El joven del supermercado
Naruhina, lemon, derechos masashi kishimoto, personajes mayores de edad.
El sol comenzó a filtrarse a través de las rendijas de las cortinas, iluminando suavemente la habitación. Una nueva mañana se abría paso, y en medio de esa tranquilidad, una mujer se reflejaba en el espejo mientras se colocaba cuidadosamente un pendiente. Sus ojos perlados, profundos y enigmáticos, contrastaban con la expresión serena de su rostro. Era como si hubiera un mundo oculto detrás de su mirada, un misterio que solo los más observadores podrían intuir.
Ataviada con un vestido ceñido, pero de elegancia sobria, se encaminó hacia la cocina para preparar el desayuno de su hijo de ocho años. Su marido, Toneri, se acercó a ella, con la mirada distante y fría. Con un gesto mecánico, le dio un beso fugaz en la mejilla, que resonó más como un trámite que como una muestra de afecto genuino.
Era evidente el distanciamiento entre ambos, una barrera invisible que había crecido con el tiempo y había sofocado cualquier chispa de pasión en su matrimonio.
Ella Intentaba mantener la compostura, ocultando las emociones que bullían en su interior. Cada día, ese beso en la mejilla se volvía más vacío, un recordatorio constante de la falta de conexión y la ausencia de pasión en su relación.
Mientras su marido se marchaba, observaba la puerta cerrarse tras él, dejando un eco de soledad en la habitación. Sentía un nudo en el estómago y una profunda tristeza que la acompañaba a lo largo de sus días. Se preguntaba si algún día volvería a sentir el fuego de la pasión, si sería capaz de romper las cadenas que aprisionaban su corazón y encontrar la felicidad que anhelaba.
Mientras los aromas del café recién hecho llenaban el aire, ella ajustaba los últimos detalles en su bolso. Su rutina matutina estaba impecablemente organizada, pero había algo más en esa mujer que iba más allá de la meticulosidad.
Subió al coche y condujo hacia el colegio, acompañada por la melodía suave de la radio. Al llegar, dejó a su hijo indra Hyuga en la puerta, donde una de las profesoras le dio un cálido saludo.
—Adiós, Hinata.
...
Hinata recorría los pasillos de un supermercado solitario. El día apenas comenzaba, había dejado a su único hijo en el colegio y las puertas se habían abierto hace poco. Caminaba con determinación, en busca de algo que había olvidado y necesitaba comprar. Sus ojos perlas escudriñaban las estanterías, buscando algo que le hiciera recordar lo que se le había escapado de la memoria. El silencio reinante solo era interrumpido por el sonido suave de sus pasos.
Un reponedor, de unos 18 años, colocaba meticulosamente unas latas en un estante cercano, mientras observaba de reojo a Hinata, seguía con su labor sin poder apartar la mirada de esa mujer. Ella, ajena a la mirada furtiva que la seguía, continuaba con su búsqueda obstinada, sumida en sus propios pensamientos.
Hinata se sobresaltó al escuchar una voz masculina detrás de ella. Se volvió para encontrarse con el joven reponedor, que se mostraba servicial y dispuesto a ayudar.
— Disculpe, ¿necesita ayuda? — preguntó el joven de cabello rubio, ofreciendo una sonrisa amigable.
Hinata asintió con gratitud. La confusión en su rostro era evidente.
— Estoy buscando algo, pero no consigo recordar qué es — admitió, sintiéndose un tanto frustrada por su falta de memoria.
El joven reponedor inclinó la cabeza, pensativo.
— ¿Se trata de algún alimento específico o de otra clase de producto? Tal vez pueda ayudarle si me da más detalles — ofreció, mostrando interés genuino.
Hinata reflexionó unos instantes, tratando de encontrar las palabras adecuadas para describir lo que necesitaba.
— Necesito ingredientes para hacer una tarta para el próximo cumpleaños de mi hijo. Cumplirá nueve años — explicó, esperando que esa información pudiera desbloquear su memoria.
El joven rubio reponedor esbozó una sonrisa juguetona.
— ¿Quizás necesite nata? — sugirió, levantando una ceja con picardía.
Hinata negó con la cabeza, riendo ligeramente.
— No, no es nata. Algo más... — murmuró, frunciendo el ceño mientras buscaba en su mente.
El joven reponedor continuó bromeando, tratando de aliviar la tensión.
— Bueno, aparte de la base de cartón, no sé qué más lleva una tarta, ttebayo — bromeó, soltando una risa suave.
De repente, Hinata dio una palmada emocionada y exclamó — ¡Eso es! ¡La base de cartón! ¡Es lo que necesito!
Sin pensar en las normas sociales, Hinata tomó las manos del rubio reponedor, agradeciéndole efusivamente por su ayuda. El muchacho se sorprendió ante el contacto inesperado, pero rápidamente recuperó la compostura, sonriendo amablemente.
— De nada... Eh, bueno, puedes encontrar las bases de cartón en la mitad del pasillo cuatro — indicó, tratando de disipar la incomodidad del momento.
Hinata se separó, todavía llena de gratitud, y se dirigió hacia allí, despidiéndose del joven mientras se alejaba.
— Muchísimas gracias por tu ayuda. Ha sido muy amable — expresó, con una mezcla de sorpresa y gratitud en su voz.
Camino hacia la caja, Hinata se volvió a cruzar con el joven reponedor. Sosteniendo las bases de cartón en sus manos, le sonrió y le agradeció
— Aquí están, muchas gracias por tu ayuda. El joven reponedor le devolvió una sonrisa amable, sintiéndose satisfecho por haber podido ser útil.
— De nada, ha sido un placer ayudar — respondió.
Mientras Hinata cargaba las bolsas del supermercado en el coche, se dio cuenta de que su mente seguía divagando en el recuerdo del joven reponedor. Le pareció bastante guapo y, de alguna manera, le recordaba a una amiga que tuvo en su juventud. Se preguntaba por qué había reaccionado de aquella manera, tocando sus manos.
Aunque normalmente era reservada y evitaba el contacto físico con los demás, algo en aquel encuentro la había impulsado a actuar de manera diferente. Con esos pensamientos revoloteando en su mente, Hinata llegó a casa y entró con dificultad, cargando las bolsas del supermercado.
