Cap 44: El arquero duerme
Los rastros de destrucción dejados por la visita de Hércules eran múltiples. Y no se trataba sólo de lo material, —eso lo estaban solucionando rápidamente trabajando juntos para reparar el comedor y rellenar las grietas en el suelo—, el problema era lo sentimental. Debido al tiempo que llevaban los aspirantes conviviendo en el santuario, existía cierta camarería entre todos. Había amigos cercanos lógicamente, después de todo existían personas más afines con unas que con otras. Bien o mal, a diferencia del primer día —donde aconteció la masacre de la primera prueba de Atena—, ahora todos se conocían. Las personas que fallecieron tenían quien los extrañara. Poseían nombres y anécdotas que quedarían en la memoria de los vivos. Habían perdido a parte de los suyos por culpa de un héroe falso que los había engañado fingiendo ser un hombre noble. Alguien que los llenó de halagos y sonrisas sólo para cumplir sus ambiciones. ¿El resultado? Pérdidas y remordimientos que digerir.
En esos momentos el dios Apolo se encontraba ingresando al santuario de su hermana. Ella había accedido a ello para permitirle ir a revisar a sagitario cada cierto tiempo. Por lo mismo últimamente era frecuente verlo llegar. Habían pasado un par de días desde el incidente con Hércules y lentamente todo iba volviendo a la normalidad; los fallecidos fueron enterrados como correspondía, las tareas de reparación seguían su curso y la diosa Atena se había encargado personalmente de inspeccionar a los heridos. Incluso había revisado a aquellos que recibieron la sangre de Sísifo. Esto último era debido al desconocimiento de si su sangre seguía ejerciendo su poder si el arquero se debilitaba. Habiendo llegado a un punto de casi muerte existía la posibilidad de que su sangre perdiera su efecto. Afortunadamente no fue el caso. Las personas curadas por él continuaban sintiéndose perfectamente y sus cuerpos no mostraron rastro de daño por el cosmos divino del semidiós.
El dios del Sol caminó con calma siendo saludado con reverencias por los presentes a su paso. Tras su despliegue de poder había quedado más que claro para todos lo peligroso que era faltarle al respeto. Además, habían confirmado los rumores sobre su relación con sagitario. Por la mala fama de Pólux, se había puesto en duda su afirmación sobre la cinta roja que usaba Sísifo todos los días, pero ahora que no les quedaban dudas sobre lo que los dioses estarían dispuestos a hacer por él, preferían andarse con cuidado. Si hasta el propio Hércules con su fuerza sobrehumana y linaje divino no pudo soportar el dolor infringido por aquel Dios, ¿qué les esperaría a unos pobres mortales? A ello debían sumarle haberse puesto del lado del semidiós. Si bien no atentaron directamente contra el ángel de Atena, preferían no arriesgarse a faltarle el respeto a los dioses. No tenían idea de lo que les podrían hacer si sagitario no volvía a la normalidad pronto y eso los obligaba a andarse de puntillas con los dioses y los dorados.
El pelirrojo ignoraba las excesivas reverencias dadas hacia su persona. Él había observado su forma de comportarse y no podía sentir otra cosa que no fuera disgusto. ¿Acaso intentaban comprar su clemencia mediante la burda sumisión? A su parecer no habían aprendido nada entonces. Sólo seguían procurando por su propio bienestar alabando a los dioses por temor al castigo. Sólo podía catalogar ese comportamiento como demasiado desagradable e hipócrita. Casi hasta se arrepentía de haber castigado a su medio hermano. Lo que fuera que Hércules les hiciera sería algo que ellos mismos se habían buscado al elegir seguirlo. Empero, su hermana le recordó que no podía permitirse seguir perdiendo guerreros de su ejército. Este seguía reduciéndose a causa de las malas elecciones realizadas por la diosa de la guerra. Siguió su camino perdido en sus pensamientos hasta llegar a la enfermería. Llevaba una pequeña canasta en la mano donde llevaba algunas manzanas frescas.
Al ingresar no le sorprendió lo que vio. Sísifo seguía dormido igual que la primera vez que lo atendió, León se encontraba medio sentado dormido al lado de su cama y en el suelo a dirección de los pies se encontraba Caesar recostado. Ambos se la pasaban casi todo el tiempo vigilando al azabache en busca de cualquier rastro que le indicara que estaba por despertar. Habían pasado días y no mostraba rastros de que fuera a abrir los ojos. Para evitar que muriera de inanición los dorados le daban sopa que era el único alimento que conseguían hacerle consumir. Seguía respirando y su corazón latiendo, pero por lo demás parecía un cadáver. Yacía en la cama apaciblemente sin ninguna expresión en su rostro y respiraba de manera tan tenue que parecía no hacerlo.
