N/A: Hola, nenas, JkAlex ha vuelto.

Este capítulo es tan largo como el anterior. Y si quieren darle gracias a eso, agradézcanle a la cerveza, mi mayor inspiración y mi mejor amigo.


Capítulo 14

Agni Kai

Zuko

2 años después

—Estúpidas hombreras… —gruñó Zuko mientras se miraba al espejo e intentaba colocarse correctamente las hombreras de su uniforme militar personalizado.

Normalmente, él vestiría atuendos más cómodos y ligeros con los que estaba acostumbrado, pero en esta ocasión requirió que vistiera de acuerdo su posición como Príncipe Heredero.

Después de todo, era la primera vez que asistía a un consejo de guerra. Un honor que se le fue permitido debido a que había alcanzado la mayoría de edad al cumplir dieciséis años.

Había estado sumamente emocionado y ansioso por la reunión, razón por la cual había pasado la última hora preparándose y arreglando hasta la más mínima imperfección en su uniforme.

Zuko miró sus hombreras por todos los ángulos posibles a través del espejo y resopló con frustración. Por alguna razón, sentía que estaba algo estaba fuera de lugar.

—Impresionante—comentó una voz a sus espaldas.

Zuko volteó para ver a su tío Iroh parada en el marco de la puerta de su habitación. Estos últimos dos años, su tío había cambiado significativamente. Había vuelto a subir de peso, evidenciado por la gran barriga que había adquirido, ligeramente oculta por sus túnicas largas. Su cabello y barba se habían vuelto completamente blancos debido a su edad, pero aún mantenía la misma expresión serena y amable con el que siempre había reconocido a su querido tío.

—Ese uniforme te queda muy bien—elogió Iroh, entrando a la habitación.

— ¿Tú crees, tío? —cuestionó Zuko, inseguro mientras miraba sus hombreras—. Tuve problemas con las hombreras.

Iroh se acercó y movió ligeramente las hombreas de Zuko, alineándolas.

—Listo. Perfecto—dijo él.

Su mirada luego se deslizó a los brazos de Zuko, pero luego simplemente sonrió.

— ¿Qué? ¿Qué pasa? —preguntó Zuko, preocupado de que algo estuviera mal en su uniforme.

—Nada—rechazó Iroh.

—Dímelo—insistió Zuko.

Iroh volvió a dar una mirada a los brazos de su sobrino y suspiró.

—Tus guanteletes están mal atados—señaló—. Descuida, nadie lo notará.

— ¿Qué? ¡Ayúdame a arreglarlos!

A pesar de que era su hermana quien estaba obsesionada con la perfección, él no podía permitirse tener una apariencia descuidad en su primera participación en el consejo de guerra. Él era el Príncipe Heredero, el primogénito de Ozai. Debía de tener una imagen digna en todo momento.

Preocupado, Zuko extendió sus brazos y permitió que su tío desatara los hilos de sus guanteletes para luego comenzar a atarlos correctamente.

—Recuerdo mi primera reunión en el consejo de guerra—rememoró Iroh con una voz nostálgica—. Eran más reducidas en aquel tiempo. Más privadas. A Ozai, en cambio, le gusta tener audiencia.

—Padre dice que está abierto a otras opiniones—dijo Zuko, admirando la cualidad de su padre.

—Te aconsejaría no comprobarlo. Por ahora, mejor observa y aprende.

Zuko asintió en señal de acuerdo. Era su primera reunión en un consejo de guerra, por lo que no habría mucho que pudiera aportar. Claro, había estudiado estrategias y tácticas de batalla, pero no tenía experiencia alguna en comandar, a diferencia de su padre y de los generales que participaban en la reunión. Su tío tenía razón. Lo mejor que podía hacer ahora era escuchar y aprender de ellos.

—Listo—dijo Iroh, terminando de atar correctamente los guanteletes.

Zuko los miró y pudo ver que los nudos estaban firmemente atados sin llegar a ser incómodo. Se miró a sí mismo, buscando alguna imperfección en su uniforme. Cuando no encontró ninguno, miró a su tío, expectante.

— ¿Cómo me veo? —preguntó.

Una sonrisa orgullosa estiró de los labios de Iroh al observar a su sobrino.

—Como un príncipe.

Zuko sonrió, sintiéndose conmovido por el honesto elogio de su tío.

—Para mí aún luces como un idiota remilgado.

Zuko y Iroh miraron hacia la puerta, donde vieron a Percy recostado contra el marco de madera, cruzándose de brazos con una expresión burlona en su rostro.

Su tío Iroh no es el único que había cambiado estos dos años. A pesar de tener solo catorce años, Percy había crecido significativamente, dejando de ser un enano de 1.46 cm a pasar a tener 1.65 cm, con un cuerpo atlético y delgado debido a su entrenamiento de espadachín. Había dejado de usar un tocado, dejando su cabello suelto y desordenado.

Percy se descruzó de brazos y entró en la habitación con una sonrisa burlona. La diversión brillaba en sus ojos verdes como el mar mientras miraba a Zuko de los pies a la cabeza.

—Aunque admito que el uniforme es genial—señaló él con apreciación antes de arquear una ceja—. Pero tienes una mancha.

— ¡¿Qué?! —Zuko miró por su uniforme, buscando la macha que mencionó Percy—. ¡¿Dónde?!

—Aquí.

Percy colocó la punta de su dedo en la placa del pecho de su uniforme, haciendo que Zuko mirara hacia allí, pero Percy arrastró el dedo hacia arriba, raspándolo en la nariz.

Zuko retrocedió y miró a su amigo con irritación, quien se rio con diversión. A su lado, Iroh miraba la interacción de ambos adolescentes con una sonrisa divertida en su rostro.

—Ja, ja… muy maduro—comentó Zuko con molestia.

—Uy, perdón, señor miembro del consejo de guerra—dijo Percy, palmeándolo en el hombro—. Relájate, hotman. Pareciera ser como si estuvieras a punto de ir al frente de la guerra a luchar.

La expresión de Zuko se volvió seria.

—Pero estaré en la reunión que decidirá la estrategia de batalla para esas personas que están peleando en el frente de la guerra. Eso no es algo que se debe tomar a la ligera.

—Y ese el porqué de estas reuniones, ¿no? Para hacer la mejor estrategia posible para ganar las batallas. Como dije, relájate. No serás tú quien aporte las estrategias de batalla. Déjaselo eso a esos viejos y arrugados generales… Sin ofender, Iroh.

En lugar de verse ofendido, Iroh simplemente se rio con diversión.

—Descuida, mi muchacho. Tienes razón acerca de las arrugas. Ese es el precio de los años.

—Y no es la única cosa—dijo Percy, mirando la prominente barriga de Iroh.

Nuevamente, en lugar de sentirse ofendido, Iroh volvió a reír mientras palmeaba su barriga.

— ¿Qué puedo decir? Las galletas de Fat son realmente deliciosas. Y un gran acompañamiento para el té de ginseng.

Zuko puso los ojos en blanco con ligera exasperación ante la actitud de su amigo y de su tío y salió de su habitación.

Mientras caminaba por los pasillos del palacio, Percy no tardó en alcanzarlo y caminar junto a él.

—Así que finalmente vas a participar de una reunión del consejo de guerra—dijo Percy—. ¿Cómo te sientes?

—Algo nervioso—admitió Zuko—. Pero mi tío dijo que, ya que es mi primera reunión, es mejor que escuche y aprenda. Y eso es lo que planeo hacer ahora que finalmente tengo la edad para participar en las reuniones del consejo de guerra. Algún día gobernaré esta nación, por lo que es mi deber aprender todo lo que pueda.

—Hablando de deberes… Ahora que tienes dieciséis, ¿no deberías…? Ya sabes, ¿casarte?

Zuko bufó con molestia.

—No me lo recuerdes. Pero un príncipe solo puede contraer matrimonio a partir de los veinte, a diferencia de una princesa que debe hacerlo a los dieciséis.

—Entonces… tú aún tienes cuatro años, mientras que a Azula solo le queda dos.

—Sí… —musitó Zuko, mirando a Percy de reojo con sospecha—. ¿Y a ti por qué te importa?

—No, por nada—respondió Percy rápidamente—. Es solo que Azula se ha estado quejando de lo injusto que es que a ti ya te consideren un adulto y tengas todos los privilegios de ello, mientras que a ella aún la consideran una adolescente. Y hablando del espíritu maligno…

Zuko y Percy vieron como en una esquina aparecía Azula. Ella, al igual que Percy, también había cambiado en estos dos años. Su cuerpo se había vuelto delgado y atlético debido a su intenso entrenamiento. Había crecido hasta tener la misma altura de Percy. Aunque aún conservaba el mismo peinado, sujetado por un prominente tocado de oro que reflejaba su estatus como princesa.

Al verlos, una sonrisa altiva estiró sus labios, los cuales estaban pintados con lápiz labial.

—Vaya, vaya, debo decir que esa armadura tuya tiene buen aspecto, hermano—comentó Azula, mirándolo de arriba abajo con condescendencia—. Aunque parece un poco… grande para ti.

— ¿De qué estás hablando? —cuestionó Zuko, mirando su armadura—. Me queda perfecto.

Ella miró sus uñas con desinterés, como si estuviera buscando alguna imperfección inexistente en ellas.

—Oh, no me refería al tamaño. De todos modos, intenta no humillarte en tu primera reunión del consejo de guerra. Sé que será difícil para ti entender las complejas estrategias militares que se discutirán, pero abstente a hacer preguntas estúpidas. No querrás avergonzar a padre.

Azula caminó a su lado, mirando de reojo a su hermano con una sonrisa burlona en sus labios, aunque su sonrisa desapareció cuando sus ojos se encontraron con Percy.

—No olvides nuestro compromiso—le recordó ella antes de marcharse.

Percy la observó irse y Zuko miró con ojos entrecerrados a su amigo.

— ¿Qué fue eso? —interrogó él—. ¿De qué estaba hablando ella?

—Oh, de esto.

Percy quitó un papel enrollado del interior de su túnica y lo desenrolló para mostrárselo a Zuko. Era un volante de un restaurante de fideo, donde se leía: ¡Promoción especial de fideos! ¡A tan solo una moneda de oro, disfruta todos los tipos de fideos que ofrecemos!

—Esa promoción… es del restaurante del señor Tao—reconoció Zuko.

Era un restaurante de fideos que se encontraba en Harbor City al cual había ido allí con Percy en numerosas ocasiones. Y tenía que admitir que los fideos eran bastante buenos.

— ¡Así es! ¡He estado esperando esta promoción por meses! —dijo Percy con entusiasmo, antes de comenzar a enumerar con los dedos—. Miso, soya, shio… Hay tantas opciones.