El sol comenzó a descender en el horizonte, tiñendo el cielo de tonos cálidos mientras Hinata finalizaba la cena. El aroma de las especias llenaba el aire, pero su mente seguía sumergida en pensamientos tumultuosos. Después de servir la cena, la ojiperla se sentó junto a su hijo indra en la mesa del salón. Observó su rostro inocente y se preguntó qué ejemplo le estaba dando con un marido que la ignoraba constantemente.
Una vez que su hijo se retiró a su habitación para descansar, Hinata tomó un sorbo de vino tinto y se sumergió en la lectura de un libro. Sin embargo, las palabras parecían desvanecerse frente a su mirada distraída. La historia de amor que se desplegaba en las páginas solo servía para recordarle lo que había perdido en su propia vida.
Apagó la luz y se recostó en la cama, sintiendo la fría ausencia de su esposo a su lado. Los recuerdos de momentos apasionados de antaño la invadieron, pero también la certeza de que ese pasado parecía cada vez más lejano. La indiferencia constante de toneri había creado una brecha entre ellos, y Hinata anhelaba un poco de amor del frio ototsuki.
Pasados unos días, Hinata decidió volver al supermercado para hacer las compras que necesitaba. Recorrió varios pasillos, recogiendo los productos que llenarían su despensa. Al llegar a la caja, la cajera de cabello rosado la recibió con rostro indiferente.
— Permíteme que le ayude — dijo una voz familiar detrás de ella.
Hinata se volteó y reconoció al joven reponedor. Le agradeció con una sonrisa, pero le dijo que no era necesario.
— No importa, estaré encantado de ayudarla — insistió el joven.
Ambos se dedicaron a guardar los productos que la cajera iba pasando por la cinta, y en varias ocasiones, sus manos se rozaron levemente, desencadenando una chispa de excitación en Hinata.
En cada contacto, Hinata volvía a sentir esa excitación en su interior. Había algo magnético en ese joven de ojos azules que despertaba en ella una chispa que había estado apagada por mucho tiempo. Cuando solo quedaba un artículo por guardar, sus manos se encontraron nuevamente, pero esta vez, ella sintió una caricia por parte del joven.
— Lo siento mucho — se disculpó rápidamente, pero sus ojos mostraban más deseo que remordimiento.
El joven parecía devolverle la mirada con un destello de seducción mientras también se disculpaba. Hinata pagó con cierto nerviosismo, sintiendo la excitación palpable en el aire. Agarró las bolsas y se despidió rápidamente, dirigiéndose hacia la puerta del supermercado. Pero antes de salir, se giró y sus ojos se encontraron con los del joven, que no había dejado de mirarla mientras se alejaba. Confundida por los sentimientos que crecían en su interior, Hinata metió las bolsas en el maletero de su coche y emprendió el camino de vuelta a casa.
— ¿Qué me está sucediendo? — se preguntaba en voz baja, sin encontrar una respuesta clara.
Ese comportamiento no era propio de ella, pero su cuerpo pedía más, despertando emociones que habían permanecido latentes durante mucho tiempo. Durante el trayecto, su mente no dejaba de dar vueltas a ese momento vivido con el chico en el supermercado. Se preguntaba qué significaba todo aquello y cómo encajaría en su vida. Sentía una mezcla de excitación y temor ante lo desconocido, pero algo dentro de ella le decía que era hora de explorar nuevas emociones y buscar la pasión que tanto tiempo había estado ausente.
Hinata comenzó a ir al supermercado con una frecuencia cada vez mayor, encontrando cualquier excusa para ausentarse de su hogar, incluso por pequeños detalles como la falta de alguna especia en la despensa. El camino hacia el supermercado se cargaba de nervios, una excitante sensación que crecía en su interior, y el regreso a casa se convertía en un viaje lleno de lujuria y anhelo.
En ocasiones, Hinata esperaba disimuladamente en algún pasillo, buscando algo en una estantería, con la esperanza de que el joven reponedor estuviera cerca de la caja y se acercara para ofrecerle su ayuda. Sus miradas se volvieron cómplices, y el roce de sus manos mientras guardaban los productos se convirtió en un acto cargado de tensión y deseo. Cada encuentro en el supermercado alimentaba una chispa de complicidad entre ellos, despertando en Hinata una atracción sexual que no había sentido en mucho tiempo.
La presencia del rubio reponedor avivaba sus sentidos y desataba un fuego interior que había permanecido latente durante años. Cada vez que subía al coche después de esos encuentros, su respiración agitada y el calor en su bajo vientre eran testigos silenciosos de la pasión que crecía en su interior.
Era sábado por la mañana y Hinata observaba desde la ventana cómo toneri y su hijo indra se preparaban para un día de pesca juntos. Sentía una pizca de envidia al verlos, deseando tener alguien con quien compartir aficiones y momentos especiales. Sin embargo, su marido ni siquiera le ofreció acompañarlos, dejándola con soledad en el corazón. Con la casa tan vacía como su propio interior, Hinata decidió ocupar su tiempo haciendo una limpieza general. Sin embargo, mientras terminaba de limpiar, la congoja y la insatisfacción la consumían por completo. Entonces su mirada se posó en el reloj y una idea se cruzó por su mente.
Aún no era demasiado tarde, el supermercado aún no había cerrado. Tal vez podría salir a comprar algo y, quién sabe, tal vez encontrarse con el joven reponedor una vez más. Sin pensarlo dos veces, dejó todo tal cual estaba y se dirigió rápidamente hacia el baño para darse una ducha.
El agua caliente recorría su cuerpo pálido, y mientras el vapor llenaba el ambiente, Hinata no podía dejar de fantasear con el roce de las manos del rubio con las suyas. La excitación la invadía y se escapaban suspiros de sus labios mientras se dejaba llevar por sus más íntimos deseos.
Terminó la ducha y se envolvió en una toalla, sintiéndose viva y llena de energía. Se preparó rápidamente, escogiendo cuidadosamente su ropa, buscando realzar su atractivo.
Con el corazón latiendo rápidamente, Hinata salió de casa y se dirigió al supermercado. Se preguntaba qué sucedería cuando se encontrara con el joven reponedor.
Entró en el supermercado y recorrió los pasillos, empujó el carro y disimulando buscar algo, aunque buscaba el joven reponedor. Sin embargo, parecía que no lo encontraba por ningún lado. Justo cuando estaba a punto de darse por vencida, una voz conocida sonó detrás de ella. Esta vez, la voz no la sorprendió, sino que la reconfortó.
