Hola!

Más de seis semanas sin publicar... ppfff con razón me sentía rara. Todo bien, solo he tenido un sueño horrible! He dormido demasiado y no me puedo concentrar el tiempo suficiente en un solo fic para terminar capítulos. Tengo pedacitos de todo. De verdad lo siento, me frustra a veces mucho. +

Mándenme ánimos! (onegai?)

Sí, ya sé... debería terminar el fic principal o Princesa. ¿Qué cual principal? La Chica del Apartamento 512. Este pequeño fic de cuatro capítulos es inmediatamente después de Callejera.

Este es mayormente domestic fluff.

Supongo que podemos hacer un pequeño recuento si no han leído el otro fic o ya tiene demasiado tiempo jaja

Catra ha pasado por diversos orfanatos y hogares de acogida desde que su madre falleció. Con doce años, prefiere vivir en la calle y pasar hambre que estar a resguardo y sufrir abusos. Una redada de la ciudad la atrapa y ahora está en custodia en un centro de lo familiar con clínica, recuperándose de algunas heridas mientras su Trabajadora Social asignada (Juliet) busca sus documentos perdidos en el sistema.

Los encuentra y descubre su edad, en el inter está interesada en que una pareja de esposas con pasado militar tomen el caso de Catra, y puedan acogerla porque en serio tiene un buen presentimiento con ellas y no quiere que la niña magicat regrese a las calles, ni que pase más tiempo dentro del Centro.

Al final, Mara acepta tomar el caso de Catra y la recibe en su casa.

Therian: Término genérico para designar a todas las personas de Etheria de raza no humanoide.

Esto tenía mucho tiempo guardado. Anyway, espero les agrade.


Capítulo I

PARKOUR


Juliet iba camino a la visita semanal número tres de uno de sus casos más significativos para ella, que los últimos meses le habían traído.

Llegó a la casa de las Grayskull antes de lo esperado, porque era parte de su protocolo. Tocó a la puerta y la señora Light le abrió, un poco sorprendida. La dejo pasar a la casa y una música suave de fondo sonaba. Catra estaba sentada en la mesa del comedor, dibujando. Su técnica empezaba a mejorar en trazos más suaves y fluidos. La miró cuando entró y sus orejas revolotearon.

—Por favor, tome asiento en donde quiera, señorita Knight —Hope seguía siendo tan formal. Con Mara era ya muy distinto, se hablaban con mucha familiaridad.

Alrededor de Catra había libros, cuadernos y diversos instrumentos geométricos. Todavía estaban ponderando si Catra podía ingresar a una escuela regular o la opción de continuar con la educación en casa era lo mejor. Mara llegó desde la cocina con ellas, con un delantal puesto y la cara un poco salpicada de harina, supuso Juliet.

No podía creer que aparentemente fuera Hope quien estaba estudiando con Catra.

—Hola, Juliet. Te esperábamos en un rato más. Disculpa el desastre, estoy preparando un pay de moras. Espero te puedas quedar a probarlo —la saludó la de trenza.

—Me encantará, gracias, Mara. ¿Cómo has estado, Catra?

—Bien, señorita Knight —poco a poco la gatita se abría más y también hablaba más.

—Eso me da mucho gusto. ¿Qué haces? —Juliet tomó asiento a su lado en la mesa del comedor y observó el dibujo que Catra estaba empezando de un unicornio, ésta abrió los brazos para que la trabajadora social pudiera ver mejor. —Es muy bonito. No te había visto dibujar caballos —dijo fingiendo.

—No es un caballo. Es un unicornio —Juliet y Mara compartieron una sonrisa cómplice cuando escucharon hablar con voz clara a Catra.

—Oh, tienes toda la razón. No vi el cuerno. ¿Te gustan los animales fantásticos? —siguió con la plática Juliet.

—No sé que son animales fantásticos —admitió la gatita con voz trémula.

—Son los animales de los cuentos: como los unicornios, los dragones, los pegasos —le respondió Juliet, y Catra tampoco estaba segura de lo que eran los pegasos, pero los dragones sí que los conocía.

