Había sido otro día divertido para Edwyn, nuevamente Rosa, a escondidas de Orquídea lo había llevado a jugar al páramo y esta vez otros niños mantis se habían unido al juego. Era curioso el como había cambiado a ojos de ellos, cuando recién los conoció de inmediato lo vieron como una presa y no dudaron en cazarlo, pero esta vez Rosa lo presentó como la mascota de su tía, luego de las miradas incómodas y de una cierta indiferencia inicial, algunos tomaron interés en él.

Le propusieron algunos retos de habilidad y agilidad, tales como cazar algún trepasetas salvaje, o alcanzar algún hongo ubicado en un risco, para su sorpresa Edwyn se las arregló para cumplir con todos sus desafíos y se ganó algo de respeto, el suficiente para que se lo tomaran en serio y lo invitaran a jugar.

El gusano se acopló sorprendentemente bien a los juegos mantis, quizás no podía volar, pero su capacidad de salto y su ingenio lo compensaban, incluso en el juego de tirar a las mantis al agua había logrado derribar a un par de chicos que volaban distraidos, pasó a ser el elemento especial que le agregaba dificultad al juego.

Con todo eso, el que fuera un gusano dejó de ser importante, para ellos era solo otro niño que quería jugar. La pasaron tan bien que incluso lo invitaron a jugar otro día con ellos.

Edwyn estaba feliz y triste al mismo tiempo, alegre porque por primera vez había jugado con un grupo grande de niños en igualdad de condiciones y triste porque aquella era otra experiencia que nunca más podría repetir cuando regresara a casa, volverían las burlas de Aster y la indiferencia de Jazmín aunque... Con todas las habilidades que había obtenido quizás pudiera darles una sorpresa o dos, pensar en eso lo emocionaba.

Finalmente arrastrándose entre las sombras y cuidando de mantener el sigilo, ambos llegaron a casa.

—Bien, fue un día divertido —dijo Rosa.— Una lástima que nuestro encuentro a muerte fuera interrumpido por mis amigos, pero mañana podremos volver a repetirlo —Edwyn la miró con seriedad.

—Rosa... ¿Podrías ser honesta de una vez? Tú no quieres matarme realmente.

—¿Eh? ¿De dónde sacas esas ideas tan ridículas? Claro que quiero matarte, eres mi objetivo, mi reto, por eso te llevo al páramo, para estudiar tu comportamiento y tácticas.

—Tú nunca vas a poder matarme.

—¿Me estás retando? —Trató de sonar segura pero se notaba el nerviosismo.

—No pero... Supongamos que sí ¿Qué harías al respecto?

—¿Qué rayos te pasa? ¿Acaso quieres morir? Estás retando a una mantis, una de las criaturas más letales del mundo.

—Solo quiero zanjar este asunto antes de irme.

—Ir... Ir...¡¿IRTE?! Pe-pe ¡No puedes hacer esto! ¿Qué pasará con la tía Orquídea? Ella te quiere... Digo, eres su mascota, su propiedad, no te puedes ir.

Estaba en casa, debía cuidar sus palabras, su madre le daría una buena cachetada si siquiera insinuaba la idea de que su tía sentía aprecio por un miserable gusano.

—Nunca pertenecí a este lugar, debo irme y por eso quiero dejar las cosas claras, yo no soy una presa para ti, tú realmente no quieres matarme y eso es sólo una excusa para pasar tiempo conmigo.

—¡Eso no es verdad!

—Oh ¿En serio? Pues demuéstralo —Sacó sus garras e imitó la posición de combate mantis—. Yo me iré pronto y jamás me verás de nuevo, así que si en verdad quieres cazarme hazlo ahora.

—¡No! ¡Así no! No hay honor en cazar a un bicho que se entrega ¡La idea es que sea un reto!

Como respuesta Edwyn la atacó usando sus garras, por supuesto Rosa voló y lo esquivó fácilmente.

