Cap 40: Chantaje
Hércules había estado planeando meticulosamente su siguiente movimiento. Tal y como le hizo ver el aspirante de géminis, por mucho que no le tuvieran cariño al estafador, los dioses no estarían felices de perder beneficios si algo le sucedía. Debido a las cosas que oyó enumerar a sagitario durante su encuentro nocturno con su discípulo, era correcto asumir que las deidades lo requerían con vida. Amenazar con asesinarlo a él o los dorados sería ridículo. Mas, la fuerza bruta no era la única manera de generar presión. Gracias a sus seguidores se enteró de lo transparente que podía llegar a ser Sísifo cuando estaba con sus amigos o personas cercanas. Mira que llegar gritando que descubrió los secretos de los marineros en medio del comedor. Rodó los ojos cuando oyó aquello, pero rápidamente lo convirtió en una oportunidad. A él no le diría nada porque le caía mal, pero si un amigo le preguntaba seguramente hablaría.
Eso era sencillamente perfecto. La ramera de poca monta aquella le tenía un gran miedo y estaba seguro de que no sería difícil convencerlo de obedecer o atenerse a las consecuencias. A través de Miles podría conseguir la información sobre la ubicación del elixir y con ayuda de Pólux podría tenerlo distraído para que descuidara sus deberes como guardián. Si había que luchar no se preocupaba porque por muy Ángel de Atena que fuera, no podría hacer nada contra dos semidioses. De hecho, nadie en el santuario podría. Ya ansiaba que llegara el momento culminante. Una vez que obtuviera el elixir se aseguraría de vengarse de ese molesto niño y luego celebraría con una gran orgía en el santuario. Desde Jasón y los argonautas que no tenía una tan grande y variada de hombres, y esta vez hasta niños habría en la mezcla. Con eso en mente al llegar al comedor se aseguró de ir primero donde los gemelos estaban preparándose para comer su desayuno.
—Buenos días —saludó animadamente Hércules parándose delante de la mesa de los hermanos.
—¿Qué quieres? —cuestionó Pólux de manera agresiva.
—Quiero una oportunidad para limar las asperezas de nuestra relación. Siendo hermanos es natural que nos llevemos bien y nos apoyemos, ¿no lo creen? —interrogó viéndolos de manera lastimera antes de ubicarse a espaldas de ellos y colocar sus brazos alrededor del cuello de cada uno.
Los aspirantes que se encontraban en el comedor veían atentos aquella interacción entre los semidioses. No era de extrañar que Pólux le hablara mal al héroe que tanto envidiaba, pero esperaban que Castor no fuera tan retorcido como su hermano. Después de todo, el castaño hijo de Zeus iba con las mejores intenciones de solucionar los malentendidos entre ellos. Y esperaban que si se podía amistar con el gemelo mayor también pudiera hacerlo con el ángel de Atena. No era agradable ver al campeón de la humanidad sintiéndose triste por sus fracasos en entablar una amistad con ellos. Castor notó las miradas sobre ellos y siendo consciente del vocabulario usual de su hermano, era mejor que no tuvieran tanto público o los malentendidos y mala reputación de su gemelo crecerían.
—Hermano —llamó el gemelo mortal mientras sonreía forzadamente—. ¿Por qué no vamos a conversar con Hércules?
—¡¿Estás loco?! —gritó el rubio mayor mirándolo de mala manera.
—No seas malo, hermanito —pidió Hércules mirándolo de forma lastimera—. Nosotros tenemos una charla pendiente, ¿lo olvidas? —interrogó con malicia disimulada.
Pólux gruñó por lo bajo sabiendo que se refería a la propuesta que le había hecho. Pese a hablarlo con su gemelo no tenían claro cómo proceder. Ambos estaban bastante cansados de esa situación y los dorados no parecían mover ni un dedo para solucionar el problema. A eso debían sumarle la ausencia de Atena. No sabían con cuanto tiempo disponían antes de que a Hércules dejara de importarle dar una buena imagen y revelara su verdadero yo. Castor insistía que no debían ceder y confiar en los dorados. Mas, el mayor tenía como prioridad proteger a su gemelo y nada era más importante que eso. Pese a sentir una gran repulsión por las costumbres de Hércules, si debiera elegir entre ayudarlo o sacrificar a su gemelo él optaría por...
—Vayamos a conversar tranquilamente, ¿sí? —pidió Castor sujetando la muñeca de su gemelo. Claramente le estaba haciendo una señal de que era mejor abandonar el comedor.
—Como siempre, Castor siendo tan razonable —alabó Hércules fuerte y alto para que varios a su alrededor los oyeran.
—Bien, vamos rápido —apresuró Pólux levantándose de su lugar.
Los oyentes estaban gratamente sorprendidos de ver a Castor aplacara el mal carácter del problemático hijo de Zeus. Aunque eso ya era común. Gracias al gemelo mortal es que Pólux no los trataba tan mal como los primeros días en el santuario. Para casi todos, el menor era el gemelo bueno mientras el mayor era el malvado. Los testigos que los vieron alejarse susurraron por lo bajo sus opiniones al respecto tras su salida. Los tres juntos salieron del lugar, siendo los gemelos en todo momento abrazados "cariñosamente" por el campeón de la humanidad por si se les ocurría escaparse. Cuando estuvieron fuera de la vista de todos, Pólux se soltó violentamente de su agarre y miró con odio a su consanguíneo divino mientras ocultaba tras su espalda a Castor.
