Bien, tenía ganas de publicar esto desde hace unos días, después de todo, y suponiendo que no tendremos más de la serie por un buen tiempo, las ideas para escribir llegan y llegan. Esta vez me baso en algo que de verdad espero que suceda en la serie, aunque no me explayo mucho en ello.

Por cierto, si alguien capta ciertas referencias, que lo diga, me divertiría mucho. Sin nada más que decir, espero disfruten esto.


"¡Tú no lo entiendes!"

Yang volvió a escuchar la mesa rompiéndose como si fuera la primera vez.

El olor a quemado no había abandonado el lugar, ni siquiera con las ventanas abiertas por más de diez años. El suelo negro y los muebles chamuscados solo eran un vago recuerdo de la última cena que pasó en compañía de su padre y su hermana, un recuerdo del fatídico día en el que su corazón se partió y la segunda mitad desapareció como una sombra entre los árboles.

La vieja casa de Patch se caía a pedazos, y aunque habían intentado salvarla en un inicio, pronto los ánimos decayeron. Se le declaró una causa perdida y fue abandonada para morir y volverse polvo, Yang caminó por los pasillos, evocando recuerdos de su infancia y su adolescencia, pero allá donde antes se oían risas, ahora solo se oía a las ratas moverse entre los escombros para buscar comida.

La única luz que entraba era del exterior, lo hacía por el antiguo salón y a través de la pared destruida, las plantas ya comenzaban a intentar reconquistar el interior de la vivienda y algunos insectos ya hacían de las suyas al proliferar bajo los antiguos muebles.

Se había prometido no volver a aquel lugar, su nueva casa en Mistral ya era lo suficientemente buena para olvidar por completo el montón de carbón en el que se convertía su antiguo hogar. Estaba en una zona decente y era bonita, Weiss había insistido en ciertas partes de la decoración; el resto había sido idea de Blake.

Pero no la sentía como su hogar.

Era difícil llamar hogar a un lugar cuando tus recuerdos más preciados no se encontraban allí, pero lo intentaba.

—Yang, es bueno verte de nuevo —saludó una voz a sus espaldas.

La rubia se giró, ondulando su largo cabello y entrecerrando los ojos antes de toparse con Jaune. Los ojos azules y cansados de su amigo le dieron a conocer que no se encontraba en una situación mejor, por lo que no le daría la lata con las mismas ideas que Oscar o Weiss.

—No esperaba encontrarte por aquí, Vomit Boy —respondió Yang, con una sonrisa mordaz en el rostro y posando las manos en su cadera, su largo cabello y su actual madurez la habían convertido en una copia exacta de su madre, aunque era probable que siempre lo hubiera sido.

—Muy graciosa —sonrió Jaune, caminando hacia la luz y dejando a la vista su cabello despeinado y decolorado en el frente, el color rubio se volvía blanco y Yang podía detectar mechones grises saliendo de las propias raíces de Jaune Arc.

—Vaya, te ves de la mierda, Jaune —comentó Yang.

—Me encantaría poder decir lo mismo, pero desgraciadamente eres tan hermosa como tu madre —respondió el rubio, estremeciéndose del miedo infundido al recordar a Raven Branwen y sus intentos por acabar con él.

Yang arrugó la nariz y negó con la cabeza, Jaune sonrió al ver que había ganado esa pequeña batalla con la rubia.

—Pasando a otro tema, ¿qué haces aquí, Jaune? Pensé que te encontrabas en Argus, ya sabes, cosas que hacer con los Nikos —dijo Yang, recordando por un instante que el rubio se había vuelto demasiado cercano a la familia de su difunta compañera y amiga.

—Eso fue hace cuatro años, Yang —respondió Jaune con notoria incredulidad en su voz y su rostro, las arrugas alrededor de los ojos azules del rubio le hacían parecer diez años mayor de lo que en realidad era—. Ahora mismo solo me tomo un descanso de las bestias de Nora.

Yang se detuvo por un momento cuando el rubio le dijo que el tema con los pelirrojos mistralianos fue hace cuatro años, ella no lo recordaba tan lejano, era como si la conversación que ambos tuvieron hubiera sucedido exactamente ayer.

—Cuatro años... —balbuceó Yang, confundida y apretando los labios. Pensando en el tiempo transcurrido antes de que su concentración se detuviera en lo siguiente que mencionó el rubio—. Espera, ¿bestias de Nora?

—Yang, ya sabes, los dos enanos. —Jaune se detuvo al ver la mirada de desconocimiento total en el rostro de la rubia—. Mellizos, uno pelirrojo y otro pelinegro, que solo me dicen: "Tío Jaune". Cada vez que me ven y esperan sus regalos.

Yang se golpeó mentalmente la cabeza y sus ojos se abrieron con sorpresa, Nora tenía hijos; Nora y Ren tenían hijos.

¿Cuándo sucedió?

—Jaune, ¿cuándo pasó...?

