Hola!
Les traigo el segundo cap de esta pequeña parte de la historia de nuestra gerente favorita!
Prometo que ya me puse a trabajar en la continuación de La Chica y bueno, a lo mucho serían otros dos capítulos para cerrar esa parte.
Capítulo II
"Confort"
El magicat sí era un macho jovén de veinte años, descubrieron a la tercer clase. Charlie tuvo el detalle de presentarlo a Mara.
—Soy Duncan, un placer —dijo con su voz grave y baja, como un gruñido contenido.
—Hola, el placer es todo mío. Disculpa por molestarte durante tu clase. Realmente agradezco que accedas a hablar con una desconocida —se presentó Mara ante el magicat.
—Charlie no suele interceder así por nadie —explicó con sencillez el felino.
Por suerte, parecía que Catra estaba bastante concentrada en lograr los nuevos saltos que les estaban enseñando para reparar en la plática.
—Me aseguraré de agradecerle a ella también. Eh, Duncan… mi esposa y yo entramos en un programa de acogida y Catra —dijo señalando hacia la pequeña, el magicat de pelaje gris uniforme siguió la indicación y la vio —es la primera a quién recibimos. La verdad es que su expediente es bastante complicado, pero es una niña maravillosa y queremos ayudarla todo lo que podamos.
La expresión amable pero desinteresada del magicat se tornó seria y su mirada atenta no se despegó de la mujer morena.
—Me gustaría… platicar contigo alguna vez, si es posible, para entender mejor lo que necesita Catra. La trajimos aquí porque necesita socializar mejor con niños y nos pareció un buen punto medio.
—¿Es agresiva? —preguntó todavía con la cara seria.
—No con los adultos… pero con otros niños suele ponerse a la defensiva.
—Tal vez solo es así como somos nosotros —dijo el magicat y Mara enrojeció un poco.
—Yo… hemos investigado un poco y creo que los magicats son reservados pero no agresivos.
Duncan no dejó de verla y Mara se sintió juzgada pero no en un mal modo. Solo era… pesado. Al final el magicat agitó la cola y su expresión se suavizó un poco.
—Creo que podríamos pláticar alguna vez —dijo centrando otra vez la mirada en Catra, que se mantenía alejada de la fila principal de los otros participantes, esperando por su turno de realizar la pirueta sobre la estructura tubular.
—En cualquier oportunidad que tengas.
Y fue así como Mara tuvo varias pláticas con Duncan, para la segunda salida a comer, el magicat ya se mostraba mucho más amigable y para una tercera ocasión, llevó a una invitada.
—Ella es Karina, mi madre —el orgullo se sentía en la voz de Duncan y Mara sonrió encantada.
La magicat de pelaje gris claro y rayas oscuras empezaba a encanecer y en sus ojos amarillentos Mara sintió la buena voluntad de la mujer.
—Espero que no te moleste la libertad que me tomé de acompañar a mi hijo.
—Por favor, es un gusto conocer a la madre de Duncan. Nos ha ayudado mucho a mí y a mi esposa a entender mejor a Catra.
—Él me ha platicado un poco de la situación. Es toda una responsabilidad la que ustedes han tomado —dijo Karina impresionada y gentil.
La plática siguió durante un par de horas y Duncan debía ir a sus clases, por lo que las dos mujeres se quedaron solas en la cafetería. Mara contó de su experiencia de vida ante la insistencia de Karina y cómo Juliet les pidió el favor de tomar el caso de Catra, aludiendo a su situación relativamente privilegiada.
—Una vez que la conocimos, no la podíamos dejar sola —dijo Mara tomando su taza entre las dos manos.
—Esa pobre niña ha tenido una vida difícil, pero puedo ver que se preocupan sinceramente por ella —con sus 56 años, Karina creía saber algo de la vida y juzgar a las personas adecuadamente.