El león cachorro se dio cuenta de la nueva presencia y de inmediato se puso de pie y fue hacia él. Encorvo su lomo y se frotó cariñosamente contra la pierna del dios del sol buscando algún mimo de su parte. El pelirrojo se inclinó un poco y le acarició la cabeza sonriéndole. Luego de unos cortos mimos se acercó a la cama viendo el deplorable estado del guardián de la quinta casa. Estaba bastante pálido y con enormes ojeras marcadas bajo sus ojos. A eso además debía sumarle el olor que comenzaba a sentirse debido a la falta de baños. Apolo soltó un largo suspiro que logró despertar involuntariamente al castaño.
—¡Apolo! —exclamó sorprendido León mientras se restregaba un poco el rostro en un pobre intento por verse presentable—. Lo siento me quedé dormido —se disculpó levantándose de su asiento para darle acceso a donde se encontraba el menor.
—No deberías disculparte por dormir. Al contrario —dijo mientras detallaba las marcadas ojeras con la punta de sus dedos—. Deberías dormir más —dijo como sugerencia, pero su voz salió imperiosa sonando como una orden.
—Estoy bien —afirmó León mientras esquivaba su mirada.
Mientras ambos estaban hablando, el cachorro se acercó hacia la cama rodeándola hasta ubicarse más cerca de la cabecera. Caesar se acercó a olfatearle el rostro a Sísifo. Generalmente sus bigotes le causarían cosquillas y abriría los ojos antes de perseguirlo, pero no sucedió. Al no ver ninguna reacción lo olfateó en las mejillas y cuello, antes de lamerlo en el rostro para despertarlo. Sin embargo, contrario a lo usual, no despertaba. El leoncito no era capaz de entender porque no abría sus ojos, pero sí percibía que se encontraba mal. Fiel a su instinto todo lo que podía hacer era lamerle la mano y la cara buscando sanarle del dolor que lo estuviera aquejando. Había apoyado sus patas delanteras en el borde de la cama para acercarse más. Maulló lastimeramente al no obtener ninguna señal de que se levantaría como siempre.
—¡Caesar bájate de la cama ahora mismo! —gritó el ex almirante con tal furia que el cachorro bajó asustado.
El león se había erizado inconscientemente antes de alejarse de Sísifo como si le hubiera quemado. Incluso corrió hacia el dios del Sol y se ocultó detrás de sus piernas mientras veía asustado desde su posición a León. El adulto se veía bastante amenazante debido a la expresión furiosa en su rostro y más al combinarlo con su estado descuidado.
—¡Claramente no estás bien! —regañó Apolo viendo al santo de leo con severidad—. Es evidente tu falta de sueño. Tu salud y tu humor están decayendo severamente.
—¡No es cierto! —negó el arconte del León con terquedad.
—Sí lo es —afirmó con frialdad Ganimedes mientras ingresaba a la enfermería.
—Estos últimos días no has comido, dormido ni siquiera te has bañado —complementó Adonis quien venía junto a acuario.
—¡¿Y cómo quieren que descanse cuando mi niño no puede despertar?! —gritó con una expresión salvaje en su rostro.
Desde que cayó dormido luego de recibir los primeros auxilios de parte del dios del Sol, Sísifo no había vuelto a abrir sus ojos. El dios de la medicina había castigado duramente a su medio hermano antes de regresar con él. Como dijo anteriormente, no tenía permitido intervenir en el flujo de la vida y la muerte. Hacerlo sería una ofensa contra las Moiras y contra el señor del inframundo. Por lo mismo, lo máximo que pudo ofrecer fue la sanación de las heridas causadas por el cosmos divino. Desgraciadamente esas eran pocas. El mayor problema de sagitario provenía del uso de su sangre de titán. Y ese era un asunto mucho más delicado. Siendo el cosmos el poder que residía dentro de cada ser vivo, Sísifo había gastado el suyo en socorrer a los heridos. Apolo podía restaurar su cosmos ciertamente, lo había hecho muchas veces con los dioses heridos, pero justamente allí estaba el problema. Él sólo debería restaurar el cosmos de otras deidades ya que hacerlo con un mortal sería el equivalente a brindarle más años de vida.
—Pero lo hará —dijo Apolo con seguridad—. No olvides que hablamos de Sísifo. El rey que amaba tanto la vida que se escapó varias veces de la muerte —le recordó de manera severa mientras se acercaba y le sujetaba los hombros con sus dos manos—. Su cosmos es débil, pero persistente. Debemos darle tiempo y pronto lo veremos causando problemas y dándonos dolores de cabeza como siempre —afirmó suavizando la mirada antes de sonreírle con cariño—. Nuestros hijos nos necesitan, León y dañando tu salud no podrás consentir a nuestros cachorros —bromeó un poco mientras acariciaba a Caesar con una mano.
—Además… —intervino Adonis sujetándose uno de sus brazos con culpa—. Cuando Sísifo despierte, si te ve en estas condiciones va a intentar justificar por qué no nos dijo sobre su sangre —señaló con un gesto de desesperación.
