La Segunda Hora del Lobo

Capítulo 3: Dedos congelados

El invierno se había asentado con firmeza sobre Invernalia. Hace 5 años había terminado el último invierno y resulto muy difícil para el Guardián del Norte sobrellevar la presión de sus vasallos debido a la hambruna. Las noches en aquel entonces, tal como ahora, eran largas y las nevadas constantes, cubrían el paisaje en un manto blanco que absorbía todos los sonidos, enterraba a todas las almas desdichadas que quedaban perdidas a la intemperie.

Los días eran cortos y grises, cada uno de ellos. Cien días habían pasado desde que Cregan tuvo su visión de la mujer en la playa, y desde entonces había cambiado progresivamente su rutina enfocándose más en sus estudios y en su entrenamiento.

Lyarra se preocupó la primera vez que vio a Cregan practicar tiro con arco justo al amanecer, hace dos meses; sin embargo, ahora mismo, viendo a través de la ventana al niño en el patio, busco una sirvienta y le encargó bebidas calientes. Se abrió con su capa de lobo y salió a se encaminó a saludarlo. Recordó la conversación que tuvo con él en aquella ocasión.

― ¡Cregan! ¿Qué haces aquí a esta hora? Deberías estar durmiendo, o al menos en tu casa. ¡Está helando, por amor a los dioses! ― dijo enfurecida mientras interrumpía su práctica y tomaba su mano para arrastrarlo hacia la fortaleza. Las manos del pequeño estaban casi congeladas, y su propio animo comenzaba a hervir por tal imprudencia.

―¡Madre! ¡Tengo otro poder! ― dijo repentinamente zafándose del agarre.

― ¿Qué importa, quieres congelarte aquí afuera? -

― Escúchame por favor mamá… Tuve otro sueño: El gran salón ardía, había tambores de guerra, los vasallos corrían como locos y yo no podía encontrar a Lyanna. No sé si es un sueño o una visión, tengo miedo mamá y solo se me ocurrió entrenar. Hacerme más fuerte. ― Cregan confesó en tono bajo, temiendo ser rechazado por su madre.

Lyarra escuchó con atención y su corazón se paralizó. Ella tampoco estaba segura si eso fuese una señal de los espíritus o una simple pesadilla. Se agachó y lo abrazó para darle calor y seguridad, aunque ella misma temblaba ante la idea. ―Hijo, escúchame, deberías habermelo contado antes, no venir a entrenar, esta oscuro. ― dijo ella tratando de cambiar de tema sutilmente.

―Eso madre, la oscuridad no me afecta. Mi poder es que puedo ver en la oscuridad, puedo ver todos los detalles de las cosas como si fuera de día, si quiero entrenar o leer de noche. -

―¿Si quieres? Si te lo permito querrás decir. ― refutó ella.

El pequeño la abrazó y susurró apenas para que solo ella pueda escucharlo― Por favor mamá, quiero ser más fuerte. Tengo este poder, puedo hacer más cosas durante el día… y la noche… Tú me dijiste que usas mis poderes con cuidado, y yo quiero usarlos para cuidarlos a ustedes. -

Lady Stark no pudo replicarle, él estaba lleno de temor por su familia y estaba intentando hacer lo que ella le pidió. Los sueños, sean verdaderos o falsos, lo estaban asustando a cuentos extremos. "Espíritus del bosque dejen a mi pequeño crecer en paz" concluyó sabiendo que inevitablemente Cregan se vería cada vez más preocupado por las visiones negativas, algo contra lo que ella no iba a poder pelear. La magia antigua que corre por el niño. Solo le quedaba apoyarlo y contarle a su esposo de este secreto que mantenían. ―Esta bien mi pequeño lobo, te dejaré entrenar. Pero tu padre tiene que saber tus poderes, habrá guardias cuando entrenes, no puedes faltar a tus estudios con el maestre y muchas otras condiciones que arreglaremos luego. ¿Entendido? -

Cregan estaba en el patio de armas, tensando la cuerda de su arco con dedos entumecidos por el frío. Había pasado horas practicando una técnica que le permitía disparar con mayor rapidez, sacrificando precisión en el proceso. Sabía que, con el tiempo y con suficiente práctica, la precisión volvería. Por ahora, se concentraba en la velocidad, disparando flecha tras flecha hacia los blancos de paja.

