Capítulo V: Feliz cumpleaños
El silencio era sepulcral. No había ningún otro sonido en el aula a excepción del irritante tic-tac del reloj de pared y las minas de lápiz chocar sobre los papeles.
Shinobu miró a su alrededor aterrada por la quietud y concentración que sus compañeros de clases demostraban ante el examen.
Es que, ¿acaso sólo a ella se le olvidó la prueba de matemáticas?
Por lo que observaba a su alrededor, así era. Puesto que nadie estaba absolutamente concentrado en otra cosa que no fuese la prueba delante de ellos.
La joven torció un poco su cuello para divisar las filas superiores. Dios, si hasta Zenitsu lucía concentrado, ¡Zenitsu! Claro que parecía tener dificultades al hacer la prueba, pero concentrado, a fin de cuentas.
Y ella, no tenía la mínima idea de cómo comenzar siquiera. Volvió a ver a Mitsuri, tratando vanamente de visualizar su prueba en la cual sólo podía ver que su mejor amiga colocaba "V" o "F" en ciertas especies de ¿cuadros?
¿En qué diablos estaba pensando cada vez que tenía clases de matemáticas?
Shinobu posó su vista al frente encontrando su respuesta. Era lógico, cómo podría pensar en cuadros o valor de verdad de un grupo de tonterías cuando estaba muy ocupada contando cuántas veces se movía ese negro cabello por el viento del ventilador y para qué lado lo hacía.
Incluso en ese momento, con esos elegantes lentes transparentes sobre sus bellos ojos azules seguramente calificando otras pruebas mientras ella aún tenía la hoja en blanco y él no se daba por enterado.
Un momento. ¿Por qué se molestaba por eso? Si ellos no tenían aún nada, solamente habían abierto una parte de su corazón contándose respecto a sus desastrosas familias. Aún eran profesor-alumna y más importante que eso, aún era su capricho. No debía ser tan importante como para repercutir en su atención a los estudios o a sus notas, era un antojo nada más.
Un capricho cualquiera.
Aunque él alzara la mirada y la observara haciendo que su corazón latiera desbocadamente, no significaba nada. Era su deseo tenerlo a sus pies, nada más.
–Por favor, jóvenes, el tiempo extra terminó. Entreguen sus exámenes.
Giyuu habló de manera solemne sorprendiéndola, ¿tiempo extra?, ¿Cuándo sonó la campana que indicaba el fin del tiempo reglamentario?
Shinobu vio a su alrededor encontrándose únicamente acompañada por Zenitsu y un compañero más, del cual no se le antojaba recordar su nombre en ese momento.
–A la mierda.
Escuchó como Zenitsu dejaba el lápiz y se levantaba, notablemente molesto, para poner el papel sobre la mesa y salir bufando mientras murmuraba, improperios, seguramente. El otro compañero también se ponía de pie y resignadamente imitaba al rubio Agatsuma al dejar el papel sobre el escritorio del maestro dejando la Shinobu sola con su profesor.
–Kocho, espero su prueba. –Habló el maestro observando a la joven.
Había visto como su alumna se perdía en sus pensamientos en más de una ocasión. Le molestaba su falta de concentración… en las pruebas.
La vio escribir rápidamente sobre el papel y encaminarse hasta llegar frente a él y colocar la hoja sobre el escritorio, pero sin soltarla.
–¿Qué tal pasó su semana, profesor? –Preguntó Shinobu casualmente, pero con un propósito oculto tras sus palabras.
Estaba segura de que luego de haber compartido experiencias y de confortarse mutuamente en un cálido abrazo, significaba un poco más que sus otros estudiantes.
Y era un buen momento para comprobar esa teoría.
–Igual que las anteriores. –Contestó Tomioka organizando sus papeles. –Preparando clases, pruebas y revisando promedios. Nada extraordinario. –Quiso arrebatar el examen de las finas manos de su estudiante, pero no pudo. –¿Me permite?
–No. –Contestó. –¿Sabe qué? Yo pensé mucho en lo que pasó el fin de semana acerca de toda nuestra plática de la otra noche. –Mintió rápidamente.
–Espero que hayan sido pensamientos positivos al respecto. –Deseó sinceramente colocando sus dedos sobre el examen de Shinobu, pero sin arrebatárselo.
–Pensé en todo, sinceramente. –Tenía que admitir que en eso no mentía. –Pero, me olvidé completamente de la prueba. –Esto último lo dijo con tono de niña mimada.
Ninguno de los dos dijo más. Por un lado, Shinobu sonreía pretendiendo inocencia a la vez que mordía la punta de su lápiz con coquetería. Mientras que, por otro, Giyuu hacía uso de un poco de fuerza para arrancar el papel de entre las manos de la jovencita. Pero no lo logró, por lo que alzó la vista para verla.
Sin embargo, lo que encontró no fue de su completo agrado. La descaradamente coqueta mirada de la joven, ¿será consciente de que lo hace? O ¿Acaso será apropósito? Como sea, no podía permitirle cruzar la línea de respeto que se deberían tener. Después de todo, si entre ellos naciera algo, como una amistad, sería mal visto para ambos.
Ella era una estudiante, SU estudiante. El darse confianza mutuamente sería catastrófico, tanto para él que se supone es el adulto como para ella al pertenecer a la cumbre de la élite social.
–Profesor, hoy…
–Lamento mucho que no se haya preparado para la prueba de hoy y espero, por su propio bien, que se recupere para el examen del mes próximo. –La interrumpió abruptamente.
Dicho lo cual, Giyuu tomó la hoja y bruscamente lo arrancó de entre los delgados dedos de Kocho.
–Profesor… –Shinobu no sabía qué decir ni cómo actuar ante ese brusco rechazo.
–Con permiso. –Se excusó el aludido marchándose sin siquiera voltearla a ver.
Indignación, frustración, rabia, coraje y tristeza. No, lo último no. Todos los sentimientos anteriores eran sinceros. Estaba histérica puesto que no sólo reprobaría, sino que además él la acababa de rechazar justo cuando creyó casi tenerlo en su bolsillo.
Que distinto había sido al profesor Tomioka con el que habló aquella noche frente al lago, aquel que le estrechó entre sus brazos y la confortó diciéndole lo buena niña que era, a este que la trató de manera tan brusca, fría y parca.
Si ni siquiera le había dejado decirle…
La joven empezó a sentir algo picándole la garganta y como lo ojos le escocían. Ella no iba llorar por eso. Nunca derramaría lágrimas por un hombre, jamás.
Y menos ese día.
Sí, ese día estaba cumpliendo diecisiete años de vida, de los cuales sólo nueve fueron celebrados en compañía de sus padres, puesto que después de ahí poco les importó. Y desde su punto de vista nadie excepto Kanao, Mitsuri, Zenitsu, Tanjiro y Nezuko merecían saberlo, ya que ellos eran verdaderos amigos, no como el resto de los hipócritas oportunistas que juraban ser amigos suyos por el hecho de que los aceptara en ciertas redes sociales.
No necesitaba más hipócritas en su vida, por lo que se había abstenido de revelar su fecha de nacimiento y de esa manera, privarse de fingidos buenos deseos y evitarse el hecho de regalar falsas sonrisas.
–Menuda mierda de cumpleaños. –Farfulló soltando un improperio al creerse sola. Dio media vuelta y empezó a ordenar las cosas en su pupitre. Su bolígrafo azul cayó al piso obligándola a agacharse para recogerlo, perdiéndose entre sus propias cavilaciones.
¿A quién engañaba? Le hubiera encantado escuchar de sus labios un:
–Feliz cumpleaños, Shinobu Kocho. –Dijo en voz alta sus propios pensamientos y apresuradamente finalizó su labor de recolección.
Quería que el día terminara pronto, de ser posible en ese momento. Pero no, aún tenía que afrontar el resto de la mañana y tarde en el instituto, además de la práctica con el equipo de natación a la cual acaba de decidir no asistirá. Es su cumpleaños y Tomioka no merece respirar el mismo aire que ella luego de tremendo desaire. Aunque, era casi seguro que sus amigos tengan planes con ella a menos que algo extraordinario suceda.
Lo único bueno de todo fue que Kanao la despertó con un pequeño pastel hecho por ella misma, lo cual la animó a asistir al colegio. Aunque de haber sabido que pasaría por esta situación tan humillante, se hubiera quedado encerrada en su habitación viendo películas y así no hubiera presentado la estúpida prueba.
En resumen, era el inicio del largo día en el que celebraba su nacimiento.
Los pasillos del colegio estaban bastante concurridos y a pesar de ver a doscientos cincuenta estudiantes haciendo nada, no podía encontrar a la persona que buscaba. Era urgente que lo hallase porque ahora el tiempo apremiaba y ella debía ponerse y poner a trabajar a ese desobligado súper genio que tenía por compañero.
¿Dónde está? ¿Dónde diablos puede estar metido Obanai Iguro?
–Dónde te metiste, maldita sea. –Murmuró Mitsuri en voz baja. Estaba frustrada porque parecía que el chico se había desaparecido de la faz de la tierra.
Lo había buscado en la cafetería, en la sala de cómputo, el laboratorio de química, el de física. Dios ¡hasta en el baño de hombres se metió! Para terminar inconscientemente en la azotea del edificio.
Dios, ¿qué rayos pasaba por su cabeza? Estaba tensa desde que Zenitsu le había dicho que él tiene una beca asegurada para la Todai mientras ella… quería gritar.
–¡¿Dónde estás maldito Iguro?!
Descargando de esa manera todo su coraje en una sola y única alzada de voz que de seguro y se escuchó hasta China. Total, estaba sola y nadie sabría que fue ella.
–¿Para qué me buscas?
Esa simple pregunta hizo que se helara completamente y no sólo por la frialdad de dichas palabras, sino por quien las decía.
–Iguro…
Ahí estaba, frente a ella, tan estoico como siempre con su hermoso y perfecto cabello azabache ondeándose armoniosamente por el viento.
Lucía tan atractivo…
Lo que ocasionó que la ira volviera a inundarla. Cómo era posible que él pareciera recién salido de Teen Vogue mientras que ella era como la bruja golosa que quería comerse a Hanzel y Gretel. Estaba agitada y desarreglada por haberse pasado más de la mitad del descanso buscándolo y su cabello lucía fatal con sus trenzas mal hechas que tenía ese día.