El santo de piscis tenía muy en cuenta que todavía les faltaba una larga y tendida charla sobre la sangre de Prometeo. No les había dicho que él era quien sanaba a la diosa Atena o que por esa razón siempre consumía tantos dulces. ¿Cuántas veces no le habrán negado sus dulces pensando que era simple gula de un niño caprichoso sin darse cuenta de que estaba debilitado? Más importante aún, les escondió algo que atentaba directamente contra su vida. Adonis no podía dejar de reprocharse su impotencia. Debido a sus miedos e inseguridades los dorados destinaron sus esfuerzos en hacerlo sentir seguro ofreciendo protegerlo del semidiós. Incluso sagitario le había prometido no dejar que le pusiera un dedo encima a pesar de ser él el objetivo. Y ahora… ¿él qué había hecho por su amigo? Eran muchas las veces en que Sísifo lo defendió. Esta era la segunda vez que resultaba siendo el más afectado por su culpa; siendo la primera con una maldición y la segunda exponiéndose como "elixir" para dioses.
El rubio se atormentaba pensando en cómo remediar la situación, pero ni siquiera era capaz de sanarlo o hacerlo despertar del sueño profundo en el cual se encontraba sumido. Con las instrucciones del dios Apolo habían sabido como mantenerlo con vida todo este tiempo. Debían remojar sus labios cuando comenzaban a resecarse, moverlo cada cierto tiempo de posición para que no se acalambre y masajear sus músculos. Siendo un santo con un régimen estricto y constante corría riesgo de que al despertar quedará paralizado por atrofia si no eran cuidadosos. A eso se le agregaba la transferencia constante de cosmos. Si bien Apolo evitaba hacerlo para no causar un problema entre dioses, los mortales sí podían hacerlo. A razón de ello les enseñó a acuario y piscis los requisitos necesarios para atender y controlar los cambios en la salud del azabache.
Todo eso era un gran trabajo en el que Adonis apenas si podía participar. La fisioterapia quedaba totalmente descartada para él, así como también lo de bañar o humectar los labios del menor. Todo ello requería contacto directo que él no podía realizar sin matarlo en el proceso. León no tuvo ningún problema en encargarse personalmente de esas tareas. El problema es que sólo se permitía abandonar el lugar para comer algo rápido y beber agua cuando Ganimedes debía atender a sagitario. No sabía si León era consciente de sus acciones, —dudaba que lo fuera, pues no era consciente de su propio bienestar siquiera—, pero lo herían profundamente. El blondo sentía que era innecesario. Un inútil. Y no podía objetar demasiado. No podía ofrecerle a León cuidar de Sísifo durante la noche para que el guardián de la quinta casa durmiera a gusto, cuando su tiempo se limitaba a máximo una hora y si llenaba la enfermería de rosas blancas. Con las pocas que cargaba sólo podría ofrecerle media hora. Lo justo para una siesta como mucho. Y eso no bastaba para el ex almirante quien quería que se le cuidara las veinticuatro horas temiendo que despertara solo.
—¡Como siempre nos ocultó algo de suma importancia! —exclamó Ganimedes indignado.
—No seas tan duro con él —pidió León en un tono firme que rozaba el regaño—. ¿De qué le habría servido revelarnos eso? Si no pudimos hacer nada para protegerlo mientras Hércules lo mordía —rememoró el castaño apretando los puños con frustración—. Si esa es la diferencia entre nosotros y un semidiós, ¿te imaginas lo que será cuando otros dioses se enteren? —preguntó León mordiéndose los labios.
—No creo que a nadie le importe —dijo acuario queriendo quitarle peso al asunto—. Los dioses son seres inmortales que rara vez salen heridos. ¿Para qué querrían a Sísifo si no lo van a usar? —razonó en voz alta.
—Porque es algo único —respondió el pelirrojo con seriedad—. Ya no quedan titanes sobre la Tierra. Varios fueron asesinados o encarcelados en el tártaro por mi padre, otros como Prometeo están en paradero desconocido y los pocos de quienes sabemos su ubicación no tienen una forma física de la cual extraer sangre como por ejemplo Cronos —enumeró el dios del Sol—. De momento, Sísifo es el único portador de sangre de titán funcional en dioses. Bastaría con darle ambrosía y volverlo inmortal para asegurarse una cura y su respectivo guardián fusionados en uno solo. Es realmente práctico.
—Lo entiendo —dijo escuetamente Ganimedes.
Por supuesto que entendía que esa sangre era especial, pero lo que no entendía era porque de nuevo era Sísifo el que tenía toda la suerte de su lado. La vida era demasiado injusta al favorecerlo con un linaje real de ascendencia divina. Y no cualquiera, no un parentesco con algún dios como era tan frecuente gracias a los dioses libidinosos, sino con un titán. Uno de los dioses más antiguos que los olímpicos famoso por ser el amigo de los mortales, el ladrón del fuego de los dioses y aquel cuya astucia y poder era un problema incluso para el rey del Olimpo. "A este paso sólo falta que el mismísimo Prometeo salga de su exilio para socorrer a su único descendiente con vida conocido". Pensó Ganimedes con amargura.