-—Qué haces?

—Si quieres un reto pues yo te lo daré, pelearé contigo ¡Intenta matarme si puedes!

—No, eres demasiado débil para ganarme.

—Entonces ya no valgo como reto.

—Eres un reto pero como presa ¡No se supone que pelees!

Edwyn escaló una pared y se arrojó contra Rosa, nuevamente ella se alejó volando.

—¡Deja de hacer eso!

—Ah, no es agradable ¿Cierto? Ser perseguido constantemente, mira quien huye ahora.

—¡Yo no huyo! Yo solo...

—¡Entonces ven y pelea! Demuestra que eres una mantis guerrera.

Edwyn estaba demasiado seguro de lo que ocurriría, tanto como para arriesgarse así y forzar a Rosa a actuar, ya había hecho sus predicciones, la suerte estaba echada.

La niña aterrizó, se puso en posición de combate, alzó sus garras, respiró profundo y... Se puso a llorar.

—No puedo, no puedo, no puedo... No quiero matarte —Lloró desconsolada.

Edwyn se sintió un poco mal de haber arrinconado a Rosa de esta manera, no quería ser cruel, pero quería que lo reconociera como igual de una vez en lugar de tratarlo como "presa". Lo había hecho casi por orgullo y ahora lo lamentaba, no le gustaba verla así, así que se acercó a consolarla y la abrazó.

—Esto está mal... Yo... No puedo pelear contigo... Snif... Te quiero... Eres mi amigo...

—Rosa... Me has decepcionado —Habló una voz femenina.

Ambos niños dieron un respingo y palidecieron del terror cuando vieron a Lavanda aparecer por un pasillo. Ella como adulta experimentada y sobre todo como una Lord, sabía mantener el sigilo, ninguno de ellos la vio, pero ella escuchó todo y ahora estaba furiosa ange la imagen de los dos bichos abrazados.

—¡Cómo has podido rebajarte a esto! —Rosa de inmediato soltó a Edwyn— ¡Es un gusano! ¡Una basura! ¡Es comida! ¡Esto es inadmisible!

La niña no pudo evitar la bofetada que le dio su madre, la cual fue tan fuerte que la tiró al suelo.

—Y tú... Todo esto es tu culpa. —Siseó hirviendo en rabia ante la presencia de Edwyn— Tú contaminaste a mi hija, le metiste ideas en la cabeza, tú maldita mascota ¡Ahora pagarás por lo que has hecho!

Edwyn brincó a un lado justo a tiempo para evitar que le atravesaran las entrañas con una lanza, pero viéndose en peligro corrió más veloz de lo que jamás en su vida había corrido.

—¡Maldita basura! ¡Excremento de Garpiés! ¡Acabaré contigo! ¡Contigo y con todas las mascotas que mi hermana guarda! ¡No permitiré que mis hijos sean dañados!

Edwyn corrió por el pasillo de la casa evitando los constantes ataques de Lavanda, tuvo que poner a prueba todas sus habilidades para esquivar y escapar, se metió bajo algunos muebles, se ocultó entre los adornos, incluso realizó algunas piruetas extrañas con sus alas en su intento por salvar su vida. A decir verdad, debía agradecer que la mantis estuviera tan furiosa, su rabia la había vuelto menos precisa, si ella hubiera tenido la cabeza fría el gusanito ya no estaría en el mundo de los vivos.

El escándalo que armaron pronto terminó por alterar a los hijos de Lirio que estaban en el cuarto de las crías y la madre salió enfadada dispuesta a poner un alto a ese bullicio molesto. El instante en el que ambas hembras intercambiaron palabras fue suficiente para que Edwyn se escabullera por un pasillo, pero su camino fue interceptado por quien menos esperaba, Clavel cayó del techo y aterrizó sobre él.

