Declaimer: Inuyasha y sus personajes no son de mi autoría, pertenecen a Rumiko Takahashi.
Advertencia: Historia de universo alterno. Escenas de violencia y contenido lime.
Cartas de Amor al Desierto (Sesshomaruxkagome)
Capítulo 1
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DESIERTOS (Fragmentos) ADONIS (ALI AHMAD SAID)
Las ciudades se deshacen
y la tierra es una locomotora de polvo.
Sólo el poeta sabe casar este espacio.
No hay camino hacia mi casa: estado de asedio,
las calles son cementerios.
Desde lejos, sobre su casa,
una luna ensimismada se cuelga
en los hilos del polvo.
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El desierto se había convertido en mi hogar, con tan solo 20 años de vida, podía decir que lo amaba, el sol caliente por los días y las noches heladas con la luna adornando el firmamento, era todo lo que me permitía sobrevivir.
Habiendo naciendo como la princesa de la cuidad Al Ahsa, cualquiera pensaría que mi vida seria de las más privilegiadas, pero no era así, al menos no si eras una mujer.
Mi hermano gemelo, Kohaku, es el que disfruta de todas las comodidades de un merecido príncipe, ya que puede ir libremente por toda la cuidad, montar a caballo todos los días, navegar por el océano y salir de caza. Mientras que yo, Kagome, no puedo hacer nada de eso; mis deberes son confinados al palacio real, acompañando a mi madre a orar, a visitar a las esposas de los visires, tomar clases de poesía, de costura, de danza, música y de buenos modales.
No es que me esté quejando, pero me gustaría poder experimentar más cosas, aventuras, como las de los libros que leo todas las noches antes de dormir, visitar los hermosos lugares que visualizo en las páginas de los atlas, incluso, poder encontrar al amor de mi vida.
Esta de mas decir, que solo hombres pueden subir al trono, por lo que había sido una gran ventaja que hayamos sido gemelos, ambos con el cabello negro azabache, tez blanca y los peculiares ojos azules de nuestra madre. Mi padre era muy estricto y un buen sultán, pero en la privacidad de nuestro hogar era muy afectivo con nosotros.
No dudaba de las capacidades de mi querido hermano, pero me gustaría que las leyes de mi cuidad fueran modificadas. Al menos darle un poco más de derechos a las mujeres, un poco más de libertad y si era posible, el poder elegir con quien casarse y dejar de un lado los matrimonios arreglados.
Odiaba cuando todos los hombres me miraban con superioridad, pero ese odio se convertía en coraje, ya que sin duda era mucho mejor que todos ellos, desde pequeña le había pedido a mi hermano que me enseñara a defenderme, a utilizar la espada, el arco, los cuchillos, en pocas palabras cualquier arma. Kohaku no pudo negarse y por las noches, sin que nadie estuviera alrededor, cumplía su rol como mi maestro personal, me enseño cosas básicas de supervivencia, a montar a caballo o ser observadora y prudente.
Es por ello que había aprendido a controlar mis emociones, por lo que al asistir a eventos, colocaba mi cara de póker y pretendía que todo estaba bien, actuaba como la princesa perfecta, como la esposa que cualquier príncipe quisiera. Pero presentía que mi vida estaba a punto de cambiar, lo sé, se preguntaran, ¿Cómo sería eso posible? Pues averigüémoslo, que también me muero de la curiosidad por saber que me tiene deparado el futuro.
Fin de la narración de Kagome.
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El palacio imperial se encontraba decorado magníficamente, lleno de manjares y de hermosas bailarinas, todos estaban muy contentos, ya que esa noche se encontraban celebrando los 20 años de los jóvenes príncipes. Siendo unos de los imperios más importantes de toda Arabia, Al Ahsa, era considero un imperio fuerte y temible, por lo que todos esperaban con ansias este cumpleaños, puesto que era la edad perfecta para que ambos herederos contrajeran matrimonio, siendo este una ocasión especial, una presentación ante los imperios de los futuros matrimonios, que asegurarían una buena herencia genética y de gran poder político.