—¿Y los dinosaurios? —Oh. Esta era una pregunta un poco más compleja, y a veces Juliet respondía muy técnicamente y sentía que no era del todo adecuado con los niños.

—No... Los dinosaurios existieron hace mucho, mucho tiempo. Los animales fantásticos son parte de las leyendas y los cuentos, alguien los imaginó y por eso son de fantasía —esperaba que eso estuviera bien.

—¿Yo puedo imaginar uno también?

—Sí. Puedes hacer tus propios animales de fantasía —dijo más segura Juliet. Sacó su celular y le mostró unas imágenes a Catra —mira, un unicornio es como el que tú tienes, y un pegaso es un caballo con alas, y si los juntas, tienes un alicornio. O mira, a alguien le gustó juntar a un lobo y un dragón, ¿Ves sus patas?—y Catra estaba emocionada.

Mara las seguía viendo un poco escondida detrás de la entrada a la cocina con una sonrisa enternecida colgando de sus mejillas. Los labios de Hope también estaban ligeramente fruncidos hacia arriba, no lo necesario para crear una sonrisa pero sí para volver más amigable su rostro serio.

Catra era excesivamente tranquila, podía pasarla jugando en un rincón todo el día. Sin hablar, sin pedir agua ni comida. Evitaba a toda costa acercarse a la pantalla plana, las computadoras y cualquier cosa del estilo. Juliet les había dicho que le gustaba mirar los dibujos animados con los otros niños, pero Catra en ningún momento les había preguntado si podía encenderla o ver algo en especial.

La segunda semana de su estancia con ellas, Mara debía salir a trabajar, y Hope tuvo una emergencia al otro lado de la ciudad para reparar unos servidores justo cuando Mara ya no estaba. Lo ponderaron, y como Catra no les había dado ningún problema, decidieron que no había peligro en dejarla sola unas horas. Además estaban las cámaras. Hope le explicó muy concisamente que tenía que irse un rato pero que volvería pronto a lo que Catra atendió con las orejas bajas.

El problema fue cuando se dieron cuenta que era uno de esos días que más valía no salir de la cama. Cuando Mara ya iba de regreso a la casa, el auto se malogró en medio del camino. Y Light Hope se dio cuenta que su cliente era idiota; no le dijeron la verdad, a alguien se le cayó el café sobre los servidores. No era algo que pudiera arreglar revisando la conexión. No sabía que tendría que llevar material para reponer el cableado quemado y los servidores tal cual. Lo que serían un par de horas se transformaron en casi seis.

Cuando por fin regresaron a casa y encontraron a Catra dormida, respiraron tranquilas. La despertaron para comer y después siguieron con las lecciones que se habían retrasado. El día parecía que iba a terminar bien. Hasta que revisaron las cámaras y vieron como Catra jugaba en su rincón habitual sobre la alfombra en el salón principal, y cómo llegaba la hora de la comida y lo único que hizo un par de veces fue ver el reloj de la pared. Aunque Mara se aseguraba de tener fruta y otros bocadillos a la mano. En el refrigerador había comida, pero conforme las horas se extendían, Catra solo se quedaba ahí, jugando o dibujando. Ya mucho más entrada la tarde, se levantó y fue con mucho cuidado hasta la cocina, y con todo sigilo tomó una fruta pequeña y las acomodó para que no se notara el hueco. Fue cuando subió a su cuarto y supusieron que se quedó dormida, porque Mara había sido firme en que no habría cámaras en la habitación.

No sabían cuánto tiempo le costaría confiar a Catra como para que se atreviera a tomar algo de la cocina.

Cuando se dieron cuenta que Catra tampoco las molestaba pidiendo nada, empezaron a cambiar la rutina para que tuviera otros estímulos, que le eran necesarios pero no demandaba. Cómo ver la televisión. ¿Era normal que un niño viera la televisión un rato, verdad? Mara vio caricaturas en su niñez. Seguía pensando que el programa sobre el robot y una cíclope, no era adecuado para niños, pero no quería privar a Catra de nada. Mara y Hope mismas no eran adeptas a ver mucha televisión ni películas, pero ahora dos o tres noches a la semana, se sentaban las tres a ver alguna película adecuada para una niña de doce años.