—E irás con Azula—señaló Zuko, arqueando una ceja.

—Sí.

— ¿Mi hermana?

—Sí, hasta donde sé, ella es tu hermana.

— ¿La princesa de la Nación del Fuego?

— ¿A qué quieres llegar?

—Estás jugando con fuego… literalmente—señaló Zuko—. Lo sabes, ¿no?

— ¿De qué estás hablando? Es solo una salida con un amigo—rechazó Percy—. Además, también invité a Ty Lee. Invité a Mai, pero dijo que tenía que asistir a una reunión que su familia tendría con otra familia noble. ¿Qué me dices tú? ¿Quieres venir?

Zuko apartó la mirada con duda.

—No lo sé. Las reuniones del consejo de guerra duran horas…

—Descuida, te esperaré. Además, sé lo mucho que te gusta el fideo de miso.

Zuko sonrió levemente, sintiéndose agradecido por la consideración de Percy.

—Está bien—aceptó él.

—Genial, te esperaré en el jardín, hotman.

Percy palmeó el hombro de Zuko y se alejó, siendo lo más probable de que vaya al jardín a tomar una siesta. A pesar de los años, él aún tenía el hábito de dormir la mayor parte de su tiempo libre.

Zuko dio un profundo respiro con la intención de calmar sus crecientes nervios y fue al Salón del Trono, lugar donde se realizan las reuniones del consejo de guerra.


La Sala del Trono era exactamente como Zuko lo recordaba, con altos techos sostenidos por grandes y ornamentadas columnas de piedra y metal, siendo iluminado con antorchas y lámparas. Y al final del gran salón, elevado sobre una alta plataforma detrás de un imponente muro de llamas, se alzaba el glorioso trono del dragón, la representación del poder y la autoridad absoluta que poseía el Señor del Fuego.

En ocasiones normales, el Señor del Fuego se sentaba allí, pero ahora que se realizaba una reunión de consejo de guerra, Ozai optó por permanecer de pie en la cabecera de una gran y larga mesa donde podía verse un mapa detallado de todo el mundo. A los lados de la mesa, los Generales y Almirantes del ejército se encontraban sentados en una posición de seiza sobre cojines mientras discutían estrategias de batallas.

El único apoyo confortante para Zuko fue su tío Iroh, quien estaba sentado a su lado.

—Las fuerzas del Reino Tierra están en la costa sur—informó uno de los Almirantes, utilizando un puntero de madera para señalar el punto en el gran mapa—. Un batallón peligroso con los guerreros maestros tierra más feroces y fuertes. Han sido capaces de mantenerse firmes e infranqueables.

—Era de esperarse—comentó un Almirante—. Concentrarán a sus mejores fuerzas en ese punto, ya que es el único lugar donde nuestros buques de guerra pueden desembarcar para atacar Ba Sing Se desde el sur. ¿Qué tal si nuestros buques desembarcan un poco antes, siguen rio arriba y los atacan en un movimiento de pinza?

El General negó con la cabeza.

—Están fortificados en la cima de un acantilado. Pueden flaquear cualquier ataque.

— ¿Qué es lo que harías? —preguntó Ozai.

—Su Alteza, mi sugerencia es…

—No tú—interrumpió Ozai para luego mirar directamente a su hijo—. Zuko, ¿qué harías?

Todos los ojos se posaron en el joven príncipe, quien se vio atónito al ser objetivo de tantas miradas, especialmente la de su padre. Vio a su tío Iroh, el único miembro del consejo que le envió una mirada de apoyo, pero poco funcionó para calmar sus crecientes nervios.

Zuko sintió su corazón martillear con fuerza en su pecho, pero encontró su voz para responder.

—Atacaría por los flancos, con una ruta de escape para atraerlos—respondió él.

— ¿Acaso no oíste al General? —replicó su padre—. Están en lo alto de un acantilado. Tienen ventaja en el terreno. No abandonarán su posición.

—Podemos… —la voz de Zuko flaqueó un poco—. Podemos utilizar tanques tundra para llegar a la cima.

—Ellos son maestro tierra. Dejarían los tanques bajo tierra en segundos.

Zuko abrió la boca para decir algo más, pero las palabras quedaron atoradas en su garganta. Por el rabillo del ojo, pudo ver la mirada comprensiva y compasiva de su tío, pero se vio ahogada por las miradas de todos los presentes, juzgándolo mientras su padre refutaba sus sugerencias. Su corazón martilleó con más fuerza en su pecho y sus manos temblaron con nerviosismo.

Al final, Ozai simplemente suspiró con evidente decepción.

—General—dijo él.

El General que anteriormente había estado explicando la estrategia dio un paso adelante.

—Mi sugerencia es esta…—él utilizó el puntero para mover una figura de hierro en el mapa que simbolizaba un escuadrón de soldados frente a otro grupo de piezas que simbolizaban a las fuerzas estacionadas del Reino Tierra—. Moveremos una división en este punto y el enemigo se concentrará en ellos mientras nosotros atacamos desde aquí y aquí.

El General movió otras piezas, explicando que buques de guerra desembarcarían para atacar a las fuerzas estacionadas del Reino Tierra.

Al mirar el plan de ataque, una pregunta se formó en la mente de Zuko. Sabía que no debía hablar luego de su penoso intento de contribuir a la estrategia de batalla, pero no pudo evitar hacerlo.

—Si los envían directo al enemigo, ¿cómo podrán retirarse? —cuestionó él.

Todos voltearon a mirar a Zuko, pero él mantuvo su vista fija en el General.

—Ellos no lo harán—respondió el General con simpleza.

—Pero entonces los perderemos.

Zuko miró a los demás miembros del consejo, buscando alguna reacción en ellos, pero todos se mantuvieron impasibles. Iroh lo miró y negó casi imperceptiblemente con la cabeza, incitándolo a que se mantuviera en silencio.

Fue entonces cuando la magnitud del plan se asentó en él.

—Los van a sacrificar—dedujo él, abriendo los ojos con horror.

Las facciones de Ozai se endurecieron al mirar a su hijo.

—El sacrificio es parte de la guerra—dijo él con voz dura, dejando a Zuko atónito—. General, ¿cuál división sugiere?

—La 41—respondió él—. Son nuevos reclutas. Prescindibles.

—Bien.

Ozai dio su gesto de aprobación y el General se inclinó ante él. Todos los demás miembros del consejo se levantaron, dando por finalizada la reunión. Zuko también lo hizo, pero miró con incredulidad el mapa que reflejaba la estrategia que se llevaría a cabo. Nadie había objetado, declarando que todos estaban a favor ante tal cruel estrategia. Una estrategia que implicaba sacrificar vidas de soldados que pelean valientemente en nombre su nación.

Iroh se acercó a él y colocó una mano sobre su hombro de manera comprensiva.

—Zuko, sé que esto puede resultar algo inconcebible para ti…

— ¡Es más que inconcebible! —replicó él—. Es cruel, es inhumano, es…

—Es eficaz—sentenció otra voz.

Zuko volteó para observar al General que había sugerido la estrategia acercarse a él y pararse a su lado, mirando el mapa con las manos detrás de su espalda.

—Esto es lo que significa comandar—dijo él—. Tomar las decisiones que no todos están dispuestos a tomar. Tu padre lo dijo; el sacrificio es parte de la guerra.

—Por desgracia, la guerra tiende a distorsionar nuestro punto de vista—intervino Iroh solemnemente—. Si sacrificamos nuestro código, incluso por la victoria, podríamos perder lo que más importa. Nuestro honor.

El General resopló con burla.

—Irónico, viniendo de alguien que abandonó el campo de batalla, deshonrando la muerte de cientos de soldados que cayeron en batalla… incluyendo la de su propio hijo.

Iroh se mantuvo imperturbable ante el fragante insulto del General. Pero Zuko conocía a su tío, pudo ver un destello de ira en sus ojos al mencionar la muerte de Lu Ten, pero desapareció tan rápido como apareció.

El General, ignorante ante la reacción de Iroh, continuó hablando mientras miraba el mapa.

—Si debemos de sacrificar a una división prescindible para ganar una batalla, que así sea. Las guerras las ganas aquellos que están dispuestos a sacrificarlo todo—dijo él de manera inflexible, ante de mirar a Zuko sobre el hombro de manera despectiva y condescendiente—. Un niño como tú que ha vivido resguardado dentro de los muros del Palacio Real no podría llegar a comprenderlo. Esto no es algo que aprendes en libros de texto. Los niños pequeños no deberían jugar a la guerra.

Zuko apretó los puños con fuerza, frunciendo el ceño y apretando los dientes con creciente ira. Aquel General no solo acaba de insultar a su tío, sino que también sugirió sacrificar vidas de soldados como si fueran piezas desechables de un juego de Pai Sho. Y, por si fuera poco, también se burlaba de la intención de Zuko de sugerir una vía de escape para ellos. ¿Era así como los Generales dirigían a sus tropas? ¿Cómo si fueran simples soldados prescindibles para ganar una batalla?

—Es un plan terrible—declaró él, llamando la atención de todos los presentes en el salón.

El General volteó a mirarlo con incredulidad e indignación.

— ¿Qué dijiste? —cuestionó él.

Zuko lo miró fijamente con fiereza y habló fuerza, haciendo énfasis en cada palabra.

— ¡Dije que es un terrible plan! Soldados van a morir, ¿y para qué? ¡Esos soldados aman, defienden y pelean en nombre de nuestra nación! ¡Los estás traicionando al sugerir este cruel plan! ¡Es indigno de la Nación del Fuego!

El General se vio iracundo al escucharlo. Sus fosas nasales se dilataron y apretó con fuerza los dientes.

—Osas cuestionar…

— ¡Suficiente! —bramó Ozai, su voz resonando por todo el salón del trono mientras se acercaba a ellos—. ¿Se atreven a faltarme el respeto al discutir en mi presencia y en este sagrado salón? Esperaba un mejor comportamiento de un General… y de mi hijo.

Zuko bajó la mirada con vergüenza. No quería faltarle el respeto a su padre, pero tampoco creía que sacrificar a toda una división por el bien de ganar una batalla fuera lo correcto. No fue honorable.

—Solo hay una manera de resolver esto—sentenció Ozai—. Agni Kai.

Zuko sintió que el corazón se le encogió al escuchar aquellas palabras de su padre y un frío recorrer por su espina. Nunca había participado en un Agni Kai, un duelo de fuego. Claro, había estado en combates con su hermana y con Percy en numerosas en ocasiones, pero en ninguno de esos combates su honor estaba en juego.

Y ahora deberá de pelear en uno.


