Capítulo 6.
El examen había terminado. Shirou había conseguido hacer que Raiga se rindiese ante esa espada que un espíritu heroico le había prestado. Con esa espada había demostrado una pequeña parte del poder del héroe Siegfried destruyendo parte de la réplica de la ciudad en la que estaban.
Actualmente Shirou estaba por el arrastre con sangre saliendo de sus ojos, nariz y boca debido a la presión que este había sufrido. Raiga estaba preocupado por el estado actual de su nieto adoptivo, si bien le había visto sangrar en los entrenamientos que él le organizaba ahora estaba a otro nivel.
El chico estaba de pie, completamente estoico y no tenía pinta de poder moverse. Raiga se acercó más a Shirou y le agitó su hombre en busca de un signo de consciencia, pero no hubo respuesta. Lo intentó de muchas formas, agitó sus brazos, lo llamó por su nombre, incluso lo abofeteó en la cara, pero no hubo nada. El viejo comenzó a asustarse ya que debía llevarlo al espejo para poder volver y el solo no podría hacerlo.
Intentó mover al joven, pero le pesaba mucho al ser un peso muerto. Unos minutos más tarde el sacerdote de la ciudad acudió a su ayuda.
- Tranquilo Raiga. - Dijo el sacerdote al viejo que estaba acompañando al joven. - Lo que le sucede es lo más normal para un principiante en una batalla. Al haber usado demasiado prana su cuerpo le ha mandado a un estado de hibernación. - Este le explicó mientras cargaba al chico en su espalda y comenzaba a caminar hacia la mansión Tohsaka.
Raiga lo seguí desde un poco más atrás, no confiaba en el sacerdote, pero si él podía hacer algo por su nieto le parecía bien. La caminata hasta la mansión transcurrió en silencio, el sacerdote de nombre Kotomine no eran de los que dan una charla amigable fuera de la iglesia, si lo hacía solo era para mostrar el camino a su rebaño, pero como el viejo Fujimura no formaba parte de los buenos samaritanos de su iglesia no sentía la necesidad de darle un sermón sobre la fe divina o sobre el buen camino a seguir.
Después de diez minutos de camino en silencio llegaron a la entrada a la mansión, donde la supervisora de la ciudad estaba esperando con los brazos cruzados y con una cara que denotaba molestia por lo que había esperado. Cuando ella los vio acercarse dio un pisotón al suelo para luego acercarse a ellos con una cara de molestia.
- Por fin volvéis. - Dijo ella mientras se acercaba. - Has tardado mucho Kotomine, solo tenías que traer al chico para que podamos hacer la transferencia de la cresta.
- Cambio de planes Rin. - Dijo él con calma mientras mantenía su típica sonrisa en la cara. - El chico se ha quedado inconsciente y se ha herido por haber usado demasiado prana, por lo que lo dejaremos descansar durante un tiempo, por lo menos cinco minutos para ver si despierta. - Le dijo mientras pasaba de largo. - Durante ese tiempo intentaré curar al chico, y no te preocupes, yo me encargaré de hacer la transferencia.
Ese comunicado había sorprendido a Rin. Él siempre le decía que debía hacer todo el trabajo como supervisora, el hecho de que él se quería encargar le daba malas vibraciones, pero tampoco se iba a quejar por librarse un poco del tedioso trabajo de supervisor.
Ella rápidamente adelantó a Kotomine y le indicó que fuese a una habitación que había en la primera planta. En teoría era una habitación de servicio para criados que estaba al lado de la sala principal, pero decidieron dejarla para que Shirou se recuperase.
Una vez llegaron todos Kotomine se dirigió a la habitación haciendo que Rin se quedase a solas con el viejo yakuza. Ella nunca había hablado con él en persona, solo podía recordar el nombre por una carta de hace mucho tiempo, cuando su padre todavía era el supervisor justo antes de que comenzase la guerra por el santo grial. Por lo que a simple vista podía ver parecía un hombre mayor que podía pasar por un simple abuelo que le gusta dar de comer a los pájaros en el parque, pero lo que había visto contrastaba con su apariencia.