¿Por qué la vida se encargaba de restregar en su cara todo lo que carecía? Él siempre fue un niño obediente y mesurado. Cuando era príncipe seguía las reglas y órdenes de su padre sin cuestionar. Hacía todo lo que se le pedía y se alejaba de cualquier cosa que pudiera ser motivo de vergüenza o deshonra. Él era bueno. Entonces, ¿por qué? ¿Por qué su padre lo olvidó cuando Zeus se lo llevó? ¿Por qué lo vendió como si fuera una vulgar ramera? ¿Por qué si fue un amante complaciente y dedicado Zeus lo echó del Olimpo? ¿Por qué él tenía que pagar por las herejías de Sísifo? ¿Por qué mientras él vagó por las calles ahogándose en alcohol y sobreviviendo de limosnas, a Sísifo lo cuidó y protegió un buen hombre como León? ¿Por qué a pesar de ser el estafador de dioses los titanes en el Tártaro, los olímpicos y los mortales lo apoyaban?
¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué?
Aquella pregunta se repetía una y otra vez en su cabeza repasando más y más diferencias entre sagitario y él hasta llegar a aquella que nunca abandonó su cabeza ¿Por qué Zeus no lo había ido a buscar? Desde que volvió como mortal habían pasado casi dos años. ¿Cuánto más debía esperar? No quería dudar de los sentimientos y juramentos de amor eterno dedicados a su persona por el rey de los dioses, pero a estas alturas era imposible no cuestionarse si lo seguiría amando. Si él estuviera en una situación de vida o muerte, ¿Zeus lo defendería? A sagitario lo protegieron cuatro de los hijos del dios del rayo y con todos se llevó mal la primera vez que se vieron. Pese a sus múltiples peleas y diferencias, ellos estuvieron dispuestos a correr el riesgo de ser castigados por su padre al tocar al niño de oro. ¿Alguien haría algo como eso por él? Hércules no lo había dañado tanto o directamente como sí hizo con otros. ¿Sería capaz de castigar al campeón de la humanidad si le hería?
Fue entonces cuando los ojos del ex copero volvieron a posarse en el niño durmiente. Si antes desconfiaba de si Zeus fuese capaz de utilizar a su favor la maldición de Eros para convertirlo en su amante, con la explicación de Apolo lo confirmaba. Esa sangre era demasiado única y preciada. Como dijo el pelirrojo bastaría con darle ambrosía y hacerlo inmortal como él alguna vez lo fue y tendrían a Sísifo a su disposición por toda la eternidad. El equivalente a una fuente de la eterna juventud vuelta amante, guerrero y estratega. Sería útil para diversas funciones y dudaba que el dios del trueno pudiese dejarse cegar lo suficiente por su odio como para ignorarlo. Atena había demostrado lo que se podía lograr dándole el uso adecuado. Actualmente ella era una diosa adorada por muchos. Incluso algunos abandonaban su fe en otros dioses y las volcaban en ella.
"Tal vez sería mejor que no despierte". Fue un pensamiento fugaz de parte de acuario antes de ser asaltado por un breve recuerdo: "Si Zeus viene a buscarte para reclamarte como pareja antes de que yo sea libre, no te dejaré volver con él. Mientras seamos compañeros no te permitiré estar con alguien tan despreciable". Quiso reírse de sí mismo por lo ridículo que estaba siendo. Le estuvo dando varias vueltas al asunto de si alguien era capaz de luchar contra un dios o semidiós por él y por poco había olvidado que la persona que yacía en un sueño profundo estaba preparada para plantarle cara al rey de los dioses por protegerlo de quien creía era un abusador. Pese a su amor por Zeus, no podía ignorar que Sísifo actuaba pensando en su mejor interés. Seguía considerando que sagitario no entendía sobre relaciones adultas y maduras como la suya con el rey del Olimpo, pero en su ignorancia creía estar cuidándolo.
"Qué pensamientos tan despreciables tengo para alguien que sin dudas cumpliría su amenaza. Le ha plantado cara a dioses que pretendieron a Adonis y León temiendo que los fuercen. Como cree que Zeus me hará daño sin dudas también pelearía por mí". Sentía enojo por las injusticias acontecidas en su vida y el deseo de sagitario de impedirle volver con la persona que amaba. No obstante, tampoco podía negar que sí se podía contar con el estafador. La sola intención le bastaba. Realmente no deseaba que llegara el día en que viera a Sísifo caer gravemente herido o peor aún, muerto a causa suya. Pero ¿ellos llegaban a ser personas de confianza para él? Si lo fueran les contaría secretos de tanta importancia.
—He terminado de revisarlo —anunció el dios del Sol sacando a los santos de acuario y piscis de sus tormentosos pensamientos—. Han hecho un buen trabajo cuidando de su cuerpo. Sus heridas físicas están sanadas casi por completo.
—¿Eso quiere decir que pronto despertará? —interrogó León con visible ansiedad.