El impacto le lastimó una garra y lo hizo gemir del dolor, pero el miedo le hizo ignorar ese detalle, el gusano miró al niño mantis con terror implorando piedad con sus ojos negros.

Pronto se escuchó el alboroto de las hembras mantis que habían llegado a un acuerdo, matarían a todas las mascotas y eso lo incluía a él. En ese punto Edwyn ya se daba por muerto, Clavel se lo había advertido, si causaba algún problema él mismo lo eliminaría y le creía, era mucho más lógico y objetivo que su hermana, ya de nada servirían las noches que habían compartido charlando y todas las maravillas que le había contado del mundo exterior, era obvio que preferiría proteger a su hermana.

Pero contrario a toda expectativa, salió de encima de él, lo agarró por la cola y lo tiró por la ventana demostrando tener mucha más fuerza de la que aparentaba.

Pero sin perder tiempo, Clavel también salió por la ventana y voló a esconderse en algún recoveco de la casa, si su mamá descubría que había ayudado al gusano a escapar le daría una paliza peor que la que le esperaba a Rosa.

Edwyn aterrizó suavizando su caída con sus alas justo en medio de dos mantis que por el desconcierto no fueron capaces de reaccionar y solo lo vieron alejarse entre las casas, pero acto seguido escucharon el rugido de Lord Lavanda que había logrado vislumbrar a su presa escapando.

—¡Esa cosa! ¡Atrapen a esa cosa! ¡La despedazaré con mis propias garras! —Chilló.

—¡Lavanda! —SE escuchó la voz de Orquídea desde el interior de la casa.

Luego de eso siguió una pelea terrible entre ambas hermanas, coreada por los gritos de las crías que lloraban, pero Edwyn no estuvo ahí para presenciar eso, él ya tenía suficientes problemas protegiendo su vida, pues ahora tenía a dos mantis siguiéndole los pasos, por fortuna para él eran novatos, un par de chicos que recién habían perdido las alas y aún se estaban adaptando a caminar en lugar de volar.

Este hecho más su propia astucia lo ayudaron en su misión de escapar y luego de casi una hora, finalmente estuvo estuvo a una distancia segura de la villa, de vuelta en las tierras salvajes donde se había vuelto fuerte.

Una vez fuera y oculto bajo un hongo tomó conciencia de su situación y de todo lo que había ocurrido. Estaba asustado por lo que le fuera a pasar a Rosa, por Orquídea y por sí mismo. Miró su garra, estaba torcida en un águlo extraño, no parecía algo grave, con un buen baño en aguas termales la sanaría, pero en Páramos Fúngicos no habían aguas termales y lo que era peor... Ya no podía usar esa garra para cavar ¿Cómo se las iba a arreglar para sobrevivir ahora? Excavar era su táctica principal para cazar.

Triste, impotente y preocupado solo pudo llorar.

...

Lejos de Paramos Fúngicos, en la superficie, Jazmín abría los ojos. Luego de una agradable noche de descanso, la mestiza despertó algo sorprendida al encontrarse con un techo que no reconocía, no era blanco, era una tela rojiza de la cual colgaban muchos atrapasueños, casi creyó estar soñando, pero en cuanto recordó lo de la noche anterior prácticamente brincó de la cama.

Estaba en un lugar desconocido, con gente desconocida, su padre le había advertido mucho de no irse con extraños, porque podían ser personas malvadas dispuestas a dañarla o llevársela lejos para no devolverla jamás, pero estos tipos dudaba que fueran malos, le habían dado un vaso de leche, tenían que ser buena gente.

Jazmín era tremendamente optimista y esto a menudo la hacía ser descuidada o ingenua, este era uno de esos casos, en lugar de preocuparse por su ubicación o por volver a casa, decidió entretenerse explorando el lugar.

