Podría decirse que México estaba desesperada. Austria no había contestado a ninguno de sus mensajes, ni devuelto alguna de sus llamadas. El joven se había vuelto imposible de localizar de la noche a la mañana. Nadie sabía darle razón de su inexplicable ausencia.
— Te lo juro, Mexikó —le asegura Hungría al otro lado de la línea—. Nadie ha oído hablar de él, ni le ha visto desde entonces. Anya está preocupada. Desde ese día no volvió a casa y nadie lo vio llegar al trabajo, ni a la escuela, ni a ninguno de los lugares que suele frecuentar. Creemos que algo pudo haberle pasado, porque nunca mencionó que tuviera planes de irse. Ya sabes cómo es, no se anda con caprichos o rabietas. Nunca nos dejaría así sin más.
México no tiene más que concordar con su interlocutora. Conoce a Austria lo suficientemente bien como para dudar de algo de lo dicho por ella. Es preocupante, él lleva días sin dar señales de vida por ningún lado. México nunca notó algo fuera de lo normal las últimas veces que se vieron, pero siempre tuvo la impresión de saber que algo no estaba bien con él. ¿Cómo explicarlo? Ella sólo lo intuía, por mucho que Austria le repitiera hasta el cansancio que no le ocurría algo. Claro, nunca entendió nada en concreto.
— Me tiene preocupada, Hungría. Cualquier novedad seguimos en contacto…
•
— Podríamos darle por muerto —recomienda Suiza de mala gana mientras prepara su bebida—. Parece que se lo haya tragado la tierra. Ese día vino a trabajar como de costumbre. Se fue a la hora de siempre. No parecía preocupado, ni alterado, tampoco dijo algo acerca de ausentarse. Me extrañaría de él que se haya marchado, es muy responsable y, ya sabes, no se mete en problemas. Ninguno de nuestros clientes comentó algo fuera de lo ordinario. Me sorprendió que su hermana apareciera al día siguiente preguntando por él, pero no comentó más. Luego no volvió, pero la policía ya vino a hacer lo suyo. Y ahora tú vienes preguntando por él. No creía que la situación fuera tan delicada.
México toma un sorbo del vaso que Suiza deja frente a ella sobre la barra. La música de fondo en la cafetería ni siquiera ha podido distraerla. Su mirada parece vacía. Tenía la esperanza de que alguno de sus compañeros de trabajo pudiera darle alguna pista del paradero de Austria.
— Es impropio de él —coincide en voz baja México tras un trago demasiado amargo.
— Nunca lo oí hablar de una novia, hasta pensé que él no era de ese estilo. ¿Estás ayudando a su familia? —indaga Suiza genuinamente curioso.
— No, Austria tiene sus prioridades —explica México con una débil sonrisa, no desea entrar en detalles acerca de su relación con el desaparecido—. Soy, o era, cercana a él y necesito sentirme útil. No hay avances en la investigación. Eso es todo.
— Lo has de querer mucho —insiste Suiza especulativo—. Ya era hora de que alguien se preocupara por él de esta manera.
— No te imaginas cuánto —se limita a responder ella.
•
— Bueno, digamos que todo aquí es tranquilo salvo en algunas ocasiones y con algunas personas —admite Liechtenstein con nerviosismo—. Nadie habla de esto a menudo, así que…
— Aquí siempre hay personas de cuidado —interviene Mónaco exasperada con la actitud de su compañero de clase—. Autriche no se metía en problemas, pero a veces es inevitable con cierto tipo de gente deambulando por aquí. Pologne la otra vez mencionó que A…
— ¡Estamos hablando de Austria! Eso es imposible. El tío es un santo. Dudo que estuviera liado con alguno de ellos —exclama España incrédulo—. Ha de ser otra cosa.
— Cualquier posibilidad cuenta, por improbable que sea —exige México, feliz de tener un nombre, o algo cercano a uno, para avanzar en sus pesquisas—. En estos momentos me aferraría a cualquier teoría por descabellada que fuera.
— Lo quieres mucho o estás desquiciada —observa Francia sin despegar la vista de sus uñas.
México frunce el ceño ofendida. ¿Qué clase de gente es esta que dice preocuparse por Austria pero no coopera con nada? Suficiente tiene con que Estados Unidos no haya querido ayudarle, no es su asunto, cierto, aunque bien podría echarle una mano junto a sus amigos. Brasil y el resto tampoco han querido ayudar, pese a que el primero ya la había secundado en alguna ocasión en la desaparición de una completa desconocida. Vaya solidaridad la suya. Está sola en esto y probablemente, como dice Francia, se está desquiciando.
— El Eje —ofrece Mónaco harta de la actitud del resto, mira a México con simpatía—. Si Autriche no tuvo un súbito ataque de rebeldía y si no sufrió algún accidente, lo más seguro es que el Eje esté involucrado. Es más, no me extrañaría. Habla con Pologne, ella podría darte muchos detalles.
El Eje. ¿En dónde ha escuchado ese nombre?
— Para mí que al fin se dejó conocer —comenta Países Bajos despreocupadamente, restándole importancia.
— Gracias por la información, Mónaco —México ignora la última intervención—. ¿Sabes dónde puedo encontrar a Polonia?
México se relaja visiblemente. Después de que Mónaco le ha dado algunas indicaciones, México, sin dar más rodeos, se aleja del grupo. Ella no podrá hacer la gran cosa, pero sabe a quién recurrir para trazar un plan. Sociedad de Naciones tendrá que escucharla esta vez. Sabe que recibir ayuda de ese engreído resultará prácticamente imposible, pero nada pierde con intentar. Quizá, solo quizá, en esta ocasión se digne jalar algunos hilos por ella. No pierde nada con intentarlo. Austria lo vale. Quiere que sacarlo de donde sea que se haya metido antes de que sea demasiado tarde. No tiene pruebas de eso, pero tampoco lo duda.
~•~