Raiga Fujimura había demostrado tener un dominio muy bueno de la cresta que alguien le había dejado. Capaz de aumentar su velocidad y disminuir la de su alrededor para que este fuese a una velocidad aún mayor, también dominaba el fortalecimiento con el que podía atacar cuerpo a cuerpo que, junto a su magia de aceleración, le hacían alguien de temer si te arrincona en una pelea.
- Señorita. - Dijo Riaga haciendo dar un pequeño salto a Rin por lo ensimismada que estaba en sus pensamientos. - No conozco bien a ese sujeto, ¿Sabrías decirme si mi nieto está en buenas manos?
- Normalmente te diría que sí para que no se preocupe. - Dijo Rin mientras dirigía su mirada a la habitación en la que estaba el joven. - Si bien su misión es mantener la iglesia él tiene una cresta mágica que le permite curar, yo no confió mucho en él. - Tras decir eso Raiga alzó una ceja y permitió a la joven hablar. - A mi padre le pasó algo muy malo cuando él era su alumno, desde entonces no he podido confiar en él.
Eso no pareció gustarle al anciano ya que se levantó de su asiento y comenzó a caminar por la habitación como si fuese un hombre preocupado por su mujer que está dando a luz. Este comportamiento hizo que a la dueña de la casa se molestara por la inquietud de su invitado, pero no podía hacer nada para tranquilizarlo ya que había sido ella la que le había puesto en ese estado.
Kotomine había seguido a la joven hasta la habitación del servicio. No era muy grande, solo había una cama, un armario y una ventana, lo suficiente para ser considerada una habitación. Este quería hacer el tratamiento a solas, por lo que le dijo a Rin que era mejor esperar fuera ya que tendría que desnudar al chico. Él conocía bien a Rin, por lo que sabía que ella saldría de inmediato dejándole todo el trabajo a él.
Una vez este se quedó solo comenzó a quitar solo la parte superior del traje del chico dejando su torso desnudo. Este tenía unas pocas cicatrices muy pequeñas casi imperceptibles para alguien que no tenga experiencia en la medicina. Y tras examinar a primera vista el cuerpo del joven este habló.
- Que fácil sería acabar con tu hijo ahora Kiritsugu. - Dijo este mientras acercaba su mano al cuello de Shirou. - Me hiciste la vida casi imposible en la guerra anterior y puedo tomar venganza en tu hijo. - Su mano estaba a escasos centímetros de su cuello. - Está a mi merced ahora mismo... Pero no voy a hacer nada. - Dijo para luego retirar su mano. - Eso no sería apropiado, siento que su participación en esta vida va a ser muy interesante y creo que me va a ayudar a descubrir mi verdadera existencia.
Tras divagar el solo ante un chico inconscientes procedió a curar las heridas que se hizo en esta prueba. Sus heridas en sí eran pocas, solo unos pocos arañazos y contusiones, pero lo más preocupante fue el derrame interno que se había formado por la presión que su cuerpo por usar el noble phantasm de ese espíritu heroico.
Este no tardó en tratar el derrame que se había formado, afortunadamente no había daños cerebrales por el derrame que se había causado. Tras tratarlo decidió esperar pacientemente hasta que este se despertara por su propia cuenta ya que no sería buena idea despertarlo antes de tiempo.
Tras diez minutos de completo silencio Shirou comenzó a mostrar indicios de consciencia y unos segundos después este ya había abierto los ojos.
Shirou al estar completamente despierto miró a su alrededor intentando ubicarse y cuando sus ojos se posaron en el sacerdote este se puso un poco nervioso.
- Veo que te has despertado. - Dijo Kotomine mientras se levantaba de una silla que había en la habitación. - Has estado dormido por unos quince minutos aproximadamente, ¿Cómo te sientes?
- un poco mareado. - Dijo este para luego incorporarse en la cama. - ¿Qué ha pasado con la prueba que me hizo el viejo?
- La prueba fue muy interesante. - Dijo el sacerdote con tranquilidad y su sonrisa habitual en la cara. - Has terminado siendo aprobado por abandono de Raiga y estás en la residencia Tohsaka después de haber usado demasiado prana en la prueba. Descansa unos minutos, llamaré a tu abuelo para que hagamos el ritual de traspaso de la cresta familiar.