La gatita al principio era mucho más receptiva con Mara, será porque Hope tampoco sabía cómo tratar a los niños. Las dos se sentaban con ella para sus lecciones y comprobaron que Catra tenía un buen nivel de conocimientos. Poco a poco se empezaron a turnar, y al menos para las clases, Catra trabajaba muy bien con cualquiera de las dos, pero la única que podía hacerla leer en voz alta era Mara.

Las dos ya habían devorado cantidad de información sobre los magicats como para ser expertas. Y Mara encontró otra cosa sobre la cual preocuparse. Ella fue una niña muy bien portada, quieta y disciplinada porque eso era lo normal en su familia, con tanta carrera militar detrás. Así que no recordaba mucho salir a jugar, aunque sí le pareció extraño después de unos días lo callada y quieta que era Catra, más allá de bien portada. Fue Juliet la que tuvo que hacerle la observación en su segunda visita sobre que Catra, como todo niño, necesitaba actividad física, pero al ser una magicat necesitaba mucha más para un desarrollo integro que no degenerara en un individuo nervioso.

Mara y Hope iban al gimnasio porque una rutina de ejercicios era parte de su vida como militares, aunque ahora la habían cambiado a entrenamientos en casa, no consideraron que una rutina de ejercicio militar fuera a lo que Juliet se refería. Mara probó a llevar al parque más cercano a Catra, y se dio cuenta de dos cosas:

Que el lugar no era del todo incluyente y que Catra le siseó a cualquier niño que se le osara acercar. Tuvieron que irse antes de que tuvieran problemas con los otros padres que estaban ahí.

Cuando lo comentó con Juliet, le dijo del restaurante infantil a donde la había llevado, y por lo pronto, dos veces a la semana iban ahí, no por la comida inciertamente nutritiva o no, sino porque su área de juegos era fenomenal para todo tipo de infantes. Fue la primera vez que Mara se maravilló de las capacidades físicas de la gatita. Y que otra vez veía lo reprimida que era Catra, quien se la pasaba saltando y girando en las perchas y partes más altas que tenía el área de juegos. Aunque le seguía gruñendo a los niños, aquí tenía mucho más con que distraerse.

Recurriendo a los conocimientos que había adquirido remodelando la casa, en una semana de arduo trabajo, en el que involucró a Catra tanto como pudo, el pequeño cuarto de juegos se convirtió en un área donde Catra podía escalar, jugar con varias texturas en las paredes, columpiarse y esconderse en las partes altas donde Mara puso un material afelpado. Catra cada día se atrevía más y más a jugar ahí, segura de que eran lugares donde podía usar sus garras. Pero era una solución parcial.

Era excelente que tuviera en dónde jugar segura. Salir al jardín también la ayudaba y ese viejo roble era increíble para escalar. Pero tenía que aprender a tratar con otros niños.

Aunque Mara estaba algo confundida; recibieron a Catra el día de su cumpleaños y apenas tres días después fue Halloween, una noche muy especial para los niños, por lo que las dos mujeres no dudaron en conseguir el traje que casi tímidamente señaló la niña en la tienda. La pequeña magicat estuvo emocionada pero tranquila mientras recorrían las calles del viejo vecindario suburbano, no dio muestras de agresión a otros niños o ninguna animosidad.

—Les recomiendo buscar alguna escuela especializada o tratar de introducirla poco a poco en un ambiente donde tenga que interactuar con otros niños —le dijo Juliet a Mara una vez estaban solas en la biblioteca, con un café y una rebanada de pay. Hope estaba sentada en su escritorio, pero trabajando con sus audífonos puestos. La gatita había ido a jugar a su cuarto preferido.

—¿Alguna actividad grupal? ¿Un deporte? —preguntó Mara sin estar segura.

—Un deporte podría ser lo mejor. No tiene que ser en equipo… pero le daría más estructura sin duda.

