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La noche cayó y trajo con ella una ligera sensación de paz para todos, cuando las conversaciones terminaron algunos regresaron a sus posiciones y otros fueron a descansar.

Mi madre y yo éramos de los pocos que habían decidido construir una casa en condiciones, muchos dijeron que era estúpido y que en cualquier momento tendríamos que huir, siendo esta una constante en nuestras vidas.

Mi madre no pensó lo mismo, después de 5 años sigue teniendo razón, no era muy grande, con 4 habitaciones en total, la hoguera central que servía de cocina y comedor, un pequeño almacén, el cuarto de mi madre y el mío. Yo contaba con una cama, un pequeño baúl, una mesita con espacio para escribir, mientras que mi madre tenía un par de cosas más.

Estaba preparándome para dormir, habíamos tomado la cena durante la reunión y mañana sería un día más ocupado de lo normal. Se prepararían más defensas, como fosas por el camino, levantar empalizadas, también estaba seguro de que Nazar le pediría acompañarlo en sus planificaciones.

Mihir sigues despierto—la suave voz de mi madre, mientras tocaba la puerta, me hizo abrir mis adormilados ojos, terminado de cambiarme.

—si mamá, ¿qué pasa?—respondí con voz cansada, abriendo la puerta mi madre entra con una ligera bata puesta, llevaba en sus manos un objeto envuelto en seda blanca. Con paso lento se acercó tomando asiento a lado de mí en la cama.

—nada mi mihir—con una voz suave que me traía tranquilidad, respondió, la mire con una mezcla de curiosidad y preocupación. Notaba la tristeza en sus ojos, una tristeza que había estado presente solo en la seguridad sé su habitación, desde que habían huido eran pocos los momentos en los que se podían permitir las debilidades.

—Todo estará bien mamá, los dothrakis se estrellarán contra una pared si intentan subir los acantilados a caballo—dije tratando de tranquilizarla.

Sus manos dejaron su regazo tomando mi rostro para acariciarlo, sus dedos pasando a través de mi cabello como si estuvieran peinándolo, fue en ese momento que pude ver su rostro de cerca, viendo sus ojos vidriosos con una suave sonrisa.

Sabía la fama que tenía mi mamá, la de una mujer fuerte y autoritaria que no toleraba errores, no sonreía, tampoco bromeaba, solo se concentraba en sus tareas dirigiendo a las personas, dirigiendo parte del campamento, transmitiendo su conocimiento a sus aprendices. Una mujer que a pesar de ser una viuda con un hijo, le sobraban pretendientes, pero seguía siendo soltera rechazando a todos de manera tajante.

Pero yo conocía la otra cara, la de una madre cariñosa, que me cantaba de pequeño para dormir y que reía por cualquier tontería que hiciera, aun así sabía del dolor de mi madre cuando fingía dormir y oía el silencioso sollozo. Cuando por las mañanas, antes de dirigirme a mis tareas, veía sus ojos y nariz enrojecidos, una mujer solo podía ser fuerte hasta cierto punto y mi adorada madre ya había alzado su límite muchos años antes.

Sus manos recorriendo suavemente mi cabello, luego ajustando mi ropa con delicadeza—Sabes… algunas veces… cuando hablas de esa forma… me recuerdas a tu padre. Aquel día, antes de partir, me dijo algo similar, «Los dothrakis son unos salvajes… cuando se enfrenten a una carga de caballería y carros, huirán despavoridos». Me prometió que regresaría pronto, si no te estuviera cuidando habría tomado el carro de nuestra familia y habría ido a la batalla con él.

Mire a mi madre con curiosidad—¿Teníamos un carro de batalla?

Riéndose suavemente, sus ojos brillando con diversión—Olvide que no sabes muy bien cómo eran nuestras vidas antes de todo esto. Nuestra familia era rica mi Mihir, provenimos de un largo linaje de tejedores y comerciantes, poseíamos tiendas y colmenas en un par de ciudades de los alrededores, nuestras caravanas pasaban por Poniente, Ib y las mil islas en Nefer, puede que nuestra riqueza no rivalizara con la de los nobles, pero podíamos permitirnos guardias privados y un par de carros, tu abuelo era un aficionado de las carreras de carros y no había quien lo bajara de uno cuando lo retaban a una en el hipódromo.