–Me gritas y me insultas para ahora quedarte callada. –Meditó por un momento el joven. –Deberían estudiar tu cerebro, Kanroji.
Y de esa manera el príncipe encantador se convirtió en un ogro voraz y amargado. Su perfil de modelo se fue al carajo cuando abrió la boca para denigrarla de esa manera.
–Es a ti a quien deberían estudiar, es imposible que exista alguien tan arrogante y antisocial. –Se la devolvió la joven de rosados cabellos.
–Eres una autentica pérdida de tiempo. –Dijo con franqueza dándose media vuelta dispuesto a entrar al edificio.
–¡Espera! –Chilló para detenerlo. –Tengo que hablar contigo.
–Habla. –Ordenó girándose para observarla gélidamente, atemorizando a su rival.
–¡Tenemos que empezar a trabajar ya! Esta semana no me buscaste para iniciar. –Dijo firme. –No puedo soportar que Zenitsu asista a la universidad de mis sueños mientras que yo aún tengo mi pase en el limbo. Y si para asegurar mi entrada tengo que verte más seguido de lo que quisiera, ¡no me importa! –Estaba empezando a exasperarse. –Por lo que hoy vendrás a mi casa a empezar el trabajo… Espera, no, porque seguro y en mi casa las chillonas de mis hermanas nos interrumpirán a cada instante, por lo que será… –Tenía que pensar rápidamente donde irían a iniciar su proyecto. ¿Dónde…? –Claro, ¿por qué no lo pensé antes? –Se reprendió. –Hoy iremos a tu casa a hacer el proyecto. Sí, eso haremos. Entonces, a la salida nos veremos en la estación de trenes, iré por el camino largo y tú por el corto. Eso es todo, nos vemos.
Kanroji se fue por donde había llegado sin haberlo dejado hablar y sin decir otra palabra. Si sus cálculos no le fallan, lo cual nunca pasaba, había dicho más de ciento veinte palabras en menos de dos minutos. ¿Acaso Kanroji no respiraba? Y lo que era peor, siempre iba por ahí ordenando a las personas sin tener en cuenta la opinión de estas.
Ella acababa de autoinvitarse a su residencia sin contar con su aprobación. ¡Hasta le había dicho qué camino tomar a la estación de trenes!
¡Era una completa molestia!
Iguro alzó la vista al azulado cielo y exhaló pesadamente maldiciendo su suerte.
Serian meses muy largos trabajando junto a esa irritante mujer.
La cafetería era el lugar más escandaloso de todo el instituto. Cuchicheos, por un lado, gritos por otro y definitivamente no era un buen lugar para planear algo en secreto puesto que por imposible que suene, las mesas, sillas e incluso platos podrían llegar a tener oídos y bocas.
–Entonces eso haremos hoy.
Nezuko les murmuró a sus tres amigos que tenía sentados frente a ella.
–De acuerdo. –Contestó desganado Zenitsu. –¿Por qué estamos susurrando?
–Porque no queremos que nadie se entere de que hoy es el cumpleaños de Shinobu, ni de nuestros planes para ello. –Le recordó Tanjiro mientras comía su almuerzo.
–Yo no podré acompañarlos, lo siento. –Se disculpó Kanao y antes de que sus amigos empezaran a protestar, continuó. –Esta tarde tengo una presentación en el club de arreglos florales. De todos modos, esta mañana le di su regalo a Shinobu.
–Prometemos cuidarla muy bien Kanao. Tú ve tranquila. –Apoyó la menor Kamado a su mejor amiga.
–Bien, entonces es una suerte que el partido se pospusiera. –Agregó Zenitsu. –Si no estaríamos en problemas. –Dijo eso ultimo para Nezuko.
–¿Estaríamos? –Nezuko fingió ignorancia.
–Por supuesto, no podría tener una buena temporada si no asistes al primer encuentro. Eres mi amuleto de buena suerte. –Expresó sin un ápice de malicia o doble sentido.
Nezuko se ruborizó instantáneamente. Eso ya se lo había dicho anteriormente, pero le gustaba que se lo repitiese. Así se sentía un poquito especial.
–Ya empezaron con sus coqueteos.
La inconfundible voz de Mitsuri hizo que Nezuko se sonrojara, Tanjiro hizo un gesto de disgusto mientras que Zenitsu apoyaba su codo contra la mesa de la cafetería posando su cabeza sobre su mano.
–Hablas de coqueteo y mírate tú. –La acusó el rubio sin afectarle sus pícaras acusaciones. Estaba tan acostumbrado a ello que ya poco le afectaba. –Parece que estuviste entretenida la mitad del descanso.
Mitsuri se puso roja del coraje. Aunque debe reconocer que al verse tan agitada y con el cabello hecho una maraña, se podría pensar cualquier cosa. Admite que por esta vez Zenitsu tuvo razón y, refunfuñando, tomó asiento junto a Nezuko mientras arreglaba su cabello.
–Bueno, si no estabas tratando de ligártela, ¿de qué hablaban? –Cuestionó sin dar su brazo a torcer completamente.
–De lo que haremos hoy, por el cumpleaños de Shinobu. –Contestó Zenitsu. –Iremos a comprarle un bonito pastel de chocolate con fresas, ese que tanto le gusta.
–Ese ya se lo regaló Kanao esta mañana, ¿verdad? –Agregó Tanjiro volteando a ver a su amiga mientras que esta le hacía señas de que no dijera nada.
–¡Kanao! –Se quejó Zenitsu viéndola con los ojos entrecerrados. –No nos dijiste que el pastel había sido de ese sabor. Muy astuta.
–Pero dos es mejor que uno. –Contestó para excusarse.
–Y luego iremos a tu casa Mitsuri, como quedamos hace una semana. –Retomó la conversación Nezuko ya recuperada.
–Si claro, no hay problema. –Después de todo ese día… –¡No!
Acabada de ordenarle a Iguro que iría a su casa a iniciar el proyecto ese mismo día. ¿Acaso Dios la odiaba? Estaba tan malhumorada por lo de la beca y por no haber encontrado pronto a Iguro que había olvidado por unos minutos el cumpleaños de su amiga. Lo peor del caso es que no podía volver y decirle al chico: "mejor mañana" porque seguro se burlaría de ella y, si era sincera consigo mismo, ella haría lo mismo en su lugar.
–¿No qué? –Preguntó curiosa Nezuko.
–No puedo hoy… –Soltó quedamente.
–¿Por qué? –Interrogó ahora Tanjiro.
Porque lo había olvidado y ese día había decidido ir a la casa de su mayor rival a empezar el proyecto para su beca. Por supuesto que no podría decirles eso.
–La abuela está enferma. –Pensó rápidamente una mentira lo suficientemente buena y justificadora. Nada más esperaba que nada le pase a su abuela. –Mamá y yo iremos a verla esta tarde.
La mentira parecía convencerlos.
–¿Y tus hermanos no pueden ir en tu lugar? –Intervino Kanao.
–Keito no llega sino hasta dentro de un mes, Sachi está en exámenes de fin de semestre y Kaori apenas empieza el suyo. –Todo eso era verdad, afortunadamente.
–Pues, que lástima. –Lamentaba Tanjiro. –Supongo que seremos sólo los cuatro porque Kanao también estará ocupada.
–¡Capitán Agatsuma!
Un atolondrado miembro del equipo de baloncesto interrumpió torpemente al grupo de amigos.
–¿Qué ocurre? –Cuestionó el aludido poniéndose serio.
–Me enviaron a decirle… –El joven recuperó el aire. –Hubo un cambio de última hora, el partido será hoy a las cuatro de la tarde.
Lo que les faltaba.
–Tengo que ir, no puedo faltar al primer encuentro. –Sentenció el rubio inesperadamente serio. –Ustedes lo entienden.
No es que le gustara tener que perderse el cumpleaños de su amiga, pero tampoco podía dejar de lado el serio compromiso que tenía con su equipo como capitán que era, debía ser responsable. Aún más en el primer partido de la temporada y con una beca a cuestas.
–¡Superior Tanjiro! –Tenía que ser una broma. Pensaron todos al ver como otra persona se aproximaba a su mesa. –Me mandó el profesor Rengoku para decirle que necesitará de su apoyo en las asesorías de historia para los de primer año. Lo estará esperando después de clases.
–Pero se suponía que las asesorías eran los lunes... –Murmuró para sí mismo, pero aun así su compañero pudo escucharlo.
–Al parecer la siguiente semana estará muy ocupado y por eso adelantó para hoy las asesorías. –Explicó el estudiante. –Una disculpa.
–No te preocupes. Gracias por avisar. –Lo despidió sin más. No podía estar pasando esto.
–Eso quiere decir que serán sólo las dos. –Concluyó Mitsuri ante lo obvio viendo a Nezuko.
Los mejores amigos compartieron una mirada llena de confusión. Nezuko nunca había faltado a ningún partido de Zenitsu. ¡Si hasta a las prácticas iba! Era como su amuleto de buena suerte y le encantaba serlo, sin mencionar que pasaba tiempo con su secretamente amado mejor amigo.
–Tal vez Shinobu quiera acompañarnos al partido y luego ir a hacer algo por ahí. –Propuso Nezuko.
–Shinobu se aburre en los partidos. –Informó Kanao.
–Y odia el calor y el olor a sudor. –Acotó Zenitsu.
Por otro lado, estaba Shinobu, la cual siempre pasaba con ellos sus cumpleaños al no recibir atención de sus padres ni siquiera en esa fecha. Ellos eran sus mejores amigos y no podían dejarla sola en momentos como esos.
Que dilema.
–¿Por qué esas caras? No me digan que también reprobarán en la prueba de matemáticas.
Los cinco adolescentes regresaron a ver al motivo de su encrucijada.
–¿Qué ocurre? –Shinobu cambió la pregunta en vista de la nula reacción de sus amigos. Ahora Mitsuri golpeó su cara contra la mesa, Zenitsu desvió la vista, Tanjiro la veía con culpa, y Nezuko y Kanao la veían como si quisieran llorar.