Ante la curiosa anécdota que le contase su hijo, Karina tuvo interés en que alguien no estuviera investigando por malas razones. Quizás los therians en conjunto eran casi la mitad de la población general, pero en sus subgrupos eran minorías y era difícil lograr una equidad real para todos. Pero ahora su instinto personal y maternal le decían que no era el caso y ese par de humanas solamente estaban tratando de hacer lo mejor posible para una pequeña magicat desplazada.
Como magicat joven, Duncan tenía mucho que ofrecer en cuanto a manerismos, comida, incluso gustos musicales actuales que apelaban a especies con un oído más desarrollado. Karina, como madre magicat, tenía otras observaciones que ofrecer para Mara y Hope, que a su hijo simplemente no se le ocurrían. Por ejemplo, el propio Duncan prefería estar cien por ciento descalzo y no encontraba raro que Catra también lo estuviera, pero Karina le preguntó a Mara si habían considerado los escarpines, el tipo de calzado dedicado para algunos therians.
—Son como unos calcetines gruesos y la mayoría de modelos vienen sin puntera ni talones, pero el área del arco está reforzada —le explicó Karina a Mara en otra ocasión, después de que la magicat fuera a ver a su hijo a una clase de parkour y de paso conocer a la pequeña magicat que ya era más neutral y no tan reservada con sus compañeros. Incluso saludaba a las adolescentes fae que la incomodaron en la primer clase.
Mara expresó su preocupación por los pies descalzos de Catra, en especial ahora que el otoño se terminaba y en cualquier momento podría caer la primer nevada. Sabía que era lo natural para ellos, pero la inquietud no se le quitaba.
—La piel de esa parte de la planta del pie no es tan gruesa y es dónde suelen existir heridas y demás. Pero nosotros no soportamos ni siquiera los escarpines, así que hay que andar con cuidado —se rio Karina ante la obviedad. —Sin embargo, le compré unos a Duncan cuando cumplió cinco, pero solo los usó un par de horas… tal vez a Catra sí le gusten.
—De hecho… te quería pedir un favor muy especial e importante para nosotras.
Karina se preguntaba cómo sería la mujer de la que Mara hablaba con tanto amor y extrañó los tiempos en los que también existió un "nosotros" para ella. Ahora solo tenía a Duncan y a su hermana, Caliope, con ella. Escuchó con atención mientras Mara le daba mil vueltas a explicar que sabía que los magicats ronroneaban por diversas razones y le preocupaba que nunca había escuchado a Catra hacerlo.
Catra ya se estaba acercando a las seis semanas con sus nuevas cuidadoras. No le gustaban los viajes en auto, pero ahora los esperaba con ánimo porque significaba que la llevaban a su clase de parkour. Le gustaba mucho subir y escalar, saltar y cumplir los retos que los entrenadores les ponían. No le gustaba que hubiera tantas otras personas, pero los adultos no la molestaban y los otros niños que habían tampoco le hablaban. Con eso estaba en paz.
Había algo, algo diferente en Juliet, que la seguía visitando semanalmente pero le avisaba si iba a un día distinto al dicho. Algo diferente en el entusiasmo de Mara cuando llegaba cargada con herramientas y materiales y le preguntaba a Catra si quería ayudarla. La pequeña entendía eso como una orden amable y siempre asentía, pero era agradable que Mara le preguntara si se cansaba, si quería un descanso para beber un jugo. Era divertido que le pidiera a ella martillar con cuidado o que le enseñara a ajustar los ángulos de una gran sierra circular para cortar la madera del modo que ellas quisieran. Se sentía importante que Mara le preguntara sobre los colores o patrones que quería para adornar su cuarto, algo que nunca había tenido. Algo diferente en el silencio de Hope, que trabajaba en su laptop cuando las dos se quedaban solas un rato por el trabajo de Mara y Catra tenía que estudiar, pero estaba atenta a la hora de la comida y solo cerraba su laptop y se levantaba para calentar lo que Mara hubiera cocinado antes, Catra entonces acomodaría todo lo que tuviera en la mesa y atendería con facilidad las sencillas peticiones de Hope.