—Hay un centro deportivo cerca. Revisaré lo que ofrece y podríamos revisarlo la siguiente semana.

—Será un placer, mientras veamos cómo se sigue adaptando.

Después de otras semanas más, el frío del otoño, todavía fresco más que propiamente frío, iba dando paso a árboles desnudos y vientos invernales. A Mara le costaba mucho trabajo todavía ver descalza a Catra, pero era parte de su naturaleza, muy pocos therians usaban algún tipo de calzado de manera regular. Sus pies estaban mucho más adaptados... o quizás simplemente no se habían vuelto tan suaves.


El cuarto de juegos, donde podía escalar y colgarse de cabeza si quería, era la cosa favorita de Catra en el mundo. La señora Mara era para ella al menos un misterio. No terminaba de entender. Estaba haciendo todo lo posible por portarse bien y estar callada, porque entendía que las dos señoras eran buenas, pero los adultos podían dejar de ser buenos cuando las cosas no eran como a ellos les gustaban. Y les gustaba el orden, el silencio y que los obedecieran.

Después de ese rasguño que le había hecho sin querer, siguió esperando, cauta, su castigo los siguientes días. Esperaba la falta de comida, algún grito, algo que le recordara su error. Uno que no quería cometer. Pero pasaron los días, y las semanas, y el corte estaba ya totalmente curado, solamente dejando una pequeña línea de piel ligeramente clara sobre el rostro amable de Mara. La gatita no recibió el castigo.

La señora Mara un día se fue temprano en el auto y Catra desayunó sola con Light Hope, el único ruido en la casa una música suave y bajita. Mientras Hope se ocupaba en la estufa, Catra la vigilaba desde atrás. Ella necesitaba el salero pero no quería dejar el fuego desatendido.

—Pásame la sal —pidió en voz baja. Levantando una sola oreja, Catra fue a la mesa del comedor, trajo el único salero que conocía de la casa, lo dejo cerca de Hope y volvió a retroceder.

Ninguna dijo otra cosa durante varios minutos, hasta que Hope tuvo una duda.

—¿Leche o jugo? —preguntó igual de suave la mujer rapada otra vez.

Catra, segura ya que podía abrir el refri, al menos mientras estuviera alguien, sacó el jugo y lo volvió a poner cerca de Hope, que se estiró para sacar dos vasos de la estantería alta y servir el jugo. Después sacó los platos extendidos para servir el desayuno rico en proteínas.

—¿Puedes llevar los vasos a la mesa?

Catra no asintió, solo los tomó con cuidado y puso uno frente a otro en los lugares que cada una siempre ocupaba. Mara usaba el lugar de la cabecera, Hope siempre se sentaba a su izquierda y Catra se sentaba a su derecha, por lo que quedaba frente a Hope.

—Solo faltan los cubiertos —dijo otra vez casi al aire.

Catra casi corrió a sacar las cucharas para comer y además una cucharita para el café de Hope, porque ya había visto que ella siempre se preparaba uno en la mañana con crema. La mujer le regaló una pequeña sonrisa a Catra cuando vio la cucharita. Después de eso las dos se sentaron a comer en silencio, pero Light Hope revisaba las noticias en su tableta y Catra solo se entretenía comiendo o jugando con sus pies colgantes, por lo que terminó antes que la otra pero aquella no se dio cuenta de inmediato.

—¿Quieres más?

La gatita solo negó con la cabeza.

—Puedes ir a jugar un rato, Catra.

Y sin que tuviera que decirle, la gatita se llevó sus trastes sucios al fregadero y en el mismo silencio, subió a su habitación. Así eran las interacciones entre ellas y a Light Hope le sorprendió descubrir que sentía un poco de diversión al convivir con la niña. Empezó a investigar sobre las mejores opciones de entretenimiento digital para niños de esa edad.


