INUYASHA NO ME PERTENECE, PERO LA HISTORIA SÍ
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UN TRATO AUDAZ
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CAPITULO 11
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DEDICADO A VALENTINE HIGURASHI
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Kagome se rozaba los labios con ambos dedos como si al hacerlo pudiera volver a rememorar lo que sintió la noche anterior.
Los labios de Bankotsu sobre ella.
Fue como entrar a un sueño que no sabía que podía hacerse realidad y un sinfín de emociones la embargaba.
Y no sólo su boca, sino todo su cuerpo se hizo eco de ello.
En el pasado, Inuyasha le había robado un casto beso que no recordaba, pero esto era diferente.
Era la forma en la cual un hombre besaba a una mujer, con todas las ganas y además lleno de un deseo patente.
Saberse objeto de aquel deseo hizo que sus mejillas volvieran a entrar en calor.
El beso fue épico, pero también recordaba con pena que fue ella quien lo cortó para escapar y no hacer frente a sus sentimientos. Y a los de él.
Yura la miraba con sospecha mientras peinaba sus cabellos.
Se suponía que tenía que bajar a desayunar.
El conde anunció que tomaría té en el jardín y esperaba su presencia.
Cada día el hombre ganaba mayor fuerza física y era notable, porque era capaz de usar la silla deslizante sin precisar ayuda, salvo la guía por su falta de visión.
Todos los criados observaban asombrados que el otrora postrado conde, ayudado del bastón para verificar obstáculos era capaz de pasear por toda la mansión. Siempre en compañía del señor Patrick y dos criados más.
Porque un asunto era sano, pero otra estar ciego y vivir a oscuras.
―Milady ¿me escucha? ―la voz de Yura la interrumpió de sus pensamientos.
― ¿Qué…? ―la joven despertó de su ensoñamiento en lo mejor.
―El conde envió al lacayo a avisar que no desayunará a menos que baje a acompañarlo.
Sería la primera vez que se verían luego de los sucesos de la noche anterior y tenía miedo.
Podría ocurrir que él ignorase la intensidad de lo ocurrido o peor, burlarse de ella.
No se sentía capaz de poder soportarlo.
No necesitaba ser más lista para comprender que aquel beso finalmente había activado el sentimiento tan fuerte que su esposo le inspiraba. Y no era compasión ni deber.
Estaba enamorada de Bankotsu y fiel a su inseguridad natural, era incapaz de saber posible que él sintiera algo por ella.
Vamos, que todo el mundo decía que las más bellas lo revoloteaban cuando lo tenía todo.
Era claro que vivió envenenado y su cuerpo iba a curarse por completo ¿Por qué conformarse con una mujer como ella?
Se sintió un poco ridícula de haberle pedido a Yura que la ayudara a vestir de azul, como si él pudiera apreciarlo. Yura terminó de prepararle el peinado y con un nudo en la garganta se dirigió hacia los jardines donde él ya la esperaba.
Se sentía como una niña con cada paso que daba.
Ni siquiera se sintió así cuando se casó y venía a presentarse a su futuro esposo.
La gran diferencia es que ahora existía la consciencia de que realmente lo quería como esposo.
Bajó las escaleras con lentitud y cuando caminó por el jardín lo hizo con cautela, especialmente cuando lo distinguió sentado. Pudo apreciar su perfecto y masculino perfil.
Los parpados de la joven oscilaron ante la visión. Es como si la consciencia de sus propios sentimientos la hacían percatarse de un atractivo nuevo en él.
Aún quedaban varios pasos para llegar y aunque ella se acercaba de forma silenciosa, él volvió a sorprenderla.
―Ya tendrá tiempo de apreciarme, mi señora. Mejor acérquese que su estómago se lo agradecerá.
Las criadas aún estaban sirviendo el té y los dulces, así que Kagome se limitó a saludarlo con reverencia.
―Milord.