— ¡¿Qué hiciste qué?!

La voz de Azula resonó por todo el Jardín Real. Era una suerte que nadie estuviera allí aparte de ella, Percy y el recién llegado Zuko para escuchar el inusual arrebato de la princesa.

Luego de que había terminado la reunión del consejo de guerra, Zuko fue inmediatamente al jardín donde supo que encontraría a Percy durmiendo a la sombra del árbol a un lado del estanque. Lo que no esperó fue encontrar a Percy y Azula en una tranquila conversación donde ambos estudiaban un pergamino de fuego control y debatían sobre cómo extrapolarlo a un movimiento de espada.

Aunque toda conversación fue dejada de lado cuando Percy vio la expresión alarmada en el rostro de su amigo y se acercó a él con preocupación, lo que llevo a Zuko a relatar lo que había sucedido en la reunión del consejo de guerra.

— ¿Cuestionaste a un General en pleno consejo de guerra? —Percy se vio incrédulo, pero a la vez asombrado—. Amigo, sí que tienes valor.

— ¡¿Valor?! —cuestionó Azula con incredulidad—. ¡Más bien una estupidez que sobrepasa toda lógica! ¡¿En qué estabas pensando al discutir de estrategia militar con un experimentado General?! Esperaba este tipo de comportamiento insensato de Percy, pero no ti, Zuko.

Percy miró de reojo a Azula con indignación, pero no dijo nada.

—Azula, ¡ese General estaba por sacrificar a toda una división solo para ganar una batalla! —replicó Zuko—. ¿Cómo podría quedarme de brazos cruzados y aceptar esa estrategia tan cruel?

—Pues si no aprobabas esa estrategia, ¡tendrías que haber sugerido una mejor! ¡Esa es la razón por las cuales se llevan a cabo los consejos de guerra! ¡No para desafiar a otros a un Agni Kai!

Zuko apartó la mirada y musitó en voz baja:

—No se me ocurrió nada…

Azula simplemente suspiró con resignación.

—No importa. Ya está hecho. Ahora, debes prepararte para tu Agni Kai. Afortunadamente para ti, tu oponente es un General veterano que probablemente ha descuidado su fuego control debido a la complacencia de su alta posición militar.

—Y tú has estado entrenado duro estos últimos años con mi papá, con Azula y conmigo—añadió Percy—. Te irá bien.

Zuko aún se veía algo inseguro, pero terminó asintiendo.

— ¿Cuándo es tu Agni Kai? —preguntó Percy.

—Será hoy en la arena de duelo—respondió Zuko—. Los Agni Kai se llevan a cabo al atardecer.

—Entonces será en un par de horas. Tal vez deberías de pedirle un par de consejos a tu tío.

—Puede ser…

—Olvídalo, no hay nada que puedas aprender de alguien como él—declaró Azula.

—Hey, el tío es un hombre muy sabio.

Azula resopló de manera despectiva.

—El único consejo que él podría darte es de cómo preparar el té… Y huir de tu deber como un cobarde—ella le dio a Zuko una mirada intensa—. Escúchame bien, hermano. Este Agni Kai que tendrás es más que solo para poner fin a esta absurda disputa que tuviste con un General, es para poner a prueba la convicción que tuviste al cuestionar sus estrategias. Así que no vaciles y muestra determinación.

Azula abandonó el jardín, dejando a Zuko ligeramente desconcertado. Ciertamente, no esperaba esas palabras de Azula. Esperaba que ella se burlara o despreciara por lo que había hecho, no que lo aconsejara.

"Ella… ha cambiado" pensó él, viendo a su hermana alejarse.

Estos últimos tres años la relación que tenía con Azula había cambiado. No es que había mejorado, pero se había vuelto menos tensa y distante de lo que era en comparación a cómo era cuando ambos comenzaron su entrenamiento de fuego control. Claro, Azula aún tenía la costumbre de burlarse de él, pero carecía del tono despectivo y desdeñoso con el que ella se había dirigido hacia él durante años.

Su relación de hermanos se había vuelto casi… agradable.

— ¿Por qué, a pesar de que te apoyó, es como si te hubiera regañado? —cuestionó Percy, viendo el lugar donde Azula se había ido.

—Así es Azula—simplemente respondió Zuko—. Por cierto, ¿estarás allí? En el Agni Kai.

— ¿Puedo?

—Sí. Los Agni Kai se realizan con públicos como testigos. Es parte de la tradición.

—Ya veo… Nunca había estado en un Agni Kai—Percy sonrió con emoción y pasó un brazo por el hombro de Zuko—. Cuenta conmigo, hermano. Será divertido ver como barres el piso con el trasero arrugado de ese viejo General.

Zuko no pudo evitar sonreír ante el entusiasmo de Percy, atenuando un poco el nerviosismo que sentía. Se sentía bien tener a un amigo que te apoyara.


El atardecer había llegado mucho más rápido de que lo Zuko había creído posible. Tal vez sea por los crecientes nervios que sentía por participar en su primer Agni Kai oficial. O tal vez fue por la gran cantidad de personas que se habían reunido en la arena de duelo. Las gradas estaban llenas no solo de militares altamente condecorados, sino también de destacadas familias nobles.

Entre el tumulto de gente, Zuko reconoció las caras conocidas de su tío Iroh, Azula, Percy, su maestro Piandao, Mai y Ty Lee. Todos ellos se encontraban juntos con diferentes grados de preocupación en sus rostros. Su hermana, en cambio, tenía una expresión expectante y seria. Le hubiera gustado ir a hablar con ellos y tal vez recibir otros consejos de su tío aparte de "Enfocarse en su respiración" y "Mantener su postura firme", pero no podía abandonar el cuadrilátero una vez que pusiera un pie en él hasta que finalizara el Agni Kai.

Como dictaba la tradición, Zuko se encontraba sobre una rodilla, dándole la espalda a su oponente mientras vestía unos simples pantalones sujetos por una faja roja. No usaba ningún tipo de calzado e iba con el torso desnudo, demostrando vulnerabilidad y valentía. Sobre sus hombros colgaba una corta túnica que podría quitarse fácilmente una vez que comenzara el duelo.

Los tambores de guerra resonaban con fuerza por toda la arena, ahogando los murmullos entre los espectadores y anunciando el inminente duelo. Cuando los tambores cesaron al unísono, Zuko se irguió. Su túnica se deslizó de sus hombros y dio un profundo respiro. Él sintió a su propio corazón latir con fuerza en su pecho y un creciente nudo formarse en su garganta. Se enfocó en su respiración con la intención de calmar sus nervios y afianzar su determinación, recordándose a sí mismo el porqué estaba allí.

—Prepárate—anunció una voz a sus espaldas, una voz que Zuko reconoció demasiado bien.

Al voltearse, no vio al General con quien habían pensado que se batiría en duelo.

Vio a su propio padre, el Señor del Fuego Ozai. Él iba vestido con unos pantalones y un largo abrigo sobre sus hombros con un broche de cadena oro unido por las solapas.

— ¿Padre? —farfulló Zuko, abriendo los ojos con incredulidad al verlo. La sorpresa era evidente en su voz—. Pero… estoy aquí para enfrentar al General Li.

—Estás aquí porque no tienes respeto por nuestro ejército—replicó Ozai.

—Eso no es verdad…

— ¿En serio? ¿Aun cuando se les ocurren "planes terribles"? ¡Mis planes! —la mirada de Ozai se endureció, al igual que su voz—. ¡Mi estrategia! ¡Mi ejército! ¡Eso es lo que has insultado!

Reconociendo la gravedad de su ofensa, Zuko inmediatamente se arrodilló frente a su padre, postrándose hasta que su frente tocó el suelo.

— ¡Lo siento, padre! —se disculpó él rápidamente—. ¡Solo quiero lo mejor para la Nación del Fuego! ¡Lamento haber hablado así!

—Levántate—ordenó Ozai—. Pelearás por tu honor.

—Por favor, padre—suplicó Zuko, sabiendo lo que significaba levantarse y erguirse frente a su padre en estos momentos—. No quería faltarte al respeto. Soy tu leal hijo.

— ¡Levántate! —bramó Ozai, quitándose el abrigo con fuerza y exhibiendo su torso, el cual reflejaba músculos prominentes y definidos que uno solo podía llegar a conseguir luego de un riguroso e intenso entrenamiento.

— ¡Hermano! —exclamó Iroh desde las gradas—. ¡No hagas esto! ¡Es tu hijo!

Había una súplica evidente en su voz mientras intentaba apelar la misericordia del Señor del Fuego. Si hubo un cambio en la expresión de Ozai, Zuko no lo vio debido a que aún tenía su frente apoyada en el suelo, suplicando a su padre clemencia.

—Eso lo veremos—declaró Ozai, sonando inflexible—. Levántate y pelea, príncipe Zuko. Para que puedas aprender respeto.

Lleno de dudas y de manera vacilante, Zuko se irguió lentamente mientras rehuía de la dura e imponente mirada su padre, sabiendo que él no cambiaría de opinión. Lo obligaría a pelear contra él.

Ozai fue el primero en hacer un movimiento, enviando una llamarada de fuego al realizar una patada. Zuko se agachó, esquivándolo a tiempo, pero tuvo que levantarse rápidamente y desviar una bola de fuego que iba directo a él mientras daba un paso atrás debido a la intensidad de las llamas. Su padre siguió atacando con poderosas bolas de fuego que Zuko se esforzó en desviarlas. Con cada impacto, tuvo que ceder terreno, acercándose cada vez más al límite del cuadrilátero. Y cuando sus pies tocaron el borde, Ozai pisó con fuerza y golpeó hacia adelante, enviado una poderosa y constante llamarada de fuego. Zuko abrió los ojos con sorpresa al ver el tamaño de las llamas, sabiendo que no podía evitarlo, juntó las palmas de sus manos y empujó hacia adelante, dividendo el chorro de fuego a la mitad. Apretó los dientes con fuerza, haciendo acopio de toda la fuerza que tenía para resistir el ataque mientras sentía como la intensidad de las llamas de su padre comenzaban a afectarlo.

Antes de que su postura se rompiera, el ataque finalmente acabó y Zuko cayó sobre una rodilla, pero no tuvo tiempo para recuperar el aliento, ya que su padre volvió a atacar, realizando movimientos de corte que enviaba látigos de fuego a su dirección. Zuko logró esquivarlos al realizar una serie de acrobacias, demostrando una flexibilidad que había adquirido luego de años de entrenamiento al esquivar los ataques de fuego de Azula y los cortes de espada de Percy. Cuando los ataques finalmente cesaron, él pisó con fuerza y adoptó una postura sólida de fuego control. Sus manos se incendiaron con fuego y no dudó golpear a su padre con él, pero Ozai simplemente se hizo a un lado para esquivarlo para luego proporcionarle a Zuko un fuerte golpe en el abdomen que lo dejó sin aliento. Cuando intentó golpearlo en el rostro, Zuko agarró el brazo de su padre y ambos forcejearon para dominar al otro.