Me quedé sorprendido con sus palabras. Eran pocas veces las que habíamos hablado del pasado, y menos aún nunca me había preguntado por mis abuelos. Había deducido que eran tejedores por el simple hecho de que mi madre lo era, pero no sabía que tener una propia colmena te hacía ser una persona de gran riqueza.

Sonriendo con nostalgia continua—De hecho, Sadok era uno de los guardias personales de tu abuelo, además de ser un amigo cercano de la familia.

Asintiendo lentamente—¿Por eso me encargaste de él?

—Por supuesto, no le encargaría la vida de mi único hijo a un desconocido. — respondió con firmeza.

Inclinándome hacia adelante, interesado—Entonces si éramos ricos, ¿Cómo fue que te casaste con papá? —ella me había contado que mi padre era un don nadie que llegó con una caravana a la ciudad, sin apenas dinero y ropa andrajosa, pero cuya habilidad con la espada no tenía comparación.

Riendo con fuerza, su rostro sereno, transformándose en una gran sonrisa con ojos alegres—Oh, tu padre, era un hombre extraordinario. No solo era valiente en la batalla, sino también un hombre de gran corazón. Nos conocimos en un festival de verano en la ciudad. Yo estaba ayudando a mi madre a vender telas y él... bueno, él estaba causando problemas.

Sonreí—¿Qué clase de problemas?

Con una expresión divertida—Del tipo en el que tiene que llamar a los guardias. Huyó entre el mercado y, por casualidad, chocó con nosotras, cayendo sobre nuestras telas y desordenándolo todo. Fue en ese momento cuando nuestras miradas se encontraron por primera vez.

Mirando la pequeña llama de la vela en la mesita, su risa calmándose— No le tomé importancia en ese momento. Pensé que era un borracho del festival, así que seguí con mi rutina. Pero unos días después, supe que me buscaba. Le había preguntado a todo el mercado por mí. Eso no le agradó a tu abuelo, quien fue a buscarlo para que dejara de molestar.

Calmando su risa, miro la vela en mi mesita perdiéndose en la pequeña llama.

Su voz bajando a un tono más serio—Era de Mardosh. De familia de campesinos. Entró a la guardia y, con pura habilidad, ascendió. En Mardosh, eso ya es algo a destacar. Me dijo lo que tuvo que hacer para sobrevivir a lo largo de los años que la ciudad era atacada. Antes de que la ciudad cayera, él y sus compañeros tuvieron que matar a mujeres y niños para que no sufrieran un destino de esclavitud. Cuando la ciudad cayó, fue herido de gravedad. Pensó que iba a morir entre los cuerpos de sus compañeros, pero se aferró a la vida. — regresando la vista hacia mí—Miedo a la muerte, Por amor a la vida, Una promesa a cumplir, muchas son las razones para vivir, la de tu padre fue la ira.

—¿Ira? - pregunté confundido

Asintiendo lentamente—Sí, me dijo que mientras se desangraba, su mente caía por momentos y su visión se nublaba, pero aún escuchaba. Cuando oyó los gritos dothrakis, los cascos de los caballos, el acero chocar, por último escuchó un idioma familiar, acercarse. Pensó que los refuerzos de los Sahs vecinos, a los que por años habían pedido ayuda, habían llegado. Y no se equivocó.

Murmure—Saqueadores

Una expresión de amargura tomo forma en el rostro de mi madre—Veo que las valientes acciones de nuestros sahs son bien recordadas. No soy una guerrera, hijo. Sé usar una espada lo suficiente como para defenderme de un par de borrachos. Pero si algo sé, es que Sarnor no cayó solo por los dothrakis, sino por sus sahs. Habría subido a ese carro y habría muerto con tu padre en la batalla, no por lealtad a esos idiotas, sino para darte un futuro.

