21

El primer mes juntos resaltó la importancia del trabajo en equipo, pero también salieron a flote todos los inconvenientes para alcanzarlo. La personalidad reservada y tímida de Athena podía jugar a favor o en contra, dependiendo de la situación. A veces se necesitaba más proactividad, aunque con lo autoritario que se comportaba Kenji con ella, era casi imposible serlo.

La tercera misión de esa semana, tal como habían sido las dos primeras, era de rango D; los habían enviado a una granja, a desyerbar los jardines y limpiar los establos. Kenji estaba echando humo de la ira. Y entre más frustrado se sentía, más agresivo se comportaba con Athena. La única que podía controlarlo era Aya. Athena no comprendía de qué se quejaba Kenji; ella no tenía ningún problema con esas misiones, hasta se divertía haciéndolas, y el pago que recibía tampoco estaba mal.

—Athena, ve a apilar las pacas de heno en el establo —le ordenó Kenji.

Aya pausó su trabajo y lo miró.

—Iré a ayudarla.

—¡No! —replicó él con tono seco.

—Kenji, ese no es un trabajo para una sola persona.

—Soy el capitán. Aquí se hace lo que yo diga.

Athena suspiró. Era mejor hacer lo que ordenaba sin rechistar. Además, no quería que se pelearan por su culpa.

—G-gracias, Aya —dijo con una sonrisa tranquilizadora—. No te preocupes, trataré de hacerlo sola.

Su compañera no parecía menos preocupada, pero asintió.

Athena se dirigió al campo, las pacas estaban repartidas por todo el terreno. No sabía a ciencia cierta cuántas había, pero serían al menos unas cinco docenas. Ya había trabajado antes en granjas, así que esta clase de tareas no le eran desconocidas.

Miró las pacas, se veían pesadas. Si quería agilizar el trabajo, tendría que llevar al menos dos en cada viaje al establo; aunque su fuerza y resistencia habían aumentado con el entrenamiento, no estaba segura de si podía hacerlo. Alzó una y, para su sorpresa, estaba más liviana de lo que había pensado. Se puso una en el hombro y la otra la agarró por la cuerda con la que estaba atada. Cada viaje lo hacía a un ritmo lento pero sin pausa. Cuando ya casi estaba por terminar, Kenji y Aya se acercaron; la chica tenía una expresión de perplejidad, él parecía más furioso.

Ren apareció por el otro lado.

—Athena, ¿trajiste todas esas pacas tú sola? —preguntó sorprendido.

—Sí, ¿por qué?

¿Qué les pasaba? ¿Qué era lo que les sorprendía tanto?

—Pues… —Ren se acercó y trató de llevar dos pacas al tiempo, pero no pudo. Miró a Athena y estiró la mano para tocarle los bíceps—. Caramba, chica, ¿con qué te alimentan?

—No están bien puestas. Organízalas de otra manera —la voz de Kenji sonaba tensa.

—Yo las veo bien acarreadas —apuntó Ren con inocencia.

—Pues a mí no me parece —insistió Kenji.

—Kenji, no lo hagas —advirtió Aya.

—¿Acaso no ves que es por su culpa que hoy estamos trabajando aquí? —dijo él con dientes apretados.

—No comprendo tu posición. Aunque nunca fuimos especialmente felices con nuestras misiones, siempre lo hacíamos en equipo y con buena actitud. ¿Qué es lo que te pasa? —Aya parecía cansada.

—¡Ella es lo que me pasa! —gritó Kenji mientras señalada a Athena con el dedo índice.

Athena ya no pudo guardar más silencio. Siempre había sido enemiga de los conflictos, y cuando la molestaban, los ignoraba; pero esto no estaba bien, esa situación los estaba haciendo miserables a todos.

—¿T-todo esto es porque te vencí? —aunque tenía los nervios a flor de piel, trató de sonar tranquila. La voz le tembló un poco.

La Athena de antes de venir a Konoha habría hecho todo lo posible por huir de la situación, su timidez no le habría permitido pronunciar palabra, pero tenía que encontrar la manera de que el trabajo en equipo funcionara, tal como le había encomendado la Hokage.

Kenji frunció el ceño y apretó la mandíbula.

—Eres la consentida de la Hokage, ¿cómo no ibas a ganar?

—Eso no tiene lógica. En ese campo de batalla solo estábamos tú y yo. D-deja de comportarte como un niño —no sabía de dónde le había salido ese último comentario.

Kenji se acercó más y se inclinó, su cara al nivel de la de ella.

—¿Cómo te atreves a hablarme de esa forma?

Sin retroceder ni desviar la mirada, Athena replicó:

—El respeto es bidireccional. Si quieres que te respete como mi superior, entonces muéstrame respeto como tu compañera y persona que está a tu cargo. —Vaya, esa audacia era nueva en ella.

—¡Desgraciada! —Kenji la agarró por las solapas de la chaqueta—. Te convertiste en shinobi porque la Hokage no puede ver más allá de sus narices. —La empujó y la hizo caer de nalgas al suelo.

—¡Kenji! —gritó Aya.

