Disclaimer: Los personajes de Candy Candy no me pertenecen, son creación de la novelista Kyoko Mizuki. Adaptación del libro "El Gran Gatsby" de F. Scott Fitzgerald.
Advertencia: Debido a la trama de la historia la personalidad de algunos de los personajes de Candy Candy puede variar un poco.
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Capítulo 10
La mansión Ardley se elevaban por todo lo alto esa noche de verano. La opulencia se podía percibir hasta la gran manzana. Nunca en aquel lugar se había visto una reunión igual. El champán y el caviar deleitaban el paladar de los cientos de invitados y los diamantes que portaban las mujeres hacían juego con la majestuosa decoración de luces, tapices y orquesta.
Albert fumaba un habano mientras observaba desde su mirador. Vestido impecablemente con esmoquin negro y el cabello perfectamente peinado, aguardaba que le fuera informado el arribo de Candy y Terry a su mansión.
Esa sería la última reunión que habría en su casa y, por tal motivo, dispuso que todo estuviera a la altura de la realeza. Finalmente, todas esas fiestas habían sido para que Candy algún día llegara a una de ellas y por fin había regresado a su vida. Seguir derrochando su dinero de forma inútil ya no era una opción para él. Sin embargo, esa noche pretendía mostrarle todo lo que había hecho para atraerla.
- William, el matrimonio Grandchester está llegando a la mansión- le informó George, desde la puerta.
- Gracias, ¿Archie viene con ellos?
- Así es, el joven Cornwell los viene acompañando.
- Excelente.
Apagó el habano y se dirigió a la salida con George detrás de él. Sería una noche interesante. No sólo estarían en su casa algunas de las personalidades más destacadas de los Estados Unidos, sino porque también estaría ella, Candy, la inspiración de todos sus sueños y él, Terry, quien, a su juicio, la tenía sin merecerla.
Bajaron las escaleras y se toparon con ellos en la entrada. George hizo una venia delante de los invitados y se marchó discretamente. Candy logró, sin mucho éxito, disimular la alegría que le provocaba tenerlo frente a ella y se limitó a brindarle una amable sonrisa.
- Señores, señora, bienvenidos a su humilde casa- saludó, con cortesía.
- Señor Ardley, fue un placer recibir la invitación que nos hizo llegar a través de mi primo Archibald- Candy extendió la mano hacia él. Albert, sin dejar de mirarla, se inclinó a besarla.
-Señora, el placer es mío- Con los ojos brillantes de amor y ambos sonrieron.
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La mutua atracción entre Albert y Candy era palpable, o por lo menos para mí. No pude evitar ver sus miradas al saludarse. Todo en ellos irradiaba enamoramiento. Afortunadamente, Terry estaba muy ocupado escrutando el lugar con detenimiento, en su rostro había un gesto de desagrado y hastío.
- Señor Ardley, le presento al esposo de mi prima, el Duque Terrence Grandchester- dije, para romper la burbuja que empezaba a crecer alrededor de los enamorados. Ambos hombres se miraron por un momento, Albert extendió su mano y Terry se la estrechó con fuerza.
- Bienvenido, Duque Grandchester- Terry sin decir nada, inclinó la cabeza y esbozó una forzada sonrisa.
Nos mezclamos entre los cientos de elegantes invitados que se hallaban en ese lugar. Había muchas personas que ya conocía por las distintas visitas que hice a casa de mi vecino.
- Miren a su alrededor- nos dijo Albert -Hay mucha gente que quizá conozcan o han oído hablar de ella- como era habitual desde que lo conocía, el señor Johnson se acercó a susurrarle algo al oído a nuestros anfitrión -En un momento estoy con ustedes- se disculpó y se alejó con su asistente.
Candy miraba fascinada a su alrededor.
- ¡Esto es maravilloso! - exclamó, con emoción.
- ¿Maravilloso? ¡Por Dios, Candy! Todo es de tan mal gusto- dijo Terry, con desdén -Estos nuevos ricos no tienen una pizca de clase. La mayoría son sucios traficantes venidos a más.
- Albert Ardley, no es un traficante, es un empresario. Está en negocio de las farmacias.
- ¿Empresario? - rio al tiempo que me pegaba con el dorso de la mano en el pecho, señalando a Candy con el pulgar en señal de burla.
- Alcalde Hylan- se escuchó decir a Albert a nuestras espaldas -Le presento a un buen amigo, el señor Archibald Cornwell.
- Alcalde- nos saludamos con un apretón de manos.
- La señora Candice Grandchester- dijo, con un tono suave.