Reflexioné sobre las palabras de mi madre. Si algo les había quedado claro a todos, es que los sahs que se suponían debían protegerles habían fallado. Ciudad tras ciudad caía bajo las hordas dothrakis y, sin embargo, ningún sah hacía nada más que saquear la ciudad ya en ruinas como si fueran mendigos, una avaricia que propició la caída de los reinos. Cuando se dieron cuenta de su error, más de la mitad de sus ciudades habían caído, con un sinnúmero de pueblos y aldeas con ellas.

Con tristeza en la voz—Cuando tu padre se dio cuenta de que los que se suponían debían ayudarle le robaban y se burlaban de sus hermanos de armas caídos, encontró su razón de vivir. Se arrastró entre los cuerpos a duras penas, sobreviviendo lo suficiente como para que un hombre noble de corazón lo ayudara a tratar sus heridas. — guardó silencio un momento antes de continuar —Llego semanas después, su plan era entrar en el torneo, ganar renombre para iniciar una compañía que defendiera Sarnor.

—Y luego te conoció.

Asintiendo con una sonrisa melancólica—Sí. Tu abuelo sabía defenderse, pero seguía siendo un comerciante y tejedor, demasiado orgulloso como para dejar que alguien más defendiera mi honor.

—¿Se enfrentaron?

Riendo suavemente—No puedo decir que fue un duelo real. Tu padre parecía estar jugando con él. Pienso que no lo derrotó al momento para ahorrarle la vergüenza. Cuando lo vio demasiado exhausto, le pidió que se dejara de tonterías y pasó de él, plantándose frente a mí y pidiendo mi mano.

Me reí imaginado tal escenario—supongo que no se lo tomo muy bien ¿No?

Ella rio conmigo girando sus ojos con ironía—Claro que no. Era un extranjero sin nada que ofrecer. Incluso si lo hubiera tomado en cuenta, sería el último de una larga lista de pretendientes. Pero llamó mi atención. Me parecía divertido cómo se había desarrollado todo, así que le pedí que realizara una serie de pruebas y, si las cumplía, le daría el gusto de cortejarme con el permiso de tu abuelo.

—Ganar el torneo. —respondí seguro.

—Algo así. Le dije que solo consideraría casarme con un hombre que tuviera tres cosas: habilidad para defender a su familia, astucia para prosperar en la vida y, lo más importante… —pausando dramáticamente.

—¿Qué más? —Pregunte expectante.

Mirándome fijamente con una cara sería—Sentido del humor.

—!MAMA¡

Riendo—¿Qué? ¿Esperabas algo más? Era una chica privilegiada: riqueza, belleza, unos padres amorosos. Pero una vida aburrida. Quería salir al mundo, pero tu abuelo me lo prohibió con las constantes incursiones dothrakis. Estaba aburrida, y tu padre podría satisfacer mi curiosidad.

Aún sorprendido respondí—Pues sí, no sé el qué, pero esperaba otra cosa. Pero dime, ¿cómo superó tus pruebas?

—Oh no, mi pequeño Mihir, eso es todo por esta noche. Se está haciendo demasiado tarde y mañana será un día ajetreado.

La decepción inundó mi ser. No era común que hablara del pasado tan alegremente como ahora.

—Por favor, mamá, no me puedes dejar en la mejor parte —repliqué, fingiendo tristeza.

—¡Ah! —exclamé cuando recibí un pequeño golpe en la cabeza.

—Claro que puedo, soy tu madre —dijo con la mano alzada— y no vuelvas a intentar engañarme. Te conozco mejor que nadie, incluyéndote.

Sus manos regresaron a su regazo, desenvolviendo el objeto que había traído al inicio. Ya no me acordaba de él, habiéndome sumergido en la historia que me contaba, pero era obvio que esa era la principal razón por la que vino.

—No te diré nada hasta que toda esta situación acabe, pero puedo darte esto como motivación —dijo, desenvolviendo completamente el objeto y pasándomelo.—Esta espada le pertenecía a tu padre. Se le otorgó como muestra de su nuevo rango cuando fue ascendido a un Aswaran, los guardias personales de los sahs. Tu padre se la dio a tu abuelo como primer dote por mi mano y él me la dio a mí antes de ir a la batalla.—Pasándome la espada con ambas manos—Forjada por los mejores herreros y brujos de sarnor, usando acero wook, solo superado por el acero valyrio. Ahora te pertenece, llévala con orgullo.

