Cap 42: Exclamación de Athena

Argus estaba casi sin aliento y no se debía a que llevaba tiempo corriendo, sino por la ansiedad. El tiempo era un factor crucial para poder lograr su cometido y no sabía si conseguirían sobrevivir. Aun si contaran con la ayuda de todos los dorados, ¿tendrían oportunidad contra Hércules? Con excepción de Pólux todos eran simples mortales. Negó con la cabeza intentando sacudir aquellas ideas negativas. Contaba además con las palabras de aliento de sus amigos. Ellos le recordaron que, si Sísifo pudo vencer a la muerte sin siquiera dominar el cosmos, todos ellos unidos algo podrían hacer. Incluso si sólo hacían un desastre que captara la atención de Atena, todo era mejor que no hacer nada en absoluto. Siguió corriendo hasta llegar al lugar donde estaba escondido su amigo medio enterrado y cubierto por hojas.

—Despierta, Sísifo —pidió Argus sacudiéndolo con algo de rudeza.

—Cinco minutos más —se quejó bostezando hasta que el dolor en su espalda lo despertó mejor—. ¿Qué demonios? ¿Qué hago enterrado? ¿Ya me volví a morir? —interrogó quitándose las hojas y tierra de encima mientras los fantasmas se reían de él—. Cállense o los mando al más allá —amenazó.

—No hay tiempo para eso. Pólux y Hércules están a punto de luchar —explicó Argus con brevedad viéndolo con urgencia.

—¡Ese idiota! —se quejó el arquero frunciendo el ceño con molestia.

—Debemos darnos prisa, Sísifo —pidió el aspirante temblando con miedo—. Hay gente que está muriendo.

—¿Cómo dices? —interrogó con preocupación.

—Cuando Hércules salió del comedor lastimó a varios aspirantes y a las personas que se encargaban de la comida. Adonis está haciendo lo que puede, pero no ha podido curar a varios de ellos —relató asustado debido a que las almas de los recientes fallecidos se le estaban acercando por sugerencia de los fantasmas más veteranos—. Pólux dijo que una herida causada por cosmos divino es imposible de curar. Talos podría… él… Miles y todos… —tartamudeó comenzando a sentir un ataque de pánico.

—No es imposible sanar una herida por cosmos divino —suspiró el azabache con fastidio—. Quédate resguardado y pídeles a tus amigos que te mantengan informado. Si requiero que pases un mensaje sin que Hércules se entere, necesitaré de tu ayuda. Así que quédate aquí y guarda tu cosmos —ordenó el guardián de la novena casa antes de alzar su dedo índice al cielo—. ¡Sagitario! —gritó siendo vestido rápidamente por su armadura—. Iré a ayudar a Adonis, avísale a Pólux que debe entretener lo más posible a Hércules —instruyó alzando vuelo.

Se recriminaba no haber preparado un plan para el resguarde de la gente de la cocina, pero no se le había ocurrido literalmente nada. Ellos eran seguidores de Hércules muy dedicados que no toleraban ni el más mínimo comentario en su contra. Aun así, pudo haberlos engañado para que no realizaran sus tareas por ese día. Empero, si lo hubiera hecho Hércules habría descubierto la trampa y se habría desquitado con Miles. Para su desgracia se vio forzado a elegir entre sus opciones a quién procurar primero. Pues sólo eso podía hacer con su limitado poder. No era tonto. Sabía que ese semidiós se encargó de poner a todos en su contra. Por eso mismo no podía protegerlos, pues no escucharían lo que dijera. No debería sentirse culpable, pero tampoco podía regocijarse por tener la razón. Con el firmamento casi oscurecido por completo, su vestidura dorada brillando en el cielo captó casi de inmediato la atención de las personas cerca del destruido comedor.

—¡Adonis! —llamó sagitario descendiendo del cielo cuál ángel.

—¡Sísifo! —respondió el rubio sintiéndose aliviado de ver a su amigo despierto—. Argus me dijo que Pólux te mandó a dormir.

—El desgraciado me atacó por la espalda —se defendió el niño haciendo un puchero notando que había dos filas de heridos—. Dejemos eso para después, ¿y esta división?

—De un lado están las personas que he podido sanar y del otro los que no. A los segundos me temo que para sacarlos de su agonía tal vez sea mejor… —susurró piscis con culpa.

El otro dorado entendió de inmediato que se refería a darles eutanasia para liberarlos del dolor. Sin embargo, en el pasado ya tuvieron suficientes problemas por esa piedad del santo de las rosas. Y no tenía ganas de pasar de nuevo por tener espíritus rondando mientras le reclamaban que el santo de piscis les quitó la vida. Lo malo es que siendo una herida divina sólo se le ocurría una forma de sanarlos.

—¿Acaso planeas matarlos? —interrogó Nikolas en voz alta alterando a todos los heridos—. Oh ya veo. ¿Es tu venganza? —cuestionó con miedo de que su amigo no sobreviviera.

