— ¡Es una abominación! —el eco del puño estampado contra la mesa resonó en la sala—. ¡Etiopía también está en aprietos! ¿¡Van a quedarse de brazos cruzados!?
— Mexico —la Liga de las Naciones la mira severa —no podemos dejarnos llevar por la situación. Hay objetivos que priorizar…
— Sí, sí, claro. Italia y Alemania pueden hacer lo que quieran con Austria y Etiopía. Claro, no son puntos estratégicos... —México está fuera de sí.
— No discutiremos más, Mexican United States. Usted es un país neutro, recuerde eso.
México toma asiento de nuevo, comprendiendo que no logrará nada si insiste. Cuando la junta acaba, ella se apresura a salir de la sala de juntas. Estados Unidos le da alcance.
— Comprendo que hayas protestado por Ethiopia, Mexico. ¿Pero qué te ha llevado ha hablar por Austria? ¿No te odió con toda su alma por lo de Su Majestad Imperial? —lo último lo dice en son de mofa.
— Tú qué puedes saber —México le dedica una mirada amenazante a su vecina—. No pienso ayudarte, ni siquiera por esto. Que te quede claro.
— Vas a ayudarme, Mexico. ¿Acaso quieres que Japan te invada? ¿O es que quieres una tercera intervención? Por ahí dicen que la tercera es la vencida —Estados Unidos parece disfrutar de su cruel comentario.
— Te odio —acepta México—. Pero me odio más a mí por haberte hecho caso alguna vez.
Y se aleja lo más rápido que puede de un país del que jamás podrá alejarse.
•
— Miren lo que son las cosas —Alemania sonríe con satisfacción siniestra—. A Mexiko todavía le importas, Österreich. ¿No te resulta repugnante? Después de todo lo que te hizo, no me extraña que hayas arruinado tu relación con Ungarn. Después de eso, no puedes volver a confiar tan fácil.
Austria se limita a mirar a la nada. Para cualquiera no ha escuchado ni una palabra de lo que ha dicho Alemania. ¿Qué importa si una única nación protesta por él? Eso no va a sacarlo de su celda. Le gustaría decir que le es indiferente que sea México esa única nación, pero mentiría si lo afirmara. Después de la iniciativa de su General Díaz, puede que haya empezado a perdonarle. Incluso volver a verla con otros ojos. Finalmente, ninguno de ellos puede controlar a su gente. Desgraciadamente, en la realidad, es todo lo contrario.
— ¿Qué opinas, Polen? ¿Alguien que te importe ha protestado por ti, Liebling?
Polonia imita a Austria e ignora a Alemania. En el fondo siente algo de envidia por Austria. Alguien quiere redimirse con él. Hace tiempo que no le pasa eso a ella.
•
— ¿No son muchas plazas en tu honor? —comenta Colombia en cuanto se supo la noticia.
— De Filipinas lo entiendo —replica México—. Estuve por ahí sobrevolando su territorio aquí y allá. Cumplí misiones y pilotée como nunca antes lo había hecho, como no creo que vuelva a hacerlo. Le ayudé en algo. De los otros dos creo que es un agradecimiento exagerado. No hice más que protestar, oficialmente, pero eso no evitó nada.
— Eres modesta, Mex —observa Guatemala—. Protestar en ese momento era ponerte en la mira, evidenciar que no eres tan neutral, lo sabes. Alemania te quería de aliada. Protestar oficialmente podía resultarte contraproducente. ¿Cuántos ataques no has recibido sólo por quién es tu vecina?
— Varios, he de admitir.
— Deberías hacer algo al respecto —secunda Brasil—. Sobre todo con Austria. Con él si tienes historia, al contrario que con Etiopía. Una muy complicada, si pensamos en Filipinas.
— ¿Tú crees? —México suena indecisa.
La mirada que le dedican Costa Rica, Bolivia y Perú terminan por hacerla decidirse.
•
— Debería darte las gracias a mi vez, por el honor de que me has hecho objeto, pero no puedo más que reiterar que lo siento mucho. Me ha faltado el valor de decírtelo a la cara, así que estoy aquí enfrente de esta placa que...
México se siente estúpida haciendo esto, pero se ha acobardado en el último momento para hablar con Austria. Esto es lo mejor que se le ocurrió en su lugar.
— ¿Mexiko? —la voz interrumpe su monólogo—. ¿Por qué nadie me informó de tu visita?
México se incorpora de inmediato e intenta actuar con naturalidad.
— No quería imponerte mi presencia, pero creí que debía hacer algo al respecto —señala la placa que está en español y alemán declarando una misma cosa: su valor para protestar por el Anschluss.
— ¿Ya no te interesan tus reliquias familiares? —el rostro de Austria es imposible de leer.
— Sería desconsiderado de mi parte reclamar cualquier cosa en estos momentos. Además, aún atesoro algunos recuerdos tuyos. Eso te daría razones para reclamarlos y no podría... Espera. ¿¡Qué estaba a punto de decir!?
Austria ríe un poco ante su bochorno. El gesto dura poco, enseguida adopta un semblante serio.
— Me alegro de tan solo oírte decir eso, Mexiko —responde—. Eso te traerá de visita por aquí más seguido. No sé, quizá en el futuro, aceptes algo de mí para que yo también tenga razones para visitarte. Estoy pensando en un colegio. Aún no me decido.
— ¿Qué le hiciste a mi Austria, impostor? —acusa México alarmada.
— La pregunta es qué me has hecho tú que te estoy haciendo esta propuesta poco razonable y muy insensata —repone Austria.
— Tenemos un trato —responde México apresuradamente —. Si tu gobierno se niega a regresar cualquier cosa, el mío te acepta tu escuela o lo que sea.
— Eso me suena a visitas frecuentes —concuerda Austria satisfecho.
— Espero que no te arrepientas algún día —advierte México.
— Créeme, no volverás a ver esas cosas devuelta en tu territorio, Mexiko. Tienes mi palabra.
~•~