—¿Qué es lo que quieres, Hércules? —interrogó Pólux.
—Sólo quiero saber si ya has decidido aceptar mi generosa propuesta —respondió el semidiós de cabellos castaños.
—Mi gemelo y yo aun no nos ponemos de acuerdo —respondió Pólux.
—Te he dado todo el día de ayer para decidirte —protestó Hércules con molestia.
—Debemos pensarlo bien —defendió el rubio mayor.
El otro semidiós frunció el ceño de forma muy marcada al oír esa respuesta. No se suponía que fuera de esa manera. Se había encargado de investigar a través de sus admiradores la relación de Pólux y Sísifo. Y tenía claro que sagitario lo había humillado varias veces igual que le había hecho a él. Era imposible que alguien tan orgulloso como Pólux no deseara hacérselo pagar tanto o más que él. Teniendo en cuenta que el gemelo mayor convivió más tiempo con Sísifo, la cantidad de rencores sería mayor. Es decir, en su experiencia personal a los pocos minutos de conocerse consiguió que deseara darle muerte, ¿cuánto lo debería resentir entonces el gemelo mayor? "Oh, tal vez no se atreve porque le gusta. Si quiere impresionarlo para llevárselo a la cama y se entregue voluntariamente sería entendible, pero un revolcón con ese mocoso no vale lo mismo que la vida de su gemelo". Concluyó Hércules mentalmente.
—¿Sabes? —preguntó Hércules con una sonrisa lasciva captando la atención de los rubios—. He estado pensando en lo que hablamos sobre el angelito y tienes razón —afirmó haciendo que los otros dos se miraran entre ellos interrogándose silenciosamente de que estaba hablando—. No está de mal ver, ¿qué te parece si tú y yo lo desvirgamos juntos? —cuestionó mostrando aquella tétrica y depravada sonrisa que tan bien le conocían.
—¡¿Qué?! —exclamó Castor escandalizado observando a su hermano fijamente para ver su reacción—. Estás loco si los dioses se enteran… —intentó razonar.
—No es problema —aseguró Hércules de manera confiada—. Ellos lo necesitan vivo para que cumpla con sus responsabilidades ¿verdad? Aún si lo forzamos, Atena se enojaría más con él por seducirnos que con nosotros. ¿Acaso no recuerdas a Medusa? —interrogó siendo esa una gran verdad.
Las deidades vírgenes odiaban a quienes mantenían relaciones carnales. La diosa de la guerra había sido especialmente clara y estricta en ese aspecto. Y siendo Sísifo su ángel, su representante y símbolo de ella, ser sodomizado en el santuario, sería una ofensa contra Atena misma. Algo que no le podría perdonar jamás. Por sí mismo Hércules no se preocupaba porque la profecía de Prometeo aseguraba que los dioses lo necesitaban. Y si de alguna manera lo ofendían sólo tendría con amenazar con no pelear cuando aquella amenaza se presentará. Con eso bastaría para que Zeus les forzara a resignarse y cumplir sus designios.
—Aun así… —intentó refutar Pólux buscando alguna excusa creíble.
Hércules era el niño de oro del rey del Olimpo. Pólux estaba seguro de que cualquier crimen que cometiera, sin importar lo aberrante que resultara, sería perdonado. Ahora bien, quizás era su culpa que sus ojos se hubieran posado de manera insana en el arquero. Hasta ese momento Hércules siempre lo había visto con odio y hablado despectivamente de sagitario, pero no fue hasta que creyó que a él le gustaba que empezara a verlo de otro modo. Y no podía sentir otra cosa que no fuera culpa. Si no hubieran hablado el campeón de la humanidad no habría descubierto lo vulnerable que estaba. Además, le hacía arder la sangre que hablara de poseerlo. Tenía que hacer que volviera a repudiarlo como antes para que su propio odio le impidiera tocarlo.
Para los gemelos la propuesta era sencillamente aberrante. Castor sabía de los detalles gracias a que su gemelo le contó todo lo sucedido en el transcurso de la noche. De inmediato, había dicho a su hermano que debía negarse a toda costa. Sísifo podía ser muchas cosas, ellos mismos tenían varios defectos, pero jamás habían llegado a tanto como para violentar sexualmente a niños pequeños. Daba igual que su alma tuviera más de quinientos años, física —y en ocasiones mentalmente—, era un infante en desarrollo. Hacerle eso no tenía justificación. Así mismo, aunque no lo dijera en voz alta, Castor presentía que su gemelo tenía sentimientos por sagitario. No los creía tan retorcidos como los de Hércules, mas sí creía que había algo parecido al afecto. Pólux sería quien más sufriría si ese pequeño y frágil lazo que lo unía a su maestro se perdía.