Algo diferente en el modo en que Catra empezaba a obedecer no por evitar castigos, sino porque quería ayudar. Algo diferente en sostener la mano de Mara mientras iban al supermercado a hacer la compra para la semana. Algo diferente en las ocasionales palmaditas o caricias en la cabeza que Mara llegaba a darle antes de dormir o después de hacer un dibujo en especial bonito, como querer restregarse más contra esa mano cálida.
En general, sentía que ya estaba un poco grande para caminar de la mano de un adulto y normalmente lo usaban para controlarla o evitar que escapara, pero ahora era un modo de mostrarle a sus cuidadoras que no tenía intención de escaparse. Y era agradable.
Mara solo la jaló una vez, cuando reaccionó un segundo antes de Catra al ataque de un perro que se fue con la cola entre las patas después del profundo gruñido de Catra y la voz de trueno de Mara, que Catra jamás había escuchado y no volvió a escuchar en muchos meses. Se espantó un poco, pero más por el grito de Mara que por el perro. Eso solo parecía comprobar que todos los adultos podían cambiar en un segundo.
—¿Estás bien, Catra? No te asustes, no voy a dejar que nadie ni nada te haga daño —dijo Mara hincándose para estar a su altura, sus palabras tan suaves como siempre.
—Estoy bien —logró decir la gatita, que por alguna razón quería llorar y sentía su barbilla temblar.
A los adultos no les gustaba que los niños llorasen. Y a Catra tampoco le gustaba llorar. Su pecho se empezó a inflar más profundo cuando intentó contener su llanto y Mara la vio asustada y confundida, con las orejas fuertemente apretadas.
—No, no pasa nada, Catra —dijo deseando consolarla más que nada en ese momento. —¿Puedo abrazarte? —Era en todo lo que podía pensar pero no quería asustarla más al hacer algo que nunca habían hecho.
¿Un abrazo? Catra no sabía cuando alguien la había abrazado y menos que le pidieran permiso pero el puchero que estaba haciendo se estaba volviendo insostenible. Solo movió la cabeza pero ni ella ni Mara estuvieron seguras si fue un movimiento para esconder las lágrimas, intentar contener el puchero o afirmar a la petición de la mujer, pero Mara se inclinó aún con el dolor de su rodilla y abrazó a Catra mientras le acariciaba la cabeza.
—Ven, Catra, no pasa nada. Nada te va a hacer daño conmigo, cariño. Te lo prometo —sintió las garras de la niña por sobre la ropa cuando también le devolvió el abrazo. —No pasa nada, no pasa nada.
Todavía resistiendo el dolor de la rodilla, Mara se puso de pie cargando a Catra, que al fin salió un poco de entre sus brazos para asomarse y tenía algunas lágrimas atrapadas en sus ojitos.
—¿Está mejor? Así no te podrá alcanzar ningún perro —prometió Mara, tratando de limpiar las lágrimas.
La niña no tenía los recursos para explicar que sí, los ladridos del perro salido de la nada la asustaron pero lo que más la había afectado fue el grito de Mara y lo abrupto de su reacción para poner a Catra tras ella y ahuyentar al perro con una fuerte orden. Sus orejas seguían bajas pero no apretadas y su cola se movía rápidamente de un lado a otro. Mara volvió a apretarla contra su pecho. Catra era mucho más liviana de lo que imaginó.
—¿Estás bien? No pasa nada, cariño. Vamos a casa —Mara empezó a caminar sin despegarse a la niña del torso y la escuchó sorber sobre su hombro. —¿Qué te parece un chocolate caliente y ver una película mientras esperamos a Hope para cenar? —le seguía diciendo al caminar las pocas calles que faltaban de regreso a la casa. También le acariciaba suavemente la espalda.