— ¿Esto es todo? —reclamó Ozai, obligando a Zuko a retroceder con su gran fuerza—. ¡Atácame con todo lo que tienes!

Zuko logró liberarse del agarre de su padre y realizó un golpe ascendente, pero Ozai logró desviarlo justo a tiempo mientras una llamarada de fuego surgía del puño de Zuko.

Zuko entrecerró los ojos al verlo, pero no desistió en sus ataques. Envió múltiples bolas de fuego con sus manos y pies, junto con látigos y llamaradas de fuego, pero su padre se mantuvo como una fuerza inamovible, desviando sus ataques o simplemente esquivándolas.

Sabiendo que su fuego control no era rival para su padre, Zuko se acercó y entabló un combate cuerpo a cuerpo. Cada golpe que lanzaba y cada patada que realizaba fue interceptando por Ozai, quien demostró un profundo conocimiento en el combate cuerpo a cuerpo al bloquear sus ataques y contraatacar de una manera eficiente y brutal. Ozai no retuvo sus golpes y Zuko sintió un fuerte dolor cada vez que impactaban contra su cuerpo.

Zuko no pudo superar a su padre en un combate cuerpo a cuerpo y mucho menos en fuego control, entonces la única opción que le quedaba era buscar una apertura para realizar un ataque certero. Solo tenía que quemar a su padre para ganar el Agni Kai. Una simple quemadura bastaría. Entonces se enfocó en esquivar sus ataques o defenderse. Esquivó los ataques de fuego de su padre e interceptó sus golpes, incluso si estos ocasionaban que tuviera que apretar los dientes debido a la fuerza.

Cuando su padre envió un golpe a la cabeza, Zuko se agachó rápidamente y aprovechó para concentrar su chi en su puño envolviéndolo con fuego con la intención golpear a su padre y ocasionar una quemadura, dando por finalizado el duelo. Pero cuando estuvo a punto de hacerlo, cuando vio la mirada de total sorpresa en el rostro de su padre, él… dudó. Vaciló en dar el golpe. Y esa vacilación fue aprovechada por Ozai para agarrarlo del puño y extinguir su llama para luego desequilibrarlo y enviarlo a estrellarse contra el suelo.

Un quejido de dolor escapó de la boca de Zuko al aterrizar. Con el dolor recorriendo su cuerpo, se obligó a sí mismo a levantarse, pero cuando alzó la mirada vio el puño de su padre, del cual emergió una concentrada bola de fuego que lo golpeó justo en el hombro. Zuko cayó al suelo con un gemido de dolor, sintiendo como la piel de su hombro era calcinada por la bola de fuego y un dolor punzante recorría de él.

Había sido quemado. El Agni Kai había terminado y él había perdido.

Mientras estaba en el suelo, sujetándose el hombro quemado, Zuko vio a su padre acercarse y colocar una rodilla sobre su pecho, impidiendo que se levantara. Zuko miró con extrañeza la acción de su padre y extendió su brazo que aún podía mover libremente, pero Ozai agarró con fuerza su mano con un agarre de hierro mientras se cernía sobre él con una mirada fría y severa en su rostro.

—Aquí y ahora, aprenderás que la compasión en una señal de debilidad—dijo él con frialdad—. Y el sufrimiento será tu maestro.

—Pa… ¿Padre?

Zuko vio con creciente pánico como su padre creó una pequeña bola de fuego en su mano y lentamente lo acercó a su rostro.

Lo siguiente que Zuko pudo discernir fue un dolor tan intenso que poco faltó para que se desmayara. Un grito desgarrador escapó de su garganta mientras su padre le quemaba el rostro. Podía sentir como su piel y su carne se quemaban hasta un punto en el que, inconscientemente, sabía que sería irremediable.

Cuando el calor finalmente desapareció, al igual que el peso que sentía en su pecho debido a la presión de su padre, Zuko finalmente pudo moverse, pero el dolor no desapareció. Gemidos y quejidos escapaban de su boca mientras se llevó una mano al ojo izquierdo, pero al simplemente rozarlo el dolor se intensificaba aún más. No podía ver por su izquierdo y con el derecho veía borroso debido a las lágrimas y nublado debido a que estaba al borde de la inconsciencia por el dolor.

Escuchó a alguien gritar su nombre, pero se escuchaba tan lejano y distorsionado que no pudo identificar quién era. Unos segundos después, sintió que alguien colocó una mano en su hombro y lo hizo voltear. A través de su ojo bueno, Zuko pudo distinguir una figura borrosa de cabello negro que le hablaba. Incluso si no podía ver bien, reconocería ese par de ojos, ya que pertenecían a la única persona que había conocido que tenía esos colores tan únicos.

—Per… cy… —musitó Zuko, con voz ahogada.

— ¡Zuko! ¡Zuko, mírame! —dijo Percy, agarrándolo de los hombros—. ¡Descuida, te vas a poner bien! ¡Vas… Vas a estar bien!

—Duele… —dijo él con voz entrecortada. Estiró su mano y agarró con fuerza la mano de Percy—. Duele mucho…

Percy le devolvió el apretón y esa simple acción confortó un poco a Zuko, distrayéndolo levemente del abrumador dolor que recorría el lado izquierdo de su rostro.

—El médico está en camino—dijo él, intentando sonar reconfortante, pero su voz temblaba—. Tu tranquilo. Todo… Todo va a estar bien…

Zuko no respondió, ya que sentía como su conciencia poco a poco se desvanecía, incluso el dolor comenzó a sentirse distante.

Pero antes de que finalmente cayera en el alivio de la inconsciencia, pudo sentir algo extremadamente anormal. Todo su cuerpo comenzó a temblar incontrolablemente, al igual que el suelo debajo de él. Escuchó gritos de alarma y pánico de las personas, junto con el sonido de la piedra resquebrajándose y una voz familiar gritar con preocupación el nombre de alguien que no identificó.


Cuando despertó, Zuko pudo reconocer el techo de su habitación. Por unos segundos, se preguntó qué hacía allí hasta que los eventos del Agni Kai destellaron en su mente. Él se irguió abruptamente y un dolor agudo recorrió su cuerpo, especialmente el lado izquierdo de su rostro que hizo que se llevara una mano allí, palpando una venda que cubría todo su ojo izquierdo.

—Hey, tómalo con calma—aconsejó una voz.

Zuko volteó a mirar y encontró a Percy sentado en una silla a un lado de su cama. Y su lado, estaba su tío Iroh, quien se vio verdaderamente aliviado al verlo.

—Tío… Percy… —habló Zuko con voz ronca, sintiendo la garganta seca—. Cuánto… ¿Cuánto tiempo he estado durmiendo?

—Un par de horas—respondió Iroh, agarrando una jarra y sirviendo agua en una taza antes de entregarla a Zuko—. No te sobre esfuerces, tu cuerpo aún está algo delicado.

Zuko agarró la taza con manos temblorosas y la bebió. El líquido fresco relajó su garganta, pero no hizo nada para aliviar el dolor punzando que recorría el lado izquierdo de su rostro.

—Zuko… ¿Recuerdas lo que pasó? —preguntó Iroh con delicadeza.

Los recuerdos destellaron en la mente de Zuko con tal intensidad hasta el punto de ser casi doloroso. Aún podía llegar a escuchar los gritos resonar en sus oídos, y el suyo era uno de ellos.

—Yo… perdí el Agni Kai contra mi padre—dijo él, llevando una mano a su ojo vendado—. Y él… me castigó…

Iroh asintió con tristeza y pesar.

—Te trajimos aquí luego de que te desmayaras. Las buenas noticias, es que el médico dijo que tu visión estará bien. Lo que significa que tendrás que la buena fortuna de seguir admirando mi belleza.

Iroh intentó aligerar el estado de humor de su sobrino con una pequeña broma, pero Zuko permaneció impasible. Sus pensamientos aún rondaban en el Agni Kai y las implicancias que este tuvo.

—Antes de que me desmayara… —habló él, mirando al techo con una expresión lejana—. Yo… sentí que todo el lugar comenzó a temblar. Y escuché a las personas gritar con miedo. ¿Qué fue lo que pasó?

Iroh y Percy se miraron mutuamente con duda antes de que Iroh hablara.

—Lo que sucedió… fue algo que ni siquiera nosotros estamos seguros—confesó él—. A falta de una mejor descripción, es como si la arena de duelo fuera el epicentro de un terremoto. Aparecieron grandes fisuras en el cuadrilátero, los pilares se agrietaron y algunos incluso se derrumbaron, junto con pedazos del techo. Afortunadamente, nadie resultó herido. Ozai cree que fue debido a que el volcán ha comenzado a mostrar indicios de reactivación y envió a sus expertos a investigar. Incluso los Sabios del Fuego han especulado de que podría tratarse de la ira de Agni manifestándose.

—Ya veo…

Zuko nunca fue alguien muy creyente o supersticioso, así que le pareció poco creíble que lo que sucedió en la arena de duelo fue la manifestación de un ser espiritual venerado en la Nación del Fuego, a pesar de que había visto y enfrentado a un espíritu maligno hace más de dos años. O tal vez fue el volcán que comenzó a mostrar signos de volverse activo, amenazando con algún día erupcionar.

Cualquiera fuera la explicación, a Zuko le importaba poco. Sentía que aquello no lo afectaba de ninguna manera. Su mente aún se encontraba procesando lo que había ocurrido en el Agni Kai mientras sentía el dolor punzante en el lado izquierdo en su rostro, recordándole la manera en la que su propio padre le dejó una marca que deberá llevar consigo por el resto de su vida.

Un silencio incómodo se formó entre los tres, sin que ninguno supiera qué decir o hacer en esta situación. Y fue en ese momento cuando alguien se paró en la entrada de la habitación, captando la atención de los presentes. Mirando con su ojo descubierto, Zuko reconoció a su propio padre. Sintió un nudo formarse en su estómago al verlo y una punzada de frío en su corazón.

Iroh fue el primero en levantarse y acercarse a su hermano. Por el rabillo del ojo, Zuko vio a Percy apretar fuertemente los puños sobre su regazo hasta que temblaron y sus nudillos se pusieron blancos. Zuko miró con sorpresa e inquietud la expresión que Percy tenía en su rostro.

Era la primera vez que veía a su amigo con una expresión tan iracunda. Sus ojos verdes casi parecían brillar con un odio implacable.