—Estará vivo —tranquilizó Hércules moviendo los hombros de manera despreocupada—. Será cosa suya si no cumple con sus obligaciones —respondió sin tomarle importancia—. ¿Qué pasa? —interrogó al ver aquellos rostros enfadados—. ¿No estás feliz de que en vez de tener un trío con tu hermanito adorado lo tengamos con el mocoso que deseas? —cuestionó mirando significativamente a Castor.
—¡Yo no lo deseo! —negó el blondo mayor con vehemencia.
—¿En serio? —interrogó el semidiós castaño viéndolo de manera seria—. Entonces no te importará que me lo quede yo ¿no? —preguntó el campeón de la humanidad recibiendo una mirada de odio y asco por parte de ambos hermanos—. Desde nuestra pequeña charla no he podido dejar de imaginar cómo se verían esos preciosos y arrogantes ojos azules llenos de terror y lágrimas.
No mentía al respecto de esa parte. No le había tomado demasiado atención al estafador debido a que, como dijo anteriormente, no eran su tipo los mentirosos. Además de que al principio no podía dejar de verlo como un anciano asqueroso por la edad de su alma. Sin embargo, todo lo que había intentado hasta el momento para humillarlo había no sólo fallado, sino devuelto con creces. Le había dado un trato frío e indiferente, lo había insultado y hasta se atrevió a darle órdenes como si fuera su superior. Lo odiaba. Realmente lo odiaba. Era todo lo que siempre aborreció condensado en un cuerpo infantil; lo miraba de menos, negaba su existencia en esos ojos fríos como el hielo y todo oculto tras una imagen de falsa inocencia en un niño arrogante. Mas no tendría escapatoria. Una vez que lo tuviera bajo su cuerpo no tendría otra opción que verlo fijamente y rogar clemencia mientras se arrepentía de todas sus fechorías en su contra.
Al oír aquellas palabras, Pólux supo que esa era la venganza que tenía en mente su medio hermano. Dado que no podía asesinar a Sísifo ni lisiarlo, —porque no podría servir a los dioses a los que les debía favores—, optó por causar un daño irreparable a su alma y mente. Siendo el arquero alguien tan orgulloso incluso si era ultrajado no diría nada. Y menos a una diosa como Atena. Fue sagitario mismo quien alguna vez les relató sobre Medusa y Poseidón. Conociendo tan bien aquel suceso, era imposible que Sísifo pidiera ayuda a la diosa. Y dudaba que se lo dijera a cualquiera. Lo había visto ocultar sus heridas cuando se peleó con su padre adoptivo. Y tenía el presentimiento de que siempre era así con todo lo que implicara estar malherido.
—¡Espera! —gritó Pólux sujetando el brazo del otro semidiós con firmeza—. Sí lo deseo, pero sólo para mí —mintió intentado establecer cierta pertenencia, aunque fuera falsa. Sólo quería crear una ilusión que lo alejara del menor—. No quiero estar desnudo en la misma cama que tú —aclaró rápidamente mostrando un gesto de asco genuino.
El rubio mayor sentía repugnancia por el tipo de oferta realizada a su persona. Sin mencionar lo indignado que se encontraba de que su medio hermano lo viera como un igual en ese aspecto. No obstante, que creyera que era un depravado de su misma calaña podría ser ventajoso. Al menos de momento era todo lo que tenía. No deseaba decir aquellas palabras e incluso sentía asco de sí mismo, mas era todo lo que podía hacer en esos instantes. Si su medio hermano se lo cedía, podría ganar tiempo para idear alguna manera de salvarlo de ser violado. Empero, Hércules no era tonto. Sabía que su familiar tenía deseos por sagitario, pero se reprimía y dudaba demasiado. Esa actitud no le servía. Era la de alguien que a último momento podría traicionarlo por amor.
—En ese caso yo tomaré el primer turno y cuando esté domado te lo dejaré —ofreció el campeón de la humanidad viéndolo con cariño—. ¿Verdad que soy un hermano generoso? —cuestionó analizando con cuidado las facciones del otro—. El enano que nos humilló pronto estará de rodillas complaciéndonos.
—No puedo esperar a ver eso… —susurró el rubio mayor intentando fingir una sonrisa que no convencía debido a que se encontraba con la mirada agacha mientras apretaba los puños.
—No falta mucho para que ese día llegue —aseguró Hércules acercándose a su familiar divino para apoyar una mano en su hombro antes de llevar su boca cerca de la oreja del otro—. Si estás de mi lado lo tendrás todo; protegerás a tu adorado gemelo, tendrás tu venganza contra ese niño y lo mejor es que hasta te lo entregaré instruido para complacer todos tus oscuros deseos. Piénsalo bien, dejará de ser la mascota de Atena y pasará a ser la tuya. Una que siempre esté lista para saciar tus bajos instintos hasta que te aburras de él al menos. —Su tono de voz que hasta el momento había sido suave y seductor pronto cambio a uno frío—. Sin embargo, si se te ocurre decirle algo de esto, me encargaré de que tu hermanito me "sirva" delante de ti —amenazó en un susurro bajo con la voz grave—. Y tú bien sabes que no todos mis amantes sobreviven en mi lecho. Espero tomes la decisión correcta.