–Bueno… –Zenitsu carraspeó antes de hablar. –Yo si reprobaré matemáticas.
–Ni que lo digas. –Dijo la pelimorada antes de sentarse. Creía que era por eso las caras. Pero era ilógico que Mitsuri y Tanjiro hubieran reprobado, mientras que Nezuko y Kanao de seguro también presentaron exámenes, pero tampoco creía que pudieran reprobar uno. –Y a ustedes, ¿qué les pasa?
Silencio nuevamente. Ninguno quería hablar a pesar de saber que tarde o temprano deberían hacerlo.
–¡Lo siento, Shinobu!
Como de costumbre, fue Mitsuri la que a su muy particular manera rompió el silencio.
–¿Qué ocurre? –Cuestionó la joven aludida un poco asustada. –¿Chicos? –Regresó a ver a sus amigos puesto que Mitsuri ya no podía hablar por las lágrimas que le escurrían.
–Lo que pasa es que surgieron inconvenientes y sólo seremos tú y yo hoy. –Nezuko tomó las manos de Shinobu.
–El plan de inicio era salir los seis, comprar un pastel y todo. –Tanjiro apoyó a su hermana. –Pero la abuela de Mitsuri está enferma, a Zenitsu le acaban de informar que se reanudó el partido que habían suspendido, ya sabes que Kanao tiene una presentación y yo me quedaré a ayudarle al profesor Rengoku con las asesorías.
A Shinobu la noticia le cayó como balde de agua fría, pero lo supo disimular muy bien. Entendía que si sus amigos y hermana no pasaban con ella ese día era porque algo de primordial importancia acontecía.
–Entiendo, no se preocupen. –Los animó con una sonrisa.
–Sí. Shinobu y yo estaremos bien. –Confirmó Nezuko ocultando su pena por no poder ir al encuentro. De reojo vio como Zenitsu suspiraba pesadamente. Lo sentía, pero debía tener prioridades aún y cuando se tratase del chico que ama.
Shinobu no perdió detalle de las reacciones de Zenitsu y Nezuko. Ese par… ¿Por quién la tomarían? Como si pudiese olvidar lo importante que es la presencia de Nezuko en el primer encuentro. Mejor lo callaba, se le ocurría algo que podría ayudar a su ciego amigo a darse cuenta de sus sentimientos.
–Lo sentimos, Shinobu. –Gimoteo una disculpa Mitsuri.
–En serio. –Apoyo el rubio.
–Tranquilos todos. –Motivó a los jóvenes. –Nezuko y yo nos divertiremos por ustedes.
Sin embargo, eso no fue consuelo para ninguno de los cinco. Nezuko quería estar con su amor imposible, Zenitsu quería tener a su mejor amiga/amuleto de la suerte en su partido de apertura, Kanao odiaba dejar a su hermana sola en su cumpleaños, Tanjiro se sentía culpable y Mitsuri era la que peor se sentía por mentirles a sus mejores amigos.
Por su parte, la festejada tampoco se hallaba de las mil maravillas al darse cuenta de que, mal o bien acabaría festejando sola su cumpleaños. Pero no había nada que hacer, eran sus mejores amigos y lo valían.
El resto del día se fue un poco más rápido de lo normal para el especialmente decaído grupo de amigos. Finalmente, la campana que indicaba el final de las actividades diarias anunció a los estudiantes que era el momento de regresar a casa.
A diferencia de otras veces en las que los seis adolescentes tomaban el mismo camino a casa, esta vez sólo se concentraron en la puerta sabiendo que deben seguir caminos separados.
–Bueno, tengo que reunirme con el equipo. –Zenitsu fue el primero en hablar para despedirse de sus amigos. –Espero que tu abuela se mejore Mitsuri, mucha suerte con tu conferencia Kanao. Tanjiro, no te vayas a aburrir en historia, y que ustedes dos la pasen bien. –Dijo sinceramente.
–¡Esfuérzate Zenitsu! –Animó Shinobu. Después de todo hacerlo sufrir un poco estaba dentro de sus planes.
–Por supuesto, los pulverizaremos. –Afirmó el rubio.
–Suerte... –Susurró Nezuko al ver a su amigo marcharse. Él alzó el pulgar como respuesta positiva y sin más se marchó del lugar dejando a sus amigos.
–Yo también me voy. –Musitó bajito Mitsuri.
–Tranquila, Mitsuri. –Consoló Tanjiro. –Ve y cuida de tu abuela.
–Sí… claro. –Contestó la joven emprendiendo marcha. Sintiendo como sus pies repentinamente le pesaban al menos cuarenta kilogramos cada uno. –Adiós.
–Ciao. –Se despidió en italiano Shinobu ocultando su pena por la soledad a la que se tendría que afrontar en su cumpleaños.
–Shinobu. –Se acercó Kanao tímidamente a su hermana, se sentía terriblemente mal, jamás había estado ausente en un cumpleaños de su hermana. –Me tengo que ir, yo… Lo siento mucho, te prometo que trataré de llegar temprano a casa.
–Ánimo Kanao, harás un excelente trabajo. –Le animó. –Sabes que estoy orgullosa de lo que haces. –Le sonrió suavemente para tranquilizarla, solo quería ver a su hermanita triunfar.
–Shinobu, yo… Te prometo que después te lo pagaré. Sabes que no es mi intención faltar este día. –Habló con culpa Tanjiro.
–Espero que sea con un delicioso pastel de fresas. –Bromeó guiñándole un ojo a su amigo. –Ahora será mejor que se vayan, se hace tarde.
–Sí… Nezuko, cuida muy bien de Shinobu. –Dijo Tanjiro aun sin estar del todo tranquilo. –Kanao, hay que irnos. –Le habló a su amiga la cual inmediatamente lo empezó a seguir.
–Suerte… –Se despidió Shinobu.
–Vamos por un helado Shinobu.
Nezuko la sacó de sus pensamientos fingiendo entusiasmo. Que ingenua era la pequeña, como si no la conociera lo suficiente para saber que sólo por su cumpleaños no se fue corriendo tras Zenitsu.
A pesar de eso, debían tener paciencia, ambos.
–Si, vamos. –Respondió con otra sonrisa.
Después de todo, cuanto más se extraña, más se quiere.
El interior del coliseo dónde se realizaría el primer encuentro del año se sentía más caluroso que de costumbre. Los vestidores estaban vacíos puesto que todos sus compañeros de equipo se hallaban ya calentando para el esperado primer encuentro.
No mentiría asegurando que no siente nervios en esos momentos. Se sentía presionado porque sería su primer partido como capitán del equipo, y a eso le agregue el hecho de que era el primer encuentro de la temporada y como tal, los capitanes de los equipos rivales esperaban ansiosos intimidarlo.
–Ahora entiendo porque reprobaste la prueba de hoy.
Estaba tan estresado que por un momento se sobresaltó al no reconocer a la persona a la que le pertenecía aquella voz, pero luego se calmó. Lo que le faltaba, de seguro ahora tendría que soportar los sermones Giyuu por no haber pasado la prueba, y no se sentía con ánimo para hacerlo.
–Tonterías, esa prueba era una mierda. –Inmediatamente alzó sus defensas Zenitsu.
–Baja tus humos, enano. –Contestó el maestro. –Está bien estar nervioso en el primer encuentro del año.
–¡No estoy nervioso! –Gritó de muy mala manera. –Tú no sabes nada de mí como para venir a asegurar si estoy o no estoy nervioso. –Era cierto cuando dijo que no estaba de ánimo para soportar a su profesor.
–Sí. No sé nada. –Desafió Giyuu sorprendiéndolo. –Cuéntamelo.
Muchas cosas para un solo día, se desquitaría con el primer cristiano que le dirigiese la palabra, y que mala suerte para Giyuu.
–Hoy reprobé una estúpida prueba de matemáticas, un partido anulado sorpresivamente fue reanudado, y por desgracias de la vida nadie de nosotros pudo estar junto a Shinobu en un día tan importante como su cumpleaños. Sólo Nezuko estará con ella cuando debería estar aquí apoyándome para el partido.
Zenitsu cayó en cuenta de que había hablado de más y molesto se agachó a anudar sus agujetas para que su profesor no notase lo avergonzado que estaba.
–Ya veo…
A pesar de pretender ser autosuficiente, no dejaba de ser un niño. Ahora entendía porque era tan amigo de Kocho. Ambos pretendían ser fuertes y aunque lo eran, también tenían un gran corazón.
Sin querer, la imagen de aquella joven bulliciosa pasó por su mente. Era su cumpleaños, ya lo había escuchado de su propia boca de ella sin que se diera cuenta, pero ahora Zenitsu se lo confirmaba y al parecer lo pasaría únicamente en compañía de la pequeña Nezuko.
Al menos no lo pasaría sola.
–Espero no te moleste, pero presenciaré el encuentro. –Comentó Giyuu saliendo de los vestidores. –Buena suerte.
Zenitsu ladeo una sonrisa. Se había calmado un poco ahora que había exteriorizado la mierda de día que había tenido. No le gustaba que fuese Giyuu quien lo presenciara y luego lo tranquilizara, pero al menos ahora estaba lo suficientemente calmado para ir a calentar. Faltaba poco para que su gran partido comience.
El camino a casa se sentía más extenso de lo normal. Obanai Iguro no podría asegurar si era porque ese día había más chicas con las hormonas alborotadas que no dejaban de sacarle fotos o porque la temperatura era inexplicablemente alta.
–Soy una pésima persona…
No, nada de lo anteriormente mencionado tenía que ver con el camino a casa. Después de todo, era normal ser acosado por chicas de todas las edades y el calor aún no sobrepasaba los grados tolerables para él.
–Soy una pésima amiga…
Se vio obligado a girar su cabeza para ver a la persona que emitía esos molestos lamentos. Ahí estaba, con su cabeza contra el tubo del metro musitando cosas incoherentes sobre lo mala persona que era, la amistad y Shinobu Kocho.
Conclusión de la tarde: Mitsuri Kanroji era completamente bipolar.
Hace unas horas saltaba emocionada, luego fue a insultarlo y ordenarle y ahora estaba decaída y cabizbaja.
–La parada. –Fue lo único que dijo esperando que entendiera, lo que afortunadamente pasó.
