Disclaimer: Todo lo que puedan reconocer, lamentablemente no es mío (sería rica o pasarían cosas muy diferentes).


Capítulo 3


—Definitivamente habría resultado muy incómodo salir a un bar con dos embarazadas.

Kotoko rio al comentario de su amiga Jinko, en referencia al apresurado escape de Satomi y Chris al sanitario, a raíz de las crecientes criaturas que presionaban sus vejigas. La pelinegra se refería al alcohol, alzando su copa de bebida saludable, pero no dejaba de ser gracioso.

—No habría sido lo mismo sin ellas —indicó cuando recuperó la calma, antes de remojar su pan en el aceite de oliva típico de ese restaurante italiano.

—Deberemos acostumbrarnos, ¿no crees? Cuando sus bebés nazcan tendrán menos tiempo, sus esposos no son personas muy confiables —bromeó su amiga al regreso de las aludidas en la conversación, que fruncieron el ceño tras oír las palabras.

Chris negó, más consciente de que se referían a su esposo, Kin-chan.

—Para que sepas, ha estado leyendo libros de crianza de bebés y es el primero que insiste en las indicaciones que me da mi médico —defendió con una sonrisa boba, pues su carácter era habitualmente risueño al hablar de su "guapo" hombre japonés. —Le pediría a Aihara-san la oportunidad de llevarle al trabajo para cuidarle él mismo.

Satomi parpadeó unos instantes y suspiró al dejarse caer en su silla.

—Mi Ryo probablemente sea el peor, llevará a mi hija con su madre… o se buscará otra niñera para la ocasión. Si hablamos de ser atentos a ese nivel, Kin-chan se lleva el premio.

Kotoko sonrió, contenta de que su antiguo "eterno" enamorado encontrara a una mujer que verdaderamente amara y le dedicara sus constantes afectos. Como Ryo-san, había tenido un desliz en embarazar a su pareja antes de formalizar su relación —y de concretar su plan de tener su propio restaurante para obtener la completa aprobación de su suegro banquero—, pero era feliz, del modo que no habría sido si hubiera insistido en seguir teniendo citas con ella y probarle que era su hombre indicado.

Hoy día estaba agradecido con ella por frenar su obstinación y sentar las bases para superarla, lo cual habría hecho imposible fijarse debidamente en la estudiante de intercambio que más tarde consideraría su alma gemela.

—Espera… ¿has dicho hija? —inquirió Chris con ojos entrecerrados, haciendo boquear a las otras dos, que no se habían dado cuenta, ni porque eran las nativas del idioma, a diferencia de la rubia inglesa.

Satomi se sonrojó, asintiendo lentamente. Había cambiado de idea sobre la sorpresa.

—Se los iba a decir hoy —manifestó acariciándose la barriga.

Las tres aplaudieron entusiastas con la noticia, sin dirigir la duda a Christine, quien deseaba mantenerlo desconocido hasta el nacimiento, si no hacía lo mismo que la castaña.

Juntas brindaron con sus tés helados. Naturalmente, después de ordenar platicaron sobre la reacción del padre y su familia, como las futuras cosas que vendrían para la menor de parte de las mejores amigas de su madre.

Formaban un grupo peculiar, cada una de distinta personalidad y rumbos sin conexión entre sí, pero unidas en lo que importaba. Chris se había anexado al final, pero era como si siempre hubiese estado allí. Y, en lo que respectaba a Kotoko, podía ser su mayor mejor amiga, de la forma en que Satomi lo era de Jinko, por el tiempo adicional que se dedicaban.

No creía que eso cambiara ahora que dos se convertirían en madres, si bien sospechaba que las haría más afines en pláticas y experiencias. Afrontaban la maternidad en tiempos similares, un gran apoyo para las primerizas.

Ahora bien, no tendría esa clase de amistad fraterna si no hubiese acabado su enamoramiento con Irie-kun. Una vez que había terminado lo de él, había comenzado a valorar otros aspectos de su vida y admitía que sus dos amigas de bachillerato la habían tolerado más sin la constante mención del chico que le obsesionada; ellas apoyaban su interés y hasta demostraban una insana manera de empujarla a él, aunque habían aceptado que lo hacían porque creía que la hacía feliz.

No era la única cosa que había cambiado gracias a no tenerlo.

La charla divergió de bebés para girar en torno a las actualizaciones de sus vidas, mucho más animadas al compartirse en persona que en digital, como acostumbraban debido a sus generalmente incompatibles agendas. La última vez que se habían visto con calma había sido dos días antes de la boda de Satomi, en abril, mes y medio antes.

De repente, Satomi dejó caer el pedazo de pizza que iba a llevar a su boca y las otras se alarmaron por la posibilidad de que su parto se adelantara.

—No, no, estoy bien —les tranquilizó su amiga, palmando su estómago prominente enfundado en azul. —Es… acaba de entrar Taketo-san, tu ex novio… con Irie-san… tu inconsiderado ex compañero de casa.

Kotoko soltó una carcajada por los apelativos, bastante amables en comparación con el pasado. Se cubrió la boca al recordar que podía atraer las miradas de los mencionados.

—¿Cómo demonios se conocen? —preguntó Jinko, nunca temerosa de expresar sus ideas. —Eso no es bueno.

—Taketo-san no es malo —terció Chris dulcemente.

Asintiendo, Kotoko le dio la razón, a pesar de que solo lo conocía de su perspectiva.

—Ambos trabajan conmigo —señaló con los hombros caídos.

Sus amigas jadearon y ella les hizo señal para no llamar la atención, agradeciendo con la mirada cuando Satomi le aseguró que no se habían fijado en ellas.