— Hola de nuevo. ¿Necesitas ayuda con algo? — preguntó el joven reponedor, ofreciéndole su ayuda una vez más.
Hinata no pudo evitar una sonrisa al verlo de nuevo.
— Oh, no puedo encontrar la sal — respondió ella, tratando de disimular su verdadero motivo.
El asintió comprensivamente — No te preocupes, puedo acompañarte y mostrarte dónde está — propuso, con una mirada llena de complicidad.
Hinata aceptó la oferta sin dudar, sintiendo una conexión especial con aquel joven.
Caminaron juntos hacia la estantería de la sal, y en un acto atrevido, ella posó su mano sobre la de él mientras le agradecía su ayuda. Ambos se miraron con un brillo de picardía en los ojos, una complicidad que parecía crecer con cada encuentro.
— Estaré en la caja para ayudarte con las bolsas — dijo el rubio con voz sugerente.
Hinata se sorprendió ante sus palabras, pero no pudo evitar sentir una mezcla de emoción y excitación. Asintió con una sonrisa juguetona, aceptando su propuesta.
Finalmente, se separaron, pero no sin antes dedicarse una última mirada cargada de complicidad y picardía. El encuentro en el supermercado había vuelto a encender la llama que había crecido entre ellos. Hinata podía sentir la atracción magnética entre ella y el joven.
Llegó a la caja del supermercado, con el carro repleto de productos. Parecía que el tiempo se detenía en ese pequeño espacio mientras ella prolongaba su estancia, deseando que aquel momento no llegara a su fin. Al final de la caja, la esperaba su más grande tentación, el joven reponedor.
— Hola nuevamente — dijo el joven rubio reponedor, con una sonrisa cautivadora.
Hinata sintió cómo su pulso se aceleraba ante su presencia. Juntos, comenzaron a transferir los productos a las bolsas, pero cada roce de sus manos iba más allá de lo necesario. Eran caricias sutiles que enviaban corrientes eléctricas a través de sus cuerpos. Sus miradas cómplices se entrelazaban con sonrisas cargadas de pasión y lujuria contenida.
Hinata apenas podía contener la emoción mientras se sumergía en una vorágine de emociones arrolladoras.
Sin embargo, como todas las cosas, el momento llegó a su fin. Los productos se habían guardado, y Hinata, desilusionada, pagó y se dispuso a despedirse. Pero justo cuando comenzaba a alejarse, la voz del joven resonó en su pecho.
— ¡Espera! — exclamó, deteniéndola en seco.
Hinata se giró hacia él, con el corazón latiendo con fuerza en su pecho.
— ¿Sí? — preguntó, con expectación.
— Permíteme ayudarte a llevar las bolsas hasta tu coche. Parece que el carro está bastante pesado — propuso el rubio.
Hinata sintió un destello de emoción y asintió con una sonrisa llena de ilusión, agradeciendo la oferta con gratitud.
Juntos, se dirigieron hacia el aparcamiento en la última planta, donde aguardaba el vehículo de Hinata. En ese trayecto, el silencio se convirtió en su cómplice, ambos deseando mantener ese momento especial sin romper su magia. Cada paso que daban juntos aumentaba la conexión y la tensión entre ellos, creando una energía irresistible que los envolvía.
El aparcamiento se extendía ante ellos en un silencio sepulcral, envuelto en la oscuridad de la noche. Hinata abrió el maletero del coche mientras el joven reponedor se ofrecía a ayudar, asumiendo la tarea de guardar todas las bolsas. Sus movimientos eran precisos y cautivadores, cada gesto dejando a Hinata absorta en su presencia. Sus miradas se encontraban y se sostenían, revelando un deseo que trascendía las palabras.
Mientras el joven se ocupaba de organizar los productos en el maletero, Hinata no podía apartar los ojos de él. Admiraba su cuerpo con deseo, anhelando un contacto físico que fuera más allá de lo superficial. Cada centímetro de su ser ansiaba el roce de su piel, la exploración de sus cuerpos en busca de una pasión incontrolable. Finalmente, el carro quedó vacío, y con ello llegaba el momento de la despedida.
El joven reponedor comentó que ya estaba todo listo y que debía irse hacia arriba, pues estaban a punto de cerrar. Hinata, como si algo más poderoso que su voluntad controlara su cuerpo, se acercó a él lentamente, hasta que sus cuerpos se encontraron y sus labios se unieron en un suave y apasionado beso.
El beso comenzó con una inocencia latente, pero pronto se vio avivado por la pasión contenida. Sus labios se buscaban con ansias, los labios de Hinata, ardientes de deseo, se deslizaron lentamente por el cuello del joven reponedor, dejando un rastro de besos húmedos y sensuales. Sus manos, llenas de ansias contenidas, acariciaban con suavidad su pecho, sintiendo el latir acelerado de su corazón. Cada roce, cada suspiro, alimentaba la lujuria que se había construido entre ellos.
Sin importarles el entorno, el joven reponedor tomó la iniciativa y guio a Hinata detrás de una ancha columna. Allí, alejados de las miradas indiscretas, sucumbieron al deseo ardiente que había estado creciendo entre ellos.
—No puedo resistirme más, dattebayo—susurró el joven, su voz ronca de excitación mientras su mano acariciaba el muslo de Hinata, ascendiendo lentamente hacia su entrepierna. Acariciando con suavidad la humedad en su ropa interior que ya había comenzado a formarse. Haciendo a un lado su tanga, sus dedos exploraron suavemente los labios de su coño, aumentando gradualmente la intensidad de sus caricias. Poco a poco, introdujo uno de sus dedos, explorando el calor y la humedad que lo envolvían.
Hinata dejó escapar un suspiro entrecortado, su cuerpo respondiendo de inmediato a la intrusión. El joven se movió con cuidado, buscando el ritmo y la presión adecuados para llevarla al límite del placer.
Hinata tembló bajo sus caricias, sus labios entreabiertos. — Ah... si... sigue... sigue... — suspiraba hasta que una corriente eléctrica recorrió su cuerpo y apretando sus piernas se corrió sobre la mano del joven. Con la respiración entrecortada, su mirada fija en la abultada entrepierna del joven. Con movimientos precisos y habilidosos, Hinata desabrochó el pantalón del joven y liberó su erección palpitante. Tomó su polla en su mano, acariciándola suavemente al principio, explorando cada centímetro con delicadez.
