Capítulo 23: La guerra por ultramar
Perturabo siempre había querido enfrentar a su 13vo hermano, desde aquellos días en la oscura herejía siempre había guardado el deseo de comandar sus tropas en una cruzada para destruir Ultramar, lamentablemente su caída en el asedio de Terra había impedido todo eso. Pero ahora que había revivido en este milenio, tenía una oportunidad única en su vida, una oportunidad que no desperdiciaría.
La cruzada Machariana era esa oportunidad, una oportunidad única para demostrarle a todos que sus hijos; los señores del hierro, eran superiores Ultramarines en todos los aspectos posibles.
Perturabo sabía que esta cruzada no sería fácil en especial porque su hermano se había estado preparando, por quien sabe cuánto tiempo para la guerra que se aproximaba. Aun así, él preparó a sus hijos lo mejor que pudo. Antiguos y olvidados silos de armas fueron abiertos, todo su contenido fue repartido entre los miles de millones de soldados qué participarían en esta tan esperada guerra.
El Señor del Hierro lamentaba no poder llevar toda su fuerza, pero sus hermanos habían asegurado que tenían cosas más importantes, Konrad Curze había llevado a casi toda su legión al Segmentum Pasificus, no tenía idea de ¿por qué? o ¿para qué? lo había hecho, pero los informes, incompletos que estaba recibiendo en este momento, le aseguraban que su hermano se había topado con algo (Los informes no le decían que, o quienes) que parecía haberse estado moviendo en las sombras, acercándose a la cuna de la humanidad, con intenciones poco amistosas.
Magnus también parecía tener su propia agenda, por alguna extraña razón sus tropas se habían separado casi al inicio de la cruzada moviéndose al oeste del sector galáctico algo en el firmamento parecía llamar poderosamente la atención de su hermano, claro que su hermano no le había dicho que o por qué hacia eso.
Por último, pero no menos importante, Solar Macharius había llevado sus fuerzas al este galáctico parecía tener la intención de lanzar un ataque de flanqueo a la capital de ultramar Macrage
Por supuesto que El Señor del Hierro era consciente que esta campaña tenía tiempo límite, después de todo si su hermano caí en la desesperación/tentación y entregaba la el alma de su pueblo a los poderes ruinosos Ultramar pasaría a ser un segundo ojo del terror. Su hermano Magnus Le había asegurado que esa eventualidad no ocurriría al menos en el futuro previsible, pero eso no calmaba al Señor del Hierro, quién no estaría tranquilo hasta haber separado la cabeza de su hermano traidor del resto de su cuerpo. Ya que la cuestión no era si su hermano ¿Sucumbiría o no a los susurros de los dioses del caos? si no ¿Cuándo lo haría?
Con todas esas preocupaciones y un millón más que se calló, la invasión de reino de Ultramar comenzó.
El primer planeta en su largo recorrido a Macragge, era un mundo antiguamente conocido como: Balor. Aunque desde su conquista por parte del capítulo de los Lamentadores, su nombre había cambiado a Onyx, según la información que actualmente poseía sobre el mundo, era una especie de mundo escudo, dedicado casi exclusivamente a parar cualquier posible invasión de las fuerzas imperiales.
Durante los últimos 500 años, Onyx había resistido no menos de 100 invasiones imperiales, y al menos otras 10 cruzadas por parte de los portadores de la palabra.
Según los datos que el Señor del Hierro había logrado recolectar, el mundo mismo era una inmensa fortaleza planetaria, tachonada con inmensos cañones antiaéreos, y una incalculable cantidad de búnkeres, todos cavados en la mismísima corteza del mundo.
Perturabo había calculado que este sería un buen inicio a su invasión, un mundo ubicado estratégicamente, desde el cual podría comenzar a formar la línea de suministros que la invasión iba a necesitar si quería triunfar.
Según sus mejores estimaciones, la invasión inicial costaría no menos de 20 millones de muertos entre los regimientos del Astramilitarun, y al menos 200 de sus naves espaciales. Una perdida aceptable.
Excepto, que para cuando llegaron al sistema solar, el mundo había estado vacío, desde hace años seguramente. La única resistencia fueron un par de cañones automáticos que se habían quedado rezagados en órbita, y un par de servidores de combate que aparentemente habían sido olvidados en tierra.
¿Por qué? ¿Por qué Roboute había renunciado a este mundo? Este mundo era el lugar perfecto para refugiarse, y comenzar una guerra de desgaste. En su lugar el mundo había estado abandonado.
La preocupación comenzó a consumir el señor del Hierro ¿Acaso su hermano ya había caído, y toda la gente de este mundo había sido recolectada para realizar algún sacrificio impío? Era posible, pero según su hermano Magnus, y todas las transmisiones interceptadas por sus hijos, los sacrificios humanos aún no habían comenzado en ninguna parte.
Entonces ¿Por qué? ¿Por qué su hermano había abandonado este mundo? ¿Acaso esta era una invitación? Perturabo no sabría decir porque, pero cuando sus primeras naves de desembarco bajaron para tomar posesión del mundo, sintió que acababa de cometer un error.
