Descargo: Puella Magi y Typemoon no me pertenecen, son propiedad de sus respectivos autores, sólo escribo un fanfic.
Nota del Autor: Versión editada a sugerencia de uno de mis lectores beta: Jau. También, gracias a Phantom Thief of Hearts, por señalar un error que cometí en las etiquetas. Si a alguien le género confusión, me disculpo por ello y veré que en futuras ocasiones no vuelva a suceder. Aclaración: Luca Saijou es un OC basado en el hermano de Miyu y el hijo de Elsa Saijou, una máster en Fate Prototype: Fragments. Esperen mucha más variada taumaturgia por su parte, mientras que su trasfondo se irá revelando a futuro.
Prólogo
— Fallé de nuevo.
El pensamiento cruzó su mente, registrado más como un hecho que cualquier cosa, sin embargo eso no previno la contracción en su corazón. Lamentándose, sin poder suprimir el sentimiento de culpa en su corazón, la amargura y negación por el escenario típico que alguna vez fue el laberinto de una Bruja que había batallado muchas veces. Enfrentó a ésta Bruja decenas de veces, hasta que la sensación apuñalando su pecho se volvió un escozor leve y el entumecimiento se hizo soportable.
Ahora era demasiado distante para poder categorizar, jamás esperó sólo sentir un malestar al observar la forma de la Sirena. Junto con eso, la amargura y el dolor se volvió más difuminado, mucho más entumecido y fácil de sobrellevar.
Como si intentase escuchar desde debajo del agua.
Las melodías de una orquesta, la música de los violines dirigida por una versión retorcida y monstruosa de una justiciera. Una sinfonía de tristeza, locura y tragedia precediendo la soledad en la que estaba de nuevo.
Sin embargo, está vez, Akemi Homura había fracasado como nunca antes, aún con todo el tiempo del mundo disponible para ella, parecía que siempre llegaba tarde cuando más necesitaba. A pesar de decenas de intentos, todavía no podía cambiar el resultado predestinado, aún no era capaz de hacer la diferencia y ellas pagaron el precio. Entonces volverían, serían las mismas que siempre, pero olvidarían lo sucedido como la historia se repite de manera perpetua hasta que algo ceda, el universo o la determinación de Homura.
Un agudo tintineo metálico, una semilla de un alma envenenada por desesperación e impotencia, como el laberinto de la Bruja Sirena se desvanece como un espejismo.
Recogiendo y guardando la Semilla del Dolor, aún escuchando la fantasmagórica sinfonía y rememorando el salón invertido con ruedas girando al ritmo de la Bruja. Homura sabía que fracasó, todavía en estado de choque y desorientada como se encontraba, intentando seguir funcionando.
Una espada ensangrentada, los restos de una chica de cabello rosado, los gritos de una pelirroja cargando de manera suicida, una súplica y merced para la Sirena.
Oktavia había matado a Madoka, Kyōko había muerto. Todo quedó reducido a un desastre hasta que el laberinto colapsó, ahora sólo habían vías de tren y paisajes cotidianos de una ciudad, en la que vivió por tanto como su edad biológica. Nadie además de La Incubadora y ella misma sabían qué sucedió dentro del Laberinto, l eran los seres vivos quienes sabían por lo menos. No quedaron restos de las otras dos chicas, mientras que la caballero con sus ideales manchados se convirtió en un monstruo, dejando solamente un cuerpo inerte que dencansaba en la habitación de un hotel.
— ¿Dónde fallé ésta vez? ¿Qué hice, qué no hice, qué no dije o pude haber dicho?.
Echando su mirada perdida y oscurecida al vacío, Homura observó sus alrededores sin enfocar nada realmente.
Kyōko había realizado un kamikaze, sobrecargando su Gema del Alma para llevarse a Oktavia consigo y, en el proceso dejó a Homura sin saber cómo sentirse más allá del vacío en su corazón haciéndose más prominente. La joven pelinegra se sentía más hueca con cada repetición, cada bucle[...] Era la pelirroja en quién podía depositar cierta confianza, porque sabía que no era ingenua. Que ella no se rompería al aprender la verdad sobre las Chicas Mágicas, la naturaleza de las Gemas del Alma o, su propósito en el gran esquema de las cosas establecido por esa rata blanca.
Pues Sakura Kyōko acababa de arrojar su vida lejos, creyendo en los engaños de Kyubey, la Incubadora aludiendo que existía un método de salvar a Sayaka – que no fuera Madoka deseando salvarla en sí. Realmente no anticipó que Kyōko pudiera ser tan ingenua cono para creerse sus palabras, tampoco esperó que ella llevara a Madoka consigo. Sin saberlo, sin esperarlo, Homura se quedó sola de nuevo en una ciudad maldecida a ser destruida en poco más de una semana de tiempo.
Bella, cálida luz rubí, dispersando la fría oscuridad de la orquesta encantada.
— ¿Por qué…? ¿Por qué es tan difícil mantenerlas vivas? ¿Por qué insisten en morir? ¿¡Por qué nunca escuchan!?.
Intento tras intento, fallo tras fallo, repitiendo el ciclo una y otra vez, con cada táctica fracasando sin reparo. Muerte, sólo esperaba la muerte, como si el destino en verdad existiera y se riera de sus esfuerzos en cambiar la realidad misma, en interferir con la causalidad. Tenía que volver a empezar, sólo que tardaría diez días en tener la oportunidad.
— Mami, Sayaka, Kyōko, Madoka…
Muertas, una vez más, Homura se preguntó si sus intentos cobrarían resultado algún día o su cordura perdería la batalla contra las repeticiones.
El cuerpo de una chica de cabello rosa, una espada ensangrentada, el sonido de los violines en un réquiem.