El señor Patrick alejó la silla para que ella se sentara, aunque Kagome no apartaba su mirada de Bankotsu quien bebía su té de forma tranquila.
Kagome se preguntaba si los criados eran capaces de sentir aquella tensión y el nerviosismo patente en el aire, especialmente por parte suyo.
Bankotsu seguía bebiendo su té como si nada.
―Dejadnos ―ordenó el conde.
Kagome estaba absorta, presa de nervios.
Cuando él sintió que los pasos de los criados se alejaron y realmente quedaron sólo ellos dos en la mesa, Kagome ya había enrojecido hasta la punta de sus cabellos.
Él sonrió. Parecía poder oler sus nervios.
―No se ponga tan nerviosa, no se encuentra frente a un demonio.
― ¿Eh…?
―Vamos, que me escuchó perfectamente.
―Es que yo… ―titubeó la joven mujer.
Él bajó su taza con cuidado.
―Mejor hábleme de lo que realmente le pasa y que al fin admitió que le gusto ―dijo él sin filtros―. Y no la culpo.
Kagome tenía ganas de besarlo por haber empezado su declaración a la vieja usanza, de forma irónica como siempre que hablaban entre ellos.
Eso le dio valor para responder.
―Y usted al fin entendió que no es bueno tener malentendidos ―la joven dudó un poco para decir―. El doctor Coleman es un buen amigo y estudiamos juntos cuando éramos jóvenes.
― ¿Acaso cree que le tengo miedo a un médico?
― ¿No? ―desafió ella.
Pero en ese momento él atrapó la mano de ella que estaba sobre la mesa.
La joven se preguntaba cómo era capaz de encontrarlo sin ver y tan rápido, sin tantear.
―Sé que no te irás…
Que él comenzara a tutearla repentinamente la asombró. Y sentir la calidez de su mano sobre la suya mientras lo hacía fue otro dispararador de impresiones. Volvió a ponerse nerviosa con aquel tacto.
― ¿Cómo lo sabe? ―preguntó, tratando aun de resistir.
El comenzó a acariciar suavemente la mano de ella, con una ternura inesperada en él y se puso serio, muy serio lejos del gesto burlón del comienzo.
―Porque de todas las personas, tú fuiste la única que se quedó ―declaró―. Quedaste a pelear por mí, así que ¿Por qué no pelearía por ti?
Que él la viera de esa forma no pudo evitar que volvieran a formarse lágrimas en sus ojos.
―Desde que llegaste, no he dejado de sorprenderme por todo lo que haces…y aunque no pueda verte, soy capaz de saber todo sobre ti…eres más real para mí que ninguna otra ―lo dijo dando una impresión a su voz como si las palabras hubieran estado atascadas en él hace tiempo y ahora al fin quedaban libres.
A esas alturas, Kagome ya lloraba de emoción de forma incontrolable.
Poco a poco ella fue relajando su propia mano que estaba apresada por la de él y comenzó a entrelazarla con la suya.
En un momento sintió la otra mano de él limpiando sus lágrimas con suavidad.
No sabía cómo hacía para encontrarla tan certeramente.
―Ya te dije que eres más real para mí que cualquier otra persona y puedo saber dónde está tu rostro y cualquier parte de ti…ahora ¿me crees?
Completamente abrumada, y no importándole quien pudiera estar mirándole, Kagome se abalanzó a besarlo sin soltarse.
Era su respuesta.
¿Qué importaban las reglas y los modales?
Tocar sus labios de nuevo fue la gloria.
Habia pasado la noche pensando en ese tacto y ese calor, así como en cada sensación sutil que le producía.
El beso sólo se soltó cuando oyó los pasos del señor Patrick, quien tosió disimuladamente.
Si no era urgente, el hombre no vendría.
―Puedo saber que se trata de usted, Patrick y su enorme cabeza calva ―bufó el conde fastidiado, soltando el beso, pero no su mano, como si quisiera asegurarse que ella no escaparía.