Las fuertes pisadas de Jaune hicieron que Yang se detuviera, sus ojos lila hicieron contacto con los orbes azules del rubio y sintió que su corazón se aceleró cuando este se acercó y la tomó de las mejillas.

—No has estado durmiendo bien... —susurró Jaune Arc, reconociendo sus propios gestos y expresiones producto del cansancio en Yang—. Yang, dime la verdad, ¿cuánto tiempo llevas?

La rubia tragó saliva y sintió que las manos se le entumecían, su respiración se aceleró y apretó los dientes mientras sus ojos parpadeaban de color y su cabello luchaba por levantarse.

—¿Cuánto tiempo llevo...? ¿Haciendo qué?

—Buscando a Ruby.

Aquella simple oración debía ser suficiente para que Yang se rompiera, ¿cuánto tiempo llevaba buscando a su hermanita? No lo había contado, pero sabía que no fue lo suficiente. Su garganta se cerró y se negó a hablar, al menos hasta que Jaune acarició sus mejillas con suavidad y apeló a la confianza que ambos obtuvieron luego de la primera búsqueda de su hermana.

Yang no quería romperse ahora, debía abandonar el basurero que era su antigua casa y emprender una nueva búsqueda, quizá solo así podría recuperarlo todo y sentir que estaba haciendo las cosas bien. Ni siquiera se había preocupado por ver un calendario, todos los días pasaban igual uno tras otro, sin significado.

—Desde el día en el que tú y yo volvimos de la primera búsqueda —respondió finalmente Yang, apretando los labios y recibiendo una mirada triste de su amigo.

—Yang, han pasado diez años desde ese día.

Entonces, el peso de las palabras le cayeron como un baldazo de agua fría.

Diez años buscando a su hermana.

Diez años buscando a Ruby.

"No vengas por mí, déjame sola, Yang..."

Y con aquel último recuerdo de su voz, Yang Xiao-Long se rompió entre los brazos de Jaune.


Weiss negó con la cabeza y se mantuvo quieta en aquel balcón mientras Whitley se movía de un lado a otro con nerviosismo. No iba a negar que seguía sin creer que su hermano se hubiese convertido en el joven valiente y risueño que tenía al lado después de estar al borde de la muerte en dos ocasiones.

Pero no iba a desaprovechar la oferta, parece que el siempre idiota de su hermano necesitó que el mundo le diera dos golpizas para entender que podía ser mejor de lo que su padre siempre había querido que fuera.

—Whitley, deja de moverte —pidió Weiss, observando a su hermano y entrecerrando ligeramente la mirada para que este obedeciera. El peliblanco menor se detuvo y se puso tan quieto como podía, es decir, todavía movía los dedos de la mano y tocaba su pantalón con estos—. Whitley.

—Hermana, déjame, me siento algo nervioso —explicó el menor de los dos, tragando saliva mientras reprimía la tentación de acercarse al borde y mirar—. ¿Crees que todo salga bien?

—Whitley, ya eres prácticamente un adulto... —El sermón de Weiss se vio interrumpido por los pasos del menor hacia el borde del balcón—. Ah, maldita sea.

Se mordió la lengua luego de maldecir y siguió a su hermano para evitar que hiciera alguna estupidez como lanzarse en picado o saludar en voz alta. Estaba cien por ciento segura que alguien había cambiado a Whitley durante su estadía en el nuevo y mejorado Beacon, y apostaba a que Glynda tuvo algo que ver.

—Whitley, ¿qué estás mirando? —preguntó Weiss una vez que se puso al lado de su hermano. Sin embargo, este no respondió, se mantuvo quieto y observaba algo a la lejanía mientras un tenue color rojizo aparecía en sus mejillas—. Oh, así que mi hermanito está enamorado.

Weiss apretó las manos en el barandal y este crujió ante la fuerza imprimida.

—Hermana, no lo digas así... —mencionó avergonzado el menor, rehuyendo la mirada de Weiss, aunque de haberla visto, la reacción más probable habría sido desmentir todo lo pronunciado con anterioridad y correr hacia su habitación para esconderse.

—Es algo natural, Whitley —dijo Weiss con cierta dificultad, su ceja saltaba y buscaba con su mirada a la chica en la que su hermano estaba interesado, fue tan fácil como seguir su mirada y encontrar a la nueva división de control del ejército atlesiano liderado por el arma especial Penny Polendina.

No había nadie allí en quien su hermano se pudiera fijar, la mayor parte de los enlistados eran varones.

A no ser...

Se llevó una mano al pecho y sintió un dolor punzante atravesar su corazón, observó nuevamente a Whitley e hizo una pregunta de la que se arrepentiría por un buen tiempo en caso de la respuesta.

—Whitley, ¿eres homosexual?

El menor de los hermanos Schnee se llevó las manos al estómago y tosió con fuerza al escuchar la pregunta de su hermana mayor, a la que miró como si le faltara un tornillo y estuviese más loca que la propia Willow luego de beber por una noche entera con Qrow.

