Obliviate

Nota de la autora:

He estado apuntando a este fic durante un tiempo y ¡aquí está por fin! Necesitaba un descanso de Madness y esta pequeña y encantadora historia se apoderó de mi mente y me ayudó a despejarme.

Muchas gracias a mi mejor amiga, Mindy, por gritar conmigo por este fic y editarlo. (También ir a leer su trilogía publicada, Mazikeen por M. Pettengill para darle las gracias por la edición) Te quiero y eres un regalo para mí y todos los que leen mis fics.

De todas formas, disfrutadlo, espero, y adelante, gritadme en los comentarios o en mis dms de IG porque me encanta la atención. Vale, os quiero a todos, nos veeeemos.

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Nota de la traductora:

¿Una de mis películas favoritas y Dramione? ¡No podía dejarlo pasar!

Las traducciones que coinciden con la película serán de la versión español de España.

Los personajes y todo lo reconocible es de la autoría de JK Rowling y 20th Century Fox y la historia es de madyslibrary.

Traducción oficial autorizada.

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Portada de omniluci estumbra.

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Hubo una época no hace mucho tiempo en que vivíamos en un mundo mágico, de elegantes palacios y grandes fiestas.

Corría el año 2003.

Harry Potter, su mejor amigo, era el Elegido, destinado a salvarnos a todos.

Y lo había hecho.

Celebraban el 5º aniversario de la Batalla de Hogwarts. Este año fue en San Petersburgo, adonde se trasladó la familia Krum, para honrar a su hijo caído, Viktor. Cada año, el Ministerio organizaba un baile en un lugar diferente para mostrar su agradecimiento a todos los que ayudaron a ganar la guerra.

Y esa noche no había estrella que brillara más fuerte que la de la Chica Dorada.

Con un elegante vestido turquesa, con mangas hasta el codo y cuello cuadrado, y unas preciosas gemas cuadradas regalo de Molly Weasley, Hermione Granger era, literalmente, la reina del baile. Lo era todos los años.

Después de todos los juicios, las absoluciones y las nuevas amistades, el trío de oro estaba entusiasmado con otra celebración. Todos sus amigos, la Orden y otros miembros importantes del ministerio, incluidos los aurores, hicieron todo lo posible por asistir.

La velada transcurrió perfectamente. También era la noche en que Hermione planeaba anunciar su compromiso con Draco Malfoy. Habían pasado tres años desde que el Profeta dejó de referirse a él como mortífago y por fin volvió a aceptarlo como miembro respetado de la sociedad de magos.

Con Ron ausente tan a menudo por su carrera de Quiddich, Draco de hecho pasaba más tiempo con Harry y Hermione, convirtiéndose en un gran amigo de Potter y enamorándose poco a poco de la brillante bruja.

Y ahora, tras dos años de relación secreta, estaban dispuestos a hacerla pública, con el pleno apoyo de sus amigos y familiares.

El salón de baile estaba lleno de vida, y Hermione bailó y bailó al ritmo de la música hasta que le dolieron los pies, y luego bailó un poco más. Luna, Neville, Ron, Ginny, Harry, Pansy, Theo y Draco. Su amor la hacía girar y girar. Soltó una risita en su pecho, jadeando cuando él la inclinó y quedaron cara a cara.

—¿Qué te parece si salimos de aquí temprano, amor?

Hermione puso los ojos en blanco cuando él volvió a levantarla, agarrándose a su bíceps para mantener el equilibrio.

—Draco, —le reprendió—. Queda tanto en el programa. ¡Y nuestros planes!

Draco le dedicó una sonrisa, con su pelo rubio platino perfectamente en su sitio.

—¿Un polvo rápido, entonces? Te prometo que no te romperé el vestido como la última vez.

Le puso una mano en la cara.

—Eres insaciable. Y, no te creo.

Draco la hizo girar de nuevo, directa a los brazos de Harry, riendo entre dientes mientras cedía y se iba a charlar.

El palacio era exquisito, con una decoración dorada que cubría todas las superficies. Mobiliario de terciopelo rojo, ventanas con cristales decadentes y grandes espejos decorados. Los cuadros llenaban los salones, los retratos tenían su propia fiesta dentro de sus marcos ornamentados, y en cada rincón había montones de velas.