Al cabo, Catra se enderezó todavía en brazos de Mara y la miró mucho más tranquila.
—¿Una película? —preguntó con su voz baja pero clara.
—Sí, vamos a descansar por hoy. ¿Vale? —Mara le sonrió.
—Bueno —fue todo lo que Catra agregó, para después esconderse otra vez en el hombro de Mara.
La ex soldado caminaba despacio para darle confort a la niña y a su rodilla. Tendría que tomar un analgésico potente después, pero sentir la cola de Catra rodear de pronto su brazo valía cualquier mala pasada que le diera la rodilla maltrecha. Las calles estaban como siempre muy tranquilas en ese vecindario, el perro a lo mejor se le escapó a alguien o era un callejero explorando. Algunas casas, casi la mitad de las visibles, ya tenían su decoración para el Solsticio, Mara lo veía y lo registraba pero había estado tan concentrada en Catra las últimas semanas que su menor preocupación de momento era decorar. Al llegar a casa, dejó que Catra bajara por fin.
—Vamos por ese chocolate —dijo adentrándose hacia la cocina.
Las dos se sacudieron los pies en el tapete de la entrada y pronto Mara seguía platicando con la gatita, que casi no respondía verbalmente pero a la mujer le encantaba ver las orejas moverse y los expresivos que eran ese par de ojos. El chocolate estuvo listo pronto con la ayuda de Catra pasando cosas. Mara se inclinó un poco.
—¿Quieres algo más, cariño?
Catra se removió un poco.
—Está bien si quieres algo más. Puedes decirme —volvió a insistir con esa pequeña sonrisa paciente y cariñosa.
—¿Podemos… podemos tener galletas también?
—¡Ah! ¡Claro! ¿Cómo pude olvidar las galletas? Son la pareja perfecta para el chocolate —dijo Mara con cierto drama y ademanes, yendo hasta donde estaba el contenedor de las galletas y Catra lanzó una pequeña risa —¿Puedes traer un plato para las galletas, por favor, Catra?
Con presteza la niña fue rápido por uno de los pesados platos de cerámica, subiendo en el banco alto que habían comprado las mujeres, y Mara le ofreció el frasco para que ella sacara las galletas. Al principio sólo sacó tres y otra vez Mara se preguntaba y trataba de recordar si ella fue tan comedida como niña. ¿No era normal que la niña fuera aunque sea un poco más conflictiva?
—¿Solo tres, no me vas a invitar galletas también? —intentó con una sonrisa falsa de sorpresa.
—¿Pueden ser más? —preguntó algo sorprendida la pequeña magicat.
—Sí… pero no demasiadas porque vamos a cenar después con Hope —le recordó la mujer y Catra asintió fuerte una vez.
Sacó más galletas y no le parecieron demasiadas a Mara.
Cuando se sentaron a la sala para ver la película que Mara recordó de su niñez, Catra estaba a su lado en el sillón. Se envolvió con la manta roja que le compraron y llevaba por toda la casa ahora que hacía más frío. Mara sentía el pecho entibiarse.
La lluvia caía en una gran ciudad y Catra miraba a la pantalla con atención. Mara creía que le gustaban las películas animadas y con cierta música, pero todavía no estaba segura de cómo preguntarle cuáles prefería. Catra solo decía que sí, que estaba bien, que le gustaría ver algo.
Mientras la gente pasaba por las calles de la gran ciudad, una caja de cartón era el hogar de una camada de gatitos. La gente pasaba y parecía no verlos, pero algunos sí, y poco a poco los gatitos fueron cogidos y llevados, hasta que quedo un pequeño naranjoso. Ya no tenía con quien jugar, pues todos sus hermanos fueron escogidos menos él. Trataba de congraciarse con la gente, pero no se lo llevaban y empezó a llover, la caja de cartón se deshizo en la lluvia y el pobre gatito trataba de estar a salvo del agua y el frío, atacado por perros extraños.
