Helena

Leonor y yo nos despedimos de nuestros amigos y también volvemos a casa. Me pregunto de dónde vendrá ese niño, Severus. Es mono.

Mi hermana y yo regresamos a casa por el mismo portal por el que hemos venido: la tienda de Juguettos. Leonor y yo nos hemos dado cuenta de que el tiempo no pasa igual en la máquina del tiempo y que cuando regresamos, seguimos estando en el mismo lugar, en el mismo día y en la misma hora en la que nos fuimos, y es algo que me parece muy interesante de esa intrigante, increíble y alucinante máquina.

Mamá continúa mirando los estantes de las Barbies, y ahí estaba cuando nos fuimos. Leonor y yo nos acercamos a ella, y ella nos mira y nos acaricia con dulzura el cabello.

-¿Ya habéis decidido qué es lo que queréis? –nos pregunta en tono cariñoso y maternal.

Leonor y yo lo tenemos claro: queremos la Casa de la Princesa, que es como una carpa de color rosa con cortinas donde está la entrada, y también ventanas.

Leonor y yo cogemos a mamá de la mano y la guiamos hacia el pasillo en el que se encuentra la Casa de la Princesa y la señalamos con el dedo para que mamá sepa exactamente qué es lo que queremos.

Mamá dice que sí con la cabeza y nos dice:

-Muy bien, os la compraré.

Nos vamos a la cola para pagar, y no nos toca esperar mucho porque ahora mismo no es una época del año en el que la tienda esté a rebosar, como en Navidad, por ejemplo.

Mamá termina de pagar y la dependienta le pregunta que si quiere que le envuelva la Casa de la Princesa para regalo. Mamá le dice que no amablemente, y nos vamos de allí, muy contentas de haber vuelto a usar la máquina del tiempo, aunque la mayoría de las veces, la máquina del tiempo suele estar en el parque al que papá y mamá nos suelen llevar. Suele estar en el parque infantil, escondida entre los matorrales, y el portal suele estar abierto, por lo menos cuando vamos nosotras.

Cuando llegamos a casa, mamá nos baña y nos da la cena, y nos dice que nos montará la Casa de la Princesa mañana por la mañana, así que después de la cena mi hermana y yo jugamos con los bloques de construcción. Tenemos que meter cada bloque en su respectivo agujero, que tiene la misma forma que el bloque. Por ejemplo, el triángulo tenemos que meterlo en el agujero que tiene forma de triángulo, y la estrella tenemos que meterla en el agujero que tiene forma de estrella. Y así con cada bloque. Y cada uno tiene un color.

También jugamos con el teléfono y con el mini piano que nos regalaron los Reyes este año.

Volviendo a la máquina del tiempo, no entiendo muy bien cómo funciona. Sólo sé que cuando mi hermana y yo nos metemos en ella, nos manda al parque donde están nuestros amigos Tommy, Chuckie, Phil, Lil, Kimi, Dil, Susie y… Angelica. Sí, bueno, Angelica también podría considerarse amiga nuestra aunque a veces no lo demuestre.

¿Por qué nos mandará a ese parque y no a otro? ¡Anda que no habrá millones de parques en todo el mundo! Y aunque es cierto que tanto a Leonor como a mí nos encantan los parques y nos gustaría conocerlos todos, sigo sin entender qué tiene ese parque de especial para que la máquina del tiempo nos mande siempre allí.

No me quejo, de hecho estoy encantada con los nuevos amigos que he hecho, porque antes de conocerlos a ellos la única amiga que tenía es Leonor, y a ella le pasaba lo mismo. Pero no lo entiendo. Seguramente la máquina del tiempo tendrá sus instrucciones, como todos los juguetes (o al menos, la gran mayoría de ellos), pero ni Leonor ni yo sabemos leer, y no queremos decírselo a mamá y a papá por si se asustan, pero son los únicos que nos pueden leer las instrucciones…

¡Espera, espera un momento! No son los únicos, también tenemos a nuestros abuelos. Si algún día tenemos la ocasión de ir con ellos a Juguettos, les enseñaremos la máquina del tiempo a ver si conseguimos que nos lean las instrucciones. Ellos seguro que no se asustan.

Leonor y yo nos hemos dado cuenta de que nuestros abuelos, sobre todo nuestro abuelo Patricio se vuelve como un niño cuando está con nosotras, así que seguro que podemos hacer que nos lea las instrucciones de la máquina del tiempo.

Cambiando de tema, pero no del todo… ¿de dónde vendrá Severus? Tengo mucha curiosidad y se lo hago saber a Leonor:

-Tengo mucha curiosidad por ese niño, por Severus. ¿De dónde vendrá?

