trouvaille: del frances, hallazgo fortuito o valioso.

Avatar: la leyenda de Aang NO me pertenece.

[Katara]

Katara siempre habia sido muy protectora.

Especialmente con quienes eran débiles e indefensos. Si algo era seguro, es que ella jamás daba la espalda a alguien que la necesitara. Y, también, era muy valiente.

Debia serlo desde que habia abandonado su hogar en el Polo Sur junto a su hermano para emprender una busqueda.

La guerra habia comenzado hacía cien años, y habia arrasado con casi todo a su paso. Su padre, el Jefe Hakoda, decidió que debia ayudar a derrotar la tiranía de la Nación del Fuego, y junto a una flota de hombres de su Tribu, se marcharon hacia el horizonte con el fin de unirse a las tropas aliadas.

Seis años después, la guerra continuó y su padre no volvió. Sin saber nada de él hacia meses, Katara y Sokka tomaron la decisión de ir en su busqueda.

Pasaron peligros inimaginables, bosques espesos, y tundras escalofriantes. Durmieron en cuevas abandonadas y en pantanos lodosos, hasta escudarse temporalmente en algun pueblo. Finalmente, llegaron a la tan temida Nación del Fuego.

Habian oido que se habian llevado prisioneros a un grupo de guerrilla de la Tribu Agua, y Sokka y ella supieron de inmediato que se trataba de su padre y sus hombres. Encayando en un pueblo costero, en las fronteras de la Nacion del Fuego, se encubrieron con identidades falsas y se hicieron pasar por niños huerfanos de las colonias.

Kirashi se llamaba aquel lugar.

Era lo mas lejos que habian llegado. Tenian que recomponer fuerzas y elaborar un plan de como colarse en la espeluznante Roca Hirviente, la prision donde se encontraba Hakoda. Asi que mientras tanto, se esconderian allí.

La campana sonó y Katara se puso de pie. Ingresó al salón y ocupó su lugar correspondiente.

El Instituto Elemental de Kirashi. Aun no se terminaba de acostumbrar de todo a aquella escuela, pero los policias la habian descubierto deambulando en el pueblo un día y la obligaron a asistir. Sokka estuvo de acuerdo para no levantar sospechas, asi que ahi estaba, rodeada de enemigo.

Tenia que ser cuidadosa para no ser descubierta.

―Buenos dias, alumnos―la estricta profesora entró al salón, tan recta e inexpresiva como siempre.

―Buenos dias, profesora―saludaron en unísono.

―El día de hoy...

De repente, las puertas de aquella habitación se abrieron de par en par, dejando ver a dos policias. Katara se alertó de inmediato.

¿Acaso vendrían por ella? ¿Habia cometido un desliz y se habia revelado a si misma? ¿Cuando, dónde? No, eso no importaba, tenia que salir de ahi y buscar a Sokka. ¡Sokka! Oh, Espiritus, rogaba que él estuviera bien.

Pero entonces, sus pensamientos erraticos y veloces se vieron interrumpidos por un muchacho.

Un chico de su edad, o quizas un poco mas joven, fue empujado desde detras de los guardias y obligado a entrar.

El salón entero se quedó en silencio. La profesora se acercó al niño nuevo, ansiosa de una nueva mente para moldear. El muchacho hizo una broma respecto a ello y Katara arqueó una ceja. Eso habia sido bastante ocurrente.

―Espera un momento―exclamó repentinamente la maestra―. ¡Tú no eres de la Nación del Fuego!

El cuerpo de Katara se tensó, su ceño torcido en confusión. ¿Acaso era un espía? ¿Un niño militar del Reino Tierra o algo así? Habia oido de ellos pero nunca pensó que habría uno tan joven en sus filas...

Katara vió cómo la profesora se acercó a pasos rapidos y certeros al muchacho, quien se habia quedado congelado. La tensión en el ambiente era palpable, el latir le arremetía contra el pecho. Quería poder ayudar a aquel chico, se veia tan flacucho e indefenso, pero si lo hacía se pondría en peligro inutilmente.

Debia calmarse, mantenerse serena y actuar con normalidad o la descubririan a ella también.

―Claramente eres de las colonias―finalmente la profesora terminó de pronunciar.

―¡Si... de las colonias!―afirmó el chico―. De las que tiene la Nación del Fuego en el Reino Tierra.

Oh, entonces si es un hijo de la Nación del Fuego...

Los soldados se marcharon y finalmente Katara pudo soltar el aire que no sabia que estaba conteniendo y... ¿acaso vio que él tambien hizo lo mismo?

La profesora le regañó sus modales y le indicó que debia hacer una reverencia como saludo.