—Me temo que respecto a ese asunto el pronóstico es reservado —respondió el pelirrojo de manera neutra sin dejar entrever nada en particular.
Apolo no deseaba ser pesimista respecto a la recuperación del azabache, pero tampoco podía crear falsas expectativas al respecto. Les dio algunas cortas indicaciones a los santos de piscis y acuario. Casi no era necesario acotar nada porque eran muy diligentes en sus cuidados y cumplían al pie de la letra sus instrucciones. Sin embargo, el dios del sol siempre les decía todo lo que necesitaban saber en caso de que se presentara una emergencia y él no estuviera para hacerse cargo. Tras eso, Adonis se retiró antes de que su veneno comenzara a ser un problema. Seguido de él se fue Ganimedes quien aún tenía varios deberes hacia los aspirantes que cumplir. A pesar de que las lecciones que ellos impartían estaban suspendidas, los aspirantes aun podían practicar por su cuenta y él los evaluaría y corregiría. Además, debía supervisar la correcta reconstrucción del santuario y mediar entre las peleas que en ocasiones se suscitaban entre ellos. A causa del incidente varios se echaban la culpa mutuamente.
—¿No irás a descansar, León? —preguntó Apolo viendo al santo de leo.
—Soy el único que puede cuidarlo. Así que me quedaré aquí —respondió mientras se sentaba de nuevo al lado de la cama.
—Yo puedo ser tu relevo —ofreció Talos ingresando a la enfermería junto a Miles—. Ganimedes y Adonis están preocupados por tu salud. Así que hemos venido como refuerzo —explicó sonriendo en señal de apoyo.
Piscis y acuario se habían cruzado por el camino con Miles y Talos respectivamente. Con apenas unos minutos de diferencia habían hecho exactamente el mismo pedido. Ambos preguntaron si les podían hacer el favor de vigilar a Sísifo mientras León descansaba un poco, a lo cual aceptaron. Por esa razón sus caminos se cruzaron en la puerta de la enfermería enterándose de que iban a lo mismo. No tuvieron problemas en cuidarlo entre los dos ya que se les haría más grato el tiempo y pasarían menos aburrimiento que estando solos. Aunque la expresión de fastidio de León al ver a los recién llegados dejaba claro que su ayuda no era bienvenida. Especialmente para el ex ladrón quien siempre había sido visto por el santo de leo como un buscapleitos. Además de ser claramente una mala influencia para su niño al contarle acerca de temas que él no deseaba conociera aún.
—No, gracias —gruñó por lo bajo molesto de que todos le dijeran lo mismo—. Puedo hacerme cargo solo.
—Sabemos que puedes hacerlo, pero debes estar agotado —mencionó tauro viéndolo con clara preocupación—. Te aseguro que lo cuidaré bien, Miles ni siquiera hará sus bromas tontas, te lo prometo —insistió intentando convencerlo.
—No —negó tercamente el ex almirante.
—Entiende que Sísifo sigue dormido y que estar a su lado no hará ninguna diferencia. Despertará cuando se encuentre mejor —explicó Talos de manera suave queriendo hacerle ver que no se perdería de nada por cuidar un poco de sí mismo.
—¡Para ti es fácil decirlo porque no es tu hijo el que se debate entre la vida y la muerte! —gritó León poniéndose de pie. Su enojo era tal que sus ojos parecían los de un felino a punto de matar—. Si estuvieras en mi situación y vieras a tu pequeño pendiendo de un hilo sin poder hacer nada para ayudar o remediarlo podrías comprender el dolor que siento en estos momentos.
—¡Suficiente! —exclamó Apolo harto de esa actitud—. Ve a descansar o te echo a patadas de aquí —amenazó viéndolo con los ojos entrecerrados.
El pobre santo de tauro se había quedado mudo ante el ataque verbal del castaño. Era cierto que el dolor de un padre superaba con creces el de un amigo o compañero, pero León debía entender que no era el único preocupado por la salud de sagitario. No era la única persona que deseaba que volviera a la normalidad. Se le echaba mucho de menos. El ambiente no se sentía igual sin sus travesuras y los santos dorados no ayudaban mucho a subir la moral del santuario. Había quienes estaban atravesando un periodo de luto por amigos caídos, pero León estaba tan encerrado en su propio sufrimiento que su mundo se había reducido a esa cama donde reposaba el arquero. Todo lo demás había dejado de existir para él.
—Tal vez no pueda entender a la perfección cómo te sientes en estos momentos, pero yo también estoy preocupado por Sísifo —explicó Talos de manera calmada—. Todos queremos ayudar a que se recupere pronto, pero esta no es la manera correcta.
Miles había permanecido en silencio bastante tiempo por la recomendación de tauro. Sabía que el guardián de la quinta casa era extremadamente sensible respecto a la salud de su hijo. Al no saber cuándo o si siquiera podría despertar, estaba hecho un mar de nervios. La falta de sueño, la ansiedad y la incertidumbre estaban sacando el lado más agresivo de León. Y lo estaba demostrando en esos momentos con esa actitud tan desagradecida hacia Talos. Por lo cual, no pudo seguir guardando silencio y decidió darle un pequeño llamado de atención.