Arabia estaba conformada por cuatro grandes imperios, comenzando con Al Ahsa, gobernado por los Higurashi teniendo como símbolo el águila Real, siguiendo con Al Qarah por los Taisho, siendo representados por perros blancos; Habala gobernado por los Shimada cuyo animal era el tigre y por ultimo Ad Dilam por los Neruda, siendo identificados por un gran escorpión negro. Por lo que en aquella gran celebración no podrían faltar los embajadores de las tres naciones, dispuesto a emparentar con el gran señorío Higurashi.
— ¿Por qué si es una fiesta no estas divirtiéndote? —Cuestiono Kohaku a su hermana, la cual se encontraba sentada bebiendo un poco de vino.
—Tú más que nadie debe saber que esta no es una fiesta de cumpleaños, sino una subasta—Indico la chica de cabellos azabache con una mueca y en un susurro.
— ¡Ho vamos hermana! Disfruta de la fiesta y deja de lado el ser una princesa perfecta y bien portada.
—Créeme me gustaría dejar de hacerlo, pero creo que les daría un motivo de alegría a todos los que nos rodean.
— ¿Desde cuándo te importa el que dirán?
Kagome no respondió, pero bebió hasta la última gota de su copa, se colocó de pie y salió con una gran elegancia del lugar. Kohaku observaba como su hermana, en su paso, robaba miradas tanto de hombres como de mujeres, tuvo ganas de gritarles o incluso de darles unos buenos azotes, ya que estaba consciente de que su forma de mirar a su querida hermana era de celos, rabia y odio. Celos por no poder ser como ella, rabia por no ser tan inteligente y audaz como lo era ella; y odio, porque no era para nada una mujer sumisa.
Los invitados pudieron sentir un aura de enojo y automáticamente miraron hacia el lugar donde provenía aquella energía, topándose con la mirada inquisitiva del joven príncipe, automáticamente bajaron sus miradas y se perdieron entre la multitud.
Kohaku suspiro, amaba a su hermana, pero estaba seguro que nada de lo que ella hiciera, podría cambiar las absurdas reglas del palacio y mucho menos a la gente a su alrededor. Era amada y odiada al mismo tiempo, que dualidad más alocada. Él solo suspiro, sabiendo el futuro que le esperaba a su hermana y aún más con el carácter que se cargaba.
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Kagome se encontraba en los jardines, al fin se había detenido, su pecho subía y bajaba por el esfuerzo que había sido correr. Se acomodó el hermoso vestido rojo con dorado que llevaba puesto y se quitó los zapatos.
—Odio estos zapatos—Dijo aventándolos hacia atrás.
Esperaba escuchar el sonido de los zapatos aterrizando en el suelo, pero en cambio escucho un quejido, giro rápidamente y se topó con una sombra, la cual se colocó de pie y camino hacia ella. La chica no se acobardo y trato de poner su mejor sonrisa, aliso su traje y acomodo su larga cabellera negra.
— ¿Estos son tuyos? —Dijo una voz masculina.
—Así es, disculpa.
Observo con asombro como el joven de cabellera platinada se colocaba en cuclillas y aproximaba sus manos hacia ella, instantáneamente dio un salto hacia atrás, pero el joven la tomo de la mano y la aproximo a él.
—Princesa no me tema, solo quiero colocarle sus zapatos, sería muy grosero de mi parte dejar que ande descalza.
Kagome rompió el toque entre los dos y realizo una ademan para que el joven peli plata continuara; al terminar de colocarle sus zapatos, se enderezo y miro a la chica sin pena alguna, a la cara y directamente a los ojos.
—Debería ser un poco más precavida—Indico el joven con una pequeña risita.
—Gracias, pero no necesito sus consejos—Dijo cambiando su sonrisa por una más seria—Me debo marchar, hasta luego.