Él en ningún momento se había apartado del lado de Tibalt, pero no había nada que pudiera hacer por ayudarlo. No era especialmente afín a utilizar el cosmos curativo cómo para hacer algo por su cuenta. Dada la situación de emergencia, el santo de piscis había pedido a sus pupilos más avanzados que colaboraran atendiendo a los heridos que pudieran. Sólo aquellos casos de fracturas y heridas de gran complejidad le dejaban a él para que se encargara. No obstante, había casos como el del príncipe en que ni siquiera él siendo tan habilidoso había conseguido obrar. A esas alturas sólo estaban prolongando su sufrimiento de manera innecesaria. Si el rubio no era capaz de sanarlo, ¿era correcto dejarlo allí agonizando hasta que finalmente su cuerpo no soportara más? ¿O era más piadoso terminar todo de manera rápida e indolora?

—Eso no es… —intentó negar Sísifo queriendo explicar que había solución.

—¡No intentes justificarte! —gritó Nikolas dominado por el miedo señalando al niño con su dedo—. Hércules sufre a causa de la maldición de la diosa Hera. A pesar de saberlo no hiciste nada por ayudarlo. No es su culpa lo que está sucediendo y aun así tú… —señaló con dureza caminando hacia él.

—¡Detente de una vez! —ordenó Adonis haciendo sentir su cosmos de manera agresiva—. ¡Me tienen harto con su desconfianza hacia Sísifo! —gritó mientras su cosmos se intensificaba haciendo que su cuerpo brillara.

—¿Vas a matarme? —preguntó el aspirante con una sonrisa irónica llena de miedo y a la vez burla—. Adelante. Hazlo, tú no eres para nada objetivo. Te pones del lado de tu amigo y tratas injustamente a un héroe —acusó con molestia.

—Eres tú quién no está siendo justo —señaló el rubio con frialdad—. No conoces para nada los hechos, no escuchas a nadie que no sea tu estúpido ídolo. Vaya justicia la que te habrá enseñado tu padre si juzgas por las apariencias.

—Tú no sabes nada de Hércules y lo juzgas sólo por una maldición que él no pidió —clamó el hijo del juez personalmente ofendido por la mención de su padre.

—Yo lo conozco mucho mejor que cualquiera en este santuario, pero tu pobre y diminuto cerebro no entiende algo tan evidente. ¡Ni siquiera reconoces su maldad, aunque dejó casi muerto a tu amigo! —mencionó el santo venenoso demostrando que sus palabras lo eran tanto como su sangre—. Incluso Talos que es su admirador número uno supo ser justo con su opinión.

Esa afirmación había sorprendido a Nikolas. ¿Era posible que Talos le haya dado la espalda a su héroe de toda la vida? Imposible. Esto debía tratarse de alguna clase de manipulación por parte de los dorados. ¡Claro! Ellos llamaron varios días seguidos al castaño para lavarle el cerebro con ideas negativas sobre Hércules. Eso debía ser. No le extrañaba que hayan planeado una trampa para activar la maldición de Hera y así manchar la imagen de quien hasta ese momento había sido un hombre intachable. Y ahora tenían la excusa perfecta para matarlos usando la piedad como justificación. Estaba al borde de gritar todo eso a los dorados, cuando la tos de su amigo le llamó la atención y lo vio intentando levantarse.

—Déjalo —pidió Tibalt con dificultad mientras tosía sangre a causa de las hemorragias internas—. Nosotros elegimos seguir a Hércules. Si morimos ahora a causa de su mano será por nuestra propia estupidez.

—Je qué duro eres contigo mismo —mencionó Sísifo con una sonrisa antes de buscar algo filoso. Para su suerte como Hércules mandó a volar la cocina había cuchillos tirados por allí—. Si te mueres ahora no podrás hacer nada, ¿sabes? Ni siquiera arrepentirte o remediar algo. Seguramente tienes metas o sueños por cumplir, no te rindas tan fácilmente —regañó acercándose a él.

Dada la personalidad del príncipe, el arquero imaginaba que se metió en problemas intentando ayudar a alguien más. No le era raro encontrarlo en peligro por eso mismo, era así desde que lo conoció; la primera vez que lo vio estaba protegiendo a Miles, la segunda casi lo ejecutan entre varios hombres armados por defender a los débiles y no dudaba que está vez no fuera la excepción. Podía ser un estúpido fanático de Hércules demasiado ingenuo, pero no lo consideraba mala persona por ello. Sujetó uno de los tantos cuchillos en el suelo. Al ver eso el príncipe pensó que le cortaría la garganta para darle muerte de un sólo movimiento. Cerró los ojos a la espera de que le dieran eutanasia mientras oía los gritos de Nikolas, a quien no podía ver, pero imaginaba intentaba detener a Sísifo. Este último, se hizo así mismo un corte en la palma de la mano con el cuchillo.

Aprovechando que el aspirante estaba tendido en el suelo no fue difícil acomodarse cerca de su cabeza. Sagitario se sentó de manera despreocupada a su lado y con una mano le apretó la nariz impidiéndole respirar obligándolo a abrir la boca en busca de aire. Mientras acercaba la mano que tenía herida a su boca y presionó dejando fluir aquel líquido carmesí. Una vez que se aseguró de que había bebido su sangre cerró sus ojos y sus alas se abrieron como si fuera a levantar vuelo, pero sólo emitieron un brillo intermitente por unos cuantos segundos. El príncipe abrió los ojos sin entender qué era ese sabor metálico en su paladar. No tardó en ver la mano herida de Sísifo y como el niño tenía un ligero brillo dorado. No entendía qué pretendía el santo haciendo eso, pero en el momento en que lo vio brillando su cuerpo comenzó a sentirse mejor. Percibía el cosmos del arquero recorriéndolo; era cálido como el fuego y gentil como la sonrisa que le estaba dando. Una sensación agradable que eliminaba cualquier rastro de dolor en él.

