Prompt cortesía de Es de Fanfics (FB)


Vater.

La oscuridad de la habitación sería absoluta si no fuera por el rayo de luz que se cuela entre las gruesas cortinas. La escasa iluminación permite ocultar parcialmente el caos que impera en el lugar.

Vater. ¿Estás despierto?

Aquí y allá hay restos de comida, botellas vacías y uno que otro artículo de periódico. Hay libretos enteros perdiéndose entre ropa sucia abandonada en el piso y colillas despachadas con descuido en los lugares más inaccesibles.

Vater. Necesito hablar contigo. Sal a desayunar, mejor dicho, a comer.

Los pocos muebles que todavía le pertenecen al ocupante de la habitación han perdido el brillo del barniz y hasta el color. Es imposible determinar el diseño original del papel tapiz que se desprende de las paredes. Todo se ha reducido a un monótono gris. Gris vacío, gris deprimente, gris que pronto pasará al color propio de los agujeros negros. Algún día ese gris absorberá todo, incluso al ocupante de la habitación. Y no quedará nada de lo que alguna vez fue, ni siquiera esto.

Vater. Ya levántate. Mira que hora ya es. ¿Estuviste tomando toda la noche otra vez?

El fuerte olor a cigarro combinado con el de otras sustancias de sospechosa procedencia y el característico del vómito impediría que cualquiera en su sano juicio entre a importunar al ocupante de la habitación. Es un repelente efectivo para la mayoría de las ocasiones, pero no es el caso. El dueño de esta voz jamás se dará por vencido. Quién sabe si eso es un alivio.

— ¡Esto es el colmo! Vater, si no sales en cinco minutos de ahí bañado y vestido decentemente, yo mismo me encargaré de…

El alivio certero es que esta voz y su dueño jamás serán absorbidos por este agujero negro. Quizá ambos sean lo único que quede al final, como testimonio incuestionable de la existencia lamentable de…

— Ya, ya te escuché, Sohn. ¿Por qué tanto alboroto?

El propietario de la voz no hace intento de entrar, pero toma la respuesta como permiso para, previa nariz tapada, hablar a través de la puerta ahora entreabierta.

— Tienes visitas, Vater —suelta sin más.

— ¿¡Qué!?

— Alguien ha venido a verte. Dice que ya se ha entrevistado contigo antes y que sólo desea saber cómo sigues. ¿Me perdí de algo?

Gehe zu Teufel

— Me lo imaginaba. Apúrate, Vater, le he invitado a pasar. Te esperamos en la sala.

La puerta se cierra y los pasos de su hijo se alejan hasta desaparecer escaleras abajo. Seguramente está dispuesto a entretener al misterioso visitante el tiempo que sea necesario para que baje. No hay modo de evitar el encuentro. Si este ocupante tarda o se niega a bajar, su hijo subirá por él nuevamente y no será tan amable como ahora. No hay mucho qué pensar al respecto: debe bajar. Por primera vez, en muchos años, la confusión no resulta reconfortante para el hombre que se ha incorporado de golpe en la cama. Algo distinto la causa y eso no le agrada.

La recién llegada sonríe desde su asiento en el sillón de la sala. Desde el sillón se puede observar con detenimiento y nitidez las distintas fotografías colgando de la pared. El joven, o el niño, que aparece sonriendo o posando en la mayoría de ellas no tiene ni remotamente algo que ver con el hombre con quien se topó hace algunos días en el bar. Sin embargo, ha visto tantas veces las cintas de sus películas, ha pasado tantas noches viendo series completas en las que aparece y ha revisado todos los proyectos que dejó inconclusos, que le resultaría imposible no identificarlo a simple vista, incluso si se encontrara con él en su peor aspecto.

