Tentación

Kagome

Abrí mis ojos antes de que la alarma sonara. Me desperecé y mi mano se encontró con las sábanas en lugar de su cálido cuerpo. Me erguí de inmediato, mirando a ambos lados de mi habitación.

¿Acaso se marchó?

Mi pregunta fue respondida rápidamente al percatarme de aquel aroma a café recién hecho, el cuál se coló por la puerta entreabierta del cuarto.

- ¿Acaso estará...?

Salté de la cama y en puntillas salí de la habitación. Una sonrisa se formó en mis labios al observarlo de espaldas a mi, con su cabello cubriendo su tonificada espalda, la cuál estaba descubierta, mientras preparaba dos tazas de café y unos panecillos.

¿Cuándo fue la última vez que alguien me preparó el desayuno?

Volteó, con ambas bebidas en su mano y, antes de que pudiese colocarlas sobre la bandeja que reposaba en la mesada, sus ojos se encontraron con los míos.

- Kag. - su sonrisa se veía más linda que lo normal. - Buenos días.

- Buenos días, Koga. - le devolví el gesto, acercándome. - ¿Por qué lo hiciste?

- ¿Cómo que por qué? - se acercó, abrazándome y dejando un delicado beso en mis labios. - Es lo menos que puedo hacer por la mujer más hermosa y buena que he conocido.

- ¿Tú crees? - rocé mi nariz con la suya. - Es un hermoso gesto.

- Pues, me alegra que te haya gustado. - tomó mi mano, guiándome a la silla. - Mi reina merece lo mejor.

Mi reina.

Por un milisegundo, por mi mente se cruzó la idea de que podía acostumbrarme a esto, sin embargo, la deseche de inmediato, después de todo, no necesitaba enredarme nuevamente con nadie.

Tomamos el desayuno hablando de cosas triviales de nuestras vidas. Me sorprendió gratamente lo profundo y seguro que podía ser cuando se trataba de sus metas o de lo que esperaba de la vida.

Todo lo contrario a Bankotsu.

Era verdad, con mi ex jamás encontré algo similar a lo que se conoce como estabilidad, sin embargo mi yo de adolescente era los suficientemente rebelde como para no hacerle caso a la voz interior que le decía que no debía enredarse con ese tipo. ¿El resultado? Una relación con muchas idas y vueltas, en donde la toxicidad era moneda corriente y los golpes, en la etapa final, se volvieron naturales.

Koga hablaba y hablaba sin parar y, aunque quería escucharlo con atención, mi mente comenzó a jugarme malas pasadas, probablemente porque recordé los mensajes que él me había enviado el día anterior.

Mi puño se hubiera estrellado en tu rostro como la última vez.

Como la última vez.

Inicio del flashback.

- Largo de mi casa. - traté de sonar firme, aunque mis piernas amenazaban con flaquear en cualquier momento. - Ya te dije... que no quería volver a verte.

- Kagome, mi amor, no es necesario que hagas todo esto. - pasó su mano por su cuero cabelludo, buscando tranquilizarte. - Yo... no quiero hacerte daño, lo prometo.

- ¿Tengo que recordarte lo que hiciste la última vez?

- Me refiero a que, si quisiera lastimarte de verdad, podría matarte, amor.

- Siempre dices lo mismo, ¿a que te refieres?

- A nada. - se acercó, tomando mi rostro entre sus manos. - No hagas que te ruegue, ¿si?

- No es necesario que lo hagas. - mi mirada no abandonaba la suya. - Por favor, vete.

- Dices eso, pero estas a punto de llorar... porque en el fondo no deseas que me vaya.

Tenía razón, él siempre parecía adivinar mis emociones o adelantarse a mis acciones, sin embargo, no era porque quisiera retenerlo, si no porque tenía miedo. Tenía mucho miedo de lo que podía llegar a suceder si calculaba mal mis movimientos.

- Bankotsu... te lo pedí por favor.