—¡Tibalt! —llamó Nikolas acercándose de inmediato examinando con la mirada al mencionado notando que no tenía ninguna herida—. ¿Cómo te sientes?

—Me siento bien —respondió el espadachín con sorpresa tocándose los lugares donde antes fue herido—. Me siento perfecto —expresó sorprendido.

Nikolas estuvo a punto de perder la cabeza cuando vio al niño acercarse a la cabeza de su amigo con cuchillo en mano. Se detuvo por la intervención de piscis, quien dejó claro sólo con la mirada que si daba un paso lo mataría. Se le veía enojado y su rostro no expresaba ninguna piedad. Empero, al ver a Tibalt como nuevo lo abrazó sintiéndose feliz de verlo recuperado. El príncipe no entendía que estaba sucediendo, pero creyó necesario darle las gracias a sagitario, así como ofrecer una disculpa por su desconfianza hacia él. No sólo por creer que lo mataría sino también por haberse puesto del lado de Hércules sin darle el beneficio de la duda a él. No obstante, no logró su cometido al verlo jadeando usando sus manos para sostenerse y no irse de cara al suelo. El santo de piscis frunció el ceño y se acercó preocupado a su amigo.

—Ahora entiendo por qué estabas pálido y taciturno en el banquete —dijo Adonis mirando con regaño a sagitario.

Estaba en las mismas condiciones que aquella vez. Se veía un poco pálido y sus ojos no estaban del todo despiertos. En aquel momento había estado demasiado atemorizado por la llegada de Hércules como para indagar al respecto en profundidad. También había dejado ignorado todo al respecto del elixir simplemente confiando en la palabra de su amigo. Si él decía que nadie podría obtenerlo, entonces debía ser verdad. No era tan ingenuo como para no unir las piezas y pistas que siempre estuvieron delante de sus ojos. La sangre de Sísifo era el elixir que deseaba el semidiós. El entendimiento de eso, lejos de hacerlo sentir más tranquilo empeoró su estado de ánimo. Podría pensar que sagitario no dio esa información para que el secreto no pudiera filtrarse de ninguna manera, pero eso sería darle demasiado crédito. Conociendo lo orgulloso que era y la manera en que se puso cuando se descubrió la maldición de Eros, supo con certeza casi absoluta que no dijo nada para que no intentaran protegerlo.

—No es la gran cosa, si me das dulces estaré como nuevo —intentó tranquilizar Sísifo haciendo un esfuerzo por levantar la cabeza, pero su cuello se sentía muy pesado—. Lo digo en serio, me siento mejor cuando como algunos dulces luego de hacer esto.

—Has estado sanando a Atena cada vez que regresa herida, ¿no es así? —preguntó piscis con disgusto siendo más una afirmación que una pregunta—. Y no nos dijiste nada, ¿sabes lo que te haría Hércules si se entera de esto? —interrogó con rabia—. Es más, deberías estar escondido en tu templo, él te está buscando y es sólo cuestión de tiempo de que se entere de que tú eres lo que tanto buscaba —expresó preocupado, enojado y asustado por las posibles consecuencias.

—¡No voy a esconderme de ese héroe hipócrita! —exclamó Sísifo mirándolo con desafío—. Tu deber como sanador es ese: sanar. Así que manos a la obra, los que no puedas tratar tú, los atenderé yo con mi sangre. Puede que como con Tibalt el motivo por el que no puedes sanarlos sea el cosmos divino —explicó rápidamente el arconte del centauro.

—¡Bien! —aceptó de mala gana el rubio dándole la espalda para continuar con su tarea—. Pero cuando todo esto termine me debes a mí y a nuestros compañeros una explicación detallada, ¿oíste? —preguntó con viéndolo con una rosa en mano dándole a entender la amenaza.

—Sí, sí —asintió Sísifo de mala gana.

"Qué mal. Me tocara un largo y prolongado regaño de parte de todos por esto". Suspiró el arquero mientras se sacudía un poco la cabeza para despejarse. Cuando se sintió mínimamente recompuesto, se levantó y procedió a repetir el mismo proceso que con Tibalt sanando casi al instante a los heridos por el cosmos del semidiós. El problema era que hubo algunos que requerían demasiado esfuerzo y no le quedaba de otra que hacer arder su cosmos al máximo. Las repercusiones de esto era que al finalizar se sentía agotado y con mucho sueño. Algunos de los que fueron sanados le buscaron dulces con los que mitigaba un poco el mareo y la sensación de desmayo. No podía perder la consciencia ahora. No de nuevo y menos sin asegurarse de que Pólux triunfó contra su medio hermano.