—¡¿Cómo se te ocurre preguntar eso?! —exclamó escandalizado el menor.

—Ay por Oum... Sabía que Yang y Blake no eran un buen ejemplo para ti —se lamentó Weiss, llevándose las manos al rostro y negando con la cabeza varias veces—. Whitley, sé que estás confundido, pero eso no quiere decir que...

—¡¿De qué estás hablando?! —exclamó nuevamente Whitley, esta vez con el rostro muy rojo y tragando saliva mientras se llevaba las manos al estómago, le estaba empezando a doler y sus pensamientos viajaron a cierto encuentro traumático con las amigas de su hermana en un antiguo viaje de visita.

—Ay, Whit, no quiero que pienses que no te apoyo, es solo que... Me duele —se expresó Weiss, con las manos temblorosas y dejando caer la mirada al suelo—. Se supone que te iba a dar el mejor ejemplo cuando te saqué de la casa... Y yo... ¡Lo primero que hago es ponerte una pareja lesbiana en frente! ¡¿Qué clase de hermana soy?! ¡He cambiado a mi hermano para siempre!

Whitley se quedó con la boca abierta y tosió de nuevo al entender las implicaciones de todo lo que decía su hermana, a decir verdad, y conociendo este nuevo lado de Weiss, casi se arrepiente de haber supuesto una relación entre ella y la chica desaparecida.

—¡Hermana, no soy gay! —exclamó avergonzado Whitley.

—¡¿Qué?! ¡¿No lo eres?! ¡Creo que escuché mal, ¿puedes repetírmelo de nuevo?! —pidió Weiss, haciendo una expresión llorosa que alertó a Whitley y le hizo sudar a mares.

—¡No soy gay!

Una bandeja cayó al suelo cuando Whitley gritó aquello y lo dejó convertido en piedra, el menor se giró como si estuviese en una cinta transportadora y se topó con la mirada de la asistente de su hermana, que se puso roja y huyó de la escena en total silencio.

—Entonces... ¿Sí me vas a hacer tía? —preguntó Weiss, secándose las falsas lágrimas del escándalo anterior y observándolo con esperanza en sus ojos.

—Sí, hermana —respondió Whitley, pensando que sus palabras tendrían que cambiarse en el futuro, después de todo, la persona en la que estaba interesado no era del todo convencional, y en el caso de tener hijos, ni siquiera estaba seguro de que se podría de forma natural—. Cielos, la edad ya te está afectando...

—¡Ah! ¡Me estoy convirtiendo en mamá Winter! —se lamentó Weiss Schnee, llevándose las manos a la cabeza y agitándose de un lado a otro, su vestido blanco formal con toques azules se movió con gracia a su alrededor—. Malditas hormonas...

—Oh, así que estás en esos días... —susurró Whitley, callándose de inmediato ante la mirada afilada de su hermana—. Digo, creo que iré a ver... digo a hablar con Penny, parece que necesita ayuda con los nuevos reclutas, te veo luego, hermana.

Whitley inició su plan de escape y Weiss no lo detuvo, suspirando cuando la figura de su hermano apareció en su rango de visión y caminó hacia el lugar de instrucción. La sonrisa nerviosa en el rostro de su hermano cuando se acercó a Penny sellaba todo el asunto.

—Nota mental, modificar a Penny para poder concebir —susurró Weiss, sonriendo como cierta villana de cuento al pensar en todos los lindos sobrinos que le traería su hermano—. Aunque, es raro que esté pensando en niños...

Sus mejillas se encendieron cuando cayó en cuenta de lo que su subconsciente y su cuerpo traicionero le querían transmitir.

—No es posible... —masculló Weiss, suspirando y rindiéndose ante todo el asunto, dejando sus brazos descansar sobre la baranda del balcón y apoyando el mentón entre ellos—. Bueno, tengo estabilidad económica, un buen lugar y no falta nada...

Se relamió los labios y bajó un brazo para posar la mano en su vientre, chasqueando la lengua y poniendo los ojos en blanco.

—Prometo ser mejor que Willow.

Bajó el otro brazo y metió la mano en un pequeño bolsillo de aquel vestido para sacar el scroll más moderno que jamás se haya visto en todo Remnant. Se desplazó hacia la aplicación de mensajería y dejó un mensaje de voz a cierta personita especial.

—Ven lo más rápido que puedas, ahora.

Guardó nuevamente su scroll y cerró los ojos mientras el viento frío de Solitas hacía de las suyas, desvelando así su nuevo deseo y propósito de ahora en adelante.

Weiss Schnee quería convertirse en madre.


Blake abrió la puerta de su casa en Mistral y entró mientras estornudaba debido al polvo. Debía ser sincera respecto a su situación.

Su vida soñada se convertía en una verdadera mierda.

En un principio todo era ánimos y sueños, los detalles amarillos y negros llenaban aquella casa y la convertían en un lugar donde Blake quería establecerse y dejar de huir por fin de todo lo que le atormentaba. Yang había coincidido en eso, y ambas estaban deseosas de llamar a aquel sitio su hogar y poder formar una familia.