— ¿Percy…? —musitó Zuko con preocupación por la manera en la que su amigo miraba al Señor del Fuego.

Percy parpadeó y el odio en sus ojos desapareció al voltear a mirar a Zuko, siendo reemplazado por pena antes de apartar la mirada con culpa.

—Hermano, ahora no es un buen momento—Iroh le aconsejó a Ozai.

—Quiero hablar con mi hijo—dijo Ozai, sonando más como una demanda que una petición.

—Está herido.

—Se recuperará.

—Pero nunca sanará—replicó Iroh.

Ozai hizo caso omiso a las palabras de su hermano y entró a la habitación. Su mirada se dirigió a Percy, quien se la devolvió. Ambos sostuvieron la mirada del otro, los ojos de Percy reflejaban intensidad, mientras que la de Ozai dureza y frialdad.

Finalmente, Ozai apartó la mirada para ver a su hijo postrado en la cama.

—El médico dijo que te recuperarás rápido—dijo él— Tu cuerpo es fuerte. Eso es bueno. Sin embargo, tu espíritu… aún necesita volverse más fuerte.

Zuko permaneció en silencio, su vista aún estaba clavada en el techo. Escuchó las palabras de su padre, pero estas sonaron lejanas. Distantes. Como si las estuviera diciendo a alguien más.

—Hoy te reprimiste—Ozai se acercó a Zuko hasta estar a un lado de su cama—. Quizás creíste que fue una señal de respeto, pero no lo fue. Eso fue debilidad. Debes purgarte de esa debilidad. Debes renunciar a la debilidad para volverte fuerte. Por eso somos la Nación del Fuego. Por eso sacrificamos a la división 41. Eso es lo que debes hacer.

Zuko finalmente volteó a mirar a Ozai. Su único ojo visible no reflejaba la misma fiereza que su padre, sino una triste resignación. Comprendió que su padre, a pesar de todo lo que había hecho estos años, pensó en él como alguien de espíritu débil. Pensó que fue débil mostrar compasión frente a él en su duelo. Y tal vez lo fue. Fue débil al enfrentarse en su padre en un Agni Kai. No fue lo suficientemente fuerte.

Pero recordó las palabras de Azula, de que no vacilara y demostrara convicción y determinación en defender lo que una vez dijo. Convicción en su ideal de defender a la división 41 y determinación en sostenerlo frente a su padre.

—A veces, los débiles pueden volverse fuertes—dijo él, con voz ligeramente quebrada—. A veces, solo debes darles una oportunidad.

La misma oportunidad que le dieron a él su maestro Piandao y Percy, quienes creyeron en que podía convertirse en un espadachín.

Ozai miró fijamente a su hijo. Sus facciones se endurecieron y asintió levemente, pero no lo hizo en señal de acuerdo, sino con una sombría resignación.

—Cometí un error—gruñó Ozai—. Fui demasiado suave contigo y te volví frágil como tu madre.

Ozai le dio la espalda a Zuko para mirar por la ventana, contemplando el paisaje de la ciudad bajo el manto de la noche.

—Ya que pareces incapaz de aprender dentro de los muros de este palacio, quizás las exigencias del mundo exterior sean maestros más aptos. Te irás de aquí inmediatamente—declaró él, haciendo que todos lo miraron con conmoción. Ozai caminó y se paró a los pies de la cama de Zuko, mirándolo con dureza e imponencia—. Y no podrás regresar hasta que hayas atrapado a la mayor amenaza del destino de nuestra nación. Encontrarás, atraparás, y me traerás al Avatar. Solo de esa forma podrás regresar con honor y demostrarás ser un digno heredero al trono. Hasta entonces, no podrás poner un pie en nuestra frontera hasta que cumplas esta misión. ¡O sufrirás la pena más severa!

— ¡Ozai, no puedes hacerlo! —se opuso Iroh con vehemencia.

—Hermano, está hecho—declaró él con severidad, dirigiéndose a la puerta, pero cuando estuvo a punto de salir se detuvo y volteó a mirar a Zuko por última vez—. Y una última cosa. Como te preocupas tanto por la división 41, llévatelos como tu tripulación.

Zuko no pudo decir nada más que apretar los ojos con fuerza, deseando que todo esto no fuera más que una horrible pesadilla. Sintió como si todo su mundo se desmoronara frente a él. Y en cierta forma, así fue. Fue despojado de su título, de su honor, de su hogar, de su familia, de sus amigos y de la vida que había llevado orgullosamente hasta ahora.

Lo había perdido todo.

No pudo hacer nada más que sollozar en silencio, mientras las lágrimas de frustración caían por sus ojos y la desesperación inundaba su corazón.


Percy

Aquella noche, cuando salió del Palacio Real, Percy lo hizo automáticamente. Su cuerpo ya conocía los detalles del palacio, conocía todos los corredores como la palma de su mano, por lo que sabía exactamente a dónde ir sin siquiera pensarlo. Cuando llegó a su casa, su padre lo estaba esperando, sentado en el mismo lugar donde lo había visto tantas noches mientras él contemplaba el jardín sentado en un cojín.

Sabía que lo estaba esperando para preguntarle por la situación de Zuko y cuando Percy le contó todo, la expresión de su padre se volvió triste y sombría.

—Así que el Señor del Fuego desterró al príncipe Zuko—dijo él con triste contemplación.

—Podrá volver si captura al Avatar—replicó Percy, sonando esperanzado.

Piandao negó tristemente con la cabeza.

—El Avatar ha estado desaparecido por casi 100 años. Algunos creen que se aisló al mundo espiritual para nunca más volver. Otros incluso creen que el ciclo del Avatar se ha roto y nunca reencarnó. Encontrarlo no será una tarea nada fácil. En el mejor de los casos, le tomará décadas a Zuko encontrar alguna pista de su paradero. Y en el peor de los casos…

No necesitó terminar la oración, Percy sabía exactamente a qué se refería su padre. Mañana al amanecer cuando Zuko zarpe, podría ser la última vez que vería a su amigo.

Piandao colocó una mano sobre el hombro de su hijo.

—Sé muy bien que no debe ser fácil para ti ver a tu amigo irse y no saber si algún día volverá—dijo él de manera comprensiva—. Encontrar un amigo no es fácil, dejarlo es difícil y olvidarlo imposible.

—Yo… Yo le dije que me quedaría a su lado…

—Y eso hiciste. Pero la vida tiene otros planes para el príncipe Zuko. Ahora él debe dar un paso al frente para cumplir con el destino que se la ha sido asignado y, tal vez algún día, conocer su propio destino.

Su propio destino…

Al escuchar eso, Percy no pudo evitar pensar en sí mismo. Estos últimos tres años, había entrenado duramente bajo la tutela de su padre y aprendido mucho de él. Y no solo eso, sino que también había aprendido sobre sus otras habilidades únicas y como controlarlas, incluso sobre su propia invulnerabilidad. A pesar de eso, no había descubierto absolutamente nada de por qué tenía estas habilidades. Y estos últimos meses sentía que se había estancado.

— ¿Y qué pasa si…? —Percy habló con vacilación—. ¿Qué pasa si decido acompañar a Zuko?

Piandao no respondió inmediatamente, reflexionando sobre la pregunta de su hijo mientras miraba el jardín.

Cuando habló, su voz no reflejó ningún sentimiento.

—Si decides acompañar a Zuko en su viaje, solo habrá dos formas en las que puedas volver. La primera, sería que vuelvas junto a él una vez que haya cumplido su misión. Y la segunda… sería que tú volvieras por tu propia cuenta. ¿Entiendes lo que eso implica, hijo mío?

Percy asintió lentamente en señal de comprensión. La primera forma implicaba que volver a casa era incierto. En el mejor de los casos, que pasarían muchos años antes de poder hacerlo. En el peor de los casos, nunca volverían. Y la segunda… implicaba abandonar a Zuko, abandonar a su amigo y dejarlo en la deriva. Ninguna de las dos opciones resultaba atractiva.

Luego de despedirse de su padre e ir a su habitación, Percy pasó toda la noche sentado en el alféizar de su ventana, reflexionando profundamente mientras observaba la luna. La preocupación y ansiedad lo mantuvieron despierto mientras rememoraba todo lo que había sucedido el día de hoy. El sentimiento de ira que hirvió en su sangre cuando vio a Ozai quemar el rostro de Zuko y la sensación de algo romperse en su estómago cuando vio la quemadura en el rostro de su amigo.

De no haber sido porque Azula lo detuvo, Percy no tenía ninguna duda de que hubiera desenvainado su espada y hubiera atacado al Señor del Fuego. El solo pensar en él hacía que apretara los puños con fuerza y algo se retorciera en su estómago.

Su ira solo era opacada por la preocupación y pena que sentía por Zuko, quien fue desterrado y condenado a no volver a su hogar menos que tuviera éxito en una misión que era casi imposible. Aún recordaba la expresión desesperada en el rostro de su amigo que hizo que su corazón se estrujara.

No quería separarse de su amigo. Le dolía el solo pensar en ello. Pero había una forma en la que eso no sucediera.

Sabía qué es lo que debía hacer. La verdadera cuestión que lo mantenía despierto y lleno de conflicto era… ¿Tendría la fuerza suficiente para hacerlo?

Durante toda la noche, Percy pensó sobre ello sin dormir. Sería la primera vez en su vida que no dormiría.


A la mañana siguiente, incluso antes de que saliera el sol, Percy salió de su habitación sin hacer el menor ruido posible. Cuando salió al jardín, lo encontró inquietantemente vació. Fue extraño, considerando que el entrenamiento de los discípulos de Piandao comenzaba cuando el sol se asomaba en el horizonte. Y no solo eso, toda la mansión estaba vacía. Normalmente, encontraría a Fat en la cocina y a su padre sentado en su lugar favorito contemplando el jardín mientras bebía una taza de té. Pero no encontró a ninguno de ellos, lo que inquietó a Percy.

Los buscó por toda la mansión, pero no encontró señales de ellos. No fue hasta que llegó al comedor donde encontró una nota de su padre sobre la mesa, en el cual decía que el entrenamiento de hoy se había cancelado y que él junto con Fat había ido al Palacio Real para reportar los avances del escuadrón de espadachines. También estaba escrito de que podrían encontrarse en el puerto de Harbor City para despedir a Zuko, quien partiría alrededor del mediodía.

Percy consideró ir al palacio junto a su padre, pero dudaba de que podría controlarse si viera a Ozai nuevamente. Así que simplemente decidió encontrarse con él en el puerto, ya que había algo importante que quería decirle.