Solo iban un pocos minutos de la película pero Mara ya se preguntaba si eligió bien. Catra miraba intensamente a la pantalla durante las vicisitudes del gatito; abandonado, sin casa, sin familia, en la calle, pasando hambre y frío, asustado por un carro, perseguido, renegado, con un solo gesto amable pero al final dejado de lado, solo reaccionando y gruñendo, corriendo, agitado, demasiado pequeño para que el mundo lo notara. La propia Mara no lo pudo resistir y lágrimas silenciosas de gran tristeza y empatía bajaron por sus mejillas, hasta que una respiración profunda se rompió en un sollozo y Catra la volteó a ver, un tanto alarmada.
Mara no recordaba esto. Solo una película corta con algunas canciones divertidas, animales parlantes y una niña con padres ausentes y una poodle consentida. No un gatito callejero que ahora parecía una apología a todo lo que sabía pero no sabía de lo que Catra vivió.
Dicha gatita se le quedo viendo, pasando poco a poco de la alarma a la confusión. Catra tenía mucho tiempo de no ver a un adulto llorar, casi olvidó que podían hacerlo. Pero su interior se retorció extraño otra vez. Se inclinó hacia la mujer y ella le devolvió una sonrisa de disculpa, mientras en la pantalla el gato era engañado por un perro.
—No pasa nada, cariño. Lo siento —le dijo con voz húmeda y limpiándose las últimas lágrimas.
Las orejas se le agacharon y Mara en serio no podía. La mujer tendió una mano a la gatita, para hacerle una caricia suave en un brazo.
—Está bien, Catra. Llorar está bien de vez en cuando —le dijo con cariño y un suave apretón.
Antes de cuestionarse, Catra también estiró una mano hacia Mara, pero hacia su rostro. Se detuvo y plegó las orejas hacia atrás. Todavía con esa pequeña sonrisa de disculpa, Mara se agachó hacia la manita que seguía estirada, con las garras ligeramente sobresaliendo. Todavía insegura, la niña terminó de poner la mano en la mejilla morena y limpió el último rastro húmedo ahí.
Mara cerró los ojos y se inclinó un poco más ante el delicado contacto. Catra terminó su caricia, sintiendo eso extraño en la panza y se quitó. Mara abrió los ojos y se encontró con la expresión cauta pero las orejas menos plegadas de la gatita. Estiró el otro brazo también y se giró para encarar un poco mejor a la niña, que la miró con reserva.
—¿Me das un abrazo? —preguntó la mujer con la voz baja y cuidadosa.
La expresión cautelosa de Catra se suavizó y su boca se frunció en una mueca seria. Se quitó de entre su capullo de manta roja, esquivo el plato de galletas entre ellas, y arrodilló sobre el sillón, todavía con las orejas algo encogidas, se adelantó hacia los brazos abiertos de Mara, que trataba de permanecer lo más tranquila posible, pero por dentro estaba tan revolucionada que podía sentir su corazón saltando y dando vueltas de emoción. Estaba lista para un abrazo incómodo y flojo, pero los brazos de Catra la tomaron con fuerza por los hombros y aunque su cabeza quedo todavía algo distanciada, Mara también la envolvió y la jaló un poco, de modo que la gatita quedó casi sobre su regazo.
—Gracias, Catra… —dijo con la voz dulce y nuevas lágrimas atrapadas en sus pestañas. —Los abrazos sirven para hacerte sentir mejor.
Y Catra acomodó mejor sus rodillas dobladas sobre el regazo de Mara, para cerrar los brazos más sobre los hombros contrarios. Mara se irguió un poco y acarició lentamente la espalda de la gatita, abajo y arriba. Era tan pequeña, liviana y perfecta. El corazón volvió a latirle con fuerza y después de unos momentos, Catra se separó para mirar con atención el rostro de la adulta, ya sin lágrimas pero con el rastro seco de las mismas.
