Ser omega tiene sus desventajas, México lo sabe de sobra. Eres alguien sin los atributos exactos para imponerse físicamente y necesitas protección de un alfa. A cambio, eres la persona indicada para cuidar emocionalmente de otros y engendrar vida. Tiene sentido en muchos aspectos, pero casi nadie desea ser un Omega. Tener que cuidarte las espaldas cada vez que entras en celo es más que cansado, es peligroso. Eso te orilla a buscar un alfa desesperadamente, lo cual nunca es bueno. Peor aún es no tener un alfa cuando hueles tan bien, o quizá tan fuerte, que atraes a más de uno a la vez…
— Guate, aguanta un poco —México busca desesperadamente en su bolsa el frasco de supresores al tiempo que intenta seguir corriendo con su amiga a cuestas—. Sólo tenemos que correr un poco más y estaremos a salvo.
Guatemala no la escucha de tan perdida en su agonía como está. No se ha dado cuenta que ha sido prácticamente cargada hacia el parque más cercano en un intento por perder a sus perseguidores. Así que cuando encuentra el frasco de supresores, México no tiene más remedio que introducir a la fuerza la pastilla en la boca de Guatemala.
— Mex…
México la empuja a Guatemala al estanque en que confía podrá ganar un poco de tiempo y se lanza detrás de ella. Eso les quitará la mayor cantidad de feromonas que hayan podido liberar involuntariamente en la carrera. Guatemala termina por despertar y se apresura a nadar al otro lado del estanque en que México las ha metido.
— Gracias —completa mientras se escabullen entre los arbustos cercanos.
— Ni lo menciones, Guate. No te olvides de tu frasco y de tu conteo la próxima, por favor. No sé quienes eran esta vez, pero no quiero pasar por esto otro día —jadea México y echa un vistazo a sus alrededores.
Ambas omegas se apresuran a alejarse del lugar tan rápido como les es posible.
— Me haré el recordatorio en el teléfono —asegura Guatemala—. Ahora sé como Perú y Bolivia sobrevivieron tanto tiempo.
— Eres más cuidadosa que ellas, Guate, tenlo por seguro. Una vez casi me marcan por su culpa. Lo bueno es que ya tienen quien cargue con ellas —satisfecha de no ver perseguidores México se permite relajarse.
— Con razón sus alfas te tienen cariño, se las mantuviste libres mientras se animaban a dar el paso —bromea Guatemala haciendo una ultima revisión de sus alrededores—. Siempre viene bien tener un par de alfas dispuestos a ganarte tiempo, como ahora. ¿Te fijaste quiénes eran?
— No. Me atrevería a decir que eran Brasil y Colombia, quizá Estados Unidos. No lo sé. Sólo sé que eran cuatro idiotizados llenos de testosterona.
— Menos mal que no era alguien de fuera. Imagina que alguien de otra zona te marque, tendrías que abandonar todo lo que conoces.
— Tampoco es que aquí valgan mucho la pena los que quedan —observa México.
— Cierto —Guatemala hace un puchero—. ¿Vamos a comer en celebración de un día más de libertad?
— Haz el favor de indicar el camino. Estoy exhausta. Aunque antes me gustaría darme una ducha y cambiarme. Estamos empapadas.
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México sabe que algo no anda bien en cuanto entran al restaurante y la carga de tantas feromonas golpea su nariz.
— Extranjeros —escupe Guatemala con asco.
México se apresura a seguir la mirada de su amiga al tiempo que observa con desinterés la razón del ambiente tan cargado. Un quinteto de alfas y Estados Unidos han pedido una mesa en la zona más alejada del restaurante y nadie ha perdido la oportunidad de soltar su fragancia en toda su intensidad.
— Tus de-otra-zona han llegado, Guate —se limita a comentar.
— Podemos irnos y…
Guatemala no alcanza a terminar su propuesta porque una voz las interrumpe.
— Mex, Guate, por aquí hay espacio —la voz es de Bolivia, quien está sentada al otro extremo del establecimiento—. Me alegro de verlas enteras. Siguen atendiendo pese a la atracción principal.
Guatemala y México deciden que quizá no sea mala idea quedarse. Bolivia está acompañada y Guatemala lleva supresores surtiendo efecto en su organismo.
— Gracias, Boli —Guatemala toma asiento.
— Gracias a ustedes seguimos enteras —México mira en dirección a Chile y Argentina, quienes también se encuentran a la mesa.