"¿Crees que es muy fácil entretener a Hércules, caballo enano?". Pensó con molestia géminis tras recibir el mensaje de Argus a través de un fuego fauto. Le parecía un desperdicio usar ese medio de comunicación para un mensaje tan irrelevante. Si pudiera con gusto derrotaría a su medio hermano, pero eso era casi imposible. Y entretenerlo por un largo plazo sin ser él quién terminara destrozado tampoco es que fuera una tarea sencilla precisamente. "Algo se me ocurrirá". Pensó el gemelo mayor mientras esquivaba un puñetazo que iba dirigido directamente a su rostro.

—Eres muy malo conmigo, hermanito —se quejó el semidiós de cabellera castaña—. No me dejaste probar a tu pequeño amante. Y yo que pensaba que podíamos tener una relación como la que llevas con Cástor y compartir todo entre nosotros —dijo de manera maliciosa relamiendo sus propios labios para molestarlo mientras volvía a arremeter contra él.

—Eres un… —iba a insultar mientras devolvía el ataque, pero Hércules estaba preparado para ese movimiento.

Mas, no fue capaz de prever que Talos lo taclearía con todas sus fuerzas haciendo que se moviera hacia su izquierda casi precipitándose hacia el suelo.

—Esto sí que es una sorpresa —dijo Hércules mientras presionaba sus pies contra el suelo para afianzarse y no caer—. Lastimas mi corazón. Ver que mi mayor admirador me ataque de esta manera... —dijo mientras una de sus manos lo empujaba con la palma extendida obligando a tauro a retroceder.

—Lo que le hiciste a Miles y Argus no tiene perdón —reclamó el arconte del toro mientras concentraba su cosmos para impedir ser despedido por el poder del semidiós.

—¿Eso es lo que te molesta? —preguntó riéndose sin darle importancia—. Para ellos será todo un honor servir en mi lecho. Una oportunidad única en la vida. A Giles también le encantaría la experiencia —murmuró provocando la furia del otro.

No obstante, la diferencia entre ambos era clara y Talos estaba concentrando toda su fuerza para no ser golpeado por el cosmos del contrario. Aunque quisiera responder con un ataque más apropiado todo lo que podía hacer era mantenerse de brazos cruzados soportando en su posición. Sabía que en el momento en que abriera su defensa lo atacaría sin piedad en las zonas más vulnerables. Para su fortuna no peleaba solo. Pólux usó la espalda del dorado como escalera y apoyando su pie izquierdo en la columna vertebral de su compañero se dio impulso para un gran salto. Con la pierna derecha en alto y potenciado por la misma gravedad se dejó caer con todo su peso logrando un golpe contundente en la cabeza de su medio hermano.

—Eso casi me dolió —presumió volviendo a levantar la cabeza como si aquella poderosa patada no significara nada para él a pesar de tener una ligera línea rojiza goteando por su rostro.

El castaño intentó sujetar a su familiar del tobillo para lanzarlo, pero falló por culpa de un cabezazo de parte de tauro. Este último, fiel a su constelación regente, lo atacó con los cuernos de su casco. Hércules tuvo que usar sus manos para sujetarlo por los cuernos y esa fue la oportunidad del aspirante de géminis para esquivarlo. El blondo retiró su pierna brevemente e intentó darle otra patada en el rostro. Sin embargo, su medio hermano habiendo previsto sus intenciones movió su cabeza esquivándolo.

—¡Aún no es demasiado tarde para arrepentirte! —gritó Talos sintiendo como su cuerpo era levantado por aquella fuerza sobrehumana mientras lo arrojaba por los aires—. Si te marchas en paz, podemos olvidarnos de este conflicto —sugirió mientras daba un mortal en el aire para caer sobre sus propios pies.

Pólux quien se había separado del santo de tauro al momento de ser arrojado por los aires, se mantuvo a una distancia prudente. Tal y como le había enseñado Sísifo, un oponente capaz de prever tu ataque es alguien que no sólo puede esquivarlo o defenderse de la ofensiva, sino que puede volverla en tu contra. Su consanguíneo estaba completamente atento a ellos. Ni siquiera se mostraba confundido o interesado en los indeseados espectadores que iban asomándose curiosos. Más y más presencias iban llegando poco a poco. El semidiós rubio creyó que su familiar usaría esta oportunidad para hacerse la víctima nuevamente. No sería difícil para Hércules fingir que Talos y él estaban acosándolo de manera injusta y dar por terminada la batalla. Tan malo no sería ese escenario, pero las cosas no salieron como esperaba.

—¿Arrepentirme? —cuestionó el semidiós castaño con una sonrisa maliciosa antes de comenzar a carcajearse—. Me la he estado pasando muy mal estos últimos días teniendo que reprimir mis deseos para conseguir el elixir de Atena y no me iré sin él —advirtió mientras lo miraba con locura y no precisamente por la maldición de Hera—. Les propongo algo, si ustedes me entregan al ángel de Atena me iré sin herir a nadie. Palabra de héroe —prometió con esa falsa sonrisa que pretendía ser sincera.

—Sólo un demonio podría codiciar a un ángel —gruñó Talos imaginando que no poseía las mejores intenciones con el menor. Y menos siendo que sagitario entraba en el rango de edad de un infante.