En eso, el sonido de ladridos las sobresaltó a las dos y regresaron la mirada a la televisión. Una pelea entre perros, jugando, fue lo que las distrajo y volvieron a prestar atención a la narrativa. Catra se quedó al lado de Mara, entre sus brazos, durante el resto de la película y se rio cuando algo divertido o gracioso ocurría y cuando la mujer le preguntó si la película le había gustado, Catra le dijo que sí y hasta le contó su parte favorita, cuando el gatito jugaba con la niña.
Después de ese día, Mara fue capaz de abrazar a Catra un poco antes de dormir, cuando la niña ya estaba en la cama. Sí, las palmaditas en la cabeza fueron sustituidas por rápidos abrazos. En las noches de película, ahora la gatita se acomodaba en el sillón al lado de Mara, al principio eso desplazó a Hope a otro sillón, pero luego las tres compartían y a veces Catra se quedaba dormida sobre el regazo de Mara y era llevada entre sueños hasta la cama, como todo niño debería de experimentar en su niñez.
—¿Entonces crees que sea lo mejor?
—No es como cuando tú y yo crecimos, Mara. Las aulas nuevas tienen computadoras. Se les dan clases de computación a los niños desde los primeros niveles y no sabemos todavía ese aspecto de la formación de Catra —expuso la más alta con toda calma y claridad sus puntos.
—Sé qué tienes razón —suspiró Mara.
—No entiendo tu preocupación.
—No por Catra, es decir, lo que ella pueda hacer, pero hay tantas cosas en internet que no son adecuadas para una niña de su edad. ¿Y qué tal si le aparece algo? —dijo tratando de externar mejor su sentir.
—También lo he tenido en consideración. He puesto una capa de seguridad adicional, está configurado el control parental, he restringido el acceso a ciertas áreas de internet y ya tiene instalado la paquetería, juegos y programas que pudiera necesitar. Puedes revisarlo para hacer un doble control —enlistó mientras le ofrecía una laptop cerrada de carcasa roja brillante.
—¿Ya pensaste en todo tú, verdad? —dijo Mara con una sonrisa suave y cálida, tomando la laptop y abriéndola para ver que era de teclado completo y las teclas brillaban un tanto diferente a las de su propio equipo. —Se ve algo diferente…
—Las teclas de este modelo están recubiertas con un polímero cerámico con el grosor de un cabello para prevenir el desgaste por rozamiento contra garras y otros apéndices duros. Traté de cubrir todas las eventualidades previsibles —dijo Hope correspondiendo también a la sonrisa.
—¿Quieres explicarle tú a Catra?
—No… Por favor, tú la entiendes mejor —se sulfuro un poco la informática.
—Entonces voy a llamarla para que tú también estés presente. Estoy segura que le va a gustar —se acercó a darle un beso a Hope, volviendo a cerrar la laptop para ponerla sobre la mesa. Llamó con voz apenas un poco más alta —¡Catra, cariño, ven un momento, por favor!
Escucharon el rápido movimiento en el piso de arriba. Mara no se dio cuenta cuando Catra salió del cuarto de juegos a su cuarto, pero le daba gusto que se moviera con más confianza por la casa. En vez de bajar por las escaleras, Catra saltó por las nuevas repisas y salientes que Mara instaló para ella. El pecho de la mujer se incendió con gusto y orgullo.
—Maande —canturreó Catra con una sonrisilla que cada día era más constante al acercarse al comedor.
—Cariño, Hope tiene un regalo para ti —dijo Mara.
Light Hope de pronto ya no podía mirar a la gatita y mientras encontraba muy interesantes las molduras de un mueble, Catra se acercó con curiosidad. Ya había pasado su cumpleaños y ya tenía la ropa, los juguetes y los colores que necesitaba.
—¿Un regalo?