Era una lástima y una cruel ironía del destino, que Yang le hubiera hecho lo mismo que su madre le hizo a ella.

Hace ya diez años que la rubia no ponía ni un solo pie en aquella casa, al principio Blake pensó que la situación solo duraría un par de semanas, y se esmeró en mantener el lugar limpio y esperar a la rubia con un buen plato de atún para poder cenar juntas.

Pero ella no apareció.

Blake no perdió los ánimos e hizo de todo en los primeros meses para hacer más acogedora la casa, incluso pudo rescatar algunos tesoros de la rubia antes de que sucumbiesen en la destrucción de la casa de Patch. Se dedicó a aceptar trabajos más peligrosos, pero con una mejor paga para poder acondicionar la casa y hacer que Yang regresara.

Pero no lo hizo.

Las orejas de Blake habían pasado de ser curiosas y despiertas, a estar constantemente caídas y pegadas a su cabeza, no se habían vuelto a levantar, y ella dudaba que lo hicieran de nuevo. Con el tiempo, había aceptado trabajos más largos que significaba dejar la casa por meses, quizá con la esperanza de encontrar a Yang al regresar, pero todo era inútil.

Ahora, aquel pequeño comienzo de algo y futuro nido de lo que fue el amor de ambas, se llenaba de polvo, convirtiéndose en un sueño frustrado y triste. Blake suspiró y se quitó las botas, pateándolas por el pasillo del recibidor para dejar su propia arma colgando de un perchero. Sin cuidado alguno, arrastró los pies hacia la única zona libre de polvo, la sala, donde un pequeño robot de limpieza hacía de las suyas una vez a la semana.

Los labios de Blake temblaron y se lanzó de cara hacia el sofá, siempre acondicionado con algunas almohadas y una manta extra para alguna noche en la que ambas quisieran ver alguna película o leer algo juntas. Blake extrañaba leerle en voz alta mientras ella le acariciaba las orejas de gato y le rascaba la pancita con cariño.

Reprimió un par de lágrimas que querían escaparse y se pasó un cojín por la cara, reprimiendo un grito que escapó de su garganta con tanto dolor que se la raspó nuevamente, su propia voz había dejado de ser clara luego de noches repletas de lágrimas y lamentaciones.

Pero ya no iba a hacerlo más.

Su mirada se detuvo en la mesa de centro, con dos tazas de café y pequeños sobres de galletas que nunca se abrieron y ahora solo formaban parte de una decoración abstracta que evocaban una memoria vacía. A un lado reposaban sobres que Blake recogió la semana pasada al volver de otra misión.

Estiró el brazo y tomó el primero con cuidado, su dirección estaba escrita con letra muy elegante e iba dirigido a ella misma, Blake Belladona. No había algún logotipo o nombre que permitiese identificar el remitente, pero los bordes negros del sobre le permitieron a Blake reconocer por completo a la persona que había enviado esa carta.

La abrió con un solo corte fino de sus uñas y abrió el papel en su interior, apretó los labios y estos le temblaron cuando leyó el contenido. Suspiró y dejó caer un par de lágrimas cuando la decisión que tomó hace un par de días, se vio reflejada por fin de forma legal.

Se levantó de un salto del sofá y se secó de nuevo el rostro, caminó rápido hacia la escalera y subió hacia su propia habitación. La cama doble estaba destendida y a un lado, una silla con un montón de ropa le hacía compañía. Blake se dirigió al armario y tomó una mochila para comenzar a meter sus cosas, su ropa, sus artículos personales y algunos de sus libros guardados bajo la cama.

No iba a extrañar ese lugar, se prometió que no lo haría.

Tardó unos veinte minutos en revisar sus pertenencias y echarse la mochila al hombro, había abierto un par de cajas y metió en ellas ropa que claramente no le pertenecía y fotos enmarcadas junto a algunos objetos carentes de valor sentimental.

Bajó hacia la sala y dio un último vistazo, dando una respiración profunda como siempre lo hizo desde que dormía sola en el sofá o comía basura de la calle en vez de cocinar.

No sabía a donde iría, o lo que haría después, pero estaba segura de que cualquier otro lugar, se sentiría mucho más cálido que la linda pero solitaria casa de Mistral. Revisó una vez más el lugar y se permitió admirar las paredes, el suelo, el techo y todas las decoraciones de sus amigas cuando atravesaron la puerta por primera vez.

Blake se calzó nuevamente las botas, tomó a Gambol Shroud y salió de aquella casa.

—Adiós... Yang... —susurró Blake al viento, caminando hacia el frente y sin mirar atrás. Siempre había considerado cruel el destino, pero estaba claro que obraba de formas misteriosas, cuando Ruby se fue, también se había llevado a su hermana mayor sin saberlo.

Pero no se castigó más, había tomado la decisión correcta, y por alguna razón cuando caminó por la ciudad, se sintió libre, libre de un peso que hasta hace mucho había considerado tonto e inexistente.