Trató de besarme y ese fue el límite. Voltee mi rostro y cerré mis ojos, esperando lo que finalmente sucedió. Volví a abrirlos cuando ya me encontraba en el suelo, tomando mi mejilla derecha.

- Eres una maldita. - nuevamente su voz se escuchaba como un rugido. - Vengo hasta tu casa y me rechazas como si no fuera nadie.

- Yo no te pedí... - me tomó del cabello, golpeando unas tres veces mi rostro con su puño cerrado. Pude sentir la sangre salir de mi nariz, pero de nada servía pelear o intentar zafarme.

- ¡Eres una maldita hija de perra! - me gritó, lanzándome nuevamente cerca de la mesa. - ¡Tienes suerte de que...!

Lo miré y, por un momento, sus ojos se veían diferentes, aunque mi conciencia estaba tan nublada que tal vez me engañó. No pronuncié ni una sola palabra, tampoco lloré, no valía la pena, no por él.

Pronunció un par de sonidos inteligibles antes de retirarse y, finalmente, me quedé sola. El silencio se apoderó del ambiente nuevamente y agradecí de que así fuera. Me puse de pie y acomodé la mesa en su lugar, ya que al caer la había arrastrado conmigo. Suspiré levemente y me fui al baño con la intención de ver que tan grande había sido el daño que le había quedado a mi rostro.

Fin del flashback.

- ¿Kag?

- ¿He?

- ¿Sucede algo? Te quedaste mirando la nada...

Oh, es verdad, estaba desayunando con Koga.

- Lo siento, Koga. - sonreí nerviosamente. - Es sólo que hoy comenzaremos con un trabajo y...

¡Maldición! Me había olvidado por completo del imbécil de Inuyasha.

- Y... tengo que prepararme bien porque será un día largo. - suspiré.

- Entonces, eso significa que el desayuno ha terminado.

- Oh, lo lamento pero...

- Kag. - sonrió, acariciando mi mejilla, la misma que había sido golpeada tantas veces. - Tranquila, no tienes que pedirme perdón por nada. Es tu vida, además, yo también tengo que trabajar.

Mis ojos se llenaron de lágrimas al escuchar sus palabras. Era tan ajeno a mi el no sentir esa presión en mi pecho cada vez que tenía que darle una negativa a alguien o pedirle que se retirara, que terminé poniéndome de pie y sentándome sobre su regazo, mientras lo abrazaba con fuerza.

- Muchas gracias. - cerré mis ojos, apretándolos.

Sus cálidos brazos me envolvieron y sentí la necesidad de besarlo. Obviamente no me contuve.

- Vendré a visitarte pronto, ¿te parece? - apoyó su nariz sobre la mía. - O podemos salir una noche.

- Me gusta la idea de salir a bailar, ¿este fin de semana te parece?

- Me encantaría.

Nos despedimos con la promesa de volver a vernos pronto. Aproveché el poco tiempo que tenía y me metí a la ducha. ¿Cómo era posible que me hubiese olvidado que tenía que compartir mi jornada laboral con ese ser insoportable?

Insoportablemente deseable.

Salí y me detuve frente al espejo, observando mi cuerpo desnudo mientras pensaba en que debía usar. Sabía que, con toda probabilidad, el imbécil comenzaría a molestarme (y en el fondo esperaba que así fuera) con querer estar cerca de mi, entonces, ¿estaría mal que yo también jugara con eso?

- Claro que no. - sonreí, murmurando la respuesta a la pregunta que mi mente se había planteado.

Tomé mi blusa, aquella que hacía tiempo había dejado de cerrarme correctamente y la falda más corta que tenía. Pase mis ojos por el espejo nuevamente, sintiéndome completamente conforme con el resultado obtenido. Tomé mi abrigo, el cual por suerte cubría gran parte de mi cuerpo y salí en dirección del trabajo.