El joven dejó escapar un gemido contenido, con sus ojos fijos en Hinata mientras el placer se apoderaba de él. Su mano se movía con una cadencia que aumentaba gradualmente, aplicando la presión y el ritmo adecuados para llevarlo al éxtasis. Hinata aprovechaba cada reacción del joven, ajustando sus movimientos según sus suspiros y sus gemidos. Cada caricia ascendente envolvía su miembro en una sensación embriagadora, mientras que los descensos más lentos prolongaban el deleite.
—Oh, sí... sigue así... —gimió el joven, sus dedos aferrándose con fuerza a la columna mientras sus dedos seguían recorriendo el interior de su coño.
Allí detrás de aquella columna se daban placer con sus manos, la mirada intensa de Hinata se encontraba con la del joven, alimentando aún más el fuego que ardía entre ellos. Sus movimientos se volvieron más enérgicos y rítmicos, llevándolo al límite de la excitación.
—oh si...si…ya…ya… me corro —jadeó el joven, sus ojos llenos de deseo mientras se abandonaba al placer.
Hinata, sintiendo la tensión en el cuerpo del joven, aumentó la intensidad de sus movimientos. Con más rapidez y firmeza, acelerando el pulso y empujándolo hacia el clímax. Con un último movimiento maestro, Hinata condujo al joven al culmen, su mano apretando con fuerza mientras él se perdía en un estallido de placer abrumador. El éxtasis se apoderó de él y, como resultado, su mano quedó manchada con el semen espeso y tibio.
Al sentir el olor intenso, de ese joven néctar y con dos dedos en su interior, las piernas de Hinata flojearon. Como si de una bomba, que había ido aumentando su carga con los años, se tratara Hinata explotó de nuevo. Sintió correr sus fluidos por sus temblorosas piernas y sumergió en un mar de placer. La llevo por un instante al pasado, a cuando esa sensación era frecuente.
Los gemidos se desvanecieron gradualmente, dejando una atmósfera de satisfacción en el aire. Ambos respiraban agitados, mientras Hinata sonreía con picardía, observando su mano manchada aun, como una prueba tangible de su pasión.
Detrás de aquella columna, en aquel rincón oculto del aparcamiento, Hinata y el joven reponedor compartieron un momento íntimo y pasional. Allí, encontraron consuelo y satisfacción mutua, sumergidos en un encuentro cargado de deseo y alivio, mientras el recuerdo del encuentro quedaba impreso en la piel de Hinata. Ambos volvieron a ser conscientes del lugar en el que se encontraban y lograron separar sus cuerpos, como si fueran imanes opuestos luchando contra su atracción irresistible.
—Creo que sería mejor que nos marchemos —dijo Hinata con una voz apresurada y temblorosa, su mirada llena de deseo y conciencia de la realidad que los rodeaba.
El joven asintió, comprendiendo la necesidad de alejarse del lugar. —¿Te veré de nuevo el sábado? —preguntó, con una mezcla de esperanza y anticipación en su voz.
Hinata lo miró fijamente, dejando que su mirada lasciva transmitiera su respuesta sin necesidad de palabras. —Quizás —susurró con una sonrisa seductora, alimentando la intriga y el deseo entre ambos.
El joven rubio comenzó a caminar hacia las escaleras, alejándose lentamente de Hinata. Ella permaneció inmóvil junto a su coche, observándolo con una mezcla de anhelo y emoción. El momento parecía desvanecerse, pero Hinata no podía resistirse a la tentación.
Justo cuando el joven casi iba a desaparecer de su vista, Hinata se dejó llevar por un impulso irresistible y grito.
—¡Me llamo Hinata ototots-…Hyuga! Aclaro ella usando su nombre de soltera y no el de su marido.
El joven se detuvo en seco, sorprendido por la revelación. Giró su cabeza hacia ella, encontrando su mirada. Ambos quedaron en silencio por un instante, sus ojos comunicando emociones que trascendían las palabras.
—¡Yo soy Naruto uzumaki! —respondió el joven rubio, alzando su voz para hacerse escuchar.
Hinata sonrió con complicidad, sintiendo cómo la conexión entre ellos se fortalecía. Con un brillo en sus ojos, pronunció las palabras que sellarían aquel momento especial.
—Lo sé, lo vi el primer día en tu chapa.
Un nuevo sábado por fin había llegado, y Hinata se encontraba frente al supermercado. Observaba cómo su carro permanecía vacío, esperando ser llenado. Había dejado la despensa vacía durante toda la semana, colmar el carro sería la excusa perfecta para volver a recibir ayuda de Naruto. Su corazón latía con fuerza mientras imaginaba cada roce y cada mirada compartida que les esperaba. Con una sonrisa traviesa en los labios, Hinata entró al supermercado y comenzó a recorrer los pasillos.
No podía evitar sentir una emoción especial al seleccionar cada artículo, imaginando cómo la situación se desarrollaría una vez que estuvieran juntos nuevamente. Buscó con la mirada el uniforme del joven reponedor, esperando verlo entre el resto de los clientes. Sus ojos se iluminaron cuando finalmente lo encontró, ocupado en sus labores habituales. A medida que se acercaba a él, su corazón latía con fuerza en su pecho.
—Hola, Naruto-kun —dijo Hinata con una voz seductora, acariciando sus labios con la punta de la lengua mientras sus ojos se clavaban en los suyos.
Naruto la miró con sorpresa y deseo en sus ojos. —¡Hola, Hinata! ¿Necesitas ayuda con las bolsas nuevamente?
Hinata asintió, dejando que su mano rozara la entrepierna de Naruto de manera sutil mientras lo miraba fijamente.
—Si, me serias de gran ayuda si me acompañas al aparcamiento. Además, tengo una pequeña sorpresa preparada... para los dos — y siguió recorriendo el pasillo.
Una vez pagó, Naruto se volvió a ofrecer a ayudarla a llegar hasta el coche, disimulando simple cortesía ante la compañera de la caja. Juntos, se dirigieron al aparcamiento, sintiendo la tensión y el deseo crecer a cada paso. Hinata sabía que ese momento sería más que especial, una oportunidad para explorar la pasión y el desenfreno que los unía.
El coche estaba en la misma plaza apartada que la última vez, metían la compra mientras contenían la respiración, parecía que cualquier paso en falso de alguno de los dos desataría sus lujuriosos deseos allí mismo. Cuando quedaba poco que guardar Hinata acaricio la cara de Naruto.
— Te espero dentro del coche.