—¿Qué te pasa? —Ahora Ren sí se oía preocupado.

Athena sintió la ira estallar en su interior. ¿Cómo se atrevía a decir algo así de lady Tsunade? Que se metiera con ella era una cosa, que pusiera en duda el profesionalismo y capacidad de liderazgo de la Hokage era otra.

Se puso de pie como un resorte y se plantó frente a él.

—No te voy a permitir que le faltes al respeto a lady Tsunade —su voz sonaba ronca.

Aya se paró en medio de los dos.

—Por favor, chicos, no se peleen. Esto no está bien. Kenji, cálmate. Athena… —No llegó a terminar la frase, pues lo que iba a decir murió en sus labios en cuanto posó la mirada en ella.

—Si lo vuelves a hacer —gruñó Athena—, no me va a importar que seas mi capitán. Lady Tsunade es la persona más inteligente, noble, justa y dedicada que he conocido, ¡no te atrevas a poner en duda sus habilidades como Hokage!

Apretó los dientes. Tenía tantas ganas de partirle la cara, de hacerlo arrepentir de haber pronunciado aquellas palabras tan irrespetuosas, de llevarlo a rastras ante la presencia de lady Tsunade para que le pidiera perdón de rodillas. Sin embargo, sus violentos pensamientos se detuvieron cuando se fijó en la mirada de consternación de Aya y en lo quieto que se había quedado Kenji. Tomó una bocanada de aire para calmarse. No estaba acostumbrada a dejarse llevar por la ira. Dio un paso atrás y relajó el cuerpo.

—Oye… —empezó su compañera con precaución—, ¿estás bien?

Athena la miró.

—S-sí. M-me disculpo por esto. —La sensación de culpabilidad y vergüenza la estaban alcanzando.

Sintió una mano en el hombro.

—No te preocupes. Esto lo provocó él. —Ren hizo un gesto con la cabeza hacia Kenji.

Kenji aún guardaba silencio. Parecía estar analizando la situación y sopesando qué decir.

—No debí haber dicho eso de la Hokage. —No era exactamente una disculpa, pero al menos estaba aceptando el error—. Vamos a terminar el trabajo para que podamos irnos a casa.

El camino de regreso a la aldea fue un poco incómodo. Todos estaban en silencio. Sin embargo, cuando divisaron las puertas de Konoha, Aya pausó sus pasos y volteó a verlos.

—Chicos, no podemos continuar así. Debemos hacer algo para mejorar esta dinámica. —Miró a Kenji—. Si vuelves a hacer algo como lo de hoy, me quejaré con lady Tsunade. —Luego se fijó en Athena—. No te culpo por perder los estribos, Kenji se lo estaba buscando; lo que sí te pido es que trates de ser más firme y de hablar de lo que no te guste, así no explotarás como lo hiciste hoy.

Athena bajó la mirada, se sentía culpable. Si bien no había sido ella la busca pleitos, si hubiese puesto límites desde el inicio, quizá no habría ocurrido eso.

—No volverá a ocurrir —prometió Kenji.

—Eso espero. —Aya reanudó la caminata.

Después de darle el reporte a lady Tsunade, su compañera le pidió si podían hablar a solas.

Se sentaron en una banca cerca del riachuelo que atravesaba la aldea.

—Athena, necesito preguntarte algo.

Athena tragó saliva y asintió.

—Cuando estabas discutiendo con Kenji —empezó Aya—, de un momento a otro, apareció un brillo púrpura en tus ojos. Nunca había visto algo así. Creo que Kenji se asustó, aunque jamás lo aceptaría. ¿Hay algo que quisieras compartir con nosotros?

Ah, ahora entendía por qué su compañera tenía esa expresión de perplejidad y Kenji se había quedado petrificado.

—¿Tú también estabas asustada? —preguntó Athena con aprensión.

Aya se pasó la mano por el cabello.

—Bueno, no voy a mentir y decir que no. Te veías atemorizante.

Athena bajó la mirada.

—L-lo siento —susurró—. Y con respecto a tu pregunta, no tengo una respuesta. Es algo que ha pasado un par de veces, pero aún estamos investigando qué es.

—¿Estamos? ¿Quiénes?

—La Hokage y yo.

—Comprendo. Solo quiero que sepas que puedes compartir con nosotros lo que te pasa. Sé que apenas llevamos un mes juntos, pero si queremos una buena unión entre nosotros, debemos ser sinceros.

—P-por supuesto.

Aya se puso de pie.

—Bien. —Se estiró—. Estoy agotada. Necesito un buen baño y una larga noche de descanso. —Sonrió—. Tú también descansa, ¿vale?

—Claro —le devolvió la sonrisa.

Siguió a su compañera con la mirada . Se sentía agradecida de estar en ese equipo: Aya y Ren eran buenos compañeros. A pesar del poco tiempo compartido, habían sido amables y de verdad querían que se sintiera bienvenida. Le gustaba lo directa y diplomática que era Aya, y lo divertido y tranquilo que era Ren.

Miró al cielo y suspiró. Ojalá algún día también pudiera decir algo positivo de Kenji.