Entonces, sucedió.

Sus miradas se encontraron por unos segundos. Él parecia buscar ayuda, una guia, pero al encontrarse con ella, pareció admirarse.

Sus labios se entreabrieron y aquellos orbes plateados, tan poco comunes y extravagantes, la observaron por lo que pareció una eternidad.

Katara sintió el calor subiendo por sus mejillas ante la atenta mirada del muchacho y aún mas cuando él le dedicó una pequeña sonrisa. Ella estaba a punto de enseñarle la reverencia que debia hacer, cuando de pronto, él quitó su vista de encima de ella y la trasladó a la muchacha del asiento diagonal a ella.

Era Onji.

Ella le enseñó como colocar sus manos y él la imitó.

Por alguna razón, Katara rodó los ojos.

―De acuerdo, ¿cuál es tu nombre?―preguntó la profesora luego de un par de palabras mas intercambiadas con el muchacho―. ¿O prefieres que te llamemos "mocoso maleducado de las colinas"?

Él soltó una risita divertida.

―Puede llamarme asi si quiere―aseguró con humor. Mas, ante la expresion severa de la maestra, dijo―. Oh...eh... Kuzon―enfrentó entonces a la clase―. Mi nombre es Kuzon.

Katara guardó aquel nombre cariñosamente en su memoria.

[...]

La campana sonó y con ello el fin del día escolar llegó.

Katara guardó su cuaderno en su bolso, aunque poco habia alcanzado a anotar. Se habia distraido demasiado durante la clase observando de reojo al nuevo muchacho.

Kuzon se habia sentado en el asiento al lado suyo, en la fila paralela a ella. Él le habia dedicado una sonrisa amable y ella se la habia devuelto, pero nada más. Por ahora.

Le habia parecido inevitablemente atractivo.

Tenia una piel lechosa, unos ojos hipnotizantes y una sonrisa tan encantadora... No parecia demasiado musculoso, y sus hombros aun se estaban desarrollando. Tui y La, en realidad él todavia seguia siendo un niño fisicamente. Y aunque ella tambien, no pudo evitar sentir un cosquilleo en el estómago al verlo.

Al salir, logró divisarlo al medio del patio. Katara sujetó con fuerza la correa de su bolso, armandose de valor para ir a hablar con él.

Sin embargo, justo entonces, vio a Onji aventajarla y charlando con él. Kuzon sonreía alegremente en su compañia.

De pronto sintió una presión oprimirle el pecho y su agarre se soltó.

―Soy una tonta―se susurró a si misma y se marchó a largas pero firmes zancadas de aquel lugar, ignorando por completo el hecho de que Kuzon habia querido hablarle al verla pasar justo después de haber terminado su charla con Hide.

[Aang]

La Nación del Fuego era muy distinta a lo que él habia recordado. Se habia convertido en un lugar hostil y severo. Parecía que los bailes y festivales que solian celebrar en cada pueblo, repletos de musica, lamparas y fuegos artificiales, habian quedado olvidados muy atras en el tiempo.

Ahora, su unica alegría era cada pequeña o gran batalla ganada en la guerra.

Aquel día, aún en desacuerdo con su mejor amiga y Maestra Tierra, Toph, regresó a la escuela y volvio a escabullirse como un alumno recien mudado de las Colonias.

Le gustaba aquella pequeña dosis de normalidad. Le permitia escapar aunque sea brevemente de su destino.

Destino que pronto tendria que cumplir.

Sin embargo, cuando la campana sonó y la puerta del salón se cerró, no la vio.

Se giró preocupado y extrañado hacia el pupitre vacio a su lado.

Ella no vino a clases hoy.

Habia visto a aquella muchacha ayer cuando los guardias lo empujaron dentro del salón. Habian cruzado un par de miradas, pero eso fue suficiente como para que Aang se quedara perdidamente flechado por ella.

Las mejillas se le encendían de carmin ante el recuerdo de como habia quedado hipnotizado por su belleza durante unos segundos, que él sintió como una satisfactoria eternidad.

Sus ojos eran del azul mas precioso que jamas habia visto, y brillantes como el diamante mas fino del Reino Tierra. Su piel era azabache, tersa y tan suave a la vista. Sus labios eran levemente carnosos, y él tuvo que morderse los propios para evitar lanzarse y saborearlos a gusto.

Porque eso es lo que ella le provocaba.

Esos impulsos primitivos y enamoradizos que él nunca jamas habias sentido antes. Porque él era un monje, y nunca antes se habia enamorado de nadie.

Hasta que la conoció a ella.