Kaname Madoka, una promesa que jamás pudo cumplir y, aparentemente no podrá hacerlo incluso si repite el mismo escenario un sinnúmero de veces. Puede que fuera el problema, Homura continuaba repitiendo el mismo escenario, con un sólo propósito de mantenerla a salvo y quizás, a las demás vivas también. Poco por poco eso se volvía más difuso, enfocándose en el objetivo tanto significa que perdía de vista el panorama general, o quizás su aproximación estaba mal. Dicen que realizar un mismo acto muchas veces y esperar distintos resultados era una señal de locura, pero aunque Homura no realiza el mismo acto cada vez[...] Era como si hiciera justamente eso.
El resultado siempre era el mismo, sin importar lo que intentara. La desconfianza de Mami, la hostilidad de Sayaka, el cinismo de Kyōko, la ingenuidad de Madoka. Parecía que no había manera de mantener vivas a quienes fueron sus amigas, hace tanto tiempo atrás que bien pudieron ser años. Homura casi perdía la cuenta del número de veces que necesitó volver en el tiempo, empezar de nuevo y presentarse en la Secundaria Mitakihara.
La misma chica de cabello rosa y expresión gentil que le hizo prometerle, en las puertas de la muerte, detener a su "yo" ignorante e ingenua para que no volviera a convertirse en Chica Mágica. Todo eso había llevado a ésta situación, con Akemi preguntándose si convertirse en Bruja se volvería una salvación para ella, porque seguramente en ése momento, había parecido una dulce respuesta.
Un descanso, Akemi se sentía exhausta de tener que tratar con la suspicacia de Mami, la agresividad de Sayaka, la infamiliaridad de Madoka. Adicionalmente tratando con mucho más, cada tragedia y desgracia, observando a las chicas que alguna vez llamó sus amigas morir una vez tras otra. Homura deseaba detenerse. Había una pequeña parte traicionera en el fondo de su mente que susurraba que se detenga, que ya era suficiente y no tenía motivos para continuar con éste calvario. Especialmente porque siempre tendría una Espada de Damocles colgando sobre su cabeza, en forma de la Bruja más fuerte – la segunda más fuerte, que tenía la desgracia de conocer.
Madoka estaba muerta, su cadáver no podía ser recuperado y fue perdido para siempre, en el colapso del Laberinto de Oktavia Von Seckendorff.
Homura se cuestionó por qué continuaba, qué motivo había para seguir adelante, resignarse sería misericordioso en comparación a continuar. Todavía faltan diez días aproximados para la llegada de Walpurgisnatch, aquella Bruja que producía una sombra en su vida desde hace más de una década. Sus pesadillas estaban asociadas con esa calamidad, con cabello rosa y un disparo, con cristales rompiéndose y las formas corrompidas de sus amigas convertidas en Brujas. Dormir era una actividad desagradable, soñar sencillamente era contraproducente. Experimentando esas emociones que quería embotellar, guardar e ignorar por siempre.
Sería demasiado poco tiempo si no tenía que revivir esas memorias, jamás de nuevo.
Curioso que a sus 14 años de edad, había estado batallando Brujas y tratando de salvar a su formal mejor amiga, quién era equivalente a una extraña para ella en estos días, durante más de una década. Akemi Homura podía anunciar cosas como "he peleado por tanto tiempo como he vivido", y sería nada más que un factor.
Posiblemente es la Chica Mágica con más experiencia en batalla, aunque desconoce si es la que había vivido por más tiempo.
Akemi sacudió su cabeza suavemente, batiendo su cabello con su mano y empezó a avanzar.
— … ¿Qué se supone que haga ahora? ¿Planificar? ¿Recolectar armamento para el siguiente ciclo? ¿Buscar a la Incubadora y matar a centenares de sus clones?.
Incluso si la tercera opción sonaba bien, Homura dudaba que pudiera satisfacer su actual estado emocional. Por catártico que sea asesinar a esa rata engañosa, en especial por manipular la situación y darle a esas dos información errónea, tampoco es que tuviera el ímpetu. Nada más podía pensar en qué pasó, cómo podía haberlo evitado, qué podía hacer diferente y, si dispararle a Miki Sayaka de inmediato sería una buena idea.
Una acción que nunca ejecutaría, a pesar que romper su Gema del Alma resolvería éste problema, a pesar que no se llevara bien con Miki, Homura no podía brindarse a sí misma a matarla directamente. Se decía a sí misma que es porque Madoka reaccionaría mal, y que ella vendiera su alma a la versión más pequeña y peluda del Diablo para traerla de vuelta.
Nunca cometería tal acción, pero luego de tanto tiempo, Akemi Homura estaba harta de sus fallos, sus errores y como todo parece conspirar contra ella.
— La próxima vez, yo…
¿Qué hará?, ¿Qué podía hacer?.
¿Llegar a tiempo?, ¿Dispararle a Miki Sayaka a sangre fría, antes de que se convierta en Oktavia von Seckendorff?.
¿Apretará el gatillo de nuevo para matar a alguien a quien una vez consideró una amiga, incluso si fue hace más de una década y ahora sólo había amargura y animosidad entre ambas?.
¿Akemi Homura estaría dispuesta a cometer tales actos para conseguir sus objetivos?.
Homura misma racionalizó que, si ella en verdad hiciera tal cosa, incluso si su Gema todavía brillaba de su misterioso color púrpura, su corazón y alma serían negros como el carbón.
Sería más una Semilla del Sufrimiento que cualquier cosa.
¿Qué piensa hacer, entonces? ¿Qué podría cambiar para que obtuvieron un final donde ésa chica - y todas esperanzadoramente, puedan ser felices?.