Como si fuese un zombi, se paró detrás suyo y comenzó a seguirlo por inercia. Iba especialmente lento, era irritable. Por lo menos ya llegaban a su casa, abrió la puerta y saludó a su madre a la distancia.
–Apresúrate. –Ordenó con fuerza desde el pórtico de su casa.
–¡Cállate! ¡Tú tienes la culpa de todo! ¡Tú y sólo tú maldito Iguro!
Mitsuri explotó, harta de que además de sentirse la peor persona del universo ahora el señor perfecto le ordenara. Sorprendentemente impávido e inmutable.
–No me dijiste que traerías una amiga, hijo.
La sangre se le heló, avanzó un paso y pudo ver como en el portal de aquella módica casa una mujer asomaba las narices. Era bajita, avejentada, su cabello lacio y canoso apenas y mostraba lo que alguna vez fue una cabellera castaña. Su rostro demacrado se notaba cansado y… triste.
–No sabía que vendría acompañado. –Se justificó Obanai entrando a su casa.
–Bienvenida. –Saludó la señora Iguro haciendo una educada reverencia a la invitada.
–¡Buenas tardes, señora Iguro! –Exclamó imitando el gesto –¡Soy Kanroji, compañera de clases de Iguro, lamento haber venido sin avisar!
También por haber maldecido a su hijo en el portal de su casa y haber gritado. Por si fuera poco, había llegado sin avisar y con las manos vacías. Si su madre se enterara la regañaría fuertemente.
¿Por qué a ella?
–No te preocupes, estás en tu casa. –Contestó monótonamente la señora de la casa.
Mitsuri pudo apreciar que la mujer no sonreía ni hablaba amenamente. Seguro interrumpió algo importante con su presencia. Mierda.
–Prometo ser lo más breve posible para no incomodar. Sólo empezamos el proyecto para la beca y…
–¿Beca?
La joven de cabellos rosados miró interrogante a la mujer. ¿Acaso no sabía de la propuesta de beca que recibieron? La señora se giró a su hijo buscando respuestas, pero este nada más frunció el ceño y regresó a verla muy molesto.
–Hablas demasiado. –Farfulló molesto, tomándola bruscamente por el brazo y adentrándola a su casa. –Estaremos en mi habitación.
En menos de cinco segundos ya se encontraba dentro de una lúgubre recámara. Impecablemente ordenada y… perfecta.
–Qué bonita…
–No vuelvas a hablar si no se te ha pedido que lo hagas. –Obanai la interrumpió sumamente molesto. –¿Entendiste?
–No puedes callarme, tengo derecho de decir lo que pienso. –A ella nadie la callaba.
–Por supuesto que no puedo callarte. Créeme, el día que sepa cómo hacerlo será el mejor día de mi vida. –Dijo sinceramente. –Pero al menos mientras estés bajo mi techo, atente a mis reglas.
Eso no podía refutarle.
–Con esa forma de pensar no habrá mujer que te aguante. –Confesó con sinceridad.
–Lo dudo. Las mujeres normales suelen ser extremadamente superficiales y yo cumplo con todos los requisitos que buscan en un hombre.
–Pues, a mí no me atraen ese tipo de cosas. –Ella no perdería ante él.
–Por eso dije: mujeres normales.
Pero que hijo de…
–Ahora, –Prefirió hacer como si no hubiera escuchado nada. –terminemos lo más pronto posible. Tu presencia me molesta. –Aunque debe admitir que es la primera persona que le sostiene una riña verbal decente.
–Pues yo no muy a gusto precisamente. –Mitsuri no pudo evitar alzar la voz. –¡A mí también me irrita estar junto a alguien tan molesto, arrogante y odioso! –Empezaba a perder los estribos y a gritar. –¡Te o…!
No pudo terminar la frase puesto que se vio acorralada contra la pared y su mayor rival, con la mano de él cubriendo su boca para acallar sus gritos. Estaba tan cerca que podría apreciar más a gusto su perfección, su fragancia, hasta podía sentir su respiración chocando con su rostro.
Era muy guapo…
–Cá-lla-te. –Lo dijo por sílabas para que entendiese.
Lástima que fuese tan insoportable.
–Déjame. –Mitsuri se giró dispuesta a abrir la puerta de la alcoba, pero nuevamente la mano de Obanai se interpuso en su camino. No era violento, pero si era frío y con una tranquilidad que asusta a cualquiera. –Quiero ir al baño, Iguro.
El joven genio aflojó su agarre del delgado brazo de Mitsuri que lo miraba con su ceño fruncido.
–Al fondo a la izquierda. –Indicó más calmado.
Como si de la ubicación de un tesoro se tratase, Mitsuri salió de la alcoba de su energúmeno rival aun respirando agitadamente. Dios ¡cuán tonta se debió haberse visto en frente de él! Trató de quitar esa imagen de su cabeza vertiendo agua fría sobre su cara.
–Vamos Mitsuri, no viniste aquí a ser intimidada. –Habló con su reflejo. –Ahora ve y termina esto lo más pronto posible.
Con más confianza, la joven salió del baño dispuesta a poner de su parte y cooperar con el arrogante de Iguro. Al salir del servicio pudo ver como la madre del chico estaba cerca. Genial, seguro y la escuchó hablando sola. Debe pensar que su hijo tiene tratos con una lunática que le grita, insulta y además habla sola.
–Kaburamaru…
Fue lo que susurró la mujer con un portarretratos en sus manos, luego lo puso en su lugar y se fue, ni siquiera se dio cuenta de su presencia. Por inercia, Mitsuri caminó por el pasillo y llegó donde la mujer había estado hace unos momentos y observó las fotos de la estantería.
Había varias fotos y en la mayoría de ellas resaltaba la figura de un jovencito, de no más de ocho años según parecía. Era un niño con el cabello albino y ojos de un color rosa rojizo. Opuesto a lo que era Iguro.
–Oh… –Fue lo poco que pudo decir al darse cuenta de que en la foto central se ve a aquel joven junto a un pequeño niño haciendo burbujas de jabón. Que lindos se les veía, ambos sonreían felices.
Por curiosidad, giró el objeto y al hacerlo se sorprendió al ver lo que tenía escrito con letra clara y legible: "Kaburamaru, ocho años y Obanai, seis años"
¿Obanai? ¿Iguro? ¿En algún pasado lejano el genio malvado pudo sonreír sinceramente? Jamás se lo hubiera imaginado.
–Kanroji.
Se sobresaltó ante el llamado del joven que ya vestía casualmente y la miraba con superioridad.
–¿Es mucho para tu cerebro procesar un simple proceso de evacuación?
Arrogante como nadie que hubiera conocido.
–Es increíble ver que un niño tan lindo como este, -Señaló la foto. –diga cosas tan crueles a una dama.
El joven miró atentamente la foto, reconociéndose en ella y también reconociendo a la otra figura en el cuadro.
–Vamos, queremos terminar esto, ¿verdad? –Obanai habló sin un ápice de sentimiento en su voz.
El semblante de Obanai se ensombreció y, aunque luego se arrepentiría por pensar eso, por un momento pensó que se burlaría con el clásico comentario de que no había ninguna dama presente. Hubiera preferido su altanería de hace pocos segundos atrás a ver ese par de ojos tan sombríos y cargados de amargura y soledad. Sin decir más, Iguro entró a su recámara.
Por alguna extraña razón se sintió mal al verlo así. ¿Qué le había pasado para que dejara de sonreír como lo hacía en el retrato?
A todo esto ¿Quién es Kaburamaru?
Y ¿Por qué se preocupaba tanto?
Al parecer el día no estaba resultando tan nefasto como pareció en un principio. En la heladería les obsequiaron un helado extra por su cumpleaños, el mismo que vieron cuando pagó con su tarjeta de crédito.
Nezuko aún estaba a su lado, pero no era ella misma, le hacía falta algo o más específicamente alguien. Ese par se necesitaban uno a otro para estar bien y lo peor de todo es que el rubio no se daba cuenta de eso y Nezuko no quiera hacérselo notar.
–¿Pasa algo, Nezuko? –Cuestionó a su amiga. –Creí que desvivías por el helado de melocotón
–¿Ah? –La aludida se giró sorprendida. ¿Qué había dicho Shinobu?, ¡helado! –Sí, es mi favorito.
–Entonces, ¿por qué está a punto de derretirse?
Porque no es lo mismo comerlo sin Zenitsu pidiendo él de fresas y mezclándolo con el suyo. Pensó. Pero claro que no se lo diría a su amiga, seguro Shinobu se sentiría mal.
–Ya no hacen los helados como antes. –Si, fue una respuesta tonta, pero no podía pensar en nada que no fuese el partido Zenitsu, el primer partido que se perdería.
Shinobu bufó frustrada. ¿Acaso la creía tan débil?
–¿Cómo le estará yendo a Zenitsu en el partido? –Soltó inocentemente la pregunta al aire logrando el efecto deseado en la menor que derramó su helado sobre el uniforme.
Y si Nezuko estaba así, Zenitsu debía estar a punto de tener un ataque nervioso. Si en esas circunstancias no se da cuenta de cuán importante es la pequeña para él, se le empezarán a acabar las ideas.
–¿Qué tal si me cuentas en la noche? –Pidió Shinobu poniéndose de pie ante la sorpresa de su amiga. –Acabo de recordar que tengo una importante práctica en la piscina. No quiero llegar tarde. –Mintió, guiñándole un ojo a su amiga.
–Pero…
–Nezuko, tengo un motivo por el cual te mantuve conmigo tanto tiempo. –Explicó con aires de misterio. –Sólo confía en mí.
Quizás para muchos Shinobu era sólo una chica plástica. Sentía lástima de que no pudieran ver más allá de su belleza y dinero hasta llegar a ver la calidad de amiga que es.
–Gracias, Shinobu. –Nezuko imitó a su amiga y se puso de pie dispuesta a irse. No sin antes darle un fuerte abrazo.
–Dile a Zenitsu que me debe una grande. –Bromeó. –Ve, que, si no te apresuras, no llegarás a tiempo.
–Si.
Nezuko se giró para emprender su camino al coliseo y ella hizo lo propio direccionándose a la piscina.
–¡Espera, Shinobu!