Él se quedó embobado mirando su cuerpo y cuando la mujer de aquella dulce figura cerró la puerta tras ella, comenzó a meter los productos con más celeridad. Cerro el maletero y mirando a su alrededor, asegurándose que nadie lo veía entró.
Dentro del coche, el espacio se volvió el escenario de su encuentro prohibido. Naruto se acomodó en el asiento del pasajero, mientras Hinata se acercaba a él con una mirada cargada de deseo.
Sin perder más tiempo, Naruto se inclinó hacia Hinata, atrapando sus labios en un beso ardiente y ansioso. Sus bocas se fusionaron en una danza sensual, explorándose con pasión y lujuria desenfrenada.
Las manos de Hinata se aferraron a la espalda de Naruto, acercándolo aún más a ella. Sus dedos se hundieron en su cabello, mientras sus lenguas se entrelazaban.
El interior del coche se llenó de gemidos ahogados y suspiros entrecortados, mezclados con el sonido de sus roces con los asientos. Con movimientos hábiles y decididos, Naruto desabrochó su camisa y el sujetador de Hinata, liberando sus pechos firmes y ansiosos por ser acariciados. Sus manos hábiles se cerraron alrededor de ellos, masajeándolos suavemente mientras sus labios y su lengua se centraban en los pezones, alternando entre succiones suaves y lamidas provocativas. Hinata se arqueó hacia él, entregándose por completo al placer que recorría su cuerpo. Sus manos recorrieron el torso de Naruto, deslizándose por su pecho musculoso hasta llegar a la entrepierna, donde su erección palpitante clamaba por atención.
Sin contenerse, Hinata liberó el falo de Naruto de su prisión, encontrándose con su dureza y pulsaciones de deseo. Con movimientos suaves, comenzó a acariciarlo con ritmo, sintiendo cómo crecía y se endurecía aún más bajo sus manos.
—Que dura esta uf, me pregunto a qué sabe.
Con una sonrisa traviesa en los labios, Hinata agacho su cabeza y deslizó su lengua por toda la longitud de su miembro, alternando entre lamidas suaves y succiones intensas. Naruto se aferraba al asiento, completamente entregado al placer que Hinata le brindaba. Sus manos se entrelazaron en su cabello, guiándola sutilmente mientras ella intensificaba sus movimientos.
El hecho de volver a tener la masculinidad de un hombre en su boca casi la hace estallar de placer. Con una última intensa succión miró a al joven reponedor a los ojos y mientras su mano continuaba masturbándolo.
—¿Quieres ver cuál es la sorpresa? — susurró.
—Por… favor— jadeo Naruto.
Hinata se incorporó, se sacó su ropa interior y poniendo sus rodillas en el asiento como pudo se colocó encima de él. comenzó a subir su falda hasta arriba de su cintura. Sin ropa interior que se interpusiera, los labios rosados de su coño brillaban. Mojados por la excitación parecían llamar al joven.
Naruto, con delicadeza, deslizó sus manos por el cuerpo de Hinata, acariciando sus senos firmes, descendiendo por su vientre y adentrándose entre sus muslos. Sus dedos exploraron su coño, encontrando el punto exacto de placer que la hizo arquear la espalda y soltar un gemido.
Con un deseo desenfrenado y una mirada de lujuria en sus ojos, Hinata con una mano guio su glande y tras unas caricias buscando el ángulo perfecto se dejó caer sobre su dura polla. Sintió como se iba abriendo paso con gestos de tensión en su cara, pero cuando sintió piel contra piel, un gemido liberador salió de su boca y una sonrisa se dibujó en su cara. Mientras miraba a su amable reponedor, sus caderas se movían en una danza erótica. Quería sentir su dureza en todo su esplendor, volviendo a sentirse llena.
Los movimientos sensuales dieron paso a intensos saltos de Hinata. Envolvía como un guante el duro miembro que la invadía, cada movimiento era un choque salvaje de sus caderas, una sinfonía de placer y lascivia desenfrenada. Sus manos agarraban con fuerza los hombros de Naruto, dejando marcas de sus uñas en su piel.
El totalmente dominado, aferraba con fuerza sus caderas, guiándola y alentándola en su frenesí de placer. El sudor cubría sus cuerpos, resbalando por sus torsos y aumentando la fricción entre ellos. El calor se volvía insoportable, pero ninguno de los dos quería detenerse.
Ninguno de los dos dejaba escapar una palabra, el coche estaba lleno de gemidos cortados por sus respiraciones aceleradas y por el húmedo sonido de los impactos de sus cuerpos.
El éxtasis se acercaba, sus cuerpos se tensaban con cada roce y cada movimiento. Hinata se inclinó hacia adelante, sus senos balanceándose ante los ojos de Naruto, invitándolo a acariciarlos. Sus manos, llenas de deseo, se cerraron alrededor de sus pezones, pellizcándolos y tirando de ellos con una mezcla de dolor y placer.
—Oh… Hinata no aguanto más… me vas a exprimir.
—Aguanta un poco…ah...ah— sus movimientos se volvieron más violentos— ya…ya...lléname…lléname, no te salgas por favor.
Sus cuerpos se unieron aún más y la primera palpitación del miembro de Naruto desato un intenso orgasmo en Hinata. Espesos brotes de semen llenaban su interior, que empezaban a mezclarse con los fluidos de ella. Tras unos segundos tensos, sus cuerpos se relajaron juntando sus frentes y sus alientos entrecortados se encontraron. Con una sonrisa en sus caras, un delicado beso sello aquel momento.
Hinata volvió al asiento del conductor, sacó una caja de pañuelos de la guantera de la puerta y se lo ofreció. Se recomponían sus ropas como podían mientras unas ligeras risas por la excitación se transformaron en carcajadas que se contagiaban mutuamente.
Naruto se inclinó hacia ella y suavemente atrapando los labios de Hinata le dio un último beso de despedida.
— ¿Te veo el sábado que viene? — pregunto el uzumaki mientras abría la puerta del copiloto.
— Quizás— la misma respuesta, la misma cara seductora que la última vez.