Blake Belladona era nuevamente libre, y abrazándose a esa hermosa sensación, dejó la ciudad.

Para nunca más volver.


Tres días después

Yang finalmente fue consciente de todo lo que había hecho mal, la conversación con Jaune había servido para abrirle los ojos de cierta forma. No se podía creer que había estado diez años fuera de casa, inmersa en una búsqueda que como había podido comprobar, era inútil.

Por más que le doliera, Ruby había desaparecido, igual que Summer.

Respiró con calma y usó la técnica de Jaune para calmarse, se había perdido tantas cosas estando fuera... Que parecía un mundo distinto al que era cuando se fue.

Las únicas conversaciones que mantuvo fueron a través de su propio Scroll, y sus contactos más frecuentes habían sido Jaune y Weiss. No podía creer que se había olvidado de Blake, su Blake, recordarla le había roto el corazón y su inestabilidad mental había decidido dejarla a un lado para poder centrarse en la búsqueda de Ruby.

Tenía tanto que arreglar.

Jaune le recomendó que empezara por lo más importante, a pesar de que se comió diez años de su vida fuera de los reinos, Yang todavía podía reintegrarse a sus vidas sin ningún problema, y él estaba dispuesto a ayudarla con eso.

—Bien, Yang, tocas la puerta y hablas con ella... Le pides perdón por todo el tiempo que estuviste fuera, dices que la amas y le das un beso como se lo merece —repitió la rubia, caminando hacia el lugar en el que recordaba que estaba su casa. Fue gracias a Jaune que había llegado tan pronto a Mistral desde Patch, parece que el rubio necesitaba ir corriendo de inmediato a ver a Weiss y aprovechó el transporte que le enviaron para poder dejar a Yang en Mistral sin ningún problema.

Cierto, Weiss, Yang tenía que darle la cara después de hablar con Blake, y tendría que disculparse con Nora y Ren por faltar a la boda y al nacimiento de sus dos hijos.

Había tanto que hacer.

Tragó saliva cuando llegó hacia su casa, sin embargo, la visión no era lo que esperaba. Sus ojos se aguaron cuando detectó la vista demacrada de lo que planeaba llamar su hogar en comparación a las otras casas a la distancia.

Yang no podía culpar a Blake por mantener así el sitio, seguro que ella había ido a misiones para poder mantener este lugar de pie, y ella la había dejado sola.

Debía hablarlo cuanto antes.

Se acercó a la puerta y tocó tres veces, esperando a que Blake estuviese en casa, se mordió el labio inferior y chasqueó la lengua al ver que no traía ni siquiera un ramo de flores en las manos, pero podría solucionarlo después.

Escuchó pisadas del otro lado y su respiración se agitó, se preparó mentalmente para lo que planeaba decir y puso una sonrisa arrepentida en su rostro.

La puerta finalmente se abrió.

—¡Blake, yo...! —Las palabras murieron en su boca cuando del otro lado de la puerta, no había Blake Belladona, en su lugar, un fauno con orejas de perro y un traje formal la observaba con confusión y tachaba algo en un portapapeles—. Tú... Tú no eres Blake.

—Así es, no lo soy, mi nombre es Russet —explicó el tipo con traje, su cabello negro contrastaba con su tez sumamente clara y sonreía con confianza—. Y tú, debes venir a ver la casa, ¿cierto?

—Ver la casa... —murmuró Yang, sintiendo que el color abandonaba su rostro y sus dedos sufrían tics nerviosos que los movían de un lado a otro—. ¿A qué te refieres?

—Ya sabes, ver la casa, por si te gusta o algo así y luego comprarla, aunque la expropietaria ha dejado algunas cajas con sus pertenencias, por lo que las llevaremos al almacén de inmediato.

Yang jadeó y se llevó las manos a los oídos, sin querer oír más. Sus ojos se abrieron de la impresión y comenzó a hiperventilarse, su pecho se movía con brusquedad y le temblaron las piernas.

Eso no podía ser cierto.

Las lágrimas cayeron por sus mejillas y cayó de rodillas al suelo, sin importarle que alguien la estuviese mirando, sin importarle la atención que recibía de los vecinos y sin importarle en absoluto que alguien pudiese reclamarle por llorar a pulmón tendido.

Ya era tarde, ya era muy tarde.

—Blake... —sollozó Yang, haciéndose bolita en el suelo y sufriendo espasmos mientras se abrazaba a sí misma, eran contadas las personas capaces de ver a Yang Xiao Long en un momento de debilidad. Pero cuando aquello ocurría en directo, la única sensación que se transmitió fue la de lástima.

Yang intentó reprimirse, dejar de comportarse como una niña o una adolescente, pero no podía, su interior le dolía como el infierno y su corazón punzaba, saltando en su pecho y brindándole unas ganas de arrancárselo para expulsar la fea sensación.

Ya era tarde, ya era muy tarde.

Blake Belladona se fue y vendió la casa.