Harry, elegante con un traje nuevo, le dedicó una cálida sonrisa mientras empezaban a bailar juntos.

—Hola Hermione, ¿te diviertes?

—¡Sí! Aunque estoy bastante nerviosa, y un poco deseando estar de vuelta en mi despacho trabajando en todo ese papeleo que me dejé.

—Oh, Mione, una noche no te matará. Bueno, tal vez no debería hablar tan pronto. Me aseguraré de revisarte más tarde en caso de que te sientas débil. Tengo una pluma estilográfica. Si te ayuda, puedes ir a escribir algo.

—Lárgate, ¿quieres? —Hermione lo fulminó con la mirada. Él se rio.

Dando vueltas junto a George, que bailaba con su madre, Harry volvió a hablar.

—En realidad tengo un regalo para ti, un regalo anticipado antes de nuestro viaje a París el mes que viene.

Hermione le dedicó una mirada, pero tampoco pudo evitar que el corazón se le hinchara ante aquel gesto.

—Harry, no deberías haberlo hecho.

—Sí, sí, bueno, lo hice. Y ya que te lo dije, podría dártelo ahora. Ven aquí. —Era tímido, y eso hizo que Hermione reprimiera una carcajada. Harry demostraba su amor por sus amigos a menudo, y siempre se mostraba indiferente.

La condujo desde la pista de baile hasta las mesas donde estaban colocados sus nombres. Hermione contempló a Draco hablando con el Ministro, Kingsley, y él le dirigió una mirada secreta que la hizo sonrojarse. Él inclinó la cabeza hacia las escaleras, presumiblemente hacia su habitación en un nivel superior. Ella asintió rápidamente, con el calor llenándole el estómago, habiendo cambiado ya de opinión.

Merlín, no se cansaba de ese hombre.

Volviendo a centrar su atención en Harry, se sentaron, con las rodillas frente a frente, apiñados como si tuvieran un secreto. Mientras él buscaba el regalo en su chaqueta, Hermione le contó lo emocionada que estaba por visitar Francia.

—Sé que técnicamente es asunto del Ministerio, pero tengo muchas ganas de hacer turismo y cosas por el estilo. Tal vez encuentres el amor allí, Harry, se supone que es la ciudad para eso. Desde que, ya sabes, Ginny no funcionó. Por cierto, qué tal, no hemos tenido mucho tiempo para hablar mucho desde que nos estábamos preparando para esto... —Señaló a la sala que los rodeaba, la bulliciosa fiesta y las brujas y magos conversando.

—Hermione, —Harry le dirigió una mirada mordaz—. Estás divagando. Vi a Draco subir corriendo las escaleras después de darle a su madre un rápido beso en la mejilla. Ya lo sé. Toma el regalo, por favor, así puedo ir a vomitar a otra parte.

Se le calentó la cara y apretó los labios, intentando contener una carcajada.

—Gracias, Harry.

Le entregó un collar, la fina cadena dorada que pendía de su mano con un pequeño colgante que sobresalía de ella. Era de esmeralda y en el reverso tenía inscrito...

—¿Juntos en París? —susurró Hermione, con lágrimas silenciosas formándose en sus ojos. Parpadeó.

Harry se encogió de hombros y se subió las gafas por la nariz.

—Sí, bueno, sé lo emocionada que estás, y trabajas tan duro, siempre estás ahí para mí. Mione, no podría vivir sin ti, siempre serás mi mejor amiga. Y aquí, —sacando otro objeto de su abrigo, apareció una pequeña caja ovalada a juego—. El collar abre...

—¿Un joyero? —dijo Hermione.

—Una caja de música. —Harry guiñó un ojo.

Sus ojos se abrieron de par en par y esperó a que él se lo enseñara. Al abrirlo, comenzó una pequeña melodía y dos figuras danzantes giraron en su interior. Ella jadeó.

—¿Harry es...?

Tímido de nuevo, asintió con la cabeza.

—Sí, la canción que bailábamos mientras cazábamos horrocruxes. Mal... Draco me ayudó a elegir la caja y pusimos la música especialmente. Aunque el collar lo hice yo solo.

Hermione empezó a tararearla y luego cantó, Harry se le unió.