—Faltaría que el otro hombre fuese conocido tuyo —farfulló Jinko antes de describir a un hombre que le pareció irreconocible en su cabeza.

—Aunque podría conocerlo —añadió Kotoko—, Taketo-kun luce distinto.

—Eso es cierto, los años le han favorecido —aprobó Satomi con un sonido de gusto, no sabría si debido a la pizza o a su observación. —Pero lo reconocí.

Si ellas supieran.

—En fin… ¿trabajan contigo? Como, como… ¿Irie está en tu área? ¿No debería estar muy arriba al ser heredero?

Kotoko suspiró, entreteniéndose con una servilleta mientras procedía a explicar los papeles de ambos en su empleo. Por fortuna, los pendientes de Taketo-kun habían hecho que se hablaran en contadas ocasiones y no alentaran chismes maliciosos sobre los dos; seguía soltero, como respondió a la pregunta de sus amigas, pero no podía suceder nada entre los dos por su falta de química.

De Irie-kun tenía por decir que era un jefe justo, cordial con todo el equipo y centrado en cumplir los objetivos en tiempo. No la menospreciaba como creía y le hacía correcciones cuando era necesario, inspirándola para mejorar. Había tenido un llamado de atención minúsculo y correspondía a la vez que se reencontrara con Taketo-kun.

—Oh, chica, eso es mala suerte —adjetivó Jinko con pesadumbre. —De todas las casualidades por haber, tú terminas viviendo con el chico que te rechazó y coincides con él y tu ex novio en el trabajo, el cual se ha puesto mucho mejor y no sientes nada.

Satomi le dio un tirón a una de las trenzas de su amiga en forma de reprimenda. Internamente, Kotoko se sintió crispar; era un hecho innegable, debía estar pagando por algo.

—¿Todo ha estado bien? —indagó Chris.

Afirmó.

—Que sucediera… eh, o incluso un poco antes pensé, me ha animado a creer que es tiempo de intentarlo de nuevo con las citas. Podría irme mejor.

—Para mí que Irie te embrujó desde la preparatoria y por ello no has sido afortunada en el amor, es como un cáncer —sentenció Jinko convencida, subrepticiamente gruñendo en dirección del susodicho. —Eres bonita, simpática y buena persona, no podrían pedir más.

—Te has ahorrado un regaño al embellecer tu comentario —puntualizó Satomi. —Quizá sí, no era su momento y ya es hora. Puedo ayudarte a conseguir una cita con un amigo de Ryo-kun. Conoce a personas decentes.

—Jinko tal vez no esté equivocada, Kin-chan lo ha dicho, Irie-san no es buena energía —opinó Chris, que se fiaba del punto de vista de su marido y las versiones de sus amigas, tanto por el parecido a su desagradable ex prometido inglés. —¿Te hiciste un exorcismo?

Hizo una mueca, negando.

—Deberías devolverle el golpe, hacer que se enamore de ti y tirarlo —sugirió Jinko en juego. —¿En occidente dirían que te quites una curita sin dolor?

Chris, ceñuda, negó.

—La frase no se aplica para eso, se enuncia diferente. Y no es amable, tampoco Kotoko haría eso.

—Lo sé. Que le diga que quiere sexo y nada más, ambos contentos y ella le devuelve la energía que le pasó. ¿Aplica de ese modo la curita?

—Es solo hacerlo de golpe, más temprano que tarde, pero va a doler, si lo lleva a cabo. Podría hacerle daño involucrarse de nuevo.

—¿Por qué siquiera se toca el tema? Se llevó su primer beso y tendría su primera vez —adujo Satomi.

—Es verdad. Lo recordaría, si lo hace conscientemente. Yo estaba tan borracha como Jyunpei y lo agradezco. La mañana siguiente… ni hablemos.

—Mi primera vez fue horrible —musitó Satomi—. Cuando comenzamos, el condón se rompió y nos quitó el humor de seguir.

—La mía fue bonita.

—Me es difícil conciliar el Kin-chan que conocemos y el que nos describe Chris. Me rehúso a creer que puede ser un buen partido. ¡Ey, bromeo! —dijo Satomi haciendo un guiño de ojos exagerado.

Kotoko soltó una risita, escuchándolas a medias. Ella no sería mala seduciendo a Irie-kun para un propósito egoísta. Sin embargo, si él quería... No estaría haciendo nada que él no hubiese accedido y se quitaría la duda de cómo habría sido; haría algo como él al besarla, la había usado para darle una lección, ella para arrancarse el maleficio de su parte.

El tema cambió y ella participó más atenta, pero la idea se quedó asentada en su mente.


Naoki no sabría el contenido de la conversación de Kotoko y compañía, habiendo sido demasiado directo detenerse a leer sus labios, pero sabía de su presencia. No podía serle desapercibida, era como un imán para él y apenas entrando al restaurante había reparado en ella, como en sus acompañantes.

Dudaba que ella se hubiese percatado de su arribo, y si lo había hecho sería por Nakagawa, con el que parecía tener muchas ganas de platicar en el trabajo.

Qué no hubiera dado por ser él quien compartiera una cena con ella, en lugar de las mujeres que estaban en su mesa. Sin embargo, tampoco veía con malos ojos la manera en que ella disfrutaba su tiempo libre, ni con quién.

Aunque estaban locas, agradecía la estabilidad de sus amistades en su vida, la cual él no tenía.

Su único constante era ella. Siempre ella.


NA: Malévolo cucarachón, se nos puso sentimental.

En su inconsciente él sabe que hablan de él porque le duelen las orejas ja,ja.

¿Ya se imaginan por dónde va el asunto?

¡Hasta la próxima!

Besos, Karo.