Disclaimer: Los personajes de Naruto son propiedad de Kishimoto. La historia es de El Reino.

xxx

Día 1: Aienkien (japonés)

"Una misteriosa atracción que une a dos personas"

Sonó otra explosión muy cerca. Hinata la ignoró. No sentía la pierna izquierda de la rodilla para abajo y el dolor de cabeza la cegaba.

Una oleada de náuseas le sacudió el estómago. Se inclinó, vomitó y volvió a caer de espaldas sobre la fría y dura tierra. Pasaron unos minutos. O quizá una hora. Cuando volvió a estar consciente, dos personas se agolpaban cerca.

—¡Uchiha! —Kiba gruñó desde arriba.

—¡Cállate, acabo de llegar! —respondió otra voz masculina.

Intento apartar las manos que firmemente le agarraban el rostro. Ella se resistió antes de notar el efecto refrescante del chakra curativo en su ardiente piel. Todo su cuerpo se quedó sin fuerzas.

—Ya está —volvió a decir la voz.

El chakra se deslizó por sus maltratadas vías de chakra del Byakugan, calmando el dolor. Gimió de alivio. De hecho, se sintió tan bien que se tomó un momento para agradecerle al universo que el ninja médico estuviera arrodillado en el lado opuesto de donde vomito.

Eso hubiera sido vergonzoso.

Los sonidos de la lucha llegaron a sus oídos.

—¿Kiba-kun? —Hinata jadeó.

—Él está bien —gruñó el médico—. Preocúpate por ti.

Hubo un grito de guerra femenino y luego el suelo tembló. Oh, enviaron a todo el Equipo 7.

El chakra se trasladó a su abdomen. Se tapó la boca con una mano cuando nuevamente le entraron náuseas. Al abrir los ojos, se dio cuenta de que veía borroso. Parpadeó y volvió a intentarlo.

El oscuro y erizado cabello apareció. El médico le puso una mano sobre el estómago. La otra le palpaba la pierna. O eso suponía. Sintió dedos en la parte inferior del muslo y luego nada.

Él la miró. Con el ceño profundamente fruncido. Sus ojos rojos brillaban como rubíes en el humo que los rodeaba.

—Tienes la pierna jodida —dijo con gravedad.

Hinata reprimió una risita histérica. Se suponía que los ninjas médicos debían tranquilizarte, ¿verdad? La comprensión se deslizó lentamente en su cerebro. Espera, este era Uchiha Sasuke. Solo se comportaba si quería algo.

—Te va a doler mucho cuando la ponga en su sitio. Si te desmayas, no me culpes a mí —continuó.

Hinata trató de prepararse, pero antes de que pudiera, él bajó la mano. Una punzada de dolor le atravesó la pierna y la cadera, y luego todo se volvió negro.

OoOoOoOoOoOoOoOoOoO

Cuando Hinata estuvo lo suficientemente despierta y coherente en el hospital, Tsunade fue a visitarla. Kiba y Shino se negaron a abandonar la habitación. Apenas salían para comer algo y ducharse. Las enfermeras sabían que debían trabajar con ellos dos alrededor.

El sentimiento de culpa les corroía por haberla dejado caer en esa trampa. En opinión de Hinata, si tres rastreadores no pudieron encontrar el aluvión de etiquetas explosivas, no fue culpa de nadie. Pero no le hicieron caso.

—Alguien debió haber apuntado específicamente a ustedes tres —anunció Tsunade—. Esas etiquetas explosivas fueron colocadas para cegar temporalmente a usuarios del Byakugan.

Hinata miró a la famosa ninja médico. Tsunade estaba tan cerca, que Hinata solo pudo observar sus pechos. Se sonrojó y miró hacia su regazo. Akamaru yacía sobre ella, sin importarle que le estuviera clavando un codo en su previamente destrozada pierna, que aun en proceso de curación.

Suspiró y hundió las manos en su piel. En cierto modo, eso la reconfortaba. Si esos chicos rudos y despiadados la trataban como si fuera de cristal, eso significaba que sus heridas eran graves. O que tenía su periodo. Las dos cosas eran iguales para Kiba.

—Este es el tercer ataque a tu equipo en meses. Te retiro del campo hasta que eso se resuelva —Tsunade continuó.

Kiba hizo una mueca y Shino bajo la barbilla. Hinata resistió el impulso de moverse en su sitio. Ningún equipo shinobi quería oír eso.

Tenía sentido, pero seguía siendo molesto. Daba a entender que no podían cuidar de sí mismos. Aunque Tsunade no lo dijo en ese sentido.

Tsunade palmeó el hombro de Hinata. Ella no se atrevió a levantar la vista.

—Concéntrate en mejorar, ¿de acuerdo? Tómate un tiempo para que esa pierna termine de sanar.

—Gracias, Tsunade-sama —Hinata vio a la mujer salir de la habitación.

Volvió su atención hacia sus amigos. Su sonrisa no llegó a sus ojos.

—Bueno... —expresó Kiba después de una larga pausa—. Probablemente, sea lo mejor en tu delicado estado actual.

Hinata se encogió contra la almohada. Akamaru miró a su dueño y refunfuñó.

De inmediato, Kiba se asustó, agitando las manos en el aire.

—¡No quise decir eso! ¡No lo dije así! Shino, ¿cuál es una mejor palabra que delicada?