Donde ya no tenga que observar morir a las personas más cercanas a sí misma, o quiénes alguna vez fueron las personas más cercanas a su corazón, antes de levantar sus muros y congelarse en quien es actualmente.
— Planificar para la próxima vez, recolectar armas…
Odiaba no poder hallar alguna forma, una vía para salir de ésta situación. Homura intentó tantas cosas, advertir sobre el engaño de Kyubey, avisarles de los contratos, decirles que las Chicas Mágicas se convierten en Brujas.
Ella intentó todo eso y más.
— Debiste dejarme morir, al menos ya no tendría éste vacío adormeciendo mis emociones, entumeciendo mis sentimientos. Si me convirtiera en una Bruja, sino reduzco éste mundo que sólo me trajo dolor a escombros… Entonces sólo quiero irme lejos.
Emociones negativas, unos pensamientos peligrosos que Homura suprimió apenas percatarse de ellos, dejándolos de lado.
Porque no tenía permitido sentir esas cosas, experimentar las etapas del duelo era peligroso para una Chica Mágica. La depresión era sinónimo de muerte, como acabarían convertidas en Brujas llegadas a cierto punto, condenadas a jamás experimentar la tristeza que viene con la pérdida si quieren mantenerse cuerdas. Como un mecanismo de defensa, Homura se forzó a sí misma a ignorar el dolor, a hacer caso mismo del sentimiento de vacío y ausencia que la acompañaba desde hace años.
Akemi caminó sin rumbo, no quería volver a su apartamento, tampoco le interesaba cazar en el momento. Bombardear Brujas, acribillar Familiares, ésa clase de actividad era un refuerzo negativo y una manera violenta de tratar con su problema. Ella no confiaba en que pudiera controlarse, por eso mismo suprime sus emociones con pura fuerza de voluntad. La pelinegra de ojos púrpura, a pesar de tanto esfuerzo, no pudo mantener su usual inexpresividad en su rostro.
En realidad, ella no tenía mucho control sobre sus emociones en el momento, la pelinegra viajera del tiempo luchaba para ahogar su tristeza, para sofocar el llanto que amenazaba con romper libre desde hace años.
Así continuó vagando sin rumbo alguno, mientras se mantenía alejada de las áreas más pobladas de Mitakihara, la pelinegra de ojos púrpura parecía más pérdida que nunca antes.
Pensando que Mami, Kyōko y Sayaka suelen morir en ocasiones, no muchas veces sobreviviendo hasta batallar con Walpurgisnacht, que Madoka muriera tan pronto era raro. Empeorando las cosas, Homura no sabía qué hacer al respecto, nunca estuvo en la situación donde se enfrentase a la Bruja Clase Dreadnought sin al menos una de sus compañeras viva.
— ¿Siquiera es valioso enfrentarse a esa cosa ésta vez?, ¿No estaría desperdiciando munición…?.
Dándole una mirada a su Gema del Alma, notando cómo el color púrpura se había oscurecido más allá de los bordes, Akemi suspiró y tomó una Semilla del Dolor. La misma que le había ofertado a Sayaka antes, sólo para que la chica rechazara su oferta que puede o no haber sido sincera. No que importase, incluso siendo honesta a niveles contundentes no servía, Sayaka nunca se conformaba con aceptar lo que Akemi decía.
Si daba información, es porque estaba loca o no tenía evidencia, si no daba información es porque era desconfiable. Realmente, nunca podía ganar de esa forma, Akemi estaba segura que, aún si lograse convencerle todo saldría mal de nuevo. Seguro Mami decidiría de forma arbitraria que era mejor matarlas a todas, la pelinegra no sabía cómo podía bajar la guardia a su alrededor de nuevo.
Nunca se permitiría volver a ser atada por los malditos listones amarillos, tener su vida en merced de la chica de cabello dorado, ser amputadas por uno de esos rifles de pedernal de nuevo. Simplemente imposible, Homura estaba segura que su guardia estaría más alta la siguiente vez que viera a Mami, lo que sólo provocaría malentendidos igual que siempre.
Enfrentarse a Walpurgisnacht en éste punto sería fútil, Homura apostaba a que terminaría convirtiéndose en Bruja durante la batalla si es que llegaba tan lejos. Fue su conclusión, avanzando por las calles de Mitakihara, decidiéndose a sobrevivir de alguna manera hasta que sea el tiempo de irse. Su Magia, a pesar que reconocieran que era poderosa, tenía limitaciones tan rígidas que no parecía haber cuarto de crecimiento.
Sabiendo qué le esperaba el día siguiente, observando asientos vacíos en clase, las personas cuestionándose la desaparición de Madoka y Sayaka. Quizás hasta notarán que Tomoe Mami estaba desaparecida, y si hallaban el cuerpo de Sayaka en la habitación de hotel donde Kyōko y Madoka lo dejaron, alcanzarían los noticieros de una forma u otra. Podía imaginarlo, la investigación policial que se realizaría por esto, infructífera como no quedaban restos en caso de Madoka y Mami. Además, Homura no podía saber si ellos aprenderían sobre Kyōko, quién había estado viviendo por sí misma desde hace uno o dos años.
Quizás habrían pósteres de personas desaparecidas, excepto para Sakura Kyōko, como no quedaba nadie para extrañarle salvo Homura en sí.
Continuó avanzando, sus pasos que la llevarían a su departamento, donde decidiría si marcharse o quedarse.
— ¿Quizás debería irme de la ciudad pronto?.