"Debo mejorar. Debo ser más rápido", se decía a sí mismo mientras disparaba una y otra vez. Las flechas volaban por el aire, algunas alcanzando el blanco y otras fallando, pero cada intento lo acercaba más a su objetivo.

Lyarra se acercó detrás suyo en silencio para no distraer su tiro. Vió como tres flechas salieron disparadas una detrás de la otra, 2 de ellas acertaron a sus dianas, pero no al centro, mientras que el tercer paso muy por arriba y se rompió contra la pared.

― Vamos a desayunar Cregan, tus hermanos se están levantando. Vamos adentro a calentar tus manos, seguro que tienes los dedos congelados y por eso salen los disparos hacia cualquier lado, es más difícil acertar así. ― Le dijo acariciándole el cabello.

― Si mamá ― dijo sin alterarse, ya la había sentido acercarse. ― Falló mucho porque todavía no encontré la forma correcta de disparar rápido, práctica velocidad al amanecer. Y cuando entrenamos todos juntos práctica puntería.

― Esta bien, igual tienes los dedos azules. Vamos a comer y luego sigues con los estudios con el maestre.

Cregan se sacudió el frío matutino del norte mientras entraba en el salón principal, donde el olor a sartén recién horneado y el calor de la chimenea lo recibieron con una calidez acogedora. Había pasado la última hora en el patio, practicando con su arco antes del amanecer, y el ejercicio había dejado sus músculos tensos pero satisfechos.

Al entrar en el comedor, vio a Nani Osa llegando con Benjen y dándoselo a Lyarra. Ella lo balanceaba suavemente, su expresión serena mientras le tarareaba una melodía. Benjen, con sus grandes ojos oscuros, observaba todo con una curiosidad insaciable.

Rickard Stark, ya sentado en la cabecera de la mesa, levantó la vista de su taza de té y dirigió una mirada a Lyarra y luego a Cregan, notando su presencia.

—Buenos días, Cregan. ¿Cómo va el entrenamiento, sientes afinidad con el arco? ―preguntó Rickard, su voz resonando con autoridad.

Cregan intercambió una mirada cómplice con su madre antes de responder. ―Mejorando, padre. Me siento mejor con un arco que con una espada, de eso estoy seguro. -

Rickard se acercó con un gruñido de aprobación. ― La dedicación siempre rinde frutos, Cregan. Sigue así. -

Los demás niños comenzaron a llegar, ocupando sus lugares alrededor de la mesa. Brandon, siempre enérgico, se sentó al lado de Ned, quien aún parecía somnoliento; y Lyanna se sentó junto a Cregan.

La conversación fluyó mientras la comida se servía. Panes, quesos y frutas de temporada llenaban la mesa, y todos se sirvieron con entusiasmo. Benjen, ahora sentado en una pequeña silla alta al lado de Lyarra, miraba a todos con ojos curiosos mientras mordisqueaba un trozo de pan.

―Benjen parece disfrutar del desayuno tanto como nosotros. ―comentó Ned con una sonrisa.

Lyarra rió suavemente, acariciando la cabecita de Benjen. ― Es un niño curioso, siempre observando todo a su alrededor. Tiene un futuro importante, lo siento en mis huesos. -

Cregan, escuchando las palabras de su madre, recordó las palabras de los espíritus del viento y sintió un ligero escalofrío. ¿Qué futuro guardaba a su pequeño hermano? Las palabras de los espíritus parecían más cercanas ahora.

Después de un desayuno animado, Rickard se levantó, indicando el final de la comida. ― Es hora de continuar con las lecciones con el maestro Walis. No quiero oír que alguno de ustedes falta a sus estudios. -

Cregan ascendiendo, levantándose junto a sus hermanos. Mientras se dirigían hacia la sala de estudios, lanzó una última mirada a Lyarra, Benjen y Lyanna. La visión de su madre con el pequeño en brazos y su hermanita le llenó de una determinación renovada. Sintió que cada práctica le daba más confianza en la protección de su familia.