El dia anterior fue incapaz de intercambiar alguna palabra con ella. Su timidez, y parte de su nueva rutina de su estricta escuela, no dio ocasión. Esperaba tener la oportunidad de acercarse a ella hoy, mas sus esperanzas fueron quebradas tal cristal al darse cuenta que Katara no estaría presente ese día.

El muchacho se mantuvo desilusionado durante el resto de la hora.

Hasta que la campana que daba inicio a la siguiente clase sonó.

El profesor, al parecer llamado Kei, ingresó al aula. Luego de asignarle un instrumento y un lugar en la orquesta, la puerta se abrio estrepitosamente.

Y entonces, su corazon volvió a latir.

El mundo se llenó de color nuevamente cuando vio entrar a aquella muchacha que tanto le gustaba.

Venia respirando agitadamente y su cabello llevemente despeinado por el viento señalaba que habia estado corriendo.

Sus mejillas acaloradas, su boca entreabierta, sus grandes orbes azules brillando con intensidad... Espiritus...

Se ve tan hermosa.

―¡Señorita Fuego!―la reprendió el maestro con severidad. Todos los ojos del salón puestos sobre ella―, ha llegado tarde.

―Me disculpo, señor profesor―murmuró avergonzada.

El profesor hizo una mueca, pero ante el comportamiento arrepentido de la muchacha, mostró clemencia. Como castigo, le asignó el unico instrumento libre y le ordenó que se sentara al lado de Kuzon.

¡Ese era él! O bueno, su nombre falso, pero aun asi era él.

Aang estaba a punto de saltar sobre un pie de la felicidad. Katara tomo asiento a su lado, tan solo a centimetros de distancia, y el latir se le aceleró a galopadas.

Esta era su oportunidad, debia decirle algo.

―Hola, Katara―la saludó, acercandose un poco.

La muchacha lo miró desconcertada.

―¿Cómo sabes mi nombre?―cuestionó con dureza.

Buen trabajo, Aang. No dijiste dos palabras y ya metiste la pata.

―Yo, uh...―estiró el cuello de su camisa―, le pregunté a Onji como te llamabas.

Aang notó como los dulces labios que tanto se moria por probar se arrugaban levemente en una mueca al pronunciar el nombre de la chica. Entendió entonces que seguramente a ella no le agradaba mucho.

―Mi nombre es...

―Kuzon―completó ella, tomando desprevenido al muchacho―. Te escuché ayer―le dedicó una sonrisa―, es un gusto conocerte.

Le ofreció su mano, y con una sonrisa, él la estrechó.

―¡Atención!―el profesor habló―. El día de hoy vamos a practicar el himno nacional a nuestros Honorable Señor del Fuego Ozai, preparen sus instrumentos. Desde la segunda estrofa y... uno, dos, tres...―indicó, guiando con su batuta.

―Note que esta mañana no viniste a la primera clase―le susurró él crca del oido, entre medio del barullo de notas―. ¿Está todo bien?

Katara asintió, pero no le dio mayor detalle.

―¿Así que eres de las colonias?―ella cambió habilmente de tema―. Es bueno conocer a alguien que proviene del mismo lugar que yo.

―¿Quién?... ¡Ah, si! Jeje―se rascó el cuello―. Soy de las colonias en el Reino Tierra... Yu Dao. Ahi es donde nací―mintió―. ¿Y tú?

―Yo provengo de una pequeña colonia en la costa sur del Reino Tierra―afirmó―. ¿No extrañas tu tierra, Kuzon?

―No realmente. Al principio no estaba entusiasmado por venir aqui, lo admito. Pero al final creo que fue una buena decisión―aseguró―. Allí no hay chicas tan lindas como tú―se encogió de hombros, luciendo casual, aunque sus mejillas teñidas de rosado lo acusaron.

De reojo vio cómo la chica lo observó sorprendida y el calor aleteó hasta su rostro. Su boca se abrió pero no dijo nada. Aang temió haberlo arruinado por completo, asi que se apresuró a una estrategia salvadora.

―¿Te gustaría ser mi amiga?―preguntó atropelladamente.

Aunque lo que quería él realmente era ser su novio.

Sin embargo, podia intentar conquistarla siendo primero su amigo, ¿no?

Katara parpadeó un par de veces antes de responder.

―Claro, me encantaría―murmuró.

Ambos se miraron sonriendo.

Durante la clase, Aang tocó el instrumento de manera demasiado entusiasta para el estandar de la Nacion del Fuego, provocando que el profesor le llamara la atención. Él le explico que lo que hacia era bailar, y aunque sus compañeros se rieron, lo unico que le importó fue ver que Katara sonreia divertida.