Hinata saboreaba su café caliente mientras su mirada se perdía en la lluvia que danzaba fuera del amplio ventanal de la cafetería. Hacía tiempo para ir a recoger a indra al colegio mientras sus pensamientos la llevaban de regreso a las emociones que había experimentado en el supermercado, una mezcla turbulenta de excitación y remordimiento. Evitar ese lugar durante semanas había sido su estrategia para mantenerse alejada, pero el recuerdo del joven rubio desafiaba su racionalidad, envolviéndola en una neblina de lujuria y pasión que oscurecía sus pensamientos. Sin embargo, la mera idea de su familia la devolvía a la realidad, inundándola de sentimientos de culpa que crecían angustiosamente en su pecho. Una voz tras ella la sacó de sus pensamientos.
— Hola, qué grata sorpresa — dijo la voz, y Hinata se giró levemente, su corazón dando un vuelco al ver a Naruto de pie junto a su mesa.
— Hola... Naruto — murmuró ella con un hilo de voz.
— ¿Puedo sentarme? — preguntó él con una sonrisa cautivadora.
— Sí... aunque no deberíamos... — respondió ella, mirando a su alrededor en busca de rostros conocidos que pudieran reconocerla.
— Estaba preocupado por ti, hace tiempo que no te veo en el supermercado — dijo Naruto.
— Naruto-kun... soy una mujer casada... — comenzó ella, bajando la mirada.
— Lo sé, pero también sé que no eres feliz — la interrumpió él.
— Lo siento, Naruto, pero no podemos repetir lo que pasó entre nosotros. No solo es mi marido, también debo pensar en mi hijo — dijo Hinata con determinación.
Naruto la observó por unos segundos, resignándose a respetar su decisión. Se levantó de la mesa con un gesto resignado.
— Lo entiendo, no te presionaré. Puedes ir tranquilamente al supermercado, no intentaré nada.
— Gracias... — susurró Hinata, con la cabeza gacha.
El joven se dirigió hacia la puerta, pero a mitad de camino se detuvo y regresó a la mesa, dejando a Hinata atónita. Cogió una servilleta y sacando un bolígrafo del bolsillo comenzó a escribir en ella.
— Este es mi teléfono y mi dirección por si cambias de opinión — dijo Naruto, entregando la servilleta a Hinata.
Sin más palabras, Naruto abandonó la cafetería mientras Hinata mantenía su mirada fija en la servilleta. Una batalla interna se libraba en su interior. Al recuperarse, se acercó a la barra, pagó el café y se dirigió a su coche. Una vez dentro, miró nuevamente la servilleta; la lujuria y la razón luchaban por hacerse con su voluntad. Respiró hondo, arrugó la servilleta y salió de su coche encaminándose hacia una papelera. Parecía que la razón había ganado, pero en el último momento, apretó la bola de papel y corrió de vuelta hacia su coche. Desdobló la servilleta sobre el volante, echó la cabeza hacia atrás y un suspiro de frustración escapó de sus labios. Doblando cuidadosamente la servilleta, la guardó en un pequeño bolsillo de su bolso. Arrancó el coche y se dirigió al colegio para recoger a su hijo, tratando de silenciar los pensamientos que la atormentaban, una maraña que le provocaba náuseas en el estómago.
Hinata pasó los días intentando mantenerse fuerte, enfocándose en su familia para alejar de su mente al joven reponedor. Sin embargo, cada vez que abría el armario y veía el bolso donde celosamente guardaba la servilleta, una fuerza invisible la tentaba. La actitud distante de su marido tampoco contribuía a calmar su indecisión; sus intentos de acercamiento eran ignorados, dejando sin satisfacer el fuego interior que la consumía. La rutina volvió a apoderarse de su vida: llevar a su hijo al colegio, ocuparse de la casa y cocinar para su familia.
Una mañana, tras dejar a su hijo en el colegio, el silencio la envolvió y su corazón comenzó a latir rápidamente, faltándole el aire. Se recostó en la cama hasta que logró calmarse, con la mirada perdida en el techo. Como un autómata, se levantó y se dirigió al armario. Abrió uno de los bolsos y extrajo la preciada servilleta. Tomó su teléfono móvil y marcó el número con manos temblorosas. Su dedo se detuvo sobre el botón de llamar, tomó aire profundamente y lo presionó.
— ¿Sí? — contestó una voz al otro lado tras unos breves tonos.
— ¿Naruto? — preguntó Hinata con voz temblorosa.
— Sí, ¿quién es? — preguntó el joven.
— Soy... Hinata — dijo ella, armando su valor.
— Oh... Hinata — respondió Naruto sorprendido—. Creí que nunca llamarías.
— Y yo también... ¿estás trabajando?
— No, hoy descanso. Estoy en casa — respondió él, esperando la siguiente pregunta.
— ¿Me invitas a un café? — dijo Hinata tras unos segundos de silencio.
— Claro que sí.
— Voy para allá.
— Estupendo, aquí te espero.
— Hasta ahora, Naruto-kun — dijo ella antes de colgar.
Un tiempo después, Hinata estaba frente a la puerta del apartamento de Naruto. Su dedo rozó el timbre y su corazón latía apresurado. El deseo venció y pulsó el botón; quiso salir corriendo, pero su cuerpo tembloroso no reaccionó y la puerta se abrió lentamente.
— Buenos días, Hinata — saludó Naruto con una sonrisa—. Pasa, por favor.
— Buenos días — respondió ella al pasar a su lado.
— Siéntate por favor, acabo de moler café... — intentó decir Naruto antes de que Hinata saltara sobre él buscando su boca.
Tras un instante de sorpresa, el joven correspondió al beso y a las caricias. Sus lenguas se mezclaban mientras el bolso y el abrigo de Hinata caían al suelo. Naruto recorrió sus piernas hasta subir su falda hasta la cintura, acarició sus nalgas suavemente antes de agarrar sus piernas y cargarla hasta el sofá.
Hinata, con las piernas abiertas sobre su regazo, movía su pelvis buscando el roce del miembro del joven sobre el pantalón. Poco a poco se dejó caer, abandonando su boca hasta arrodillarse frente a él. Lentamente fue abriendo su cinturón, el botón del pantalón y bajó la cremallera. Él levantó sus caderas cuando ella tiró de los calzoncillos junto con el pantalón y emergió frente a sus ojos un esplendoroso pene.
La mano de Hinata subió por los muslos del rubio hasta acariciar sus huevos, seguida de sus labios cuando su mano subió por el tronco. Su lengua fue subiendo hasta que comenzó a danzar sobre la punta.
— Ah — suspiró Naruto cuando ella empezó a engullir su polla mientras su lengua se arremolinaba sobre su glande.