Por alguna razón asumí que todo se llevaría a cabo en la empresa de los Taisho, después de todo, nuestros despachos eran mucho más pequeños que los suyos, sin embargo, grande fue mi sorpresa al encontrarme con ambos hombres, charlando amenamente con Rin, al abrir la puerta del ascensor.

- ¡Kag! - me sonrió. - Te estábamos esperando, no queríamos comenzar sin ti.

- Ya veo. - mis ojos se enfocaron en sus dorados, los cuales recorrieron mi abrigo con cierta intriga. Definitivamente, el juego había comenzado. - Buenos días. - asentí, sonriendo.

- Buenos días, señorita Higurashi. - Sesshomaru se pronunció e Inuyasha sólo se limitó a asentir con aquella sonrisa altanera.

Aquella perfecta sonrisa altanera.

- Jóvenes Taisho, aquí les traigo su café.

¿Desde cuando Sango se comportaba como una mujer tan amable y servicial?

- Muchas gracias señorita Saoto. - Inuyasha le sonrió con demasiada amabilidad.

- Gracias. - Sesshomaru se mostró más serio.

- Bien, chicos. - se dirigió a su pequeño escritorio y tomó dos carpetas. - Aquí tienen los planos del espacio del que disponemos, además de los requisitos del diseño. - me entregó una de ellas. - Y, en esta, las posibles empresas y materiales necesarios que se ajustan a su presupuesto. - le entregó la otra a Rin. - Si me llegan a necesitar, estaré aquí, ultimando detalles.

- Muchas gracias, Sango. - sonreí y comencé a caminar hacia mi oficina, la cual se encontraba a unos diez pasos.

A medida que avanzaba podía escuchar sus pisadas siguiéndome y, por alguna razón, mi corazón comenzaba a acelerarse.


Inuyasha

No importaba que se hubiese dado una ducha, el olor repugnante del imbécil de Koga aún estaba presente en su cuerpo. Apreté ligeramente mis puños al lado de mi cuerpo mientras la observaba caminar. No soportaba saber que ese imbécil había pasado la noche con ella.

Inicio del flashback.

El sonido insistente de mi celular me despertó sin más. Me acomodé un poco y, restregando mis ojos, lo tomé.

Videollamada entrante de Miroku.

- Maldición. - gruñí.

Enfoqué mi mirada en la hora. Ni siquiera eran las 06:00 am, mala señal, Miroku jamás llamaría a esta hora si algo no hubiese sucedido. Respondí y saludé a mi manera.

- ¿Qué quieres?

- Buenos días, Inuyasha.

- Habla, no me agrada que me despierten en la mañana. - la pantalla se dividió y me sorprendí al ver al lobo rabioso emerger. - ¿Qué mierda...?

- Koga, ¿sabes donde está Naraku?

- No, no tengo idea. - susurró.

- Habla bien, idiota. - reproché.

- Lo siento perrucho, pero no quiero despertarla. - enfocó su cámara hacía la mujer que descansaba a su lado e inmediatamente la reconocí.

- Koga... - Miroku aclaró su garganta. - No hagas eso, la jovencita no tiene nada que ver en esto, por favor, vete a hablar a otro lugar, respeta su privacidad.

Maldición, ¿Miroku la habrá reconocido? Si lo hizo entonces lo está disimulando bastante bien, sin embargo... en ese caso, ¿le pedirá lo mismo que a mi con Kikyo? ¡No! No pienso permitirlo, Koga no puede quedarse con ella.

- Bien, estoy en la cocina, ¿Qué quieren? Hablen rápido, quiero esperarla con el desayuno ya listo.

- ¡Keh! Eres un idiota...

- ¿Qué pasa Inuyasha? - su sonrisa victoriosa me enfermaba. - Pareces molesto.

Tuve que hacer un trabajo descomunal para contenerme y no gritarle a los cuatro vientos que yo la vería en un par de horas, pero, de haber dicho algo, todo se hubiese ido por la borda con Miroku.