Sin embargo su ingenuidad no era realmente la principal razón para no preocuparse por su situación, en realidad no quería volver a casa, al menos no todavía, no quería tener que soportar la tristeza infinita de Aster y el como se apagaba cada día más, no quería ver la rabia de su tío Big ni las constantes peleas que tenía con su padre, al menos por un rato quería descansar de ese ambiente nocivo y divertirse, y como pronto descubriría, ese era el lugar más apropiado para eso.

Tras salir al pasillo se dio cuenta que todo el lugar no era muy grande realmente, y que tampoco estaba hecho de material sólido, era solo tela y soportes, casi no habían muebles, solo lo básico y esencial, tras caminar un poco llegó al exterior de lo que era una tienda, ahí descubrió maravillada que estaban fuera de corazón de Hallownest en la superficie, probablemente cerca de Bocasucia, si era así lo tenía fácil para regresar a casa, le podía pedir prestado cinco geos a la tía Bretta y tomar un ciervo hasta los territorios del castillo.

Una vez superada la impresión de descubrir donde estaba, se fijó en la gente que rondaba por los alrededores, en su mayoría eran bichos mestizos. No es que fuera algo tan raro, al fin y al cabo ella era una, pero tampoco eran tan comunes. De cien bichos quizás uno era mestizo y aquí habían un montón reunidos, de los 27 bichos que contó solo uno era raza pura ¿Que era esto? ¿Una convención de mestizos? Quizás a ella también podrían invitarla, ojalá hubiera buena comida.

Se acercó tímidamente hasta el centro donde había una fogata y no tardó en ser notada por una araña mantis.

—¿Oh? Hola pequeña ¿Eres nueva en el circo?

Circo

Ahora ya sabía dónde estaba, era un circo y seguramente estos tipos eran actores, se emocionó mucho ante la idea, hacía mucho tiempo que no iba a un circo. Asintió ante la pregunta de la señora. Técnicamente era nueva en el circo, no estaba ahí para quedarse pero ella no preguntó detalles

—Vaya, una niña tan pequeña... Que pena... Pero no te preocupes, aquí estarás bien, nadie volverá a tratarte mal.

—¿Tratarme mal?

—Sí, en este lugar los mestizos somos bienvenidos, así que estarás segura. ¿Tienes hambre?

—Un poco...

La conversación la dejó algo pensativa, había escuchado que en otros lados los mestizos no eran bienvenidos, pero viendo su propia realidad tan pacífica e ideal, llegó a pensar que era algún tipo de historia falsa. Aún así no le dio más vueltas al asunto, no le gustaba complicarse por problemas que no tenían que ver con ella, prefirió olvidarse de todas sus preocupaciones y dedicarse a comer la comida que le ofrecían. Así era Jazmín, no le gustaban los conflictos ni asumir responsabilidades, era la principal razón por la que su tío no la consideraba apta para ser reina, sus niveles de despreocupación eran tales que quizás hasta tuviera dificultades en la vida adulta, pero ni él ni Hollow sabían realmetne como solucionar ese problema.

La amable señora que atendió a Jazmín se dedicó a darle un recorrido por el circo, enseñándole las instalaciones, la zona de prácticas, presentándole a algunos de los residentes y brindándole el privilegio de presenciar una pequeña actuación improvisada que le sacó cien suspiros y mil aplausos.

La niña estaba encantada con el recorrido, al punto que ya se había olvidado de que debía volver a casa porque su familia estaría muy preocupada y si por alguna razón recordaba sus deberes, los empujaba al fondo de su mente con la excusa de "solo un ratito más"

Ya habían llegado practicamente el final del recorrido pues habían explorado cada rincón del circo y la araña mantis tenía cosas qué hacer, así que optó por dejar a la niña sola con la indicación de que fuera a la pista principal donde iban a estar los artistas practicando para que le asignaran alguna tarea.

Si Jazmín hubiera estado allí para quedarse claro que le hubiera hecho caso a la señora, pero era solo una visitante llegada por accidente, así que no tenía deberes ni obligaciones que cumplir, por lo que le dio rienda suelta a sus deseos y se dirigió hacia cierto lugar del circo.

