamente bien cuando sus paredes se aferran a mi polla mientras me mira con esos magníficos ojos. No sé qué me gusta más: el impresionante cuerpo pecaminoso de Kate, su espíritu implacable y férreo, o su mente brillante. Estoy loco por todo lo que concierne a mi joven esposa.
Un gemido sale de sus labios cuando empiezo a embestirla, y absorbo cada sonido mientras la deshago. Cuando siento que sus paredes tiemblan en torno a mi polla, dejo de contenerme y me dejo ir, llenándola de mi semen.
El teléfono de mi escritorio suena. De alguna manera se ha librado del mismo destino que el portátil y las carpetas. Sigo sujetando a Kate mientras me vuelvo a sentar en la silla y cojo el teléfono.
—Donato, estoy ocupado —respondo al teléfono.
Kate empieza a moverse, intentando ponerse de pie, pero la rodeo con mi brazo para mantenerla pegada a mi cuerpo. Me gusta sentir mi polla dentro de ella.
—Hay un problema con la última entrega de armas —dice Donato—. Nos faltan dos cajas de granadas.
Hay un lametón en el lado de mi cuello. Luego, en mi mandíbula, un mordisco.
—Reduce la cantidad equivalente al coste de seis cajas, y envía a Bogdan el dinero.
Manos en mi cabello. Un beso en la comisura de mi boca.
—¿Seis? —Donato traga saliva—. ¿Y si plantea un problema?
Giro la cabeza y nuestras miradas se encuentran. Ella sonríe con picardía y pega sus labios a los míos.
—Solo recuérdale la última discusión que tuvimos él y yo —digo en los labios de Kate, tiro el teléfono sobre mi escritorio y rodeo su cuello con mi mano.
—¿Qué llevarás puesto esta noche? —pregunto, deslizando mi mano hacia arriba para tomar su mandíbula.
—¿Sin restricciones? —Ella arquea las cejas.
—Sin restricciones. —Presiono mis labios contra los suyos—. Pero solo por esta noche.
Sonríe, me rodea el cuello con sus brazos y suelta el lazo de mi rodete.
—Tenías razón, ¿sabes? Estoy obsesionada con tu cabello —dice y pasa sus dedos por los mechones—. Mi primer recuerdo de ti es así.
Aunque entonces estaba mojado.
—Lo sé, Kate.
Los dedos de Kate se quedan quietos. Joder. Nunca quise que se me escapara eso. Planeaba decirle esta noche que lo recuerdo todo.
—Harry me dijo que te salvé, que te saqué de la piscina cuando tenías seis años —añado.
—Lo hiciste. —Ella sonríe—. Debería volver. Todavía hay que hacer algunas comprobaciones de última hora, y tengo que cambiarme.
—Asegúrate que no sea algo demasiado revelador, o podría cambiar de opinión.
Sus labios se extienden un poco más.
—¿Y si es así?
Inclino su cabeza hacia un lado para susurrarle al oído. —Habrá consecuencias, Kate. Ya lo sabes.
—Sí.
—Bien. —Me inclino hacia delante y pulso el botón del intercomunicador de mi teléfono de mesa—. Magda, tráeme los listados de hoy.
—Ahora mismo, Sr. Rossi.
Kate se mueve, con la intención de bajarse de mi regazo, pero yo la rodeo con mi brazo, manteniéndola en su sitio.
—¿Garrett? Tu secretaria llegará en cualquier momento.
—Lo sé. —Beso su hombro, le agarro las nalgas y la recoloco sobre mí, de nuevo, mi polla está dura—. Y tú te quedas justo donde estás. ¿Está claro, Kate?
Se queda en silencio unos instantes, y luego gira la cabeza para que sus labios se acerquen a mi oreja.
—Sí, señor Rossi —susurra, y mi polla se endurece aún más. —¿Tienes idea —comienza a mover su pelvis hacia adelante y luego hacia atrás, lentamente—, cuanto me excita —una ligera rotación de sus caderas—, que me des órdenes?
Aprieto los dientes, intentando mantener la compostura, pero un gruñido consigue salir de mis labios.
—Dime.
—Me humedezco tanto que estoy considerando seriamente llevar dos pares de bragas si continúas. —Me muerde el lóbulo de la oreja —. ¿Sabes qué me humedece aún más?
Jesús. No lo digas.
—Cuando obedezco, Garrett.
Exploto dentro de ella en el instante en que mi nombre sale de sus labios.