Piensa en mí

Siempre así

Haz que el sueño recuerde

Tú vendrás, junto a mí

Cuando llegue Diciembre

Apoyó la cabeza en la suya y le dio las gracias de nuevo, sosteniendo los regalos cerca de su pecho.

—Iré a ponerlos a buen recaudo en mi habitación. —Susurró.

Harry se echó hacia atrás, arrugando la cara hacia ella.

—Jajaja, vale, vete de aquí, aunque solo tienes veinte minutos hasta que empiecen los discursos. ¿Draco suele ser lo suficientemente rápido para que os de tiempo?

Hermione le dio un golpe en el brazo y él se atragantó con un sorbo de champán.

—¡Oh, cállate!

Salió corriendo escaleras arriba, encontrándose con los ojos brillantes de Narcissa mientras se tapaba delicadamente la boca con una mano enguantada para ocultar su sonrisa. Cuando Hermione dobló la esquina en lo alto de la escalera, recogiendo su vestido para correr por el pasillo del ala de invitados, una mano firme la arrastró hasta un armario.

—¿Qué dem...?

—Hola, amor, tenemos que hacerlo rápido, ¿no? —La voz grave y divertida de Draco le susurró al oído, y su aliento le provocó escalofríos. Ella se arqueó hacia él.

El interior estaba completamente oscuro una vez que cerró la puerta. Hermione se inquietó intentando verle hasta que Draco la besó debajo de la oreja y agarró su varita.

Lumos, —susurró, colocando su varita en un estante sobre ellos. Ella repitió el cántico y le entregó su propia varita para que la pusiera junto a la suya. Un suave resplandor azul llenó la pequeña estancia.

—Draco, —le reprendió ella en voz baja—. Tengo que guardar algunas cosas en mi habitación, Harry me dio una...

—Caja de música, sí. La guardaré cuando terminemos, no te preocupes. Ahora date la vuelta y no hagas ruido, cariño, a menos que quieras que Rita Skeeter se entere de más cosas. —Sus manos recorrieron sus curvas mientras bajaba la cabeza hacia su cuello, chupando y besando un sendero bajo su barbilla. Ella levantó la cabeza y empezó a respirar con dificultad.

—Draco, —gimió, mientras Hermione volvía a estirar los brazos y lo abrazaba, haciendo girar los dedos en su pelo. Él rio entre dientes, subiéndole el vestido y pasándole la mano por el muslo. La otra mano de Draco, la que había llenado de tatuajes desde los dedos hasta el hombro para cubrir la desvaída marca oscura, se deslizó desde su cintura hasta su garganta, manteniéndola en su sitio, al ras contra su duro, duro cuerpo.

Ella gimió cuando los largos dedos de él le rodearon la mandíbula y la mejilla, con el pulgar firme en la garganta.

—¿Vas a estar calladita para mí, o tengo que silenciar este sitio? —Su voz era gruesa en su oído.

Hermione zumbó en respuesta, el sonido vibrando en los dedos de él. La mano que subía por su vestido se encontró con sus bragas e inhaló rápidamente, sintiendo cómo la excitación la recorría por dentro.

—Por favor, —tragó saliva—. Draco, por favor.

Evanesco. —Desapareció su ropa interior y deslizó sus dedos muy cerca de su núcleo. Ella emitió un sonido ahogado, jugueteando aún más contra él—. Shhh. Te tengo, brujita. —Draco finalmente la tocó donde ella quería, acariciando su clítoris hinchado con pericia. Sabía exactamente lo que ella quería y cómo se rompería por él. Movió la mano de su garganta a su boca, mantuvo su boca cerrada y susurró cosas traviesas mientras continuaba girando su pulgar alrededor de su clítoris, moviendo otros dos dedos a su entrada y presionando.

Se le doblaron las rodillas, pero Draco la sostuvo.

—Merlín, mírate, tan preciosa. Tan receptiva para mí. —La elogió, susurros fluyendo de su boca mientras la mantenía firmemente cerrada. Los gemidos en la garganta de Hermione zumbaban y él mordisqueaba su piel expuesta—. Eres mía, amor, y esta noche podré decirle al mundo entero que la bruja más brillante de su generación es toda mía. A lo mejor debería decirles también cómo me suplica. ¿Qué te parece?