Mientras le mostraban las instalaciones no había podido evitar reparar en una tienda en particular un poco alejada de las demás, su guía de inmediato la disuadió de ir allí diciendo que no había nada importante, por supuesto tal insistencia en negarle el paso despertó su interés, quizás no había nada realmente, pero debía comprobarlo con sus propios ojos.

Ingresó con cautela a la carpa, casi como un ladrón que se adentra en una casa, miró hacia todos lados y caminó agachada, no sabía realmente que iba a encontrar, pero la emoción de lo prohibido inundaba todo su ser, estaba siendo muy sigilosa, tal como le había enseñado su padre y en verdad creía estarlo haciendo muy bien, hasta se sentía envalentonada por su osadía, pero eso sólo duró hasta que una voz rasposa habló.

—¿Y tú quien eres?

Dio un brinco del susto y corrió a esconderse detrás de una cortina que colgaba en la habitación.

—Bueno, tampoco es para tanto, en mi estado no soy capaz de dañar a nadie, ni siquiera a una pequeña cría como tú.

Jazmín intrigada por sus palabras asomó la cabeza a través de la tela y ubicó a quien le hablaba, en un costado de la carpa habían dos maderos de los que estaba colgada una hamaca y dentro de ella yacía un murciélago, era igual que la señorita Scarlet que había conocido hacia un rato, pero mucho más viejo, tenía las orejas caidas y sus ojos rojos estaban mucho más apagados.

—¿Cómo te llamas niña?

—Jazmín... ¿Y tú?

—Graham, mucho gusto. Dime pequeña Jazmín ¿Estás perdida? ¿O te escapaste de casa?

—¿Eh? ¿De dónde saca esas ideas?

—jujujuju —su risa fue interrumpida por un acceso de tos— Lo siento, es la edad —suspiró con pesadez—. Y por mi misma edad puedo sacar bastantes conclusiones con pocos datos ¿Sabes que clase de lugar es este?

—Un circo.

—Sí, un circo, pero es más que un circo, es un refugio de mestizos y gente rechazada ¿Sabes? Aunque la mayoría de quienes vienen son adultos, hemos recibido niños y los que llegan siempre son criaturas que han sufrido mucho, pero tú estás bien cuidada, no veo cicatrices en tu cuerpo, tu caparazón está brillante y te ves bien alimentada, se nota que tus padres cuidan bien de ti, seguro que te quieren mucho.

—Um... Sí... —Se sonrojó un poco.

—Entonces, dime mi niña ¿Qué haces aquí?

—Llegué accidentalmente cuando Bocadillo y Scarlet usaron su portal mágico.

—Ajá... Sí, de vez en cuando causan algún desastre con su magia, a menudo Grimm viene a quejarse por aquí —La quedó observando detenidamente—. Pero hay algo que me intriga... No pareces muy preocupada por volver a casa.

—Quizás... Sea verdad que... No quiero volver a casa... Al menos no todavía.

—¿Y eso por qué mi niña?

El ánimo de la niña decayó al pensar en eso, demasiados problemas, peleas, conflictos y la tristeza de su hermano, no quería lidiar con todo eso.

—Pasó algo malo en casa y... Ahora mi tío Big y papá pelean mucho... Y no sé a quién apoyar.

—¿Quién crees que tenga la razón?

-No sé, no quiero ponerme del lado de nadie, solo quiero que se pongan de acuerdo y no peleen, no quiero estar pensando que alguien está equivocado... Si te cuento el problema me puedes decir quién está mal?

—Mmmm... Creo que tú problema es otro. A veces querida es uno mismo quien debe decidir una postura y no dejarse llevar por lo que digan los demás, incluso alguien que admiras puede equivocarse. Yo no diré nada, esto tienes que solucionarlo sola.