No de manera burlesca, sino de forma encantadora. Y cuando la orquesta retomó la practica, vio cómo ella movia sus pies bailando al compas con él disimuladamente.

Aang no pudo evitar sonreir completamente enamorado.

[Katara]

Tras finalizar la última clase del dia, era hora de regresar a casa con Sokka. Aquella mañana lo habia dejado en casa, habia huido de una persecución nocturna con los guardias, pero por suerte habia salido... medianamente ileso. Solo un par de rasguños que ella habia curado al amanecer.

Kuzon le dijo que la esperaria afuera mientras ella terminaba de guardar sus cosas y entregar la tarea a la profesora.

Sin embargo, apenas cruzó el umbral, escuchó gritos provenientes del centro del patio.

―¡Nadie le enseña cosas a mi novia, especialmente a moverse!―y entonces, Hide se dispuso a golpear a Kuzon.

Katara se llevó las manos a la boca. No obstante, Kuzon salió ileso.

Habia evadido el puño de Hide con gran habilidad. Los vitoreos no tardaron en entonar, y la Maestra Agua notó como aquel muchacho lograba burlar todos y cada uno de los golpes del bravucón.

Pero ella no se quedaría sin hacer nada. Fuese lo que fuese, Katara sabia que Hide era busca problemas y adoraba maltratar y golpear a los que eran mas indefensos y debiles que él.

No permitiría que se aprovecharan de nadie y mucho menos de Kuzon.

Justo cuando Hide estaba a punto de estrellar su mano en el rostro de Kuzon, él fue librado. Pero no por la agilidad del menor, sino porque Katara lo tomó de sorpresa y lo empujó con todas sus fuerzas a un lado.

―¡Dejalo en paz, idiota!―bramó la morena.

Todos se quedaron pasmados, viendo con admiración y sorpresa como una chica habia derrotado al grandulón de Hide.

El mayor la vió con rabia desde el suelo, sabiendose humillado.

―¡¿Que te sucede?! ¡Él estaba coqueteando con mi novia!―ladró Hide.

―¡Kuzon no estaba haciendo eso!―miró a Kuzon―. ¿Lo estabas?―Kuzon lo negó fervientemente―. ¡Ya lo oiste! No te quiero volver a ver cerca de él, ¿entendiste? ¿Por qué mejor no controlas mejor a tu noviecita para que no coquetee con el mío? En vez de estar aquí haciendote el macho y querer golpear a Kuzon.

Luego, tomó a Kuzon de la muñeca y lo arrastró con ella.

[Aang]

Estaba asombrado. Mas que eso, estaba admirado. ¡Katara era increible!

Cuando vio que ella lo defendió con tanta valentia y grandeza, realmente sintió que se enamoró un poquito mas de ella. ¡Lo habia defendido! Y protegido. Y ahora, lo habia sujetado de la muñeca y lo guio fuera de la escuela de forma tan heroica.

La amo.

―Creo que estamos a salvo―dijo ella de pronto, deteniendo su andar.

―Wow―fue lo unico que su cerebro logró emitir, completamente embelesado por aquella muchacha tan atractiva―, eres genial, Katara.

―¿Eh?―Katara se sonrojó timidamente y llevo su otra mano a un mechon de su cabello―. Eso es muy amable de tu parte, Kuzon, pero realmente no fue nada...

―¿Bromeas? ¡Estuviste fantastica!―aseguró entusiasmado―. ¡Llegaste e hiciste "¡pam!"y luego él cayó! Despues fuiste y te paraste firme, le dijiste hasta de lo que se iba a morir y luego...

Katara liberó una risita y Aang creyó que era el sonido mas celestial que habia oido nunca.

―Solo queria asegurarme de que no te lastimara. No deberia aprovecharse de los mas debiles.

―Gracias―murmuró él―, por defenderme... y por preocuparte por mi.

Ella sonrió calidamente.

―Fue un placer.

Aang decidió que este era el momento. Debia decirle, o al menos intentar dejar en claro que él queria llegar a algo mas con ella en un futuro.

―Katara, yo... quiero confesarte algo―dijo, bajando la mirada. Jugo con sus dedos, nervioso―. Yo... se que nos conocemos desde hace muy poco. De ayer, de hecho...

―Kuzon...

―Pero en realidad... me gustas. Mucho, en verdad.

―Kuzon...

―¡Lo sé, lo sé! Puede parecer apresurado y lo es―suspiró frustrado, pasando la mano por su cabello. Aun mantenia la mirada en el suelo―. No te pido una respuesta ahora, solo quisiera que me dejes estar a tu lado y...

―¡KUZON!