—Por cierto son Inuyasha Taisho.
Kagome se quedó de piedra, había sido no solo una grosera sino una egocéntrica, instantáneamente realizo una reverencia, pero el joven Taisho solo se hecho a reír, las mejillas de la chica se tiñeron de rojo automáticamente, realmente se sentía como una tonta, pensó que se trataba de un invitado más, no de un príncipe y aparte del reino vecino.
—Por favor podría dejar de reírse—Imploro la chica ocultando su rostro entre sus manos.
—Sí, lo siento, es solo que no eres para nada lo que yo pensaba—Dijo Inuyasha deteniendo su risa y mirándola ahora con seriedad.
— ¿Y cómo pensaba que era? —Cuestiono la chica colocándose seria.
—Olvidemos que dije eso, me presento oficialmente, soy Inuyasha Taisho, segundo príncipe de Al Qarah, tengo 20 años y me gusta la caza—Dijo con una reverencia y una sonrisa galardona.
Kagome se apresuró a presentarse, pero cuando estaba por hacerlo, una de sus doncellas la interrumpió.
—Princesa Kagome, el sultán esta por decir unas palabras, es mejor que venga conmigo y rápido—Dijo la joven con una reverencia.
Kagome le hizo una reverencia al platinado y acto seguido siguió a la doncella de nuevo al lugar de la celebración, Inuyasha la miro irse para luego sonreír.
—Sin duda será una excelente pareja para mi hermano—Susurro y acto seguido observo la luna y se encamino de nuevo al epicentro del festejo.
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Kagome observaba como la bella chica de negra cabellera, realizaba una reverencia ante ella y su familia. Sus ojos permanecían cerrados y su rostro estaba tenue, su vestido en tonos naranja resaltaba la blancura de su piel y aquel enorme tigre plasmado en sus faldas era sin lugar a dudas digno de admirar.
—Ella es la princesa Rin Shimada, de Habala—indico el embajador de la joven.
— ¡Bienvenida princesa! —Indico el sultán acercándose a ella.
La joven se inclinó aún más y abrió sus ojos, los cuales eran de un hermoso color café claro, reluciente y llenos de luz. Kagome sonrió ante la idea de que podrían ser excelentes amigas, ya que podría observar en ella la pureza e inocencia misma.
—Queridos amigos, la princesa Rin es un hermoso regalo de Habala, ya que me alegra informarles que ella será la consorte elegida para el príncipe Kohaku—Anuncio el patriarca con una enorme sonrisa.
Todos los presentes aplaudieron con gran entusiasmo, Kagome por su parte hacia lo mismo, pero no con el ánimo que todos los demás presentaban, se sentía confundida, por una parte estaba feliz de que su hermano se cazara y aún más con aquella joven, la cual aparentaba ser una chica pura y gentil, pero por otro lado, pensaba en los sentimientos de la joven, cuestionándose si ella realmente quería casarse con alguien que estaba conociendo apenas, no era que despreciara a su hermano, al contrario lo considera un hombre de admirar. Pero el simple hecho de ser un matrimonio arreglado, la dignidad de Rin, como princesa y soberana era resumida en un papel de novia, sumisa y dependiente de un hombre.
La madre de Kagome noto la confusión en la cara de su hija y tomo con fuerza una de sus manos, llamando la atención de la joven.
—Aguanta unos minutos más hija, compórtate como la princesa de Al Ahsa, más tarde, cuando estemos a solas, puedes ser Kagome —Susurro su madre con gentileza.
Kagome tuvo que aguantarse la rabia que sentía en su interior, como todo el tiempo había hecho, como todo en su vida, conteniéndose, siguiendo un protocolo, llámese reglas, normas, pero siempre impuestas por los demás y nunca por ella. Observo como su hermano se acercaba a la Rin y como estaba se inclinaba de nuevo, su padre unió sus manos de ambos, en señal de que se llevaría a cabo un enlace matrimonial. Respiro suavemente y mostro una sonrisa, falsa para ella pero lo suficiente engañosa para los demás.