—Como si tu palabra valiera algo —insultó el semidiós rubio con molestia—. Eres una escoria que no merece ser llamado humano siquiera.

—Soy un héroe —remarcó Hércules con fuerza antes de mover su cuello de un lado hacia el otro para destensar los músculos—. El más grande de todos, la profecía de Prometeo dice...

—Sí, sí, ya lo sabemos qué salvarás al Olimpo de una amenaza invencible —remedó Pólux con fastidio—. ¿Sabes? Todo tú se reduce a eso; una profecía, que los dioses te ayuden y violar a los más débiles cuando nadie te ve —acusó causando un suspiro de asombro y horror de parte de los espectadores.

—Oh ya veo lo que está pasando —afirmó Hércules mirando a su alrededor viendo a los aspirantes que presenciaban la lucha—. ¿Crees que voy a detenerme sólo porque hay seguidores míos viéndome? —cuestionó riendo con fuerza—. A este punto no me interesa este montón de inútiles. Sólo los estaba usando para conseguir la ubicación del elixir por las buenas, pero ¡estoy harto de ser la burla de ese maldito estafador! —gritó con furia—. ¿Oyeron, imbéciles? —interrogó a la multitud que iba creciendo a tan sólo unos cien metros de ellos—. A quién me entregue el ángel de Atena le perdonaré la vida.

Esas palabras eran ciertamente inesperadas para los presentes. Unos se encontraron profundamente decepcionados por lo ocurrido en la cocina momentos atrás. Otros, al igual que Nikolas, intentaron darle una explicación al repentino comportamiento atribuyéndolo a la maldición impuesta por la reina del Olimpo, mas no por ello dejaban de considerarlo peligroso. Era bien sabido que poseía una fuerza sobrehumana, y fuera por su locura inducida o por ser su personalidad así de retorcida, no podían dejar de verlo como lo que era: un peligro. Y que estuviera buscando a sagitario era una llamada de atención. Aun no tenían claro que le había hecho Pólux al niño y tampoco cuales eran las intenciones de Hércules con él. Nada bueno podía salir de tener a dos semidioses en su busca. Por su parte, Miles había regresado allí al ver a sus compañeros dirigiéndose hacia el peligro como polillas hacia el fuego. Tras haber conseguido avisar a Ganimedes y Castor de la situación se disponía a esconderse donde no estorbara ni sirviera de rehén. Empero, esos idiotas le estaban haciendo más sencillo al enemigo la tarea de conseguir un rehén que sirviera como un último recurso.

—¡Deben irse de aquí! —gritó Miles empujando a algunos de los hombres incitándolos a irse—. Este lugar es peligroso. ¡¿Es que son tan estúpidos que no ven algo tan obvio?! —preguntó exasperado.

—¡Pero es una pelea entre semidioses! —gritó uno negándose a irse de allí.

—¡Esto es una oportunidad única en la vida! —protestó otro zafándose del agarre del ex eromeno para seguir observando el enfrentamiento.

—¡Oigan! —llamó alguien entre la multitud—. ¿Ese no es Talos? —cuestionó intentando distinguirlo mejor.

—Sí, es cierto —confirmó otro mirándolo con sorpresa—. ¡Y está usando una de las armaduras doradas!

—¿Cuándo se hizo un santo dorado?

—Seguro consiguió su armadura atendiendo a los dorados. Piénsenlo, él iba con ellos cada día y de repente es un santo sin siquiera tomar su prueba —afirmó uno de los aspirantes de manera venenosa debido a la envidia.

—¡No es justo! Ni siquiera Pólux y Castor han conseguido aun a géminis, pero Talos la suya sí, ¿no estará arreglado todo esto?

—¿De qué sirve entrenar para las pruebas si las armaduras se consiguen por capricho?

—¡Oigan! ¡Oigan, malditos envidiosos! —gritó Miles harto de oír los comentarios negativos respecto a su padre adoptivo—. Si Talos ahora es un santo dorado es porque demostró valer para el puesto. Ustedes en cambio están aquí simplemente estorbando —atacó verbalmente sin poder callarse un par de verdades.

Mientras aquella discusión tenía lugar, los semidioses y el santo de tauro no habían dejado de intercambiar golpes entre ellos. Talos se había dado cuenta que si aplicaba todo su peso, fuerza y cosmos podía llegar a retener por breves segundos al hijo de Zeus de cabellos castaños. Eso le daba la oportunidad a Pólux de asestar algunos cuantos golpes. La estrategia era sencilla y había dado resultados satisfactorios un par de veces. Mas, Hércules no era lo suficientemente estúpido para seguir cayendo en un patrón tan predecible. Por lo mismo, en su siguiente intento de aplicarle los mismos movimientos, bastó con moverse pocos segundos antes de ser tacleado para usar su pie y hacer tropezar al toro. El rubio había intentado prestar ayuda cuando vio a su familiar pateando el cuerpo del dorado caído. Cuando atacó con puño en alto, Hércules simplemente lo detuvo por la muñeca y luego de hacerlo girar en el aire mientras le rompía el brazo, lo soltó mandándolo a varios metros de distancia.