Catra siguió estudiando. A veces se aburría mucho, pero le habían enseñado a obedecer sin rechistar. Y las dos señoras, Mara y Hope, eran más amables de lo que Catra recordaba en su corta vida. Extraños sueños de unos brazos que la envolvían sin dolor llegaron a ella esas noches tibias de mantas fragantes y almohadas como nubes. Catra sabía que sí se portaba bien, podría alargar su estancia y evitar los castigos. Así que hacía lo que le pedían y se portaba lo mejor que podía.

Juliet la seguía visitando semanalmente y a veces Catra seguía sonriendo solo con ella. Ya no la llamaba diario, pero seguía siendo bastante seguido.

La señora Mara la llevó a comprar ropa; Catra había podido escoger mucho rojo y no tuvo que agujerear nada para su cola y hasta consiguió una gorra y un sombrero con adaptaciones para sus orejas. ¡Hasta un disfraz auténtico para Halloween!

Catra había tenido el mejor Halloween: un disfraz real de guerrera con espada y anduvo de la mano de Mara, recorriendo todas las calles aledañas del viejo vecindario. Tan emocionada por su disfraz y los dulces que ni siquiera se ocupaba del resto de los niños, tan llenos de azúcar y el ánimo de estar con sus amigos que tampoco prestaban atención a otra niña más de la mano de un adulto.

Mara y Hope no estaban muy seguras. El centro no tenía muchas opciones para niños fuera de los típicos equipos de netball, fútbol, voleibol, basquetbol y demás. Había un grupo de atletismo y otro de parkour, que aunque no estaban enfocados en niños, Catra ya tenía la edad mínima para poder participar. Mara se presentó a ver una de las clases y maravillada por lo que adolescentes y adultos de varias especies, incluso humanos, eran capaces de hacer con la instructora. Incluso había otro magicat, un joven adulto si la mujer de trenza estaba en lo correcto. Incluso lamentó que su rodilla no la dejara practicar debidamente.

Le presentó esa como cómo su opción favorita a Juliet pero también se respaldó con la información de los otros equipos. La trabajadora social estaba complacida, su trabajo sería mucho más sencillo si más padres de acogida se preocupasen la mitad de lo que lo hacía Mara.

—¿Sabes si hay más niños en esa actividad? —cuestionó Juliet viendo las notas de Mara.

—El instructor me comentó que hay otros dos de trece, Catra sería la más chica. Pero también hay otro magicat —respondió Mara con premura.

—¿Otro magicat? Sería muy bueno para Catra lograr convivir con alguien que entienda todo su lenguaje corporal…

Así que con el visto bueno de Juliet, Mara platicó con Catra.

—Hey, Catra —la llamó durante su descanso de la tarde, justo antes de la comida y la siesta. La magicat estaba en su cuarto de juegos, colgando de unos aros. Acudió obediente al llamado, poniéndose en una repisa a la altura visual de Mara, mirándola con esos ojos enormes de gato —Quiero preguntarte algo ¿podemos hablar? —la mujer trataba de ser lo más respetuosa.

La niña se sentó mejor en el mismo lugar y le asintió a Mara, agachando un poco las orejas.

—Te gusta mucho saltar y jugar aquí y en el restaurante, ¿Verdad? —Mara se acercó más, agarrando con la mano el borde de la repisa. Catra solo le asintió vivamente —¿No te gustaría jugar así en un parque y aprender más movimientos?

Un brillo curioso se instaló en los ojos desiguales. Tal vez era una buena señal.

—¿Mañana vamos a probar? Creo que te puede gustar.

—¿Vamos al parque? —preguntó la niña.

—A uno nuevo, más grande y diferente —Mara de verdad estaba tratando de venderlo lo mejor que podía.

—Bueno —dijo Catra todavía con las orejas plegadas.

—Okey, Catra. Si no te gusta, podemos probar con otro lugar —le sonrió. —Ven en cinco minutos para comer.