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La azabache se encontraba en su alcoba, vestida con un camisón sencillo de lino en color blanco, sus cabellos ondulados y largos caían como cascada sobre su espalda, caminaba de un lado para otro, con sumo desespero. Cuestionándose por que la persona que había solicitado tardaba tanto en llegar a su alcoba.
La puerta dorada se abrió con suma cautela, para luego ser cerrada de nuevo, vislumbro una figura encapuchada, acto seguido la recién llegada se despojaba de su túnica, dando paso a un hermoso traje dorado con lentejuelas y cadenas con pequeños cascabeles, tal traje pertenecía al valet personal de la familia real.
— ¿Sabes qué difícil es atravesar el palacio sin ser vista o escuchada con este traje? — Dijo la voz femenina —Creo que tuve suerte de que todos los guardias estén lo suficientemente ebrios como para notar mi presencia.
Los ojos de la azabache se humedecieron y se lanzó a los brazos de la recién llegada, está a su vez, suspiro y abrazo con suma fuerza el cuerpo de la joven.
—No debes frustrarte más Kagome, sabes que no ganaras nada con ello—Dijo con vos tranquila la joven peli café.
—Odio mi vida Sango—Se quejó Kagome.
—No digas eso, tienes dos padres y un hermano que te aman incondicionalmente y me tienes a mí, tu mejor amiga—Dijo a modo de respuesta.
—Lo sé, pero me molesta todo esto, ya no lo quiero, no quiero la responsabilidad, se lo que se acerca para mí, lo puedo ver en los ojos de mi padre y en los de mi madre.
— ¿Qué quieres decir con eso? —Cuestiono Sango separándose un poco del cuerpo de su mejor amiga.
—Mi hermano gobernada aquí, por lo que a mí me mandaran lejos, ya sea a Al Qarah o al Ad Dilam—Informo la azabache mientras se alejaba del cuerpo de Sango y limpiaba sus lágrimas con la manga de su camisón.
—No puedes predisponerte Kagome, no ahora.
—Es que así será Sango, me obligaran a casarme con un príncipe de cualquiera de esos dos lugares, no quiero, no quiero vivir una vida con un hombre que no me amara y solo me vera como una buena mercancía.
—Comprendo—Dijo Sango con un gran suspiro.
Kagome lloro de nuevo en los brazos de su amiga, Sango no la detuvo y espero a que todo el dolor en el pecho y en su alma fuera aminorado con las lágrimas. Mientras ella elaboraba un plan en su cabeza, tal vez Kagome no podía evadir el matrimonio arreglado, pero si lo podía posponer, entonces una gran idea llego a ella, sonrió ante ello y se apresuró a hablar.
—Tengo una idea Kagome, pero es algo loca—Dijo Sango tomando a la chica por los hombros.
— ¿Cuál Sango? —cuestiono Kagome limpiándose el rostro.
—La boda de tu hermano será en un par de días, se llevara a cabo el cortejo y la presentación del nuevo matrimonio a las otras tres naciones.
—Comprendo, ¿Y eso que tiene que ver con tu plan?
— Las chicas y yo hemos sido escogidas para ir como entretenimiento para tal cortejo, por lo que viajaremos a las tres grandes naciones, es ahí donde entras tu—Dijo sango apuntándola.
— ¿Como?
— ¡Vendrás con nosotras! —Exclamo Sango con alegría.
La mente de Kagome analizo las ventajas y desventajas de aquel plan, las variables y las consecuencias, pudo tener una vaga idea de lo que Sango pretendía y mientras más lo pensaba más llegaba a la conclusión de que sería un buen plan.
—Pero Sango, ¿Y eso en que me beneficia?