Era una espada con una hoja larga. Comenzaba recta desde la empuñadura y se curvaba suavemente en un solo filo y contrafilo en su último tercio. Esta era ligeramente más ancha que el resto de la hoja. La hoja, de un gris oscuro con patrones moteados y estrellados, estaba extremadamente afilada, prometiendo cortes profundos y precisos. La curvatura no era excesiva, lo que permitía tanto cortes como estocadas, ideal para un guerrero versátil.

Me paré para poder blandirla cómodamente, sintiendo el balance de la espada. La empuñadura se sentía robusta y estaba hecha de ébano recubierto con cuero, ligeramente curvada hacia abajo, adaptándose cómodamente a mi mano. Tenía una guarda cruzada de metal plateado, simple pero efectiva, que protegía mi mano. El pomo, en el extremo de la empuñadura, era una pieza sólida y redonda que proporcionaba equilibrio a la espada.

Sentí un profundo respeto y admiración por mi madre mientras observaba la espada. Sabía que este objeto no solo era una herramienta de combate, sino también un símbolo de nuestra herencia y de la fortaleza de nuestra familia.

—Prométeme que no te pondrás en peligro, Ashkan —dijo mi madre con tono serio—. Prométeme que no intentarás nada más allá de tus capacidades. Prométeme que huirás si tienes la oportunidad. Eres un buen arquero. Dispara todo lo que puedas, y cuando se acaben las flechas, te refugiarás en las cuevas.

—Solo puedo prometer hacerte sentir orgullosa y honrar la memoria de mi padre.

Semiramis lo abrazó con fuerza. —Ya lo haces, mi pequeño Mihir. Cada día, con tu bondad y coraje, veo a tu padre en ti. Y aunque me duele su ausencia, me consuela saber que su espíritu vive en ti.

Nos quedamos así, madre e hijo, abrazados, compartiendo el dolor y el amor que sentíamos. La noche cayó sobre la cabaña, pero dentro de ella, los recuerdos y el amor mantenían viva la llama de nuestro legado.

El amanecer llegó rápido y en silencio. Todo el campamento estaba en movimiento; hombres, mujeres, niños y ancianos trabajaban para fortificar el asentamiento, preparando flechas como un hormiguero alborotado. Las noticias de un khalasar merodeando la zona se confirmaron pasada la medianoche, cuando los exploradores regresaron de otros campamentos, asegurando que sus vigías también habían visto las señales.

Los hombres empezaron a prepararse. La mayoría vestía cotas de malla plateadas sobre sus gambesones, y encima llevaban armaduras laminares o de escamas hechas de hierro o bronce. Los cascos con forma de cúpula, dotados de lienzos de cota de malla, protegían el rostro y el cuello, dejando solo los ojos y las fosas nasales al descubierto. Botas altas de montar, sobre las que se ponían protecciones o grebas, hombreras y guanteletes de escamas que llegaban hasta la mitad de sus antebrazos completaban su equipamiento.

Nazar se destacaba sobre los demás. Como Savaran, disponía de una armadura personal: su gambesón estaba forrado de seda, y las láminas de su armadura eran de acero. En el pecho llevaba el blasón de la casa a la que había servido en batalla. Sin embargo, lo que más llamaba la atención era su casco, que, a diferencia de la simple cota de malla de los demás, llevaba un rostro grabado y una crin de caballo en la punta.

Armados con espadas curvas, escudos triangulares grandes, lanzas o voulges, estaban listos para resistir cualquier embate.

Era la primera vez que veía a Nazar y a sus hombres completamente equipados. El sol comenzaba a despuntar, iluminando la escena con una luz dorada. Las sombras largas de la mañana se extendían sobre la empalizada del campamento, mientras los defensores se alineaban en sus puestos. Yo me encontraba dentro de una tienda, acompañado de Nazar y sus hombres. A diferencia de los pocos selectos, la mayoría llevaba una simple armadura laminar de cuero, brazaletes y un casco recubierto en cuero.