En resumidas cuentas, ella podía autoproclamarse su fan #1 y muy pocos, o nadie, le pelearían el lugar. Es una lástima. Si no fuera porque su historia es del dominio público, diría que aquella vez que se lo encontró él estaba actuando para evitar tanto a fans como a paparazzis. Probablemente sí desee pasar desapercibido entre la multitud, pero por razones muy diferentes. El punto es que así de genial era... no, así de genial es su talento. Aquella vez ella pudo apreciar muchas cosas, entre ellas, que una pequeña llama sigue encendida en su interior. Algo en él sigue igual de vivo que antes. Ella está encantada. No puede desaprovechar la oportunidad de hablar con alguien que ya ha recorrido el camino que ella apenas empieza y…

— Me disculpo en nombre de mi padre, a veces no sé qué hacer con él. ¿Mexiko, verdad?

Ella niega con la cabeza.

— México, sí. No te preocupes, ah…

— Austria II —sonríe con diversión el joven que le ha abierto la puerta de su hogar y que le ha hecho el favor de permitirle hablar con su ídolo—. Llámame Austria-Hungría, es mejor así.

— Austria-Hungría, no te preocupes. Entiendo que tu padre esté... indispuesto. Debí de haberlo imaginado, aquella vez tampoco parecía muy dispuesto a entablar conversación, pero... Es difícil encontrar tiempo para mí últimamente y... Realmente quisiera oírle hablar de su trabajo.

— No creo que vayas a obtener algo. No es por ofender, pero dudo de tu interés. Nunca imaginé que alguien se interesaría por su trabajo después de tantos años, menos alguien como tú... Eres el fenómeno del momento.

Ella baja la cabeza un poco sonrojada.

— Sí, esto es ridículo —confiesa a media voz—. Crecí viendo sus películas y sus series. Aunque éramos muy jóvenes, era el favorito de muchas de mis compañeras de clase. Yo... Estudié teatro y actuación porque su trabajo me inspiró. En la escuela era un referente imprescindible. Fue desgarrador no volverle a ver en escena…

— Entiendo —el joven a su lado la mira con intensidad—. ¿Sabes? Eso mismo atrajo a mi madre, quien quiera que haya sido, eso o su fortuna, pero se encontró con un ser destrozado por la presión y las malas decisiones. Deudas, drogas, malas compañías y desorden terminaron, como a todos los demás, alejándola. Me lo traje a vivir conmigo después de que el último casero se hartara de él. No puedo garantizar que él te pueda servir de algo ahora.

— Me basta con saber que vive. Eso ya es algo —responde México sin saber muy bien qué pensar al respecto, sin poder identificar sus propios sentimientos y sus propias intenciones.

— Oh, creo que ya te recuerdo.

Él parece menos intoxicado de lo que ella lo encontró la primera vez. Eso es un alivio en muchos aspectos. Si la considera a ella una molestia, lo cual no es de dudar, es seguro que se lo hará saber de inmediato. Él está recargado en el marco de la puerta, mirándola fijamente.

— Es un placer volverlo a ver, señor, mi nombre es…

Mexiko, Estados Unidos Mexicanos —la interrumpe sin mucho tacto—. Nunca creí que te atreverías a venir a buscarme. En el bar tuviste suerte, pero esto es demasiado. Puedo demandarte. ¿Sabes que si los medios se enteran...?

— Harán un gran escándalo y probablemente me arruinen. Sí, lo sé, Austria —ella le devuelve el favor con igual brusquedad—. ¿O debería llamarte Imperio Austriaco? Tomé el riesgo. No volveré a importunarte. No traigo grabadora, ni pretendo sacar provecho de esto. Lo firmo si quieres. Sólo quiero hablar contigo, de tu trabajo, de tu experiencia. Después me iré y no volverás a saber más de lo inevitable de mí.

Él hace una mueca de asco. Por algo nunca ha entrado a la sala de estar de esta casa. Ya tiene bastante con su tortura diaria como para que alguien más lo ayude a volver. Lo que menos desea es regresar a esos recuerdos, a esos tiempos de antes... a sus tiempos de gloria... Al inicio del fin.