La cruzada continuó, Perturabo el Señor del Hierro trazo una línea directa hacia la capital de Ultramar, Macragge. Su intención era acabar con su hermano traidor en el menor tiempo posible, no le daría la oportunidad de sentir miedo siquiera.
Pero tras encontrar el décimo planeta en su larga travesía completamente vacío, comenzó a preocuparse ¿Dónde estaba la gente que debería haber estado en estos mundos? Esos 10 mundos que había conquistado hasta el momento habían estado vacíos, no había habido nada ni siquiera sangre que indicase que sus poblaciones habían sido sacrificadas, entonces ¿Por qué estaba tan preocupado?
Sintiendo la trampa el señor del hierro decidió aminorar su paso, enfoco sus esfuerzos en reforzar los mundos que había tomado, preparando su industria para alimentar sus tropas en lo que sin duda sería una larga y costosa guerra.
En estos momentos se encontraba sobre el mundo de Calth, Ultramar no estaba muy lejos, podía permitirse tomar un descanso.
Fue entonces, en esos momentos de incertidumbre que el contraataque comenzó, pequeños grupos de defensores salieron de debajo del suelo, atacando, saqueando, destruyendo toda infraestructura que puede ser utilizada por el Señor del Hierro para reforzar su ataque.
Esta era una táctica normalmente utilizada por la legión Alpha, para sangrar y debilitar a un enemigo poderoso. El Señor del Hierro realmente no se había esperado que su 13vo hermano pudiese utilizarla, por lo que no se preparó adecuadamente. Las posiciones que había tomado en los mundos que había conquistado no estaban adecuadamente defendidas, si tenían todos los auspex encendidos y todas las baterías antiaéreas en línea, pero el ataque había llegado de debajo del suelo, tomando a todos los defensores por sorpresa.
Perturabo estaba asombrado, de que su hermano pudiese mover a sus tropas de esta forma, pero, si se ponía serio, la verdad es que este movimiento no era algo imposible para la 13va legión, Roboute Guilliman siempre había sido un aprendiz de todos sus hermanos, pero nunca fue el maestro de nadie. La 13va legión podía moverse, e imitar cualquiera de las tácticas de las demás legiones. Y ahora estaba usando las tácticas de sabotaje de la XX legión.
El Señor del Hierro se vio repentinamente aislado, sus tropas estaban atrapadas no podían avanzar sin perder la línea de suministro, no podían retroceder sin sacrificar lo ya ganado. Avanzar o retroceder les era imposible, estaban atrapados en medio de Ultramar.
Una táctica brillante Perturabo tenia que admitirlo. Pero el era uno de los hijos del emperador, él era un Primarca, él era el señor de la IV legión, y se necesitarían más que solo estos trucos baratos para detenerlo. Si, Roboute lo había paralizado, pero esta victoria de su hermano era solo algo temporal. Una vez él hubiese reorganizado a sus tropas, y asegurado su línea de suministros podría comenzar nuevamente con el avance al corazón de Ultramar.
El Señor del Hierro comenzó a lanzar órdenes, todas destinadas a revertir la situación lo más rápido posible. Para ello tuvo que enviar varias de sus naves de regreso a esos mundos conquistados, con el fin de retomar el control de la situación.
Pero el contraataque de Ultramar, solo había comenzado, una vez la última de sus naves de refuerzo hubo dejado el sistema solar, miles de grietas en la disformidad aparecieron en los sensores de largo alcance, señalando la llegada de la flota personal de su 13vo hermano.
Su flota tomo posiciones, listos para enfrentar a su nuevo oponente, lamentablemente las armas antiaéreas del planeta Calth habían estado esperando este momento, y se reactivaron, provocando inmensas perdidas en las naves del Señor del Hierro.
Sus naves tuvieron que retroceder, alejarse de las defensas planetarias del, hasta hace solo unas horas, abandonado mundo de Calth.
Perturabo estaba furioso, no había considerado que las defensas orbitales del mundo pudiesen activarse repentinamente, todos los sensores habían indicado que el mundo estaba totalmente vacío. No había habido ninguna señal de vida en los sensores de largo alcance. Pero ahora todas las tropas que habían permanecido ocultas saltaron de su escondite, y tomaron a sus hijos por sorpresa. No cabía duda, el Señor del Hierro se había vuelto complaciente, tras sus pasadas conquistas, un error que le iba a costar muy caro.
Perturabo maldijo, mientras ordenaba a sus hijos en el planeta abandonar sus posiciones y reagruparse en una posición más sólida y defendible.
El señor del Hierro maldijo, su hermano, Roboute Guilliman lo había agarrado con la guardia baja. Él había destinado importantes recursos para la reconquista de los mundos previamente conquistados, por lo que en este momento la diferencia numérica, era apenas perceptible.
Pero no estaba todo perdido, Perturabo solo dirigía uno de los tres sarcillos de la flota de invasión a Ultramar, Magnus y Macharius aún estaban libres, y si los informes de inteligencia que su hermano Alpharius estaban en lo correcto, en este momento, en este sistema solar, se encontraba el 80% de las naves espaciales con las que se supone cuenta Ultramar. Siempre que el lograse resistir, Magnus o Macharius lograrían llegar a Macragge sin complicaciones.