- Basta ustedes dos. - intervino en el momento justo. - Han asesinado a otra mujer, ¿tienen idea de algo?

- ¿Qué? - me sorprendí. - Pero... sus advertencias eran...

- Si, Inuyasha, lo sé, "una vida por cada semana que ella esté desaparecida".

- ¿Y cómo puedes estar tan seguro de que no fue un asesinato común?

- Yo estuve ahí anoche. - ambos nos quedamos en silencio. - El olor de Magatsuhi estaba mezclado con el de la sangre de la joven.

- Oye, ¿Qué estabas haciendo cerca del hospital anoche? - pregunté.

- Atendía personalmente a una hermosa jovencita y, al salir, la policía estaba rodeando el lugar.

- ¿Qué es lo que piensas, Miroku? - preguntó Koga.

Antes de que pudiese responder, la pantalla se dividió nuevamente y los ojos rojos de Naraku aparecieron.

- Buenos días, Naraku. - Miroku lo saludó, sin embargo, fiel a su costumbre, no respondió. - Ahora que estamos todos aquí, les aviso que este fin de semana tengo un par de clientas para todos ustedes.

Fin del flashback.

Ingresamos y, a las claras estaba que la oficina de ella era muchísimo más pequeña que la de mi padre, sin embargo, por alguna razón, se sentía mucho más acogedora. Los colores pasteles predominaban, amén de uno de esos letreros con frases motivadoras (si, los mismos que jamás motivan a nadie). Una pequeña mesa en el centro y, más atrás su escritorio con su computadora. Todo era demasiado simplista salvo por una cosa: su aroma. Aquel despacho olía mucho a ella, a su exquisito y dulce aroma. Tal vez fue eso lo que hizo que, por un momento, me olvidara que su piel llevaba el asqueroso olor de Koga.

Se detuvo frente al perchero y se quitó el abrigo, provocando de inmediato mi sonrisa.

Al parecer, alguien vino con ganas de jugar.

De lo contrario no se hubiese vestido de esa manera. Su blusa se ajustaba perfectamente a su busto, sin dejarme nada a la imaginación. Ni hablar de su falda, la cuál a duras penas cubría su trasero. Definitivamente Kagome Higurashi no era una jovencita inocente y eso me encantaba.

Suspiró, aguantando las ganas de mirarme, lo supe por la forma en la que sus ojos se detuvieron a unos centímetros de mi. Tomó la carpeta que Sango le había dado y sacó uno de los papeles de su interior, el cuál desdobló y extendió sobre la mesa.

Mis dedos comenzaron a acariciar mi barbilla en el mismo momento en que se puso de espaldas a mi, con el pretexto de terminar de acomodar aquellos planos y se inclinó, dejándome ver su ropa interior y un poco más allá. De más esta decir que mi miembro ya se encontraba presionando la tela de mi pantalón, sin embargo, quería saber hasta donde ella era capaz de llegar y hasta donde yo sería capaz de aguantar.

Se irguió, quedándose quieta mientras observaba los planos. Me acerqué y me detuve lo suficientemente lejos para no tocarla pero demasiado cerca como para que ella se percatara de mi presencia. Pude sentir como su cuerpo se tensaba, sin embargo, se mantuvo en su lugar.

- ¿No piensas hablarme? - pregunté, acercando mis labios a su oído.

- No tengo nada que decirte. - respondió en un tono seguro.

- No es lo que parece... digo, porque estas mirando muy concentrada esos planos. - mis manos rogaban por entrar en contacto con su cuerpo.

- Uno de los tiene que mirarlos, ¿no crees?

- ¿Qué te hace pensar que no los estoy mirando?

Me miró por sobre su hombro y su nariz rozó la mía, mientras mis ojos se enfocaban en sus labios.

- Sólo decía. - murmuró.

Giró la cabeza y cerré mis ojos, tragando saliva y reprimiendo mis más bajos deseos.

- Será un proyecto complicado.