―Señor, no vendría a molestaros si no fuera porque están aquí unos arrendatarios y como usted me instruyó que lo pusiera siempre al tanto de todo…
― ¿Y no se les ocurrió mejor hora para venir en la hora del desayuno? ―protestó el conde, pero luego le hizo un gesto a Patrick que le explicara el problema para darle una resolución.
Kagome se quedó oyendo maravillada mientras veía a su esposo resolver unas cuestiones que le trajo Patrick.
Notaba que el propio mayordomo parecía emocionado de escuchar a su amo, tan resoluto y actuando como un auténtico señor. Quizá no podía ver con los ojos, pero lo hacía mejor que otros que sí tenían sus ojos funcionando.
―Y dígale que las rentas permanecerán igual por lo que resta del año y cualquier cuestión también puede venir a decírselo a la condesa ―fue lo último que dijo Bankotsu sorprendiéndola hasta a ella, por darle ese voto de confianza.
Una vez que Patrick se retiró, Bankotsu y ella permanecieron en el jardín, sin decir una sola palabra. Simplemente estando juntos y disfrutando del precioso silencio.
Cierto que tenían mucho de que conversar y en especial acerca del envenenamiento que sufrió Bankotsu.
Los médicos iban a volver en algún momento a traer novedades y quizá serían capaces de juntar alguna prueba para llevársela al duque, el padre de Bankotsu.
Lo que venía no era fácil, ya que, si probaban que la duquesa estaba tras todo ese asunto, tenían que tener en cuenta que ella tenía un hijo del duque y era una de las damas más importantes de la sociedad londinense en ese momento.
Sería un escándalo que podría afectar incluso los cimientos de la casa del duque había dicho Bankotsu.
Aunque el duque no se hubiera portado como un buen padre en todo ese tiempo, era claro que Bankotsu no deseaba perjudicarlo.
Y eso Kagome podía entenderlo.
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Kagome terminó de vestirse y se dispuso a salir a las cocinas.
Pensaba pedir una cena especial para Bankotsu y que la mesa principal estuviera lista.
No debían perderse esas costumbres ahora que el amo podía hacerlas de nuevo.
Iba sacándose los guantes y llamar a Yura por la campanilla cuando la que apareció en su puerta fue la señora Loren.
Kagome frunció la boca al verla.
Habia pasado días demasiado felices y tranquilos que había olvidado a una de las agentes de su suegra.
― ¿Qué se le ofrece, señora Loren? ―preguntó con desdén.
Pero la ama de llaves entró a la habitación sin ser invitada.
Hizo una reverencia que a Kagome le pareció falsa, como todas sus acciones.
No confiaba en esa mujer.
―Dentro de todo me alegra saber que vuestra relación con el conde haya mejorado ―deslizó la mujer recorriendo la habitación.
―No sabía que decía pediros permiso.
―No es lo que quise decir, Milady.
Kagome le dio la espalda y terminó de sacarse los guantes.
―A lo que me refería es que me alegra es milord haya encontrado una dama tan comprensiva ―deslizó con astucia―. No es la primera que pareciera ganar su corazón y al final es desechada ¿sabe?
―Sus palabras no tienen efecto en mí…
― ¿Nunca se preguntó porque soy leal a la duquesa? Siendo que trabajé en la mansión del duque desde antes que volviera a casarse.
―Tampoco es mi interés saber porque se volvió una criada desleal…
―Ella fue la única que me ayudó cuando…milord se sobrepasó con mi sobrina.
Kagome volteó al escuchar esas traidoras palabras.
―No escucharé una mentira más de boca suya. Se lo advierto, señora Loren ―retó Kagome, y también tenía ganas de echarle en cara que ella era una sospechosa de haber envenenado al conde, pero recordando sus instrucciones no tuvo más remedio que callárselas.