Aun así, había una preocupación en el corazón del Señor del Hierro ¿Dónde estaba el acorazado clase glorían de su hermano caído? ¿Dónde estaba el Honor de Macragge?
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Cegorach estaba molesto, muy pero muy molesto, la situación actual ya se había salido por completo de sus manos. Su plan original había sido una invasión relámpago, eliminar del tablero al 13vo hijo del Anatema antes de que la sedienta notase que también podía usar a este peón en la guerra con sus hermanos, y luego salir de esta región de la galaxia con la misma velocidad que habían llegado.
Claro que los planes generalmente no logran resistir cuando chocan con la realidad, pero en esta ocasión la situación era ridícula.
Al principio todo había ido bien, había logrado transferirles a los hijos aun leales al Emperador, la urgencia que existía por acabar con el señor de Ultramar tan rápidamente como fuese posible, incluso logro que esos sucios mon-kei estuviesen de acuerdo en formar una ¿Alianza? ¿Acuerdo? ¡Un momentáneo cese al fuego! Si, talvez eso ultimo era más preciso.
Usando la telaraña, la "alianza" Eldar/Imperiales podrían mover una gran cantidad de tropas detrás de las líneas de defensa de Ultramar con relativa facilidad, y en el menor tiempo posible.
Al principio de la campaña el dios que ríe se había sentido confiado, demasiado de hecho, tan confiado estaba, que decidió mover sus fichas de forma personal, así que envió a su propio avatar para apoyar con la guerra, y si la oportunidad se presentaba, reclamar la cabeza del 13vo como trofeo.
Lamentablemente todo comenzó a ir mal poco después de eso.
Un inmenso terremoto sacudió toda la telaraña, razón por la cual cientos de sus caminos se perdieron, aun había millones más, pero ninguno que tuviese el tamaño adecuado para mover al inmenso mundo astro nave de Biel-Tan.
En solo unos segundos, todas sus fuerzas, todos sus guerreros, todas sus armas, y todo lo que había traído para apoyar con la guerra, quedó atrapado en esa esquina olvidada de la galaxia.
Con suficiente tiempo podría usar los caminos más pequeños para mover las tropas y reliquias más sagradas, pero el mundo astronave estaba atrapado, y sin la posibilidad de usar la telaraña, allí se quedaría.
Lamentablemente el destino parecía tener otros planes.
El gran devorador y el señor de la peste, aparentemente planeaban pelearse por esta olvidada región de la galaxia.
Normalmente un enfrentamiento como este sería una gran oportunidad para debilitar a sus odiados enemigos, pero en esta ocasión, ¡ÉL! Se encontraba en medio del campo de batalla, y con la Telaraña dañada, no podía escapar.
En retrospectiva era bastante obvio que el señor de las moscas buscaría venganza contra el 13vo. Después de todo el hijo del Emperador lo había avergonzado y quemado su jardín, incluso si aquello no había ocurrido en este escenario, el pequeño, vengativo, y cobarde señor de la podredumbre, buscaría retribución.
Por unos segundos el dios que ríe no pudo evitar recordar a uno de los hijos de Asuryan, un pequeño, y molesto seguidor del camino de Isha, obsesionado con el interminable siclo de muerte y renacimiento que todos los seres vivos tenían.
Recordaba lo mucho que ese pequeño decía amar a los seres vivos, y lo mucho que se molestaba cuando cualquiera le agitaba las plumas de su cabeza. Impaciente, vengativo, cobarde, amargado, obsesivo, y carente de cualquier moral.
¿Cómo era qué a nadie se le paso por la cabeza, los problemas que podría acarear el dar poder a alguien así? Era una de las preguntas que Cegorach simplemente no podía para de repetirse. Bueno, no era el momento, ni el lugar adecuado.
La guerra rugía a su alrededor, y él no podía retroceder o escapar, ya que perder a tantos de los hijos de Isha, así como un mundo astronave completo, sería fatal, tanto, que podría dar por perdido este escenario.
Cegorach debía luchar y encontrar una forma de salvar tantos recursos como pudiese. Incluso si eso significaba que tendría que sacrificar a uno de los hijos del Anatema.
Un rugido llamo la atención del dios que ríe, un avatar de su hermano Khaela Mensha Khaine hacia acto de presencia en el campo de batalla.
Dos avatares divinos eldar, un hijo del anatema leal, el señor del enjambre, y un peón del señor de la podredumbre. Todos luchando sobre un único planeta cuyo nombre nadie sabía en el borde de la galaxia.
Cegorach se hecho a reír cual desquiciado, mientras no podía dejar de pensar que, por alguna razón, el Rhana Dandra se había desatado.