Con aquellas palabras fue que el semidiós de cabellos castaños se despidió de los gemelos. Castor no sabía que decir al respecto. Al fin y al cabo, él sólo era un simple mortal con un manejo del cosmos de nivel principiante. A pesar de practicar con su gemelo para mejorar, sabía de la clara diferencia de poder entre ambos. Incluso temía que Hércules fuera más fuerte que su gemelo. Cosa que se veía demasiado posible debido a la falta de descanso de Pólux. En momentos así no sabía si debía arrepentirse de su petición de montar guardia. Pues de no haberlo hecho, quizás aún habría una oportunidad de que Pólux lo venciera en un mano a mano.
—Hermano… —llamó el menor queriendo retomar el asunto que dejó el otro semidiós al aire.
—Ve a desayunar. A mí se me quitó el hambre —ordenó el otro rubio mientras caminaba lejos del comedor rumbo al bosque.
Castor se sintió culpable de ser la razón por la cual Hércules tenía el control de la situación. La impotencia al saberse un rehén del otro semidiós lo estaba estrangulando. Apreciaba el amor filial de Pólux al estar dispuesto a todo por defenderlo. No obstante, ¿cómo podría sentirse cómodo sabiendo que lo estaban forzando a decidir entre dejar que lo violen a él o ser quien ultrajara a un niño? Era una sensación que odiaba. Existían pocos que podían acorralar a Pólux luchando, pero oportunistas como el invitado abundaban. Si había algo que el gemelo menor aborrecía de su propia persona era su debilidad. Ser la sombra de su hermano era una garantía de protección por parte del inmortal, pero también una clara señal de debilidad que cualquier enemigo podía usar en su contra para doblegarlo. Ahora mismo, ¿qué debería hacer para ayudar?
Mientras tanto, Hércules se alejaba rumbo al comedor para poder tomar su desayuno. Se sentía feliz de lo logrado. El rubio inmortal no se atrevería a hacer nada en su contra. Ahora sólo le faltaba hacerse cargo de esa ramera. Y una vez que consiguiera lo que deseaba sería hora de su venganza. Antes de poder llegar a la puerta del comedor vio cerca de la entrada a Talos. Sabía que ese era su mayor admirador, como él mismo se presentó, pero deseaba corroborar si sospechaba de él. Le convenía mucho que siguiera siendo un fanático dedicado a facilitarle información y favores, pero no sabía de qué habló con los dorados el día anterior. Sólo para estar seguro de haría un breve interrogatorio disfrazado de conversación.
—Buenas tardes, Talos —saludó el semidiós de manera sonriente—. ¿Buscabas a alguien? —preguntó interesado.
—Me dijeron que viniste a hablar con los gemelos —respondió el aspirante a santo mostrándose tranquilo—. A veces Pólux puede ser algo agresivo, ¿todo ha ido bien? —cuestionó viéndolo de arriba abajo en busca de indicios de alguna pelea.
"Perfecto. No vino porque me esté vigilando, sólo es otro estúpido fanático preocupado por mí. ¡Já! Como si Pólux se atreviera a hacer algo que pusiera en peligro a su amado gemelo". Pensó el hijo de Zeus sonriendo internamente mientras se preparaba para sacarle algo de información al otro castaño.
—Sí, gracias a Castor hemos podido hablar de forma civilizada y creo que llegamos a reconciliarnos, ¿no es una buena noticia? —preguntó alegremente.
—Esas son excelente noticias —celebró Talos con una gran sonrisa—. Estoy muy feliz por ti, llevabas tiempo queriendo amigarte con él, ¿no?
—Así es y al fin creo que lo he conseguido —secundó el semidiós asintiendo con la cabeza—. Disculpe mi atrevimiento, señor Talos —habló en tono educado y con exagerado respeto.
—Oh no hace falta ser tan formal, es un poco vergonzoso que un gran héroe como usted me trate con tanto respeto —pidió el aspirante con nerviosismo por esas palabras.
—Creo que es lo que corresponde. Después de todo eres importante ¿no? —Continuó elogiando Hércules buscando socavar la guardia del otro mediante su amabilidad desmedida—. Digo, los dorados te pusieron a cargo y hasta te llamaron para hablar en privado —mencionó sacando el tema que realmente le interesaba.
Ante aquel comentario algo dentro de Talos se sacudió por el cinismo que tenía para hablarle de esa manera. En el pasado habría estado tan encantado por esos elogios y perdería la concentración rápidamente por la emoción. Sin embargo, esta vez no. Los dorados ya le habían advertido sobre este tipo de acercamientos. "A juzgar por su manera de actuar, su patrón es bastante regular. Brinda elogios para que sus seguidores se entusiasmen y bajen la guardia. De esa manera responden de manera honesta y sin pensar cualquier cosa que pida saber. Si eso sucede actúa de manera natural. Finge no saber nada sobre lo que te contamos o de lo contrario dejará de cuidar su imagen ante ti. Mientras quiera seguir viéndose como un héroe intachable ante sus seguidores, frenara cualquier acción que lo perjudique. Así que esa es tu mejor carta. Usa eso a tu favor para que tu sola presencia sea motivo de contenerse". Fueron las palabras de Sísifo antes de que lo dejaran volver a los dormitorios.