Debido a que fue caminando hasta Harbor City, Percy llegó cerca del mediodía. No quiso tomar un carruaje, ya que quería observar detenidamente la ciudad de Hari Bulkan, recordando todas las ocasiones en las que transitó por sus calles acompañado de Zuko, Azula, Ty Lee y Mai. Pasó por la casa de correos del señor Hao, donde vio a Chao en la puerta, quien lo saludó animadamente al pasar. También pasó junto a la tienda de ropa, donde había acompañado incontables veces a Ty Lee y, en raras ocasiones, también a Azula. Pasó por la armería donde sabía que Mai obtenía sus cuchillos y por la tienda de dulces favoritas de Azula, aunque ella lo negaría.

Al ver cada uno de esos lugares hizo que una sonrisa estirara de sus labios, recordándolos con nostalgia.

Cuando finalmente llegó al puerto de Harbor City, vio que su padre y Fat ya había llegado allí, pero se sorprendió al ver a todos los discípulos de su padre. Si ellos estaban allí solo significaba una cosa, que habían venido a despedir a Zuko.

Su padre fue el primero en percatarse de su llegada y se acercó a él.

—Percy… —dijo Piandao, una sonrisa triste estirando de sus labios—. Así que has tomado una decisión.

Percy asintió y dejó caer la bolsa que colgaba de sus hombros donde tenía sus pertenencias.

Él miró con tristeza a su padre.

—Papá… sé que no estarás a favor de esto, y no te gustará, pero tengo que hacerlo—dijo él con convicción—. Acompañaré a Zuko en su misión de capturar al Avatar.

Piandao miró de manera inquisitiva a su hijo. Percy le sostuvo la mirada, demostrando que no flaquearía ante la decisión que había tomado.

Finalmente, Piandao dejó escapar un suspiro.

—Temía que esto pasara… —musitó él.

—Perdón, papá. Pero… tengo que hacerlo. Cada parte de mí me dice que debo hacerlo. Pero no solo por Zuko, sino también por mí—luego agregó en voz baja—. Necesito descubrir por qué soy como soy. Tal vez si viajo por el mundo junto a Zuko pueda descubrirlo.

—Lo entiendo, Percy, créeme que lo hago. Cuando tenía tu edad, también quise ver lo que el mundo podría ofrecerme y forjar mi propio destino, pero… —Piandao apretó los labios en una fina línea—. No pensé que llegaría el día donde tendría que ver a mi propio hijo hacer lo mismo.

—Papá…

—Pero me consuela saber que hice lo mejor que pude para prepararte para este mundo. Y me enorgullece que dieras un paso por voluntad propia para enfrentarlo.

Percy parpadeó, sorprendido.

— ¿No estás molesto?

—Triste, quizás un poco. Pero jamás estaría molesto al ver que tomas una difícil decisión para ayudar a alguien que aprecias.

—Entonces, lo que me dijiste ayer sobre las únicas dos formas en las que podría volver a casa, ¿no fue para disuadirme en mi intención de acompañar a Zuko?

Piandao negó con la cabeza.

—Por supuesto que no. Quería que vieras el panorama completo para que tomaras una decisión por tu cuenta. Jamás te forzaría a seguir un camino que tú no quieres—Piandao se acercó a Percy y colocó ambas manos sobre sus hombros—. Hijo, estás listo. Cuando un obstáculo no se aborda voluntariamente, se vuelve un castigo. En cambio, un sacrificio que se aborda voluntariamente se convierte en un propósito. Y si tú sientes que tu propósito es acompañar al príncipe Zuko en su viaje, entonces lo aceptaré y te apoyaré. Como tu maestro… y como tu padre.

Percy no pudo evitar que sus ojos se enrojecieran un poco. Su padre lo estaba apoyando, a pesar de que se embarcaría en un viaje en el que no sabe cuánto tiempo pasará hasta que vuelvan a verse.

Antes de que recapacitara, Percy se encontró abrazando con fuerza a su padre. Sabiendo que pasaría mucho tiempo antes de que volviera a hacerlo.

—Gracias, papá…

Piandao le devolvió el abrazo. Percy sintió como su padre temblaba ligeramente y lo abrazó con fuerza, como si no quisiera dejarlo ir. A pesar de eso, fue él quien rompió el abrazo y miró a su hijo con evidente orgullo.

—Has crecido tanto, hijo mío. Y ha sido todo un privilegio para mí el verte hacerlo—dijo Piandao. Él metió la mano dentro de su túnica y sacó una pequeña caja de madera—. Ahora que has comenzado a realizar tus primeros pasos para descubrir quién eres, creo que es hora de que tengas esto.

Percy observó la caja de madera. Era pequeña y estaba hecha de madera pulida, elegantemente ornamentada con bronce. Al mirarla con detenimiento, pudo ver una serie de símbolos grabados en él, que inmediatamente reconoció como palabras.

Aquí… la… conci… del… mar…

Él parpadeó, extrañado. Por alguna razón, reconoció algunas letras y palabras que estaban grabadas en la caja, incluso si eran de un idioma que nunca había leído.

Al abrir la caja, Percy vio que dentro había un anillo que parecía estar hecho de bronce. Al tomarlo y verlo más de cerca, vio que también había una palabra escrita con el mismo lenguaje que tenía la caja, el cual le resultaba extrañamente familiar.

Con…ente…

— ¿Qué es…? ¿Qué es esto? —preguntó Percy, una vez que se recompuso de ser capaz de leer parcialmente un idioma que nunca había visto.

—Es… un recuerdo de que dejó tu madre—dijo Piandao—. Tal vez perteneciente al lugar de donde ella provenía o de un legado familiar. No estoy seguro, ella nunca me lo dijo. Tal vez tú puedas descubrirlo.

Percy miró la caja y el anillo con inquietud. A decir verdad, se sentía un poco emocionado al descubrir una pista sobre su origen, pero planteaba más preguntas que respuestas. Decidió de que pensaría en ello más adelante.

Él volteó y miró a Fat, quien había mantenido una distancia respetuosa de ambos. Pero a juzgar por la expresión en su rostro, sabía lo estaba sucediendo. Sus ojos estaban rojos y se forzó en mantener una expresión compuesta, aunque sus labios temblaban ligeramente.

—Fat—habló Percy, acercándose a él—. Quiero agradecerte. Por todo. Siempre estuviste allí para mí. Me enseñaste mucho. Sé que no tenemos ningún lazo sanguíneo, pero a pesar de todo, quiero que sepas que te considero mi familia.

—Oh, mi muchacho… —Fat se acercó y envolvió a Percy en un fuerte abrazo que lo levantó del suelo—. La sangre no importa, es solo sangre. La familia, en cambio, es una elección.

Percy sonrió y le devolvió a Fat el abrazo. Cuando se separaron, Percy vio a todos los discípulos de su padre acercarse, encabezados por Qiang.

—Así que te vas, ¿eh? —habló, cruzándose de brazos—. Es una lástima. Ya no podré pelear contigo para ver quién es el mejor espadachín.

—Nunca lograste vencerlo, así que ya sabemos quién es el mejor—comentó Ming con diversión, causando que todos los demás estudiantes se rieran.

— ¡Cállate! —Qiang volteó a mirar a Percy con seriedad—. Entrenaré más duro que nadie y cuando vuelvas, volveremos a tener un duelo. Te demostraré que me volveré un mejor espadachín que tú. Hasta entonces, será mejor que no aflojes con tu entrenamiento.

Para sorpresa de Percy, Qiang extendió su mano en señal de compañerismo.

Sonriendo ligeramente, Percy se la estrechó con firmeza.

—Cuenta con ello—dijo él—. Volveré a patear tu trasero las veces que sean necesario.

—Mocoso descarado—Qiang frunció el ceño con molestia, pero también sonrió con diversión.

Cuando Percy terminó de despedirse de todos los discípulos de su padre, un carruaje simple llegó al puerto.

De él bajó Zuko, quien vestía la misma armadura que había usado en la reunión del consejo de guerra. La única diferencia era que ahora el ojo izquierdo envuelto en vendas y su cabello se encontraba totalmente rapado, a excepción de su cola de caballo. La expresión en su rostro era seria, pero su único ojo visible se abrió con sorpresa al verlos.

—Todos… ¿Qué están haciendo aquí? —preguntó él, con evidente desconcierto.

—Hemos venido a despedirnos de usted, príncipe Zuko—inquirió Qiang, dando un paso al frente—. Incluso si usted ha sido desterrado, aún compartimos un vínculo. Hemos derramado sangre, sudor y lágrimas en nuestro entrenamiento para volvernos espadachines. Es por eso por lo que siempre seremos compañero de armas.

Qiang y todos los demás discípulos formaron una fila y se inclinaron ante Zuko mientras realizaban una reverencia.

Zuko parpadeó, viéndose conmovido ante la acción de todos y también realizó una reverencia. Cuando caminó entre los discípulos vio a Piandao esperándolo.

—Príncipe Zuko—habló él, realizando una reverencia e inclinándose—. Ha sido un honor para mí haber sido su maestro. Espero que continúe su entrenamiento y se vuelva un gran espadachín en el futuro.

—El honor ha sido mío, maestro—respondió Zuko, imitando el gesto de Piandao—. Agradezco profundamente sus enseñanzas… Y por tener fe en mí.

—Por supuesto, su Alteza. Todos merecen la oportunidad de demostrar lo que son capaces. Y el día que lo vi por primera vez, vi la chispa de la grandeza en usted. A pesar de las adversidades que encuentre de ahora en adelante, no olvide la grandeza que hay en usted.

El único ojo visible de Zuko se abrió con sorpresa, viéndose conmovido ante las palabras de Piandao.

—Gracias, maestro… —musitó él.

Piandao asintió y se hizo a un lado. Zuko alzó la vista para ver el barco en donde se embarcaría a cumplir su misión, donde los soldados de la división 41 cargaban las provisiones que necesitarían para su largo viaje. Sin saber cuanto tiempo tardaría en regresar a su hogar, o si alguna vez lo haría.

—Oh, bien. Aún no es muy tarde.

Todos voltearon a observar a Iroh acercarse al muelle, cargando un par de bolsas sobre sus hombros.

—Tío… —musitó Zuko, parpando con sorpresa al ver al ex general—. Esas bolsas…

—Están algo pesadas—suspiró él con cansancio—. No es fácil organizar lo esencial para un largo viaje en un par de bolsas. Pero pienso que valdrá la pena para este memorable viaje. Descuida, mi sobrino, tengo todo el té que necesito.

—Tú… ¿Quieres venir conmigo?

Iroh sonrió con gentileza.

—Por supuesto, mi sobrino. No voy a dejar que hagas esto solo.

—Y yo tampoco.