§§§
Adentrándose en el Laberinto de una Bruja, conforme avanzaba Akemi vació el cargador de 9mm de su Matt Silver Beretta en los Familiares que obstaculizan su camino. Profundizando su incursión hasta el área central, ella se adentró al área habitada por la Bruja y examinó la situación con meticuloso cuidado, como una profesional que había ejecutado la misma acción muchas docenas de veces. Ya no recordaba cuántas Brujas enfrentó en solitario, a cuántas se vió obligada a derrotar por su cuenta.
El título de veterana no tenía sentido para una joven que sobrevivió a decenas de batallas contra una Clase Dreadnought.
Dentro de la cámara principal, una Bruja como ave de rapiña de colores azulados aguardaba, pero su concentración estaba en algo más.
— ¿Acaso hay otra chica mágica…? El Incubador debe trabajar rápido.
El pensamiento de que sus amigas fueron fácilmente reemplazadas en los planes de la criatura retorció su corazón, la amargura hizo que sus cejas se arruguen un poco notando que la Bruja estaba enfocada en una persona.
Sólo había un problema, ésa persona no era una chica.
Un adolescente pelirrojo, uno o dos años mayor que ella y luciendo completamente fuera de sí, una mirada ensombrecida en su rostro y una atmósfera que no parecía darle importancia a estar ante una criatura que podía comérselo de un bocado.
— ¿Fue besado por la Bruja?.
Akemi no recordaba muy bien al chico, era sólo un civil y la sensación de familiaridad empezó y finalizó con el rojo de su cabello, recordándole a Sakura Kyōko aunque la tonalidad era distinta.
La chica no había tenido un hermano, Homura conocía la historia de la Chica Mágica de Kazamino, y entendía su razonamiento para no darle importancia a los demás. Claro, su excepción a la regla era Madoka, había desistido de intentar salvarlas a todas desde esa maldita línea temporal.
La Bruja como pájaro de rapiña soltó un graznido, abalanzando su enorme cuerpo hacia el joven, su estómago se abrió en una boca repleta de colmillos que aves no están supuestas a tener. La primera acción de Homura fue tomar una Uzi desde la hiperdimensión de su escudo, abriendo fuego a discreción hacia la enorme ave multicolor. Sus acciones tuvieron un simple resultado de atraer la atención de la criatura aviar hacia ella.
Inesperadamente para Akemi, también atrajo la mirada apagada de color bronce, el chico que debería estar en trance reaccionó a sus disparos. Todo a partir de eso se volvió sumamente confuso, como los familiares con apariencia de diversas aves aparecieron y atacaron a Homura, y el joven pelirrojo.
— Detener el tiempo, matar a la Bruja y entonces encargarme de los familiares…
Después de esquivar a la Bruja aviar, notando en el filo de su visión los pájaros coloridos dirigiéndose al pelirrojo, Homura estaba por detener el tiempo cuando un cambio ocurrió y la tomó por sorpresa.
Espadas aparecieron en el aire, igual a todas las veces que Sayaka invoca las suyas en sus manos. Sencillamente se materializaron y flotaron alrededor del joven, sostenidas por manos invisibles.
— ¿Qué…? ¿Qué está pasando?.
Las espadas se dispararon por sí mismas a velocidades increíbles, como si tuvieran una mente propia y un simple propósito en común: Aniquilar toda amenaza para el pelirrojo.
— ¿Eso es magia? ¿Los chicos pueden tener magia?.
Las espadas volaron, clavándose en los Familiares como aves coloridas en algún sueño demasiado psicodélico, rebanaron alas y filetearon los cuerpos de los "monstruos" que atacaron al pelirrojo. La Bruja en forma de ave de rapiña graznó, arremetiendo contra Homura que rápidamente detuvo el tiempo, haciendo distancia y tomando un RPG desde el almacén en su escudo. Ella disparó el lanzagranadas hacia la boca nada aviar de la bestia emplumada, alejándose varias docenas de metros más, Homura dejó que el tiempo se resumiera.
— ¿Puede que sea una chica que luce como chico? ¿O una chica que deseó ser chico?.
Mientras la Bruja se retorcía y aullaba, una situación extraordinaria sucedía en el calabozo. Cuando volvió su atención, el chico, o la chica mágica que luce igual a un chico, estaba moviéndose a velocidades comparables a Kyōko.
Sostenía en sus manos dos espadas gemelas blanco y negro, que parecían haberse fusionado con cañones de mano de gran calibre, disparando y tasajeando, acuchillando y acribillando a los familiares. Balas volaron con el rugido atronador de los cañones, haciendo estallar los cuerpos de las aves coloridas del tamaño de perros medianos, mientras que las cuchillas blanco y negro fileteaban con anómala sencillez sus cuerpos.
— Si es una chica mágica, debe tener mucha más experiencia de lo habitual. ¿Quizás venga de otra ciudad? Es demasiado hábil para ser una novata… ¿Un novato?.
Como Homura observaba, la bastarda combinación de falcones y pistolas parecían bailar en las manos del pelirrojo, en una manera que jamás había visto en ningún otro. Sayaka nunca había desarrollado tanta maestría en sus armas antes de su – aparentemente inevitable, final; mientras que Mami a pesar de su teatralidad y elegancia, tenía menos destreza técnica. Ella poseyó su propio ritmo, creando y descartando rifles de pedernal, a diferencia del joven que giraba las armas en sus manos, haciendo uso de ambos aspectos de estas. Apretando el gatillo para liberar fogonazos cercanos a los de un rifle, blandiendo sus cuchillas de blanco y negro para rebanar y apuñalar, luciendo cada vez en un baile mortal.