—Nuestros exploradores han localizado a los dothrakis —dijo Nazar, señalando un mapa improvisado de la zona—. Parece que saben que estamos en algún lugar de las montañas. Han mandado varios grupos de exploradores a buscarnos y no tardarán en encontrarnos. Tomaremos esto como una oportunidad. Antes de que nos encuentren, un pequeño grupo de nosotros se encontrará con ellos y fingirá huir. Los llevarán hasta este lugar, un camino estrecho y rodeado de riscos. Los arqueros se esconderán en ellos y esperarán la señal. Mis hombres y yo estaremos esperando al final del camino.

—Los campamentos de Assur y Sargon prometieron enviar ayuda —dijo otro comandante—. Nuestra misión es retrasar su avance lo más que podamos. No intenten nada estúpido y sigan a sus superiores.

Con eso dicho, todos se retiraron a sus puestos. Con mi arco en mano, observaba el horizonte con ojos atentos. A mi lado, un grupo mixto de arqueros veteranos y novatos ajustaba sus flechas y revisaba sus armas.

—Recuerden, la clave es mantener la calma y disparar con precisión —dijo el capitán Alp—. Estamos en terreno elevado, así que no entraremos en combate. Mantengan la calma y cúbranse mientras recargan. No dejaremos que esos dothrakis pongan un pie en nuestro hogar.

Asentí con determinación. Aunque mi corazón latía rápido por la anticipación, mi mano era firme. Había practicado innumerables veces, pero esta sería mi primera gran batalla. Observé cómo los arqueros preparaban sus flechas, ajustando las cuerdas de sus arcos con precisión.

En la distancia, una nube de polvo se alzaba, señalando la aproximación del enemigo. Los jinetes dothrakis avanzaban rápidamente, gritando salvajemente, sus caballos galopando con fuerza. Sentía el peso de la responsabilidad sobre mis hombros, pero también la emoción de estar finalmente poniendo en práctica todo lo que había aprendido.

—¡A sus puestos! —gritó Alp, y los arqueros se alinearon a lo largo de las rocas, listos para la señal de disparo.

Tensé mi arco, apuntando hacia el estrecho camino por donde los dothraki debían pasar. El terreno escarpado nos daba una ventaja defensiva significativa, obligando a los atacantes a avanzar en una formación estrecha y vulnerable. Observé cómo los primeros jinetes entraban en el rango de tiro, sus siluetas destacándose contra el cielo claro.

—¡Disparen! —ordenó Alp, y una lluvia de flechas voló hacia el enemigo. Solté mi cuerda, viendo cómo mi flecha atravesaba el aire y se clavaba en el hombro de un jinete. El hombre cayó de su caballo con un grito de dolor, mientras los dothrakis intentaban reorganizarse bajo el fuego constante de los arqueros.

El sonido de las flechas y los gritos de los heridos llenaban el aire, creando una oleada de caos. Cargué otra flecha, apuntando con cuidado y disparando nuevamente. Esta vez, mi flecha golpeó a un caballo, haciendo que el animal se desplomara y creara un obstáculo en el camino estrecho. Los jinetes detrás tropezaron y cayeron, aumentando la confusión entre las filas enemigas.

Los dothrakis, sin embargo, no eran un enemigo fácil de derrotar. Con una sorprendente disciplina, reorganizaron sus fuerzas y comenzaron a avanzar nuevamente, esta vez disparando sus propios arcos hacia nosotros. Sentí una flecha pasar peligrosamente cerca de mi oreja, pero me mantuve enfocado, disparando con precisión y rapidez.

A medida que avanzaban, Nazar y sus hombres salieron, formando filas rápidamente, haciendo chocar a los jinetes contra un muro de acero, parando su avance e intensificando la batalla. Mientras algunos peleaban al frente, los jinetes arqueros seguían disparando sus flechas hacia los defensores, que comenzaron a sentir la presión. Las flechas enemigas llovían sobre nosotros, obligándonos a buscar cobertura y reduciendo la efectividad de nuestro fuego. Noté que algunos de mis compañeros habían sido heridos, y mi corazón se encogió al ver a Alp caer, una flecha clavada en su pecho.