Este solo pudo asentir ya que el sacerdote ya se había dio por la puerta. Una vez estuvo solo volvió a acostarse y miró en al techo que había en la habitación. En ese momento él pensó en el examen que había tenido hace unos minutos.
Ya no podía sentir la presencia de Seigfried y tampoco podía oírle, por lo que había llegado a la conclusión de que él ya se había ido de alguna forma, pero no le dio importancia, la única duda que tenía era cómo había contactado con él. Lo único que podía llegar a pensar era que por la falta de prana en su cuerpo y el hecho de que él ya había conocido a una mujer que era conocida como un héroe, eso le había hecho pensar que de alguna forma se habían vinculado de alguna forma.
Tras casi dos minutos llegaron el sacerdote y su abuelo. Este fue rápido a su nieto y verificó con sus propios ojos si de verdad estaba bien y una vez esté estuvo satisfecho con lo que estaba viendo le indicó a Kotomine que hablara de lo que tenía que hacer.
En el momento en el que el sacerdote tenía la palabra y la atención de todos este comenzó a explicar el procedimiento. Este consistía en mantener algo de contacto físico mientras que él hacía todo el trabajo. Él les contó que podía ser un contacto normal, como agarrarse las manos, pero el viejo le dijo que quería mantener espalda con espalda con su nieto adoptivo, como si estuviese diciendo que él siempre le ayudaría.
Hecha la elección estos se sentaron en el suelo mientras juntaban sus espaldas desnudas. Normalmente sería Rin la encargada de hacer esto, pero como Kotomine sabía un poco del pasado del niño, por lo que quería hacerlo él. Este imbuyó de prana sus dedos y los posó en la cresta mágica de la espalda del yakuza mayor. Poco a poco fue moviendo los dedos haciendo que la cresta se traspasase a la espalda del joven.
No era un procedimiento doloroso, pero era cansado para el mayor ya que estaba perdiendo algo que lo había estado ayudando durante mucho tiempo.
Los minutos pasaron y la cresta ya había sido traspasada a la espalda de Shirou.
-Muy bien chico. - Dijo el sacerdote hacia Shirou. - Debes decirme tú nombre para el registro de la torre del reloj. Y puedes estar tranquilo, como has venido ocultando tu identidad lo haré yo mismo para que Rin no vea tú nombre en ningún momento. - Explicó este haciendo que la mirada sería del pelirrojo se relajase un poco.
-Me llamo Emiya Shirou. - Dijo este haciendo que el sacerdote asintiera.
-Muy bien joven Emiya. - Dijo este para luego entregar la ropa a Shirou. - Ya hemos terminado, por lo que os podéis ir a vuestra casa para que podáis descansar.
Ellos asintieron y el sacerdote salió de la habitación encontrándose con Rin en el pasillo. Esta quiso saber cómo había salido el ritual de transferencia, pero al ver como el sacerdote omitía el nombre de la cresta y el nombre del nuevo portador esta exigió saberlo. Pero ella tuvo que mantener la boca cerrada al escuchar decir al sacerdote que él no le dirá los nombres ya que si quiso mantener su identidad oculta él respetaría su decisión.
La prueba se dio ya hace unas semanas y las vacaciones de verano terminarían en tres días. En este tiempo Raiga comenzó a notar como el maná del ambiente fue aumentando poco a poco. Hacía diez años no había sentido tanto maná junto. La diferencia que había era mínima ya que la era de los dioses terminó hace mucho tiempo y por consecuencia el maná en el aire se disminuyó de una forma abismal, pero ahora se sentía como más fresco.
Este pensó durante un tiempo, pero solo había una cosa que le indicaba más o menos o que podía ser. La guerra por el santo grial, pero era una estupidez, Kiritsugu le había dicho en muchas ocasiones que la guerra sucedía cada muchos años, como sesenta años, pero... Si de verdad está por suceder otra guerra cabe la posibilidad de que Shirou fuese seleccionado para la guerra, por lo que lo prepararía por si se llegara a dar el caso.
En la noche, cuando la familia principal estaba cenando Raiga soltó una pequeña bomba.