Armas mágicas que serían normales de ver en manos de una Chica Mágica, empuñadas por un joven definitivamente masculino. Exhibiendo desde velocidades y fuerza sobrehumana, hasta niveles de maestría de combate que una persona "normal" jamás soñaría con obtener en una entera vida de práctica. Viéndolo luchar era intrigante para Akemi, porque a pesar que parecía danzar y entretejer sus ataques con casualidad, había una fría eficiencia en su acciones. Parecía estar en perfecta claridad de sus alrededores, manteniendo una calma y dinamismo trabajando en tándem para optimizar sus resultados. Logrando de esa manera enfrentarse a los enemigos aviares, que tenían la ventaja de poseer un eje adicional de dónde atacar, sumado a su superioridad numérica.
Balanceando y disparando, realizando un revés aprovechando el retroceso del tiro para apuñalar a un ave aproximándose por detrás, rotando y tajando siguiendo en ese sentido, capitalizando en la fuerza que llevaba. El pelirrojo cambió su objetivo y volvió a disparar sus extraños híbridos entre espadas y pistolas, ésta vez abriendo fuego en sucesión hacia media docena de aves coloridas. A pesar de danzar alrededor, en realidad no se movió muy lejos de su posición original, podía mantener su tierra sin defectos.
Habilidoso, cada una de sus acciones fue cuidadosamente calculada para un óptimo resultado, todos sus disparos golpeaban a su objetivo e incluso rodeado no parecía esforzarse para mantenerse con múltiples oponentes. Se trataba del epítome de la maestría técnica y el profesionalismo marcado de un veterano, alguien no muy diferente a ella que seguro había pasado tanto tiempo en batallas como pudiera recordar.
— Puede que sea una chica que le gusta vestirse como chico, una más marimacho que lo normal.
Pensando que tenía sus dudas acerca de la identidad de la Chica Mágica(?) de corto cabello rojo, Akemi aún estaba en medio del laberinto. Los familiares continuaron su asalto, obligándola a moverse para escapar las coloridas aves, interrumpiendo su observación.
Homura regresó su atención a la Bruja, tomando una bomba casera de su escudo, retirando su seguro y dejándola caer como saltaba fuera del alcance de la gran ave, que batiendo sus alas se aproximó como un camión a toda velocidad.
— Espadas y pistolas, un cabello rojo, sólo faltaría…
La Bruja aviar batió sus alas de nuevo, extendiéndose a su completa envergadura y abanicando, como disparó plumas color neón contra ellos. Ellos esquivaron sin complicación, mientras lidiaban con los pocos familiares restantes. Homura tomó una Uzi desde su escudo, abriendo fuego contra los familiares mientras que el chico arrojó sus dos falcones modificados hacia arriba, materializando un arco negro mate en sus manos. No pasó un segundo antes que una jabalina de lustroso acero plateado se manifestara en su diestra, como el joven pelirrojo llevó el arco tan grande como él mismo en su izquierda, y lo armó sin preocupación alguna.
Armando el arco con una jabalina de dos metros de acero, líneas azules similares a una interfaz cibernética aparecieron en la entera superficie del "proyectil", como su extremo puntiagudo se retorció igual a un tornillo. Desde la jabalina convertida en taladro flamas azules se desbordaron, y Homura reconoció la sensación de abundante magia, igual a todas las veces que Mami se preparaba para liberar uno de sus "Tiro Finale". El gran arco negro no posee una cuerda normal tampoco, en su lugar tiene una especie de cable metálico que el pelirrojo utilizó para tensar el arco, dejando un ruido rechinante. El acero o cualquier otro material utilizado protestó contra él, mientras los brazos del gran arco negro se doblaron bajo su fuerza sobrehumana.
— Su magia le permite materializar armas mágicas, junto con algunas llamas azules utilizadas como una forma de amplificar el daño, aún si es una asunción mía.
Deteniendo el tiempo momentáneamente, disparando a una docena de familiares y cambiando de posición, Homura permitió que se resumiera para poder verlo.
Parecía una preparación que tomó mucho tiempo, sin embargo fue una décima de segundo entre la materialización del arco, y el tañido resultante de liberar la jabalina como taladro. Un estallido resonó en la entera cámara, el proyectil aerodinámico perforó la barrera del sonido y surcó la distancia de docenas de metros en meras fracciones de segundo, mucho más rápido que cualquier arma moderna construida por el hombre.
— Otra persona con absurdo poder de fuego, ésta chica… Quizás pueda ayudarme. Pero, no creo que vaya a combatir a esa bruja ésta vez, aún así sería bueno saber de dónde vino y su razón de estar aquí.
Observando el breve acontecimiento, Homura pensó en reclutar a la nueva chica(?), antes de considerarlo mejor.
La jabalina convertida en flecha con apariencia de taladro voló, un silbido agudo la acompañó poco después. La atmósfera rugió, se calentó y se expandió súbitamente tras su travesía, impactando el cuerpo de la Bruja capaz de resistir explosivos mejorados por magia. El taladro que perforó la barrera del sonido, calentando el aire y generando una onda expansiva que habría asesinado humanos normales, penetró a través del cuerpo de la bruja seguido por el torrente de aire arremolinándose siguiendo su curso. La ojiva terminó chocando contra la pared del laberinto y estallando en una conflagración de llamas azules.
La Bruja alcanzó a soltar un chillido que le hizo sangrar sus oídos, como el agujero atravesando su cuerpo se expandió y sus restos fueron tragados por las llamas azules. Tambaleándose un poco debido al daño en su audición, Homura miró hacia el etéreo fuego que devoraba gustosamente a la monstruosa ave.
Sanando el daño en sus oídos, sintiendo sólo la momentánea pérdida de equilibrio, Homura detuvo el tiempo por un momento. Tomando nota de sus alrededores, para luego enfocarse en la Bruja derribada, ella sabía que el laberinto se derrumbaría dentro de poco. Resumiendo el tiempo, la pelinegra mantuvo su inspección, desde que esto nunca había pasado antes. Con el tintineo agudo del metal, una Semilla del Dolor cayó desde el cuerpo consumido por las llamas azules.
