Disclaimer: Crepúsculo es de Stephenie Meyer, la historia de Silque, la traducción es mía con el debido permiso de la autora.

Disclaimer: Twilight belongs to Stephenie Meyer, this story is from Silque, I'm just translating with the permission of the author.

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EPOV

—Estamos en la cima del monte Olimpo, el punto más alto de la península. —Señalé hacia el este—. Ese es el glaciar Azul. —Le sonreí y traté de ocultar mi nerviosismo.

Ella tomó mis manos y me dijo.

―¿Qué pasa, Edward? Está claro que algo te está molestando.

Negué con la cabeza.

―No te molestes, amor, solo estoy... siéntate aquí, por favor. ―Me quité el chaleco y lo dejé sobre una plataforma de roca lisa, ayudándola a sentarse.

»Bella, te traje aquí por una razón —confesé, sentándome a sus pies.

De pronto se puso nerviosa. ¿Habría malinterpretado sus sentimientos? Sé que he mencionado el matrimonio varias veces, pero también noté que ella nunca lo dijo de vuelta y que solo había accedido cuando le pedí que esperara. ¿La estaba apurando?

Me sentí enfermo.

Traté de tranquilizarme recordándome que ella me amaba y que sentía el vínculo de pareja con mucha fuerza, a pesar de su humanidad.

Bueno, ¿qué era lo peor que podía pasar? Ella podía decirme que no...

Y aplastar mi corazón.

Y destruirme.

¡Sé un hombre, Edward!

Tomé sus dos manos entre las mías, respiré profundamente y comencé a hablarle con el corazón.

―Te traje a la cima del monte Olimpo porque eres mi diosa. En Grecia, el monte Olimpo es el hogar de los doce dioses olímpicos. Es un pobre sustituto, pero tú eres mi Afrodita y es justo que tengas tu propia montaña. Así que, a partir de ahora, considero que este monte Olimpo es el reino de mi propia diosa personal.

»El día que me abriste la puerta de tu casa, Isabella, mi corazón se perdió en ti. Miré tus hermosos ojos y vi mi eternidad. Supe de inmediato que eras mi otra mitad. Vi a la única mujer que alguna vez tocó mi corazón, la única que alguna vez lo hará. Me aceptaste y aceptaste lo que soy con tanta gracia, con tanta facilidad. El hecho de que sientas nuestro vínculo tan fuertemente como yo es nada menos que un milagro para mí. Has aceptado a mi familia y ellos te adoran. Te has adaptado a nuestras vidas a la perfección, como la última pieza de un rompecabezas que ninguno de nosotros sabía que estaba incompleto.

»Quiero adorarte, protegerte, defenderte, consolarte y mimarte. Quiero matar dragones por ti. Quiero subir a tu balcón y susurrarte mi amor por ti. Quiero pararme en la calle más transitada de Nueva York y gritarlo. Quiero darte el mundo y todo lo que hay en él. Solo tienes que pedirlo y será tuyo. Si me pidieras la luna, haría todo lo que estuviera en mi poder para ponerla a tus pies.

»Te amo con cada fibra de mi ser y no deseo nada más que pasar el resto de tu vida contigo. Si mueres, estaré detrás de ti, con la esperanza de poder encontrarte en la próxima vida. Ya no puedo sobrevivir sin ti. —Me puse de rodillas, saqué la caja del anillo de mi bolsillo y la abrí de golpe, tendiéndosela, ahuecada entre mis dos manos—. Isabella Marie Swan, nos conocemos desde hace menos de un mes, pero sé que tú estás destinada para mí, como yo estoy destinado para ti. Prométeme tu fidelidad y yo te prometeré la mía, para siempre. ¿Quieres casarte conmigo?

Ella permaneció sentada, tan inmóvil como la piedra que nos rodeaba, sin siquiera respirar. El miedo empezó a subir por mi garganta, casi ahogándome, y entonces una lágrima solitaria y gruesa brotó de su ojo derecho y se deslizó por su mejilla. Como en cámara lenta, la vi recorrer su mandíbula, temblar levemente en su barbilla y caer.

De repente, ella extendió la mano hacia mí, más allá de mis manos que sostenían el anillo, más allá de mis brazos extendidos en señal de súplica. Me tomó la cara con las manos, sus labios temblaban.