En el patio de armas de Invernalia, luego de almorzar los niños entrenaban con el maestro de armas. Brandon estaba concentrado en usar una espada larga, su fuerza juvenil tratando de dominar el pesado acero, él quería desarrollar su fuerza y el maestro Robin Flint lo aconsejo para que se acostumbre a su peso.

Cregan, en cambio, siguió practicando con su arco, tensó la cuerda y apuntó a un objetivo distante. Ned estaba a su lado, observando con interés las flechas clavadas en los blancos de paja.

―Brandon será un gran líder algún día― dijo Ned, su admiración evidente en su voz.

Cregan, sin apartar la vista de su objetivo, respondió: ―Lo será. ― Justo en ese momento, soltó la flecha, pero un viento se arrepintió la desvió, haciendo que fallara el tiro.

Ned soltó una carcajada. ―¡Fallate! -

Cregan frunció el ceño y miró al cielo. ―Fue el viento― se defendió, aunque no pudo evitar sentirse un poco desconcertado.

Ned irritante, divertido por la excusa de su hermano. ―Claro, claro. ¿Y tú, Cregan? ¿Qué esperas lograr? -

Cregan bajó el arco y se volvió hacia Ned, sus ojos azules brillando con determinación. ―Aprender a usar el arco es solo el primer paso. Necesito ser fuerte y estar preparado para cualquier desafío que enfrentemos. Quiero ser útil a Padre, al Norte y tener la fuerza para poder protegerlos. -

Ned ascendió, apreciando la seriedad en la voz de su hermano. ―Siempre seremos un equipo, Cregan. Pase lo que pase. Tenemos al Maestro Flint y muchos soldados, los salvajes se asustarán antes de enfrentarnos, respondo él, pensando que Cregan sonaba tan serio como su Padre.

Los dos hermanos se quedaron en silencio por un momento, observando a Brandon mientras continuaba entrenando con la espada. Cregan no podía sacudir la sensación de que el viento de antes había sido más que una mera coincidencia, pero descartó el pensamiento rápidamente. Volvió a tensar su arco, decidió a mejorar su puntería.

―Hermano, creo que igualmente deberías usar una espada también. Si se te rompe el arco ¿Qué harás? ― lo sorprendió Ned con su razonamiento.

-Tienes razón. Tálvez espada y escudo. ― Respondió Cregan. Mientras caminaba hacia los blancos de paja para recoger las flechas, capto a su padre hablando con Lord Tohrren Dustin, caminaban por los pasillos colindantes al patio, seguramente en dirección a su despacho. El pequeño de ojos azules levanto la mano y saludo tratando de llamar su atención; Rickard lo notó y devolvió el saludo para continuar con su camino.

En la reunión privada, Lord Rickard Stark estaba sentado junto a Lord Dustin en el salón de reuniones de Invernalia. Las llamas de la chimenea proyectaban sombras danzantes en las paredes de piedra, y la atmósfera era tensa pero cordial. Ambos señores, conscientes de la importancia de sus conversaciones, discutían asuntos cruciales para sus tierras.

Lord Dustin, con su presencia imponente, planteó una idea que había estado rondando en su mente. Su voz resonó en la sala, cargada de gravedad.

―Rickard, estaba pensando. Sería un honor para mi casa si Brandon pudiera ser pupilo o escudero en Fuerte Templo. Creo que le vendría bien aprender de mis hombres― dijo Lord Dustin, sus ojos fijos en los de Rickard, buscando una respuesta favorable.

Rickard, con su mirada reflexiva, se acercó lentamente. - Lo pensaré, Tohrren. Brandon es aún joven, pero cuando cumpla su doceavo onomástico, consideraremos la propuesta. Quiero que esté preparado para las responsabilidades que vendrán. -

Lord Dustin asintió, satisfecho con la respuesta inicial de Rickard. ―Será una buena oportunidad para ambos, Rickard. Brandon podrá fortalecerse y aprender las artes de la guerra, y mi casa se beneficiará de tener a un Stark entre nosotros. Tiene 7 días del nombre y se ve muy entusiasmado con el uso de la espada larga, me gustaría tenerlo conmigo para que incentivo a mis propios hijos menores. -

Rickard se mostró levemente agradecido, apreciando la oferta de Dustin. ―Estoy seguro de que Brandon aprenderá mucho bajo tu tutela. Es un muchacho con mucho potencial. -

La conversación giró hacia otros temas importantes. Dustin, siempre directo, cambió el tema hacia un problema reciente.