—Si Sísifo despertara en estos momentos y te viera en este estado se sentiría culpable de ser el causante —regañó Miles de forma severa.
—¡¿Qué vas a saber tú?! —gritó León con molestia respirando de forma sonora por la nariz—. Lo conozco mucho mejor que tú y por más tiempo.
—¿Y aun así eres incapaz de ver que sólo conseguirás preocuparlo por ti en vez de centrarse en recuperarse? —preguntó el ex erómeno de manera sarcástica—. ¿Qué clase de padre pone preocupaciones sobre los hombros de su hijo convaleciente?
—¡Fuera de aquí! ¡Ahora! —ordenó León mientras hacía sentir su cosmos.
—Me cansé de intentarlo por las buenas —susurró Apolo antes de golpear el estómago del santo de leo con su puño logrando desmayarlo—. No cabe duda de que ustedes son padre e hijo, el único modo de hacerlos descansar es a los golpes.
La velocidad de la luz era insuperable y por lo mismo nadie podía superar a Apolo en ese aspecto. No le fue difícil tomar desprevenido al ex almirante y dejarlo fuera de combate. Lo sujetó entre sus brazos para que no se golpeara contra el suelo tras perder el conocimiento y ahí notó un par de cosas más. El cuerpo del dorado siempre había sido grande, fuerte y de músculos bien tonificados. Ahora lo sentía delgado. ¿Hacía exactamente cuánto tiempo no comía? ¿Realmente estuvo alimentándose esos días? El pelirrojo frunció el ceño y decidió que debía encargarse de algunas cosas básicas o el santo de leo seguiría deteriorando su salud a un punto peligroso o de no retorno. Lo alzó como si de una dama se tratara y se giró a ver a los presentes.
—Cuiden de Sísifo y avisen a piscis o acuario de cualquier cambio que haya. León necesita mucho descanso de momento —ordenó el dios del sol mientras caminaba rumbo hacia la puerta. Allí se detuvo unos momentos para verlos de reojo—. He tenido casos similares a este donde el paciente oye lo que sucede mientras está dormido. Puede ayudarle a despertar saber que lo están esperando —aconsejó de manera escueta.
—Así lo haremos. Muchas gracias por su arduo trabajo —dijo Talos educadamente inclinándose hacia la deidad.
El dios no respondió, pero le dio un leve asentimiento para que supiera que lo había escuchado. Para él no era secreto que tauro le guardaba un gran respeto y admiración al ángel de Atena. Debió ser duro para esa persona lidiar con saber que su ídolo de la infancia dejó en ese estado a quien fue su salvador, maestro y compañero. En su opinión, el guardián de la segunda casa estaba mostrándose firme para proyectar confianza. A su manera estaba haciendo lo que estaba en sus manos para ayudar. Siguió su camino rumbo a la casa de leo con Caesar siguiéndole el paso. El cachorro había dudado por momentos si quedarse con Sísifo o irse con León. Se acercó un poco a Talos y Miles antes de olfatearlos a conciencia como si evaluara si eran de confianza.
—Tranquilo —dijo Talos acariciando la cabecita del león—. Lo cuidaremos bien. No estará solo —explicó mirando a sagitario.
Aquellas palabras habían parecido tranquilizar las inquietudes del animal. Les soltó un pequeño rugido antes de darse la vuelta y correr por donde se fue Apolo. Maulló cual llanto de una cría llamando a su madre hasta que logró darles alcance. Una vez que se quedaron solos, Talos y Miles se pusieron cómodos. El nuevo dorado se sentó en la silla mientras el ex ladrón se sentaba en el suelo del lado contrario al de su compañero. Aun le parecía increíble ver a sagitario de esa manera. Le sujetó la mano haciendo caso al consejo del dios del sol. Si era verdad que podía oírlos quería que supiera que no debía preocuparse de nada, sólo de volver con ellos. Argus le había explicado el motivo de Sísifo para mentirle y así engañar a Hércules, además claro del plan para alejarlo del peligro. Él quería pedirle perdón por traicionar su confianza. Si no fuera por la intervención del fanático de la muerte, actualmente sería un traidor. Mas, una cosa no quitaba la otra. Aunque estaba siendo obligado por el semidiós, tampoco advirtió al arquero de sus planes. Tuvo suerte de que Argus fuera tan chismoso, pero nada más.
"Perdón" y "Gracias" eran las principales palabras que muchos deseaban dedicarle al ángel de Atena cuando volviera con ellos. Los había salvado o protegido de diferentes maneras, pero si en algo coincidían casi todos era que, fiel a su fama, apareció cuando la esperanza parecía perdida. Precisamente uno de los que creyó que su vida había terminado hasta que sagitario descendió del cielo para rescatarlo de las garras de la muerte, estaba llegando a la enfermería. Mas no era el único. El aspirante de géminis había rondado por el lugar un tiempo prudente esperando su oportunidad de ingresar sin que quedara al descubierto su interés en la salud de Sísifo. Lo último que deseaba era lidiar con más rumores absurdos sobre la relación entre ellos. Por lo mismo sólo se acercó cuando creyó que nadie lo vería llevándose la sorpresa de que no era el único con esa idea.