— ¿Cuántas de estas puede disparar? No, sería más importante saber de dónde vino. ¿Es como Kyōko, escuchó que había un lugar disponible y decidió venir a convertir Mitakihara en su territorio?. Puede que sea Kyubey de nuevo, aunque ya no tendría motivos para traer a alguien a lidiar conmigo, desde que ella murió…
A pesar de haber entrado en contacto con el fuego, la Semilla del Dolor no recibió daño o deformación. Cumplida su misión, las muy calientes llamas se apagaron y Homura observó a la semilla un momento.
—... Madoka tampoco murió tan pronto en el pasado, eso puede que éste sea uno de esos efectos mariposa…
Desmaterializando el arco negro, el adolescente pelirrojo soltó un pequeño suspiro y atrapó los dos falcones modificados hábilmente, apuntando a los familiares restantes y disparando sin mayor cuidado como el laberinto colapsaba a su alrededor.
Luego de ésta exhibición, Homura no podía evitar preguntarse quién es éste chico, y si Kyubey había expandido sus objetivos a chicos también sin decirles nada. La verdad, sonaba como algo probable de él, respondiendo: "Ustedes nunca preguntaron, eso no ví necesidad de decirles".
Durante su introspección, el muchacho pelirrojo uno o dos años mayor se dirigió a ella.
—... Supongo que una introducción tardía es buena, mi nombre es Luca Saijou, soy un… Vamos a decir mago, no es como si fuera incorrecto.
—Antes que nada, ¿Eres una chica que luce como chico, o una chica que deseó ser chico?.
Eso detuvo en seco al pelirrojo, como la presunta Chica Mágica(?) observó a la pelinegra en confusión.
—Soy un chico.
Respondió con seriedad, aunque aún podía ver una expresión desconcertada en su rostro, Homura aún preguntó en reflejo.
—... Entiendo… ¿Eres un chico?.
Parecía que Saijou no entendía la fuente de su confusión, mientras que Homura asumía que Kyubey en verdad amplió sus objetivos. Aún si la opción de que fuera una chica muy masculina, o una que deseó ser chico, seguían siendo opciones válidas. Después de todo, él tenía Magia, queriendo decir que hizo un contrato con esa rata blanca.
—Siempre he sido un chico.
Mientras que los extraños híbridos entre pistolas y espadas se disolvieron en unas partículas de luz azuladas, el joven volvió a re-afirmar que efectivamente, es un chico. Akemi consideró disculparse, quizás en otro momento, si sus preguntas estaban fuera de lugar.
Sin guardar la ametralladora Uzi en su escudo todavía, disparando y matando a los últimos familiares restantes, la pelinegra contempló por un momento. Tenía la impresión de haber escuchado el nombre antes; Homura regresó el saludo, más por curiosidad que por otra cosa.
—Akemi Homura.
—Mucho gusto de conocerte, Akemi.
—... Igualmente, Saijou.
La incógnita de un chico que blandía magia llamó un poco la atención de Homura, quizás éste bucle no sería una pérdida de tiempo.
§§§
Acompañando al mago pelirrojo, Saijou, hasta un café, no había formado parte del plan de Akemi para éste día. Usualmente estaría tomando armas de la Yakuza o el ejército, quizás hasta adquiriendo algún submarino desde las Fuerzas de Auto-Defensa. Sin embargo, el joven mago pelirrojo quería conversar con ella, con el objetivo de esclarecer sus dudas y las de Akemi en sí.
— ¿Entonces, es un chico mágico o algo así? "Mago" suena bien, pero si es una especie de contraparte para nosotras ése debería ser el equivalente de sus "Brujas".
Apagados ojos amatista inspeccionaron cercanamente al chico, sólo buscando una marca o ornamento, algo que indicara que había hecho un contrato con Kyubey. Pero no tenía anillos en sus dedos, la sola cosa fuera de lugar eran unos brazaletes, que no poseían ninguna joya o símbolo para aludir su paralelismo con su anillo. Él incluso había "desplegado" estos mismos brazaletes, notando su curiosidad desde que percibió la magia en los mismos. Convirtiéndolos en guanteletes, dejando que una bruma negruzca se arremolinase en sus manos, demostró su capacidad.
— Esto no contiene una Gema del Alma, ¿Verdad?. ¿Hizo esto con su Magia? Si es así, debe tener una mayor versatilidad de la que asumí.
Ferrita, polvo de hierro reuniéndose y adoptando toda clase de formas, siendo manipulados por los guanteletes del pelirrojo. No, la arena de hierro estaba siendo controlada por el pelirrojo, usando esos guanteletes como una herramienta para hacerlo. Homura no entendía mucho cómo él podía hacer eso, o si estos eran su arma mágica y las otras habían sido creadas por manipular arena de hierro. Algo que seriamente dudaba por dos factores, estos no estaban desplegados antes y más importante, habría notado la nube negruzca de ferrita reunirse para eso.
— Su magia le permite construir armas mágicas, los guanteletes controlan arena de hierro…
Entrando en el café, recibiendo la carta y pidiendo sus órdenes, los dos jóvenes se miraron en silencio por un momento. Casi lucía como una competencia, viniendo quién desistía primero. Frente al rostro tan inexpresivo de Homura y sus ojos fríos, fue Saijou quien se rindió, haciéndole un gesto de espera.
—Habláremos después de que nuestra orden llegue, ¿Sí?.
—De acuerdo.