—Joder.
Llaman a la puerta y Magda entra con un montón de papeles en la mano, pero se detiene en seco. Su mirada pasa por encima del ordenador portátil volcado en el suelo, los papeles esparcidos, y finalmente se detiene en Kate, sentada en mi regazo. El escritorio le sirve de cobertura, pero no puede pasar por alto el vestido de Kate subido hasta justo debajo de sus pechos.
—¿E-e-es un mal momento? —tartamudea.
Kate se endereza en mi regazo y lanza una mirada por encima del hombro.
—En absoluto, Magda. Por favor, deja los papeles en el sofá.
Mi secretaria se apresura a dejar los papeles y luego sale del despacho en un tiempo récord, cerrando la puerta con un golpe.
—Necesito dos minutos —digo entre dientes. No puedo creer que me haya corrido sin esperarla. Como si fuera un adolescente.
—No hay tiempo. Tengo que volver a casa. —Aprieto su culo.
—No vas a salir de esta oficina con un resultado inferior al mío en cuanto a orgasmos.
Sujetándola por debajo del culito, me levanto y la llevo al baño, donde nos limpio, y luego la llevo de vuelta. La dejo en el escritorio, me siento en mi silla y coloco mis manos detrás de sus rodillas.
—Túmbate.
—¿Y si entra alguien?
—Se darán la vuelta y se irán. —La fijo con la mirada—. Abajo. Abre las piernas.
—Si usted lo dice, Sr. Rossi. —Sonríe y echa su espalda sobre el escritorio.
Kate
Abrocho el último botón de mi nuca y me miro en el espejo. El material beige del vestido abraza mi cuerpo desde el escote alto hasta ligeramente por debajo de las rodillas, resaltando mis curvas. Me giro y me miro de lado, y luego de espaldas, centrándome en mis caderas. La faja moldeadora que llevo debajo del vestido hace maravillas. Mi trasero parece al menos dos tallas más pequeño. Tal vez incluso tres.
Cuando me vestí para esta noche, me arrepentí de haber dejado que Garrett me convenciera de recuperar el peso que había perdido. Me dejé llevar y en lugar de engordar solo esos cinco kilos, engordé cinco más. No fue tan difícil, simplemente dejé de contar las calorías tan rigurosamente como suelo hacerlo. Ojalá no lo hubiera hecho. Lo más gracioso es que sigo usando la misma talla de camisas. Todo ese peso extra, y mis pechos se volvieron solo ligeramente más llenos. Todo lo demás acabó en la parte inferior de mi cuerpo, algunos en mis muslos, pero sobre todo en las caderas y el culo. Tal y como me temía.
No me sentí insegura de mi cuerpo hasta el momento en que me vi en el espejo, con este vestido. Mis ojos se centraron en mi trasero, haciéndome pensar en una paciente cuya cirugía de implante de glúteos había salido terriblemente mal. Al principio estuve a punto de quitarme el vestido, pensando en ponerme algo menos ajustado. Pero entonces me acordé de la loca faja moldeadora que me compré por capricho. Es muy ajustada y bastante incómoda, pero no me importa. Tal vez debería empezar a usarla todos los días, al menos hasta que consiga perder algunos centímetros alrededor de las caderas.
Es la genética. Mi madre tiene una forma de pera similar: la parte superior del cuerpo es estrecha y el trasero es considerable. La abuela era igual. Pero yo parezco haber terminado con la parte trasera mejor dotada. Gracias a Dios, Garrett suele querer que lleve vestidos. Eso me permite ocultar el tamaño que ha alcanzado mi trasero. Dudo que lo haya notado cuando tenemos intimidad. Los hombres no suelen notar ese tipo de cosas durante el sexo.
Me viene a la mente la imagen de Simona. Es mucho más alta que yo, pero no creo que, ni siquiera con quince años, hubiera sido capaz de meterme en su talla de pantalones actual. Garrett sigue diciendo que le gusta mi cuerpo, y no creo que mienta, pero aun así... Debe haberse sentido atraído por su ex mujer si eligió estar con ella. Si le atraía su cuerpo, ¿cómo puede gustarle el mío, que es todo lo contrario?
Suficiente. Ahora no es el momento de inseguridades cuando hay cerca de cincuenta personas que llegarán en breve y esperan que todo sea perfecto. Tal vez debería revisar la lista de invitados una vez más, solo para asegurarme que no se me ha escapado nadie sobre el que deba informar a Garrett. Peino mi mano en el cabello, que he dejado suelto, compruebo mi reflejo en el espejo una última vez para asegurarme que no se ven las líneas de la faja, y salgo del baño.