- ¿Por qué lo dices?

- Porque no tenemos mucho espacio. - volvió a inclinarse y mi entrepierna rozó con su trasero. - Ellos quieren una ampliación hasta aquí, pero...

No logró terminar la frase, ya que la tomé por las caderas, volteándonos y sentándome sobre el escritorio, con ella sobre mi, dándome la espalda.

- ¿Siempre eres tan traviesa? - murmuré.

- ¿Qué estás...?

- ¿Hasta cuando pensabas jugar conmigo?

Sonrió, sintiéndose completamente satisfecha.

- No fui yo quién nos colocó en esta posición.

- Me provocas demasiado.

- Y tu hablas demasiado.

- ¿Tú crees? - corrí sus bragas y acaricié sus pliegues con la yema de mis dedos, arrancándole un suspiro. - Estas mojada.


Kagome

Y ahí estaba de nuevo esa deliciosa frase, pronunciada por su espectacular voz.

- ¿Piensas hacer algo al respecto?

- ¿Te refieres a...?

Un pequeño grito escapó de mis labios al sentir como sus dedos ingresaban en mi interior.

- Inuyasha. - murmuré al sentir como comenzaba a penetrarme con ellos.

- Eso, pequeña, di mi nombre. - gruñó. - Sólo mi nombre.

¿Sólo su nombre? ¿A que se refería?

- No... - suspiré. - Quiero más...

- No puedo. - gruñó, mordiendo mi hombro sutilmente.

A la mierda el no puedo.

Volví a mirarlo por sobre mi hombro y, sin contenerme, mordí sus labios.

- Maldición. - bufó, pero no se alejó.

Sus entradas se aceleraron, al mismo tiempo en que su otra mano comenzaba a apretar mis pechos y nuestras bocas se devoraban sin miramientos.

- Fóllame. - supliqué.

- Basta...

- ¿Quieres que grite tu nombre? - pronuncié en el medio del beso. - Entonces hazme tuya.


Inuyasha

Cada palabra que salía de sus labios se sentía como una tortura. Ya había ido más allá de todo lo permitido, sin embargo, el último peldaño implicaba un salto al vacío que no estaba preparado para dar, no por una mujer.

Me levanté y la puse sobre el escritorio, abriendo sus piernas.

- ¿Quieres recordar? - sonreí.

Nuevamente aquella imagen lujuriosa se presentó ante mis ojos. El rubor en sus mejillas, el brillo intenso del deseo y sus piernas abiertas para mi. Mi miembro me odiaba por siempre dejarlo a medias, sin embargo, al fin del día, me agradecía el no caer del todo, pero era tan difícil no ceder ante ella.

Me incline y comencé a besar su entrepierna.

Su deliciosa entrepierna.

Su humedad inundó mi boca mientras comenzaba a moverse, presionando mis labios contra ella. Pude notar como ahogaba sus gritos y, en lugar de ello, profesaba entrecortados suspiros.

Demonios... es perfecta.

Clavé mis uñas en la parte interna de sus muslos, abriendo aún más sus piernas mientras con mi lengua comenzaba a realizar movimientos giratorios en su zona más sensible.

- ¡Inuyasha! -susurró, arqueando su espalda. - ¡No puedo...!

Su orgasmo fue una de las mejores cosas que había probado en mi vida y volvía a corroborarlo con su nueva liberación, la cuál recibí completamente en mi boca.

Me puse de pie, sintiéndome orgulloso de haberla tenido de nuevo, aunque no fuese de la manera en la que yo quisiera, sin embargo, lo siguiente me sorprendió con creces.

Ella se sentó y me atrajo hacía ella, besándome con locura.

- ¿No te alcanzó? - pregunté, colocando mis manos en su trasero mientras la acercaba a mi, embistiéndola con la ropa de por medio.

- No me gustan las cosas a medias. - gruñó, mordiendo mi labio inferior.

Antes de que pudiese preguntar a lo que se refería, me empujó, dejándome entre la pared y ella.