― Rickard, ¿cómo ha resuelto los suministros para la Guardia de la Noche? La situación con los salvajes no puede ser subestimada, yo te envié 40 hombres ¿cuántos pudiste organizar en total? -

Rickard se inclinó hacia adelante, apoyando los codos en la mesa, su voz firme y confiada. ―Los Umber, trabajarán en conjunto con la Guardia de la Noche. Organizarán cacerías conjuntas para asegurarse de que haya suficiente carne para todos. Además, envió 400 hombres más al Muro junto con 10 herreros para reforzar sus defensas. -

Lord Dustin ascendió, impresionado por la solución de Rickard. ―Esa es una estrategia sólida. Los Umber son cazadores expertos, y sus habilidades serán invaluables para la Guardia. Además, envía más hombres y herreros muestra el compromiso del Norte con los Hermanos del Negro. Por los rumores que me han llegado Guardia gris y Puntapiedra son los más necesitados. -

Rickard ascendió. ―Lord Qorgyle tendrá que encontrar el modo de distribuirlos. No podemos permitir que la Guardia de la Noche caiga. Son nuestra primera línea de defensa contra los peligros del norte. Cada esfuerzo cuenta. -

Lord Dustin levantó su copa en un gesto de aprobación. ―Brindo por eso, Rickard. La unidad del Norte es nuestra mayor fortaleza. -

Rickard levantó su propia copa, encontrando la mirada de Dustin. ―Por la unidad del Norte― respondieron, y ambos bebieron, sellando su compromiso de colaboración y lealtad.

Esa noche, Cregan estaba reunido con sus hermanos en su habitación compartida, donde la chimenea crepitaba. Nani Osa estaba sentada en un sillón, con un libro de cuentos antiguos en las manos.

― ¡Cuento, cuento! ―gritaban Ned y Lyanna, entusiasmados.

―Está bien, está bien. ―respondió la niñera, abriendo el libro. ―Esta es la historia de La Manada Valiente y el Jabalí Gigante ―

Había una vez, en los vastos bosques del Norte, una manada de lobos pequeños que vivían con su madre, una majestuosa loba de pelaje plateado. Los lóbulos eran jóvenes, pero ya mostraban señales de la valentía y el espíritu feroz de su madre. Sus nombres eran Luna, Sombra, Viento y Fuego…

Un día, mientras exploraban el bosque, la madre loba se encontró con un jabalí gigante, una bestia colosal con colmillos afilados y una furia descomunal. La madre loba, en su intento de proteger a sus pequeños, se enfrentó al jabalí, pero fue herida gravemente en la pelea. Con gran esfuerzo, logró ahuyentar al jabalí, pero cayó al suelo, agotada y sangrando.

Luna, Sombra, Viento y Fuego encontraron a su madre herida y, con ojos llenos de preocupación, se acercaron a ella. Sabían que el peligro aún no había pasado, y que el jabalí gigante podría regresar en cualquier momento. Los lóbulos decidieron que debían proteger a su madre a toda costa.

Sombra, el más astuto, ideó un plan. ― Nos esconderemos en los arbustos y esperaremos a que el jabalí se acerque. Cuando esté cerca, lo atacaremos juntos y lo alejaremos de mamá. -

Los lobeznos se prepararon, ocultándose entre los arbustos y esperando pacientemente. No pasó mucho tiempo antes de que el jabalí gigante regresara, buscando venganza. Con ojos brillantes y llenos de determinación, los pequeños lobos ejecutan su plan.

Viento corrió al claro, atrayendo al jabalí con su velocidad. El jabalí, furioso, cargó tras él. Sombra saltó desde su escondite y mordió la pata del jabalí, desviando su atención. Fuego atacó desde el otro lado, mordiéndolo con fuerza. Luna, mientras tanto, permanecía junto a su madre, lamiendo sus heridas y susurrándole palabras de ánimo.