—Sí. Mira, sabemos que en la escuela usan computadoras y tú no te puedes quedar atrás. ¿Quieres probarla? —le explicó Mara señalando hacia la mesa donde descansaba la laptop roja oscura pero brillante.
—¿Esa es para mí? —preguntó más incrédula Catra, sin acercarse a la mesa.
—Así es, la vas a poder ocupar para estudiar pero Hope también le puso algunos juegos para que puedas entretenerte.
—Tiene programas de dibujo y algunos juegos de construcción —agregó Hope todavía atrás de Mara y ya no tan arrebolada.
La sonrisa pequeña de Catra fue sustituida por su mueca seria otra vez y el corazón de Mara se encogió.
—¿No puedo usar mis cuadernos?
—Por supuesto, cariño. Pero también es necesario que estés al día con las computadoras —Mara intentaba adivinar cuál era el inconveniente para Catra.
—¿Sabes encenderla, Catra? —preguntó Hope también seria.
La gatita solo asintió.
—¿Cariño, está todo bien? ¿Qué pasa?
—No la quiero romper —dijo con voz muy bajita, pero la escucharon. No había más ruido en la casa.
—No creo que la vayas a romper, cariño. Nunca has roto nada en la casa. Sabemos que eres cuidadosa —le aseguró Mara.
—¿De verdad? ¿De verdad puedo usarla? —preguntó con la voz un poco más firme.
—Sí, es un regalo, para ti. Es tuya —se apresuró Mara y Hope le puso una mano suavemente en el hombro. Un toque inofensivo y casual, pero ella sabía lo que significaba, debía de considerar todo y agregar algo —Solo recuerda que también es para estudiar.
La sonrisa no regresó al rostro infantil, pero dio un paso incierto.
—Adelante, Catra —dijo Hope, inclinada un poco sobre Mara, todavía con la mano sobre su hombro.
Catra sabía que las cosas en esta casa eran diferentes. Mara era como lo que Catra pensaba que era una madre y los vagos recuerdos que tenía de la propia. Cuando iba a la escuela, veía a sus compañeritos correr a los brazos de sus madres y padres, algunos se mostraban renuentes o desdeñosos del contacto, y solo algún par se mostraba cauto, pero Catra no tenía tal opción. Ella no sentía emoción al ver a su cuidador de turno ir por ella a la escuela, o cuando llegaba a la casa de turno después del transporte escolar.
Simplemente los abrazos y las risas eran extraños en su vida.
Pero Mara… Mara era tan cariñosa, paciente y amable. Hope era callada y seca, le explicaba las cosas como haría a otro adulto pero no la presionaba si no entendía algo. Sí, Hope dejaba de ser callada cuando estudiaban y debía explicarle los diferentes temas a Catra. Nunca alzaban la voz.
Quizás Catra también pudiera emocionarse de ver a sus cuidadoras. Quizás podía tener algo más que sus colores y la ropa que traía puesta. Quizás Mara y Hope de verdad le creían cuando Catra aseguraba que se portaría bien y no rompería nada.
Se acercó un poco más a la mesa, ante la mirada atenta y emocionada de Mara. No, Catra no detectaba ninguna amenaza ni trampa de parte de ellas.
Se sentó y abrió con cuidado la laptop. Apretó con cuidado el botón de encendido y Mara se sentó a su lado mientras Hope permanecía de pie un poco atrás. Catra traía las garras largas por bajar del otro piso, pero las retrajo cuando el sistema se inició y le pidió una contraseña.
—La contraseña son los cuatro primeros dígitos de tu fecha de cumpleaños, Catra —dijo Hope antes de que la gatita pudiera preguntar.
Con rapidez y cuidado, Catra tecleó los cuatro números en el pad numérico. El fondo de pantalla del escritorio era una foto genérica del sistema. Catra se volteó a ver a las dos, con las orejas algo encogidas, preguntando por el siguiente paso.