Eso último no era una pregunta, pero todavía sonaba como una invitación y las pequeñas orejas negras regresaron a una posición relajada y volvió a asentir. Era una de las cosas favoritas de la gatita, acerca de Mara y Hope. No la obligaban a hablar demasiado. Mara entendía sus gestos y la veía y la señora Hope era tan silenciosa que al principio la asustaba, pero ahora solo era más fácil estar con ella en silencio, hablaba con suavidad solo cuando de verdad necesitaba decir algo y Catra demostraba que la escuchaba haciendo lo pedido de inmediato. A este punto, era casi un juego, algo entre ellas dos.

Al siguiente día se presentaron en el centro deportivo y Catra no se separaba de Mara para nada, aunque eso significara también estar muy pegada de Hope.

—Tranquila, Catra. Mira, allá están los demás. ¿Te gusta? Se llama parkour y les enseñan a escalar y saltar —la mujer de trenza señaló con una sonrisa hacia el área con bancas, tubos, obstáculos, rampas y demás donde un grupo variopinto de personas estaban practicando diversas piruetas y acrobacias.

Catra vio hacia donde le señalaban con cierto recelo sentido. Ya veía su tutora que no estaba muy contenta con el "parque", porque habían tenido que ir en el auto y había mucho ruido. La clase de este horario era para avanzados pero era justo lo que Mara quería que viera. La gatita se mostró curiosa y avanzó más suelta al lado de sus tutoras.

Se les acercó una therian canida cuando entraron en el "espacio" del parkour. A Catra le gustaba su playera roja y el olor a sol y arcilla que desprendía.

—¡Hola! ¿Las puedo ayudar en algo? —sonrió amable pero con su poderosa mandíbula y Catra también sonrió un poco. Eso lo tomaron buena señal. —Soy Charlie.

—Buenas tardes, Charlie. Nos gustaría que Catra pudiera tomar la clase de prueba… o ver un poco cómo se divierten aquí —dijo Mara indicando hacía abajo, preocupada de estar obligando a la gatita.

—¿Así que te gustaría aprender a saltar así, pequeña? —las orejas de la niña se encogieron cuando Charlie se agachó para quedar a su altura, pero ella era buena con esas señales y los niños. —Disculpa, mi nombre es Charlie, ¿cuál es el tuyo? —le ofreció la mano. Seguro a la niña no le gustaba que le dijeran "pequeña".

—Catra —dijo tomando la mano con firmeza y sus orejas regresaron al frente. La cola parda se movía tranquilamente.

—Entonces, Catra, ¿te gusta saltar y escalar? También tenemos paredes para escalar —Charlie señaló unos metros más allá, a la sombra de grandes árboles, los muros para rappel y escalada libre.

Catra se emocionó más.

—¿Quieres ver más de cerca? —volvió a preguntar Charlie y se irguió ante la respuesta afirmativa. —Vamos entonces —le dijo a la niña pero con la mirada cuestionó a las adultas, que le animaron en silencio.

Mara se pondría a saltar si no fuera un mal día para su rodilla.

Charlie, que traía su identificación como instructora auxiliar, se adelantó con Catra hasta los espacios menos usados, seguidas de las tutoras. Después de unos minutos, Catra se quedó intentando escalar una de las paredes de principiantes, de no más de tres metros y con material acolchado en vez de suelo.

—Cuando hace buen clima como hoy, siempre practicamos afuera, pero dentro del Centro también hay instalaciones para los días lluviosos o con algo de nieve —explicó Charlie —¿Puedo… puedo preguntar si son sus madres o…?

—Sus tutoras legales… Catra es la primer niña que intentamos ayudar —ofreció Mara, sin estar segura del protocolo en estas situaciones.

—Debe ser complicado con una niña no humana —dijo Charlie algo seria pero sin perder la amabilidad.

—No entendemos todos sus gestos, sí. Por eso nos emocionamos cuando supimos que hay otro magicat aquí —siguió explicando Mara —además, Catra ya es una excelente escaladora —dijo destilando orgullo y la actitud de Charlie volvió a relajarse.

Las tres adultas volvieron a ver a la niña, que de hecho ya estaba en la parte más alta de la pared y estaba buscando cómo bajar, sin hacer caso de las salientes amarillas que Charlie le indicó eran precisamente las más fáciles.