- Shirou, ya vas teniendo una edad. - Dijo este llamando la atención de Shirou y Taiga, los cuales eran los únicos en la mesa. - Tengo una residencia que usaron tus padres hace diez años en la guerra por el grial, actualmente está en buenas condiciones, me gustaría que fueras a vivir a esa residencia. - Le dijo viendo como la mirada de Shirou cambiaba poco a poco a una de preocupación. - No te estoy echando, pero creo que algo grande va a pasar y esa vivienda tiene un campo acotado, por lo que creo vas a estar más seguro allí.
- ¿Cómo que allí estaría más seguro? - Preguntó Taiga sorprendida y un poco enfadada. - ¡Aquí está toda la familia, tenemos seguridad y nadie se atreve a asaltar detrás de estas paredes!
- No me refiero a eso. - Dijo el viejo muy serio. - Tengo un mal presentimiento, por lo que proteger al heredero de la cresta escondiéndolo en una residencia aparte es una de las mejores opciones que tenemos. - Explicó acallando las quejas de su nieta. - Por ahora hemos conseguido que la encargada de la ciudad no supiera su identidad, solo sabe que vive con nosotros. Si mandamos a Shirou a la antigua residencia de su padre no habrá ningún punto que una a Shirou con nosotros salvo que nosotros somos sus tutores por pedido de su padre. A ojos de la supervisora mi heredero es mi nieto de sangre, pero Shirou y nosotros no compartimos apellidos, por lo que nunca pensarán que es el heredero de la cresta.
Hubo un poco de silencio. Shirou sabía que él quería mantener en secreto de que él era el actual portador de la cresta, en el fondo era un buen plan y no era como si echaran de la familia, además de que podría sentir lo que era la vida independiente.
Tanto Taiga como Raiga discutieron sobre ese tema mientras Shirou pensaba en el asunto. Después de un tiempo llamó la atención de los dos y les hizo saber que sería una buena idea, no solo para proteger a Shirou de la supervisora, sino que también podría ser bueno para su vida en el futuro. A la mujer no le parecía bien, pero si a él no le molestaba no diría nada en su contra.
A la mañana siguiente, el magus pelirrojo acompañó a su abuelo adoptivo hasta lo que era una residencia japonesa antigua de una sola planta con un almacén en el jardín trasero junto con una dojo de kendo. Cuando entraron Raiga le presentó todo el interior al joven que iba a vivir allí al empezar las clases. Cuando llegaron al almacén este le explicó que sus padres lo usaron como su taller, un lugar donde podrían practicar su magia libremente sin que las demás personas que no tuviesen nada que ver con la magia no se diesen cuenta.
Al entrar en el almacén el joven vio que tenía un segundo piso al que se podía acceder desde unas escaleras de madera, además de que había un círculo mágico en el suelo, del cual Raiga nunca supo por qué estaba allí, solo supo decirle que era necesario para algo por lo que no lo borrará.
- Bueno Shirou, mañana traeremos tus cosas a esta casa y no te preocupes, mandaré a un par de criadas para que te ayuden a hacer las tareas del hogar. - Le informó el abuelo con una sonrisa. - ¿Te acuerdas de Himiko y Ran? Ellas se instalarán en los dormitorios más pequeños, tú serás el señor de la casa, por lo que te quedarás con el cuarto principal.
El tiempo pasó y el nuevo periodo de la escuela comenzó. En ese tiempo Shirou comenzó a vivir en la residencia Emiya junto con las dos criadas Himiko y Ran, las cuales era unas hermanas, que tienen el pelo negro siendo Himiko la mayor por dos años, con 27 años, y pelo largo y Ran con 25 y pelo corto.
Shirou se tomó el hecho de vivir en la residencia de su padre como un experimento de cómo iba a vivir en el futuro, por lo que también buscó un trabajo de medio tiempo en un bar que pertenecía a la familia de una amiga de Taiga, Otoko Hotaruzaka.
Todo comenzó cuando un día Shirou fue despertado por una de las hermanas sirvientas.
-Shirou-sama. - Dijo Ran mientras sacudía el hombro del joven. - Se está haciendo tarde, debe levantarse.
Shirou gruño antes de abrir los ojos encontrarse con la mujer de pelo corto negro y ojos castaños que vestía con un kimono de color marrón con un diseño simple. Cuando se incorporó recibió un saludo por parte de su criada y una sonrisa para luego dejar al joven solo para que pudiera cambiarse.