Tenía sentido lo que había planteado el Ángel de Atena. Podía corroborarlo simplemente analizando su experiencia pasada. Cuando había llegado a los dormitorios detuvo su ataque a Miles y Argus sólo por no revelar que era un maldito violador. Si no fuera porque en ese momento estaba tan cegado por él quizás pudo haber hecho más. Empero sagitario insistía en que si se declaraba abiertamente su enemigo estaría compartiendo su situación y la de Pólux. Siendo ambos objetos de crueles criticas acerca de su egoísmo y mala fe contra un héroe. No le gustaba mentir ni quedarse al margen, pero todo lo que podía hacer era seguir fingiendo mientras cumplía las instrucciones de los dorados.
—Realmente se podría decir que "estoy a cargo" desde que llegué al santuario —respondió Talos con una sonrisa siendo sus palabras sinceras al respecto—. Siempre me he hecho cargo de los niños sin hogar, así que para mí es natural ponerme a cargo de las responsabilidades. Siempre trato de ser el que les facilite las tareas a los dorados cuando no están. Sólo que en esta ocasión lo hicieron "oficial". Por llamarlo de alguna manera —explicó un poco nervioso.
No estaba diciendo ninguna mentira, pero sus nervios eran debido a su pavor por revelar algo delicado. Si bien le dijeron que actuara con normalidad, seguía tenso respecto a qué información era valiosa para el semidiós y cuál no. Para su fortuna, Hércules no se extrañó por sus pequeños temblores y balbuceos. Anteriormente cuando hablaba con ese aspirante casi siempre estaba al borde de perder el aliento sólo por conversar con él. No era nada peculiar ese comportamiento al estar cerca de su ídolo.
—Supongo que no nos traicionaste reportando nuestras travesuras ¿o sí? —preguntó el hijo de Zeus queriendo corroborar si Sísifo ya sabía que atacó a sus amigos o sólo conocía su interés en ellos.
—No ha pasado nada particular que requiera su intervención —comentó Talos poniendo una pose pensativa para cerrar los ojos y no mirarlo con odio—. Si te preocupas por la maldición de la diosa Hera, descuida. No les dije nada —mintió sujetándolo por los hombros mientras sonreía enormemente cerrando los ojos—. Tú eres mi héroe de la infancia y jamás dejaría que alguien te juzgue sólo por la envidia de la diosa.
—¿De verdad? ¡Muchas gracias! —dijo Hércules separándose de él para retomar su camino—. Bueno si me disculpas iré a desayunar. No quiero llegar tarde a la clase de Ganimedes.
—Yo iré a avisarle a los gemelos que se den prisa o llegarán tarde. Nos vemos después —despidió Talos con una gran sonrisa.
El semidiós le dio una despedida haciendo un gesto con la mano y luego se giró para retornar al comedor. Al darle la espalda, el aspirante hizo lo mismo girando en dirección contraria con una mueca de disgusto. Sabía que junto a los aspirantes estaban desayunando León y Sísifo, así que podría ir a ver personalmente como estaban los gemelos. Al darse cuenta de que se habían ido con Hércules lejos de la vista de todos y tardaban en volver, se temió lo peor. El pánico inundó su cuerpo de sólo pensar que lo que casi les sucedió a Miles y Argus podría concretarse con esos hermanos. Jamás se perdonaría si algo malo sucedía bajo sus narices.
Al mismo tiempo que Talos iba en busca de los gemelos y los dorados tomaban su desayuno, Hércules en lugar de volver al comedor, como dijo que haría, se dedicó a buscar a Miles. Sabía que no estaba en el comedor porque lo vio salir de allí y dirigirse hacia otro sitio. Estaba solo y los demás demasiado ocupados cómo para notar su ausencia y menos si iba a las letrinas. Un sitio bastante asqueroso para hablar, pero era una oportunidad caída del cielo que no hubiera vigilancia. Así que cual cazador se deslizó silenciosamente siguiendo el camino que el otro había seguido. Mantuvo su cosmos oculto y evitó que cualquier fanático lo avistara en su trayectoria. Fue relativamente sencillo teniendo a la mayoría dentro del comedor. Se acercó sigilosamente y puso una mueca de asco por el fétido olor.
—Repugnante —comentó el semidiós cuando lo vio de cuclillas defecando.
—¡Tú! —gritó Miles sorprendido, avergonzado y atemorizado.
