Disclaimer: Los personajes de Naruto son propiedad de Kishimoto. La historia es de El Reino.

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Día 22: Sprezzatura (italiano)

"Dominar algo con facilidad, despreocupación y genio"

Dos noches después, Sasuke se despertó violentamente de un profundo sueño. Agitado, se sentó, jadeando.

Sasuke era un idiota. Un completo imbécil. Un tarado de primera. Necesitaba que Naruto viniera y le diera un puñetazo en su estúpida cabeza.

Todos los Hyūga llevaban cintas en la cabeza. En el festival. Todos, cada uno de ellos.

Deseó ser lo suficientemente flexible como para patear su propio trasero.

Izumi había tenido razón, como siempre.

No podía creer que recién se diera cuenta. Tsunade le daría una patada por ser tan idiota. De hecho, podría hacerlo cuando la despertara en mitad de la noche. Maldiciendo, se lanzó fuera de la cama y se dirigió al armario para tomar su kit médico y su chaleco ninja.

Sus airados murmullos resonaron por el apartamento mientras realizaba rápidamente una versión abreviada de su rutina matutina. Se burló de sí mismo mientras se cepillaba los dientes y señaló con rabia su reflejo.

Durante todo este tiempo, se esforzó por convencerse de que los Hyūga no podían estar experimentando con su sello. ¿Cómo podía un clan tan tradicional soñar con cambiar el statu quo de forma tan drástica?

Sasuke escupió con dureza la espuma de su boca y se enjuagó con brusquedad.

En el festival todos los Hyūga habían llevado ropa que les cubría la maldita frente. Incluso Hinata. Incluido Hanabi. Inclusive Hiashi.

Incluso Hiashi.

Sasuke se puso los pantalones como si estos lo hubieran ofendido y luego tuvo que hacer una pausa para ajustarse porque, dolía. Calcetines, camiseta, suéter, chaleco ninja.

No necesitó comprobar dos veces su chaleco ninja. Tenía dos completamente abastecidos y listos para usar. Pero necesitaba dejar de hablarse a sí mismo por un minuto para concentrarse en su siguiente tarea. Abriendo su botiquín, sacó su lista de comprobación laminada y rápidamente cotejó todos los artículos del bolso con la lista y volvió a comprobar las fechas de caducidad.

Todo listo.

Metió el botiquín en la mochila, se la ató al cuerpo, se aseguró de que todo estaba apagado en su apartamento y saltó por la ventana.

El diálogo consigo mismo continuó. Durante todo este tiempo, a Hinata le costaba estar sellada. Su tensión ocular provenía de sus vías que luchaban contra la construcción de un sello que mantenía su Byakugan bajo control. Si no lo arreglaban, podría quedar ciega. Sus sesiones de curación solo habían retrasado lo inevitable.

Sasuke resopló al aterrizar sobre un tejado.

Debían de haber revisado el sello, tal vez sus ojos estaban lo suficientemente fuertes como para ir a una misión. O la curó con tanta eficiencia, que pensaron que estaba libre de peligro cuando no era así.

Pero esa no era la peor parte. Lo peor era el espía del Rayo. De alguna manera, lo sabían. Estaban al tanto y querían conseguir un par de ojos Hyūga antes de que todos fuesen sellados.

Él necesitaba llegar a ella. Necesitaba ayudarla.

Sasuke aterrizó en el Distrito Uchiha justo debajo de la ventana de Itachi. Tomo una piedrita y la lanzó contra el cristal.

Pasaron unos segundos e Izumi asomó la cabeza.

—¡Qué! —gritó, sonaba como una cabra montesa.

—Necesito a Itachi —dijo Sasuke. Se movió en su sitio. No podía quedarse quieto.

Gimió. Su cabeza desapareció solo para ser reemplazada por un Itachi de aspecto atontado.

—¿Sasuke? —Itachi bostezó.

—El espía del Rayo. ¿Todos los equipos que atacó tenían un Hyūga en ellos? Porque yo personalmente curé a dos Hyūga de diferentes equipos que habían sido atacados —Sasuke levantó dos dedos.

Itachi pareció inmediatamente más despierto.

—Mierda —dijo Itachi.

—Apuesto a que la única Hyūga que está fuera de la aldea ahora mismo es Hinata.

—¡Mierda! —exclamó Itachi. Se apartó de la ventana y encendió una luz—. ¡Ve por Shisui! —ordenó.

Sasuke no perdió el tiempo.