- ¿Perdón? - sonreí. - ¿Vas a follarme a la fuerza?

- Mejor...

Desabotonó mi pantalón, liberando mi erecto miembro mientras comenzaba a acariciarlo.

- Kagome. - suspiré, colocando mis manos en su hombro. - No puedo...

- ¿No quieres? - aceleró sus caricias.

- Tienes que estar demente, mujer. - gruñí, besándola desesperado. - Me muero por penetrarte en este instante.

- Te deseo, Inuyasha.

Maldición, el tono de su voz era más de lo que podía soportar.

- Kag...

Se agachó, mirándome como nadie lo había hecho antes y mi mano sujetó su cabello, mientras mordía mis labios. Su boca envolvió mi miembro con una calidez embriagante, provocando que mi nuca chocara contra la pared y mis piernas amenazaban con flaquear.

Y así, de un segundo a otro, todo se había ido a la mierda. Entonces, ¿Qué más daba si me la follaba ahí mismo?


Extra

Sesshomaru.

Kagome y mi hermano se retiraron a su oficina, mientras la joven Sango se sentaba en su escritorio, por lo que sólo quedaba que nosotros comenzáramos nuestro trabajo.

- Por aquí, señor Sesshomaru. - me sonrió y volteó. Sin dudarlo, la seguí.

Unos pocos pasos nos separaban de su despacho, aún así, fue tiempo suficiente para apreciar su delicada y perfecta figura.

¿Por qué estábamos nosotros allí en lugar de realizar todo esto en nuestra empresa? Simple, nuestra morada se había convertido en un lugar bastante peligroso para todos los que se acercaran y ellas eran ajenas a nuestros problemas, sin embargo, al parecer mi hermano no era consciente de ello.

- Por aquí. - abrió la puerta y esperó a que ingresara. - Lamento que no sea tan elegante como su empresa, pero...

- Rin, eso es lo de menos. - respondí, observando silenciosamente el lugar.

- ¿Quiere tomar asiento?

- Quiero... - me acerqué y tomé su mano, notando como se sonrojaba al instante. - Quiero leer esto. - desvié mis dedos, colocándolos sobre la carpeta.

- Oh, si, si, tenga. - se alejó, chocando levemente con su escritorio.

Sonreí para mis adentros al notar que mi pequeño gesto la había puesto nerviosa.

- Rin, ¿puedo hacerte una pequeña pregunta? - abrí la carpeta leyendo los documentos.

- Si, dígame.

- ¿Estas en pareja?

Rin

El calor recorrió mi cuerpo al escuchar su profunda voz pronunciar aquellas palabras.

La respuesta era sencilla, hacía meses que estaba saliendo con Kohaku, el hermano menor de Sango, sin embargo, no éramos una pareja formal.

- No. - respondí sin titubear. - ¿Puedo saber por qué pregunta?

- Seré honesto. - lanzó la carpeta al escritorio. - Ni a mi hermano ni a mi nos interesa el asunto de el hospital, la capilla y su ampliación, sin embargo, es algo de total interés para mi padre y, aunque me apenaría decepcionarlo, la realidad es que sólo acepte seguir por un motivo.

- ¿Un motivo?

- Si. - dio un paso hacía mi y yo retrocedí, topándome nuevamente con el escritorio. - Y ese motivo es que eres muy hermosa, Rin.

¿Muy hermosa? ¿De verdad dijo eso?

- Yo... bueno. - desvié mi mirada. - Gracias, pero... bueno, usted también es muy guapo señor Sesshomaru, pero...

- No te preocupes. - se detuvo a unos centímetros de mi. - No voy a hacer nada para incomodarte. - sonrió. - Sólo quería que supieras, que eres muy atractiva para mi.

Retrocedió los mismos pasos, en la dirección opuesta y nuevamente tomó la carpeta, abriéndola.

- ¿Crees que estas empresas serán capaces de solventar los gastos de construcción?