Ese semidiós era la última persona con la que deseaba encontrarse teniendo su parte baja al descubierto. Aunque estar sucio y maloliente al menos le daba un poco de seguridad de que no intentaría violarlo de momento. O eso esperaba. Con ese loco semidiós realmente no se podía estar seguro de nada. Lo peor del caso es que había avisado a Argus que iba a atender "el llamado de la naturaleza", por lo mismo, nadie acudiría en su ayuda al notar su ausencia. La mirada del semidiós no era lasciva, —faltaba más, que tuviera fetiche por la coprofagia sería el colmo siendo que aparte de violador era pedófilo—, pero el enojo en los mismos no era mucho más tranquilizador. ¿Vendría a matarlo? "Vaya forma de ser asesinado. En las letrinas, sobre mi propia mierda. Qué asco". Pensó meditando si aumentar su cosmos para que los demás supieran que algo sucedía.
—No intentes usar tu cosmos o las cosas podrían ponerse feas —advirtió Hércules viendo cómo se cubría torpemente sin importarle manchar su propia túnica con sus desechos—. Sólo vine a hablar un momento contigo. Seré rápido, ¿eres amigo del pequeño ángel? —interrogó sonando más a afirmación que a pregunta.
—¿Qué pasa si digo que no? —respondió Miles con otra pregunta sopesando sus opciones.
—No intentes negarlo —amenazó el semidiós frunciendo el ceño hasta deformar su rostro en una mueca llena de ira—. Llevo varios días en este maldito lugar por culpa de ese enano, así que necesito que me hagas un enorme favor.
—¿Qué te hace pensar que te ayudaré? —interrogó el ex eromeno intentando mostrarse valiente.
—¿Crees que puedes elegir? —preguntó Hércules riéndose cruelmente—. Un prostituto como tú, ¿qué podrías hacer contra mí? —cuestionó haciendo el amague de acercarse a él sólo para asustarle—. Deberías ser más consciente de ti mismo. Por poco violo al niño loco delante de tus ojos, ¿qué podrías haber hecho si yo seguía adelante? Nada —respondió a su propia pregunta sin darle tiempo a emitir alguna palabra—. Así que ahora vas a escucharme bien. Este trabajo que tengo para ti es sencillo y hasta un inútil como tú podría realizarlo —dijo con desdén recibiendo una mirada confundida—. Sólo necesito que le preguntes a Sísifo dónde está escondido el elixir mágico de Atena.
—¡Es imposible que me diga eso! —gritó Miles alarmado y asustado—. Él me supera por mucho en astucia y experiencia. Si intento engañarlo me matará cuando me descubra.
—¿Y crees que yo no lo haré si te niegas a mi pedido? —interrogó Hércules con la mirada fría de un asesino—. Es tu amigo, confiará en ti para revelarte eso —tranquilizó mostrándose despreocupado—. Seguro que te ha revelado varias cosas personales, ¿o no? Oí que le has estado explicando las cosas que no entiende —mencionó recordando el asunto de los marineros.
—¿Qué pasa si no lo consigo? —cuestionó queriendo saber si existía alguna salida.
—Si intentas contarle que yo pregunté o fallas en conseguirme información mataré a cualquiera que tenga cerca —amenazó con una mirada de locura—. Y tú sabes lo popular que soy en este lugar, especialmente con los niños. ¿Realmente quieres ser el responsable de que mueran de manera violenta o sean violados hasta la muerte? —cuestionó notando el claro temblor en el cuerpo del otro—. Oh, y otra cosa. No tardes mucho, estoy algo... impaciente —dijo antes de alejarse de él.
El semidiós sabía que la ausencia de Atena no sería eterna. Era algo prolongada, —probablemente algún héroe la necesitaba con urgencia o estaba malherida y no había podido convocar a su ángel para llevarle el elixir—, mas tarde o temprano volvería. Y su presencia marcaria el fin de su búsqueda. Debía apresurarse. Si quería su tan ansiada venganza y su orgía de celebración debía conseguir ese maldito elixir cuanto antes. De esa manera se lo robaría antes de ser atrapado por su media hermana. No obstante, ese maldito niño parecía ser un guardián más confiable que el cancerbero. Pues en todo el tiempo que llevaba en el santuario nadie le supo decir su localización. Parecía que era muy precavido y diligente en ese aspecto, pero todo eso podría derrumbarse por la traición de alguien cercano como su querido amigo.
Miles por su lado se había quedado parado en las letrinas sintiéndose impotente. Otra vez no había podido hacer nada ante el semidiós. No era capaz de defenderse física ni verbalmente siquiera. Y ahora debía decidir entre traicionar a Sísifo y probablemente sólo prolongar un poco la vida de todos los demás o arriesgarse a provocar la ira del semidiós contándole todo al arquero. Tenía demasiado miedo de tomar una decisión. ¿Y si se equivocaba? Aunque Ganimedes le haya prometido creerle y ayudarle, ¿alguno de los dorados era rival para el semidiós? De hecho, debería considerar que quizás fueran dos semidioses sus rivales. Todos en el comedor no dejaban de hablar de cómo Castor estaba reconciliando a su gemelo con Hércules. Si esa alianza se daba, ¿tendrían alguna esperanza que no fuera someterse a sus designios? Dejó de pensar en ello para irse a cambiar la túnica y asearse un poco antes de volver.