—¿Qué hacen ustedes aquí? —preguntó Pólux al ver a Tibalt junto a Nikolas delante de la puerta.
—Lo mismo podría preguntarte a ti —respondió el príncipe viéndolo sin miedo.
—Yo sólo venía a ver a mi hermano Apolo —se excusó el rubio rápidamente.
—Lo vimos dirigirse con a la casa de leo —señaló Nikolas usando el dedo para indicarle por donde se fue—. Si eso es todo, agradeceríamos que nos dejes pasar.
—¿Qué les hace creer que les dejaré entrar? —preguntó Miles interviniendo.
Desde el interior de la enfermería había oído la conversación por lo cual nada más reconocer las voces fue a ver qué estaba pasando. No le agradaba ninguno de los tres allí presentes, pero especialmente tenía sus rencores contra dos de ellos por haberle facilitado tanta información a Hércules. No tardó demasiado en averiguar que fue gracias a esos dos que el semidiós la tomó contra él para hacerlo su rehén. Incluso sus descuidadas bocas flojas habían puesto en peligro a Argus. Y su malestar no hizo más que crecer al oír a los "agradecidos" aspirantes por haber sido salvados por sagitario pese a los malos tratos. "Debió dejarlos morir". Pensó al instante de oír aquellos comentarios. No lo apreciaban, sólo lo usaban a conveniencia. A ellos no les importaba hacerle daño o ignorarlo por alabar a Hércules, pero cuando sus vidas corrían peligro volvieron con él para que les proteja. Era absurdo. Ilógico. E incluso injusto. Mientras el menor estaba prácticamente muerto todos los que fueron curados por él gozaban de buena salud sin malestar alguno.
—No puedes prohibirnos visitarlo —protestó Nikolas viéndolo con molestia—. Es injusto.
—Pues te tengo noticias. La vida es injusta —reclamó el ex erómeno viéndolos con reproche—. Si la vida fuera justa, Sísifo estaría sano y tu amigo sería el convaleciente.
—Tú no tienes idea de lo que hablas —gruñó Nikolas ofendido por ese trato. Ellos querían enmendar su error, pero así no podrían—. No deberías usar la palabra "justicia" tan a la ligera.
—Oh sí, no me gustaría parecerme a ti —respondió Miles de manera agresiva.
—No venimos en busca de conflictos —intentó explicar el príncipe de manera conciliadora—. Sólo queremos saber cómo sigue —explicó buscando llegar a una solución diplomática.
—Igual que ayer, e igual que antes de ayer y del día anterior a ese. ¡Nada ha cambiado desde aquel día dónde casi muere salvando a un montón de traidores! —gritó con rabia llamando la atención de Talos, quien había permanecido dentro de la enfermería.
—¡Cálmate por favor, Miles! —ordenó tauro con firmeza sujetándolo por los hombros antes de mirar a los dos aspirantes—. Su estado no ha cambiado, pero el dios Apolo dice que quizás pueda oírnos aun estando dormido —repitió mirando con seriedad a su hijo adoptivo—. Sea o no verdad, no creo que sea bueno para él enterarse de que por su causa están enemistados —dijo antes de soltar al ex erómeno—. Pueden pasar a verlo unos minutos.
—Pero tengan en cuenta que los estaré vigilando, no sea cosa que le saquen sangre para dársela a otro de sus "ídolos" —advirtió Miles cruzando sus brazos.
—¡Miles! —llamó Talos con fuerza.
—Descuida, Talos. No venimos a nada de eso —tranquilizó el príncipe sin siquiera esforzarse por defenderse de las acusaciones—. Si de verdad puede oírme sería genial, pero cuando despierte volveré a disculparme. Sólo quiero que sepa lo agradecido y arrepentido que me siento por el incidente.
—Aun así, no les quitaré los ojos de encima ni a ustedes ni al toca niños —repitió su amenaza dejando claro que los discursos cursis no le harían bajar la guardia—. Por cierto, ¿a dónde se metió? —interrogó confuso.
Los tres aspirantes y el dorado miraron a su alrededor en busca del aspirante de géminis sin hallarlo. ¿Se habría ido? Bueno, él había dicho que venía en busca de Apolo, lo lógico era irse si este no se encontraba allí. Y tenían razón, el semidiós buscaba al pelirrojo para saber a detalle sobre la condición de Sísifo. De nada le serviría verlo dormido si no sabía si eso era una señal buena o mala. Mejor era ir directamente con el experto para saber al respecto. Se dirigía rápidamente a donde estaban las casas de los santos, encontrándose con que Apolo venía de regreso bajando en su dirección. Estaba de suerte, podría hablar con él completamente a solas, sin rameras, aspirantes ni gatos pulgosos cerca. Todos ellos eran un obstáculo para sus visitas a la enfermería, por lo cual casi siempre evitaba hacerlas y sólo rondaba a la distancia.