Poco después, Itachi se reunió con Sasuke en la cocina de Shisui. Shisui revisó dos veces su bolsa mientras su madre les obligaba a tomar pastillas de cafeína.

—Ya he enviado un mensaje a la Hokage —dijo Itachi. Sonaba sin aliento, pero no tenía ni un cabello fuera de lugar.

Sasuke asintió, golpeando el pie con impaciencia.

Su tía lo miró e hizo una pausa.

—No necesitas más cafeína —antes de ofrecerle la última pastilla a Itachi.

Itachi la aceptó con un asentimiento silencioso. Cuando ella les dio la espalda, se la entregó a Sasuke, que la guardó en un bolsillo. No necesitaba un golpe de cafeína en este momento.

—Bien. Estoy listo —anunció Shisui, cargando su propia mochila.

Su madre cerró la cremallera de uno de los abultados bolsillos.

—Listo —confirmó.

—Adiós, tía —dijo Sasuke antes de salir de la cocina con usando el jutsu de cuerpo parpadeante.

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Tsunade los miró con los ojos inyectados en sangre mientras Itachi les explicaba rápidamente la situación. Debió de llamar a Kakashi, porque él también apareció preparado para la misión.

—Oi —dijo, levantando una mano.

—¿Por qué viene él? —preguntó Shisui, no con mala intención.

—Porque si le pasa algo al sello, él sabrá cómo arreglarlo —gruñó.

El ojo visible de Kakashi se arrugó en una sonrisa.

—Y sé dónde está.

Los hombres Uchiha hicieron una pausa.

Sasuke gimió. Por supuesto, no estaba en su frente. Las imágenes de ella bebiendo té tibio y aceptando solo alimentos fríos pasaron rápidamente por su mente.

—Está en su boca, ¿verdad?

Kakashi lo señaló.

—¡Ding, ding, ding!

—¿Debemos llevar a un Hyūga? —Itachi consultó.

—Neji destrozaría al atacante de cabo a rabo y realmente quiero que lo capturen vivo —suspiró Tsunade.

—Anotado —dijo Shisui.

La Hokage se dirigió a Shizune.

—¿Tenemos algún jōnin Hyūga que no se volverá loco en la misión?

—¿Hyūga Kō? —ofreció Shizune.

Sasuke se paseó. Tenían que irse ya. Su chakra se acumulaba en la base de su garganta, sentía como si fuera a salirle por la boca y las fosas nasales.

—¿Podemos irnos ya? —se quejó.

—Sí —comentó Tsunade—. Los enviaremos tras de ti. Manténganme informada. Mantente a salvo.

Con un suspiro de alivio, Sasuke salió disparado por la ventana.

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Cuando tuviera que escribir el informe más tarde, Sasuke no podría relatar el viaje. Los latidos de su corazón iban demasiado rápido, su mente bloqueaba la visión de los árboles que se desdibujaban, sus piernas iban a un ritmo frenético de árbol en árbol.

Itachi llevaba su mochila y se detenían para tomar un rápido refrigerio y descansaban para beber agua. Luego, en cuanto se lo permitían, volvía a ponerse en marcha.

Tardaron tres días en llegar a la capital de la Nación del Fuego. Ya habían pasado dos días y medio. Con un poco de suerte, el Equipo 8 ya estaba en la Capital. De ser así, estarían a salvo allí y Sasuke solo tendría que hacer de escolta.

Sasuke se detuvo de repente, sintiendo algo en el aire. El sol de la tarde caía con fuerza sobre los árboles, enviando rayos de luz anaranjada y dorada que se filtraban entre las hojas. Los otros hombres se detuvieron en la rama del árbol que estaba a su lado. El bosque estaba en silencio, excepto por la brisa que pasaba.

—¿Sasuke? —preguntó Shisui en voz baja.

Sasuke no se atrevió a mover un músculo. Parpadeó y se miró el pecho.

Un escarabajo grande e iridiscente estaba en su chaleco ninja. Levantó la mano junto a él y este se abrió paso hasta sus nudillos. Sasuke se lo llevó al rostro. Sinceramente, Sasuke no podía distinguir un escarabajo de otro, pero reconoció la pequeña brizna de chakra que se aferraba a él.

—Llévame con ellos —dijo.

El escarabajo frotó sus patas para hacer un sonido de rasgueo y luego desplegó sus alas. Rápido como un rayo, se impulsó hacia adelante. Sasuke lo siguió al instante y sus compañeros no se quedaron atrás.

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Naoko Ichigo