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Magnus estaba apurado, las mareas de la disformidad se agitaban a la distancia, por lo que él debía enfrentar a su hermano caído lo más pronto posible. Si su hermano caía en la corrupción, potencialmente podría ofrecer las almas de todos los habitantes de Ultramar a los dioses oscuros, tal sacrificio sin duda dañaría gravemente la delicada estructura de la realidad, y muy posiblemente podría significar el nacimiento de un segundo Ojo del terror.
Si bien en ninguno de los futuros que él había estado examinando esa posibilidad parecía volverse realidad. El hechicero supremo no estaba dispuesto a jugárselas. Debía tratar con Roboute a la brevedad posible. Incluso si eso significaba exponer algunos de sus propios secretos.
Magnus movió su mano, y con su tercer ojo pudo "ver" lo que se escondía en el vientre de su nave. Su carta de triunfo, su mayor fracaso, su vergüenza, su eterno desafío a los poderes ruinosos. Una legión entera de marines Rubrica esperaban sus órdenes.
Magnus cerro los ojos con arrepentimiento. Quería maldecir a su hermano por forzar su mano a usar esto, pero no podía, esta situación era en parte su culpa. Debería haber sabido que no era una buena idea mantener a uno de sus hermanos atrapados por cadenas hechas únicamente con arqueo tecnología.
Magnus uso sus poderes, tratando de vislumbrar en el futuro el curso de acciones que debía seguir, pero eso era imposible, una especie de velo oscuro cubría a su hermano caído.
En otras circunstancias atribuiría ese hecho a la intervención de los poderes ruinosos, pero en esta ocasión sabía que eso no era. Si, los dioses oscuros parecían estar interesados en los hechos que iban a ocurrir en Ultramar, pero nada más, Magnus no podía sentir su presencia o su corrupción.
¿Los poderes oscuros se estaban manteniendo al margen? ¿Por qué?
De momento seguiría su instinto, y su instinto le decía que debía viajar a Bane.
Magnus prendió la consola delante de él, y tras ingresar cientos de códigos, accedió a archivos que estaban prohibidos para todos menos para los hijos del emperador. Él estaba buscando toda la información que pudiese encontrar del mundo al que estaba yendo.
La información fue en el mejor de los casos, inexistente. Aparentemente este mundo era solo un mundo minero. Colonizado poco antes de la herejía, por…, no había información de quien lo había colonizado, ni que minerales se extraían de este mundo.
Aun así, este mundo resonaba en sus pensamientos. Y no únicamente porque uno de sus hijos caídos lo había mencionado. Algo en este mundo lo llamaba.
Magnus se levantó, y dejo el puente de su nave, debía confirmar la información que tenía a su disposición.
Regreso a sus aposentos personales, escoltados por su guardia personal, pero los despidió antes de que la puerta se abriese. No quería que ninguno de sus hijos observase lo que había traído a la nave.
En el interior de sus aposentos, Magnus movió una mano, y un inmenso sarcófago finamente tallado se mostró.
-Háblame Vistario, ¿Por qué este mundo es tan importante para mi hermano?
La cabeza del marin caído fue liberada, y este inhalo y exhalo con fuerza, como si no lo hubiese hecho desde hace mucho tiempo.
-Bane es el mundo capitular del capítulo de Los Hijos del Anteo, pero eso solo es una fachada, aquí es donde Roboute suele almacenar todas esas reliquias que son muy peligrosas para estar en las bóvedas de Macragge, mis hermanos, una compañía completa, junto a millones de cultitas tratamos de invadir ese mundo, la mitad de los invasores fueron reducidos a una pulpa roja por un arma jamás identificada, y cuando tratamos de escapar, una flota de no menos de 50 naves, incluyendo al honor de Macragge, nos lo impidieron, ese día solo yo y tres de mis hermanos logramos salir de allí.
Magnus asintió, su hijo estaba hablando con la verdad. Al menos la verdad que él creía era verdad.
-Entonces ¿Si ataco este mundo mi hermano aparecerá? - Pregunto Magnus.
Vistario asintió.
-No se me ocurre nada que lo saque de su trono en Macragge con tanta velocidad, que la idea de perder ese mundo. Te atacara con todo.
-Bien yo tampoco tengo planeado darle cuartel.
Vistario vio a su padre, aun le costaba creer que todo lo que había vivido fuese falso, era una locura, una estupidez, y, aun así, este ser frente a él, se sentía más real que ese monstruo que desea ser su padre genético. Esta situación no tenía sentido, nada tenía sentido.
Cadia no había caído, Roboute Guilliman no había sido renacido por una alianza de Eldars e Imperiales, la cruzada indomitus no existía, los primaris…. ¿Qué había pasado con esos guerreros? ¿También eran falsos? era posible, aunque su cuerpo aun recordaba las heridas que recibió en su última pelea ¿Debía advertir a su padre? No estaba seguro, talvez lo mejor simplemente era no hacerlo, los marines primaris al servicio de Roboute Guilliman bien podían ser solo otra alucinación.
El Señor de Prospero movió su mano, y su hijo Vistario fue nuevamente condenado a la oscuridad y la soledad, dentro de un sarcófago tallado por su propio padre genético.