Shino levantó la barbilla lo suficiente como para que su sonrisa se viera por encima del cuello de su abrigo.

—Literalmente, cualquier otra palabra. ¿Por qué? Porque así no estarías dando a entender que Hinata es débil.

Kiba gimió.

—¡Hinata, por favor, sabes que no quería decir eso! —se agarró el cabello—. Solo estoy hablando de todo lo que ha pasado en estos últimos meses. ¡Lo juro!

Hinata esbozó una pequeña sonrisa. Le dolía la pierna. También le dolían los ojos, lo que le recordó la tensión a la que los había sometido durante tanto tiempo. Y la boca.

Buscó algo que decir que no hubiera sido ya discutido entre los tres. Antes de que pudiera hacerlo, un shinobi se acercó a la puerta. Despreocupadamente, tomo la tablilla de madera que colgaba del marco de la puerta. La hojeó y entró.

El Equipo 8 intercambió miradas de sorpresa.

«—¿Qué está haciendo aquí? —preguntó Kiba con la mirada».

«—No lo sé —Hinata negó minuciosamente con la cabeza».

«—Será un problema —la nariz de Shino se arrugó».

«Odio a los Uchiha santurrones —Kiba mostro los colmillos—. Será mejor que no moleste a Hinata».

Akamaru refunfuñó ante la interrupción de su siesta.

Eso sucedió en cuestión de segundos.

Sasuke levantó la mirada para encontrarse con la de Hinata. Su bata blanca con el símbolo de los ninjas médicos estaba desabrochada, revelando una ajustada camiseta azul marino. Llevaba la gorra de cirugías bien atada y el cabello, que le llegaba hasta la cintura, recogido en una larga coleta. Parecía relajado y completamente cómodo en el hospital. Le pareció extraño, sobre todo cuando estar en el edificio la hacía sentir claustrofobia.

—¿Cómo te sientes? —preguntó Sasuke.

Como era de esperar, su voz se había vuelto más grave desde sus días en la Academia. Ahora resonaba en tono bajo y ronco. Eso, combinado con darle su completa atención, hizo que Hinata quisiera esconderse.

Apretó los dedos hasta que Akamaru se movió incómodo. Al soltarlo, le acarició el maltratado pelaje en señal de disculpa.

—Me siento bien, Uchiha-san —dijo en voz baja—. Gracias por ayudarme.

—Hn —él volvió a mirar la tablilla y luego chasqueó la lengua—. Tsk. Parece que tu pierna tardará en curarse, teniendo en cuenta que tus niveles de chakra todavía son bajos.

Volvió a mirarla.

Hinata asintió.

—Dijeron que me mantuviera en reposo hasta que el hueso terminara de crecer.

—Usa muletas —él frunció el ceño. Luego se movió, con la mano libre apoyada en la cadera—. Tengo una pregunta. Cuando te curé los ojos, vi mucha inflamación alrededor de tus vías de chakra del Byakugan...

Akamaru gruñó y se abalanzó sobre Sasuke.

Él retrocedió con un grito ahogado. Akamaru se echó hacia atrás, jadeando divertido. Hinata trató de morderse el labio y contener el sonido de dolor, ya que el empujón le sacudió la pierna. A pesar de sus esfuerzos, se le escapó un gemido.

Akamaru saltó como si se hubiera electrocutado. Kiba se puso en pie de un salto. Un traqueteo de alas de insectos llenó la habitación. Akamaru dejó escapar un agudo gemido y se escondió en un rincón junto a Kiba.

—E-está bien —dijo Hinata. No convenció a nadie cuando su rostro se torció de dolor.

Sasuke sostuvo la tablilla, protegiendo a Hinata y a sí mismo de Akamaru. Observó al perro con recelo mientras sujetaba suavemente la pierna herida con la mano libre. La palma de su mano brilló de color verde y el dolor punzante se desvaneció.

—Gracias, Uchiha-san —murmuró ella en el silencio de la habitación.

—Ajá —asintió, retrocediendo con los ojos aún clavados en el tembloroso Akamaru. Una vez pasado el umbral de la puerta y a salvo, apuntó acusadoramente al perro ninja—. Eso no es un perro. Eso es un demonio —escupió.

Kiba mostró los dientes en señal de advertencia. Los ojos de Sasuke brillaron rojos durante un segundo. Cuando enfocó a Hinata, sus ojos volvieron a ser negros.

—No dejes que ellos deshagan el duro trabajo que hicimos —con esa orden, giró y se alejó a hurtadillas.

—Huele a gato —siseó Kiba.

Un grito llegó desde el pasillo.

—¡Oh, vamos!

Un segundo después, un bicho entró volando en la habitación. Se coló en el cuello de Shino. Se aseguró de que su sonrisa fuera visible.

—El Uchiha se ha ido —aclaró Shino innecesariamente.

Hinata reprimió una carcajada y dirigió su atención hacia el animal encogido.

—Akamaru, no has hecho nada malo —lo tranquilizó—. Solo intentabas ayudar, lo sé.

El perro se acercó sigilosamente, con la cola entre las patas. Una vez a su alcance, le lamió la mano con tristeza. Tardó una hora en convencerlo de que se subiera a su regazo. Él evitó su pierna. Una hazaña impresionante para un perro tan grande en una cama tan pequeña.

.

.

.

.

.

.

.

.

.

Notas: Y bien, ¿qué les pareció esta nueva profesión para Sasuke?

Naoko Ichigo