La aludida giró para encontrar a su amiga corriendo hacía ella. ¿Qué pasaba?
–Toma. –Dijo entregándole un cuadrado obsequio cubierto con papel de regalo. –Es de parte de todos. ¡Feliz Cumpleaños! –Dijo lo último echándose a los brazos de Shinobu. –Y gracias.
Nezuko dio media vuelta y empezó a correr rápidamente con dirección al auditorio donde se desarrollaría el encuentro de Zenitsu. Si corría sin descanso, podría llegar con tres minutos de retraso y eso era lo que haría.
Tenía que llegar, tenía que verlo, que animarle.
Demostrarle cuanto lo amaba, aunque para eso tenga que vitorear su nombre en cada partido de su vida.
Gritos eufóricos se hacían escuchar cada vez que uno de los miembros de algún equipo encestaba. Eso no ayudaba nada a su nerviosismo.
–¡Monitsu, bola!
Inosuke gritó sacándolo de su ensueño y apenas pudo receptar el pase de su alero derecho. Las chicas de varios institutos gritaban como si de una estrella de música o cine se tratase.
–¡Ya te dije que dejes de llamarme así, Inosuke! –Se volteó molesto el rubio hacia su amigo haciendo que este le lanzara el siguiente balón en la cabeza.
–¡Para ti soy el grandioso Inosuke-sama! –Le gritó de regreso. –¡Ahora encesta o te mato maldito bastardo!
–Tsk… Maldito puerco. –Murmuró Zenitsu mientras hacía un pase provocando más gritos de sus fans.
Cállense, dejen de chillar. Eso quería decirles y no precisamente de buena manera, pero no podía, tenía que alzar la mano en señal de saludo y sonreírles a sus fanáticas. No por ellas, sino porque en el público se encontraban dos de sus tres grandes rivales esperando a que empiece a jugar y así notar sus defectos.
El idiota de Kaigaku de la preparatoria Norte y el endiabladamente rápido Aizetsu de la preparatoria Sur. Dos jugadores que al igual que él eran considerados prodigios en el deporte y de la misma manera fueron ascendidos a capitanes este año.
–Sabes que tienes que lanzar la pelota a la canasta, ¿verdad, Agatsuma?
–Creo que no hermano, al parecer el nuevo capitán de la preparatoria Oeste aún no asimila su puesto.
Claro, como podría olvidar ese par de inconfundibles voces.
–Kazuma, Kazuya. Que grata sorpresa saber que nuestro primer encuentro será contra ustedes. –Sarcasmo puro y vivo era lo que salía por su boca en esos momentos. Es que, ¿acaso la vida se había confabulado para que ese día todo saliera mal?
¡¿Por qué su primer encuentro tendría que ser con el dúo dorado de la preparatoria Osaka?! ¡¿Y por qué contra los gemelos Kazuma y Kazuya Yoshida precisamente?
–Estamos igual de sorprendidos y encantados ante la idea. –Correspondieron a la ironía del rubio los sincronizados hermanos.
–Y… ¿Quién quedó capitán? –Preguntó con altivez Zenitsu. –¿Acaso fue el lento de Kazuma o el descoordinado de Kazuya?
Tenía que burlarse, ellos eran enemigos y se habían percatado de su nerviosismo. Podrían sacar ventaja de su situación en el encuentro.
–Tú… –Uno de los gemelos dio un paso hacía él. De seguro era Kazuma, siempre había sido el más temperamental de los dos. Aunque cada que se metían con Kazuma, Kazuya se transformaba en otra persona y saltaba a la defensa.
¡¿Cómo mierda podría distinguir entre dos gemelos idénticos? ¡Él nunca tendría gemelos ¡Jamás! Ya que si los tuviese era probable que lo acabasen insultando cada que los confunda.
–Platiquen de la novela luego del encuentro, a practicar tiros jóvenes.
El entrenador del Osaka ordenó al par de castaños dirigirse a su mitad de la cancha dejándolo solo una vez más. Concentrándose para encestar. Si anotaba el primer triple en el calentamiento entonces nada malo sucedería y todas esas malas ideas se alejarían de su cabeza.
Sólo debía concentrarse y anotar, concentrarse y anotar, concentrarse y…
Inosuke solo veía como su amigo se distraía fácilmente. Era obvio que estaba así por la ausencia de Nezuko, pero después se burlaría de él, ya que pudo divisar una cabellera azul mal-recogida que fue fácil de identificar para él. Aoi había llegado y eso le hizo sacar una sonrisa socarrona.
–Veo que ya te sientes dispuesta para pagar la apuesta. –Le dijo burlonamente mientras la tomaba del brazo para llevarla donde Zenitsu.
–Déjame, yo puedo caminar sola. No es necesario que me escoltes. –Le dijo molesta.
Mientras tanto, Zenitsu pudo escuchar algo… ¿Una voz de mujer muy cerca de él? ¿Pero qué diablos…?
–Tengo que asegurarme de que no mentirás después.
Esa voz era…
–¿Inosuke? ¿Qué haces?
–¡Inosuke-sama! –Le corrigió.
De seguro Inosuke se había acercado para "desearle suerte" a su manera salvaje, pero… ¿Qué hacía esa "cosa" de pelo azul y vestida de monja en el partido? ¿Acaso se había enterado de los dibujos en el baño de hombres y venía a sacarlo del partido de las orejas? No pudo más que agarrárselas instintivamente.
–¿Qué hace ella aquí? –Inosuke le leyó la mente señalando a su acompañante. El sorprendido Zenitsu apenas y asintió. –La inspectora Kanzaki tiene algo que decirte.
–Agatsuma… –Aoi trataba de mil maneras posibles mantenerse serena delante del rubio que tanto fastidio le provocaba.
–Antes de que diga algo inspectora, tiene que saber que no fui yo el que escribió ese grafiti en el baño de hombres. El que piense que usted es un hombre disfrazado de mujer no quiere decir que sea tan idiota como para escribirlo, ¿no cree?
–¿Qué yo qué? –Aoi estaba sorprendida, procesando las palabras de su alumno. ¿Qué grafiti decía eso de ella? ¡Muchachos del demonio! –¡A-gat-su-ma!
–Viniste a decirle algo a Zenitsu, ¿verdad Aoi? –Si el enano seguía hablando, no le cabía duda de que correría sangre en esa cancha de baloncesto.
Maldito Hashibira y su estúpida apuesta.
–Bu-buena su-su-suerte A-Agatsuma. –Estaba segura de que su rostro estaba igual de rojo que un tomate y que estaba a punto de darle una colera no conforme con saber lo que piensan de ella.
–¿Eh? –Zenitsu estaba desconcertado. ¿Qué carajo acababa de ocurrir?
–Eso fue una porra. La apuesta consistía en un elogio, si mal no recuerdo. –Susurró Inosuke a su oído.
Mil veces maldito sea Inosuke Hashibira y su condenada y convenenciera buena memoria.
–Espero que juegue igual de… maravilloso como he escuchado que lo hace, señor Agatsuma. –Lo dijo a regañadientes. Esas eran por mucho, las palabras más difíciles que había dicho en su vida. Hubiera preferido tragar tierra antes, pero tenía que cumplir con el compromiso hecho.
–Muy bien, iremos a sentarnos para ver el partido, Monitsu. –Exclamó Inosuke notoriamente satisfecho por lo que acababa de presenciar. No sabía si se sentía así por el rubor de Aoi o por la cara de estupefacción de Zenitsu. Pero, sobre todo, al saber que lo tenía guardado en video gracias a su celular. – Ahora… ¡Juega bien o te arranco la cabeza! –Le gritó en forma de apoyo.
¿Qué acaba de ocurrir?
¿Acaso era un presagio de que todo seguía saliendo mal en ese día? ¿Podría Kanzaki estar al borde de la muerte y por ello está haciendo cosas que la hagan quedar bien con el de arriba? O peor, ¿será posible que sea un mensaje pre-apocalíptico de que el fin de los tiempos se avecina?
No pudo evitar girar y posar sus ojos dorados en sus dos profesores que caminaban a la vez que discutían sobre si la rígida inspectora se iba o se quedaba a ver el encuentro. Sí, seguro era un presagio del fin de los tiempos. Inosuke NUNCA le propondría a la inspectora Kanzaki que se quedase a ver el partido.
Definitivamente nada haría de ese día peor de lo que ya era.
–¡Agatsuma! ¡Agatsuma! ¡Agatsuma!
Ahora entiende porque no se debía tentar a la suerte. Había olvidado que aún no hacía sus tiros de calentamiento y sus fanáticas exigían que las deslumbrara, mientras sus rivales esperaban expectantes que cometiese un error.
–¡Agatsuma! ¡Agatsuma!
Ya estaba, tenía que hacerlo en ese momento, aunque las piernas le temblasen como gelatina. Inhaló, exhaló, boteó tres veces la pelota contra el suelo, dobló sus rodillas y alzó las manos esperando a que un milagro ocurriera.
Y así fue.
Su milagro personal entró por la puerta frente a él, envuelta con la clara luz del exterior, sudada y agitada, pero viéndolo a los ojos y sonriéndole de manera confortante. Era Nezuko.
Y causando ese efecto que sólo ella puede causar en él, lo tranquilizó a la distancia infundiéndole la confianza necesaria para soltar la pelota y hacer instantáneamente una anotación de tres puntos.
Nezuko alzó su mano y formó con sus dedos el símbolo de victoria, el mismo que él le devolvió en respuesta.
Justo luego de eso el árbitro pitó indicando a los jugadores que se acercaran al centro de la cancha. El partido estaba a punto de comenzar y él se sentía confiado de acabar con todos y hacer ciento cincuenta puntos que encantarán a sus fans, molestará a sus rivales y, sobre todo, presenciarán la mejor de sus temporadas.
Todo gracias a ella, a su querida, única y sin igual Nezuko.
En la cancha, Zenitsu era una persona totalmente diferente al enano arrogante que pretendía ser. Aunque admite que se llegó a preocupar porque cuando habló con él tras bambalinas lucía nervioso, tenso y asustado. Ahora, se veía seguro de sí mismo y muy entusiasmado por el encuentro.