―Oh, Edward... Te amo tanto. ¡Sí! ¡Sí, me casaré contigo!

Y luego estaba en mis brazos y nuestros labios se unieron de alegría y asombro. Ella dijo que sí. Apreté su cuerpo contra el mío tan fuerte como me atreví sin aplastarla, y su corazón latía tan fuerte contra mí que casi parecía que el mío también latía. Nuestras bocas se separaron y nos reímos, mirándonos a los ojos, mientras las lágrimas seguían brotando de los suyos. Sabía que eran lágrimas de felicidad.

―Esposa ―le susurré.

—Esposo —susurró ella, haciéndome encoger el corazón.

La levanté y la hice girar, mareándonos a ambos con mi alegría. La puse de nuevo de pie, sin poder soltarla de la cintura. Pero no era oficial hasta que...

—¡Tu anillo! —jadeé. En nuestra excitación, dejé caer la caja del anillo para atraparla cuando se lanzó a mis brazos. Rápidamente lo recuperé de las piedras, lo saqué de su lecho de terciopelo y le quité el guante de la mano izquierda. Mientras lo deslizaba sobre su dedo, dije—: Con este anillo, ya no eres mi novia. Eres mi prometida. ―Sus ojos nunca dejaron los míos.

—Mi prometido —suspiró ella, acariciando mi mandíbula.

Nos sonreímos a los ojos hasta que eso no fue suficiente, y nuestros labios se encontraron nuevamente; tiernamente, reverentemente.

—¿Has mirado siquiera tu anillo, amor? —Me reí contra sus labios.

—¡Oh! No, todavía no. —Se sonrojó. Levantó la mano que tenía hundida en mi cabello y jadeó—: ¡Edward, es precioso! ¡Debe tener al menos cinco quilates, vampiro loco y extravagante!

―Seis. Habría elegido algo más grande, pero quería que pudieras mantenerte en pie ―me reí.

Ella me miró burlonamente y dijo.

―Me encanta. ¡Queda perfecto! ¿Cómo lo lograste?

―Alice. Ella te tomó la mano y supo tu talla. También me ayudó a preparar todo, a comprarte el abrigo, a guardarlo en el baúl y a ver si esta montaña estaba desocupada hoy. El clima.

―Tendré que encontrar una manera de agradecerle a Pixie ahora también ―sonrió hacia mis ojos.

Mi Bella nunca se dejaba vencer.

―Sé que lo harás, amor. Creo que lo que la haría más feliz sería planificar la boda. Ella vive para ese tipo de cosas. Te va a insistir para que le des la oportunidad.

Ella sonrió con sorna.

―Sería bueno no ser yo quien planifique todo. Mientras yo tenga la última palabra, ella puede hacerlo. Contigo esperándome al final del pasillo, no me importa lo que lleve puesto.

Me senté de espaldas a la roca en la que ella se había posado, y puse mi chaleco acolchado en el suelo, entre mis piernas. Cuando la tuve acomodada, con su espalda contra mi pecho y mis brazos rodeándola, le dije.

―Lo admito, soy un poco tradicionalista. Me encantaría verte caminar hacia el altar con un vestido largo y blanco, con velo y todo. Es una especie de fantasía mía. ―Le besé la sien―. ¿Quieres un compromiso largo o corto, amor? ―Por favor, di corto, por favor, di corto, por favor, di...

—Corto. —Ahh—. No hay necesidad de alargarlo. ¿Crees que Alice podrá lograrlo con un mes de anticipación?

―Estoy seguro de que puede. Alice es una especie de mago. Me ayudó a organizar nuestra primera cita con solo unas horas de aviso.

―Definitivamente dejaré que ella lo organice, entonces. También puede elegir la fecha, siempre y cuando sea dentro de un mes. Estoy segura de que ya ha visto una fecha en sus visiones.

Mi teléfono sonó con un mensaje.

13 de agosto. ¡Gracias, Bella! ¡No te arrepentirás! ―A

Le mostré la pantalla a Bella y ella se rió entre dientes.

―Entonces, es el 13 de agosto. ¿Crees que Alice será mi dama de honor?