―No es ningún secreto…que antes de quedar ciego, milord se divertía con frecuencia…―la ama de llaves dio un matiz rencoroso a su voz―. Hasta usted habrá oído de sus andanzas y nunca importó, porque eran cosas del hijo de mi amo…hasta que abusó de mi propia sobrina, manchando su honor y reputación ¿Quién querría casarse con la meretriz de otro? Porque así tildaron a mi sobrina pese a ser inocente, salvo ser demasiado bonita para la lascivia del conde.
La mujer era experta y Kagome no tardó en sentirse mal al escuchar eso.
¿Quién no escuchó que en su mejor tiempo el conde era un mujeriego?
Pese a que Bankotsu le explicó que lo peor de su reputación fue a causa de las intrigas de la que consideraba una segunda madre, quien siempre pretendió arruinarlo aun cuando supuestamente lo protegía.
Eso no lo libraba del pecado del libertinaje de aquella época.
Las palabras de la señora Loren le pesaron, pero sólo esa mañana, ella recibió una declaración ferviente por parte del conde.
No iba a dejarse vencer por una intrigante.
―Ya no quiero escuchar nada de lo que tenga que decir. Largo ―ordenó Kagome.
―No podéis despedirme ―replicó la señora Loren.
―Pero puedo expulsaros de Trioval y enviaros a Londres junto a vuestra autentica ama ―Kagome sacó un hilo de voz, con el rostro muy serio.
En ese momento apareció Yura a quien estuvo llamando por la campanilla hace un rato.
―Acompañe a la señora Loren a que junte sus pertenencias y dile a los criados que le consigan un coche para mandarla a Londres en este mismo momento…y en caso que no haya coches disponibles en el pueblo, déjala acomodar en el hostal esta noche, pero no quiero que vuelva a dormir en Trioval ¿entendido? ―ordenó Kagome, completamente furiosa.
Yura lo notó y cogió un brazo de la señora Loren.
―Vamos a preparar sus cosas, señora Loren.
Y aunque la doncella de Kagome le tironeó el brazo y prácticamente la sacó a rastras siguió gritando.
― ¡Él no cambiará! Sólo la usará hasta que ya no sea útil, es un hombre horrible y no se hubiera casado nunca con usted de haber tenido opción ¡solo averigüe lo de mi sobrina y sabrá que no miento! Se lo vengo a advertir porque usted es inocente de todo
Kagome permaneció en la habitación hasta que los ecos de la voz de la señora Loren desaparecieron escaleras abajo.
Kagome se acercó al espejo.
La señora Loren era una traidora, pero aun así…de alguna forma sus palabras la molestaban y dolían.
Le recodaban sus propios comienzos en esa casa.
No se hubiera casado nunca con usted de haber tenido opción.
Se palpó las mejillas calientes de la rabia.
Bankotsu era su esposo y no existía persona en la que debía confiar más en el mundo que en él.
Si él lo decía tendría que ser verdad.
Todo era una treta de la señora Loren con intención de hacerla desconfiar de su esposo.
Además de su propio padre y Yura su doncella, las únicas palabras que debía creer eran las de él.
Pensaba en eso, pero no podía evitar sentirse afectada por las palabras de la señora Loren.
CONTINUARÁ.
Hermanitas, miren quien aparece tarde, pero segura.
Serán 15 capítulos así que sólo nos sobra 4 episodios donde veremos ciertas resoluciones.
Antes que nada, un abrazo a mis comentaristas del episodio anterior PAULITA, KAMISUMI (que placer volver a verte en FF), BENANI0125, ANNIE PEREZ, LIN LU LO LI, VALENTINE HIGURASHI, LUCYP0411, YULI, IMAG04, TERECHAN19.
Y FANFICTION sigue con el problema de no enviar avisos al correo.
Nos vemos enseguida porque el capítulo 12 va al horno.
Les quiere.
Paola.