Y ahora, con el corazón roto, no pudo expulsar ni una sola lágrima mientras se acurrucaba en el suelo frente al que alguna vez había sido su portal. Muy en el fondo, Yang Xiao Long sentía que se lo merecía.

Había perdido a Ruby, y por empeñarse en encontrarla, había perdido a Blake. Dos de las personas que más amaba en el mundo.

Tal vez, las había perdido para siempre.


La noche cayó en aquel pequeño poblado en la profundidad del bosque, los árboles creaban sombras perfectas para que las criaturas más oscuras se ocultasen e hicieran de las suyas sin sufrir algún castigo.

Y era el momento perfecto para actuar.

Cuatro figuras oscuras se acercaron por los lados de la casa principal, el poblado tenía una pequeña muralla para protegerse de animales salvajes, la desaparición de los Grimms había sido toda una bendición para la supervivencia de los más pequeños, pero nunca se sabía qué te podía atacar si te relajabas demasiado.

Las primeras dos figuras saltaron el muro sin problemas y entraron al poblado, los guardias eran apenas dos y se centraban solo en la puerta principal, lo que hacía más fácil su incursión.

Una vez que las dos figuras estuvieron dentro, la primera de ellas, una mujer de cabello rubio reprodujo un sonido similar al de un ave con la boca y las manos. La señal surtió efecto cuando los dos restantes se lanzaron sobre los guardias y los apresaron sin resistencia alguna.

Las figuras se reagruparon en el interior y observaron el panorama, en el pequeño poblado había unas diez casas, siete de ellas eran familias con esposos obreros, y las otras debían servir de centro de administración y de recursos.

Dos manos se levantaron y dieron órdenes, la mujer rubia encapuchada caminó de inmediato hacia la zona del almacén y abrió la puerta con una maestría impecable, en su interior había comida suficiente para abastecerse por al menos un mes, lo cual era fantástico.

El resto de sus compañeros se dedicaron a poder entrar al centro de mando y tomar posesión de documentos que le pudiesen importar al jefe, después de todo, no solo se dedicaban a saquear, también a recopilar datos.

Una vez que la rubia almacenó todo lo posible en un saco inmenso, el resto del grupo hizo su trabajo, se inmiscuyó en las casas de forma sigilosa y tomó las posesiones de valor para venderlas en el mercado negro a primera hora de la mañana siguiente.

Todo estaba saliendo de acuerdo con el plan, si seguían así, podrían avanzar hacia Mistral sin que nadie los frene y cumplir su objetivo. La mujer rubia hizo una señal con la mano al cielo y un cuervo graznó mientras volaba por los alrededores y se posaba en la rama de un árbol.

Las casas fueron saqueadas y la parte tres del plan entró en marcha, luego de lanzar todo lo robado por encima de la muralla y dejarlo del otro lado, los tres entraron al edificio más grande de todos, donde el último miembro revisaba documentos tras documentos en busca de algo interesante.

—¿Qué crees que estás haciendo? —preguntó una voz ronca y grave, el bandido se dio la vuelta y alzó las manos al ver que el líder del pueblo le apuntaba con un arma mecashift típica de cazador.

Eso sí que no estaba en el plan.

Los tres llegaron al lugar donde se concertaba la situación y entraron en acción, un disparo sonó y todos se replegaron para evitar ser las víctimas de un hombre defendiéndose, sin embargo, el primer bandido cayó al suelo tras recibir el impacto en la pierna.

Al lado del hombre con el arma había una ventana y la mujer rubia vio una oportunidad que debían aprovechar, se llevó las manos a la boca e hizo nuevamente el sonido de ave, no fue fuerte, pero el cuervo plantado en el árbol la escuchó y movió la cabeza.

—¿Qué es lo que vienen a buscar a este pueblo? —preguntó el hombre adulto, con su cabello castaño levantándose igual que las púas de un erizo y cambiando el arma hacia una bonita espada metálica de tonos azules.

La mujer rubia encapuchada no respondió, y solo se dedicó a observar cómo un cuervo se posaba en la ventana de la habitación y graznaba hacia el hombre.

—Ah, estúpida ave, vete de aquí antes de que te dispare —masculló el cazador, sin duda harto de la situación y la interrupción de sus buenas horas de sueño.

—Me gustaría verte intentarlo —pronunció una voz de mujer, dulce, pero severa, con un tono maduro y, sobre todo, molesto.

El hombre se quedó quieto y dejó caer el arma, comenzó a darse la vuelta lentamente y todo lo que vio, fue un destello rojizo antes de que su cabeza saliera volando de su cuerpo y la sangre chorrease por las paredes y el suelo.

—Señora —pronunció la mujer con capucha.

—Bianca, creo que tenemos que trabajar en las incursiones de pocos miembros —habló con calma la mujer, limpiando su arma de la sangre del adulto y agitándola en la habitación, todos los implicados agradecían que fuera amplia—. Bien, revisen sus cosas, este será el último asalto antes de empezar el plan.