Draco aflojó la mano contra sus labios y Hermione volvió a jadear cuando él apretó los dedos más adentro, masajeando aquel punto que la hacía ver estrellas.

—No... no tenemos tiempo para ju-u-gar.

Sin dejar de frotar círculos con el pulgar, Draco carraspeó y dijo:

—Como desees, princesa... —en tono burlón. Con la mano libre se desabrochó el pantalón del traje, se liberó y se deslizó contra ella hasta que su polla estuvo justo en su entrada.

Hermione se inclinó un poco más y se puso de puntillas, intentando atraerlo para que la penetrara. Se volvió para mirarlo, deseosa de observar. Draco, con la corbata aflojada y la camisa desabrochada, se mordió el labio y deslizó la polla por su humedad un par de veces, golpeando con la cabeza su clítoris y haciendo que ella tuviera que reprimir más gemidos, antes de agarrarla por la cadera y penetrarla por completo.

—¡Joder!

Draco se rio entre dientes.

—Qué boquita más sucia, amor. ¿Necesitas que te la lave? —La golpeó repetidamente, ahora con ambas manos en sus caderas—. Tócate, Hermione. Muéstrame lo buena chica que eres y te daré una recompensa.

Hermione se soltó del marco de la puerta con una mano y empezó a jugar con su clítoris, sintiendo cómo la polla de Draco la estiraba con cada embestida. Estaba tan cerca, casi, y entonces él se separó de ella y la penetró tan profundamente como pudo. Hermione se quedó sin fuerzas, mordiéndose el labio inferior con tanta fuerza que le hizo sangrar mientras se apretaba contra él, corriéndose con fuerza. Dejó escapar un gemido que era medio chillido y Draco le frotó la espalda en círculos, provocándola.

—Shhh, amor, lo hiciste muy bien. Jo-o-der —Los empujones de Draco se volvieron erráticos mientras la llenaba—. Buena chica, buena chica. Mírate. Dioses, te sientes tan bien. —Todavía dentro de ella, Draco la empujó contra él y ella giró el cuello para besarlo. Sus labios chocaron y ambos dejaron escapar un suspiro de alivio.

Estaba agotada y lista para irse a la cama, pero aún les quedaba la otra mitad de la fiesta. Hermione gimió y Draco se rio de ella.

—Vamos, anímate. Tenemos cosas más emocionantes que esperar esta noche. Iré a poner la caja de música en nuestra habitación, y tú deberías dejarte puesto el collar, estás impresionante. —Estaban arreglándose el traje cuando Hermione se dio cuenta de algo.

—Draco, no puedo ir en plan comando el resto de la noche. Especialmente con algo chorreando por mi pierna.

Draco le sonrió con satisfacción y volvió a anudarse la corbata. Cuando ella no se movió, él puso los ojos en blanco.

—Bien. —Cogiendo las varitas de ambos, transfiguró su pañuelo en unas bragas para que ella se las pusiera debajo del vestido, y lanzó un fregotego a los cuerpos de ambos.

Ella le dio las gracias y se acarició el vestido para alisar las arrugas. Le besó la nariz, la frente y los labios y le dijo:

—Nos vemos abajo en un momento. Te quiero.

—Yo también te quiero, estoy deseando que nos vayamos todos a París el mes que viene. —Ella le dedicó una sonrisa emocionada y él negó con la cabeza, demasiado enamorado para no devolverle la sonrisa.

—Yo también, amor.

Hermione prácticamente saltó hacia las escaleras antes de detenerse para bajarlas con elegancia. Vio a Harry abajo, hablando con Ron, y luego a Narcissa al otro lado de la habitación, hablando con Molly. Estaba tan contenta de tener a todos sus amigos en un mismo lugar esta noche. Todos a los que quería, disfrutando de la vida juntos. Se lo habían ganado.

Pero no llegaríamos nunca a estar juntos en París, pues una oscura sombra había caído sobre el mundo mágico una vez más.

Las velas ardieron alrededor de la sala antes de apagarse todas a la vez. En la oscuridad, un resplandor verde surgió cuando una figura encapuchada entró en el gran salón de baile. La multitud se apartó para recibirle.