Jazmín sintió la angustia del abandono y un par de lágrimas asomaron de sus ojos, miró al viejo murciélago expectante, pero este cerró los ojos fingiendo dormir, pronto su llanto silencioso fue acompañado de un suave gimoteo, tan lamentable que te partía el corazón, aunque a este murciélago no lo iba a convencer.

—Dejame adivinar, eres la niña de papá que siempre sucumbe a tu llanto.

Jazmín dejó de llorar de golpe por la sorpresa.

—Ah, lo imaginé. Mira niña, quizás tú papi te ha protegido de este mundo cruel, pero un día él no estará, y tienes el deber de aprender a tomar las riendas de tu vida antes de que eso suceda, no todos sucumben ante el llanto, como yo por ejemplo.

Jazmín no se molestó en ocultar su disgusto, reconocía que tenía culpa, pero le enfadaba que la hubiera interpretado tan bien, a la vez que no le gustaba que le recordaran ese asunto que tanto le preocupaba ¿Sería capaz de arreglárselas sola algún día?

No tuvo mucho tiempo para pensar en eso, porque repentinamente entraron a la tienda Scarlet, Bocadillo y Grimm.

—¡Aquí estás! —Exclamó la hembra— con el desvelo que tuviste anoche pensé que dormirías hasta más tarde.

La niña no le prestó mucha atención a sus palabras, estaba embelesada admirando a Grimm, un efecto muy común en todos los que lo veían por primera vez.

Observó con cuidado al murciélago, luego le prestó atención a la chica y finalmente miró de reojo al viejo mamífero que estaba acostado en la hamaca, entonces señaló a cada uno mientras hablaba.

—Hija, papá y abuelo ¿Verdad?

—Umm... Casi —explicó Scarlet— él es mi padre, pero Graham no está relacionado con nosotros.

—Es un veterano de la vida que acogimos en un momento de necesidad. Brindamos cobijo a cambio de sabiduría, pues la naturaleza de su magia está vinculada a la nuestra.

—¿Qué?

—No te preocupes, es algo complicado entender al maestro, sobre todo si eres tan joven y no sabes muchas palabras —la tranquilizó Bocadillo.

En ese momento deseó que Edwyn estuviera allí, seguro él entendería que quería decir ese murciélago.

—Ah... Y que intenciones tienen con este retoño? —Preguntó Grimm.

—No sabemos. —Se quejó Scarlet— parece que esta niña es importante, nos encontramos con el rey y se volvió loco cuando nos vio cerca de ella, queremos devolverla pero tememos que ese tipo nos encarcele o peor, que nos mate cuando nos vea.

—Lo peor es que seguro nos mandará a buscar y tememos que el circo salga perjudicado —continuó Bocadillo—, si fuera por nosotros la iríamos a dejar a su casa, pero...

—Ahora si metieron la pata —Grimm estaba tan molesto que hasta se olvidó de su elegancia.

—¡Ah ah! Tengo una idea —intervino Jazmín— podrían ir a dejarme a la escuela de Cañón Nublado, tengo un tío que trabaja ahí, me dejan con él y él me devuelve a casa, en la escuela normalmente no hay guardias ni nada, así que no debería haber problema.

—Ummm... Un plan razonable.

—La mejor opción hasta ahora.

—habrá que hacerlo

—Bien, decidido, mañana iremos a la escuela.

...

—Patataaaaaaa, Patatitaaaaaaaaaaa ¿Dónde estás?

Lord Orquídea buscaba incansable entre los hongos a su querida "mascota", aunque tenía claro que el título de mascota era una farsa, quería a ese chico como si fuera su propio niño y jamás se perdonaría si le pasaba algo, debió haberlo cuidado mejor, construir algún tipo de mecanismo para dejarlo encerrado y que nadie pudiera hacerle daño... Aunque eso tampoco era correcto, no se podía privar a una persona de libertad, no podía mantenerlo encerrado, él merecía ser libre como cualquier niño.