Asintiendo en confirmación, esperando tranquilamente sus órdenes, Akemi pensó en sus preguntas. Tenía curiosidad acerca de él, sobre su magia y sus capacidades, también como su relación con la engañosa rata blanca que brillaba por su ausencia. Solamente recordar a Kyubey bastaba para que quisiera vaciarle un entero cargador, o puede que tres y algunas granadas en eso, si quería derrochar.
Llegada sus órdenes, un frapuccino para ella y un capuchino para él, con tartas de fresa como acompañante, esperaron a que la camarera estuviera fuera de alcance para hablar. La chica parecía joven, con cabello verde brillante y ojos púrpura como los de Akemi, quién juraba haber visto un anillo en su mano[...]
—Dame un segundo.
Su atención regresó al chico, que dibujó con su dedo un extraño símbolo, que brillaba con luz etérea azulada. Akemi notó el mismo color que aquella interfaz cibernética en la jabalina, también de las llamas que emanaron de ésta. Todavía, el símbolo reluciente de color azul quedó grabado en la superficie, dando una impresión de energía que ella reconoció como magia sin tener que comprobar con su gema.
— Una temática de colores azulados, como azul neón, azul realeza y azul eléctrico. Es extraño, normalmente los colores están a juego con el color de cabello y ojos, pero su magia tomó un color diferente.
También sentía curiosidad acerca del símbolo, parecía como un carácter de un diferente lenguaje, parecido al grabado en sus anillos y escrito en los muros de los Laberintos de las Brujas. Viendo cómo él utilizaba un carácter tan similar, usando su magia para grabar esto, era intrigante de varias formas.
—Sólo quiero asegurar la privacidad de nuestra conversación, si decides que quieres preguntar de algo que civiles no puedan o no deban saber.
—¿Forma parte de tu magia?.
—... Puede decirse que sí, ¿Acaso no sabes sobre esto?.
—Se parece a las escrituras en los muros del laberinto, pero diferente.
A pesar que no esperaba abrir la conversación con eso, desde que Akemi quería preguntar primero sobre su relación con Kyubey, pensó que era un buen tópico en general.
—¿Habían textos en los muros?... Debo haber estado más distraído de lo que me imaginé, no que…— El adolescente de desordenado cabello rojo sacudió su cabeza, suspirando—. Puede que haya visto algunas escrituras, pero no estaba prestándoles tanta atención, desde que eran un poco diferente a mis runas.
Akemi deseaba saber qué más podía hacerse con éstas runas, clarificando para la contradicción parlante de cabello rojo sentado frente a ella.
—Los símbolos en el laberinto también son llamados runas, es un lenguaje que no muchos aprenden. Además, la atmósfera en el laberinto es… Perjudicial para el estado emocional de algunas personas, te puede afectar de manera negativa o sacar a relucir un aspecto negativo en ti.
—No creo… Puede que no sea el caso conmigo, sólo tenía mi mente en otro lado. Sin embargo, suena bastante duro, ¿Sufres esos efectos cada vez que entras en uno?.
—Las chicas mágicas y candidatas solemos ser más resistentes a los efectos negativos.
Resistente, no inmune, Homura sabía el daño que podía llegar a causar un estado mental inestable. El pelirrojo le dió una mirada difícil de leer, mientras sorbía su capuchino, esos ojos ámbar bordeando el dorado oscuro lucían ligeramente más enfocados. Akemi tenía la impresión de un pájaro de rapiña, pero tan rápido como la sensación llegó se desvaneció, y ella trajo el tema que quería inferir.
—¿Qué es tu relación con Kyubey?.
—¿Con quién?.
[...]
No había sido la respuesta que esperaba, el muchacho no reaccionó a su nombre de manera normal, no precisamente. No hubo reacción más allá de genuina confusión, luciendo inquisitivo sobre el tema.
—Kyubey, la Incubadora, la que te dió magia a cambio de un deseo.
—Estoy seguro que obtuve magia primero y conseguí mi deseo después, pero no conozco a ningún "Kyubey". También, ¿Cómo es que te otorga magia, y qué te refieres con "a cambio de un deseo"?. Si necesitas hacer algo que "Kyubey" desea, o…
— Imposible.
Esto era surrealista.
Akemi Homura conversaba con el primer chico que conoció que poseyera magia, y él desconoce de la existencia de Kyubey, aunque mencionó un deseo garantizado. Puede ser que la Incubadora tomó otro nombre, otra apariencia y una diferente aproximación con los chicos que las chicas. Dudaba que un chico quisiera conversar con una linda mascota, había un poco de validez en ésa conclusión aún si Akemi era parcial a sí misma.
—Obtienes tu magia tras pedir un deseo, entonces tienes que trabajar cazando Brujas… O cualquier monstruo que hayas encontrado, como los Familiares que enfrentamos en el laberinto.
Observando las cejas del pelirrojo arrugarse, como si tratase de racionalizar la situación que era extraordinaria desde su perspectiva Akemi espero que él respondiera.
—... No, disculpa. Creo que estamos tratando con cosas distintas, la mera idea de que alguien o algo garantice un deseo, además que en intercambio obtengas magia y debas… Suena familiar y a su vez no.
—¿A qué te refieres con eso?.
Entrecerrando su mirada amatista, Akemi analizó a Saijou con cuidado, buscando cualquier señal de engaño y no hallando ninguna. Ella era habilidosa a la hora de reconocer mentiras por omisión, pasó más de una década intercambiando puyas con una criatura alienígena sin emociones, eso era absurdo que alguien pudiera engañarle. Sin embargo, por mucho que buscara no encontraba nada, el chico tendría que ser el mejor actor del mundo por un amplio margen, y aún habría notado si estaba fingiendo.
—¿Te encuentras bien?.
—Sí, por favor elabora.