¿Qué podría tener tanta influencia en Zenitsu para tranquilizarlo de esa manera? No lo sabía, pero lo agradecía ya que podría ver el partido a gusto como quiso desde un principio.
No pasaron más de treinta segundos para que el equipo del instituto hiciera su primer anotación, punto que vino de la mano de Zenitsu, claro está.
–Y pensar que una vez ese bastardo no podía dar más de dos regatees y caminar al mismo tiempo hace unos años.
La conocida voz lo sacó de sus cavilaciones. Alzó la mirada y se encontró con la mirada verde de su despreocupado mejor amigo. Se sonrieron en señal de saludo y el pelinegro corrió un espacio para dejar que Inosuke se sentase.
–¿Siempre has sido su entrenador? –Preguntó Tomioka consciente de la respuesta.
–¡Por supuesto! Estás hablando con el gran Inosuke-sama. –Se jactó orgulloso el peliazul cruzándose de brazos con una enorme sonrisa. –Y tú no sabes otra cosa más que estar debajo del agua. –Le dijo con burla.
–Recuerdo que una vez, en quinto semestre… –Memoró Giyuu los tiempos de antaño en preparatoria. –Mi equipo de baloncesto le ganó al tuyo en los campeonatos internos.
–¡Eso no cuenta! ¡Yo tenía un brazo roto! –Exclamó en su defensa el aludido.
–Y por jugar sin permiso te quebraste el otro. –Se burló Tomioka.
–Si mal no recuerdo, me hiciste mi tarea de matemáticas el mes que estuve manco.
–Era lo menos que podía hacer luego de verte llorar como una niña por el campeonato perdido.
Ambos hombres se miraron de soslayo con altivez y giraron pretendiendo estar ofendidos el uno con el otro.
–¿No creen que estén suficientemente grandecitos como para hacer ese tipo de peleas?
Una tercera voz, esta vez femenina, llamó la atención de ambos profesores que se voltearon a verla enseguida.
–¿Nezuko? –Preguntaron ambos al unísono.
–Hola. –Saludó. –¿Recordando viejos tiempos, "Inosuke-sama"? –Dijo eso último en broma.
–Tú no lo entiendes porque nunca has sentido la pasión del deporte correr por tus venas. –Reprochó Inosuke. –Y dices ser como mi hermana.
–Veo el baloncesto, ¿no? –Trató de defenderse la aludida.
–No, tú vienes a ver al animalejo ese. –Dijo señalando al rubio que jugaba en la cancha.
Pero Giyuu ni siquiera prestaba atención a la pequeña discusión que estaban empezando a tener Inosuke y Nezuko. Estaba muy concentrado tratando de deducir qué diablos hacía ella ahí cuando debería de estar festejando el cumpleaños de Kocho.
–¿Y por qué tardaste tanto en llegar, enana? Fue extraño no verte en primera fila apoyando a Monitsu. –Preguntó Inosuke.
–Hoy es el cumpleaños de Shinobu y estuve con ella. –Contestó apenada la joven.
¡Exacto! Entonces, ¿Por qué no estaba con Kocho?
–Nezuko, ¿dónde está Kocho? –Preguntó Tomioka tratando de sonar casual.
–Shinobu… –La castaña agachó la cabeza, parecía avergonzada. –Dijo que iría a practicar a la piscina.
Claro, cuando fue a informarles a las chicas que tenían el día libre ella no estaba. Aun así, miró su reloj, la práctica debió acabar hace media hora. ¿Por qué iría a sabiendas de que no se encontraría nadie ahí?
Se levantó bruscamente. Sólo había una respuesta para eso.
–¿Giyuu? –Preguntó Inosuke extrañado por la repentina reacción de su amigo.
–Acabo de recordar algo importante. Me envías un mensaje con el resultado. –Tenía que apresurarse, tenía que alcanzarla.
Súbitamente, una mano se posó sobre su hombro deteniendo su andar.
–¿Más importante que ver a uno de nuestros hermanos jugando? ¡Tienes que presenciar como yo pulí a ese enano!
Diablos, ¿acaso no podía haber sido más inoportuno el lapsus de brillantez de su amigo? Por supuesto que no quería irse en un partido de baloncesto, si incluso suspendió la práctica con el equipo de natación por ello. Pero por otro lado… La imagen de una solitaria Shinobu nadando en la piscina lo perturbaba.
–Si, así que no empieces a llorar. –Contestó seguro y emprendió marcha ignorando los gritos de su amigo.
El que Kocho se haya ido a practicar significa que ni siquiera los demás estaban con ella. Estaba sola y él sabe a la perfección cómo se siente pasar un cumpleaños solo. Por lo menos él puede decir que su padre trabajaba, pero ¿ella qué? Lo más seguro era que su madre esté en medio de una fiesta de té con su nuevo conjunto de Chanel mientras su padre se revuelca con su asistente y para ella, ni siquiera un "Feliz Cumpleaños".
Sin querer, había estado analizando los pasos de Kocho en el instituto. Sin lugar a duda, era por mucho la chica más deseada del mismo, pero a pesar de su popularidad, los únicos con los que hablaba, se juntaba y los que de seguro saben de su vida eran su hermana, Mitsuri, Tanjiro, Nezuko, Zenitsu… y él.
Las imágenes de su adolescencia, juntando amarguras, resentimientos y soledades año tras año se colaron en su memoria. Esos sentimientos estuvieron a punto de destruirlo y lo hubieran logrado de no ser porque Alice entró a su vida.
Pero Shinobu Kocho no tenía a nadie en esos momentos. No dejaría que la soledad la envolviera a ella también. Por muy malcriada y engreída que pueda ser en momentos, era un ser extremadamente vulnerable y sensible.
Una muñequita de cristal que él se había propuesto no sufriría lo mismo que él.
A través de las persianas de la habitación de Iguro, se podía apreciar como el sol empezaba a ponerse.
Mitsuri observó el color rojizo del atardecer con cierta preocupación. Estaba segura de que ese día no cenaba y no porque su madre no le fuera a guardar su porción, sino porque seguro y las vacas de sus hermanas se comían su cena sin ningún escrúpulo.
Como si las llamara con el pensamiento, su celular vibró indicándole que un mensaje había llegado. Era Sachi, preguntándole si ya estaba cerca porque cenarían pronto. No dudó en maldecir ya que, aunque saliese volando en ese momento a su casa, se tardaría cerca de cuarenta y cinco minutos. Dado que ese no era el caso y tendría que depender del transporte público y la hora pico, estaría en casa en una hora y media.
Resignada, contestó el tiempo calculado de su regreso y dos minutos más tarde Kaori le escribió burlándose del gran festín que se darían ese día y del que se perdería.
Menudas hermanas que tenía. ¿Por qué sus padres no pudieron tener a Keito y saltarse dos pasos para tenerla a ella? No, debían tener a Sachi y Kaori de por medio para amargar su existencia.
–Listo.
Iguro rompió el silencio complacido de ver lo mucho que avanzaron en un día, aunque, no sea de su agrado ni lo reconozca en varias ocasiones, las ideas de Kanroji eran útiles para el proyecto. A pesar de no ser algo que al no se le hubiera ocurrido.
Obanai alzó la vista para ver a su "compañera de equipo" que miraba a la ventana ensimismada. ¿Cómo podría existir una persona tan, tan despistada en el mundo? Se veía diferente a lo normalmente ruidosa que es. Estaba calmada, serena, observando el atardecer pacíficamente. ¿Se puede ser tan bipolar?
–Kanroji. –La llamó fuertemente, sacándola de su estado.
–¿Si? –Preguntó la joven como si nada
–Ya he acabado el prototipo inicial.
–¿Qué?, ¿enserio? ¡Genial! –No pudo evitar saltar de la emoción. –Me estoy muriendo de hambre y mis hermanas no hacen más que enviarme mensajes detallándome la cena que me perderé. –Comentó lo último fingiendo un falso llanto. –Que molesto tener hermanos mayores. Qué bueno que no los tienes.
–Se hará tarde, se preocuparán en tu casa. –Fue lo único que dijo, ignorando el comentario de su compañera.
–Si tienes razón. Con un poco de suerte llegaré a salvar mi postre de las garras de Sachi. –Bromeó recordando súbitamente la fotografía. –Por cierto, ¿quién es el niño de la foto? ¿Quién es Kaburamaru?
–Vete.
–¿Uh? –¿A qué venía eso?
Un par de fríos ojos la miraron sin un ápice de expresión o sentimiento. ¿Por qué? Observó sus puños, estaban blancos de la fuerza que ejercía al apretarlos.
–Que maleducado eres al correr a tu invitada. –Reprochó molesta, ¿hasta cuándo tendría que soportar sus cambios de personalidad? –Estoy segura de que sea quien sea el tal Kaburamaru, él sí debe ser un caballero.
En ese momento, el coraje ganó y la ira lo cegó. Se levantó del suelo y bruscamente la tomó del brazo para sacarla de su recámara.
–No vuelvas a mencionar ese nombre delante de mí nunca más. –Le advirtió furioso. –Ya conoces la salida.
Qué tonto había sido al pasársele por la mente que alguien tan subnormal como Kanroji pudiera llegar a ser pensante. Cuando la vio concentrada observando el atardecer a través de sus persianas parecía otra persona, por un momento…
¡Bah! ¡Tonterías!
Pero por un momento sintió curiosidad y ganas de saber, qué estaba pensando.
Sin embargo, hablar de Kaburamaru, no, peor que eso… Compararlo a él con Kaburamaru ¿cómo pudo?
–¿Cómo pudo ella darse cuenta de que él era mejor que yo sin siquiera conocerlo? –Musitó con rabia, golpeando la pared con su puño.
Eso él ya lo sabía y no necesitaba que alguien más se lo siguiera restregando en la cara, menos ella.
No entendía.
Por primera vez en sus cortos diecisiete años de vida había algo que no entendía. Y ese algo era:
El extraño comportamiento de Obanai Iguro.
Pero, por algún extraño motivo no se movía de ahí, justo donde él la había dejado. No sabía si era porque aún no reaccionaba al grosero acto de Iguro, o por no comprender por qué tanto resentimiento se cargó en sus ojos cuando mencionó el nombre del tal Kaburamaru.
¡Si hasta parecía que se querían mucho en esas fotos!