Percy dio un paso adelante y dejó caer su bolso en el suelo, sorprendiendo no solo a Zuko, sino también a Iroh.

— ¿Percy? —la voz de Zuko reflejaba incredulidad—. Tú… ¿También quieres venir?

—No me lo perdería por nada en el mundo—Percy volteó a mirar al océano que se extendía incluso más allá hasta donde su vista alcanzaba—. Siempre he querido viajar por el océano y ver que hay allí y más allá.

Zuko entrecerró los ojos con dureza.

—Esto no será un viaje turístico.

—Lo sé. Y sé lo mucho que significa esto para ti. También tengo mis propias razones al querer embarcarme en este viaje, pero el más importante eres tú. Dije que me mantendría a tu lado y te cuidaría la espalda, ¿no es así?

La mirada de Zuko se suavizó y le dio la espalda.

—No necesito de un guardaespaldas.

Percy se acercó a él y colocó una mano en su hombro.

— ¿Y qué tal un amigo? Tú lo dijiste, somos hermanos. Xiōngdì.

Iroh se acercó y colocó su mano sobre el otro hombro de Zuko.

—El joven Percy tiene razón, Zuko—dijo él—. La familia debe permanecer unida.

Zuko parpadeó para alejar las lágrimas, pero logró mantener la compostura.

—Mi padre dejó muy claro que no puedo volver hasta encontrar al Avatar—les recordó él—. Lo que significa, que quizá no volvamos a casa por muchísimo tiempo.

Iroh miró por los alrededores, evaluándolo todo hasta que su mirada se posó en Zuko.

—Hogar… Todo lo que necesito está justo aquí—una sonrisa estiró de sus labios cuando levantó uno de sus bolsos—. Como dije, todo el té que necesito.

—Mi papá siempre decía que un hogar es donde está tu familia. Y Fat me dijo que la familia es una elección—dijo Percy, mirando a las personas presentes con una sonrisa—. Mi familia está justo aquí.

Una pequeña sonrisa estiró de los labios de Zuko, viéndose conmovido por las palabras de Iroh y Percy.

—De todos modos, estas bolsas no son nada livianas—Iroh dejó las bolsas en el suelo y colocó una mano en la parte baja de su espalda—. Habría sido difícil traerlas hasta aquí yo solo. Mi espalda ya no es lo que era. Por suerte, tuve algo de ayuda.

Detrás de Iroh, estacionado al final del muelle, había un elegante carruaje finamente ornamentado con oro y bronce. Era estirado por dos caballos avestruces que vestían elegantes túnicas. Cuando las puertas se abrieron y los pasajeros bajaron, Percy y Zuko se sorprendieron de ver bajar a Azula, Mai y Ty Lee.

— ¿Qué están haciendo aquí? —preguntó Zuko, desconcertado al ver a las chicas.

— ¿Acaso no es obvio, hermano? Estamos aquí para despedirnos—dijo Azula con simpleza—. ¿Quién sabe cuánto tiempo tardarás en volver?

Zuko frunció el ceño.

— ¡Regresaré tan pronto como encuentre al Avatar! Y cuando lo haga, mi honor será restituido. Recuperaré lo que es mío por derecho.

—Al menos estás motivado. Eso es bueno—ella metió la mano dentro de las mangas de su túnica y sacó una pequeña daga de perla, contenida en una vaina negra—. Entonces supongo que no necesitarás esto para encontrar motivación.

Azula se lo tendió y Zuko lo agarró. Al desenvainarlo, miró la hoja con sorpresa.

—Azula, esto es…

—Lo necesitarás más que yo—dijo ella—. Sé que tienes esas grandes y elegantes espadas tuyas, pero un arma oculta es muchas veces más letal que una vistosa. Y… también te servirá como un recordatorio. Es indigno para un miembro de la Familia Real, en especial un príncipe, el rendirse.

Zuko miró la daga y luego a su hermana, viéndose sorprendido ante el regalo.

—Azula, yo… Gracias… Lo cuidaré apropiadamente y te lo devolveré cuando vuelva. Lo prometo.

—No hagas promesas inciertas.

—Pero haré todo lo que esté en mi poder en cumplir esta.

Azula lo miró de manera inquisitiva antes de asentir levemente y darle la espalda.

—No olvides esa determinación, Zuko. La necesitarás.

La siguiente en acercarse a Zuko fue Ty Lee, quien sostenía un pequeño frasco de porcelana en sus manos.

—Ten—ella se lo ofreció a Zuko—. Es un ungüento especial para tu… herida. Ayudará a que cicatrice más rápido y adormecerá el dolor. Colócatelo cada vez que cambies tus vendas.

—Gracias—dijo él, aceptando el frasco.

Ty Lee lo miró con tristeza antes de envolverlo en un firme abrazo.

—Cuídate mucho, Zuko.

Algo dubitativo, Zuko le devolvió el abrazo. Y cuando se separaron, Percy pudo ver a Ty Lee agachar la cabeza para esconder las pequeñas lágrimas que se acumulaban en sus ojos, los cuales ella rápidamente limpió.

La última en despedirse Mai, quien miró a Zuko con evidente conflicto. Un silencio incómodo se formó entre ambos antes de que, sorprendentemente, Mai colocara una mano sobre la mejilla de Zuko y le diera un casto y fugaz beso en los labios.

Percy y Azula se vieron atónitos, mientras que Ty Lee se tapó la boca con las manos, ahogando un chillido de emoción.

Mai rompió el beso y apartó la vista con timidez, un rubor era evidente en sus mejillas. Incluso Zuko tenía leve tinte rojo en sus mejillas.

—Adiós, Zuko—dijo Mai, casi inaudiblemente, retirando con lentitud la mano de su mejilla—. Espero… Espero que volver a verte algún día.

Ella luego miró a Percy y él pudo ver la mirada casi suplicante en sus ojos empañados de lágrimas no derramadas.

—Por favor, cuida de él—pidió ella con voz ahogada.

Percy asintió con seriedad.

—Lo haré. Te lo prometo, Mai.

Mai asintió agradecida y lo envolvió en un rápido abrazo.

—También espero volver a verte algún día, Percy. Eres un buen amigo.

Percy le devolvió el abrazo y cuando se separaron, él apenas pudo reaccionar cuando Ty Lee se abalanzó hacia él y lo abrazó con tanta fuerza que casi le quita el aire.

—No puedo creer que tú también te vayas—sollozó ella en su hombro—. Yo… ¡Yo voy a extrañarte muchísimo, Percy!

—Yo también voy a extrañarte, Ty Lee—dijo él, devolviéndole el abrazo.

Y decía la verdad, realmente había llegado a apreciar a la enérgica y excéntrica chica acróbata. En una ciudad donde todos actuaban de una manera tan remilgada, la personalidad vibrante, divertida y risueña de Ty Lee era refrescante, como una fresca brisa marina en un día caluroso. Incluso su abrazo era cálido y reconfortante mientras se aferraba con fuerza a él, negándose a soltarlo.

—Tú… tienes que enviarme cartas, ¿de acuerdo? Al menos una vez al mes—dijo ella con voz temblorosa.

—Está bien—aceptó Percy, rompiendo el abrazo—. Incluso te enviaré algunos recuerdos.

Ty Lee sonrió, aunque se vio más como una mueca por la expresión angustiada en su rostro. Se limpió las lágrimas y volvió a sonreír, esta vez con más compostura. Acercó su rostro al de Percy y le dio un dulce beso en la mejilla, haciendo que Percy se sostenga la mejilla con un leve rubor.

—Para la suerte—dijo ella guiñándole un ojo antes de apartarse.

Percy todavía tenía la mano en su mejilla, aun sintiendo los vestigios de la calidez y suavidad de los labios de Ty Lee. No pudo evitar emocionarse un poco, ya que Ty Lee era una niña muy linda y era la primera vez que una niña lo besaba, incluso si solo fue en la mejilla.

La última en despedirse fue Azula. A diferencia de Mai o Ty Lee, Azula mantuvo una expresión neutral y controlada en su rostro.

Percy no pudo evitar querer molestarla.

— ¿Qué? —dijo él—. ¿No vas a desearme también "buena suerte"?

Los ojos se Azula se entrecerraron levemente, pero ella se mantuvo en silencio.

— ¿Y qué hay de un abrazo de despedida? —Percy extendió sus brazos, pero Azula se mantuvo firme en su lugar y se cruzó de brazos—. ¿Sabes? Para ser la princesa de la Nación del Fuego y controlar una forma más intensa de fuego control, eres bastante fría.

—Y tú un insensato empedernido—replicó ella con dureza—. ¿En qué estás pensando en acompañar a Zuko a su misión incierta? Dejas atrás una vida prospera para embarcarte a un destino lleno de incertidumbre. Podrías quedarte aquí y liderar el escuadrón de espadachines de élite de tu padre. Servir gloriosamente a la Nación del Fuego, ganando fama y prestigio. Quedarte junto a tu padre y junto a… —Azula vaciló ligeramente, apretando los labios en una fina línea—. Tienes un lugar aquí, Percy. Y lo estás echando todo por la borda al ir junto a Zuko.

Percy se sorprendió ante la diatriba de Azula. Cualquier otro pensaría que ella lo estaba reprendiendo por tomar una decisión estúpida y sin sentido. Pero él sabía que Azula decía todo eso en un intento de discernir su decisión. Era su manera de decirle que no quería que se vaya.

—Azula, sabes que no me importa mucho la fama o el prestigio. Y sé que ir en este viaje junto a Zuko puede parecerte ilógico, pero…

—Más que ilógico, es estúpido.

—Pero tengo que hacerlo—declaró Percy con convicción—. No voy a dejar a Zuko solo. No voy a abandonarlo.

Azula entrecerró los ojos.

—Esa lealtad desmedida tuya puede costarte caro algún día. Es más, ya lo está haciendo.

—Tal vez. Pero sé que me arrepentiré en el futuro si no voy con él ahora. Mira, sé que no lo entiendes…

—Tienes razón. No lo hago.

—Pero solo te pido que lo aceptes. No hago esto solo por Zuko, sino también por mí. Hay… cosas que necesito descubrir por mí mismo. Y tal vez este viaje me ayude a descubrirlas.

Azula frunció los labios, claramente no le agradaba la idea y no se veía ni un poco convencida.

—No importa lo que diga. No vas a cambiar de opinión, ¿no es así? —preguntó ella, aunque fue más como una declaración.

—No, no lo haré.

Ella lo miró fijamente por unos segundos antes de soltar un suspiro de resignación.

—Debería de haberlo esperado, considerando lo terco que eres—dijo ella—. Muy bien. Si insistes en ir a este viaje y ser el guardaespaldas de Zuko, lo harás con el mejor equipamiento que nuestra nación tiene para ofrecer. Suerte para ti que tu padre me advirtió sobre tu insensata decisión de querer acompañar a Zuko.