En el momento en el que Shirou se vistió notó un dolor punzante en el dorso de su mano izquierda. Si lo tuviera que comparar con algo sería como si se estuviera clavando agujas cada vez que algo le rozaba esa parte de la piel. Nunca antes había sentido algo por el estilo, lo más cercano que a ese dolor fue cuando se le rompió un vaso en la mano cuando trabajaba en la licorería de Neko-san.
El pelirrojo decidió ignorar el dolor por ahora, tenía que ir a clases y no podía perder tiempo ya que si no llegaría tarde. Una vez se puso su uniforme decidió salir a tomar el desayuno, normalmente suele ser él el que hace tanto el desayuno como la comida y la cena.
Cuando llegó a la sala principal vio a sus dos criadas junto con Taiga y Sakura, la hermana menor de Shinji, la cual decidió ayudarle cuando se enteró de que tenía que trabajar para poder mantener sus gastos.
Hoy había sido un día especial ya que Shirou se había quedado dormido y no había preparado el desayuno él sino una de sus sirvientas, cosa que molestaba a Shirou. Ellas trabajaban anteriormente en el complejo Fujimura y cuando él se había mudado se habían visto obligadas a ir con él. No le malentiendas, a Shirou le gustaba su compañía, pero lo que no le gustaba era que ellas tuviesen que limpiar y organizar su casa cuando lo podía hacer él.
-Buenos días senpai. - Dijo Sakura con una sonrisa en su cara. - Es raro que te quedes dormido, ¿Estuviste trabajando mucho en el cobertizo anoche?
Shirou había ganado la costumbre de entrenar su magecraft en la noche. Ahora que se había puesto en serio con la magia y además de haber encontrado libros de sus padres había descubierto unas cosas. Lo principal sería que el nombre con el que debía denominar a los usuarios de magia era magus y no magos, aparte de que la magia no era llamada magia sino magecraft. Cuando lo descubrió se sintió como un idiota.
-Trabajé en el anoche. - Dijo Shirou para luego sentarse al lado de la chica de pelo purpura. - Además debí haberme hecho daño con algo, me duele un poco el dorso de la mano.
Ante ese comentario tanto Sakura como Taiga miraron al chico, una de ellas preocupada y otra curiosa por ello.
- ¿Te duele mucho? - Dijo la tutora del chico para luego examinar las manos de Shirou. - No parece que tengas un moratón o herida, si te sigue doliendo por la tarde tomaremos medidas.
El joven no le prestó mucho interés a la reciente dolencia de su mano izquierda, por lo que decidió ignorarlo por el momento.
Era ya noche cerrada en Alemania. La familia Einzbern se estaba preparando para dormir. Kiritsugu había salido el día de hoy con Iris a la ciudad para comprar vestidos nuevos para la matriarca de la familia y, por petición de esta, un coche nuevo ya que el último sufrió un pequeño inconveniente que involucraba un árbol, un par de sirvientes y una pared destrozada. En resumidas cuentas, había sido un día un poco largo para el magus killer.
Pero el día no había terminado para el padre de familia. Cuando estaba a punto de acompañar a su esposa en la cama la puerta de su habitación de abrió mostrando a ter chicas, Illya y sus dos cuidadoras Sella y leysritt. Estas estaban intentando calmar a una pobre Illya que mostraba mucho dolor en su rostro.
- ¿Qué pasa cariño? - Preguntó Iris preocupada por su hija.
- Me duele. - Dijo la niña mientras se agarraba la mano izquierda. - Siento como si me estuviesen clavando agujas en la mano y no puedo mover los dedos.
Kiritsgu se acercó a su hija y esta le extendió su mano para que este la viera. El magus mayor miró atentamente la mano. En un primer momento no vio nada que debiera preocuparle, lo primero que pensó fue que su hija se habría hecho daño jugando con alguna de las sirvientas y no se había dado cuenta, pero al observar mejor vio algo que le heló la sangre.
Fui pequeños detalles rojos en su mano izquierda. Eran como si ella misma se hubiese pintado la mano con un rotulador rojo, pero pintarse con un rotulador no causaba daño alguno en el cuerpo.