No, definitivamente no entendía a su energúmeno rival.
El coraje le ganó a la curiosidad y predominó en ella la indignación de haber sido empujada y prácticamente corrida de la casa de su némesis.
Por lo pronto, su revancha para la expulsada de su casa será cuando la madre del chico pregunte el porqué de su pronta ida y ella le dirá inocentemente que su hijito la echó casi a patadas. Sí, era de niños eso de acusarse con la mamá del otro, pero, si con eso lograba que le den un regaño a Iguro, con gusto lo haría.
El plan perfecto.
–Estoy en casa.
Escuchó como anunciaban desde la puerta de entrada. Era una voz masculina. ¿Será acaso el tal Kaburamaru? Tiene que saberlo.
–Querido. –Saludó la madre de Obanai acercándose a ayudarle con su portafolio. –¿Cómo te fue, hoy?
–Productivo. –Fue la simple y corta respuesta de quien, se daba cuenta, era el señor Iguro.
¿Productivo? ¿Qué clase de respuesta era esa? Cuando su padre llegaba a casa de trabajar y su madre preguntaba por su día, este le contestaba hasta de la última botella de agua que vendió. Mientras que el señor Iguro sólo contesta un simple "Productivo" y esto no parece incomodar a la mujer.
Ahora no cabía duda alguna. Con esa clase de padres, era normal que Iguro fuera tan retraído como lo era.
–Obanai, ¿ya volvió a casa? –Preguntó el hombre, al que al igual que a la señora se lo veía cansado y avejentado.
–Sí, y vino con una compañera. –Contestó algo preocupada.
–¿Compañera? –Cuestionó sorprendido el señor Iguro.
–Sí, una niña. De cabellos raros y muy suelta de lengua. –Relató a su marido.
¿Cabellos raros? ¡No tenían nada de raros!, eran… diferentes. Lo de suelta de lengua no podía discutirle, pero…
¡Mitsuri Kanroji, está mal espiar a las personas! Se reprendió cuando se dio cuenta de lo que hacía. Lo mejor sería interrumpir y despedirse adecuadamente. Sí, eso haría.
–La niña ha mencionado algo sobre una beca y encontré esto en la basura. –Comentó la mujer a su esposo.
Que conste que ella quiso irse, pero le entró curiosidad por saber cómo reaccionaban los padres del niño genio con tremenda noticia. Cuando les mostró a los suyos la notificación de la escuela empezaron a saltar, a brincar y a chillar eufóricos.
–Kaburamaru lo hubiera conseguido sólo y sin necesidad de concursar. –Fue lo único que dijo el hombre a manera de reproche.
Nada de orgullo, menos un ápice de felicidad. El señor Iguro dijo eso y pasó al comedor donde lo esperaba su cena. La madre, no dijo nada, no parecía afectada por la agria respuesta de su esposo. Y al igual que él, no mostraba emoción ni felicidad alguna.
–Después de todo, Obanai nunca será como su hermano.
¿Qué clase de familia era esa?
–¿Desea algo, señorita?
El señor Iguro la veía con reproche, como vería a cualquiera que espiara en su propia casa, con una mirada igual o más fría que la de su hijo.
–Lamento mucho lo ocurrido, no era mi intención. –Habló rápidamente inclinándose a manera de disculpa. –Se hace tarde, gracias por su hospitalidad. Buenas noches.
Caminó lo más rápido posible. No podía quedarse ahí con Obanai en su cuarto sin soportar su presencia y sus padres asesinándola con la mirada. Tomó sus zapatos de la percha y ni siquiera esperó a ponérselos dentro, salió de esa condenada casa echándose.
Y una vez fuera y a varias cuadras de distancia pudo gritar. Gritó como quiso hacerlo desde que puso un pie en la residencia Iguro. Al diablo las miradas de la gente a su alrededor, los susurros de madres pidiéndoles a sus hijos que no miren a la loca esquizofrénica.
¡Que padre tan...! ¡Que madre tan...! ¡Que…! ¡Que…!
–Qué asco de familia tienes, Iguro.
Si había algo que se le daba muy bien, era el saber coordinar a sus compañeros. A pesar de sentirse mal en un inicio por dejar a su hermana sola en su cumpleaños, por lo menos la presentación del club de arreglos florales había salido bien. Eso podría garantizarles una nueva inversión para el club.
–¡Kanao! –Ese grito la sacó de sus pensamientos reconociendo de inmediato al dueño de esa voz.
–Tanjiro. –Lo saludó sonriéndole amablemente. –¿Qué sucede?
–Vine a buscarte, he escuchado buenos comentarios sobre tu presentación del club. Dicen que es posible que les otorguen un donativo… ¡Mucha felicidades! –La felicitó con orgullo.
–No solo fui yo, después de todo también es el trabajo de todos los miembros. –Habló Kanao ligeramente sonrojada.
–Y eso es producto de tu liderazgo. –Le respondió guiñándole un ojo. –Ahora, ¿qué te parece si pasamos a ver cómo le va a Zenitsu? Tal vez termine pronto y así podemos ir a alcanzar a Shinobu y Nezuko para festejar su cumpleaños.
–Sí, me…
–¡Superior Tanjiro! –Se escuchó el grito de una voz chillona. Era una chica de primer año aproximándose a los dos amigos.
–Ah, hola Katsumi. –Saludó Tanjiro acercándose a la joven. –Kanao, te presento a Katsumi Suzuki. Katsumi, ella es Kanao Kocho.
–¡Un gusto, superior Kanao! –Se apresuró a hacer una reverencia hacia la aludida. Katsumi era una chica de cabello rubio corto, y ojos verdes que se podían apreciar a través de sus delicados lentes.
–El gusto es mío. –Saludó educadamente Kanao imitando la reverencia.
–Y bien ¿para qué me buscabas Katsumi? –Preguntó extrañado por su intervención. –¿El profesor Rengoku quiere de nuevo mi ayuda?
–No, esta vez la que quiere de su ayuda soy yo. Verá… –Un leve sonrojo se pudo apreciar en las mejillas de la menor, algo que no pasó desapercibido para Kanao. –Aún me cuesta aprender sobre la primera guerra mundial y… quería saber si usted…
–¿Si te puedo ayudar? –La ayudó a concluir Tanjiro recibiendo un asentimiento como respuesta. –¿Te parece si te veo mañana? Ahora tengo que…
–¡No! –Chilló la rubia. –Mañana tengo que salir y mi examen de historia es el lunes. En serio necesito de su ayuda. –Diciendo lo último con ojos de súplica.
–Pero… –Estaba preparado para rechazarla amablemente. Sin embargo, parecía que en cualquier momento se pondría a llorar. –Bien… –Suspiró resignado. –Kanao, ¿crees que podrías esperarme? –Habló Tanjiro volteando a ver a su amiga con pena.
–¡No hay tiempo para esto Tanjiro! –Se quejó Katsumi inflando sus mejillas en señal de enfado. –Andando que mi vida depende de ese examen. –Dijo por fin llevándose a arrastras al pelirrojo.
–O-oye, espera… ¡Kanao! ¿Podrías por favor...?
–No. –Contestó a secas Kanao. –Le prometí a Shinobu que llegaría pronto. Nos después. –Concluyó tratando de no sonar decepcionada. Aun así, no pudo ocultar su molestia. ¿Qué le pasaba a esa niña? A simple vista se notaba su falta de educación.
Trató de despejar sus pensamientos mientras se iba en dirección contraria a la de su amigo. Primero iría a ver cómo le iba a Zenitsu y después se iría. Lo más probable es que su rubio amigo estuviera teniendo un ataque de nervios por no tener a Nezuko con él.
Por otra parte, Katsumi sonreía de forma victoriosa al salirse con la suya. Así que esa era la hermanita de Shinobu Kocho, Kanao.
Cuando conoció a Tanjiro en las asesorías de historia había quedado enamorada de él. Tenía intenciones de acercársele para intentar conquistarlo, pero no le agradó verlo acompañado la mayor parte del tiempo por una amiga. La cual acababa de enterarse de que es la famosa Kanao Kocho.
Volteo para verla por última vez. La verdad es que no entendía por qué tanto alboroto por Kanao. Cuando indagó un poco más sobre ella, varias personas le confirmaron que era considerada una de las bellezas del colegio, sumándole que destacaba en ambos clubs a los que pertenecía. Pero para ella no era más que una simple mortal.
Estaba dispuesta a superarla y, por supuesto, será ella quien se quedará con Tanjiro.
El agua de la piscina era tan tranquila y calmada. A pesar de estar cargada con cloro, era el único lugar en el cual se sentía a gusto, haciendo lo que quería sola y sin sentir que necesita de alguien más para hacerlo.
Era la mejor en nado de su instituto y más de una vez fue campeona estatal y regional. Sin mencionar cuando llegó a los nacionales y… no vale la pena mencionarlo.
Vio la hora en su reloj de muñeca. Aún le quedaba tiempo para un par de vueltas más. Con un poco de impulso y suerte podría, incluso, mejorar su tiempo.
Pero no se iba a engañar, no tenía la suficiente motivación para romper marcas de ninguna índole, después de todo, aunque lo ocultara muy bien, el pasar su cumpleaños sola la desanimaba mucho.
Tomó aire y se sumergió en el agua. Otra de sus marcas era el hecho de aguantar la respiración más que muchos en la ciudad. Lo que más le gustaba del agua era la paz y tranquilidad que le ofrecía. Aunque no esté nadando, sentirla alrededor de su cuerpo en total calma y quietud le gradaba.
Solamente en el agua podía permitirse desahogarse y que lágrimas de frustración cayeran por sus mejillas puesto que se perdían con el agua.
¿Por qué a ella? ¿Qué había hecho ella en sus diecisiete años de vida para merecer esa vida tan sola? ¿Qué había hecho ella para que las personas sólo fueran amables delante de ella por su apellido? ¡Ella no había pedido ser una Kocho y maldecía mil veces serlo!
Desde que la persona que más amaba se había ido de su lado, su vida familiar se había vuelto un asco. Todo era mejor cuando Kanae aún estaba con ellas, todo era mucho mejor, no le importaba que vivieran con carencias, ella quería seguir siendo feliz.