Hinata succionaba lentamente, su cabeza bajaba y subía sin apartar la mirada de los ojos del joven que se abrían de par en par cuando la punta su polla chocaba con la garganta. Ella tomó su mano y la puso en su cabeza. Naruto entendió inmediatamente y fue haciendo cada vez más presión hacia abajo, ahora su polla no chocaba si no que traspasaba su garganta. De vez en cuando liberaba la presión dejándola respirar mientras sus babas caían por su barbilla para luego volver a guiarla hasta su polla.
Naruto estaba a punto de culminar bajo las expertas habilidades de Hinata, pero no quería que aquello terminara tan pronto.
— Vamos a la cama — dijo Naruto empujando la cabeza de Hinata hacia atrás.
Él la guió hasta su habitación mientras iba desnudándola hasta tumbarla sobre la cama.
Él se puso encima de ella, y su boca se apoderó de sus pezones, ella acariciaba su cabello mientras succionaba, alternando de uno a otro para arrancar gemidos de su entregada amante. Con su lengua, fue bajando por su vientre, ella abrió sus piernas deseando el contacto de su lengua.
— Ah, Dios... Naruto-kun... — gimó la ojiperla al sentir la húmeda lengua rozar su coño.
Los dedos de Naruto acariciaban sus sensibles labios, haciéndola estremecer y desesperar al mismo tiempo.
— Cómeme el coño... por favor... — suplicó Hinata, agarrando la cabeza del joven y hundiéndola entre sus piernas.
Él aplacó su desesperanza con intensas lamidas mientras sus dedos exploraban su interior. Hinata movia sus caderas buscando intensificar el contacto mientras pellizcaba sus pezones. Debido a la excitacion contenida de todo este tiempo ella no tardó mucho en explotar en su boca. Su cuerpo se estremecia mientras oleadas de placer recorrian su cuerpo.
Él se incorporó, y ella se sentó al borde de la cama dispuesta a poner de nuevo la polla del joven a punto con su boca. Cuando estuvo de nuevo duro como una piedra, Naruto la volvió a tumbar, esta vez sobre el borde de la cama, y poniéndose encima de ella guio su polla hasta su coño. Sin ningun tipo de resistencia rápidamente se encontraba completamente dentro hasta que sus pubis se encontraron.
— Mmmm — gimoteó Hinata.
La habitación estaba llena de susurros y gemidos, una sinfonía de sus cuerpos entrelazados en una danza apasionada. Naruto movía sus caderas con contundencia, mientras Hinata respondía con sus movimientosde sus caderas buscando que la hinchada polla del joven entrara hasta lo más profundo de las paredes de su mojado coño. Cada embestida era como una ola que bañaba el océano desierto de su deseo sexual.
— Ah… Naruto-kun… como me gusta tu polla… ah… follame en cuatro… por favor — pidió Hinata al recibir de lleno las penetraciones poderosas del rubio.
El no quiso negarle sus deseos, se hizo hacia atrás permitiéndole colocarse de rodillas sobre el borde de la cama. Ante Naruto estaba aquella mujer con su coño mojado coronado por un rosado y pequeño ano. Meneo su polla un par de veces antes de encaminarla de nuevo en su cálido coño.
De nuevo una y otra vez, el rubio estrellaba sus huevos contra Hinata. De vez en cuando relentizaba sus movimientos, abría su culo y se deleitaba viendo como su polla se perdía dentro de ella, el ano de la mujer de ojos perlas se abria cuando sacaba y se cerraba cuando la enterraba de nuevo, lo que no paso desapercibido para Naruto y habilmente dejo caer saliva en el estrecho agujero y empezo a masajearlo.
Ella giro su cabeza sorprendida, pero cuando el hizo un poco de presión y la punta de su dedo invadió su recto no opuso resistencia, limitandose a dar un suave gemido y volver a mirar al frente dando a entender al uzumaki que podia continuar.
Naruto seguia follando a la desatada Hinata mientras su dedo, mezclado don su saliva y los propios fluidos de ella, iba adentrandose en su culo. No paso mucho tiempo cuando el rubio quiso intercambiar su dedo por su verga.
— ¿Puedo? — pregunto el mientras acariciaba su ano con la punta de su polla.
Ella giró su cabeza de nuevo, lo miró a los ojos y después observo su hinchada polla. Dudó unos instantes, no creia que fuera entrar en su estrecho culo, pero a esas alturas estaba dispuesta a todo.
— Solo hazlo suave... — Hinata susurro antes de girarse al frente de nuevo.
El joven uzumaki comenzó a hacer presión sobre su ano, con algo de torpeza pues en contadas ocasiones había tenido la oportunidad de practicar sexo anal y los nervios de Hinata tampoco ayudaban. Con algo de esfuerzo y algo de dolor para ella, la punta de su polla logro entrar, pero al intentar continuar el dolor se hizo insoportable.
— Me duele Naruto-kun... me duele mucho... espera un momento... — pidió Hinata haciéndose adelante sacándose la polla — ufff — se lamentó llevando su mano a su dolorido culo.
Entonces bajo la atenta mirada del joven, que pensaba que su andadura anal había terminado, Hinata salió de la habitación volviendo a los pocos segundos volvió con su bolso y entonces saco un pequeño bote de vaselina.
— La llevo para mi hijo indra-kun cuando se le agrietan los mofletes por el frio — explicó la ojiperla al ver el gesto extrañado del joven rubio.
Hinata se sentó en la cama frente a él, tomo un poco de vaselina y la esparció sobre la polla de Naruto. Lo masturbo suavemente untando uniformemente la vaselina, para luego darle el bote a él y volver a ponerse en cuatro. Él fue bastante generoso con el resbaladizo ungüento y ahora con más facilidad dos dedos dilataban el estrecho culo.
— Ya es suficiente Naruto-kuh... mete tu polla ahora... — dijo ella con un hilo de voz.
Naruto retomo su tarea y esta vez su polla, aunque lentamente fue ganando terreno dentro de su recto. Se acercaba a la mitad de su miembro, que justamente era la parte más ancha cuando Hinata volvió a sentir un agudo dolor.
— Para... para... uff... es muy gruesa... — se quejó Hinata.
Él se quedó inmóvil, esperando a las indicaciones de Hinata. Ella se tranquilizó y relajó lo que hizo que el dolor se disipara lentamente, entonces se dejó caer sobre la cama empinando todo lo que pudo su culo y llevando las manos hacia atrás abrió sus nalgas aun mas.