El jabalí, sorprendido por la valentía y la ferocidad de los lobeznos, finalmente pasó y huyó al bosque, asustado por su determinación y trabajo en equipo.

Los pequeños lobos regresaron junto a su madre, sus corazones latiendo con fuerza. La madre loba, conmovida por el valor de sus hijos, se levantó con dificultad y los lamió con cariño. ―Estoy muy orgullosa de ustedes. Hoy, han demostrado ser verdaderos protectores del bosque. -

La habitación de los niños estaba en silencio. Brandon, Ned, Lyanna y el pequeño Benjen dormían plácidamente después de escuchar el cuento de Nani Osa sobre los valientes lobeznos. La vieja niñera se había retirado, dejando a los niños en el cálido abrazo de sus camas.

Cregan, sin embargo, no podía dormir. Las palabras del cuento resonaban en su mente, despertando su curiosidad. Con cuidado de no despertar a sus hermanos, se levantó de la cama y se dirigió a la pequeña estantería donde guardaban algunos libros. Encontró el volumen que buscaba: un viejo tomo sobre los Niños del Bosque. Sus dedos recorrieron la portada de cuero envejecida antes de abrirlo y comenzar a leer.

Sentado en un rincón oscuro de la habitación, Cregan se sumergió en las páginas, fascinándose con las historias antiguas y los secretos de aquellos seres misteriosos que alguna vez habitaron Westeros. De repente, un ruido suave llamó su atención. Levantó la vista y vio un cuervo posado en el alféizar de la ventana, mirándolo fijamente. Los ojos oscuros del ave parecían brillar con una inteligencia inusitada. Cregan dejó el libro en el estante y se acercó lentamente, intrigado por la visita nocturna.

El cuervo y el niño se miraron en silencio. Cregan inclinó la cabeza a un lado, y el cuervo imitó su movimiento. El niño sonoro, haciendo otro movimiento con su cabeza, que el cuervo repitió exactamente.

― ¿Qué haces aquí? ― susurró Cregan, aunque sabía que el cuervo no podía responderle.

El ave emitió un graznido suave, como si quisiera decir algo. Luego, sin previo aviso, el cuervo extendió sus alas negras y voló hacia la oscuridad de la noche, dejando a Cregan solo en la ventana, observando cómo se desvanecía en el cielo estrellado. "¿Me saludó?"

Capítulo 3 completo…

Puede parecer algo de relleno, pero… si, es de relleno jaja.

Algunas cosas que no están explícitamente escritas y que por lo tanto pueden generar dudas:

- Los niños Stark (Brandon y compañía) no saben que Cregan es su primo en realidad. Todavia son muy niños para sacar cuentas y darse cuenta de que la diferencia de 2 meses entre Ned y Cregan es 'extraña' si son hermanos de sangre. Los únicos que lo saben son Lyarra, Rickard y el propio Cregan, pero ella le ha pedido que lo mantenga en secreto, aún. Los 'hermanos' actúan como una manada. (Tal como los hijos de Ned trataron a Jon)

- ¿Por qué el secreto? Porque… las raíces familiares de Cregan son importantes, solo que todavía no. No hablare de eso aun, en un par de capítulos, antes de saltar al próximo arco, conocerán la razón por la que Branda se refugió en Infernalia… perdón, Invernalia.

- ¿Los cuentos son importantes? ¿Por qué gastó palabras en eso? Por que cada cuento tiene un pequeño simbolismo paralelo a la historia.

- Creo que al final de cada capítulo debería poner las edades de los personajes más importantes, ¿no? Para evitar malentendidos y dejar clara la información con la que estoy trabajando:

Brandon, 7 años. Cregán, 6 años. Ned, 6 años. Lyanna, 4 años. Benjen 1 año.

Bueno, no tengo más para comentar. Agradezco tu tiempo y si te gusto la lectura puedes dejar una reseña. ¿Preguntas? ¿Algo que te haya gustado? Saludos a todos y hasta la próxima.