Ahora lamentaba el haberse quedado con él, pasó momentos muy bellos a su lado, pero la realidad era que no podía ofrecerle un futuro, ese niño necesitaba un lugar seguro donde crecer, volver con su familia de gusanos si es que quedaba alguno. En un inicio se inventó la excusa de que ahora era huérfano y no tenía quien cuidara de él, pero quizás tuviera algún tío que pudiera hacerse cargo, quizás ese tal tío Big que tanto mencionaba podría cuidarlo... Que curioso que se llamara igual que esa persona a la que le tenía aprecio.

En aquel momento de angustia y desesperación lanzó una plegaria al Señor de las Sombras, le juró que si encontraba a Patatita sano y salvo lo llevaría a donde fuera necesario para encontrar a su tío y protegerlo. Como siempre el Señor de las Sombras parecía ser muy oportuno en los favores que ofrecía.

—Orquidea... —Se escuchó un gimoteo.— Uuuuuhh...

La mantis de inmediato se puso en alerta y enfocó su audición para captar aquel llanto, siguió el sonido y los lamentos hasta llegar a un enorme hongo, tras levantarlo un poco, encontró allí acurrucado junto al tallo al pequeño gusano pardo, el pobre estaba errollado sujetando su garra derecha con fuerza mientras lloraba.

—¡Patatita! —Chilló loca de alegría y alivio.

Se agachó y estiró su garra para recoger al niño ya que él se veía demasiado mal como para moverse por sí mismo. El pequeño gusano en cuanto estubo entre sus brazos la abrazó mientras temblaba.

—Ya ya, tranquilo, aquí estoy, todo está bien Patatita, nadie te va a hacer daño.

—Quiero irme a casa... Me duele mi garra y tengo hambre y... Y... Extraño a mi familia... Las mantis dan miedo.

—Tranquilo mi niño, te llevaré a tu casa, con tus tíos. —En cuanto escuchó esto Edwyn dejó de llorar y la miró impactado.

—¿De verdad?

—Sí —suspiró con tristeza—. Un gusano está mejor con otros gusanos, por eso lo mejor es que vuelvas con tu familia... O lo que quede de ella.

—Pero... Mi familia no es de gusanos...

—¿Dónde vives patatita? —Lo interrumpió.

—Ah, esto va en serio —hasta ese momento pensaba que decía todo eso solo para consolarlo—. Arriba, en Corazón de Hallownest ¿Me va a mostrar el camino?

—Te llevaré personalmente a tu casa.

Edwyn se sintió desfallecer de alegría, por fin vovlería a a casa, esta vez era de verdad, estaba a un paso de ver a su familia, claro que su mente precavida lo obligaba a considerar algunos detalles.

—Pero va a abandonar Páramos Fúngicos.

—Temporalmente... No es la primera vez que lo hago en realidad, todo estará bien, no te preocupes, de los detalles me encargo yo, si vamos y volvemos rápido no habrá problema, lo tomarán como una simple rabieta luego de que eliminaran a mis mascotas.

Edwyn por primera vez levantó la vista y miró a la mantis a los ojos, se veía agotada y sobre todo triste, sintió mucha pena por ella, en verdad no quería causarle problemas, así que trataría de ponerle las cosas fáciles, no le iba a pedir que lo llevara al palacio, sobre todo porque si la veían llegar con él quizás pensarían lo peor y la encarcelarían y hacer que la dejaran libre no sería difícil pero quizás un poco demoroso.

—No hace falta que me lleve a mi casa, si me deja en la escuela de Cañón Nublado estaré bien, tengo un tío que trabaja ahí. Cañón Nublado queda prácticamente al lado de Páramos Fúngicos así que no deberíamos tardar ¿Verdad?

—Claro, no hay problema.

Ambos suspiraron con tristeza, este era el final, la gran despedida, dentro de pocas horas ya no se volverían a ver nunca más.