—Que puedes ir de incógnita, no como la princesa Kagome sino como una de nosotras, y así conocerás no solo a tus futuros pretendientes si no la cuidad misma.
—Pero Sango hay una cuestión, me reconocerán. —Indico Kagome algo desanimada.
—No lo harán, iremos a ver a la abuela Kaede.
— ¿La hechicera?
—Así es, ella puede hacer cambiar el color de tus ojos, incluso de tu piel, es muy hábil esa anciana, y ya que llevaremos el uniforme y la mascada, nadie podrá ver tu rostro.
La azabache se quedó en silencio, mientras deambulaba por la habitación, sin duda todo era posible, pero tendría que pensar en que era lo que sucedería en el palacio con su ausencia.
—Eso podría funcionar, pero ¿qué sucederá aquí?
—Eso es algo que no había pensado.
La puerta de la habitación de la joven se abrió nuevamente, Sango sorprendido se inclinó en una gran reverencia, mientras que Kagome solo pudo sonreír.
—Madre, no sabía que estabas ahí—Confeso con nervio la azabache.
— ¡Mi señora discúlpeme por todas las incoherencias que dije! —Expreso Sango.
— ¿Por qué incoherencias? —Cuestiono la sultana—Si me parece un maravilloso plan.
Ambas chicas miraron con asombro a la matriarca.
— Madre, ¿acaso estás de acuerdo con el plan?
—Si, por primera vez quiero que hagas lo que tú decidas hija.
Kagome abrazo a su madre, sin evitar que unas cuantas lágrimas fueran derramadas.
—Yo buscare una buena excusa, por eso no te preocupes Kagome.
— ¡Gracias madre!
—Pero—Su voz de la sultana se volvió tenue y dura—Cuando vuelvas, deberás aceptar tu destino.
— ¡Lo hare madre, juro que lo hare! —Dijo sin pensarlo la chica.
Esa noche las tres se durmieron hasta tarde, planeando con lujo de detalle todo lo que se llevaría a acabo para que la visita incógnita de Kagome saliera lo mejor posible.
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La ceremonia nupcial había salido de lo más hermoso, toda la cuidad fue invitada, por lo que a Kagome le pareció fascinante poder pasear por todos los alrededores, siendo admirada por lo habitantes, bendecida por los ancianos y amada por los niños.
Ahora se encontraba empacando todo lo necesario para su viaje, estaba emocionada y segura de que el destino le había otorgado una segunda oportunidad, por unos meses seria libre y estaba consciente de que sería un tiempo corto pero el cual atesoraría hasta el final de sus días.
Sango entro a la habitación y junto con ella una anciana, la cual al verla dio una pequeña reverencia y sonrió. La joven azabache le devolvió el gesto y se aproximó hacia ella.
—Kaede…
—Yo estuve presente en tu nacimiento, princesa, naciste bajo una luna nueva por lo que tu destino quedo a tu disposición, era cuestión de tiempo para que fuera llamada a tu presencia.
— ¿Esto estaba predestinado?
—Así es, tu destino yace más allá del desierto.
—Comprenderás que no quiero ser reconocida—Dijo la azabache.
—Comprendo, eso es sencillo, nadie te reconocerá eso te lo puedo asegurar.
—Muy bien, entonces quedo en tus manos.
Narrado por Kagome.
El desierto era todo lo que yo conocía, pero eso estaba a punto de cambiar, el camino hacia mi hogar no tendría por qué ser recto, podría tener sus curvar, sus altas y sus bajas. La decisión ya estaba tomada, sería una mujer libre y ya estaba entusiasma por las aventuras que me aguardarían más allá de mi hogar.
Fin del capítulo 1.
Continuara…
Espero y haya sido de su agrado. Espero sus comentarios e impresiones, estoy gustosa por saber sus opiniones y correcciones también. La historia se actualizará los miércoles por la noche. Mil gracias por darme un poco de tu tiempo. (Loto)