―¡Esta bien, esta bien, pero tampoco me grites!―pidió, esta vez enfrentandola.

Katara tenia una expresión de alerta.

―¡Eso no, abajo!―lo obligó a agacharse.

Justo en ese instante, una llamarada de fuego pasó por encima de sus cabezas.

―¡Ven aquí, pedazo de perra!―gruñó Hide, acompañado por dos de sus amigos, a unos metros detras de ellos―. ¡Tú y el imbecil debilucho de tu novio pagaran el haberme humillado!

Y lanzó otra llamarada.

―¡Corre!―chilló Katara, sujetando su mano y guiandolo lejos.

Kuzon corrió torpemente tras ella sin soltarla, pero cuando se estabilizó, llegó a alcanzar su ritmo e incluso a impulsarla él.

Sabia que seria mucho mas rapido si usaba su Aire Control como propulsor, pero si lo hacia, podia ser descubierto... y podria poner en peligro a Katara..

El par fue perseguido por el grupo hasta llegar a un callejon sin salida. Katara y él fueron arrinconados.

―¡Vete! Te lo advierto―gritó Katara.

―¿O qué? ¿Qué me vas a hacer, maldita campesina de las colonias? ¿Me vas a morder como la perra callejera que eres?

Los amigos de Hide rieron burlonamente.

Aang frunció el ceño y su mandibula se tensó. No iba a permitir que le hablaran de esa forma a Katara. La rabia y enojo ardió como combustible en su pecho.

―Es suficiente, Hide―él se puso de pie delante de ella, erguido y amenazante―. Déjala en paz.

―A ti te partiré en dos primero, y luego...―esbozó una sonrisa lobuzna y bufona―. Bueno, quizas a ella le podamos dar un trato un poco mas... preferencial.

Aang sabia que no debia usar su control elemental, Toph se lo habia prohibido. Si era descubierto, lo aprisionarian, lo llevarian ante Ozai y... en el mejor de los casos, lo asesinarian. Pero ese seria un destino demasiado benevolente para él.

Aun asi, estaba dispuesto a arriesgarse con tal de proteger a Katara.

―Vete y no saldras lastimado―advirtió Aang por ultima vez.

―No das miedo, idiota―sentenció Hide.

El bravucón dio un paso al frente, encendiendo una llama ardiente en su puño. Sus amigos tambien usaron su Fuego Control, creando asi dagas abrasadoras.

Aang se puso en posición para hacer uso de su Aire Control para defender a Katara y a él, cuando de pronto, una lluvia de puntas de hielo atacó los pies de los atacantes.

―¡¿PERO QUÉ DEMONIOS?!―gruñó Hide, asustado y esquivando las puas.

―¡Nos atacan! ¡Salvajes del Agua nos atacan!―dijo uno de los amigos―. ¡Deben venir de la costa!

―¡Rapido, Hide, hay que ir a la muralla este!

Hide miró al par enfurecido pero finalmente se unió a sus amigos en unirse al ejercito en los muros de la ciudad, dejandolos solos.

Aang se quedó pasmado. Aquellas estacas de hielo eran claramente producto del Agua Control.

Pero él era el unico Maestro Agua en la Nación del Fuego. Y él, definitivamente no habia hecho eso.

De repente, las estacas se derritieron y en su estado liquido se movieron en el aire hasta detras suyo.

Aang dio la vuelta, y se encontró con la bella imagen de Katara controlando el agua entre sus manos.

―Tu eres la Maestra Agua―susurró en un jadeo.

Katara esbozó una sonrisa nerviosa y sus mejillas bronce se tiñieron en un adorable rosado.

―Asi es―declaró―. En realidad no vengo de las colonias... Yo nací en la Tribu Agua del Sur. Vine con mi hermano en busca de mi padre y el resto de los hombres de mi tribu.

―¡Woah!―Aang se llevó las manos a ambos costados de la cabeza.

―Ahora que sabes la verdad... no me odiaras, ¿o si, Kuzon?―preguntó, su voz conteniendo una mezcla de tristeza y esperanza.

―¿Estas bromeando? ¡Claro que no! ¡Esto es asombroso, Katara!―afirmó emocionado, provocandole una sonrisa de oreja a oreja a la chica―. Prometl que guardaré tu secreto.

―Te lo agradezco―murmuró―. Me alegra mucho saber que no me odias.

―Katara, yo nunca podria odiarte―sentenció él, tomando su mano cariñosamente―. Ademas, ¡yo tampoco soy de la Nación del Fuego!―se subió la banda que cubria su frente, revelando asi su tatuaje―. Porque yo... ¡soy el Avatar!

El agua que controlaba Katara cayó al piso.