—¡No se rindan! —grité, tomando la iniciativa en la desorganizada tropa—. ¡Sigan disparando! ¡Defiendan su hogar!

Los arqueros respondieron a mi llamado, renovando sus esfuerzos con una determinación feroz. Sabía que debíamos mantener la presión sobre el enemigo para impedir que avanzaran. Con cada disparo, me aseguraba de apuntar a los que parecían líderes y caballos, tratando de desorganizar a los atacantes tanto como fuera posible.

Pero los dothrakis eran persistentes. A medida que avanzaban, comenzaron a usar tácticas de escaramuza, enviando pequeños grupos para atacar desde diferentes ángulos y tratando de flanquear la posición defensiva de Nazar. Vi cómo un grupo de jinetes intentaba rodear la unidad de Nazar, donde una pequeña apertura se había abierto con la caída de uno de los hombres, buscando un punto débil.

—¡Necesitamos más hombres en el flanco izquierdo! —grité, dirigiendo a un grupo de arqueros hacia la nueva amenaza. Con mi liderazgo, los defensores lograron repeler el intento de flanqueo, pero la batalla estaba lejos de terminar.

El combate continuó durante lo que parecían horas, con los defensores luchando con valentía para mantener su posición. Aunque joven, mostré una habilidad y un coraje que inspiraron a todos a mi alrededor. Cada flecha que disparaba encontraba su objetivo, y mi espada se mantenía lista para el combate cuerpo a cuerpo si el enemigo lograba acercarse.

Finalmente, los dothrakis comenzaron a retirarse. Habían sufrido grandes pérdidas y no habían logrado abrirse paso a través de los hombres de Nazar. Los defensores, aunque agotados y heridos, habían logrado una victoria crucial.

Cubierto de sudor y con las manos temblorosas por la adrenalina, observé cómo los jinetes enemigos se alejaban. Sabía que esta batalla era la primera de muchas, pero por ahora, habíamos ganado un respiro. Con el campo de batalla despejado, los defensores comenzaron a reagruparse. Nazar se acercó, con la mirada seria, pero con un leve gesto de aprobación en su rostro.

—Lo hiciste bien, Ashkan —dijo Nazar, colocando una mano en mi hombro—. Has demostrado ser más que un simple arquero.

Sentí un orgullo profundo por sus palabras, consciente de que había cumplido con mi deber. Me permití un momento para respirar profundamente y agradecer a los dioses por mi supervivencia. Sabía que lo peor aún no había empezado y que necesitaríamos cada onza de coraje y habilidad para lo que vendría. Pero en ese momento, en la cima de la montaña, había demostrado mi valía y había defendido mi hogar con honor.


Notas

Aunque el termino Aswaran y Savaran son lo mismo, en esta historia serán títulos similares solo con una diferencia. Los Aswaran serán el equivalente a un caballero sin tierras, sirviendo directamente a su rey que se encargara de armarlos con armas y armaduras, servir como guardaespaldas personales siguiéndolo a la batalla. Mientras que un Savaran será el caballero hacendado quien podrá costearse su propio equipo, llamar a un pequeño o gran destacamento de hombres y servir como comandantes.

El Acero wook es por obviedad, el famoso acero damasco que todos conocemos no me esforzare en inventarme un nombre simplemente lo llamare como los Indios
"Wook", será la variante de los hombres altos del acero valyrio, menos refinado y sin magia poderosa que lo respalde. Mientras el acero valyrio es negro con ondulaciones elegantes, irrompible, ligero, con un filo extremo. El acero wook será un acero gris oscuro, con patrones moteados como burbujas, puntos sin formas claras, mas fuerte y afilado que cualquier acero similar al de Qohor, sin llegar a ser indestructible. Si se llegan a enfrentar iniciaran en igualdad de condiciones, pero al final el acero valyrio ganara.

Mihir significa sol.