Mi teléfono volvió a sonar.

¡Squeee! ¡Por supuesto que lo seré! ¡Los amo, chicos! ―A

Sonó de nuevo.

¡Vuelvan pronto a casa! ¡Tengo bocetos! ―A

Ambos nos reímos.

―Has liberado al Kraken, amor. Los dos vamos a estar muy ocupados durante el próximo mes ―suspiré.

—Entonces, quedémonos aquí un poco más —pidió, acurrucándose de nuevo entre mis brazos—. Es tan hermoso.

Enterré mi nariz en su cabello, inhalando su aroma con avidez.

―¿No tienes frío?

Ella sacudió la cabeza y suspiró satisfecha, levantando la mano para admirar su anillo.

―Nos vamos a casar ―murmuró.

Incliné su rostro hacia arriba para rozar mis labios con los suyos.

―¿Estás feliz, amor?

Ella sonrió y me rodeó el cuello con un brazo, acercándome más.

―Estoy tan feliz. Estoy tan enamorada de ti, Edward. Nunca pensé que podría amar tanto a alguien.

—Te amo, Isabella, más de lo que he amado a nadie antes. —La besé de nuevo, deleitándome con la cálida suavidad de sus labios.

Mía.

Mi prometida. Mi compañera. En un mes, mi esposa.

Se recostó contra mi pecho mientras observábamos el hermoso paisaje que nos rodeaba. En el silencio, de repente me sentí impulsado a citar el poema de Christopher Marlowe:

―Ven a vivir conmigo y sé mi amor,

Y probaremos todos los placeres

Que valles, arboledas, colinas y campos,

Bosques o montañas producen.

Y nos sentaremos sobre las rocas,

Viendo a los pastores apacentar sus rebaños,

Por ríos poco profundos a cuyas cataratas

Los pájaros melodiosos cantan madrigales.

Y te haré lechos de rosas

Y mil ramos fragantes,

Un gorro de flores y una túnica

Bordado todo con hojas de mirto.

Un vestido hecho de la más fina lana

Que sacaremos de nuestros lindos corderos;

Zapatillas con forro justo para el frío

Con hebillas del oro más puro;

Un cinturón de paja y brotes de hiedra,

Con cierres de coral y tachuelas de ámbar:

Y si estos placeres te pueden conmover,

Ven a vivir conmigo y sé mi amor.

Los pastores bailarán y cantarán

Para tu deleite cada mañana de mayo,

Si estos deleites pueden conmover tu mente,

Entonces vive conmigo y sé mi amor.

El silencio regresó a la cima de la montaña de mi amor, y Bella giró su rostro hacia el mío, con lágrimas corriendo por sus mejillas, susurró.

―Edward...

―No llores, mi hermosa chica ―canturreé, besando sus mejillas húmedas.

―¿Qué hice para merecerte? ―sollozó.

—Una vez más, lo has entendido al revés, cariño. Yo soy el que tuvo suerte de encontrarte.

Ella se retorció hasta que quedó acostada sobre mi pecho, con los brazos alrededor de mi cuello.

―Me haces desmayar.

―Me haces sentir vivo.

El silencio reinó mientras yo pasaba una cantidad desmesurada de tiempo besando a mi prometida hasta que sus labios se pusieron brillantes e hinchados. Era una apariencia excelente en ella.

A regañadientes, interrumpí la cita.

―Tenemos que volver a casa, mi amor. Necesito darte de comer y ya sabes que mamá odia que te pierdas una comida.

Ella sonrió.

―Sí, lo sé. Y creo que estoy lista para que la familia nos felicite. También me interesa lo que Alice está tramando. Estoy segura de que me sentiré abrumada de inmediato, pero estoy bastante emocionada. ―Se sonrojó.

¡Oh, mi encantadora chica!

—Me emociona que estés emocionada por nuestra boda. Vámonos, entonces. —La besé en la nariz, la puse de pie y me levanté para abrazarla contra mí. Miré a mi alrededor, a lo que ahora consideraba un lugar sagrado—. Volveremos aquí. ¿Quizás con un picnic la próxima vez? —Sonreí mirando los ojos brillantes de mi futura esposa.

―Sí, vamos.