- Señora, a sus pies.
- Mucho gusto, señor Alcalde.
-Y él- volteó hacia Terry -Es el señor Grandchester- hizo una pausa -El actor de teatro- sonrió levemente al ver la cara de desconcierto que puso el duque al oír esa referencia.
- Sí, claro, lo he reconocido- dijo Hylan, mientras estrechaba su mano.
- Alcalde, disculpe -le llamó un hombre que se acercó a nosotros.
- Un gusto conocerlos a todos- con una reverencia de cabeza se alejó del grupo. Mientras Albert, el hombre y él intercambiaban algunas palabras, Terry se acercó a Candy y a mí con un gesto de indignación.
- Preferiría que no me llamara "el actor de teatro" soy mucho más que eso. Soy el primer actor de Broadway. Futura estrella de cine. No soy sólo "el actor de teatro"-reclamó, con molestia.
- ¡Oh, vamos querido!, enorgullécete de tus inicios- dijo Candy, en un tono burlón.
- ¿Continuamos con el recorrido? - nos pidió Ardley, que volvía con una sonrisa.
- Claro- dije.
Terry ofreció su brazo a Candy y yo caminé detrás de ellos.
- El actor de teatro- me murmuró inconforme, como respuesta arqueé las cejas y le sonreí.
- ¿Han reconocido a alguien? - nos preguntó Albert.
Terry recorrió con mirada arrogante la multitud.
- No salimos mucho- dijo -No creo reconocer a nadie.
- Creo que no ha visto bien señor Grandchester, no me va a decir que no conoce a la dama que está ahí- con su mirada nos indicó el lugar donde se hallaba una hermosa mujer que se reía a carcajadas.
- ¡Es Mae Murray! - exclamó Candy ante la mirada atónita de Terry -Adoro sus películas.
- Y esta hermosa jovencita- dijo al tiempo que sujetaba amablemente del brazo a una preciosa chica que pasaba a su lado -Es Greta, futura estrella de Hollywood.
La joven sonrió, negando con la cabeza.
- Vamos Albert ¿cuándo dejarás de ser un exagerado?
- No es ninguna exageración, querida, te aseguró que lo serás. Tu nombre estará en todas las mamparas. Greta Garbo- alzó sus manos simulando que colocaba su nombre en alto, y ella rio divertida.
Greta nos saludó educadamente, mientras Terry la miraba con displicencia.
- ¿Greta Garbo? - me susurró cerca - ¿Qué clase de nombre es ese? - puse los ojos en blanco por su comentario y dije que no con la cabeza.
- ¿Acaso alguna vez dices algo positivo de alguien, Terry? - le pregunté.
Se encogió de hombros, haciéndose el desentendido por mi molestia.
-En realidad sí... a ti te digo "elegante", no le veo lo negativo en eso- suspiré resignado, Terry, siempre sería Terry.
Después de un rato más de recorrido, se acercó un camarero y nos guio hasta una mesa que estaba reservada para nosotros, en una pequeña y exclusiva terraza donde se podía divisar toda la fiesta en su esplendor.
- Es una gran fiesta- le dije, mientras nos sentábamos. Candy se recargó en la baranda mientras observaba a las personas bailar. Albert y Terry se sentaron uno al lado del otro.
- ¿Qué tal se lo está pasando señor Grandchester? - Le preguntó, rompiendo el incómodo silencio que se había hecho entre los dos, mientras Candy y yo cuchicheábamos de vez en cuando de las personas que estaban bailando.
- Bueno, como le comenté señor Ardley, no acostumbro salir mucho. Me resulta un poco incómodo estar rodeado de tanta gente extraña- le respondió al tiempo que sacaba un cigarrillo y lo posaba es sus labios. Albert rápidamente le ofreció fuego.
- Bueno, no todas las personas son extrañas, no sé si recuerde que usted y yo nos conocimos hace un mes.
Terry se echó un poco hacia atrás para verlo mejor.
- ¡Claro! ya recuerdo, usted estaba con Archie aquella vez en el restaurante del sótano.
- Así es- le sonrió -Y verá -continuó mirándolo de forma levemente desafiante -También conozco a su esposa.
Terry abrió los ojos con sorpresa, miró a Candy que estaba ajena de la situación y luego lo miró a él con el ceño ligeramente fruncido. La tensión comenzó a crecer en mí debido a la presión que empezaba a tener el dialogo entre los dos hombres.
- ¿La conoce?
- Sí.