—Sí, mi señora, como usted diga. —Bianca aceptó sus órdenes y comenzó a buscar objetos de valor, mientras eso ocurría, el resto de los encapuchados se dirigió de inmediato a rebuscar entre los documentos.

—Y ustedes, busquen los registros de las personas que utilizaron su servicio de compra y venta —ordenó la mujer que, sin duda, mandaba en todo el lugar—. Si todo sale bien, esto nos llevará directo a nuestra presa...

—Señora, nunca le he cuestionado nada, pero siempre quise saber por qué esta presa es tan importante para usted —mencionó Bianca, metiendo joyas en su bolsa. El ambiente en la habitación no era pesado, pero sentía que cualquier fallo que pudiesen cometer los idiotas de sus compañeros podrían llevarlos a la muerte.

—Querida Bianca, llevo casi una década planificando esto, es una presa única y perfectamente capaz de eludirnos —habló la mujer con calma, sonriendo bajo una capucha manchada enteramente de sangre, su único ojo brillaba en la oscuridad de la habitación y siempre le daba un aire misterioso.

—Lo comprendo —habló Bianca, recibiendo una mirada cautelosa de parte de su jefa, siempre le lanzaba esa mirada, como si en el fondo, ella estuviese pensando en el plan perfecto para derrocarla.

Pero no lo haría, había algo que respetaba por encima de todo, y era la fuerza.

Y no debía extrañarle para nada, la fuerza que tenía esa mujer era increíble, con su único ojo plateado brillando en la oscuridad, apodada el cíclope de la muerte y con una guadaña tan afilada que podías perder la vida con solo mirarla.

Estaba orgullosa de que ella fuese su líder. Y tenía mucho sentido, que lo fuera, siendo hija y sobrina de quizá, los dos miembros más poderosos que la tribu ha dado a Remnant.

—Ahora, quisiera que preparen todo para el anuncio de mañana —habló nuevamente la mujer, caminando hacia la ventana y llevándose hacia atrás la capucha, revelando un cabello negro y largo, desordenado y en un corte desigual, rebelde como el de sus antecesores y con un distintivo mechón rojizo al lado de su rostro.

—¿Qué es lo que anunciará, mi señora? —preguntó Bianca, manteniendo su posición de respeto ante su líder y sin querer importunarla demasiado.

El único ojo plateado observó la destrozada luna y una sonrisa se posó en los labios de la mujer, dando una respiración profunda y girándose por primera vez para mostrarle su rostro completo a su subordinada. Una cicatriz inmensa arrasaba con el lado derecho y había dejado inútil uno de sus ojos, pero aquello no manchaba su sonrisa.

—Debo anunciar que... Ruby Ro... —La mujer negó con la cabeza y desplegó nuevamente su guadaña, afilando su mirada y adoptando una expresión mortífera, su sed de sangre se extendió por la habitación y dejó temblando a los débiles de mente que tenían por bandidos.

Bianca jadeó al ver todas las similitudes con la antigua líder del clan.

—Ruby Rose se ha ido... Y Ruby Branwen, está en casa —pronunció Ruby, observando nuevamente por la ventana y dejando caer una lágrima de sangre por su mejilla. Arrugó el puente de la nariz y mostró los dientes con furia antes de clavar la guadaña en el suelo y soltar el aire que estaba conteniendo—. E iré por ustedes, Blake, Weiss... Y, sobre todo...

"Voy a vengarlo... Necesito vengarlo, Yang"

—Voy a matarte, Yang Xiao Long —gruñó Ruby, deformando su expresión y apretando el agarre sobre su arma, su único ojo plateado brilló como un faro entre la noche y Ruby soltó un rugido al cielo.

No quedaba nada de la joven que era, solo existía el demonio en el que se convirtió. La criatura sedienta de sangre vestida con la piel de la hija de Summer Rose.

O era probable que, esa fuera la verdadera Ruby.

A veces, para poder salvar un ángel, debes convertirte en un demonio.

—Nos veremos pronto, hermanita... —siseó Ruby, que se puso nuevamente la capucha y saltó por la ventana mientras giraba la guadaña entre sus manos.

"Él no querría que lo hicieras, Ruby..."

Cerró los ojos y un cuervo graznó, alzando el vuelo y dirigiéndose hacia la luna destrozada de Remnant.


Hace diez años

"Yang, eres mi hermana... Ayúdame."

Yang alzó las manos y observó a su hermana, la expresión de dolor en el rostro de Ruby le partía el corazón, pero no podía dejar que su hermana fuera por ese camino, eso no es lo que Qrow querría para ella.

—Es un camino que no puedo seguir, Ruby —pronunció Yang, acercándose a su hermana mientras su padre, Taiyang observaba la escena con sus músculos tensos y un Zwei triste que decidió salir al patio en lugar de seguir observando la escena.

—¡¿Por qué?! —exclamó Ruby, desesperada y con lágrimas en los ojos, sus brazos se movían de forma errática y los temblores en su cuerpo incrementaban con el pasar del tiempo.

