México arrugó el informe entre sus manos, incapaz de contener la ira que había surgido de tan solo leer lo que ponía. Quería ver el maldito papel arder, pero sabía que con eso probablemente sólo lograría activar la alarma contra incendios sin que su impotencia desapareciera ni un poco. Debía relajarse o cometería una estupidez. No era momento para darse un lujo de esos. No podía decir que no estaba al tanto de la situación. Sabía perfectamente que la empresa estaba al borde del colapso, mejor dicho, de la bancarrota. Había estado inquieto desde que lo supo, pero no se esperaba algo como esto. Había albergado la esperanza de tener tiempo y recursos suficientes para remediar la situación. Sin embargo, según la noticia que acabó por ponerlo frenético, eso estaba lejos de ser posible. Simplemente le habían fallado sus cálculos.
— No puedo creerlo. ¿Por qué nadie me avisó de esto, Ciudad de México? ¿Era necesario vender todas las acciones? ¿Qué ha dicho EUA de todo esto? Tengo una reunión con él programada para finales de esta semana —soltó de un tirón sin siquiera detenerse a tomar aire.
— Jefe, el consejo pasó por un mal momento y tomó esta difícil decisión. En su defensa, diré que era esto o la bancarrota. Lo conocen muy bien a usted como para saber qué opinaría, así que decidieron tomarse ciertas libertades. En cuanto a nuestro principal socio, el Señor Estados Unidos se encuentra de viaje. Tengo entendido, por su secretaria, que unos asuntos muy delicados le mantendrán fuera una temporada. No hemos podido contactarlo y no podíamos esperarlo. Su señor padre y los accionistas ya han convenido los términos en que la empresa pasará a formar parte de la nueva administración —le respondió su mano derecha sin asomo de preocupación.
México levantó una ceja a la espera de aquello que tanto su mano derecha como él sabían que no le agradaría escuchar ni en mil años.
— ¿Y se puede saber de qué va esta nueva administración? —terminó de explotar.
— Su padre consideró que ya tenía suficiente con sus problemas personales, Jefe —continuó su mano derecha sin parpadear ni inmutarse ante su pataleta—. Así que acordó una alianza, esperemos que temporal, con un corporativo de su extrema confianza. Él preferiría esto a tener que poner la empresa a la venta. Como bien sabe, hay más de uno a quien le interesa hacerse de esta…
— No hace falta decirme eso. Ese viejo sabe cómo hablar —le interrumpió México sin lograr calmarse—. ¿No es precisamente eso lo que han hecho? ¿Me quieren explicar por qué tenía que enterarme hasta que Francia decidiera dignarse a tomar en consideración mi existencia? Está dando órdenes como si fuera la única responsable. No veo la diferencia entre esto y haber vendido la empresa…
— No será la señora la que siempre estará pendiente de nuestra rama —aclaró Ciudad de México por fin dando señales de preocupación—. Por ahora ella es la única que está disponible, pronto mandarán a alguien más en su lugar. Todavía nos queda algo de libertad, Jefe.
— Claro, claro, por eso mi preciada superior me dice que viene en camino el nuevo Director General. Vaya, creo que estoy entendiendo mal —el comentario mordaz de México hizo que su mano derecha lo observara con preocupación.
— Jefe…
— Déjame solo, Ciu. No quiero ver a nadie por ahora. Necesito prepararme para no causar una guerra.
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— Debo admitir que hay muchas cosas qué arreglar, Autriche. Lamento dejarte esta tarea tan pesada, ma chérie, pero creo que eres la más adecuada para revivir ese sitio dejado de la mano de Dios. ¿Cómo te ha ido en tu primer mes?
Austria quiso entornar lo ojos, segura de que el gesto no le pasaría desapercibido a su tía desde el otro lado de la pantalla. Le hubiera alegrado bastante el día si hubiera podido disgustarla aunque fuera un poco.
— Agradezco el voto de confianza, Tante, pero pudo haberme prevenido de lo insoportable que resultaría tratar con el personal —replicó de inmediato visiblemente molesta, aunque su voz no la delatara.
— Oh, seguramente te refieres al hijo de Espagne. No te preocupes, ma chérie. El joven no será un problema. No tiene ni idea de lo que debería estar haciendo, así que tendrá que escucharte si desea recuperar su empresa —reconoció la mujer sin asomo de culpa y con una sonrisa en los labios.
Austria no pudo evitar pensar en lo fácil que le fue decir eso cuando no era ella la que tenía que enfrentar el problema en persona.
— Así lo parece. Han sido muy desconsiderados con él, Tante. No me extraña que me hubiera recibido de tan mala manera el primer día —levantó la mano a la altura de la pantalla para evitar interrupciones innecesarias—. Tras mucho insistir, su asesor de confianza logró que se entrevistara conmigo. Fue tortuoso, pero logré hacerme entender y él también me dijo unas cuantas cosas. Después de eso tardó una semana en dirigirme la palabra y le ha tomado casi el resto del mes tomar parte en cualquier cosa. Últimamente le ha dado por acompañarme a todas las juntas y movimientos importantes. Creo que pronto aprenderá lo suficiente para retomar su puesto y al fin yo podré volver a casa. Lo veo determinado a lograrlo y algo desesperado, pero respeto su dedicación.
— Sigue así, ma chérie, que no podemos dejar que se nos escape esta oportunidad —pidió Francia complacida.
Antes de que cortaran la comunicación, Austria pudo observar, sin comprender, que su tía pareció celebrar por algo que le alegró exageradamente.
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— ¿En qué estabas pensando, Mother? Sólo me doy la media vuelta unos días y todos comienzan a moverse. Sabes que tenía algunos activos en esa trasnacional y tú…
Francia escucha sin asomo de preocupación la queja de su hijo. Ni por asomo le inquieta la falta de respeto en la manera en que se dirige a ella. Están en la reunión de fin de año de la tan mentada empresa y pocos como ella saben qué anuncio sorpresa les espera al final.
— Han pasado unos años desde la última vez que te vi, mon cher fils. ¿Todo en orden? Me alegra verte sano. Tenías algunos pendientes preocupantes, si no mal recuerdo.
— Eso me faltaba. ¿Qué hiciste en mi ausencia, Mother?
— Propiciar un matrimonio, mon cher fils. Es mi pasatiempo preferido. Sabes que tu buen socio Mexique necesitaba sentar cabeza y dejarte en paz, a ti y a tus planes.
— Como si pudiera. ¿Quieres contarme cómo se las ha arreglado para conocer a alguien, Mother? Siempre fue un hombre ocupado —se burla su hijo con algo de desdén.
— Siempre puedo confiar en tu padre y en el viejo Espagne, fils —se limita a decir Francia.
Unas mesas más allá, México ha tomado el micrófono para empezar con su discurso de fin de año. A su lado izquierdo, su padre sonríe complacido y orgulloso. A su derecha, Austria luce radiante. Francia sonríe discretamente complacida. Si su hijo se fijara aunque sea un poco, notaría que la joven lleva en la mano izquierda una sortija. La misma que en alguna ocasión llevó la difunta madre de México en una reunión parecida.
— Deberías preguntarle a Mexique, mon cher, cómo conoció a su futura esposa. Quizá aprendas de él a confiar más en tu madre —agrega antes de alejarse.
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