Un pequeño e invisible fuego azulado estaba volando cerca de donde se encontraba Miles al borde del llanto. El diminuto espíritu voló deprisa para ir con Argus a comentarle lo sucedido. El joven estaba preocupado por la tardanza de su amigo por lo cual había preguntado a sus amigos si sabían algo. Desde que Hércules había llegado al santuario los fantasmas estuvieron inquietos por el aroma a muerte que cargaba. Al inicio quiso darle el beneficio de la duda debido a que acababa de regresar del inframundo y el aroma podría deberse a eso. Mas con el pasar de los días fue cada vez más claro que esa podredumbre no era culpa de su viaje a los dominios de Hades, sino los remanentes de las víctimas que perecieron a manos del "héroe".
Había pensado en comentar sobre lo que se había enterado, pero si sólo se trataba de un invitado no tendría caso iniciar una pelea, cuando podría irse sin causar problemas. No obstante, no contaba con que su estancia se prolongaría tanto. Anteriormente, Adonis y Talos se encargaron de hacer saber a los dorados de las fechorías del semidiós. Empero, esta vez se había asegurado de la ausencia de testigos y las víctimas de su chantaje no podrían llegar a prevenir a Sísifo a tiempo. Por lo mismo, cuando Miles volvió al comedor, a pesar de verlo pensativo y nervioso, prefirió fingir que no se había dado cuenta. De esa manera juntos asistieron a la clase de Ganimedes con total normalidad. No fue hasta la hora del almuerzo que Argus hizo su movimiento.
Estando Hércules tan entretenido con sus seguidores no tuvo tiempo de ponerle atención a sus murmullos en la esquina del comedor. Realmente parecer un demente tenía sus beneficios. Les pidió a sus amigos que le contaran a Sísifo todo a detalle antes de que llegara al comedor. Mientras estuviera en el bosque, la casa de sagitario o cualquier lugar lejano al semidiós castaño estaba bien. De esa manera podría devolverle algún mensaje sin temor a ser atrapado. Sabía que los dorados eran capaces de usar la telepatía, pero para hacerlo requería activar su cosmos. Al invitado sólo le bastaría identificar a los dorados que activaran sus cosmos al mismo tiempo sin razón aparente para deducir que algo tramaban. Algo que no deseaban fuera oído por nadie más.
—¿Un fuego fauto? —preguntó Sísifo cuando vio llegar al pequeño fantasma —. ¿Ha sucedido algo? —interrogó estando en la casa de cáncer aún de camino al comedor.
—Argus me pidió comunicarte algo urgente —respondió el difunto.
Luego de aquello, sagitario oyó todo acerca de las amenazas proferidas por el invitado especial de Atena. Lejos de temer por su seguridad, se alegró. Una sonrisa se dibujó en su rostro al darse cuenta de lo confiado que estaba Hércules de tenerlo en sus manos. "Todos los que llevan la sangre de Zeus parecen ser igual de idiotas". Pensó divertido. Ahora podría tenderle una trampa. Tenía delante suyo la oportunidad de usar todo lo que Hércules creía a su favor en su contra y no lo desaprovecharía.
—Dile a Argus que luego de que Miles le entregue la ubicación del elixir a Hércules, se lo lleve donde Talos —ordenó el arquero—. Deben permanecer lejos del comedor a toda costa si Hércules va allí. ¿Entendido? —preguntó al fuego fauto—. Sé que tú y tus amigos se harán cargo de avisarle a Argus del peligro. No deben preocuparse por nada más que resguardarse a ellos mismos y a todos los que puedan —explicó al espíritu.
El arquero se apresuró a regresar por donde había venido y subió las escaleras hasta llegar a piscis donde le avisó que pronto Hércules haría su movimiento. Le pidió que le avisara a Ganimedes cuando fuera a llevarle el almuerzo mientras él se lo explicaba a León y Shanti. Con virgo sería sencillo debido a que seguía en su templo meditando mientras ayunaba para acercarse a los dioses y no sabía que tonterías más. Una ventaja dada la situación en la que se encontraban. Si todo salía de acuerdo con lo que estaba planeando tendría su tan ansiado combate de uno a uno con Hércules esa misma tarde. Si el semidiós castaño planeaba usar a Pólux como distracción, el momento idóneo sería mientras entrenaban en solitario. Al mismo tiempo Castor estaría con Ganimedes, por lo cual podría considerarlo resguardado y con los espíritus haciendo de centinelas, Argus podría llevarse a Miles lejos del peligro antes de que la batalla comenzara.
Desde el momento en que Hércules le había dicho, —no, más bien ordenado preguntarle a Sísifo acerca del elixir—, Miles no había parado de darle vueltas al asunto. Ciertamente, el infante le había contado cosas personales sin siquiera oponer resistencia. De hecho, había un par de cosas que podría haberse ahorrado como los detalles asquerosos sobre las criaturas que asesinaba. También le había contado sobre las fantasías de Apolo con León, cosa que sinceramente no necesitaba saber. Aunque el vocabulario del arquero en el ámbito sexual era algo escaso y muchas veces erróneo. Como fuera, esto no se trataba de nada erótico así que su mente estaría trabajando perfectamente para detectar cualquier rastro de mentira o engaño.