- Iri, tenemos que hablar con tu padre. - Dijo Kiritsugu muy serio. - Es muy posible que vuelva a empezar.
- ¿Qué quieres decir? - Dijo la mujer preocupada.
- Lo mismo que hace diez años. - Dijo este. - Necesitamos a alguien fuerte y para eso necesitamos a tu padre.
Eran altas horas de la noche en la torre del reloj. Lord El-Melloi II tampoco había tenido un buen día. Desde primera hora de la mañana había sido bombardeado con informes de una cantidad increíble de prana se había juntado de nuevo en la ciudad de Fuyuki. La idea de que otra guerra por el santo grial se celebrase, con tan poco tiempo con la anterior, le parecía preocupante.
Tenía que valorar todas las posibilidades. Él sabía que el grial estaba corrupto por lo que le había dicho el magus killer al terminar la guerra por lo que tuvo que buscar un magus que no tuviese dudas a la hora de cumplir con una misión.
Revisó todos y cada uno de los perfiles de los magus que trabajaban para la torre del reloj hasta que llegamos al punto actual. Lord El-Melloi iba por su novena taza de café en el día de hoy y cuando estaba a punto de darse por vencido encontró un perfil que le llamó la atención. Una magus que cumplía todas sus misiones a pie de la letra y tenía credenciales de todos los que habían trabajado con ella, era una buena candidata.
En ese momento uno de sus ayudantes entró con cara de preocupación.
- Señor debería irse ya. - Dijo un magus más joven que él. - Lleva aquí encerrado todo el día, por favor, descanse.
- No te preocupes. - Dijo Lord El-Melloi con una sonrisa cansada. - El trabajo de hoy ha terminado, mañana hablaré con alguien, pero por ahora creo que me voy a ir directamente a la cama.
Al levantarse dejó caer el perfil sobre la mesa. En él se podía leer "Familia Fraga".
En una habitación oscura había un hombre mayor que miraba un retrato de un hombre de pelo azulado que vestía un traje junto con otras dos personas, una mujer de cabello blanco con un vestido del mismo color y un hombre de pelo negro que vestía un traje rojo. Debajo del retrato había una placa que ponía "Einzbern, Makiri y Tohsaka."
El anciano miraba el retrato con una sonrisa engreída. Mientras se podía apreciar cierta presencia de insectos a su alrededor.
- Vuestros descendientes nos han estado mirando por encima del hombro, pero eso se va a acabar ahora. - Dijo este con esa sonrisa. - Gracias a la hija que me dio Tokiomi he podido recrear una cresta mágica artificial, ya no la necesito, si conseguimos ganar esta guerra puede que la deje libre.
Tras decir esas palabras se echó a reír de una forma muy desagradable.
Era media noche en el frío país de Finlandia. En una habitación de una mansión se podía apreciar a una joven rubia durmiendo en su cama. Parecía estar soñando tranquilamente hasta que se despertó de golpe. Sus ojos rojos mostraban sorpresa para luego mostrar algo parecido a la aceptación de un reto.
- Mucho prana se está acumulando. - Dijo ella mientras miraba por su ventana. - Hace años que nuestra familia no participa, creo que ya es hora de que nosotros volvamos y mostrar de lo que somos capaces y mostrar que somos mejores.
Tras decir esas palabras ella se rio de una forma muy escandalosa.
Tohsaka estaba completamente vestida para ir a la escuela, como supervisora de la ciudad ya se había dado cuenta. Una nueva guerra se iba a celebrar y no podía no participar. Ella sería una maestra y acabaría con todos sus enemigos.
Mientras tanto, en la iglesia de la ciudad se podía ver a un sacerdote mirando tranquilamente con una sonrisa que, si bien cualquiera diría que era forzada, era muy natural en él. Recientemente uno de sus artefactos, una falange que perteneció a uno de los apóstoles, había comenzado a formar un grial para la guerra.
- Kotomine. - Dijo una voz detrás de él en un tono de arrogancia. - Dentro de poco comenzara.
- Así es, pero nosotros nos moveremos en las sombras. - Dijo el sacerdote. - Por el momento no haremos nada, esperaremos y cuando tengamos una buena posición nos haremos con el grial.