-No tengo ni la menor idea. –La entiendo, ninguno de nosotros parece saber mucho sobre esa máquina, pero ya que la estamos usando, deberíamos ser capaces de saber cómo y por qué funciona como funciona.

Además, según nos han contado nuestros amigos, ellos cuando se metieron en la máquina del tiempo, fueron a parar cada uno a una época histórica diferente, y tuvieron que rescatarse los unos a los otros para poder volver a casa.

Pero a Severus, a mi hermana y a mí no nos pasa eso. Podemos ir y venir como nos venga en gana. ¿Por qué será? Me rasco la cabeza intentando encontrar la solución, pero desisto al cabo de un rato, ya que no se me ocurre ninguna razón por la que para Severus, Leonor y yo esa máquina funcione de manera diferente. Claro que nuestros amigos no han vuelto a viajar en ella desde hace mucho tiempo, antes de que se incorporara Kimi al grupo, así que es posible que los mayores le hayan cambiado el funcionamiento a la máquina del tiempo.

En fin, es algo que no podremos saber hasta que los abuelos nos lean las instrucciones. Hasta entonces, nos tendremos que conformar con la poca información que tenemos.

-Helena, ¡eo! –me dice Leonor pasándome una mano por delante de la cara-. Vuelve al planeta Tierra.

Yo parpadeo muy rápido y vuelvo a la realidad, a mi habitación donde estoy jugando con mi hermana Leonor, que al parecer estaba tocando el piano, porque está sentada enfrente de él con las manos puestas sobre algunas teclas.

-¿Me hablabas, Leonor?

-Te estaba preguntando si te había gustado lo que había tocado en el piano –me dice ella-, pero parecía que estabas en otra galaxia.

-Perdona, es que estaba pensando en la máquina del tiempo.

-Y quién no –responde ella girándose hacia mí. No me esperaba que Leonor fuera a responder de esta manera, pensaba que se iba a enfadar, pero no-. Esa máquina es alucinante.

-Pero aún no sabemos muy bien cómo funciona.

-Ya.

-He pensado que podríamos intentar que nuestros abuelos nos lean las instrucciones la próxima vez que vengan con nosotras a Juguettos –le explico a Leonor, que me mira muy atenta, y asiente con la cabeza.

-Estoy de acuerdo contigo, Helena. Ahora –dice, girándose otra vez hacia el piano- ¿podrías prestarme atención y decirme qué te parece la pieza musical que toco con el piano?

-Claro, estaré encantada de escucharte –le sonrío yo, y me siento a su lado para escucharla.

Leonor comienza a tocar y yo, de repente, comienzo a notar una sensación muy agradable por todo mi cuerpo. Es como si… es como si… como si… algo se expandiera dentro de mí y me siento muy bien. Es una sensación muy agradable y me hace sentir mucha más alegría, bienestar y paz que antes.

Cuando Leonor termina de tocar, yo le aplaudo y le digo:

-¡Lo has hecho muy bien, Leonor! ¿Has notado la misma sensación que yo?

-¿Qué has notado tú? –me pregunta, perpleja.

-He sentido como si algo se expandiera dentro de mí. Era una sensación muy agradable, que me daba mucha alegría, bienestar y paz. –Yo he intentado explicárselo lo mejor que puedo, aunque no es fácil ponerle palabras a esto que acabo de sentir al ella tocar el piano.

-¡Caray! ¡Yo he sentido lo mismo mientras tocaba! –exclama Leonor, fascinada.

-Es que tocas muy bien.

-Vaya, muchas gracias, Helena –me sonríe ella, y yo le devuelvo la sonrisa-. ¿Quieres probar tú ahora? –me pregunta Leonor haciéndose a un lado para que yo pueda sentarme enfrente del centro del piano.

Empiezo a tocar las teclas a boleo, porque la verdad es que no tengo ni idea de cómo tocar el piano, pero bueno, yo lo intento, aunque no suena tan bien como cuando ha tocado Leonor. A ella le ha salido una melodía preciosa, mientras que a mí… bueno, sólo me salen notas musicales aisladas y de manera aleatoria, y no estoy creando ninguna melodía. Y tampoco estoy sintiendo lo que he sentido antes cuando lo ha tocado mi hermana. Claramente, el piano no es mi fuerte.

Cuando termino, Leonor me aplaude y me dice alegremente:

-No está mal.

-Tú tocas mejor que yo –reconozco, girándome hacia ella, que está sentada a mi lado.

-Bueno, todo es cuestión de práctica. Seguro que si practicas mucho, al final te saldrá bien. ¿Te acuerdas que yo al principio tocaba fatal?