— No fue nada, Mex. Cuentas con nosotros para hacerle frente a los desquiciados que no se controlan.
— Eres muy buena escapando, Mex —sonríe Chile—. Apuesto a que esos de ahí no serían problema para ti con la ventaja que te daríamos.
México agradece sus palabras, pero algo la sigue inquietando de los extranjeros.
— ¿Saben qué los trae por aquí? Dudo que sólo sea por ser alfas sin pareja. Huele hasta acá su soltería.
— Han venido por negocios con Estados Unidos. Ya sabes la fama que se carga el pibe, Mex. Él llegó todo sudado, desaliñado y muy frustrado —Argentina le guiña un ojo—. No le han dado completamente bola a nadie, pero se rumorea que perderían la cabeza como los pelotudos que las persiguieron hace rato.
— Se trata de Reino Unido, Francia, Alemania, Dinamarca y Austria —agrega Perú sumándose a la conversación—. Dinamarca ya le ha echado el ojo a Groenlandia. Francia está tanteando a Haití, Martinica, La Reunión y Guyana. Reino Unido le ha guiñado el ojo a Belice y a otras. Los que ni han pestañeado son Alemania y Austria.
— Menos mal —suspira Guatemala—. No tengo ganas de correr en un buen rato.
— Será mejor ignorarlos, no queremos llamar su atención innecesariamente —propone México sin saber que es demasiado tarde para eso.
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Esperar a Estados Unidos es inusual. El alfa suele ser alguien muy puntual que se toma sus asuntos en serio, así que su retraso es algo bastante extraño.
— Podemos aprovechar y pedir algo. Hay muchas omegas muy bonitas en esta zona —comenta Reino Unido con una sonrisa.
Alemania rueda los ojos fastidiado. Más aún cuando Francia manifiesta que coincide en el punto hecho. Austria sabe que a Alemania le molesta la actitud tan despreocupada y libertina de sus colegas, pero no queda mucho por hacer al respecto.
— No sé ustedes, pero comienza a apestar aquí —murmura Dinamarca—. Esperemos que Estados Unidos no tarde demasiado…
— Disculpen la demora, señores.
— Estados Unidos qué te ha ocurrido —hace notar Francia evidentemente complacido—. Ese aspecto sólo significa una cosa. A alguien se le escapó la liebre.
Austria puede notar la molestia del recién llegado. Francia ha dado en el clavo.
— Eso es nuevo —Alemania toma renovado interés en la conversación—. ¿Se podría saber quien te ha superado en astucia, dadas las circunstancias?
— Esa omega tuvo suerte. Dos alfas se nos atravesaron y su amiga es muy escurridiza. Ha ayudado a más de una omega a escapar —Austria y el resto se sorprenden ante su honestidad mezclada con irritación.
Nunca esperas que Estados Unidos admita su derrota, menos frente a sus socios. Esto es nuevo y algo escalofriante.
— My God, una entrometida y dos alfas contra uno de los nuestros —recalca Reino Unido—. No quisiera eso en mi vida.
Nadie comenta su curiosidad, ni lo horripilante que les resulta tal revelación. Austria permanece callado. Esa omega tiene mucha suerte realmente, pero su amiga, seguramente otra omega, es notable. Le gustaría conocerla…
— ¿Ocurre algo, Estados Unidos? —pregunta Dinamarca.
Todos se giran hacia donde el mencionado dirige una mirada de odio puro. Al otro lado del restaurante, cuatro omegas y dos alfas conversan tranquilamente. Afinando el olfato, es notorio quiénes son los enlazados.
— Nuestras fugitivas han venido a restregarnos su victoria en la cara —asume Alemania, no parece encantado.
— No huelen particularmente bien —observa Francia.
— No son demasiado bonitas —agrega Reino Unido.
— Son muy cálidas —comenta Dinamarca.
— Déjame a la entrometida y te ayudo a acorralar a la otra —propone Austria.
Estados Unidos lo mira detenidamente. Claro que va a negarse, tiene un orgullo que mantener.
— Tenemos un trato —le ofrece la mano a Austria, quien no duda en tomarla.
— ¿Cuándo empezamos?
— Dejemos que por hoy disfruten de su libertad —responde Estados Unidos con un brillo especial en la mirada.
— Hecho.
Austria dirige una última mirada a la mesa en donde el par de omegas conversa con sus amigos. Él sabe esperar.
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