- ¿Qué? - mi mente aún procesaba si lo que había vivido era verdad o mentira. - No... no he visto aún las sugerencias.

- ¿Quieres sentarte? - su tono neutro me confundía un poco. - Así estaremos más cómodos para discutir posibles colaboradores.

- Si, bueno, esta bien.

Rodee el escritorio y me senté, no sin antes sentir como sus ojos dorados me recorrían por completo.

Extra

Naraku

- ¡Por dios! - sus gritos eran adrenalina pura. - ¡No pares!

- Por supuesto que no, mi amada. - sonreí, mientras me perdía en su interior una y otra vez.

Sus perfectos pechos rebotaban al ritmo de mis penetraciones y sus manos parecían tratar de desgarrar las sábanas.

- Naraku. - gimió.

- Dime... - mi torso cayó sobre el de ella, mientras mis labios se posaban en su oído. - ¿Quién lo hace mejor?

- ¿Qué?

- ¿Quién te folla mejor? ¿El imbécil de Taisho o yo?

- Tú, mi amor.

- Entonces... grita mi nombre, señorita Kikyo.

Me elevé, al mismo tiempo en que mis ojos se tornaban más rojos de lo habitual y aquella energía electrizante nos envolvía a los dos. Mis estocadas fueron en aumento, llevándola a la locura, de la forma en la que sólo como yo podía llevarla.

- ¡Naraku! - arqueó su espalda. - ¡Nara...!

Su liberación me mojo por completo, mientras mi energía demoníaca provocaba que todo se volviera cien veces más intensa de lo que ya era. Mis colmillos se asomaron y no pude evitar colocarlos sobre su suave y delicada piel.

- Imagina cuando te marque y seas mi mujer, ¿quieres ser mía para siempre? - pase mi lengua por la zona de su cuello.

- Si, mi amor. - una nueva liberación me azotó. - Quiero ser tu mujer.

- Kikyo. - cerré mis ojos con fuerza, mientras la llenaba por completo.

Ni siquiera había logrado recuperarme por completo cuando mi celular comenzó a sonar. Me elevé, saliendo de ella y tomando el móvil.

- Es Miroku... y Koga e Inuyasha están en esa llamada.

- ¡No respondas! - se elevó, sentándose a mi lado. - Inuyasha conoce mi departamento, demasiada suerte he tenido con que no se percate de tu olor en mi piel.

Tenía razón o, tal vez, si percibía mi aroma en su piel y no le importaba, en cualquier caso, lo mejor era no arriesgarse.

- Sólo hay dos motivos para que este idiota este molestando tan temprano.- entrecerré mis ojos. - O tiene una urgencia muy grande en hablar de trabajo o... los idiotas se hicieron notar más de lo que debían.

- ¿A que te refieres?

- Kikyo. - sonreí, acariciando su mejilla. - Lamento decirte que hoy verás otra noticia de esas en la televisión.

- ¿Qué? - su miedo era evidente cada vez que me refería a este tema. - ¿Otra mujer?

- Lo siento, pero ya sabes como son ellos. - volví mi mirada al celular. - Kirinmaru no se detendrá hasta encontrar a Zero... y Magatsuhi no negará a seguir sus órdenes. Además... ellos están convencidos de que los Taisho están involucrados.

- Pero... Toga ya fue claro en su posición.

- Kikyo... eres ingenua a veces. - sonreí. - Si no estuviese involucrado, ¿por qué desaparecer?

- Bueno... Inuyasha no parece ser la clase yokai que haría algo así.

- Tal vez no Inuyasha. - me puse de pie, tomando mi camisa. - Pero él no es su padre. Discúlpame, pero debo atender a los asuntos de "SexPlay" o perderé mi posición.

Salí del cuarto en dirección al living, el cual aún se mantenía a oscuras. Una vez que estaba seguro de que mi posición no sería revelada, respondí.

- Buenos días Naraku.