- La música es extraordinaria, me gusta el fox-trot- dije, en un estúpido intento de bajar los ánimos. Ambos me voltearon a ver. Albert sonrió y se levantó de inmediato.
- Señor Grandchester, ¿me permitiría bailar esta pieza con su esposa?
Candy me miró con una sonrisa y después miró a Terry en espera de su respuesta. El histrión alzó la ceja con arrogancia y sonrió de lado.
- Claro ¿porque no? - él se paró también -Creo que me iré a entretener por ahí.
- Toma querido- Candy se le acercó y metió en su bolsillo de la chaqueta un pequeño bolígrafo que sacó de su bolso -Te presto mi lapicito de oro, por si tienes que apuntar alguna dirección- se dio la vuelta y se colgó del brazo de Albert y se dirigieron a la pista de baile.
Terry los vio alejarse y luego me echó una mirada a mí, le sonreí tontamente pidiendo a Dios que no me preguntara nada.
- ¿Tú sabes cómo es que se conocen? - me quedé petrificado por el cuestionamiento, afortunadamente, Dios escuchó mis suplicas, ya que a mi lado pasó Greta, la joven y hermosa actriz que Albert nos presentó hacia un momento. Miró fijamente a Terry, le sonrió y le hizo un guiño. Terry, inmediatamente le regresó la sonrisa de una manera seductora.
- Te veo en un rato- me dijo, y fue tras ella.
Suspiré aliviado. Volteé nuevamente hacia la pista y vi a Albert y Candy bailando mirándose con ternura. Nunca lo había visto bailar y me sorprendió gratamente la manera elegante con que lo hacía al ritmo de fox-trot. Candy y él se decían cosas al oído y sonrían como dos enamorados. Levantó su vista e inmediatamente un camarero se acercó a él, Albert le dijo algo disimuladamente. De manera discreta, ambos salieron de la pista. Los seguí con la vista.
- ¿Señor Cornwell? - me dijo el mismo camarero que se acercó a Albert.
- Sí, soy yo.
- El señor Ardley le manda a decir que estará donde tomaron el té hace unos días, que lo busque en una hora.
- Mi casa- pensé. ¡Se habían escapado a mi casa!
- Muy bien- el empleado se retiró - ¡Diablos! vaya lío en el que me están metiendo esos dos- vi como el mismo camarero le susurraba algo al señor George Johnson.
Miré en dirección hacia donde estaba mi cabaña. De pronto, me sentí solo y extrañé a Annie más que nunca.
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Albert y Candy bailaban al son del ritmo de la música mirándose a los ojos. Aunque estaban rodeados de cientos de personas, para ellos no había nadie más a su alrededor, sólo estaban ellos dos.
- Esta noche te ves preciosa- le susurró, muy cerca del oído.
Candy se sonrojó y lo miró con una sonrisa.
- Gracias, este vestido que me mandaste es una preciosidad. Nunca había visto nada igual.
- Me alegra que te haya gustado. Lo mandé a confeccionar especialmente para ti. Pensé que te gustarían los cristales de Swarovski bordados en él.
- ¿De manera que es creación tuya? - sonrió complacida, mirando su vestido -Es usted maravilloso señor Ardley- le susurró al oído.
- No, la maravillosa eres tú.
- Y toda esta fiesta de ensueño- dijo, mirando a su alrededor - ¿También salió de tu perfecta y fascinante imaginación?
- No, no sólo de mi imaginación, tú también estabas ahí, en cada creación, en cada plan que tengo para el futuro, tú eres parte de todo y por ti cambiaría todo si me lo pidieses.
Candy sonrió y acercó su cara levemente más a él. Ambos morían por probar nuevamente sus labios. Albert levantó la vista y rápidamente un empleado se acercó.
- Dile al señor Cornwell que en una hora lo espero donde tomamos el té hace unos días.
- Muy bien señor.
- Vamos, acompáñame- la tomó del brazo y la condujo discretamente por el jardín hacia la cabaña de Archie.
- Solo el señor Cornwell y el señor Johnson pueden pasar por esta reja- les dijo a unos hombres, que cuidaban el acceso hacia el lugar.
- Como usted ordene, señor.
Albert aceleró el paso para alcanzarla, ella se había adelantado mientras él daba instrucciones.
- ¿Candy? - la llamó al no verla.
- Aquí estoy- dijo, desde la penumbra, sentada en una pequeña banca que había en el pórtico de Archie.