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Oscar era uno de los capitanes de los Ultramarines, un alma entre millones más, todas encargadas de defender el reino de Ultramar de las incursiones del caos, xenos, traidores, demonios, imperiales, y un largo Etc. Un alma entre millones, un nombre en una lista que nadie recordaría.
No es que se quejase, sus padres le habían contado de todos los sacrificios que tuvieron que hacer sus abuelos para lograr escapar del Imperio. De los tratos inhumanos que sufrieron sus ancestros, cuyo único crimen había sido nacer en la pobreza.
No solo eso, el mismo había tenido la oportunidad de interrogar a algunos de los refugiados que solían llegar a Ultramar. Los refugiados a menudo solo tenían historias de pesadilla para contar, el Imperio de la humanidad estaba siendo consumido por la anarquía, diezmos imposibles eran exigidos a quienes menos tenían, mientras los nobles engordaban en la punta de ciudades colmenas tan altas que sus torres rasgaban las nubes.
Oscar jamás olvidaría esos ojos cansados y sin vida que solían tener los refugiados, resignados a morir, pero prefiriéndolo antes que ser atrapados y regresados a sus lugares de trabajo.
Lo que una vez fue el Imperio más grande que la galaxia hubiese conocido, ahora no era más que un cadáver putrefacto, el cual se negaba a morir.
Por eso había decidido unirse a la Guardia de Ultramar, quería proteger lo que bien podría ser el último bastión de la humanidad en una galaxia llena de peligros.
Comenzó abajo, pero con esfuerzo y algo de buena suerte, se había agendado una buena reputación, incluso había llegado a caminar en las blancas calles de Macragge en alguna ocasión.
Macragge, cuna de leyendas. Si el cielo realmente existía, Oscar sabía que era en Macragge donde se encontraba.
El mundo natal del primarca Roboute Guilliman. Uno de los veinte hijos que el emperador de la humanidad tuvo. El mal llamado "Hijo traicionado" traicionado primero por su hermano Rogal, antes de que este comenzase la guerra civil que destruyo al imperio, y luego traicionado por su hermano Fullgrim cuando este quiso arreglar sus errores y unirse nuevamente al Imperio.
Traicionado, secuestrado, dado por muerto, y encerrado en una celda que no le permitía morir siquiera. La historia que normalmente se les contaba a los niños en la escuela sobre el fundador del reino de Ultramar, no era para nada bonita.
Oscar siempre considero que esas historias eran falsas, hasta ese día donde vio con sus propios ojos a su padre genético. Robute Guilliman vivía nuevamente, y la promesa de un futuro nuevamente brillaba en el horizonte.
Oscar fue uno de los primeros en ofrecerse para el rubicon primaris, no por ego, o por exceso de confianza, sino, para poder confirmar que esa promesa que su Primarca había traído consigo, era algo por lo que valía la pena morir.
Sobrevivió a ser abierto desde la coronilla hasta la punta de los pies. Y con su milagroso regreso de las garras de la muerte, nueva fuerza vino con él, ya no era únicamente un marine espacial creado con arqueo tecnología de una era ya olvidada, ahora era algo más, un legítimo hijo de Guilliman, que traería el justo castigo a todos los enemigos de la humanidad.
Ahora que Oscar era más rápido, más fuerte, más resistente, y tenía mejores armas y armadura. Sentía como si ese sueño de reunificar a la humanidad bajo una única bandera fuese posible.
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El rugido de los motores de las naves de guerra resonaba en el espacio, como un coro de bestias hambrientas. Cientos de naves se estaban enfrentando en una batalla que bien podría definir toda la cruzada.
Solar Macharius se aferraba a su trono en la sala de mando de su nave.
La invasión a Ultramar había comenzado bien, las tropas leales al Emperador habían conquistado bajo su mando a no menos de 13 mundos sin mayor resistencia, era como si los traidores tuviesen miedo de los leales, y escapasen antes de enfrentarlos directamente. Lamentablemente eso resultó ser una trampa, Las fuerzas del "hijo traicionado" lo habían estado esperando en el sistema de Perdus, apenas su nave principal salió del inmaterium fue emboscado por lo que solo podía hacer la fuerza principal de Ultramar, cientos de naves rodeaban el sistema solar, y millones de minas fueron cuidadosamente colocadas justo detrás del lugar de reingreso al mundo real, por el que sus naves habían entrado.
Atrapado entre las formidables defensas de Ultramar, y un campo tan densamente minado que parecía intransitable. Solar Macharius se vio forzado a usar cada fibra de su ingenio táctico para evitar perdidas catastróficas. No solo eso, cientos de informes le estaban llegando de los mundos ya conquistados.
Aparentemente los Ultramarines habían mantenido tropas escondidas en todos y cada uno de esos mundos, a la espera para poder atacar. Si él no se retiraba pronto de este combate, y reestablecía el orden en esos mundos, su línea de suministros se vería destruida en solo unos pocos días solares más.
Retirarse sería una afrenta a la voluntad del Dios Emperador, pero sin los suministros adecuados, su cruzada terminaría mucho antes de que él lograse llegar a Macragge.