Voldemort había vuelto.

De algún modo, de alguna manera, volvió de nuevo.

Deberían haberlo vencido, con todos los miembros del ministerio y aurores expertos allí con sus varitas desenfundadas. Pero no eran rival. Voldemort se encontró con su mirada mientras Hermione seguía bajando lentamente el resto de las escaleras, de pie junto a sus mejores amigos en el mundo entero. Una sonrisa enfermiza se dibujó en su rostro mientras observaba cada uno de sus movimientos.

Cuando estaba casi al frente de la habitación, Harry habló.

—Cómo te atreves a volver. —Trató de exponerlo como lo que era, un fraude, débil. Harry lo mataría por segunda vez, esta vez para siempre.

—¿Crees que puedes matarme? Soy el Señor Oscuro. Nadie podrá derrotarme jamás, —le espetó Voldemort. Un valiente mago le lanzó una maldición y Voldemort la desvió sin miramientos—. ¡Tu pequeña Orden morirá esta noche! —Maldijo, el resplandor verde que salía de un collar que llevaba explotó. Estrelló algo contra el suelo y estalló el caos.

¿A dónde ha ido?

Hermione se agarró a la manga de Harry mientras cientos de murciélagos verdes llenaban la habitación, maldiciendo de alguna forma a la gente de abajo. Muchos cayeron al suelo inmediatamente, para no volver a levantarse. Una voz maligna resonó en la sala, la de Voldemort.

—¡No descansaré hasta ver que la Orden muere para siempre!

Se encontró con los ojos de Harry y Ron mientras todos decidían que tenían que huir. Esta noche no era la noche para luchar. Voldemort estaba consumido por el odio hacia Harry y los demás. Vendió lo poco que quedaba de su alma por el poder de destruirlos. Sus mortífagos, ahora murciélagos, se le unieron una vez más para ayudarlo a llevar a cabo su plan.

Para su oscuro propósito de sellar el destino de Harry Potter y sus amigos.

Inició la chispa del caos que se convirtió en llama. Todos gritaron y corrieron en distintas direcciones. Brujas y magos por igual estaban consumidos por el miedo.

Se agarraron de la mano mientras salían corriendo de la habitación, esquivando como podían a los malvados murciélagos cuando Ron fue abatido.

El tiempo se congeló. Se detuvo. Todo era silencio en los oídos de Hermione. Harry se tiró al suelo para agarrar a su amigo, gritando y llorando al mismo tiempo. Hermione giró en círculo, observando el comienzo de la batalla.

Luna, con los ojos abiertos, tendida sobre la mesa, Neville encorvado sobre una silla sosteniéndole la mano. Narcissa se arrinconó mientras veinte murciélagos la rodeaban, intentó acurrucarse sobre sí misma y apartarlos de un manotazo, pero no se movían. Hermione cogió su varita.

¿Dónde estaba su varita?

Levantó a Harry, agarrándole la cara llena de lágrimas que coincidía con la suya.

—Harry, Harry, Draco tiene mi varita. Draco está arriba. Tenemos que irnos. Tenemos que dejarlo. Draco nos ayudará. Tenemos que irnos, por favor.

Harry asintió y se levantó, con la varita en la mano. Se volvió hacia la madre de Draco, gritándole a Harry que la ayudara primero y podrían ir todos juntos.

Estaba tirada en el suelo. No se movía. Estaba cubierta de sangre de los murciélagos que seguían atacando su cuerpo. Harry se quedó con la boca abierta en un sollozo, siguió su mirada y envió una maldición en su dirección para espantar a los murciélagos.

Llegaron a las escaleras. Estaban abiertas de par en par. Juntos, se abrazaron con fuerza y Harry los cubrió mientras se movían. Los murciélagos los seguían, extremadamente ágiles. Desgarraban la ropa de Hermione y Harry mientras corrían. Ella levantó la vista y vio a Draco corriendo hacia ellos.

—¡Vete! ¡Vete, Draco!

—¡Malfoy, corre! —gritó Harry al mismo tiempo que ella.

El amor de su vida no le dio la espalda para correr a ponerse a cubierto, sino que se quedó dónde estaba y lanzó maldiciones a los murciélagos uno a uno hasta que ambos pasaron por delante de él. Solo entonces se unió a ellos y se puso a salvo.