Azula chasqueó los dedos y detrás de ella dos guardias de la Procesión Real sacaron un gran baúl del carruaje y lo dejaron frente a Percy y Azula antes de abrirlo. Dentro, Percy pudo ver que se trataba de un conjunto de armaduras similares al que utilizaban los soldados, pero ligeramente modificada. La placa para el pecho era amplia y ajustable con gruesas correas. Las hombreras, que consistía en dos placas semicirculares interpuestas entre sí, estaban separadas de la armadura del pecho, pero unida por tiras de cuerpo, por lo que no limitaría sus movimientos mientras les daba protección a los hombros. También había un juego de grebas, brazaletes y rodilleras. Había varios pares de armaduras, cada uno de un tamaño mayor al anterior, por lo que podía utilizarlas a medida que crecía.

Percy miró con asombro la armadura, tenía que admitir que se veía algo genial, ya que no se veía sofocante y restrictiva como la armadura militar estándar ni ostentosa como los que usaba la Familia Real. Además, era una ventaja que no tuviera casco ni la ridícula máscara facial en forma de calavera.

—Vaya… —dijo él, impresionado—. Es genial.

—Por supuesto que lo es—declaró Azula, un leve deje de orgullo filtrándose en su voz—. Fue hecho por el mejor armero que tiene nuestra nación.

Percy arqueó una ceja y volteó a mirar a su padre, quien se encogió de hombros con desconocimiento.

—No él—aclaró Azula—. Tu padre ciertamente es un gran herrero, pero estoy hablando del herrero y armero oficial de nuestra nación. Un hombre llamado Hiroshi Sato que vive en la colonia de Yu Dao en el Reino Tierra. A pesar de su origen humilde, tiene un talento notable a la hora de fabricar armamento para nuestro ejército.

—Entonces, ¿me regalas una armadura hecha por él? —preguntó Percy, sintiéndose agradecido por el gesto.

Una leve sonrisa críptica estiró de los labios de Azula.

—No solo una armadura.

Ella volvió a chasquear los dedos y uno de los soldados de la Procesión Real sacó un largo objeto cilíndrico envuelto en seda roja del carruaje. Se acercó y se lo tendió a Azula, quien desenvolvió la seda para revelar una elegante espada jian. La empuñadura estaba forrada en cuero rojo y una guarda hecha de oro, donde se veía la cabeza de un dragón en él. La espada estaba contenida dentro de una vaina que parecía estar hecho de escamas rojas.

Azula agarró la espada con ambas manos y se la mostró a Percy.

—Esta espada ha estado firmemente resguardada dentro de la Cámara de Dragonbone por siglos—explicó ella, antes de desenvainarla y revelar una hoja, la cual era de un color rojo escarlata—. A pesar de los años, no ha mostrado ningún signo de perder su filo o alguna señal de deterioro. Los Sabios de Fuego creen que es debido a la manera en la que fue creada. Forjada con las llamas de un dragón… y templada con su propia sangre. He allí el motivo de su peculiar color y su nombre; Espada dragón.

—Vaya, que… original—comentó Percy.

Azula ignoró el comentario sarcástico y volvió a envainar la espada antes de ofrecerla a Percy.

—Es tuya a partir de ahora—declaró ella.

— ¿Qué…? —Percy miró la espada y luego a Azula—. ¿Estás segura?

—Es mejor que sea empuñada por un talentoso espadachín que estar en una vieja habitación acumulando polvo.

Dubitativamente, Percy agarró la espada y se sorprendió al notar lo pesado que era, más que cualquier espada convencional.

—Es… algo pesada. Un jian pesa entre 700 gramos o 1.5 kilos. Esta espada pesa casi 10 kilos, pero… —él desenvainó la espada y la blandió un par de veces—. Tiene un equilibrio excelente.

Azula sonrió levemente.

—He de suponer que el peso no será un problema para ti.

Percy miró la espada, maravillándose ante la hoja escarlata antes de envainarla con fluidez, sin sentirse incómodo ante su peso y asentir con confianza.

—No, no lo será.

Para su edad, él tenía una fuerza sobresaliente. Una espada un poco más pesada no supondrá ningún inconveniente para él.

Percy miró a Azula y sonrió con agradecimiento.

—Yo… No sé cómo podría agradecerte por esto.

—Puedes comenzar arrodillándote y decir "Aprecio inmensamente su grandiosa amabilidad, princesa Azula. Un humilde plebeyo como yo no soy digno de ella" —sugirió ella, sonriendo con altivez y burla.

Percy resopló, divertido.

—Ya quisieras, chica fuego.

Él miró a Azula por unos segundos y ambos compartieron una pequeña sonrisa. Antes de que Percy se arrepintiera, o se acobardara, se acercó a Azula y la envolvió en un firme abrazo.

—Gracias, Azula—dijo él con sinceridad—. Usaré esta armadura y espada con orgullo.

Azula se tensó al recibir el abrazo. Percy pensó que ella estallaría y le enviaría una bola de fuego en la cara. Pero se sorprendió cuando, tentativamente, Azula le devolvió el abrazo. No sabía si fue porque ella era un maestro fuego, pero el abrazo fue sorprendentemente cálido y e inmensamente agradable.

Luego de lo que Percy sintió que fueron minutos, él comenzó a separarse de Azula, pero ella se negó a soltarlo. Ella aumentó la fuerza de su abrazo por un segundo, como si quisiera exprimir su esencia, ante de soltarlo lentamente.

—Nos vemos, Azula—dijo Percy—. Voy a extrañarte.

Y lo decía en serio. A pesar de su actitud condescendiente, despectiva, maliciosa, apática, manipuladora… Bueno, Azula ciertamente no tenía muchas cualidades entrañables. Pero ella también había demostrado ser alguien divertida, sarcástica e ingeniosa. Había demostrado preocupación y consideración con aquellos pocos, haciendo énfasis en pocos, a quienes había llegado a apreciar. Aunque sabía bien que ella no lo admitiría.

—Adiós, Percy—dijo ella simplemente, su voz y la expresión en su rostro no traicionaba ninguna emoción que podría llegar a sentir. Pero él la conocía. Azula se forzaba a sí misma a ponerse esa máscara inexpresiva para no demostrar ningún indicio de vulnerabilidad.

—No, no es un adiós—aclaró Percy—. Es un "hasta luego".

A juzgar por la expresión desconfiada de Azula, ella no tenía el mismo pensamiento optimista que él.

Cuando Percy subió por la rampa del barco junto con Zuko y Iroh, lo hizo con su nueva espada envainada y sujeta sobre su hombro con una correa de cuero. Él volteó sobre su hombro para ver a su padre, Fat, el escuadrón de espadachines de Piandao, Mai, Ty Lee y Azula observándolos irse. Percy los miró sobre su hombro, les dio una sonrisa torcida y levantó la mano en señal de despedida, levantando sus dedos índice y medio donde su anillo colocado en su dedo índice relució a la luz de sol.

No sabía por qué, pero se sentía extrañamente esperanzado y convencido de que volvería a verlos mucho antes de lo que esperaba.

..

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¡Y eso es todo por ahora, mis queridos lectores!

Debo decir que este capítulo ha sido emocionante de escribir y debido a eso a resultado tan largo. Tenía planeado de que fuera más corto, pero a medida que lo escribía, nuevas ideas se me ocurrían y que pensé que eran apropiadas plasmarlas.

En primera instancia, fue la actitud que tuvo Zuko no solo durante el consejo de guerra, sino también en el Agni Kai contra su padre. En la serie animada, Zuko simplemente estalló y reprochó el plan del General y, durante el Agni Kai con su padre, se abstuvo a siquiera pelear contra él. Es por eso por lo que me incliné a mostrar a Zuko más como fue en el Live Action de Netflix, donde intentó aportar nuevas ideas de estrategia durante el consejo de guerra, las cuales fueron descartadas por ser ineficientes, y se enfrentó activamente a su padre durante el Agni Kai, pero dudando en dar el golpe final.

En lo personal, el Live Action expresó mejor al Zuko que yo quería representar en esta historia. Un chico con más confianza y determinación, capaz de enfrentarse a su propio padre, pero aun así mostrando misericordia, compasión y un deseo de no querer dañar a nadie intencionalmente.

Así mismo, también representé a Ozai diferente a como fue en la serie animada, donde solo fue cruel con Zuko por el simple hecho de serlo. En cambio, en el Live Action él fue muy exigente, queriendo que Zuko demostrara que era un digno heredero al trono, quien fallaba bajo los estándares que Ozai imponía y creía de cómo debería de ser un gobernante. Es por eso por lo que lo representé a como lo fue en el Live Action.

Segundo, la relación más cercana que Zuko desarrolló con Azula.

Zuko lo expresó. Su relación con Azula había mejorado con los años hasta el punto de ser casi agradable. Donde Azula había dejado de tratarlo de una manera desdeñosa y maliciosa a ser simplemente más burlona. Su relación había sido de hermanos más que nunca. Manteniendo la esencia de la personalidad de Azula, pero demostrando que su relación con Zuko era mejor que en comparación con el canon. Incluso con ella llegándole a dar consejos, llegar a despedirse apropiadamente de Zuko y obsequiándole su daga, al igual que dándole a Percy un conjunto de armaduras y una espada.

Los cambios en Azula son leves, pero están allí. Su desarrollo de personaje es levemente evidente, pero aún no es su momento.

Y, por último, Percy.

Como todos sabemos, el defecto fatídico de Percy es la lealtad, siendo la razón principal por la cual decidió acompañar a Zuko en su viaje. Y también con el objetivo de descubrir por qué él es como es. El viaje que tendrá con Zuko no es solo para apoyar a su amigo, alguien que incluso llegó a considerar como su hermano, sino que también será un viaje de autodescubrimiento.

En otra instancia, ¡Percy finalmente recibió a Anaklusmos! Tal vez algunos tengan sus dudas con respecto a; Si Percy recibió a Anaklusmos, ¿Por qué recibió otra espada especial? Esa respuesta la responderé en el próximo capítulo.

A su vez, también obtuvo la caja que había recibido de Poseidón. Eso, más adelante, le ayudará a descubrir que verdaderos orígenes.

En fin, creo que eso es todo por ahora. Si tiene preguntas, no duden en hacerlas. Intentaré responderlas de la manera más concisa posible sin revelar spoilers. Y si encuentras incongruencias en la historia, no duden en señalarla. De los errores se aprende.

Y sin nada más que decir… ¡Hasta la próxima, guapos y guapas!