¿Retroceder y asegurar la línea de suministros, o arriesgarse a quedar aislado en medio del territorio enemigo, sin municiones o alimentos? La pregunta parecía tener una respuesta segura, pero como todo en la vida de Macharius, eso era discutible.
Presionar hacia adelante, sin duda obligaría a los defensores de Ultramar a gastar más recursos en su defensa, y esa falta de recursos podría ser la muestra de debilidad que los otros dos zarcillos de la flota de invasión necesitasen para asegurar su victoria. Claro que lo dejaría varado a él y a todos quienes lo seguían en territorio enemigo, pero que era su sacrificio si con eso se eliminaba de una vez y para siempre este reino de hipócritas y traidores.
El debate interno de Solar Macharius se vio interrumpido cuando una inmensa nave emergió de las profundidades del Inmaterium, todos los auxpex identificaban esta nave como un crucero del tipo gloriana. Por unos segundos creyó estar viendo a la nave insignia de Ultramar, el temido, y dos veces maldito Honor de Macragge.
Lamentablemente esa afirmación quedo rápidamente desestimada. El auxpex identificaba a este inmenso coloso como la llorada y perdida Fidelitas Lex, de los portadores de la palabra.
Esta extraña información dejo a Solar Macharius totalmente paralizado, se sabía que la nave insignia de los portadores de la palabra había sido destruida en la herejía de Dorm, pero la idea de que los Ultramarines pudiesen reparar, y más importante, someter a su voluntad al espíritu máquina de una reliquia tan sagrada y antigua, fue un duro golpe a la moral de la cruzada.
Su vacilación duro poco, ya que las inmensas armas de la Fidelitas Lex abrieron fuego. Golpeando fuertemente a todas las naves que tuvieron la desgracia de estar en su camino.
Los escudos aguantaron por la divina gracia del Emperador, pero difícilmente los escudos de vacío de la flota, podría soportar otra andanada similar.
Solar Macharius maldijo al "Hijo Traicionado" antes de ordenar una retirada masiva. Saltarían a uno de los mundos ya conquistados, y se harían fuertes allí.
Todas las naves comenzaron los procedimientos para saltar a la disformidad de emergencia, y por fortuna ninguna de las armas de la Fidelitas Lex parecía estar preparándose para atacar de nuevo.
-Volveré. –Juro Solar Macharius, mientras observaba la inmensa nave frente a él. –Y te liberare.
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Gabriel era uno de los millones de soldados que estaban destinados a formar parte de la trampa qué se cerraría sobre los atacantes de su reino Ultramar. Su deber era esconderse en uno de esos inmensos búnkeres que habían sido enterrados bajo kilómetros de piedras, hasta que la señal se diese, momento donde saldrían, y sabotearían toda la línea de suministros Imperial.
Para cumplir esta tarea a Gabriel se le había entregado una nueva armadura, de igual forma un arma láser. Gabriel no creía que estas nuevas armas o armadura, bastasen para cumplir su tarea, aun así, la potencia de la nueva armadura fue un factor clave en sus ataques para sabotear la línea imperial, y el nuevo rango de su rifle láser mantuvo a esos perros imperiales a más de 10m de su tarea de tiro óptima. Tal vez 10m en papel no significasen nada, pero en el campo de batalla 10m era un área de muerte segura.
Gabriel siguió las órdenes que se su superior le dejó, atacar rápido y fuerte a las instalaciones tomadas por los imperiales, antes de esconderse en el búnker más cercano, ninguno de estos ataques duró más de 2 horas, y ninguno de tus ataques se realizó en el mismo lugar y por el mismo equipo.
El éxito de esta operación consistía principalmente en evitar un enfrentamiento abierto contra los marines espaciales de las legiones leales al imperio, además de destruir toda la infraestructura posible antes de escapar bajo tierra.
Las tropas imperiales los superaban en un margen de casi mil a uno, razón por la cual los leales a Ultramar se vieron en la necesidad de recurrir a nuevas tácticas.
Varios marines espaciales de diversas líneas genéticas fueron desplegados en los túneles con órdenes de cazar a los saboteadores, lamentablemente para estos marines espaciales los túneles no estaban construidos pensando en su inmenso tamaño. Obligando a todos y cada uno de los marines a arrastrarse por el suelo si planeaban avanzar.
Cuando los leales se dieron cuenta de que los marines no podrían limpiar los túneles trataron de volarlos con explosivos, lamentablemente cada búnker tenía miles de salidas alternativas, todas interconectadas, todas independientes, todas ocultas a simple vista.
Sin posibilidad de limpiar los túneles o de explotar los bunkers, los imperiales se vieron en la necesidad de enviar escuadrones enteros de sus propias tropas, en un esfuerzo de eliminar a los saboteadores.
Miles de leales se perdieron en las catacumbas, olvidados bajo el suelo. Y cuando una patrulla de caza amenazaba con llegar a un bunker, las cargas de terminación se encargaban de que ninguno de ellos regresase con vida.
La batalla bajo la superficie del planeta no debió durar más de 2 meses, meses en los cuales los imperiales sufrieron bajas terribles, mientras los saboteadores, destruían todo lo que no pudiesen robar.