—¡Estoy cansado de estos tontos juegos! —gruñó el semidiós castaño reparando en la presencia de Miles debido a los gritos que estaba profiriendo—. Si Sísifo no viene por las buenas, vendrá por las malas —susurró al ver su oportunidad de obligarlo a hacerse presente.

Estaba convencido de que Pólux había escondido a sagitario en algún sitio. Hace tan sólo unos instantes sintió su cosmos cerca del área de la cocina. Debería ir allí y terminar con todo de una vez, pero también estaba percibiendo la presencia de Adonis. Aunque odiara admitirlo, su veneno quizás no sería letal para él debido a su cosmos divino, pero sin dudas podría debilitarlo. Aun si sólo se tratara de leves mareos o piernas temblorosas, no iba a darle el gusto a su medio hermano o al enano de sacar ventaja de su vulnerabilidad. Además, podría tratarse de una trampa preparada para atraerlo a ese lugar. Suficientes veces le había tomado el pelo. Era momento de que fuera él quién pusiera las reglas y los términos. Tener de rehén a uno de sus amigos cercanos haría más sencillo interrogarlo. Con eso en mente, Hércules corrió a toda velocidad con el objetivo de sujetar a la maldita ramera que, dicho sea de paso, también quería en su lecho para terminar lo que empezaron.

—¡Cuidado, Miles! —gritó Talos con urgencia y miedo desde el suelo intentando ponerse de pie.

Algunas de las patadas del semidiós habían ido a parar a su estómago y otras al rostro. Habían sido propiciadas con gran fuerza y sadismo. De no ser por la armadura dorada, estaría con varios órganos destrozados. Eso no significaba que estuviera en perfectas condiciones. Ponerse de pie le supuso un reto y una efímera victoria cuando volvió a caer sobre su rodilla viendo impotente como el semidiós se acercaba a su objetivo.

—¡Ya eres mío! —celebró Hércules cuando de un poderoso salto se dirigió hacia la ramera para sujetarlo del cuello.

Dada la distancia restante y su velocidad le sería imposible a Miles esquivar su agarre, e incluso si lograba evitar la mano dirigida a su cuello, bastaría con pocos segundos para someterlo contra el suelo. Sin embargo, sus intenciones se vieron interrumpidas cuando un cosmos helado se hizo sentir y frente a él apareció un muro de hielo bastante grueso.

—¡Miles huye de aquí! —ordenó Ganimedes mirando con fastidio a los aspirantes, pues por su culpa se vio forzado a revelar su posición prematuramente—. ¡Ustedes también aléjense o los congelaré!

—Oh, pero si es la belleza helada —dijo Hércules mientras le dedicaba un gesto obsceno con la boca simulando con la mano como si estuviera brindando sexo oral—. ¿Vienes a servirme? Te puedo asegurar que soy tan apasionado como mi padre y compartimos muchos gustos.

—Asqueroso —dijo acuario con sencillez dedicándole una mirada de indiferencia hacia sus comentarios—. ¡¿Y ustedes que hacen todavía parados allí?! —interrogó a los hombres parados como estatuas sin moverse ni siquiera un centímetro—. Les di una orden. ¡Deben acatar!

—¿De qué serviría que obedezcan tus órdenes? —interrogó Hércules mientras concentraba su cosmos en una mano antes de dar un gran golpe que abrió el suelo en dos—. No tienen lugar donde esconderse —afirmó regocijándose al ver a algunos hombres cayendo dentro de la grieta—. Una vez que termine con el molesto ángel me divertiré usándolos a todos ustedes —exclamó sin ninguna vergüenza—. Los hombres y niños más guapos irán a mi lecho y los más feos serán mis esclavos. ¡Siéntanse honrados sucios mortales de servir al héroe de la profecía e hijo del rey del Olimpo! —gritó con todas sus fuerzas mirando hacia el cielo.

—¡Ya he tenido suficiente de ti! —afirmó el santo de acuario antes de atacarlo con su cosmos helado.

El ex copero de los dioses era consciente de que físicamente sería imposible que consiguiera sostener una pelea contra el semidiós. Por lo mismo usaba su cosmos helado para mantener a su oponente a una distancia segura de su persona. Había lanzado varios ataques con intención de congelar sus pies y piernas de modo que pudiera inmovilizarlo. Empero, era demasiado difícil asestar correctamente su ataque. Los movimientos del semidiós eran bastante ágiles y se movía en zigzag a sabiendas de que esa era la mejor manera de evitar ataques lineales como los suyos. Lo único de lo que daba gracias es de que los chismosos aspirantes aumentaran la distancia que tenían con la zona de combate. Mas, no estaban tan lejos como para no distinguir lo que estaba aconteciendo.

Entretanto, Castor aprovechó el combate entre su maestro con el hijo de Zeus para ir en busca de su gemelo. Éste se había dado un mal golpe en la cabeza y estaba bastante aturdido. Se acercó con cuidado revisando las heridas que poseía. Se mordió los labios pensando en el poco tiempo que debía restarles antes de que tanto Pólux como los dorados agotaran sus fuerzas. Si no conseguían vencer a su rival antes de que eso sucediera, se enfrentarían a la peor cara del "héroe".

