Empezó a sospechar que algo andaba mal mucho antes de recibir la invitación, pero la alarma vino cuando comenzó a toser pétalos de dalia. Intentó de todo para olvidarlo. Quería reponerse antes de que fuera demasiado tarde, pero le resultó imposible curarse a sí mismo. Era una ingenuo y muy tonto de su parte, pero lo había intentado. Ahora que a los pétalos de dalia se le han unido algunos de cempoaxóchitl, reconoce que ahora debe tomar una decisión importante.
— Estás seguro, Mexiko —afirma más que inquiere Suiza—. El procedimiento es très effectif, pero deja secuelas irreparables.
México sabe a qué se está enfrentando. Ha tomado su decisión. Por eso está aquí. Ha sopesado sus posibilidades, los pros y los contras. No le asusta nada si eso lo va a sacar de su literal asfixia. Quiere vivir bien, al menos sano, a como dé lugar. Hay treinta y dos pequeños que aún necesitan de él. Y aún cuando no lo necesiten, no cree poder tolerar hacerles daño de alguna manera dejándose morir por una situación así. Nunca se perdonarían ser tan débil. Ni él, ni su padre, ni sus hermanos, ni sus pequeños lo harían.
— No vale la pena condenarse, arriesgarme valdrá más que eso. Nunca lo traté en persona. En sí no sé porqué este sentimiento —intenta explicar su decisión—. No es que sea un completo extraño, todo gracias a Brasil y Francia, pero... no tengo remedio y me han invitado a su boda. ¿Crees que no hay mejor ocasión para eso?
Hasta para él suena patético, pero Suiza no parece juzgarlo.
— Gut! Nada es para siempre, aunque esto sí. Ya te he explicado el proceso y las posibles secuelas. Los efectos secundarios son difíciles de predecir, mas no te veo como los peores casos. Eres valiente, Mexique, todo un guerrero. Berna, mi asistente, te ayudará a prepararte.
México permanece en silencio mientras se deja ordenar por la capital. Las dudas comienzan a asaltarle. ¿Sería preferible morir? ¿Afectaría demasiado no volver a experimentar alguna emoción o algo peor? ¿Qué podría ser peor? Pese a eso, no desiste. Ya ha tomado su decisión y prefiere no pensar más en eso.
•
Durante la recepción, Austria lo buscó con la mirada. No sabía mucho de él, pero sí lo sentía lo suficientemente cercano como para interesarse en su asistencia. Su aparente amistad había empezado con el pie izquierdo y nunca habían arreglado sus diferencias. Hasta Hungría, ahora su esposa, le había instado a buscar la reconciliación. Nunca se sabe cuándo una situación así puede escalar a algo peor, le había dicho y él coincidió con ella. Ésa era su oportunidad de hacer las paces, ya que no encontraba en él la fuerza para odiarlo. Pero, pese a sus esfuerzos, jamás pudo hablar con él y pronto constató que no podría hacerlo. Parecía una persona ocupada. Sólo permaneció el tiempo suficiente para no parecer grosero y se marchó. Alegó tener asuntos pendientes y se limitó a felicitarlos por su matrimonio de la manera más cordialmente fría que Austria jamás había recibido. Debió de haber captado la señal, pero lo dejó pasar. Ahora que vuelven a encontrarse, Austria puede constatar que algo va mal, realmente muy mal.
— ¡Eso es ser demasiado ruin! —le grita México apuntándole con un dedo más condenatorio que acusatorio, en su mirada hay un resentimiento añejo y profundo—. Te juro que si no me los devuelves…
— Venga, chaval, tampoco es para tanto. ¿Que no escuchas que es delicado? —interviene España antes de que México pueda completar su amenaza.
— No me hagas empezar contigo, Pa-dre. Contigo también tengo mis pendientes —espeta México sin suavizar su expresión.
España suspira con cansancio antes de pedir a Sonora apoyo. Austria observa a Sonora y Coahuila forcejear con México. Éste se resiste a ser sometido por un rato, hasta que es obligado a seguirles y finalmente es retirado de la escena. Austria queda intrigado, no comprende nada. ¿Es que unas reliquias familiares son así de importantes para él o hay algo más en esto que él no alcanza a comprender?
— Tras la operación no volvió a ser el mismo. Incluso sus hermanos a veces no saben qué hacer con él, imagínate a sus pobres críos. ¿Oíste de la bronca que le echó a Panamá? A que sí. No hablemos de sus amistades. Medio mundo lo encuentra intolerable —es la única respuesta que recibe Austria al preguntar por tanta agresividad—. Lo único que puedo decir es que doy gracias a Dios de que no resultó peor. Algunos, como mi hermano, terminan suicidándose tras ser curados, pero otros... han traído el caos tras ellos después de recibir tratamiento, ya viste cómo terminó el Tercer Reich…
— ¿Operación? ¿Estaba enfermo? —demanda Austria súbitamente alarmado, de repente siente la imperiosa e inexplicable necesidad de saber qué ha ocurrido. ¿Por qué nadie le previno? Habría sabido cómo comportarse de lo contrario—. Siempre lo vi muy saludable.
— Japón le diagnosticó Hanahaki hace algunos años —revela España apesadumbrado—. Ya sabes cómo avanza el mal.
— Si sigue vivo, recurrió a Suiza —conjetura Austria sin dudarlo—. Me contó que descubrió la cura.
— Nunca quiso decirnos quién fue el cojonudo que ni lo miró, pero... decidió no abandonarnos... ni a su gente, ni a nosotros. Así que... vamos a cuidarlo nos cueste lo que nos cueste —acepta indirectamente su interlocutor.
Austria observa el punto por el que México había sido arrastrado. Quien quiera que fuera el objeto de su amor debía de haber estado muy interesado en otra persona o cosa para no verlo ni apreciarlo. Eso le suena a algo demasiado triste, demasiado trágico.
— Si se trata de alguien como yo, que estoy por divorciarme, sería peor todavía —comenta sin pensar y a falta de algo mejor que decir agrega—. Cuenten conmigo, España. Yo también quiero ayudar.
Si no pudo hacer las paces con él cuando aún sentía, al ofrecer su apoyo, Austria espera poder apoyarlo ahora que se encuentra afectado para siempre. Se le ocurrió de repente que es lo mínimo que podía hacer ahora que parece odiarlo... odiarlo igual que a todos aquellos a los que algún día amó. La súbita revelación lo deja helado.
— Espero que sepas de qué hablas, Austria —escucha la advertencia aún afectado por su pequeño descubrimiento—. De ser así, te agradezco en nombre de toda mi familia.
Austria permanece sumergido en un silencio solemne. Por una extraña razón algo le dice que está reparando un error cometido hace tiempo, pero no llega a comprender si le corresponde o no admitir ese error como suyo. Se limita a prometerse que hará su mejor esfuerzo por permanecer lo más cerca posible de México. No importa que para eso deba atravesar el océano que los separa. Lo hará las veces que sea necesario. El resto lo entenderá con el tiempo.
— Él lo vale, España. Tu familia no me debe agradecer nada —declara—. Quiero servir de algo a un amigo.
Inadvertidamente esto también se lo promete a México, quiera éste o no aceptar su gesto.
~•~