— Sigue... — pidió Hinata.
El obedeció y empujo de nuevo su polla abriendo su estrecho agujero. A pesar de los gritos de dolor de Hinata no volvió a pedir que se detuviera y cuando un poco más de la mitad consiguió entrar, el resto se deslizo con razonable facilidad.
Ahora Hinata se encontraba empalada por su ojete y notaba los huevos de Naruto acariciando su coño.
— Follame... follame el culo, Naruto-kun... — pidió Hinata empezando a presionarse contra él.
Naruto empezó a acompasar sus movimientos con los de ella y en unos minutos las duras embestidas arrancaban alaridos a la garganta de Hinata, pero esta vez de puro placer.
— Uff que culo tiene Hinata... que rico envuelve mi polla — suspiraba Naruto extasiado.
— Ah... sigue... sigue... oh dios mi culo... me corro otra vez — gritaba Hinata mientras su coño chorreaba con cada orgasmo.
Los gritos de Hinata se entrelazaban con el aliento entrecortado de Naruto, sus cuerpos se movían al unísono en una danza de lujuria. El joven rubio no iba a aguantar mucho más y asi lo hizo saber.
— No aguanto más Hinata... me voy a correr — dijo Naruto intentando alargar el placer.
— Hazlo, córrete en mi culo... llénamelo... oh dios... me corro otra vez... — dijo Hinata totalmente fuera de sí.
Naruto dio una última estocada y metiendo su polla lo más que pudo, empezó a escupir su cálido semen en el fondo de su culo. Hinata gemía sin control sintiendo las palpitaciones del joven en su recto.
— Dios ha sido increible — dijo suspirando Naruto y dandole una palmada en el culo a Hinata que aun se estremecia con su ultimo orgasmo.
Lentamente Naruto fue haciendose hacia atras hasta que salió del culo de Hinata
— Ahh... joder no me follaban asi el culo desde la universidad... ufff... — dijo Hinata mientras su ano se abría y cerraba expulsando la abundante carga del joven hasta llegar a su coño.
— ¿Una ducha? — propuso Naruto.
— Si... por favor — aceptó Hinata levantándose.
Envueltos en el vapor del agua caliente, los lujuriosos amantes se enjabonaban el uno al otro alternando con intensos besos. Aquella tarde fue el comienzo de una serie de calientes encuentros y poco a poco a Hinata le fue importando cada vez menos la relación con su marido Toneri. No sabía hasta donde llegaría aquella aventura con el joven Naruto uzumaki, si transcendería el plano sexual y se forjaría una relación, pero la idea del divorcio se iba haciendo más grande.
Una tarde el marido de Hinata llegó a casa. El silencio envolvía la casa, lo que le extrañó mientras dejaba las cosas en el recibidor y al entrar al salón encontró a su esposa sentada en la amplia mesa de cristal con rostro serio.
— Hola cariño ¿y el niño? — preguntó el ototsuki acercándose a ella.
— Está en casa de mi padre — dijo Hinata con voz cortante.
Él peliblanco se inclinó con la intención de darle un beso, pero ella se apartó y fue entonces cuando se percató de los papeles que había encima de la mesa.
— ¿Que son esos papeles? — preguntó Toneri intrigado, aunque en su interior sospechaba de que se trataban.
— Toneri-san quiero el divorcio, nuestro matrimonio está acabado — dijo Hinata fríamente.
Él cogió los papeles y suspirando se dejó caer en una silla. Se quedo mirando unos segundos a la que a todas luces en breve seria su exmujer y luego comenzó a ojear los papeles por encima — Déjame leerlos detenidamente y te diré algo — dijo el levantándose abatido.
— Toneri por favor no alarguemos... — intento decir ella antes que él la interrumpiera.
— Tranquila, si todo esta correcto los firmare, esto se veía venir — dijo el haciéndole un gesto cariñoso en el hombro — cogeré algunas cosas y me marcharé, ya vendré a por el resto.
Hinata se quedó esperando sentada inmóvil, por un lado, estaba preocupada por cómo afectaría todo esto a su hijo y por otro aliviada de que su marido estuviera dispuesto a hacer todo el trámite de forma sencilla.
— Listo, me marchó — dijo Toneri cuando apareció de nuevo en el salón con una maleta y un maletín.
— Toneri solo quiero que sepas que eres un gran padre y podrás ver a indra-chan siempre que quieras.
— Gracias... — dijo el intentando esbozar una sonrisa — dándose cuenta de que pedirle el divorcio era algo que había meditado y no algo impulsivo. Hinata se levantó y se acercó a él ofreciéndole su mano.
— Sin rencores — dijo Hinata.
— Sin rencores — dijo él estrechando su mano.
Sus manos se separaron lentamente y entonces Toneri cogió sus cosas y salió de su casa. Días después regresó con los papeles firmados. Se sentaron con su hijo e intentaron explicarle el divorcio, pero era muy pequeño aun para entender completamente la situación. Toneri terminó de recoger sus cosas y dejando los papeles del divorció encima de una mesa se despidió de su hijo antes de marcharse para siempre de lo que hasta hacia poco era su hogar.
Naruto se encontraba en el pasillo de las conservas ordenando y reponiendo cuando su jefe le interrumpió.
— Naruto, deja eso un momento quiero presentarte a una nueva compañera — le ordenó su jefe.
— Si claro... — dijo Naruto mientras se giraba quedándose blanco al ver a Hinata, sonriente y ataviada con el uniforme del supermercado — Hola... soy Naruto — se presentó ofreciéndole la mano.
— Un placer, me llamo Hinata — dijo ella estrechando su mano siguiendo la farsa.
— Hoy pasará el día contigo de prácticas, espero que te adaptes bien al trabajo, Hinata — dijo el jefe antes de dejarlos solos.
Una vez solos ambos rompieron a reír — ¿Cómo no me has dicho nada? — preguntó Naruto.
— Quería darte una sorpresa — dijo Hinata riéndose.
— Pues lo has conseguido. Bueno vamos a ponernos a trabajar, este jefe es bastante estricto ya lo conocerás.
Solo pasaron unos meses antes de que los dos perdieran su trabajo debido a, en palabras de su jefe, un comportamiento obsceno tras sorprenderlos follando como animales escondidos en el almacén.
Luego de esto Naruto se mudo con la mujer de ojos perlas que al parecer poseía una enorme fortuna y oficialmente era su novia.
FIN.