-Suena lógico pero la verdad es que tocar el piano no es algo que me interese mucho –le confieso-. Preferiría tocar otro instrumento.

-¿Como cuál?

-No lo sé –le respondo con total sinceridad-. Oye, por cierto, Leonor, ¿tú has sentido algo cuando yo he tocado el piano? Porque yo no.

-No, la verdad es que no he notado nada especial.

-Vuelve a tocarlo. Vamos a comprobar si es cierto que solamente logramos sentir algo diferente cuando lo tocas tú –Le hago un hueco para que se pueda sentar frente al piano.

-Está bien –me dice Leonor sentándose en el hueco que le he dejado libre. Yo me quedo sentada a su lado y ella vuelve a tocar, y de nuevo vuelvo a sentir la misma sensación tan agradable que he sentido hace un rato y me pregunto a qué se debe. Esto es algo tan intrigante y alucinante como la máquina del tiempo.

-Yo he vuelto a sentir la misma sensación tan agradable. La misma que antes –le digo a mi hermana, que no puede evitar sonreír.

-¡Caray! ¡Cuánto me alegro! Yo también he sentido lo mismo que tú, y no entiendo a qué se debe.

-¿Puede ser porque tocas muy bien? La música, cuando se toca bien, es como magia –teorizo yo, entusiasmada.

-Puede ser –me dice Leonor, estando de acuerdo con mi teoría, aunque se ha quedado muy pensativa. ¿Qué estará rondándole por la cabeza? Me roe y me corroe la curiosidad.

-¿En qué estás pensando, Leonor?

-Estaba pensando que tendríamos que probar a escuchar música y comprobar si también sentimos lo mismo, para saber si es cosa de la música en general o si es sólo algo que me pasa a mí cuando toco el piano.

-Claro, eso no lo había pensado. Vamos a decirle a mamá y a papá que nos pongan música –digo yo, poniéndome en pie, decidida.

Vamos al salón, que es donde suelen estar todas las noches después de cenar, y los encontramos allí, papá está leyendo un libro y mamá está escribiendo en su diario.

-Hola, chicas, ¿queréis algo? –nos dice mamá, dejando de escribir.

Leonor y yo le señalamos el equipo de música que hay en el salón y nuestros papás nos entienden al instante.

-Parece que las niñas tienen ganas de música –dice papá sonriente, poniéndose en pie para encender el equipo. Nos pone Wake me up before you go-go de Wham!, y aunque me lo paso muy bien escuchándola, no siento la misma sensación que he sentido antes cuando he escuchado a Leonor tocando el piano.

Me pregunto si a Leonor le pasará lo mismo.

Mamá también se pone en pie y se pone a bailar con Leonor, y papá se pone a bailar conmigo. Ahora que estoy bailando, sí que estoy volviendo a notar exactamente lo mismo que he sentido cuando he escuchado a Leonor tocar el piano. Es algo que no me había pasado nunca antes al bailar. Siempre me lo he pasado muy bien bailando, pero nunca me había sentido así de bien y me pregunto a qué se deberá.

Después, mamá pone A quién le importa de Alaska y Dinarama, y esta vez baila conmigo y papá con Leonor.

Cuando termina la canción, mamá apaga el equipo de música y nos dice que es hora de irnos a dormir. ¡Jo, con lo bien que me lo estaba pasando!

Papá y mamá nos llevan de nuevo a nuestra habitación, nos ponen el pijama y nos meten a cada una en nuestras respectivas cunas.

Nos leen un cuento de un conejo que no quería tomarse el jarabe que le había recetado el doctor porque olía asqueroso mientras que su hermana mayor sí que se lo toma y por lo tanto se cura, así que el conejo termina dándose cuenta de que sólo se pondrá bien si se toma el jarabe, por muy asqueroso que le parezca.

Nos apagan la luz, dejando encendida la del pasillo, y cierran con cuidado la puerta de nuestra habitación, y mi hermana aprovecha para preguntarme:

-Helena, ¿has notado algo especial cuando con la música que nos han puesto mamá y papá?

-Cuando sólo la estaba escuchando, no. Ha sido agradable y divertido, pero no he notado nada especial como cuando tú has tocado el piano. Pero cuando me he puesto a bailar, sí que lo he sentido, ¿y tú?

-Lo mismo, y me pregunto a qué se deberá.

-Ni idea, sé lo mismo que tú.

-Vaya, por si no teníamos suficiente con el misterio de la máquina del tiempo, ahora tenemos también el misterio de por qué sentimos esa sensación tan agradable cuando yo toco el piano o cuando bailamos, pero no cuando simplemente escuchamos música.

-Exacto.