Con paso calmo, subió las escaleras y llegó hasta a ella, se sentó a su lado y la miró por un instante. Con cautela, levantó su mano y le acarició la mejilla con dulzura. Candy cerró los ojos ante el delicado contacto de sus dedos en su cara e inclinó su cabeza para posarla en la cálida y masculina palma. Lentamente, pasó la lengua por sus labios y mordió levemente su labio inferior, invitándolo a que la besara; sin esperar más, Albert tomó el rostro de ella entre sus manos y la besó primero suavemente, dándose el tiempo de disfrutar del maravilloso contacto que hacían, degustando el sabor de sus dulces labios.
Se detuvo por un momento para tomar un poco de aire y continuó besándola, la pasión que empezaba a despertar en sus cuerpos urgió a sentir un contacto más cercano entre ellos. Albert la tomó por la cintura y sin dejar de besarla le invitó a levantarse. Con sumo cuidado la recargo en la pared y recargo completamente su cuerpo en ella. La besó con pasión, con ardor, sus lenguas se encontraron y se saborearon completamente, fascinados por degustarse.
- Eres tan hermosa- le musitó al oído, mordisqueo el lóbulo de su oreja y bajó con pequeños besos por su cuello, mientras que Candy emitía gemidos de placer. Sintió en su vientre la evidente muestra de la excitación de Albert.
- Albert- susurró con la respiración agitada. Candy lo abrazó de la cintura y lo atrajo más hacia ella comenzando a frotarse suavemente contra él. Él gimió en su boca.
El creciente éxtasis que ambos experimentaban hacía que sus corazones latieran desbocados. Atreviéndose a llegar un poco más lejos, Albert bajó una de sus manos y la metió por debajo del vestido, sintió la tersura de las medias de seda y llegó hasta el sensual liguero; subió un poco más y pudo sentir en su mano la calidez de la suave piel de los muslos de Candy. La acarició con ardor, con deseo.
- Candy- dijo, excitado.
-Albert, huyamos, huyamos por favor, llévame lejos de aquí.
- ¿Qué? - preguntó, sin dejar de besar su cuello.
-Quisiera simplemente huir de todo y de todos y desaparecer contigo. Huyamos lejos, donde nadie nos encuentre.
Albert detuvo su avance súbitamente respirando agitado en el cuello de la rubia. En esa posición esperó un poco a recobrar el aliento y la cordura. Después de unos segundos echó la cabeza hacia atrás para mirar el rostro de Candy y lo tomó nuevamente entre sus manos.
- ¿Huir? No Candy, no - la miró fijamente a los ojos -Eso no es lo que tú mereces. Yo quiero estar contigo, pero de una manera respetable, no huyendo- Candy lo miró conmovida - ¿Dime algo? - hizo una pequeña pausa - ¿Tú me amas?
- Sí, por supuesto que te amo- le contestó, con seguridad.
- ¿Y Terry? ¿Qué sientes por Terry?
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George Johnson vigilaba discretamente el lugar donde le había indicado el camarero que William se había ido con Candy. Ya había pasado cerca de una hora y ellos no daban señales de regresar; dio un trago a su copa sin dejar de mirar el sitio.
- Candice White es más hermosa de lo que recordaba- se dijo -Me recuerda un poco a Rose Mary- sonrió al rememorar a la hermana de Albert y única mujer que fue dueña de sus afectos. Suspiró por el recuerdo de su amada que ya le parecía lejano -Ojalá tú si puedas ser feliz con ella, William.
- ¡Johnson, Johnson! - escuchó que le llamaban, se giró sobre sí mismo y vio al doctor Martin que venía hacia él con prisa y con un gesto de preocupación.
- Algo no está bien- murmuró.
- ¿Dónde está William? - cuestionó, apenas llegó.
- ¿Por qué? ¿Qué sucede?
- ¡Los Leagan están aquí!
- ¡¿Qué?!
- Neal Leagan y su padre acaban de llegar, también viene otro anciano con ellos, han preguntado por el señor Ardley.
George lo miró por un segundo y comenzó a caminar rápidamente hacia donde Albert se encontraba, Martin corrió a su lado.
- ¿Crees que Ernerst Andrew nos haya traicionado? - le preguntó Martin en su agitada carrera.
- No lo sé- le dijo, sin parar su andar.
- ¡George! - lo detuvo del brazo -Recuerda que a ti tampoco te pueden ver. Ve por William y llévalo a la oficina. Ahí quédense hasta que yo les diga. Yo me encargo de ellos.
- Muy bien.
Al llegar a la reja divisoria se encontró con un par de hombres que vigilaban la entrada, apenas lo vieron le abrieron rápidamente el paso.
- ¿Señor Johnson? - George se tensó al oír una voz que le llamaba.