Fue entonces cuando oyeron los susurros.

—Sangre sucia. La Sangre sucia de Potter.

Los murciélagos podían hablar. Se mofaron del trío.

—Harry Potter. El niño que morirá.

—Traidor a la sangre. El joven Malfoy con una sangre sucia. Lo pagarás.

Al llegar a su habitación, Draco cerró la puerta y golpeó la espalda contra ella para mantener alejados a los mortífagos.

—¡Las habitaciones de los criados! ¡Vamos! ¡Lleva al exterior!

Hermione estaba siendo arrastrada por Harry.

—¡No sin ti! —Ella lo alcanzó.

Draco se dio la vuelta, empujando la puerta con las manos mientras seguían golpeándola. Unas pequeñas zarpas de murciélago salieron por debajo de la puerta. Las pisoteó.

Hermione vio la mirada entre Draco y Harry, solo una fracción de segundo antes de que él la mirara de nuevo.

—Voy detrás de ti, ve. Te quiero.

Harry tiró de ella a través de un agujero en la pared mientras ella sollozaba y le gritaba:

—¡No! Por favor. Yo también te quiero. Por favor, Draco.

—Nos reuniremos con él fuera, Mione. Vamos, está bien. Tenemos que darnos prisa. —Le aseguró Harry.

Una explosión sacudió todo el edificio.

—¡Harry!

Siguió tirando de ella hasta que llegaron al exterior.

—No te sueltes. Agárrate a mi mano.

El aire frío de la noche le rozó la cara. Harry apuntó con su varita al caudaloso río y lo congeló en un instante, conduciéndola directamente hacia la fría magia. Si pudieran llegar al punto de aparición, estaba apenas más allá. Hermione miró hacia atrás, esperando ver a Draco saliendo del palacio y uniéndose a ellos. En cambio, su corazón se hundió.

—Harry, Voldemort está justo detrás de nosotros. —Le dijo, con la mente y el corazón vacíos. Draco se había ido.

Oyó a Harry maldecir en voz baja y tiró de ella con más fuerza. Se quedó mirando el lugar donde debería estar Draco.

El lugar del que acaba de salir Voldemort.

Draco se había ido.

El hielo empezó a resquebrajarse. Harry la giró hacia él.

—Hermione, escucha. Te traeré de vuelta.

—¿Qué? —Estaba confusa.

—Te traeré de vuelta. Arreglaré esto. No puedo perderte. No te perderé. Te enviaré a un lugar bonito y cuando todo termine...

—¿Harry? —Hermione enarcó las cejas. Voldemort se acercaba a ellos, tenían que irse.

Pero... Draco aún no había llegado.

Draco se había ido. Ron se había ido. Luna se había ido. Neville. Narcissa.

Harry los llevó más allá del puente. Este era el punto de aparición. Ya podían irse. Ella lo miró y vio una mirada que inyectó miedo y tristeza en su corazón vacío.

—Hermione, perdóname.

Lo dijo mientras el hielo se resquebrajaba, el sonido ensordecedor, pero no tan fuerte como los latidos de su corazón. Volvió a girar la cabeza, y de nuevo no vio a Draco fuera, sino a Voldemort cuando se estrelló contra el hielo, lo bastante cerca como para saltar y agarrarle la pierna.

El hombro le tembló mientras Harry la sujetaba con firmeza, incluso cuando fue arrastrada hacia el hielo que había bajo sus pies. Chilló, el agua, más fría de lo que creía posible, le lamía el tobillo donde Voldemort se aferraba. Gritó que los mataría. Que no moriría hasta que todos hubieran muerto, pasara lo que pasara.

Harry cerró los ojos con fuerza antes de volver a abrirlos con una mirada feroz pero apagada en la cara. Ya había visto esa mirada antes, cuando Draco se ocluía, cuando sus pesadillas se volvían demasiado.

Harry se quedó en blanco cuando la apuntó con su varita y, con un giro preciso, le susurró palabras que pronto olvidaría.

Obliviate.

Tantas vidas fueran destrozadas esa noche. Pero la querida Chica Dorada, Hermione Granger, nunca fue encontrada.