Tenía demasiado miedo de las consecuencias de la decisión que tomara. Si obedecía a Hércules quizás podría salvar a muchos, pero traicionaría a Atena y su reciente amistad con su ángel. Empero, si se negaba todos la pagarían y sería completamente su culpa por ser egoísta. Casi sentía estallar su cabeza sólo por los pensamientos embotados en su cabeza. Hasta que durante la clase de acuario vio a Hércules jugando con Giles. Sin que nadie más que él lo viera le hizo un gesto con la mano rodeando "juguetonamente" el cuello del menor. El rubio no se dio cuenta de la mueca del mayor por estar dándole la espalda, pero Miles captó el mensaje implícito. El almuerzo lo pasó normal al igual que la clase de Sísifo. En cuanto finalizó y se preparaba para cambiar lugares con Adonis se le acercó.
—Oye, Sísifo encontré una flor rara, pero muy bonita, ¿podrías acompañarme para decidir si es un buen regalo para Adonis? —cuestionó para tener una excusa que los alejara de los demás.
—¡Claro! —aceptó entusiasmado el niño de cabello azabache siguiéndolo hacia el bosque—. ¿Dónde está esa flor que dices? —interrogó fingiendo ingenuidad mientras miraba hacia todos lados.
—Oh creo que alguien me ganó y la arrancó primero —mintió el ex prostituto de manera bastante pobre.
—¡Qué lástima! —exclamó sagitario con un rostro de tristeza—. No te preocupes, encontraremos una que sea diez, no cien, veces mejor para Adonis.
Miles estuvo a punto de retractarse al verlo sonreír mientras le "levantaba" el ánimo por la flor perdida. Se mordió los labios sin saber cómo iniciar la pregunta o cómo introducirla sin que se viera demasiado desesperado. Lo estaba, pero necesitaba ocultarlo lo mejor posible. Armándose de valor, tomó una decisión por el bien de todos en el santuario.
—Oye, Sísifo ¿tú sabes acerca del elixir de Atena? —cuestionó de manera directa y al ver el rostro serio del menor sintió que había metido la pata—. Digo, es que es algo de lo que todos están hablando y sentí curiosidad —dijo con sinceridad. Gracias a la búsqueda de Hércules todos sabían de su existencia.
—Oh ya veo tú también estás preocupado, ¿no? —preguntó sagitario sonriéndole despreocupadamente—. Pólux también está asustado de que Hércules lo encuentre, pero no pasara porque yo soy el único que sabe dónde está.
—¿Estás seguro de que es imposible que lo localicen? —interrogó Miles respirando un poco más tranquilo al ver que el niño pensaba que era por preocupación nada más que preguntaba—. ¿Dónde está? Si me dices puedo ayudarte a vigilarlo para que no lo robe —ofreció el ladrón sintiendo cada vez más cerca de logrado su objetivo.
—Si te lo digo debes prometerme guardar el secreto —mencionó Sísifo cruzado de brazos haciendo un puchero.
—Oye, ¿por quién me tomas? Somos amigos ¿no? —preguntó queriendo cortarse la lengua con sus propios dientes por usar el chantaje emocional.
—Lo sé, por eso es por lo que confío en ti —afirmó el arquero sonriéndole—. Escucha, el elixir lo coloqué en una de las vasijas donde guardamos el vino. Como todas las vasijas se ven iguales, todos creen que sólo es vino rancio. Por eso Atena me necesita para saber cuál es cuál. Cada cierto tiempo lo muevo de lugar para que nadie se entere. Astuto ¿no? —interrogó el ángel.
—Sí, mucho —aceptó Miles con la culpa carcomiéndolo rápidamente.
—Bien, será mejor que te vayas o llegarás tarde a la clase de Adonis —le recordó el arconte del centauro—. No querrás que te lo roben como a la flor de antes, ¿o sí? —cuestionó mientras se alejaba—. Nos vemos en la cena.
—Nos vemos —se despidió el ex prostituto sin muchos ánimos.
No pasó mucho tiempo antes de que la figura de Sísifo se perdiera de la vista y llegara su tormento. Allí parado detrás de un árbol vigilando su conversación se encontraba Hércules de oyente. No confiaba en esa ramera y creyó que se echaría hacia atrás por la amistad que compartían. No obstante, se regocijó al escuchar la información que tanto buscaba.
—Muy buen trabajo para ser una ramera —felicitó Hércules aplaudiendo suavemente—. Ahora entiendo por qué ese mocoso va todas las noches a la cocina. Finge ir por dulces, pero en realidad estaba moviendo el elixir —meditó el semidiós.
—Cumplí mi parte del trato, debes cumplir la tuya y no lastimar a nadie del santuario —le recordó Miles temblando de arriba abajo.
—Oh sí, no te preocupes.
Esas palabras lejos de hacerlo sentir aliviado le causaron mayor temor por el porvenir. Empero, ya nada podía hacer. Sólo rezarle al dios Hermes porque el semidiós consiguiera robar a Atena su elixir y que se largara de una buena vez por todas sin dañar demasiado a nadie.
CONTINUARÁ...