Garrett está sentado en el sillón del lado opuesto de la habitación, escribiendo en su teléfono. Cuando salgo, levanta la cabeza y me mira.
—Eres lo más hermoso en lo que he puesto mis ojos —dice con una sonrisa de satisfacción en los labios, y luego baja la mirada, pero se detiene a mitad de camino—. Date la vuelta.
Levanto las cejas, pero hago un lento giro. Cuando mis ojos vuelven a mirarlo, ya no sonríe.
—¿Estás a dieta otra vez, Kate?
—No. ¿Por qué?
—Tu culo es más pequeño.
Así que se ha dado cuenta.
—Llevo faja debajo del vestido —le digo—. ¿Te gusta?
—¿Por qué? —frunce el ceño—. ¿Qué coño es eso?
—Se lleva debajo de la ropa para que el cuerpo parezca más delgado. —Me paso las manos por las piernas una vez más, comprobando las costuras visibles—. Es condenadamente ajustada, pero funciona muy bien.
Las fosas nasales de Garrett se agitan y sus ojos se entrecierran. —Quítate esa mierda.
—¿Qué?
—Ahora, Kate.
Aprieto los dientes, me subo el vestido hasta la cintura y me quito los pantalones cortos que llevaba debajo. Arrojándola lejos, vuelvo a alisar el vestido.
—Ya está. ¿Satisfecho? —digo con brusquedad. No dice nada, solo me observa. Quizá no le guste la idea de la faja moldeadora—. Solo pensaba llevarlo hasta que volviera a mi antiguo peso, ¿vale?
Garrett sigue sin decir nada. El material elástico del vestido se pega a mi cuerpo, mostrando cada kilo que he ganado. Espero a que me diga que me lo ponga de nuevo cuando, de repente, se levanta del sillón y, dejando el teléfono, se acerca a mí. ¿Está enfadado conmigo? No puede estar enfadado porque he ganado peso, ¿verdad? La expresión de su cara es realmente extraña. Retrocedo un paso, luego unos cuantos más, hasta que acabo de nuevo en el baño, con Garrett siguiéndome dentro. Agacha la cabeza, su aliento roza mi mejilla mientras sus manos se acercan a su cinturón y empieza a desabrocharlo. Observo con los ojos muy abiertos cómo se desabrocha los pantalones y libera su polla, que ya está completamente erecta.
—Date la vuelta —dice.
Me vuelvo de espaldas a él, ligeramente confusa, y siento que sus manos se posan en mi culo.
—Jesús. —Aspira una bocanada de aire—. Podría correrme solo con mirarte.
—¿Te ... ¿te gusta?
—Oh, tesoro. —Me agarra de las caderas y me presiona contra su cuerpo—. ¿Por qué te has puesto esa mierda para adelgazar?
—Yo... mi culo es enorme, y este vestido es realmente ajustado. Lo muestra todo. Pensé que no lo encontrarías atractivo.
—Hmm. ¿Quieres que te demuestre lo que pienso de tu cuerpo? —Agacha la cabeza para susurrarme al oído—. ¿Solo para que no haya malentendidos?
—¿Vale?
—Da un paso adelante para que pueda verte mejor. —Mueve sus manos desde mis nalgas hasta mis caderas—. Mueve el culo ligeramente.
Cuando hago lo que dice, respira profundamente.
—Maldita perfección.
Sus manos abandonan mis caderas y oigo un gemido detrás de mí. Alzo la vista al espejo y lo miro fijamente. Su brazo derecho se mueve furiosamente y me doy cuenta que se está masturbando al ver mi culo. Contrae su rostro, como si le doliera algo, pero luego le invade una mirada de pura euforia mientras se corre. Me doy la vuelta y veo a Garrett con la polla en su mano, y semen en sus dedos. Coge una de las toallas, se limpia y se abrocha los pantalones.
—¿Te aclara las cosas el hecho que me corra con mirarte el culo, tesoro?
Asiento, ligeramente sorprendida.
—Bien. ¿Llevas puesto el tapón? —desliza su mano por debajo de mi vestido y presiona su palma sobre mis bragas, ahuecando mi coño.
—Sabes que sí.
—Perfecto. Entonces bajemos.