—Hermano —llamó el gemelo menor sacudiéndolo un poco notando la sangre por la herida que tenía por encima de la ceja—. ¡Reacciona por favor!

—Tranquilo, Castor —habló mientras usaba su mano para cubrirse la herida sangrante—. Sólo es algo abundante, pero no seria.

—Me alegro de que te encuentres bien —suspiró aliviado de que no fuera nada grave.

—No cantes victoria muy pronto —aconsejó el mayor soltando un suspiro sujetando su propio brazo roto—. Hércules aun guarda mucho poder. Esto es sólo un juego para él.

—¡Pero tú también sigues guardando mucho poder! —exclamó Castor con cierto toque de desesperación en su voz.

—Si yo usara todo mi poder me temo que muchas personas morirían —expresó el rubio mayor con preocupación—. Hércules al intentar contrarrestar mi poder liberaría el suyo y de este lugar no quedaría nada. Toda la vida se vería extinguida.

El hermano mortal asintió comprendiendo el predicamento de su gemelo. Le era complicado pelear sin liberar toda su rabia y poder. Lo sabía porque ese era el motivo por el cual sagitario y él siempre estaban practicando lejos de todos. De hecho, en el santuario era el azabache el único capaz de brindarle un reto. Era por su experiencia y su poderoso cosmos que el semidiós debía reconocer que no era alguien ordinario. Si lo fuera no habría tenido que atacarlo por la espalda con la guardia baja. Y pese a ello le había encargado entretener a Hércules. Algún plan debería tener preparado, ¿verdad?

—Por cierto, hermano —llamó Castor intranquilo mientras observaba hacia donde la armadura de géminis seguía suspendida—. ¿Tú sabes que le sucede? —interrogó señalando con el dedo a la vestidura sagrada.

—No tengo idea —negó Pólux moviendo la cabeza—. Intenté llamarla, pero no me hizo caso —suspiró mientras lo miraba inquisitivamente—. Y veo que tampoco lo hizo contigo.

—Yo también intenté llamarla, pero no me hizo caso —confesó el gemelo menor apretando los puños—. ¿Crees que se confundió porque la llamamos al mismo tiempo?

—Es sólo una armadura. No tiene voluntad propia no puede "confundirse" —dijo Pólux viéndolo como si estuviera loco.

—Las armaduras tampoco brillan, vuelan y se ensamblan solas, pero estas lo hacen —le recordó el menor con obviedad.

—Sería de gran ayuda no tener que preocuparme por los golpes de Hércules —admitió el rubio cerrando los ojos brevemente con el aturdimiento algo atenuado.

—Intenta llamarla de nuevo. Yo no lo haré —sugirió el gemelo menor mirándolo con seriedad.

El inmortal tenía algunas quejas sobre esa petición. Sin embargo, no perderían nada con intentarlo. Cerró los ojos e intentó concentrar su cosmos. Gruñó con molestia al darse cuenta de que poseía más heridas de las que creía. Hércules había conseguido asestarle diversos golpes cada vez que sus puños chocaban. Ni siquiera se había dado cuenta de ellos por la adrenalina y el calor del combate. Sin embargo, debió esperarse eso cuando vio que no consiguió controlar correctamente su caída tras ser lanzado por los aires. Sus heridas habrían sido mucho menores si hubiera sido capaz de utilizar su cosmos o su cuerpo le respondiera correctamente.

Los gemelos sabían que no podían enfrentarse a Hércules como lo llevaban haciendo o no habría ninguna diferencia. Por lo mismo, intentaron hacer que la armadura de géminis le respondiera a su llamado a alguno de ellos. Entretanto, el santo de acuario estaba siendo acorralado por el hijo de Zeus. Quería acercarse a Talos para sanarlo, pues lo notó tosiendo un poco de sangre. Alguno de los golpes seguramente le causaron heridas internas. De momento, se estaba haciendo cargo de la pelea para darle un respiro, pero solo no conseguiría nada. Lanzó otro de sus ataques de hielo esperando que le diera directamente en el rostro. Si lo lograba, estaría momentáneamente cegado y podría congelarlo por completo.

—¡Lo logré! —exclamó Ganimedes feliz de haberlo cegado.

De inmediato se dispuso a congelarlo por completo, pero no contaba con que Hércules continuara con su ataque. Dentro de los escenarios que se había imaginado, estaba uno donde el semidiós se detenía e intentaba limpiarse los ojos para recuperar la vista. En cambio, aumentó la velocidad y de un fuerte golpe en el estómago mandó a volar al príncipe de hielo a varios metros de distancia. No alcanzó a tocar el suelo o golpearse contra algo peligroso gracias a que fue atrapado por el santo de Leo.

—¿Ahora tú? —cuestionó el hijo de Zeus con fastidio.

Si le hacía algo a ese santo en específico, el dios del Sol podría sentirse tentado a intervenir. Aunque... Observó el cielo oscuro con las estrellas brillando en lo alto. A esas horas gobernaba Artemisa. Dudaba que Apolo se enterara de lo que estaba sucediendo. Y si lo hacía, ¿qué importaba? ¿Acaso su medio hermano sería tan arrogante como para hacer que el rey del Olimpo eligiera entre ellos dos?