— Ridículo. Ahí tienes a Francia o a retirados mejor parados como España. Incluso Reino Unido te serviría mejor. Supongamos que accedo a tu estúpida petición, ¿qué querrías saber de mí después de todo lo que seguramente ya sabes?

Con eso él cree que pondrá fin a lo que tuvo que haber detenido en el bar.

— Todo.

— ¿Todo? —Austria no puede evitar delatar su sorpresa.

— Todo. Bien sabes que los medios nunca saben nada en concreto.

— Eso no les impide hablar —concede algo resignado al comprender a lo que México se refiere. Requiere de un cambio de táctica si desea deshacerse de ella cuanto antes—. Bien, te ayudaré. Si deseas consejos de experto, te puedo dar algunos. Tengo condiciones. No daré más detalles si no lo deseo y seré yo quien decida cuándo acaba esto.

— Me parece bien —responde México sonriendo de oreja a oreja.

Quizá él no esté perdido después de todo. Quizá, sólo quizá necesite de un pequeño incentivo para revivir, no como el actor que fue, sino como la persona que sigue siendo. Ella lo sabe. Él lo sabrá algún día.

— Me disculpo por la tardanza, Austria —le saluda nada más entrar.

No está molesto, se le hizo tarde para llegar temprano. A ese grado llega su interés en estos encuentros. Austria observa con detenimiento a la recién llegada, a la botella y a la caja que trae consigo entre las manos. Bajo su escrutinio, ella se deshace de todo su disfraz. Parte de su trato es que no se deje identificar por la prensa. A Austria desde el principio le fascinó verla pasar de ser la superficial y simple actriz que se presenta ante las cámaras a la muy interesante joven que ella es en realidad. Mas la presente transformación física no tiene rival. Pasar de una rubia deslavada a la morena despampanante que es, bueno, no es algo que se pueda ver todos los días. Lamenta que…

— No puedo imaginarte llegando tarde, México. ¿Celebramos un nuevo contrato?

Ella se ruboriza de inmediato. Él no podría decir desde cuándo se encuentra tan cómodo en su presencia. Según él, no tolera a nadie, pero con ella hasta la sonrisa le sale natural.

— No, nadie me ha llamado por ahora. Aunque no niego que quisiera que lo hagan, me agrada estar libre. Esto lo traje porque, ah... Supongo que después de esta última reunión no volveremos a vernos, así que traje algo para celebrar la ocasión. Es una lástima que Austria-Hungría no se encuentre disponible —escucha a su lado.

... estén llegando a su fin. Nunca supo cómo se había metido en esto, pero siempre sospechó que debía salir cuanto antes o no podría hacerlo nunca. No debería agradarle demasiado estar con ella, sin importar que es el primer ser humano no familiar con que se ha relacionado en años.

— De nuestra despedida —repite, algo no le agrada de eso—. Sí, mi hijo tenía pendientes urgentes por atender.

— Últimamente tiene muchos. ¿Al menos está durmiendo bien?

— Por supuesto.

Simplemente todo ocurrió gracias a aquella noche cuando, incapaz de soportar por un segundo más que su hijo le recriminara su sedentarismo, salió al bar más cercano a seguir con lo suyo. ¿Qué hacía ella ahí en ese lugar tan impropio de alguien como ella? Nunca lo sabrá. Con un buenas noches, señor Austria quedó bastante desconcertado como para rechazar su acercamiento. Todo por el simple hecho de que no esperaba que lo identificaran con tanta facilidad, mucho menos que quisieran aproximarse a él y hablarle. Hace tiempo que los medios perdieron el interés en él. Luego, fue esa manera en que se dirigió a él. Fue bastante formal, lo hizo sentirse viejo, y eso que no la aventaja por muchos años.