—Podemos personalizar las características como tú quieras y podemos probar los juegos —le prometió Mara.
—¿Puedo jugar?
—Si quieres, mañana veremos tu nivel en otros programas —dijo Light Hope.
—No te preocupes, cariño, te explicaremos todo lo que no sepas o entiendas. Hope sabe de computadoras más que nadie. Es muy inteligente —agregó Mara, orgullosa.
Demostrando que Catra sí sabía usar la laptop, se desplazó a la barra de búsqueda y pronto encontró los juegos. Escogió uno de creación de mundos con mecánica de cubos. Light Hope se sintió satisfecha de escoger un buen juego para niños. También sintió una emoción extraña por mostrarle los otros juegos cargados, algunos tan didácticos que enseñaban a programar al jugar. Esperaba que a Catra le gustaran esos también.
—¿Quieres ver cómo hago una casa y una cama? —le preguntó con voz menuda a Mara, con la misma emoción contenida cuando preguntaba sobre sus dibujos.
—¡Sí! Enséñame, porque yo no sé nada de estos juegos —se rio la mujer.
Pasaron un buen par de horas jugando, matando cerdos, ovejas, patos para conseguir recursos en el modo supervivencia, talando y consiguiendo semillas pero también luchando contra zombies y arañas. Mara se impresionó de lo bien pensado que estaba el juego.
Aunque Catra se movía con el mousepad con cierta fluidez, Hope reconoció que era mejor para los juegos un mouse normal, por lo que fue por el propio para que Catra pudiera jugar mejor y se recordó pedir uno más adecuado para el tamaño de las manos de la niña.
Mara estaba tan emocionada con el juego que le pidió también a su esposa que lo pusiera en su computadora para poder jugar en el mismo servidor que Catra y ayudarla a construir una gran casa que poco a poco fue tomando forma de castillo con las semanas de trabajo y aventura. Al cabo, también Hope se les unió y las tardes de películas se vieron sustituidas casi por entero por tardes de juego y cacería virtual.
N.A.
No saben el gusto que me da cuando pienso en algún material y cuando lo busco, descubro que existe y que las características generales que tiene son las que he considerado. O sea, que no ando tan mal en física, química y construcción de materiales :v bueno, eso en cuanto al polímero cerámico. En cuanto a los escarpines, o escarpín, los encontré buscando sinónimos de "zapato" porque desde hace varios fics que no estoy conforme con no tener un término para el tipo de "calzado" de Catra jaja
En inglés le suelen escribir algo cómo "stirred socks" pero como que no me convencía para español.
Y los escarpines son tan perfectos! jaja bueno, al menos en mi cabeza. Pueden ver el articulo en wikipedia o aquí les resumo, son una especie de "zapatos interiores" o calcetines gruesos que se hacían de estambre y la suela de cuero suave, en las regiones montañosas o frías de Europa se usaban y se siguen usando, dentro de los propios zapatos para abrigar y tener mejor ajuste, porque se usan dentro de botas o suecos. En otros lugares se les usa o conoce también como las tipo balerinas, zapatitos delgados de "mete-saca". Pero bueno, lo que me compró es que es un calzado intermedio, de material suave y muy ajustado al pie. Ahora me vengo enterando que así se llaman en realidad los zapatos ajustados para deportes como los "aqua shoes", o esa especie de tennis delgados para escalada. Todo el tiempo se aprende algo, nee.
La pelicula está palomera a mí parecer, pero puede que Mara la pensara mucho jeje
Ojalá les haya gustado mucho y que tengan bonita semana uwu
Naynayaggron: Hola! también me da gusto leerte uwu me alegra que te guste la historia y lo constante que es verte por aquí. Gracias por seguirme apesar de lo irregular de mis historias y actualizaciones. En serio se agradece y es muy motivamente :3
Genesis: Gracias por comentar y espero que este cap te guste más uwu
Carpe Diem