—Ruby, él no querría que lo hicieras...

—¡Él está muerto! —gritó Ruby, canalizando su ira por primera vez en mucho tiempo y gritándole a su hermana mayor, Taiyang frunció el ceño y se mantuvo expectante, si eso seguía así, tendría que verse obligado a intervenir—. ¿Y sabes qué? ¡Todo es tú culpa!

Aquella declaración dejó helada a Yang, con la boca abierta y casi sin aliento, no sabía qué era lo que quería decir su hermana con eso, la acusación ni siquiera tenía sentido. Ruby debía estar pasándolo tan mal...

—Ruby, eso no es verdad —dijo Yang, calmándose y acercándose hacia su hermana para brindarle un abrazo, eso siempre la calmaba y podían resolver sus problemas sin necesidad de palabras.

—¡Claro que sí, Raven me lo dijo! —gritó nuevamente Ruby, jadeando con fuerza y frunciendo el ceño en dirección a su hermana—. Ella me lo dijo.

—¡¿Qué?! ¡¿Raven?! ¡Ruby, no puedes creerle a esa mujer! —le recordó Yang, exaltándose e igualando el tono de su hermana.

—¡¿Por qué no?! ¡Todo lo que me dijo siempre fue verdad! —argumentó Ruby, silenciando a Yang con sus palabras—. Ozpin, Salem, la muerte de mamá, el tío Qrow... ¡Siempre tuvo la maldita razón!

—¡Ruby! —exclamó Taiyang, entrando en la conversación para intentar calmarla antes de que todo se fuera de las manos.

—¡Cállate, no quiero oír nada, no quiero oír a nadie! —exclamó Ruby, cuyos sollozos se mezclaron con los gritos—. No quiero oír a nadie...

—Ruby... escúchame, por favor —pidió Yang, acercándose a su hermana y estrechándola entre sus brazos—. No puedes creerle a Raven.

—¡Déjame, Yang! ¡Tú no lo entiendes! —rugió Ruby, saliendo del abrazo de su hermana y observándola por última vez, con una expresión suplicante y extendiendo la mano—. ¡Ayúdame!

—Ruby, no puedo... —dijo Yang, sintiéndose terrible al ver la mirada vacía en su hermana, sintiendo que su corazón ardía de dolor al estirar el vínculo con Ruby.

Ruby Rose entonces se acercó a Yang Xiao Long y pronunció unas últimas palabras, con su rostro muerto y sus ojos sin brillo, sintió la ira nacer en su interior y la dejó salir como un golpe mortal:

"Te odio"

Los ojos lilas de Yang pasaron a rojos en un segundo y Ember Celica se recargó de inmediato. La expresión de Ruby había sido tan parecida en un inicio a la mirada de mierda de Raven, que ahora Yang no podía dejar de verla impresa en su hermana.

Y, por ende, hizo algo de lo que se arrepentiría.

—¡Yang, no! —advirtió su padre, acercándose todo lo posible, pero ya era tarde, el Dust recargó de inmediato y el golpe del puño dio directamente en el rostro de Ruby, el sonido de un cristal rompiéndose hizo acto de presencia en la habitación y el fuego de la combustión se grabó en la piel de su hermana para siempre.

Para cuando Yang tomó conciencia de lo que había hecho, Ruby estaba en el suelo, con la mano sobre el rostro y sangre cayendo a borbotones, la mesa se había partido en dos debido al impacto y ahora yacía en dos lugares diferentes.

—Ruby... ¡Oh por... Ruby! —exclamó Yang, acercándose a su hermana.

—¡Ruby! ¡Cariño! —exclamó Taiyang con preocupación, acercándose a su hija menor para poder ayudarla.

—Aléjense —habló Ruby, con la voz dolida e intentando curar su herida, pero la quemadura se mantenía y la sangre salía sin cesar. Intentó levantarse y se apoyó en una de las sillas volteadas para hacerlo.

Al mostrar su rostro, Yang solo pudo ver cómo el lado derecho de Ruby había sido masacrado por su propia munición, el aura de su hermana ya estaba haciendo el trabajo de curarla, pero estaba segura de que algo como eso dejaría una marca imborrable.

Solo uno de sus ojos estaba abierto, y el otro lloraba sangre. Yang sintió ganas de vomitar, pero las contuvo, haciendo el ademán de acercarse a su hermana.

—No vengas por mí, déjame sola, Yang...

Y Ruby desapareció en una ráfaga de pétalos, para nunca volverla a ver, iniciando el martirio de su hermana, una tortura que Yang llevaría para sí misma hasta el día en el que pudiese encontrar a su Ruby y traerla a casa.

Una tortura que llevaría toda su vida, al menos, hasta el día de su muerte.


Blood Rose — Echoes

Espero les haya gustado, en un principio solo es un one-shot, aunque tengo ideas de hacer una historia con esto, solo si en verdad les gusta y quieren que lo haga.

Sin nada más que decir, un saludo y hasta la próxima.