La idea del Anschluss pertenece a

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— ... Estamos comprometidos en Anschluss.

Lo escucha y no lo cree. Ni siquiera le ha prestado atención a toda la palabrería del hombre. Sólo le importa su última afirmación. Da la impresión que no es la única que no tiene manera adecuada de reaccionar a tan inesperada nueva.

— ¡No pueden ir en serio!

La exclamación corta de tajo el silencio que pesaba en el salón. Alemania Nazi permanece imperturbable, con la inmensa sonrisa de satisfacción con que hizo el anuncio hace pocos minutos. Nadie se atreve a apoyar el anuncio, tampoco a rechazarlo. México se ofende de inmediato ante tal reacción tan indiferente, tan pasiva de la crema y nata de la sociedad de naciones a la que le ha tocado ingresar. No ha podido evitarlo. Nazi sólo tuvo que abrir la maldita boca para que ella considerara la situación ridícula, imposible. Guatemala y Colombia la miran algo escandalizados. No tiene que voltear a mirar a ninguno de sus primos para saber que todos ellos tienen una expresión parecida. No dirán nada, tampoco harán algo. Si ella se va a hundir, debe hacerlo sola.

Estamos comprometidos en Anschluss.

Las palabras aún resuenan en sus oídos como si las paredes del gran salón en que se encuentra hubieran guardado el sonido en caso de que alguien no se hubiera dado por enterado. Más bien, parece que el sonido fue amplificado y mejorado para una mejor apreciación de su significado. México quisiera vomitar. Estados Unidos le da un codazo disimuladamente, mientras URSS finge aclararse la garganta. México refunfuña contrariada mientras mira fijamente a Brasil. Ni siquiera cinco se han pronunciado esta vez en contra. ¿Qué diferencia hay entre Etiopía y Austria como para que esta vez nadie proteste? ¿Acaso es que la manera en que Etiopía fue tomada fue menos ceremoniosa, por no decir menos respetuosa? ¿Es porque los progenitores de los prometidos son muy cercanos? Porque padres no lo son, claro que no. ¿Quién estaría dispuesto a entregar las llaves de la libertad de su hija a un desquiciado como Nazi? Ciertamente, sólo los progenitores de Austria. ¡Maldita sea la hipocresía de todos! Todos son cómplices de este atropello. México mira con rabia mal disimulada a Francia, quien le lanza una mirada desaprobatoria. Sí, claro, su antigua institutriz se ha escandalizado. Ella no le enseñó eso, por supuesto que no lo hizo. Seguramente hablará seriamente con España después de esto. No le sorprendería que ahora la manden con Reino Unido esta vez para corregirse.

Estamos comprometidos en Anschluss.

No. México no está proyectándose en Austria. Su caso fue distinto. Fue fácil para ella rechazar la propuesta, un tanto indecorosa, de Imperio Alemán. Algo parecido fue con la de Alemania Nazi. Su querida amiga siempre ha sido muy sobreprotectora como para temer que la forzaran a algo así. Es cuando da gracias a Dios de que Estados Unidos sea una mujer y que haya algunos tabúes aún vigentes. Sólo puede forzarla a ser su mejor amiga, aunque no siempre es algo bueno. En todo caso, ahora lamenta no haber nacido hombre. México detiene su mirada en Austria con cierta impotencia. Se trata de su ahijada y amiga, de la nieta de la amiga de su madre. Más o menos son de la misma edad y su relación es demasiado extraña. Lo único que tiene bien claro es que son muy cercanas. Tan cercanas que a veces se pregunta si se puede decir que son amigas. Sean lo que sean. México sabe que Austria necesita todo el apoyo posible y es deprimente que sólo pueda ofrecerle esto. Austria parece entenderlo, basta ver sus ojos. Ella le devuelve una fugaz mirada llena de aplomo antes de volverse hacia Nazi y seguir en su papel de prometida ideal. Debió de haberlo supuesto, Austria sabe mejor que México cómo se gana este tipo de juegos.

Estamos comprometidos en Anschluss.

Pese a su inconformidad y desesperación, México sonríe. Ella es fuerte. Su Austria es fuerte. Y no la odia por lo que acaba de hacer. No importa qué diga el destino. No hay nada ni nadie que pueda distanciarlas. Ellas se tienen la una en la otra. México ya estaba dispuesta a soportar perderla de esta manera, la desgracia es que siempre pensó que sería por alguien decente. Más le vale a Nazi valorar lo que está tomando en este momento. México decide dar media vuelta. Reconoce una derrota cuando ve una. No tiene nada qué hacer aquí, al menos, no por ahora.

Esta vez sí me voy a la guerra, Austria, pero esta vez voy a volver. No es una promesa, es una certeza.

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