—Los magicats suelen ser bastantes buenos por principio, pero Catra parece tener algo de experiencia —dijo algo impresionada la instructora.

Ninguna sabía que Catra tenía experiencia en lo que llamarían escalada urbana sin querer, pues era capaz de escalar edificios de todo tipo sin reparar en la altura. Poco más de dos meses atrás, parte de su rutina matutina incluía subir del piso donde estaba su viejo colchón hasta el techo del edificio de oficinas para poder tomar agua, por fuera.

Siguieron platicando y Catra acudió cuando la llamaron, contenta les aseguró que le gustaba. Charlie la incluyó en el resto de las actividades y Mara solo le pidió que pusiera atención y tuviera cuidado. Catra entendía que "poner atención" era obedecer y podía hacer eso perfectamente.

Las esposas se alejaron hasta unas bancas al borde de las pistas de obstáculos y miraron a Catra seguir el resto de la clase. Los saltos no eran nada complicados para la pequeña magicat y colgarse de las estructuras tubulares tampoco. Lo que empezó a complicarse fueron las alturas más grandes. Como ella era la más pequeña de los presentes, tuvo cuidado de no causar conflictos y cuando unas adolescentes fae quisieron acariciar su cola y ella les siseó, Charlie y otro therian intercedieron por ella.

Cuando la clase terminó, Charlie y los otros dos instructores presentes tuvieron el detalle de comentar de manera general que las colas, orejas, alas, antenas y cualquier otro apéndice corporal era parte del espacio personal privado y todos debían de respetarlo.

Las adolescentes se acercaron con las esposas y Catra al final de la clase y se inclinaron para hablarle a ella.

—Lo sentimos, pequeña. —Dijo la más baja del par y las orejas de Catra volvieron a plegarse en lo que Mara empezaba a clasificar como "disgusto molesto"—Eres adorable pero prometemos preguntar antes. Esperamos verte en otra clase —terminó.

—Saltas increíble —se despidió la otra fae.

—¿Fuera de eso, te gustó la clase, Catra? —le preguntó Mara un tanto nerviosa.

—Sí, pero no me gusta que me digan así.

—¿Pequeña? —Mara estaba intentando no reírse de lo tierna que Catra se veía con su puchero, pero hizo la nota mental de no volver a llamarla así. Unas horas después, se cuestionó por qué Catra no le había dicho eso cuando ella misma lo llegó a hacer.

—Humm —asintió Catra.

—Le podemos decir a los instructores —intervino Light Hope, queriendo ayudar.

Charlie volvió a acercarse con ella, tenía quince minutos antes de que iniciase la siguiente clase y quería que Catra se quedara.

—Si quieres seguir con las clases, serían dos veces a la semana.

Catra sí quería volver a tomar la clase y seguir escalando. Fueron a inscribirla debidamente y Catra llevaba en su puñito la credencial del Centro. Escuchó cuando Mara y Hope explicaron que a ella no le gustaba que le dijeran "pequeña" ni "Elizabeth". Y que era una niña increíble que aprendía muy rápido.

En la siguiente clase, la magicat empezó con los intermedios, pues ya había demostrado su capacidad y lo que le fallaba de técnica lo resolvía con maña. Los otros niños de trece eran un niño humano y una fauno. Entrenaban todos juntos en el mismo horario pero los instructores eran diferentes y les daban distintos ejercicios.

Hope y Mara notaron la diferencia de inmediato. El camino en auto de regreso la primera vez, Catra apenas se podía quedar quieta en el asiento de atrás y pidió permiso para seguir jugando en su cuarto de escalada. Mara se dio cuenta que tendría que hacer más reformas a la casa si quería seguirle el paso a la gatita. No sería muy complicado reacondicionar algunas paredes. Y en el viaje al centro dos días después no tuvieron que convencer a Catra, a la primer llamada acudió entusiasmada.


N.A.

Espero que les haya gustado! Cualquier comentario, kudo o favorite es agradecido uwu

¡Pero qué difícil me es escribir niños!

Nos vemos pronto en algún otro fic.