Kiara, Kovu y Oreius pertenecen a Walt Disney Pictures. Aslan y la Bruja Blanca pertenecen a C. S. Lewis


6 Desesperación

Lucho contra los lobos con fiereza, pero con pasión para proteger a mi pequeña familia. Repentinamente, pierden interés por mí y tengo curiosidad por saber de qué.

Mi compañera, Kiara, está en el suelo inconsciente y los malvados animales pretenden hacerle daño o llevársela con ellos. La furia ante tan execrable acción se apodera de mí y me abalanzo sobre ellos hasta que huyen con el rabo entre las piernas:

—Nos veremos de nuevo, león— me dice uno de ellos, desafiante.

Pero apenas presto atención. Allí, sobre el suelo y completamente desmadejada, mi pobre Kiara respira muy levemente. Poso mi cabeza sobre su corazón y lo oigo latir muy, muy despacio. De repente caigo en algo muy importante: la bruja quiere a nuestro hijo, el fruto de nuestro amor. Horrorizado, intento que mis poderes lleguen a través del vientre de mi amada, y percibo una barrera de un intenso y tierno calor: su madre le está protegiendo de algo, y sospecho de qué… o más bien de quién.

Conmovido por el vínculo madre-hijo, intento averiguar qué le está pasado a Kiara, y doy con un leve hilo que le une con su espíritu y confirmo mis sospechas: ella está con la bruja, luchando con todo su ser para impedir que ella atrape al bebé. Puedo acceder también a los pensamientos de la bruja, que muestra mucha furia y frustración, hasta que de repente cambia de táctica: intentar socavar sus sentimientos torturando su espíritu.

Con horror e impotencia, comprendo que nada puedo hacer por cambiar el parecer de la malvada, mis poderes son limitados y ella, con toda su rabia, lanza un ataque contra la forma etérea de mi amada, y su cuerpo se convulsiona violentamente, haciendo que el pequeño se vea afectado.

Por supuesto, no voy a permitir que siga por ahí. Penetro otra vez en la mente de Kiara y trato de enviarle mi energía a través del fino hilo del que pende su vida. Me siento un tanto raro tratando de mantener al mismo tiempo conscientes mi cuerpo y mi alma, pero ella dependía de ello. La malvada lanza con más virulencia otro ataque que esta vez me afecta a mí, y descubro con horror que las constantes de la leona se debilitan aún más, con lo cual solamente queda una salida: encontrar a Aslan.

...

No puedo más. Los ataques de la bruja queman por dentro como ti tuviera una hoguera encendida dentro de mí, pero no es el delicioso fuego que me recorre cuando Kovu me acaricia o me besa, sino uno agobiante y furioso, que desea destruir lo que más quiero.

La bruja me mira triunfante, con sus ojos centelleando de codicia y maldad:

—No aguantarás mucho, leona. Pronto tu espíritu habrá sucumbido y tu cuerpo y tu mente me pertenecerán. Cuando nazca tu hijo, lo criaré como un paladín para luchar contra Aslan. Pero tú ya no estarás para verlo: morirás y tu hijo aprenderá a odiar tu nombre

—¡No! —grito con desesperación. Sé que contra esta tortura, nada puedo hacer salvo esperar un milagro, pero una cosa sí que sé: que lucharé hasta mis últimas fuerzas por defender a mi bebé.

De repente, siento una especie de hormigueo alrededor de mi cuerpo. Lo había sentido otras veces, pero esta vez parecía mucho más sensorial: Kovu está tomando forma de espíritu para luchar conmigo por nuestro hijo.

Sé que es una batalla difícil, pero juntos sé que podremos derrotar a la malvada.

...

Monto a mi compañera sobre mi lomo, no sin antes comprobar que nuestro cachorro está bien, y parto de inmediato, tratando de mantener a raya los ataques de la bruja contra mi familia.

Corro todo lo más rápido posible, mientras que la ira de la malvada es continua e implacable: cada vez ataca con más violencia y me debilita también a mí, pero yo trato de crear una poderosa protección en torno a mis seres queridos, tanto en mi forma física como en la etérea.

Ya cerca de una colina con mucha gente, dibujo una sonrisa en la cara, pues deben ser los seguidores de Aslan, pero siento la inmensa furia de la bruja, que me debilita aún más que las veces anteriores. Para mi familia es aún peor: las constantes vitales de mi pareja son cada vez más débiles, y la barrera de amor creada por ella en torno al bebé está a punto de caer.

Tomo entonces una decisión: con todas las fuerzas de la desesperación, refuerzo las defensas en torno a nuestro hijo y protejo aún más el espíritu de mi amada, mientras me obligo a mí mismo a correr con las fuerzas que me quedan hacia nuestra salvación.

Finalmente, lleno de dolor, corono la cima y me dirijo a un soberbio ser de pelaje negro y extraño torso sin pelo, pero de mirada muy grave:

—Por… favor —digo muy débil, pues hasta hablar se había convertido en una tortura para mí— por favor… necesito…. Aslan.

—¿Quién ha venido, Oreius? —pregunta una voz profunda como un terremoto

Y así, aparece al lado del tal Oreius un león dorado más alto que la extraña criatura, al mismo tiempo terrible y hermoso, pero sus dorados ojos enseguida te invitaban a amarle:

—Aslan —digo en tono agónico, intentando sonar lo más humilde posible— mi… compañera, nues…tro hijo. Ayúdalos… por favor. Daría… mi vida… por… ellos— añadí, rompiéndose mi voz porque no quería de ninguna de las maneras que mi familia sufriera.

Con mis últimas fuerzas, le miré a los ojos. Irradiaban amor y ternura… ¿¡por mí! De repente, rompe la distancia entre nosotros y, sin previo aviso, me abraza con fuerza y me acaricia la frente con la suya, susurrándome palabras llenas de todo su amor:

—No temas, hijo mío. Ahora estoy aquí. Yo os protegeré y os salvaré de todo mal, siempre. Y por cada minuto de sufrimiento que os haya infligido la bruja, yo os daré una hora de alegría.

Clava sus ojos en los míos y siento fluir una energía enorme, poderosa y buena, y no solamente dentro de mí, sino también en mi familia. Al mismo tiempo, en mi cabeza resuena un feroz grito de rabia, clamando venganza.

—Gracias —respondo, mientras que caen lágrimas de mis ojos, de puro gozo.

El Gran León lame todo rastro de mis lágrimas con su lengua, sonriéndome por ser feliz otra vez:

—Ahora, duerme. El alma de tu esposa está dentro de ti. Por todo el sufrimiento que has pasado, solamente a ti te corresponde devolverla a su cuerpo. Pero antes, merecéis unos minutos a solas.

Mientras habla, mi cuerpo se relaja y los párpados caen pesadamente sobre mis ojos. Y su voz dorada es como una nana para mi corazón.


En este capítulo, Kovu muestra su valía para salvar a su familia del mal, y Aslan lo recibe como a todos sus hijos: con amor y misericordia. Espero que os guste. Reviews please