Por otra parte, estaba su hermanita Kanao… Se sentía una pésima persona y consideraba que no era una excelente hermana mayor. Kanao merecía a una hermana mejor que no fuera ella, lo más seguro es que Kanae sí haría un gran trabajo en su lugar, por lo que hubiera preferido morir en lugar de su adorada hermana, a la cual nunca ha dejado de extrañar.
Ella no pidió ser una Kocho y si pudiera cambiar eso, lo haría sin pensarlo dos veces, ya que al escuchar Shinobu Kocho la gente ya creía conocerla, como pasó en secundaria. Eran amables con ella por su apellido, fingían estimarla y comprenderla para luego enterarse de la peor manera lo que decían entre ellos. "Kocho debe ser una creída, antipática, falsa, hipócrita. Pretende ser linda, aunque sólo es una niña rica, hija de papá". Y a pesar de decir todo eso de ella cuando la veían, la llenaban de elogios y se desvivían por complacerla.
Es irónico pensar que las únicas personas que le dijeron un "no", sean ahora sus mejores amigos. Como olvidarlo, cuando recién entró al instituto todo el mundo la idolatró por su belleza y su roce social. Podía hacer lo que quería sin miramientos o consideraciones y todo el mundo estaba de acuerdo con ella. A pesar de saber que todo eso eran amistades interesadas, un día quiso probarlo. Un día llegó con el cabello pintado de azul, ¡azul! Todo el mundo la elogió y muchas de ellas incluso hablaron de pintárselo igual ese mismo día.
Hasta que se topó con los tres amigos. A ninguno lo conocía, puesto que era el primer año y al parecer los tres llevaban siendo amigos de barrio. Por demostrar que no había nadie con un poco de personalidad en ese instituto, se acercó a ellos y les preguntó por su cabello. Nunca se imaginó lo que harían. Mitsuri y Zenitsu empezaron a reírse escandalosamente, sin parar siquiera para respirar. Fue Tanjiro quien un tanto avergonzado le confesó de la manera más educada que su color natural le quedaba mejor. Mitsuri luego de reírse le dijo que no necesitaba hacer eso para resaltar ya que de por sí lo hacía, y Zenitsu remató asegurándole que parecía emo.
De los mil quinientos estudiantes que había en el instituto, sólo ellos tres pudieron ser sinceros con ella y decirle lo que en realidad pensaban. Ella sabía que estaba horrible, esperaba que alguien más lo dijera y fueron esos tres desconocidos que desde ese momento se convirtieron en sus tres mejores amigos, un año después sumándose Nezuko junto con Kanao.
Ella y su hermana les abrieron su corazón a ellos. Poco a poco empezó a notar lo inteligente que era Mitsuri, lo atlético y enamorador de Zenitsu, lo bondadoso y responsable de Tanjiro y lo dulce que era Nezuko. Fueron los únicos que a pesar de saber lo desgraciada que era su vida de ella y Kanao, nunca las miraron con lástima, sino más bien procuraban animarlas siempre.
Incluso cuando Douma apareció en su vida para hacer con ella lo que le dio la gana.
Sus amigos, cómo los extraña… ¿Por qué tenía sueño?
–¡Kocho!
Fue lo único que escuchó al sentir como el agua se inquietó. Un momento después, ya estaba en los brazos de un preocupado Giyuu.
–¿Qué pasó? –Cuestionó una vez que se vio fuera del agua y el frío caló en su cuerpo que estaba cubierto únicamente por su bañador.
¿Qué pasó? ¡Acababa de sacarla del agua casi inconsciente!
–¡¿En qué diablos estabas pensando? ¿Qué pretendías? –Preguntó exasperado sacudiéndola por los hombros.
–Estaba sola y quise pensar un rato. –Aún no ordenaba bien sus pensamientos.
–¡¿Pensar boca abajo en el agua?! –Exclamó molesto.
Algo que ya empezaba a irritar a Shinobu.
–¿En dónde más si no? El agua es el único lugar donde puedo estar tranquila. –Lo enfrentó segura. –Donde puedo pensar con calma sobre el pésimo día que he tenido comenzando con su estúpida prueba de matemáticas.
–¡Podrías haber muerto!
–¡Cómo si a alguien le hubiera importado!
Se dio cuenta de lo que dijo y apartó la mirada avergonzada. Giyuu la miraba perplejo.
Esa pobre niña siente que no le importa a nadie. Y cómo culparla de pensar así si está sola en el día de su cumpleaños y que ni sus padres se acuerdan de ella.
Suspiró resignado y se alejó de ella a recoger la caja que había tirado cuando entró y la vio sumergida en el agua. Una vez que la tomó, se dirigió a ella y le hizo señas de que se sentara. En un principio no obedeció, pero luego accedió sentándose frente a él. Con cuidado destapó la caja, rogándoles a todos los santos que no se hubiera destruido con el golpe y lo escucharon, porque el pastel de chocolate con fresas estaba milagrosamente intacto ante el perplejo rostro de Shinobu.
–¿Qué significa esto? –Preguntó, incrédula y confundida
–Feliz Cumpleaños, Kocho. –Contestó a la par que prendía la vela del pastel.
Nunca hubiera esperado escuchar esas palabras salir de esos labios precisamente. No sabía que hacer o que decir, quería echarse a llorar, pero ni siquiera eso podía hacer de la sorpresa y la impresión.
–Gracias. –Fue lo único que pudo articular y lo que hizo sonreír a su profesor.
Era increíble ver como hace unos momentos se estaban gritando y ahora la chica estaba sorprendida y él sonriendo.
–¿Cómo supo que era mi cumpleaños?
–Fue casualidad. –Mintió observando como la chica alzaba una ceja incrédula. –Lo escuché por ahí y Zenitsu me lo confirmó.
–¿Cómo supo dónde encontrarme?
–Intuición. –Nuevamente la mirada de reproche. –Nezuko me lo dijo.
–¿Nezuko?
–Es una larga historia. ¿Por qué mejor no apaga las velas? –La joven hizo el ademán de hacerlo. –No olvides tus deseos. –Interrumpió.
Una vez que la vela se apagó, Shinobu se quedó callada observando el pastel, sin darle la cara a Giyuu.
–Lamento no haber traído un obsequio, dime, ¿qué quieres?
–Quiero dejar de ser una Kocho.
La respuesta le impactó, es decir, él sabía que la vida de Shinobu estaba lejos de ser una de ensueño. Pero, de ahí a llegar a no querer mantener su apellido era otra cosa. ¿Tan sola se sentía?
–No pensaba en suicidarme o algo por el estilo. –Aclaró avergonzada. –Puedo resistir mucho tiempo abajo del agua.
–Es bueno saberlo, me he asustado mucho al verte así. –Confesó Giyuu que estaba cubierto por una toalla al igual que ella.
–¿En serio?
Otra vez se formó un profundo silencio entre ellos, tan cerca y a la vez tan lejos. Shinobu recogió sus piernas y se abrazó a ellas. Odiaba verse y sentirse así, tan vulnerable delante de alguien sólo por haberla sorprendido con tremendo detalle.
–¿Qué ocurre? –Preguntó el profesor preocupado al ver su posición.
–Nada. –Shinobu se ruborizó. Tenía que pensar en una buena excusa. –Tengo frío.
Giyuu no pudo evitar enternecerse. Se acercó a ella y la cubrió con su toalla y se sentó a su lado también para darle más calor. No sabía porque, pero al estar cerca de Kocho se sentía tranquilo y de alguna forma, en paz.
–¿Por qué…? –No podía dejar de preguntar. –¿Por qué hizo esto?
–Porque me importas. –Confesó el docente regresado a ver a la joven que lo miraba con sorpresa. –Así que no vuelvas a decir que no le importas a nadie. Tienes a tu hermana y a tus amigos…
–Ellos estaban ocupados hoy… –Confesó sin poder ocultar un ápice de reproche en su voz.
–Pero me tienes a mí. –Explicó a su estudiante la cual lo seguía viendo anonadada.
¿Por qué tenía que ser así? ¿Por qué podía desarmarla de esa manera? ¿Dónde quedaban sus planes de conquista y seducción cuando él era así con ella?
¿Por qué tenía ese efecto en ella?
–Lamentablemente no puedo hacer nada para cambiar tu apellido. –Meditó por unos momentos.
–No, no puedes... Pero puedes hacer algo más. –Interrumpió Shinobu sorprendiéndolo.
–¿Y eso es…?
–Puedes llamarme Shinobu.
Soltó sin pensarlo siquiera. Lo único que tenía en mente era que, quería escucharlo decir su nombre. Sin pensar en lo que eso significaba, él seguía siendo su maestro y ella su estudiante, el romper las formalidades entre ellos estaba prohibido.
Pero, esa mirada cargada de esperanza… Era una que nunca había visto en el rostro de la joven.
La hacía ver muy tierna.
Sin embargo, esa expresión duró poco puesto que automáticamente Shinobu cayó en cuenta de que era imposible aquello que pedía y apartó la mirada nuevamente al pastel delante de ella.
Y era ese semblante el que le partía el corazón observar, tan decepcionada por no tener aquello que tanto quería. Ella era su estudiante y él un profesor, había leyes claras que impedían el trato familiar entre ellos.
–Ni modo. –Suspiró resignado colocando la palma de su mano sobre la cabecita de la joven. –Feliz cumpleaños, Shinobu.
Después de todo, las reglas estaban para romperlas de vez en cuando. Además, el que la llamara por su nombre no haría daño a nadie ni cambiaría su relación laboral por eso, ¿verdad?
Shinobu sintió su rostro arder de la vergüenza. El profesor Tomioka, ¿acababa de llamarla Shinobu? Sin saber porque, regreso a verlo y le regaló una gran, sincera y genuina sonrisa llena de alegría y felicidad.
Sonrisa que lo agarró con la guardia baja haciéndolo sonrojar inexplicablemente.
Haciéndole sentir que él puede darle todo ese afecto del cual ella carece.
Se inclinó aprovechando su posición y besó su frente con ternura.
Haciéndole sentir que… sería capaz de todo con tal de que esa sonrisa siguiera en el rostro de la joven.
Para siempre.
Próximo capítulo: Viernes 9 de agosto de 2024