—Así no llegaremos a ningún sitio —susurró el guardián de la quinta casa al oído de su compañero.

—¿Alguna idea? —cuestionó acuario con seriedad.

Antes de que pudiera obtener una respuesta, el semidiós se lanzó para atacarlo con una lluvia de golpes, la cual fue bloqueada por León. Consiguió evitar que dañara al ex copero de los dioses, pero no salía de su asombro. El santo del león sabía bien que su oponente había estado peleando contra dos dorados y un semidiós. Sin embargo, pese a todo el cansancio que debería tener su cuerpo, las heridas acumuladas y la embriaguez por la cantidad de vino consumido, seguía siendo un guerrero demasiado formidable. Con disgusto, el ex almirante tuvo que aceptar que poseía una gran resistencia. Algo que no reconocería en voz alta, por supuesto. Pero tampoco podía ignorar.

—Podríamos terminar todo este conflicto si me entregaran a Sísifo —le mencionó Hércules.

Esta era una buena oportunidad de negociar. Si tenía a este sujeto como rehén sin dudas el arquero dejaría cualquier escondite donde estuviera. Además, mientras estuviera vivo el dios del sol todavía podría fornicar con ese mortal. Así que todos deberían estar satisfechos. No obstante, aquellas palabras sólo hicieron arder el cosmos del otro. Reunió toda su rabia convertida en cosmos y comenzó a atacarlo sin descanso.

"Talos, Ganimedes. Es evidente que no podemos vencerlo por separado. A mí señal lancen sus ataques más poderosos directo a Hércules. Si lo atacamos entre tres será incapaz de soportarlo. No está en buenas condiciones, ¡debemos aprovechar!". Comunicó a través de su cosmos a ambos dorados.

"Pero yo no tengo ninguna técnica propia aun". Replicó Talos quien estaba recibiendo un tratamiento rápido de parte de Ganimedes. El príncipe de hielo aprovechó que León tenía entretenido al semidiós para al menos atender las heridas más graves de tauro antes de que colapsara por las mismas. Entre la pelea que ambos habían sostenido contra Hércules y el cosmos que estaba usando el ex copero para atenderlo estaba bastante debilitado. Ninguno de ellos podría hacer un ataque devastador ni usando todo el poder del que aún disponían. No obstante, si unían todo lo que tenían, quizás lograrían acabar con el semidiós, a quien su cuerpo también debería estarle pasando factura por todo el daño recibido.

Aun así, los tres dorados estaban de acuerdo en que ninguno de ellos lograría soportar mucho más si el combate se prolongaba más tiempo. Se desplegaron rodeando a su objetivo y a base de ataques fueron guiándolo sutilmente cada vez más lejos de donde pudieran dañar a algún inocente. Una vez que concentraron todos sus cosmos al máximo se colocaron en posición, estando León al centro y Talos y Ganimedes a ambos lados del guardián de la quinta casa lanzaron su ataque. Con un grito de batalla digno de guerreros como ellos hicieron arder su cosmos en el nombre de Atena y liberaron todo su poder contra el semidiós. Una poderosa luz cegó a Hércules antes de usar sus manos para intentar frenar el ataque con su propio cosmos.

Al inicio estaba sumamente confiado. Su fuerza sobrehumana debía superarlos por mucho. Si podía vencerlos fácilmente por separado, ¿qué diferencia habría en que lo atacaran juntos? Estaba preparándose para regresarles toda aquella energía que le había lanzado en un sólo ataque. No obstante, no conseguía moverlo. Su propio cosmos estaba al máximo y con todo eso sólo se mantenía en una línea media entre los tres dorados y él. El suelo a su alrededor se abría de tal manera que pareciera que, si caías allí, llegarías al inframundo por la profundidad. El aire a su alrededor se movía como si un huracán estuviera azotando el santuario e incluso varios rayos saltaban de la colisión de energía. Ese poder había sido tan grande que Argus, Sísifo y Adonis sintieron la tierra bajo sus pies temblar. Incluso la diosa Atena había percibido aquella poderosa técnica desde donde se encontraba.

"¡Sísifo! ¿Qué está sucediendo en el santuario?". Interrogó mediante la telepatía.

"No tengo idea, pero date prisa en volver". Ordenó sagitario con molestia.

El arquero pese a no recibir respuesta se sintió más aliviado de oír a la diosa. Eso quería decir que no faltaba mucho para que regresara al santuario. Sólo un poco más. Si lograban soportar al semidiós un poco más de tiempo podrían ponerle fin al problema. Entretanto, los dorados cayeron al suelo de rodillas completamente exhaustos por haber utilizado todo su poder en ese último y desesperado ataque. Vieron un enorme cráter dejado por la técnica sin nombre recién ejecutada y el cuerpo del semidiós tendido en el medio del mismo con serias heridas por todo el cuerpo. Suspiraron aliviados al ver que sólo restaba atarlo o retenerlo de alguna manera para que no fuera un problema al despertarse.

—Interesante técnica, pero ahora es mi turno —exclamó Hércules mientras se sentaba en su lugar y su rostro expresaba su sed de sangre creciente.

CONTINUARÁ...