La cadena de suministros se vio finalmente interrumpida, paralizando la cruzada obligando a los imperiales a gastar considerables cantidades de recursos y personal en una búsqueda qué no daría frutos. Los leales a Ultramar habían creado su red de túneles y búnkeres con paciencia y dedicación, no había una sola zona en todo el planeta a la cual ellos no pudiesen llegar.
La guerra pasó a ser una lucha por la supervivencia, una donde las mal preparadas tropas imperiales no podrían ganar.
Miles de escuadrones atacando en toda la superficie del planeta, cientos de objetivos distintos, todo de forma coordinada, no había forma de que los imperiales pudiesen soportar eso.
Los Imperiales intentaron acabar con los saboteadores al bordearon la superficie del mundo con todo lo que tenía, el paisaje del mundo nunca volvería a ser el mismo, y ni así lograron eliminar a los leales a Ultramar.
En su desesperación, cuando los Imperiales lograban capturar a cualquier miembro de los equipos de sabotaje, los torturaban, asegurándose de transmitir sus gritos por todos los canales de Vox posibles, pero esta acción lejos de desanimar a los saboteadores, los impulsaban a luchar con mayor determinación.
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Era extraño hacer un discurso donde no se incluyesen la tan característica alusión a la supuesta divinidad de su padre, después de tanto tiempo haciéndolo se sentía muy raro, y de alguna forma, también se sentía natural, como si esta fuese realmente la forma en que las cosas siempre debieron ser hechas.
Roboute Guilliman sabía que sus hermanos habían llegado, la guerra por fin había comenzado, y no había nada que pudiese hacer para evitarlo.
Millones ya deberían estar muriendo en estos momentos, y millones más morirían en las próximas horas. Y, aun así, esta guerra no significaba nada, era un desperdicio, todos los recursos que sus hermanos habían traído para garantizar la destrucción de su reino, deberían estarse usando en enfrentar al verdadero enemigo, no siendo desperdiciados en una cruzada de castigo, que poco o ningún beneficio le otorgaría al Imperio a largo plazo. Pero así era la humanidad, y de alguna forma Roboute no podía sentir otra cosa que orgullo, al saber que el mismo era humano.
Los errores de la humanidad, eran sus errores, sus aciertos, sus virtudes, sus carencias, sus vicios, no importaban, él era un humano, si un humano excepcional, pero un humano, al fin y al cabo, y él no cometería el mismo error que su padre o sus hermanos, él nunca fue más o menos que eso: Él era un humano.
Roboute se levantó se su asiento, listo para enfrentar a sus hermanos. Listo, para demostrarle a la galaxia, que la humanidad seguía siendo tan indomable, como cuando no eran más que un pequeño grupo de cavernícolas acosada por millones de depredadores.
La humanidad era el valor hecho carne. La humanidad era la única facción en toda la galaxia que no se rendiría hasta que muriese su último habitante, lucharían hasta que las balas se les acabasen, y una vez ya no tuviesen balas, cargarían de frente, con la bayoneta bien atada a la punta de su cañón.
Por eso los Eldars les temían.
Por eso los Dioses del caos los anhelaban.
Por eso ninguna otra facción de la galaxia podría alguna vez reclamar la galaxia.
La humanidad era su dueña, y nadie podría quitarles ese derecho.
No los Necrones con su odio milenario a toda forma de vida.
No los Eldar con sus poderes psíquicos.
No los Orkos con su brutalidad descontrolada.
No los Tiramidos con sus inagotables números.
No los dioses con sus interminables promesas y engaños.
Nadie podría reclamar esta galaxia, esta galaxia pertenecía a los humanos, y solo ellos podían gobernarla.
Y por eso ya era hora de que la humanidad volviese a estar unida, bajo un único líder.
Guilliman avanzo unos pasos, y se paró frente a un Holo proyector, estaba listo para pronunciar su discurso, un discurso que sin lugar a dudas sacudiría toda la galaxia.
"Hijos míos, habitantes de Ultramar, y porque no, sirvientes de mi padre o mis hermanos caídos.
En esta oscura hora, me dirijo a ustedes con nada más que la verdad.
Lo que está pasando en la galaxia no es culpa de la humanidad. La culpa de esta interminable guerra recae en mi padre quien no nos contó la verdad sobre los seres que habitan más allá del velo de la oscuridad.
También yo soy culpable, al no poder ver más allá de lo evidente, al confiar sin cuestionar en las palabras de un emperador dorado, que con palabras aseguraba no ser un dios, mientras que con sus manos podía remodelar totalmente la forma de un planeta entero. El peso de mis errores es grande en verdad, y por eso mismo, no puedo rendirme.
Esta eterna guerra ya se ha cobrado una cantidad incalculable de vidas, hombres y mujeres, cuyos nombres ya han sido olvidados. Y aun así hará falta el sacrificio de millones más antes de que la humanidad pueda reclamar una paz duradera.
Talvez para muchos ese sueño de una paz, suene a una utopía imposible de conseguir. Pero déjenme decirles que tal sueño no es imposible.