— Creí que ya nos llevábamos bien. Después de esto me iré y no volveré, como acordamos. ¿Es que no quiere despedirse de mí? —continúa ella algo desanimada y recordando la promesa solemne y genuina que le hizo al principio. Cuánto le gustaría a Austria decirle que se olvide de ella por completo—. Francia, España y Alemania no paran de preguntar si te he vuelto a ver. Sólo saben que te encontré en ese bar hace meses. He tenido que mentirles un poco, creo que será más fácil después de hoy.

Él hace una mueca de asco. Ella no parece tan contenta.

— Me parece que es una lástima, lo digo por ti. El trío de idiotas puede arreglárselas sin mí, lo lleva haciendo años—responde preparando los vasos para brindar—. ¿Qué voy a hacer sin ti?

La pregunta sale involuntariamente de su boca como si... ¿como si qué? La quería fuera de su vista hace meses y ahora... No puede visualizarse de vuelta a la rutina sin ella.

— Yo también te voy a extrañar, Austria —admite ella a media voz.

Su respuesta extrañamente lo tranquiliza.

— Espero que te hayas preparado para tus últimas preguntas, señorita. No me defraudes sólo porque... celebraremos nuestra separación.

Qué difícil decirlo. Siempre creyó que, después del incidente en el Club del Eje, había muerto en vida. No obstante, aquí está planteándose la posibilidad de querer hacer cosas, de que ella se quede, de que... Quizá él no estaba tan perdido después de todo. Quizá, sólo quizá necesitaba un pequeño incentivo para revivir, no como el actor que fue, sino como la persona que siguió siendo... que fue desde siempre…

— Tú lo sabías —la acusación la toma por sorpresa.

Una sonrisa traviesa asoma en sus labios. No le extraña entender perfectamente a qué se refiere. Tras la conversación que siempre sostienen en cada una de sus entrevistas, mismas que con el tiempo fueron evolucionando, al grado de abandonar el tono de estudiante empeñado-maestro gruñón, se encuentran brindando por un desenlace que a la misma México no le agradaría cumplir. Pero lo prometido es deuda. Ella siempre cumple su palabra.

— Siempre pensé que lo sabrías algún día, Austria. Lo vi en tus ojos aquella noche en el bar —replica con pasión, se encuentra algo achispada por el alcohol—. Y lo sigo viendo, te lo señalaría directamente, si pudiera. Ahora mismo tienes fuego en la mirada —se acerca a él como si pretendiera encontrar la manera de mostrárselo.

Lo que sigue la deja demasiado asombrada como para reaccionar. Austria, visiblemente intoxicado, la toma de la mano y la jala hacia él. Ella lo mira curiosa, demasiado confundida y ofuscada por el alcohol como para registrar lo atrevido de su acción.

— Lo has hecho desde entonces. No te ha importado un comino la posibilidad de que te arrastrara conmigo o, peor aún, que te quemara sin piedad conmigo en el infierno —observa con una expresión complacida.

México no rechaza la cercanía, tampoco sus palabras. Sólo le sonríe y le rodea a su vez con sus brazos. Esto es más de lo que imaginó desde un principio. España le había advertido de lo fácil que sería caer con Austria, pero a ella jamás le pasó por la cabeza involucrarse sentimentalmente con él. Lo único que ella deseaba era aprender del mejor. Nunca estuvo en sus planes obtener algo más, pero supone que su fascinación por su trabajo, y más tarde por su persona, le jugó una mala pasada. Finalmente, Austria le demostró que es un cascarrabias áspero y muy grosero, sin por ello no tener un lado amable, accesible, humano. Llegada a esta situación debe decidir si conserva un amigo o corta el lazo que tanto les ha costado establecer. Todo está en las manos de ambos. Austria ya ha decidido qué quiere.

— No creí que fuera necesario preocuparme —le confiesa de vuelta, con total honestidad—. No esperaba mucho de ti, pero ahora sé que podría gustarme el infierno del que hablas.

Ya no hay marcha atrás. Tampoco es que le importe demasiado.

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