—¡Pólux! —llamó el pelirrojo viéndole con esa típica sonrisa condescendiente—. Qué agradable sorpresa verte por aquí.
—¿Vienes de la casa de leo? —preguntó sospechosamente al verlo demasiado sonriente—. ¡Oh por el Olimpo! ¡Violaste al gato sarnoso! —exclamó horrorizado antes de recibir un golpe en la cabeza.
—No seas estúpido —se defendió la deidad viéndolo ofendido—. Ganas no me faltaron mientras lo bañaba, pero me controlé —dijo con una expresión lujuriosa que hacía difícil creerle.
—Bueno, realmente no me interesa eso. ¿Cuándo despertará Sísifo? —interrogó apresurado, prueba de su ansiedad por una respuesta esperanzadora.
—Veo que estás profundamente preocupado por tu novio —molestó el pelirrojo.
—¡No es mi novio! —negó sonrojado.
—Bueno, estás igual que yo con su padre —suspiró Apolo de manera dramática—. Nos dan esperanzas, juegan con nuestro afecto por ellos, ¡pero no! Aún es pronto para la dulce entrega. Sólo nos queda cuidarlos amorosamente hasta el glorioso día donde cumplan nuestras fantasías más salvajes.
—No te vas a coger al gato por jugar a la esposa devota —dijo con frialdad el semidiós.
—Me voy —respondió el dios del sol con molestia.
—¡No, espera! —gritó Pólux sujetándolo por las túnicas—. En verdad necesito saber si va a despertar. No me trates con la delicadeza que le hablas a León para no herirlo. Dime la verdad, aún si duele. ¿Debemos prepararnos para lo peor?
El dios del sol soltó un corto suspiro. Realmente no podía dar una respuesta clara a esa cuestión. Todos le pedían una fecha para el regreso de sagitario, pero él era incapaz de precisarlo. Todo dependía de la voluntad que tuviera Sísifo. Tratándose de él, dudaba que se rindiera fácilmente ante esta adversidad. No obstante, la posibilidad de que muriera no era imposible.
—Todo depende de la voluntad de vivir que tenga Sísifo —respondió el pelirrojo—. Es todo lo que puedo decirte. Sus probabilidades de vivir son iguales a las de morir —avisó con seriedad.
—¡Pero debe haber algo que podamos hacer para ayudarlo! —gritó Giles saliendo de detrás de una de las paredes.
—¿Tú de dónde saliste? —preguntó Pólux señalándolo con el dedo.
—Te vi que venías hacia aquí sin ver a Sísifo y se me hizo raro —respondió el niño—. Estaba seguro de que algo tramabas —dijo mirándolo con sospecha.
—Hey, no me mires así —reclamó el semidiós indignado—. Yo no soy como Hércules.
—Dios Apolo usted es el dios de la medicina seguro sabe de algo que puede ayudar a Sísifo, ¿verdad? —interrogó con sus ojos fijos en la deidad.
—Y si ese fuera el caso ¿qué harías? —cuestionó el pelirrojo con curiosidad.
—Le pediría que me diga dónde o qué debo conseguir para que lo sane —respondió sin ningún titubeo.
—Es un viaje peligroso del que pocos, por no decir nadie, regresa con vida —advirtió el dios del sol.
—No me importa —aseguró el niño rubio con desafío.
—¿Por qué deseas tanto salvar a sagitario? —interrogó Apolo.
—No necesito más motivos para salvar a mi amigo. Sólo quiero hacer algo para ayudar a quien aprecio —exclamó Giles mirando al Dios del Sol—. Pero si tuviera que decir alguna razón sería reparar mi error de haber confiado en Hércules. Creía que era un héroe igual de noble que ángel de Atena. Me equivoqué y sólo estorbé, pero si me dice qué buscar lo conseguiré sin falta —prometió.
"...no necesito estar enamorado para ir a ayudarlo es mi amigo". Fueron las palabras de sagitario cuando habló de ir a salvar a Adonis de las garras de Afrodita. El pequeño aspirante a santo de Atena le recordó bastante al arquero. "Se le parece mucho a Sísifo. Una mirada determinada que brilla como el sol. Supongo que su constelación guardiana debe ser del elemento fuego". Apolo sonrió un poco ante ese pensamiento. No le notaba rastros de hipocresía o falsa sumisión en busca de agradarle. Incluso reconoció haber estado del lado de Hércules, cosa que muchos en el santuario negaron por miedo.
—Sí, existe una forma de curar a Sísifo. Con el "agua de la vida" —respondió finalmente la deidad.
CONTINUARÁ.
N/A: El agua de la vida sale en el capítulo 35 del anime clásico de Saint seiya y es relleno