Hace más de 10 000 años yo mismo luché por conseguirla, desafié a monstruos que espero jamás tengan que conocer, enfrente a seres tan grandes que me hacían sentir como un pobre insecto atrapado en una tormenta, luche contra criaturas que no podía ver o tocar, pero que podía sentir cuando sus garras desgarraban mi alma. Luche, contra los horrores de la vieja noche, y mucho más. Y por eso les digo que el sueño de una paz duradera, no es un sueño imposible, no es una amarga fantasía, ni es un mito que les contamos a nuestros hijos antes de mandarlos a dormir.
Asegurar un futuro en paz es el único motivo real por el cual vale la pena levantar las armas. Y hoy luchamos por eso mismo.
Luchamos por nuestros hogares, luchamos por aquellos que nos esperan en casa, y luchamos por aquellos que ya murieron defendiéndonos.
Luchamos porque como humanos que somos, no nos conformaremos con ser el juguete de algún patético dios, o la comida de un maldito Xeno.
Por mucho tiempo el destino de la humanidad se ha visto oscurecido por nuestros enemigos, por más de 10 000 años los enemigos de la humanidad han tratado de destruirnos, y pese a estar asediados por todos lados, la humanidad ha resistido.
Por eso les digo que esta guerra que está a punto de comenzar, solo es el primer reto que tendremos que enfrentar antes de poder asegurar un futuro, donde nuestros descendientes puedan vivir, sin el temor a lo desconocido, sin que dioses locos quieran corromper sus almas, o que los asquerosos xenos quieran alimentarse de nuestro sufrimiento.
Hoy nos levantamos, con un nuevo juramento.
Nosotros unificaremos a la Humanidad, y haremos retroceder a las sombras de la superstición y la ignorancia, que por más de 10 000 años han consumido a nuestros hermanos."
El discurso era pomposo y carente de esa elegancia sobrenatural que sus hermanos Sanginius o Horus podían imprimir en sus palabras, aun así, Roboute estaba satisfecho. Este discurso era todo lo que se necesitaba para unir a Ultramar en un único objetivo, y declarar sus intenciones al resto de la galaxia.
Sus hermanos seguramente comprenderían sus intenciones, los xenos igualmente.
Era el momento de iniciar una nueva cruzada, con el objetivo de unificar de una vez por todas a la humanidad.
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Miles de millones de nunca nacidos se rieron al escuchar las palabras del 13vo, y su risa era tan estridente que era completamente imposible escuchar otra cosa que sus interminables burlas. Mientras que los únicos que no rieron eran los señores a los que esos seres servían.
Una declaración similar ya había ocurrido, hace ya más tiempo del que ninguno de los nunca nacidos pudiese recordar, y, aun así, los dioses aun podían sentir como sus heridas quemaban, heridas que jamás sanarían, todas ocasionadas por un único ser que se atrevió a autonombrarse El Emperador de la humanidad.
Por unos interminables momentos, los cuatro tragaron saliva. Sabían que el 13vo no tenía el poder o el conocimiento de su padre, aun así, había autoridad en esa declaración, en ese propósito, de unir a toda la humanidad bajo su mando.
Khorne fue el primero en reaccionar. Sus heridas quemaban más que a cualquiera de sus hermanos, y sin duda era quien más odio le guardaba al Anatema. Levanto su inmenso guante, listo para ordenar a sus huestes un ataque total sobre el plano mortal.
Pero Slannesh intervino, aprovechando el descuido de su hermano, lanzo una fuerza de invasión sobre los desiertos de la sangre. No solo ella. Nurge y Tzeentch tampoco se quedarían atrás, y lanzaron a sus huestes sobre su distraído hermano.
De un momento a otro las risas de los nunca nacidos fueron reemplazadas por el sonido de la interminable guerra.
Khorne maldijo a sus hermanos antes de lanzar sus tropas en un vano intento para recuperar lo perdido.
Una nueva guerra entre los cuatro poderes mayores de la disformidad comenzó nuevamente.
Guerra que los obligaría a apartar su atención de los hechos que ocurrían en el plano mortal.
Mientras que el inmaterium era consumido nuevamente por una inútil guerra. En el plano mortal, se estaban llevando a cabo hechos, que cambiarían para siempre a la galaxia, y que alterarían la distribución de poder en todos los planos existentes.
Todo mientras Slaanesh sonreía de oreja a oreja, sabiendo que la declaración del 13vo solo podía beneficiarla a ella. Además de que la promesa que ella mantenía con el hijo del Anatema, lo obligaba a realizar un acto tan trascendente, tan importante, tan relevante. Que ella se vería obligada a aplaudir hasta con los pies.
Esa declaración no era ese acto, pero se acercaba bastante.
Hola a todos, lamento la tardanza, pero la verdad es que este capitulo tuve que escribirlo y reescribirlo varias veces, e incluso esta versión no me convence del todo, pero esta cerca de lo que quería.
espero este capitulo sea de su agrado, y no se olviden comentar si tienen sugerencias o algo parecido.
bye