Tomando su frapuccino, Akemi dejó que sus ojos amatista recorrieran el café, descansando por un segundo en la chica peliverde vestida de mucama. Si ella era una chica mágica, Kyubey debía trabajar bastante rápido, era de esperarse de una criatura que no necesitaba dormir y tenía excelentes habilidades sociales. Mejor dicho, sus métodos de convencimiento rayaban lo conveniente, haciendo uso de cualquier duda, desgracia o malestar para sus fines.
—... Sólo puedo pensar en una cosa que garantizaría un deseo y que obtendrías poder después, dos técnicamente. Pero dudo que sean esas cosas, porque la primera que fue la que concedió mi deseo no está… Disponible, vamos con eso. Si es la segunda, entonces tienes mi más sentido pésame, es un destino que no le desearía ni a mí peor enemigo.
Escuchando a Saijou referirse a esto de esa manera, Homura intuyó que se trataba de la Incubadora, porque no es como si existiera otra cosa similar. Entonces éste chico sabía sobre Kyubey, bajo alguna otra apariencia y nombre, algo que cobra sentido. Por ende, aún si fuera la primera chica mágica que conoce, aparentemente, debían saber varias cosas.
Homura no estaba lo suficientemente segura como para revelarle la verdadera naturaleza de las Brujas, si él desconocía esto, no tenía manera de predecir su reacción. Podía tomárselo con cinismo, enloquecer o deprimirse, o desestimar sus palabras pensando que sabía mejor.
—¿Alguna vez consideraste hacer un contrato, a cambio de un deseo?.
—No… Bien, la verdad que en mi momento de mayor desesperanza pude haber sido una presa fácil. Sin embargo, no soy… Material ideal para un contrato de ése estilo, y como dije, es un destino que no le deseo a nadie.
Entonces él debía conocer a otros que habían contratado, puede que supiera la verdad sobre las Brujas o cualquier equivalente que tuvieran los chicos. Los últimos días habían sido pesados para Homura, pero ella se preguntaba, de dónde había venido.
—Tienes un punto en eso…
—Por cierto, las armas que utilizaste contra esa… ¿Bruja, no? Eran armas mundanas que mejoraste con magia.
—Mi contrato no me da "armas".
Decidiendo no elaborar, Homura agradeció que él no siguiera preguntando al respecto. Parecía que también era curioso sobre su Magia, sin embargo se mantuvo cortés y al margen en el tema. Puede que fuera un poco injusto, desde que la chica pelinegra sabía al menos cómo funciona la suya. Conjurar armas, junto con un poder de fuego rivalizando a Tomoe Mami, era una combinación interesante.
—¿Algo más que quieras saber? Aunque, se supone que no debo decirle a nadie sobre mis capacidades— Saijou comentó, luciendo desinteresado y con una mirada opaca—. No que haya alguien que le importe mantener el secreto, aparte de ti, supongo.
—Es normal no revelar qué puedes hacer, hace falta confianza para eso.
Homura no admitió que ella no confiaba mucho en Saijou, habiéndolo conocido sólo recientemente y visto sus llamadas habilidades. Si el chico realiza que ya reveló una buena porción de ellas, era una incógnita que el tiempo respondería más temprano que tarde. Por su parte, incluso si revelase en algún punto que puede detener el tiempo, la chica de ojos color amatista dudaba revelar qué podía viajar en el tiempo. Ésa era la única cosa que la mantenía cuerda, dándole suficiente fuerza para continuar avanzando.
— Entonces, será como si nunca nos hubiéramos encontrado, del todo.
Dándole una mirada a la chica peliverde con traje de mucama, Akemi estaba muy familiarizada con eso. Incluso los aliados que consiguió en algún punto, finalizaban dejando esto de lado, o quizás no volvían a contratar y ella no se atrevía a forzarlos. Como Saijou, la viajera del tiempo no quería que nadie pasará por esto, aún si tenía que hacerlo por sí misma. La chica peliverde que intentó ayudarle[...] Si ella contrataba o no, si decidía volver a contratar con Akemi, sólo podía ser su propia elección.
Si Saijou notó las miradas que Akemi dirige hacia la peliverde, él no mencionó esto ni mostró ninguna señal. Era un chico inusualmente respetuoso, pero no parecía tener muchas habilidades sociales. O si las tenía, seguramente fueron dejadas de lado y atrofiadas, debido a conocer sobre la magia y los contratos.
Meditando en silencio un momento, Homura se preguntaba si él había contratado de forma reciente, a pesar que su habilidad en combate hablase otra historia. Puede que su deseo sea referente a eso, poder[...] Ahora ella quería saber esto, aún si los deseos son algo privado.
—... Disculpa, puede que sea personal, pero… ¿Qué deseaste?.
Aunque los deseos no siempre dijeran mucho de una persona, además que la magia suele ser un poco sorpresiva en ocasiones, Homura aún sentía la suficiente curiosidad como para preguntar.
Deteniéndose de comer su tarta de fresa, dándole una mirada ilegible, Saijou parece pensarlo por un segundo. Sus opacos ojos ámbar ganaron un leve brillo, él parecía mirar a la lejanía, más allá de la misma Homura.
—Deseé poder salvar a alguien muy importante para mí, aún si me costaba la vida.
Reinó el silencio.
Akemi Homura se congeló, mirando al pelirrojo que habló de manera serena, sin ningún signo de engaño o burla. Sólo una expresión calmada, una honestidad fuera de cuestión, revelando el deseo que yace en su corazón.
— Deseo rehacer mi encuentro, ser yo quien tenga el poder para salvarla.
La atmósfera se volvió más incómoda, como ambas partes comieron en silencio.
Fin del Prólogo.
